El joven repartidor de pizzas

Un joven va entregar una pizza y termina entregando tambien su cuerpo.

Autor: Ricardo

Dirección: epuig99@gmail.com

El joven repartidor de pizzas

Ese viernes estaba solo en mi departamento pues mis planes para esa noche habían fallado por diversas causas. Todo hacía pensar que pasaría una velada tranquila, dedicado a poner en orden algunos escritos que guardaba en mi computador personal. Llamé a la pizzería más cercana y ordené tres por si el trabajo me tomaba más tiempo. Me preparé un jarro de coctail y me serví uno mientras esperaba la llegada de las pizzas. Mi idea era empezar a trabajar después de cenar.

Cuando sonó el timbre estaba viendo una película en el canal play boy y estaba tan entusiasmado viéndola que me había olvidado de las pizzas. Cuando abrí la puerta era evidente los efectos de la película que estaba viendo, pues la parte delantera de mi pantalón estaba evidentemente abultada, clara evidencia de la excitación que me habían producido las escenas que estaba disfrutando.

Un joven de aproximadamente 18 años traía las pizzas que había encargado. Lo hice entrar para que dejara el encargo en la mesa del comedor y se pagara. El muchacho caminaba con ademanes delicados y ello no dejó de llamarme la atención. Fui por el dinero y al cancelarle se mostró nervioso por mi cercanía. Divertido, me acerqué más a él y su rostro adquirió un tinte rosado que delataba su estado de turbación. Queriendo llevar mi juego más adelante aún, casi le corté el camino de retirada, por lo que debía pasar apegado a mi cuerpo para poder llegar a la puerta. Al hacerlo, no se atrevió a mirarme y dándome la espalda intentó pasar por el poco espacio que le dejaba, con lo cual su trasero pasó rozando la parte delantera de mi pantalón, donde seguía evidenciándose una erección que ya no era producida por la película de la tele sino por el morbo que sentía con la situación que estaba viviendo con el cuerpo de ese joven apegado a mí. Antes de que terminara de pasar a mi lado, le tomé de la cintura y acerqué mi cuerpo al suyo, de manera que mi paquete se adhirió al trasero del muchachito.

Ese gesto mío fue casi involuntario, pues mi intención inicial de jugar a poner en aprietos al joven repartidor había sido sustituida por un deseo irrefrenable de sentir su cuerpo junto a mi sexo. Apreté con fuerza sus cinturas y lo atraje, en tanto que el muchacho se dejó hacer, sin oponer ningún tipo de resistencia. Su liviano cuerpo parecía un avecilla atrapada en las garras de un gavilán. Y esa sensación de delicadeza que irradiaba de su cuerpo aumentó mis deseos, apretándome de manera que mi paquete presionara con fuerza en el culo juvenil que se dejaba hacer.

Le di vuelta, levanté su barbilla y le miré a los ojos. Me miró con una intensidad, entrega y delicadeza que me pareció estar en presencia de una nubil doncella. Acerqué mi rostro y rocé sus labios. El muchachito se abandonó al beso cerrando sus ojos y apretando más aún su cuerpo al mío. Le besé con pasión, abriendo mi boca y metiendo mi lengua en los labios entreabiertos que se me ofrecían.

Nos abrazamos y besamos apasionadamente, mientras nuestros cuerpos luchaban por apretarse. Mi mano abrió mi pantalón y saque a la luz mi verga completamente dispuesta. Tomé su mano y sin dejar de besarnos la puse en mi instrumento, lo que el muchacho hizo delicadamente, empezando a acariciar el tronco en una suave masturbación, que hizo aumentar más aún las dimensiones de mi herramienta. De pronto se desprendió del abrazó y se agachó, quedando de rodillas frente a mí y con mi verga al frente, la que dirigió a su boca y tragó con delicadeza.

La mamada que me regalaba el muchachito hablaba por si misma de la experiencia que tenía en este tipo de afanes, pues me proporcionaba unas sensaciones incomparables, como si fuera un experto mamador de pollas. Con una mano tomaba mis bolas, que sopesaba delicadamente, transmitiendo una sensación de excitación que complementaba con la otra mano que me hacía una paja suave mientras su boca entraba y salía del tronco que yo empujaba entre sus labios mientras me tomaba de sus cabellos.

"Mmmmm, ricooooo"

Y el seguía proporcionándome una mamada increíble, que me hacía gozar de una manera como pocas mujeres habían logrado hacerlo hasta ahora.

"Chupa, chupa, mijito. Siiiiiiii"

Y finalmente un golpe de semen llenó su boca, haciendo que el muchacho hiciera esfuerzos por tragar todo el líquido que expelía mi verga, pero era demasiado y restos de mi acabada caían de sus labios cuando el joven se levantó.

Le tomé de los hombros y lo acerqué, fundiéndonos en un apasionado beso, en que parte de mi propio semen pasaba de su boca a la mía. La situación era extremadamente erótica y sentía que ese joven me estaba proporcionando placeres como pocas veces había sentido en los brazos de una mujer.

Pero el muchacho se separó de mi lado y me dijo que tenía que completar su recorrido, pero que si yo quería, podía volver en una hora mas, que terminaba su turno. Quedamos de acuerdo en que pasaríamos la noche juntos y partió, dejándome sumido en una sensación de increíble deseo por tener ese cuerpo que se me entregaría muy pronto.

Pensaba que mis planes se frustraban cuando, después de 1 hora y media, apareció nuevamente Alex, que así dijo llamarse. Su actitud cuando abrí la puerta era muy diferente a la de la primera vez, pues ahora mostraba mucha más seguridad, con una sonrisa de complicidad bailando en sus delicados labios y mirándome con picardía.

No bien cerré la puerta se prendió a mí y nos besamos con pasión, para después tomarnos un coctail y conocernos un poco.

"¿Tienes muchas aventuras de este tipo en tu trabajo?"

"Algunas, pero no tantas como mi hermana"

"¿Tu hermana también trabaja repartiendo pizzas?"

"Si, nos ayudamos para los estudios"

"¿Y cómo lo hiciste para venir sin que ella supiera?"

"No, si ella sabe a lo que vine"

"¿Cómo?"

"Ella sabe que soy gay"

"Me parece muy conveniente para ti"

"Incluso hemos tenido algunas aventuras juntos"

"¿Cómo así?"

"Hemos hecho tríos"

"¿Y?"

"Si, tríos en que yo también soy penetrado"

"Ya, pero, ¿y tu y tu hermana?"

"¿Si lo hacemos? Muchas veces"

"¿Sin problemas?"

"Sin problemas. Me gusta ver cuando la penetran"

"¿Y a ella le gusta ver cuando te lo meten?"

"Ufff, le encanta ver como me follan. La calienta"

"Es decir, ambos se calientan cuando al otro lo follan"

"Si. Nos encanta el sexo"

"Creo que debes presentarme a tu hermana"

"Cuando quieras, pero no hablemos más de ella, ¿te parece?"

Dejó el vaso a un lado y se puso de pie, empezando a desnudarse lentamente, en un strip tease dedicado solamente a mí, poniendo mucha sensualidad en cada movimiento. Cuando quedó completamente desnudo, me hizo levantarme y me desprendió de la ropa hasta dejarme también desnudo.

Nos abrazamos y besamos apasionadamente, llevando nuestros cuerpos sobre el sofá, donde él quedó bajo mío, como si fuera una mujer que estaba entregándose a su amante, de no ser por la erección que tenía y que competía con la mía.

Le hice arrodillarse al lado del sofá y poniéndome detrás de él, le puse mi verga en la entrada de su culo, que se paraba para facilitar la penetración. Empujé con fuerza y mi instrumento se hundió hasta la mitad en el túnel trasero de Alex, que se aferró al sofá para sofocar el grito de dolor que pugnaba por salir de su pecho. Aferrándome a su cintura terminé de hundir mi herramienta completamente en el culo de mi joven amante, que resistía valientemente la penetración a que lo sometía.

Las paredes del culo de Alex hacían presión sobre el tronco de mi verga, produciéndome la sensación de estar penetrando una virginal vagina, cual si estuviera desvirgándola. Cerré los ojos mientras metía y sacaba mi trozo de carne para disfrutar de la sensación que el esfínter de Alex le proporcionaba a mi verga con su abrir y cerrar. Sentía como el estrecho túnel del joven recorría todo el tronco de mi herramienta y me parecía estar desflorando a una muchachita por la sensación de estrechez que me proporcionaba presionando el pedazo de carne que entraba y salía.

"Mijito, mijitooooooo"

"Goza, papi, goza. Mi culito es tuyo, amor"

"Rico, ricooooooooo"

"Soy tu putita, mi vida. ¿Te gusta tu putita?"

"Si, mijita, eres ricaaaaaaaaa"

"Papito, sigue, más, másssssssssss"

Nuestras palabras nos infundían mayor excitación y nuestros movimientos se hicieron descontrolados, casi salvajes, hasta que finalmente inundé el culo de Alex con un torrente de semen producto de un orgasmo increíblemente violento.

Quedé sobre el cuerpo de Alex, completamente desfallecido por el esfuerzo desplegado, en tanto el muchacho se masturbaba buscando su propia satisfacción. Sin pensarlo, llevé mi mano a la de él y la hice a un lado, tomando su verga y continuando la paja que el muchacho había iniciado. No bien había sentido su trozo de carne hincharse entre mis dedos cuando mi propia verga empezó a manifestar la excitación que me producía el hacerle una paja a otro hombre. Y mientras masturbaba a Alex, mi verga nuevamente pugnaba por meterse en su culo.

"Quiero chupartelo, mi vida"

El joven sacó mi mano de su verga y poniéndome de espalda, se puso a mi lado para empezar una nueva mamada, tan exquisita como la primera. Ahí estaba, con su verga frente a mi rostro mientras mi instrumento era sometido a una nueva mamada de parte de esa insaciable boca, que me proporcionaba sensaciones increíbles. No pude resistirme y tomé su verga en mi mano, continuando la paja que había quedado inconclusa.

Veía como su verga se hinchaba en mi mano y sus venas se henchían de sangre y vitalidad. No podía dejar de mirar ese pedazo de carne palpitante en mis dedos, que la recorrían con deleite, en tanto Alex continuaba chupando mi verga, proporcionándome sensaciones que me sustraían de la realidad, haciéndome olvidar todo lo que no fuera gozar. Y esa verga en mi mano también podía servirme para gozar a plenitud. La acerqué a mi boca y por vez primera empecé a mamar un verga, poniéndome con todas mis energías a ello, chupando casi con desesperación, completando un 69 que nos llevó a ambos al clímax.

Esa noche tuvimos sexo toda la noche y solamente con los primeros rayos de sol logramos calmar nuestra pasión y nos dedicamos a dormir completamente agotados por el esfuerzo desplegado.

A la mañana siguiente Alex partió, con la promesa de volver esa noche con su hermana.