El jinete y la doncella
Es de noche y una jovencita tiene un inesperado encuentro...
Fue en ese momento, cuando la muchacha lo vio. Estaba en la fuente que había en el centro del pueblo, recogiendo agua fresca con el cántaro para llevársela a su abuela, que no podía valerse muy bien por sí misma. Y lo que ella vio...era un hombre.
Un hombre que olía a tierra, a sudor, a guerra...y a batalla. Era un hombre cuyo rostro decía que no tenía miedo a nada, ni siquiera a la muerte. Un hombre de mirada firme, sereno, aguerrido, muy fuerte, extremadamente atractivo. Su cabello largo se movía mecido por el viento haciendo más imponente su figura, a lomos de un caballo que debía ser negro, aunque no estaba muy claro porque empezaba a anochecer. Y habría pasado probablemente desapercibido para ella si no hubiera escuchado el relinchar de su montura unos metros atrás.
Nada más verlo, sintió que su corazón empezaba a acelerarse...¿Por qué le habían entrado esos súbitos deseos de que aquel desconocido la subiera a su caballo y se la llevara para hacer desenfrenadamente el amor con ella? No lo sabía...El jinete percibió su mirada y se posó en los ojos de la joven, que se sonrojó de inmediato.
Él la miró, le pareció encantadora con la fina blusa, bajo la que supuso no llevaba sujetador porque sus pezones se le marcaban tímidamente, su falda que se movía con la brisa y el cántaro apoyado en la cadera.
-Muchacha, ¿te importaría darme un poco de agua? Tengo mucha sed...
Ella salió de su trance.
-En absoluto por favor, puede beber todo lo que quiera señor...
El hombre le dedicó una media sonrisa y bajó de su caballo. Para sorpresa de ella no era excesivamente alto...pero su porte, su constitución y sus fuertes brazos imponían, y a la chiquilla le siguió poniendo nerviosa cuando, temblando, le ofreció el cántaro para que calmara su sed.
Cuando terminó le devolvió el cántaro, no sin antes examinarla con un vistazo muy penetrante que aceleró tanto su corazón que podía escuchar sus latidos.
-Por favor...le importaría...dejar de mirarme...es que su mirada me intimida...-dijo ella, mirando al suelo, muy avergonzada, él casi notaba el calor que desprendía. Sin decir nada, introdujo la mano por debajo de la falda de la chica...algo le decía que ella no opondría resistencia, y evidentemente así fue porque ella comenzó a gemir y a tambalearse, haciendo que el cántaro cayera al suelo y se rompiera con un estrépito.
El descarado se acercó a su oído.
-¿Te la ha metido alguien alguna vez?-le preguntó mientras comprobaba las humedades de su entrepierna...
-No...-gemía ella-no sss-señor...
-Me extraña mucho si te dejas acariciar tan fácilmente...mira...mira como disfrutas...
Él la miraba, deleitándose con su placer. La muchacha tenía los ojos cerrados, temblaba y para no caerse se había agarrado a sus hombros.
-Llévame lejos de aquí-le susurró ella.-Quiero que me poseas...toda...por todas partes.
El hombre, que no esperaba esa petición de una chiquilla, se excitó mucho, montó en su caballo y la ayudó a subir a ella...que quedó a su vez montada...sobre él. Él trataba de tomar las riendas del caballo a la vez que besaba con pasión a la joven, cuyo deseo se inflamaba más y más...no había podido evitar notar el bulto que rozaba con su muslo desde hacía rato, ese bulto duro rebosante de masculinidad...Y no veía el momento en que bajaran del caballo y pudiera devorar aquella maravilla...
Después de un trote de unos cuantos minutos, se detuvieron al llegar a un gran árbol que había, cerca del monte...donde se veía la luna llena y casi todas las estrellas. Bajaron del caballo y tras eso, el hombre puso su capa sobre el césped, debajo del árbol que los cubría con sus ramas y a través del cual podían ver el cielo estrellado. La hizo tumbarse y la desnudó despacio, dejando asomar cada trozo de su suave piel...bebiendo del abundante manantial que parecía no dejar de fluir de su sexo, señal inequívoca de que él le excitaba mucho...Le estuvo lamiendo todo el coño hasta que un profundo grito salió de sus entrañas. Empapados y sudorosos, impregnados de sus jugos. Se besaron.
La chica lo deseó, lo besó, lo olfateó. Pasaba sus labios por su torso fuerte, devoraba su sexo con ansia, recorriendo cada milimetro con su lengua...saboreando y chupando su glande...Hasta que llegó el momento en que él la colocó a cuatro patas y ella trató de impedirlo.
-Es-pere, señor es que...tengo...un problema.
Él la miró con extrañeza, detrás de ella, acariciándole la espalda y las nalgas.
-¿Cuál? Pero si lo haces todo muy bien...lo haces como la mejor de las prostitutas...Mmm y eso es algo que me encanta que hagas...nada más mirarte supe que eras una niña sucia...-le dijo pasándole la lengua por el cuello.
La chica se rió nerviosamente.
-Es que soy virgen...
-No me digas...
-Sólo por delante...
Él se empalmó al oír esto y la giró, mirándole a la cara.
-¿Pero qué dices, zorrita indecente? ¿Te has dejado...te has dejado penetrar por atrás?
La pobre enrojeció hasta las orejas.
-Sí, verá no sé por qué pero es que...No me convence lo normal, no...no sé-estaba angustiándose.
-Pero si a mí me encanta...Dios mío como voy a disfrutar abriéndote...-murmuró, abriéndole los cachetes y hundiendo la lengua bien adentro, lubricando su ano. No podía evitar masturbarse mientras lo hacía, pensando que después hundiría su polla por donde pasaba la lengua.
-¡AAAAH! Dios pero como me gusta...sí...oooh...
Estuvo un buen rato follándosela con la lengua por su pequeño y sucio agujerito, hasta que decidió meter otra cosita más dura y consistente...fue poco a poco mientras la agarraba de las caderas y ella se dejaba, aunque al principio le costaba abrirse y se quejaba, aumentando el calentón de él. Luego estaba bien a gusto, gozando, disfrutando como una perra del placer que aquel hombre le estaba dando...Le pareció tan delicioso que se corriera dentro de ella llenándola con su leche...sentirse llena...de aquel hombre que la desconocía pero a la vez parecía conocerla tan bien...