El joven roquero y la casada poco follada
El que la sigue la consigue
Marina era una mujer española que trabajaba en Londres, tenía cuarenta y dos años, estaba casada, era morena, delgada, de ojos verdes, estatura mediana y tenía buenas tetas y mejor culo. Tenía tres hijos y era muy seria, tan seria era que a pesar de tener un buen polvo ningún hombre se le acercaba, o sea, era decente y lo parecía.
Aquella tarde noche cuando salió de la oficina caían chuzos de punta. Marina vestía un traje de falda de color gris, una blusa blanca y calzaba unos zapatos a juego con tacón de aguja que empapó al salir a la calle, calle que tenía que cruzar para ir al aparcamiento donde dejara su auto y que no se podía cruzar debido a la corriente que bajaba por ella. Viendo el agua bajar le entraron ganas de orinar y se metió en un pub que hacía esquina en esa calle. Estaba petado de gente. Fue a la barra y pidió un whisky doble. A su lado estaba un joven roquero tomando una pinta de cerveza. Se oyó un trueno, y el joven, en inglés, aunque yo lo escriba en español, le dijo:
-El diablo está enfadado.
Marina le respondió:
-El demonio no tiene nada que ver en esto.
Marina miró para el muchacho. Vestía con cazadora y pantalones de cuero negro, llevaba una camiseta negra con el nombre Iron Maiden escrito en ella y calzaba unas botas negras de militar. Tendría unos 30 años, los ojos azules y el cabello largo, negro y rizado. Era algo más alto que ella, llevaba una cadena de acero en el cuello, un pendiente con un crucifijo colgando de una oreja y los ojos pintados de negro. La verdad es que no inspiraba mucha confianza. Viendo cómo lo examinaba, le preguntó:
-¿Vienes mucho por aquí?
-No, es la primera vez, pero con la lluvia y el frío me entraron ganas de cierta cosa.
El joven roquero le habló cómo si la conociera de siempre.
-¿De mear?
-De eso mismo.
-Yo entré para escapar de la lluvia y me alegro de haberlo hecho.
-¿Te gusta el sitio?
El joven roquero le entró con descaro.
-No, me gustas tú.
El camarero le puso el whisky doble a Marina. Tomó un trago y le respondió:
-¿Me has visto cara de facilona?
-No, te he visto cara de estar poco follada.
Marina no era de las que se callaba ante una provocación.
-Y tú me follarías mucho, claro.
-Mucho y mejor de lo que te ha follado nadie.
Marina le puso los puntos sobre las íes.
-No digas tonterías, chaval, te sería más fácil follar a una gaviota que follarme a mí.
Marina se fue al baño. Al meterse en uno de los compartimentos y querer cerrar se encontró con la mano del joven roquero en la puerta, le dijo:
-Vete.
-Me quedo.
El joven roquero cerró la puerta y le puso el pasador. Sintieron los pasos de dos mujeres, después el ruido del agua saliendo de un grifo y una conversación intrascendente. Marina, muy en bajito, amenazó al joven roquero.
-O te vas o te meto una hostia que te salto los dientes.
El joven roquero no le creyó ni una palabra. Le susurró al oído.
-Tú no vas a meter nada. Te voy a meter yo a ti, y no precisamente una hostia.
-¿Quién coño te crees que eres?
-El que te va a follar.
El joven roquero le cogió las manos, se las apretó, la empujó contra la pared y buscó su boca mientras su dura polla se frotaba con su ombligo. Marina le dijo:
-¿Por qué me haces esto?
-Porque me vuelven loco las maduras con un buen culo.
El joven roquero forcejeó con ella para besarla, pero no consiguió hacerlo. Con la cara de lado, Marina le susurró al oído:
-Soy una mujer casada.
El joven roquero le mordió el lóbulo de una oreja, después le metió la lengua en el oído y luego le dijo:
-Las casadas son las que mejor follan
-Yo no te voy a follar.
Se agachó, le metió un bocado en una teta, y después le dijo:
-Follaré yo por los dos. ¿Cuánto tiempo llevas casada?
-A ti que coño te importa.
-Me importa, me importa tu coño. ¿Cuántos?
Marina para que no siguiera con la misma pregunta, se lo dijo:
-Veinte años.
-¿Y cuánto tiempo llevas sin follar?
Mientras el joven roquero le besaba el cuello, le respondió:
-Esas no son cosas tuyas.
Le lamió la mejilla izquierda y después le dijo:
-Por lo menos llevas un mes sin sexo. ¿Cuántas pajas te hiciste en ese tiempo?
-Ya te dije que esas no son cosas tuyas.
Le lamió la mejilla derecha.
-Deja que te dé placer.
-Antes muerta a dejar que me hagas sentir algo.
-Muerta te voy a dejar, pero muerta de gozo.
Cómo si fuera una niña asustada ante una pelea, le dijo:
-Déjame, mi marido es policía.
-¡Uy que miedo!
-Debía dártelo, cuando le diga que un hombre me quiso violar en un lavado va a hacer que te encierren y tiren la llave.
Le volvió a lamer la mejilla izquierda.
-No le vas a decir nada a nadie porque te voy a follar tan bien follada que vas a quedar encantada.
Marina era honrada, pero el coño ya lo tenía mojado. Le dijo:
-Vete ahora y me olvidaré de lo que me querías hacer.
-Tú no quieres que me vaya.
-Sí que quiero y si no me sueltas grito.
Le soltó las manos y le abrió el tercer botón de arriba de la blusa con dos dedos. El joven roquero ya fue de sobrado.
-No vas a gritar. No quieres un escándalo. Vamos a hacer un trato, dos besos en la boca, dos en los pezones, dos en el coño y me doy por satisfecho. ¿Hay trato?
-No, no hay trato, sentir tu lengua en mi boca me haría vomitar.
Le cogió la cara, le apretó los mofletes para que abriera la boca y al abrirla la besó con lengua. Marina levantó la mano para abofetearlo, pero no la bajo, bueno, sí la bajo, bajó la mano y el brazo para dejarlos caer a lo largo de su cuerpo. El joven roquero supo en ese momento que ya podía hacer con Marina lo que quisiese.
-Voy a hacer que te corras cómo una perra.
Marina quería decirle que a que esperaba para hacer que se corriera, pero le dijo:
-Eres un loco.
-Que te va a volver loca.
-Un loco presuntuoso.
Sintieron a dos chicas entrar en el aseo y luego oyeron cómo una le decía a la otra:
-"Quiero hacer el amor contigo."
-"Sabes que tengo novio, Pili."
-"¿Y qué?"
-·"Que no soy bisexual... ¿Qué haces, Pili? -Pili le había bajado las bragas y le estaba lamiendo el coño- ¡Qué puede entrar alguien, cochina! Ay qué rico se siente... ¿Por qué paras?"
-"Porque puede entrar alguien. ¿Vienes esta noche a mi piso?"
-"Sí."
-"¿Y me harás lo que te haga?"
-"Te haré todo lo que me hagas y me pidas que te haga."
Marina había estado escuchando a las dos muchachas mientras el roquero le magreaba las tetas, le besaba el cuello, metía la lengua en sus oídos y le mordía los lóbulos de las orejas. Al irse las muchachas le preguntó el joven roquero:
-¿Me dejas darte los seis besos?
El coño de Marina ya echaba por fuera, así que no se hizo de rogar.
-¿Para qué preguntas si vas a hacer lo que te dé la gana?
El joven roquero fue a por su boca. Le pasó la punta de la lengua entre los labios y después se la metió en la boca y le lamió y chupó la lengua. Al acabar ese beso le pasó de nuevo la lengua entre sus labios y a continuación le dio otro beso interminable. Después le desabotonó la blusa, le subió las copas del sujetador y al tener sus grandes tetas al aire le lamió un pezón y después le dio a la teta un largo beso con lengua. El pezón quedó apuntando hacia delante. Luego fue a por la otra teta, y al acabar con ella el pezón quedó cómo el otro, parecían dos pitones de toro. Marina estaba muy mojada, pero las ganas de mear no iban a deja que se corriese cuando bajase al coño, así que le dijo:
-Si no me dejas orinar voy a hacerlo por mí.
El joven roquero le levantó la falda y le bajó las bragas, se agachó le cogió un pie y se lo puso en el borde de la taza, le volvió a levantar la falda, le lamió el coño mojado, y después, le dijo:
-Mea en mi boca.
-¡¿Qué?!
-Que mees en mi boca.
Marina tenía tantas ganas de mear que no se pudo aguantar. Meó en su boca y el joven roquero se bebió la meada, la que pudo tragar, ya que era tanto el meo que alguno cayó sobre el piso.
Al acabar de mear en la boca del joven roquero estaba tan cachonda que si el muchacho le pide que se la mame, se la mama, pero el joven roquero lo que quería era comerle el coño a ella.
-Agarra bien la falda.
Marina subió la falda del todo. El joven roquero le echó una mano a la cintura y comenzó a jugar con su coño, clavándole la lengua en la vagina, lamiendo y chupando su clítoris... Jugó con la yema del dedo medio en la entrada su ojete, después lo metió y lo sacó y Marina se corrió cómo una fuente.
Al acabar de correrse, y después de tragar los jugos de su corrida, el joven roquero le dijo:
-¡Qué rica estás! Date la vuelta que quiero comerte el culo.
Marina no podía decir que no a lo que llevaba años deseando que le hiciera su marido. Se dio la vuelta y siguió sujetando la falda. El joven roquero le devoró el culo... Se lo pellizcó, le folló el ojete con la lengua, hizo virguerías en él, y más que haría si se lo pudiese aplaudir, pero no podía porque oirían los ruidos fuera de aquel compartimento del aseo.
Al rato Marina se puso tensa. El joven roquero supo que se iba a correr, le dio la vuelta, le clavó la lengua en la vagina y Marina moviendo su pelvis de atrás hacia delante, de delante hacia atrás y alrededor, le dio al vicioso lo que buscaba, los jugos calentitos de la segunda corrida.
Al acabar de correrse el joven roquero le preguntó:
-¿No quieres conocer el sabor de mi polla?
-Eso haría de mí una puta.
El joven roquero le dio un pico en los labios, le besó el cuello, le besó la punta de la nariz y le dijo:
-Ninguna mujer que folle sin cobrar es puta.
Marina se despojó totalmente de su coraza de mujer decente, le echó la mano al cinturón, se lo abrió y le bajó la cremallera del pantalón. Al sacarla se encontró con una polla más gorda y más larga que la de su marido. Marina le levantó la camiseta y vio su tableta y sus pequeños pezones, los lamió y los chupó, después bajó besando y lamiendo su vientre y su ombligo, a continuación le bajó los pantalones, cogió la polla, la levantó y apretándola contra el cuerpo del joven roquero le lamió y le chupó sus gordos huevos... Cuando metió la polla en la boca el roquero se estremeció. Estaba tan, tan, tan cachondo que a la quinta mamada se corrió en la boca de Marina. La mujer sintió la leche calentita caer sobre su lengua y no pudo evitar llevar una mano al coño y acariciar su clítoris mientras la tragaba.
Al acabar de correrse el joven roquero, Marina se seguía tocando. El joven roquero viendo cómo se tocaba hizo que se levantase, le dio la vuelta y le lamió y folló el culo mientras Marina se masturbaba. Al rato se volvió a poner en pie, la cogió por las nalgas y la levantó. Marina rodeó su cuello con uno de sus brazos y con la mano del otro puso la polla en la entrada del coño. El joven roquero se la fue metiendo despacito... Al tenerla toda dentro se comieron a besos un par de minutos. Después el joven roquero le dio duro. Al rato, Marina sintiendo que se iba a correr, le dijo:
-Quiero que me mires a los ojos cuando me corra.
La polla del joven roquero entró y salió a mil por hora del coño y Marina se corrió cómo un río, gimiendo y temblando. El joven roquero la miró a los ojos mientras se corría. Aquella visión le serviría para hacerse unas cuantas pajas.
En el piso del aseo estaban las bragas de Marina mojadas de orina, el joven roquero las cogió y las metió en el bolsillo de la cazadora al tiempo que le decía a Marina:
-Siempre me llevo un trofeo de mis aventuras.
Marina cuando el joven roquero abrió la puerta y se marchó sintió un tremendo vacío, era cómo si aquel joven le hubiera dado algo que le faltaba y de repente se lo arrebatara.
Al llegar a la barra ya el joven roquero se había ido. Marina acabó el whisky, y cómo había dejado de llover torrencialmente y las riadas ya no bajaban por la calle, se fue hasta el aparcamiento donde dejara su auto. Una lluvia menuda la iba calando mientras volvía a la monotonía en la que estaba sumida, o sea, casa, trabajo, trabajo, casa, cuidar de sus hijos y aguantar a su marido, un aburrido bobby inglés.
Quique.