El jefe de mi novia nos educa

Mi novia consigue trabajo como secretaria de un ejecutivo maduro, pero empiezan los problemas cuando la llaman la atención por distraer a todos los trabajadores con sus efluvios. Se impone una educación para ella y para mí.

Mi novia Sandra, de 23 años, estaba contentísima porque había encontrado trabajo. Aunque hacía ya un par de años que habíamos empezado a salir, no fue hasta hace un par de meses que habíamos encontrado un piso no muy caro y nos habíamos ido a vivir juntos. A ella le agobiaba un poco el tema de que estuviramos tirando los dos de mi sueldo de administrativo, y aunque había tenido algún trabajillo como camarera, no era hasta ahora que había conseguido un trabajo más o menos fijo, o al menos con contrato. El puesto era de secretaria en una empresa de la que ella dijo que se dedicaba a "importación- exportación", y según me contó ya el día de la entrevista le había ido muy bien, lo cual se confirmó una semana más tarde cuando le dijeron que ya podía pasarse a firmar el contrato. La verdad es que yo también respiré aliviado, porque no es que fueramos muy bien de dinero. Aunque me extrañó un poco porque no tenía ninguna experiencia como secretaria.

En todo caso todo iba bastante bien, me contaba que su jefe, el señor García, un señor de unos 60 años, estaba bastante bien y le hacía escribir cartas, llevarle la agenda, y en fin, todo lo que hace una secretaria. Y que le parecía un hombre que imponía bastante y se sentía un poco cohibida aunque orgullosa de ser su secretaria - ¿Pero que pasa?- le decía yo en broma pero un poco con la mosca detrás de la oreja -¿que te gusta o qué? - Ay,mi amor, qué tonto eres, pero si podría ser mi padre, yo a quien quiero es a tí-.

Un día cuando Sandra volvió del trabajo me dijo

  • Cariño, hoy me ha ocurrido algo super raro en el trabajo, pero en fin, bastante gracioso.

  • A ver, cuentame

  • Pues mira, hace unos días mi jefe me dijo una cosa que no te comenté para que no te lo tomaras a mal, y bueno,en fin ,que me dijo que tenía un poco revolucionada a toda la oficina. Que él se daba cuenta aunque los demás no porque tiene un olfato muy fino, y que (no te enfades), que si no venía satisfecha al trabajo.

  • ¿Cómo que si no vas satisfecha?

  • Sí, me dijo eso y yo tampoco lo entendí, y me dijo que perdonase, pero que olía bastante a flujo vaginal, y que eso no podía ser, porque tenía a todos los hombres de la oficina desconcentrados porque claro, además soy una chica (eso me dijo) muy atractiva, y que solo faltaba eso, que fuera emanando efluvios femeninos. Todo esto me lo dijo muy serio, así que me avergoncé un poquito y le dije que perdonase pero que yo soy una chica muy aseada y eso no puede ser. Pero él dijo que no tiene nada que ver con el aseo, que si una mujer está receptiva y no está satisfecha, va a estar rezumando.

  • Joder, ¿eso te dijo?

  • Ay, ¿ves como te lo ibas a tomar a mal?

  • Hombre, no se...

  • Bueno, en fin, que al final me dijo que si tú no ponías cartas en el asunto y lo resolvía, que él tendría que hacer algo porque eso no puede ser.

Yo estaba alucinando por lo que me estaba contando y me sentía bastante cabreado (y tengo que confesar, a la vez que un poco excitado por la situación)

  • Bueno, ¿y es verdad? ¿Es que no te satisfago y vas caliente al trabajo?

  • Ay, Juan, pero qué dices...

  • ¿Y bien?

  • Pues mira, cariño, no es que me importe porque yo te quiero mucho, pero la verdad es que cuando hacemos el amor... como decirtelo... pero acabas demasiado deprisa y me quedo un poco a verlas venir.

  • Yo pensaba que te corrías conmigo

  • Bueno, a veces sí, pero muchas veces no, y es verdad que muchas veces estoy en el trabajo y claro, todo el día rodeada de tíos, estoy un poquitín excitada. Mi amor, pero yo te quiero solo a tí.

  • Vale... bueno, pero dices que eso ocurrio hace unos días. ¿Qué es eso tan gracioso que ha ocurrido hoy?

  • Pues mira, me llama el señor García a su despacho y me dice: Sandra, te quiero demostrar que tengo razón con lo que te dije el otro día . No es que tenga que darte explicaciones, pero quiero que lo veas con tus propios ojos. Yo no sabía a que se refería exactamente. Y continúa diciendome: coge un folio que te voy a dictar una carta. Pero te vas a sentar en mis piernas mientras tomas notas.

  • ¿Cómo?

  • Pues sí, como lo oyes. Total, que yo no quería contrariar al señor García, que separó las piernas, y señaló la derecha para que me sentara en ella. Así que lo hice. Pero entonces me puso la mano al fondo de la espalda y me corrió un poco la falda, de manera que mis braguitas tocaran sus pantalones. "Así está mejor", dijo. Entonces se puso a dictarme la carta. Cuando acabamos, me dijo "Sandrita, levantate y mira mi pierna". Me incorporé, miré su muslo y había una mancha húmeda donde me había sentado. Ni me había dado cuenta de lo mojada que estaba. Me puse coloradísima pero miré al señor García que se estaba sonriendo y dijo "Bueno, no pasa nada, pero en serio que si tu novio no hace nada, lo voy a tener que hacer yo algo". ¿No te parece graciosísimo?

  • Pues no, no me parece gracioso.

  • Ay, cariño, a mí sí que me hizo gracia.

No quise darle más importancia porque nuestra situación económica no era lo mejor y tampoco era plan de decirle que dejara ese trabajo porque (yo me justicaba) tampoco era tan grave el asunto. Así que nos fuimos a dormir con el pensamiento de dejarla bien "satisfecha", pero estaba tan cansado por mi día de trabajo que me dormí.

Y al día siguiente, cuando Sandra volvió del trabajo, me dijo

-Cariño, me han castigado por tu culpa

  • ¿Cómo que te han castigado? ¿Y cómo que por mi culpa?

  • Pues que como hoy me he levantado tan excitada como ayer, el señor García me ha llamado a sus despacho y me ha pedido que cierre la puerta. Yo no sabía por qué, porque la puerta de su despacho no se cierra nunca, pero me dijo "Sandra, esto ya pasa de castaño oscuro. Hoy se me ha venido a quejar el señor Ojeda, el de contabilidad, diciendo que si no soy capaz de tener a mi secretaria sin poner a toda la oficina pendiente de ella, esto se va al carajo. Y por ahí no voy a pasar, ya te he consentido mucho, así que voy a tener que castigarte". Y que si no quería ser castigada, sintiendolo mucho, tendría que despedirme. Yo no sabía a qué se referia con ser castigada, al principio pensaba que me iba a poner una multa o algo así, pero me dijo que nada de eso, que consistía en un castigo físico. Unos azotes, vaya.

  • ¿Unos azotes? ¿Y tú le dejaste hacer eso?

  • Cariño, ¿querías que me despidiera?

  • No, pero... no se...

  • Bueno, pues yo accedí, porque me siento realizada como persona tener un trabajo y ser productiva, y porque, sinceramente, necesitamos el dinero.

  • Vale, vale...

  • Entonces él hizo rodar un poco su sillón separandose de la mesa y me djo con una voz autoritaria

.

.

.

-Recuéstate sobre mis rodillas

Un poco avergonzada hice como me ordenaba y me recosté sobre él. Me cogió por la cintura y me posicionó mejor. -Esto te va a doler pero es necesario, Sandra - dijo, y me dió una palmada en la nalga izquierda. Yo contuve un grito porque no quería mostrarle que me dolía. Me dió la siguiente palmada en la nalga derecha, un poco más fuerte, y ahí ya solté un "ay" que no pude contener.

-Quiero que sepas que no eres la primera trabajadora a la que tengo que disciplinar - me dijo, mientras seguía alternandome azotes entre un lado y el otro de mi culo.

  • Ya - repliqué yó - pero seguro que esto no se lo ha hecho a ningún hombre.

  • Ja,ja... pues la verdad es que nunca he llegado al punto de tener que hacerle esto a ningún hombre, pero antes que eso directamente le despidiría. Así que puedes dar gracias de ser mujer y tenga esta deferencia contigo.

Cuando llevaba ya 10 o 12 azotes, me dijo - Bueno, Sandra, esto ha sido para calentar, ahora vamos a ponernos un poco más serios - y me levantó la falda hasta la cintura, exponiendo mis braguitas blancas.

  • Pero, señor García, ¿qué hace usted? -protesté, incorporandome un poco y mirandole directamente a la cara.

  • Mira, guapa, ¿me vas a decir tú a mí como tengo que administrarte el castigo?

  • No, pero...

  • Pues callate, que cuanto antes sigamos, antes acabaremos - me dijo, mientras me volvía a posicionar empujandome hacia abajo con su mano izquierda. Y retomó la azotaina, pero esta vez directamente sobre mis braguitas, con lo cual dolía un poco más al no contar con la escasa protección que ofrecía la falda: "Zas, zas, zas". Yo ya gemía sin cortarme porque realmente me hacía doler el culo.

  • ¿Ves lo que pasa cuando se viene a la oficina de esta manera, Sandra? - Zas, zas, zas

  • Ay, sí, lo siento, no volverá a ocurrir!

  • ¡No puedes tener caliente a todos los trabajadores porque aquí no se hace nada! - ZAS ZAS ZAS

  • Ay, por favor, lo siento! - Pese a mis súplicas, siguió así durante un buen rato. Entonces paró y me dijo algo que ya me estaba temiendo.

  • Bueno, Sandra, ahora vamos a la parte final del castigo, que va a consistir en una ultima tanda de azotes, pero esta vez sin braguitas

Yo abrí mucho los ojos, y ya iba a quejarme cuando dijo

  • Puedes quejarte y levantarte si quieres, pero ya puedes recoger tus cuatro cosas y no volver nunca más aquí.

Yo estaba muda de la vergüenza y la impotencia.

  • Sobre todo quiero que entiendas que aquí no hay nada depravado ni me estoy aprovechando de la situación. Esto es simplemente una medida disciplinaria. Así pues, te voy a bajar las braguitas, a no ser que te portes como una niña malcriada y decidas que no mereces ningún castigo, y te vayas de la empresa.

Yo me quedé quieta y pensé que aquello pasaría pronto y después podría volver a mi trabajo

  • De... de acuerdo, señor García.

Entonces sentí como el señor García me agarraba por la cintura con la mano izquierda mientras con la derecha me cogía por el borde de las braguitas y las deslizaba firmemente hasta las rodillas.

  • Pero Sandra, ¿cómo puedes ir así por el mundo?

  • ¿Qué quiere decir, señor García?

  • Pues que va a ser, hija - me dijo con voz socarrona - Que tienes las braguitas empapadas.

Yo me quería morir, si ya estaba pasando vergüenza con el culo al aire, imaginate encima toda manchada. Me medio incoporé casi como un reflejo, poniendo la mano entre las piernas como para intentar tapar mi humedad. Y fue entonces cuando me di cuenta de algo. Desde que había empezado la sesión de azotes yo notaba algo contra mi estómago que me molestaba, y a cada azote me molestaba un poco más. No importa lo que me moviera, seguía estando ahí. Y fue al levantarme que vi la enorme erección que tenía el señor García bajo los pantalones: eso era lo que estaba aplastando con mi estómago

  • ¡Señor García! - le dije, mientras me bajaba la falda para taparme - ¿Pero...pero eso... no dijo usted que esto no era nada perverso, que solo era disciplina?

  • Y así es. ¿Pero qué te has creido? ¡Precisamente esto que ves es el motivo por el que te tengo que castigar! ¡Tienes a toda oficina así y esto tiene que cambiar! Así que, ¿a qué esperas? ¡Asume ahora mismo otra vez tu posición!

Yo me quedé muda sin saber muy bien como reaccionar, pero al final volví a apoyarme en sus piernas, intentando arquear la espalda para tocar lo menos posible su enorme erección, pero él me empujó con su mano, de manera que ahora podía sentirlo incluso más que antes. Me volvió a subir la falda con la otra mano y empezó a azotar mi desnudo culito : ZAS, ZAS, ZAS

  • Ay, señor García, que dolor!

  • No grites tanto, niña, que todavía te estoy haciendo un favor - ZAS, ZAS, ZAS

  • Ay, ayyy

  • ¿Sigues mojadita, Sandra? ZAS ZAS ZAS

  • ¡Ay, no lo se, señor García! ZAS ZAS ZAS

  • Pues yo diría que sí, y no quiero que me vuelvas a manchar los pantalones otra vez - El señor García paró y noté como se inclinaba para examinar mi culito mientras me separaba los mofletes con las manos -Buf, ¡esto está empapado! ¡Casi me gotea hasta los pantalones! ¡No te muevas que voy a limpiar! Se sacó un pañuelo del bolsillo de la americana y mientras con una mano me separaba las piernas, exponiendo mi vulva, que siempre llevo depilada hasta la línea del bikini, con la otra mano me pasó el pañuelo por el interior de los muslos. Y no entiendo muy bien por qué, si estaba en estado de shock por el trato que estaba recibiendo, o por lo extraño de la situación, pero me dejé hacer, relajandome un poco de la azotaina.

  • Señor García, esto es muy irregular.

  • Sandrita, no te me quejes que ya sabes donde está la puerta - dijo mientras me iba repasando el interior de los muslos.

  • Aaayyy, señor García, ¿ya hemos acabado el castigo?

  • Mira, nena, aquí hay mucho líquido, me estás dejando el pañuelo perdido. Anda, levanta y acaba de limpiarte tú misma y luego devuelveme el pañuelo. Y se concienzuda porque lo que no te acabes de limpiar bien, lo hago yo - me dijo, mientras me daba un par de cachetitos de despedida en el culo. Así que me incorporé, me bajé la falda y medio subí las braguitas tapándome como pude, cogí el pañuelo que el jefe me ofrecía y me limpié con él intentando secarlo todo lo que pudiera sin mostrarle nada al jefe, pasandomelo por los muslos y la vulva. Me acabé de subir las bragas y le dije

  • Ya está, señor García, ya he acabado - mientras le devolvía el pañuelo.

El jefe me miró de arriba a abajo, se metió el pañuelo sin inmutarse en el bolsillo y me dijo

  • Bueno, mira, por hoy ya está, puedes irte a trabajar". Salí del despacho super acalorada, y tenía la sensación de que todo el mundo me clavaba la mirada durante el resto de la jornada.

Lo que me contó mi novia me dejó totalmente perplejo. - Pero mi vida, eso que me cuentas...no puede ser... ¿Qué es eso de castigos corporales? ¿Es que estamos en el siglo diecinueve, donde los jefes podían hacer lo que les diera la gana? -

  • Sí, si ya te entiendo, a mí esto no me había ocurrido jamás... en realidad jamás había trabajado. Mira, vamos a dejarlo estar como una anécdota, ¿vale? A partir de ahora todo va a ser diferente y voy a procurar ir bien limpia a...

  • ¿Pero cómo que limpia? Tú eres muy limpia, pero aunque no lo fueras eso no es motivo para que un tío te de azotes!

  • Oye, que ya está bien. Quiero conservar este trabajo y no quiero líos. Es verdad que tal vez últimamente estaba un poco mojada y los hombres no sois de piedra, y tal vez necesitaba un toque de atención.

  • Vale, pues tú misma... En todo caso, no dejes de contarme nada de lo que te ocurra, ¿vale?

  • Vale.

La verdad es que todo este relato me había excitado bastante, así que esa noche y durante bastantes noches en adelante tuvimos buen sexo, con lo cual Sandra no podía decir que no fuera satisfecha al trabajo. Pero no habían pasado ni tres semanas cuando Sandra me dijo que quería hablar conmigo.

  • Cariño, no te enfades, pero te tengo que contar algo que me ha ocurrido en el trabajo.

  • Dime

  • Pues hace una semana el señor García me llamo a su despacho y me dijo

....

....

....

  • Mira, Sandra, ya he recibido unas cuantas quejas de gente de que vuelves a oler mucho a hembra y les pones locos. Tanto, que alguno ha amenazado con largarse porque ve su integridad laboral comprometida, y no quieren ensuciar su curriculum con algo así

  • ¿Pero otra vez? Si pensaba que esto ya estaba superado!

  • Pues no. Así que vas a tener que irte. Lo siento mucho

  • ¡No, por favor, señor García, no va ocurrir más!

  • ¿Cómo no va a ocurrir más, si tú misma no te das cuenta? O te das cuenta y no te importa, ¡que sería mucho peor!

  • ¡No, no!,Es verdad, no me doy cuenta.

  • Mira, niña, la única opción es que en cuanto entras por la puerta alguien que sí se de cuenta te dejara limpita para todo el día

  • ¡Lo que sea, señor García!

  • Pues mira, como eso tiene que hacerlo un hombre, y yo soy el responsable, cada mañanita te metes en mi despacho, compruebo que todo esté bien y te limpio si es necesario

  • ¿Us.. usted?

  • Tienes razón, es un error, vete a recursos humanos para tramitar tu salida

  • No,no,no, está bien, está bien!

  • Si me lo pides por favor...

  • Sí, por favor!

  • Bueno... en ese caso... vamos a empezar ahora mismo

El Señor García retiró un poco la silla en la que estaba sentado y me dijo

  • Ponte frente mí mirando a la mesa y recuestate apoyando los brazos en ella

Me acerqué a él como dijo rodeando su enorme mesa de despacho, le di la espalda y retiré los documentos que había en ella antes de apoyarme

  • Muy bien, arquea un poco más la espalda y saca el culito.

Hice como me dijo. Noté como me subía la ligera falda de algodón de mi vestidito de verano. Yo llevaba unas braguitas blancas de algodón muy sencillas, y me quise morir de la vergüenza cuando me las agarró por los dos lados y me las bajó hasta la mitad de los muslos, exponiendo mi culo, aunque yo mantenía las piernas bien cerradas para ofrecer lo mínimo a la vista.

  • No hace falta indagar mucho más para ver que vas mojada... Mira! - El señor García frotó los dedos en la felpita de mis bragas y me los enseñó, brillantes por el flujo en el que estaban untados - ¿Ves?

  • Sí, señor García, lo siento mucho.

  • Pues hale, ahora separa bien las piernas que ya tengo trabajo de buena mañana! - me dijo, mientras me daba un par de cachetes en el culo.

  • Pero... si ya me puedo limpiar yo sola y...

El señor García cambió a una voz mucho más autoritaria

-Sandra, pensaba que te había dejado muy clarito que esto lo voy a hacer yo personalmente. Así que dejate de remilgos de niña pequeña y obedece en lo que te digo ¿ESTAMOS?" - me dijo, acabando con un azote muy fuerte en el culo PLAAAFFFF

  • ¡AAAAYY, sí, señor, perdóneme!" - le dije, mientras abría los piernas todo lo que me permitían mis braguitas en los muslos.

  • Voy a empezar con las bragas" - dijo, mientras cogía un pañuelo de papel de una cajita sobre la mesa. Pude sentir como movía mis bragas mientras me las limpiaba. - Esto está mucho mejor, pero ahora cierra un poco las piernas que te las voy a quitar para trabajar mejor - y acto seguido me bajó las bragas hasta los tobillos y me hizo levantar un pie para terminar de sacarmelas. - Muy bien. ¿Ves qué bien va todo cuando te portas bien? Ahora sube una rodilla a la mesa.

No queriendo contradecirle más, hice como me pedía, apoyando mi rodilla derecha en la mesa, exponiendo totalmente mi vulva abierta a la vista del señor García.

  • Muy bien, Sandra, déjame que coja más papel-

y cogiendo un par más de pañuelos, empezo a limpiarme el interior de los muslos, empezando desde las rodillas. No es que me hubiera goteado hasta esa zona, pero supongo que mi jefe quería ser muy concienzudo. Sus manos se notaban muy grandes y fuertes a través de los pañuelos, y frotaba delicada pero firmemente toda la zona superior de mis piernas. Cuando llegó a mi vulvita, noté como se agachaba para tener mejor acceso, sintiendo ligeramente su aliento en mis muslos, y mientras con una mano me separaba las nalgas, con la otra se alcanzó por entre mis piernas casi hasta el ombligo, y empezo a recorrerme con la palma de la mano bien abierta, cubierta por los pañuelos de papel, empezando desde el pubis y llegando casi hasta el ano, y de ahí, otra vez para arriba casi hasta el ombligo. Cuando llevaba unos cuantos repasos de esta manera, me di cuenta de que uno de los dedos se asomaba cada vez más a mi rajita.

  • Señor García, tenga cuidado que sin querer me está metiendo el dedito.

  • Mira guapa, calla que aquí estamos para limpiarte, no para caricias. ¿Qué te crees, que no tienes húmeda la raja?

  • Perdone usted, es que no sabía si lo hacía accidentalmente...

En una de los recorridos de adelante para atrás, por accidente, supongo, me atrapó el clítoris con dos dedos, pellizcandolo ligeramente, y se me escapó un gemido -  Ayyyyyy!

  • ¿Te hago daño, Sandrita?

  • No, no, está bien, es que me ha pellizado usted una parte muy sensible

  • Ah, pues yo no quiero hacerte daño... ¿dónde ha sido? ¿Aquí? - me dijo, pellizcandome ya sin pañuelos en la parte inferior de los labios vaginales

  • Uyyy, no, ahí no...

  • ¿Aquí, entonces? - me preguntó, pellizcándome un poco más arriba

  • Ay, no,no, ahí tampoco - dije sonriendole por la picardía

  • Aaah, pues habrá sido aquí, dijo agarrandome el clítoris entre el pulgar y el índice

  • AAAAAAaaaaaay, ay ay ay... ¡que malo es usted, señor García, sí, justo ahí!

Empezó a a retorcerme el clítoris suavemente con los dos dedos

  • Entonces, ¿dices que aquí lo tienes más sensible?

  • Aaaaay - suspiré - ¡Pues claro, señor García...uuuuyyy que ric....ay, que sensibleeeeee!

  • Bueno, pues voy a seguir limpiando y tendré especial cuidado cuando pase por aquí.

  • Ay, gracias, señor García... ¿Quiere que le alcance pañuelos?" Zasss, fue la respuesta, en forma de azote en el culo

  • ¿Te he pedido yo pañuelos?

  • Ayy, no, perdone usted, pero pensé...

  • Tú no pienses nada. ¿Es que no te enteras de que soy yo el que decide como se limpia mejor esto? - me preguntó, mientras volvía a frotarme la vulva ya con sus manos desnudas, esta vez un poco más concentrado en la rajita. - Con los pañuelos se quita lo gordo, pero también me quitan la sensibilidad que necesito para detectar tu humedad. Así que ahora sigo sin pañuelo.

Y continuó frotandome con la mano abierta mi vulva abierta.

  • Ay, señor García... ayyy, señor García - decía yo como una boba, sintiendo como se me derretía la vagina por dentro.

  • Bueno, niña, ¿y qué pasa con tu novio, ¿que no te deja satisfecha? - preguntó, mientras me seguía repasando la vulva.

  • Ay, claro que sí, pero el pobre tiene mucho trabajo últimamente, y viene muy cansado a casa....

  • Me cago en la ostia. Y no le da de comer bien a este chocho - dijo mi jefe mientras me agarraba los labios vaginales con tres dedos y los estiraba - y me alborotas la oficina. ¿Es eso?"

  • Aaaay, uuuuuuffff, sí, es eso.

  • Pues me toca los cojones sobremanera que ese niñato no sepa aprovechar a semejante hembra.

  • Aaaaay... aaaayyy...Sí, señor García...aaaayyy - gemía y me retorcía. Entonces mi jefe metió ligeramente dos dedos dentro de mí.

  • ¿Esto te lo hace tu novio?.

  • Ayy, sí, eso me lo hace mi novio...pero Juan no tiene los dedos tan gordoooooss AYYYY.

  • Pues tenemos que averiguar que es lo que hace mal tu Juan, no?.

  • Ay, señor García, que cosas tiene usted... ufffff! - gemí mientras me empazaba a sacar y meter los dedos.

  • ¿Esto te lo hace?.

  • ¡Ayyy, eso también!

  • Así que esto tambien, ¿eh? Vaya, ya...- dijo, mientras seguía jugueteando con sus dedos en mi vagina.

  • Síiiii... eso también... buffff... ay, señor García, qué cosas tiene usted... ayyyy...

El señor García me sacó los dedos empapados en mi jugo y me apoyó uno en el ano - ¿Y aquí te toca? -  a lo que dí un respingo, cerrando las piernas del susto.

  • ¡AY! Señor García, por favor, eso es mi culito!.

Llevé mi mano por instinto a la suya intentando retirarla, pero me la apartó él rápidamente y me dió un fuerte azote ¡¡¡ZASSS!!!

  • ¡¡Aaaayyy!!

  • Las manos en la mesa, Sandra - Yo obedecí, y mi jefe volvió a ponerme el dedo en el ano y a hacer movimientos circulares.- Te he preguntado que si aquí te toca.

  • Nnno..no, ahí no me toca.

El señor García alcanzó mi clitoris con la otra mano y empezó a acariciarmelo. - ¿No? Pues mira como se te abre el culo de gusto cuando te toco aquí.

  • Ay... ¿en serio? No... no lo hago a posta - y realmente sentí como se me abría involuntariamente el agujerito.

  • Pues este culo pide macho - me dijo, mientras me hundía suavemente un dedo hasta el nudillo siguiendo con los movimientos circulares.

  • ¡Oooooohhh!- se me escapó un suspiro.- Ay, señor García, qué gustito... Quiero decir, qué sofoco más grande....

Mi jefe continuó un movimiento de mete saca en mi culito, cada vez un poco más dentro, mientras me agarraba el clítoris con los nudillos del anular y el índice de la otra mano y los hacía resbalar el uno sobre el otro.

  • Qué bien te entra el dedo, chiquilla. Y eso que los tengo más grandes que tu Juan - se mofó.

El señor García me sacó el dedo del culo, me metió dos en la vagina para mojarselos, y volvió a usarlos para penetrarme poco a poco el culito.

  • Uuuuuy.... uuuuyyyy...señor García... no me entran dos dedos.

  • Haz fuerza con el culo, como si fueras a tirarte un pedo, ya verás como entran, jajajajaja!.

Hice como decía y efectivamente noté como se dilataba el ano y me iban entrando los dedos un poco más a cada embestida de mi jefe.

  • Ayyyyy...mi novio... mi novio nunca hace eso.

  • A tu novio le vamos a tener que traer aquí para enseñarle un par de cosas - me dijo, y me soltó el clitoris para empezar a darle palmaditas con tres dedos.

  • Ay, ay, ay, señor García, ay, qué malo... ayyy, que cosas hace usted, es un diablo... - le miré con cara de niña mala.

El señor García ya había conseguido enterrarme los dedos enteros por el culo.

  • Ya decía yo que este agujero pedía macho, ¡mira como traga!

  • ¡Aaay, pero que malo es usted!

Mientras el jefe me bombeaba ritmicamente el culo, podía oir como chapoteaba su mano sobre mi clítoris inundado.

  • ¡Ay ay ayyy cómo me picaaaa!" - suspiré mientras separaba más las piernas para darle mejor acceso.

  • ¿Qué es lo que te pica, guapa?.

  • ¡Ayyy, el chochito, me pica el chochito por dentro!

  • Eso es porque lo tienes sucio

  • ¡Ayy, me pica mucho!

  • Pues para limpiarlo habrá que rascar por dentro ¿Quieres que te lo rasque?

  • ¡Sí, señor García, rasqueme el chochito!

  • Pero tienes que pedirmelo por favor.

  • ¡Por favor, señor García, rasqueme usted el chochitooooo!

De repente, me dió un palmetazo especialmente duro en el clítoris PAFFF .

  • AAAAYYYY!!! - y me empezó a meter y a sacar tres dedos a fondo en mi húmeda vagina CHOF CHOF CHOF CHOF CHOF

  • AaaaaaAAAAHHHHH!!!" grité como una poseída sin importarme quién pudiera oirnos, mietras experimentaba un orgasmo tan salvaje que todo mi cuerpo empezó a convulsionar - ¡¡¡AaaaaAAAYYYYYYY por faVOOOOR!!!

El señor García seguía metiendome autoritativamente los dedos por el culo y por la vagina sin ninguna misericordia

-¡Toma, niña, que aquí no se te va a dejar a medias!.

  • ¡¡¡AY SEÑOR GARCÍA QUE GUSTOOOOOOO!!! ¡¡¡AY, QUE ME MUERO DE GUSTOOOO!!!

Y así, me derrumbé sobre la mesa todavía entre convulsiones y con las manos de mi jefe aún moviendose dentro de mi intimidad. Siguió un rato más hasta que dejé de reaccionar y solamente yacía despatarrada sobre la mesa. Entonces el señor García me sacó los dedos, se limpió las manos en mi falda aún levantada y me dió un par de palmadas en las nalgas.

  • Venga, nena, levanta y vete a acabar de limpiarte al lavabo, que por lo menos para hoy ya vas servida.

Me incorporé poco a poco recuperando un poco la compostura, todavía un poco mareada y al bajar la pierna noté un dolor no del todo desagradable en mi vagina y en mi culo.

  • Ay,ay,ayy, qué dolor. - dije, frotandome la vulva.

Me bajé la falda y cuando ya me dirigía a la salida del despacho oí al señor García .

  • Sandra, ¿no te olvidas algo?"

Me giré y le vi ofrecerme las bragas colgando de un dedo. Me acerqué cabizbaja y al recuperarlas pude observar el descomunal bulto que tenía en los pantalones. Era imposible que aquello fuera una erección, más bien parecía que se había alojado una longaniza en la entrepierna para gastarme una broma. El señor García se llevó la otra mano al paquete y mientras se lo agarraba me dijo con una sonrisa picarona - Me parece que los dedos no es lo único que tengo más gordo que tu novio -

Le cogí las bragas, y cuando me giré para salir me agarro por la muñeca y me dió la vuelta.

  • En la oficina, no voy a consentir que me digan que vas insatisfecha. Fuera de la oficina, ya te apañarás como puedas con tu novio. ¿Estamos?.

  • Sí, señor García.

Me metí las bragas en el puño y salí a paso ligero del despacho. No había nadie cerca cuando salí, así que no estaba seguro de que me hubieran oído gritar. Me metí en el lavabo y me lavé tan bien como pude, me puse las braguitas y me dirigí a mi puesto, donde estuve trabajando el resto del día como si no hubiera pasado nada.

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.

.

Durante todo el relato quedé en silencio, cada vez más boquiabierto por lo que mi novia me estaba contando.

  • Pero... cariño... ese tio... ¡te ha hecho una paja en el trabajo!

  • Sí... bueno... pero tambien tienes que reconocer que es que estaba buscando soluciones a mi problema en el trabajo. Quería ver qué es lo que podiamos estar haciendo mal tú y yo para que vaya mojada al trabajo.

  • ¿Y tú crees que él tiene derecho a eso?

  • Él tiene que hacer lo que sea para que el negocio vaya bien,  y yo quiero mantener ese trabajo. Tampoco es que me haya violado, ¿eh?

  • Joder, desde luego, por cómo me lo has contado, parece que tú hayas disfrutado de esa "búsqueda de soluciones"

  • Un poquito sí - dijo Sandra, poniendo cara de niña traviesa - Pero tienes que mirarlo por el lado positivo: me ha hecho ver que tal vez tengamos tú y yo un problema ... sexual. Por ejemplo nos ha enseñado que tal vez deberías tocarme un poco el culito - dijo mi novia con una sonrisa

  • Ya sabes que me da un poco de cosa. ¡Yo soy más tradicional! Pero bueno, de todas maneras...¿es que ahora voy yo a tener la culpa de todo esto?

  • Aquí no hay culpables, Juan. Son cosas que pasan.

  • Bueno, ¿y dices que de esto hace una semana? ¿Te ha estado revisando así durante toda la semana?

  • Pues.. veras, me volvió a llamar a su despacho y...

.

.

.

  • A ver, Sandra, ya sabes, ponte en posición

  • Sí, señor García - dije, y, situandome delante de él, me bajé la braguitas hasta las rodillas, me subí la falda hasta la cintura y me incliné sobre la mesa, ofreciendole mi culito para la inspección.

  • Uy, qué braguitas llevas hoy, Sandra! - dijo el jefe. Me había puesto unas braguitas rosas a topitos amarillos y esperaba su reacción al vermelas.

  • Vamos a ver cómo está esto... Ummm... las braguitas limpias, así me gusta.

  • ¿Ha visto usted que bien? - le pregunté socarronamente

  • Sí, vamos a ver esto otro - dijo, acabando de bajarme las bragas - Abre, niña - me exigió, dandome unas palmaditas en las nalgas

Subí la rodilla derecha al escritorio como él me hizo hacer  el día anterior - ¿Le parece bien así, señor García?

  • Muy bien - El señor García se posicionó para inspeccionar mejor, agarrandome por los muslos y acercando mucho su cara. Podía sentir su aliento sobre mi vulva mientras me inspeccionaba.

  • Ja,jaja... - rió mi jefe mientras me abria la vagina - Te dejé ayer el chocho como un tomate, ¿eh?

  • Sí, señor García - me sonreí - me duele un poquito cuando ando

  • Me lo podías haber dicho antes. Tengo una crema balsámica que hace milagros en la piel escocida.

  • Ah, pues me vendría muy bien.

El señor García acercó mucho la nariz a mi vagina abierta y aspiró profundamente

  • Buffff... cómo te huele el conejo a hembra.

  • Me huele mucho, señor García?

  • Creo que no te huele tan exagerado como otros días. Déjame ver más a fondo...

  • Por favor, tenga cuidado que estoy escocidita.

El señor García me abrió la vagina con una mano y con pocos miramientos y me metió un dedo a fondo.

  • ¡Aaay, qué bruto! - le grité, aunque con una sonrisita en la cara. Noté como movía el dedo para untarselo bien de mí, y después lo sacó. Miré para atrás y vi como se pasaba el dedo bajo las narices y lo olía

  • Qué bien huele esto. Pero desde fuera está correcto. Además, como ahora te voy a dar bálsamo para curarte esa piel, no habrá ningún problema de olores hoy en la oficina.

  • ¡Uy, me alegro mucho!

El señor García se metió en el dedo en la boca para limpiarselo. Después abrió el cajón del escritorio que tenía a la derecha y sacó un tarro con una sustancia blanca.

  • Mira, este es el bálsamo del que te hablaba. ¿Quieres que te lo ponga?

  • Sí, por favor

Abrió el bote, se puso una generosa cantidad en los dedos y empezó a darme un masaje por la vulva, haciendo movimientos circulares

  • ¡Ay, qué fresquito está!

  • ¿Te gusta?

  • Sí, es muy agradable. Muchas gracias, señor García.

El señor García continuó su movimiento y no tardó en empezar a deslizar un dedo dentro de mi vagina.

  • Aaay... ¿por dentro también?

  • Pues claro, tonta, hay que llegar a todos lados... pero no te preocupes que solo te voy a meter uno, que ahora estamos curandote.

El señor García continuó frotandome la mano por la vulva, deslizando completamente el anular cuando subía y sacandolo cuando bajaba

  • Ay, ay, ay, señor García... ayyy... no se aproveche, ¿eh? Que me está curando...

  • Claro, niña, mira que bien te curo la pipitilla... - contestó, mientras me frotaba el clítoris.

  • Uffff, cuidado, que me dejó muy escocidito ahí...

  • Mira, ya se te está abriendo el culo.

  • Ay...¿de verdad? Eso debe ser que también necesita bálsamo

  • ¿Quieres que te haga un dedo en el ojete?

  • Sí, señor García, por favor, hágame usted un dedo en el culito.

El señor García interrumpió el mete saca para aplicar ungüento en el anular de su mano izquierda y empezó a metermelo poco a poco mientras retomaba los trabajos de curación en mi vagina.

  • Ay, por favor, señor García, tenga cuidado. Solo un dedo, ¿verdad?

  • Sólo un dedo, tranquila.

  • Uuuuuff... uuuuuy - empecé a suspirar mientras el jefe me penetraba los dos agujeritos lenta pero firmemente. - Uyyyy, qué gustito... aaaaay, pero qué bien me entran...

  • ¿Así que tu novio te tiene totalmente abandonado el culo?

  • Sí, señor

  • Y cuando follais, qué tal te deja el chocho?

  • Pues... bien, me gusta mucho

  • Solo bien? No te deja escocida?

  • Pues no...

  • Pues yo cuando le doy a mi mujer la dejo escocida durante toda una semana... Pero vamos a ver, ¿tu novio cuanto calza?

  • Pues no le sabría decir... ¿Comparado con qué?

  • Pues comparado conmigo.

  • Ay, pero a usted no se la he visto

  • No, pero la has intuido.

  • Pues no se... - me hice la tonta

  • Vamos a ver - me dijo. Me sacó los dedos, y entonces oí cómo se desabrochaba el cinturón y se bajaba la cremallera - date la vuelta y dime como la tiene comparado con esto.

Me di la vuelta y observé atónita la enorme erección que me encontré ante mí. Aquello era monstruoso: No bajaría de los 25 centímetros de largo, y la tenía casi tan gorda como mi brazo, con un glande tan gordo como mi puño, brillante de hinchado que estaba. Unas venas gordas lo recorrían de arriba a abajo. No le colgaba como cabría esperar en un hombre de su edad, sino que se alzaba orgullosa como la de un jóven, con la punta apuntandome a la cara. Lo cual, teniendo en cuenta lo que debía pesar, era excepcional.

  • Pero por favor, señor García, no me extraña que deje a su mujer dolorida. Pero ¿cómo le puede entrar eso?

  • ¿Y qué tal? ¿Cómo es la de tu novio comparada con la mía?

  • Pues a ver... debe ser como... un poco más que la mitad de la suya,  y desde luego ni la mitad de gorda.

  • No me extraña que te deje con ganas de más... Seguro que el tío se corre en cinco minutos y te deja caliente, ¿verdad?

  • No... bueno... no siempre... además, como él dice, lo importante no es el tamaño.

  • Ya sabes que eso es lo que dicen los que la tienen pequeña. ¿Tú que opinas?

  • N...no sé... - dije como una tonta, hipnotizada por el gigantesco falo. - Bueno, tambien dicen que estos penes tan grandes generalmente están blandos y les cuesta entrar.

  • ¿A tí te parece que esto está blando?

  • No lo se...

  • Agarrala, a ver qué te parece.

  • ¿Qué? No, ni hablar, como voy yo a..

  • Que la agarres te he dicho.

Un poco asustada por su tono, alargué la mano y toqué su enorme verga con dos dedos.

  • He dicho que la agarres bien - Y me cogió la mano y me obligó a cogersela. Aquello estaba tan duro como el mármol, y mi mano se veía diminuta en comparación.

  • ¿Qué te parece? ¿Blanda?

  • Uy, no, que va, esto está durísimo.

  • Pues la tengo un poco dolorida.

  • ¿Y cómo es eso? - dije, mientras seguía agarrando esa enormidad tan bien como podía

  • Pues por tu culpa, que me obligas a perder el tiempo contigo y la tengo dura todo el rato.

  • Lo siento mucho, señor García.

  • ¿Por qué no le pones un poco de bálsamo como he hecho yo contigo?

  • ¿Yo? Pero... no se como... o sea

  • No seas tonta. Te pones bálsamo en la mano y me la masajeas como harías con tu novio.

Alcancé el bote y sumergí los dedos en él. Después le cogí el pene a mi jefe.

  • Tienes que rodearme toda la polla

  • Es que no me da la mano

  • Pues usa las dos, chiquilla... y agáchate que lo harás mejor.

Hice como dijo : me agache, quedando esa monstruosidad delante de mi cara y la rodeé con las dos manos, y empecé subir y bajarlas a lo largo de ese magnífico tronco. Podía sentir como palpitaban las venas.

  • ¿Lo estoy haciendo bien, señor García?

  • Dale con ganas, agarra bien fuerte que no se va a romper.

Agarré con más fuerza el enorme pene y seguí subiendo y bajando mis manos aplicando bien la crema.

  • ¿Le parece así bien, señor García? ¿Le estoy poniendo bien la crema?

  • Bufff, sí, me la estás poniendo muy bien... ¿Qué te parece a ti? ¿Qué te parece mi polla?

  • Ay, no se... Se me hace un poco raro tocar el pene de mi jefe. Además, me recuerda...- me reí

  • ¿Qué es lo que te recuerda?

  • Ay... Jijiji... una vez, cuando estaba en el campo, vi a un caballo que quería montar a una yegua, y cuando vi el pene tan largo que tenía, me impacto mucho. Pues este pene me recuerda al de ese caballo... - le conté, mientras seguía moviendo mis manos alrededor de su hombría.

  • Jajajaja, nunca me habían dicho eso... sigue, chiquilla, que lo estás haciendo muy bien.

Seguí un buen rato, y cuando ya estaban empezando a cansarseme las manitas, sentí como palpitaba el falo y se contraían los huevos, y le oí gritar:

  • AaaaaaaAAAAAH!!!

Un chorro enorme de oloroso semen salió con fuerza y me dió en la cara

  • ¡No pares de mover, sigue dandole!

Yo seguí subiendo y bajando las manos apretandondolas bien, mientras, chorro tras chorro, se vaciaba los huevos en mira cara, brazos y pecho.

  • Aaaaaah... que puto gusto... Qué bien me he quedado, Sandrita.- dijo, cuando acabó. - Ahora limpiame

Cogí unos pañuelos de papel y le limpié el enorme pene. Después, mientras se subía los pantalones, me limpié la cara y el resto lo mejor que pude.

  • Hala, ya te puedes ir a trabajar.

.

.

.

  • Pero cariño... esto no puede seguir así - le dije a mi novia - Voy a ir a hablar con ese cabrón y dejarle las cosas claras.

  • Bueno, de hecho, mi jefe me ha pedido que el próximo jueves me acompañes a la oficina porque tiene que hablar contigo

  • ¿Qu..qué? Bueno, pues claro, el jueves que viene voy contigo.

  • Tambien me ha dicho que hasta que no vayas, mi culito ... mi culito es suyo, así que nada de follar. Y que si lo hago, lo sabrá cuando me haga la exploración diaria, y que lo interpretará como una falta de respeto a su autoridad y que ya se buscará una excusa para despedirme.

  • ¿QUÉ? Menuda estupidez. Nosotros follamos cuando nos de la gana, no vamos a tener por qué necesitar el consentimiento de tu jefe para... - Entonces vi la mirada de mi novia. - Oye, no te lo tomarás en serio, ¿verdad?

  • Cariño, no me quiero arriesgar, y tampoco es que lo hagamos tan a menudo, ¿no? Son solo un par de días, nos esperamos, hablas con mi jefe y ya solucionamos esto, ¿no?

  • Pero... bueno, mira, lo que te de la gana - le dije, y me fuí de la habitación, con una mezcla de cabreo y preocupación.

El jueves siguiente había pedido permiso para faltar al trabajo y acompañé a mi novia al trabajo. Yo no tenía coche, así que me llevaba ella en el suyo.

  • Cariño, ¿sigues enfadado por tener que hacer esto?

  • Pues un poco sí, pero tengo que hacerlo. Me va a oír ese cabrón.

  • Oye, no te pases que es mi trabajo, ¿eh? A ver si ahora me van a echar por tu culpa.

  • Sí, hombre, encima que no me has dejado que hagamos el amor porque te lo ha pedido ese ...

  • Bueno, te pido un poco de comprensión, y a ver qué es lo que te quiere decir mi jefe.

  • Sí, tu jefe... el "maravilloso" señor García. - dije con una mueca.

Llegamos al aparcamiento de la empresa de mi mujer, salimos del coche y entramos en el edificio

  • Bueno días, Sandra - nos recibió el portero con una sonrisa descarada - hoy te traes compañía, ¿eh?

  • Sí, he venido con mi novio, se llama Juan.

  • Pues nada, encantado y suerte.

Me dió la impresión de que allí todo el mundo sabía lo que pasaba en el despacho del jefe, pero no quise darle más importancia. Además, estaba bastante nervioso. En vez de sentirme como el macho que va a rescatar a su mujer, me sentía como cuando en el colegio el profesor me llamaba la atención.

Tomamos el ascensor y llegamos a la planta donde trabajaba Sandra. Entramos a las oficinas y Sandra saludó a algunas personas

  • Buenos días, señor Pedro - saludó Sandra a un ejecutivo que tendría unos 50 años

  • Hola, guapa, ¿qué tal? ¿Te has traido al novio a que vea la empresa?

  • Sí, se llama Juan

  • Que chico más afortunado eres, Juan - me dijo el tal Pedro, mientras me guiñaba el ojo - Jose Manuel tiene tambien mucha suerte.

  • ¿Quién? - pregunté yo

  • Jose Manuel, el director de la empresa. Tiene suerte de contar con una secretaria tan guapa y eficiente.

  • El señor García - aclaró Sandra

  • Ah, sí - respondí un poco taciturno.

  • Bueno, no os entretengo más, que Jose Manuel te estará esperando . Hasta luego, preciosa.

  • Hasta luego - contestó Sandra - Ven, Juan, te presentaré a mi jefe.

Nos dirigimos a un despacho que había al fondo de las oficinas - Mira, Juan - me dijo Sandra apuntando a una mesa que había delante del despacho - este es mi puesto.

Al llegar ante la puerta, Sandra se arregló un poco el vestido y el pelo y llamó

  • Adelante - Sonó una potente voz desde dentro.

Entramos, y allí estaba su jefe sentado ante esa mesa en la que tantas veces había repasado a mi novia. Sandrá cerró la puerta tras nosotros. Su jefe se levantó al vernos. Era, como me había dicho Sandra, un señor de unos 60 años, pero no me había dicho que el tío me sacaba una cabeza de estatura, y que tenía un cuerpo que impresionaba bastante por su volúmen atlético. Seguro que ese tío se cuidaba yendo al gimnasio. Era lo que en los años 40 se habría dicho "un galán", con todo su cabello bien peinado hacia atrás, muy elegante con traje y con camisa abierta sin corbata, pero con una mirada muy severa. La verdad es que me impresionó bastante.

  • Buenos d... - empecé a balbucear yo, pero me interrumpió ignorandome y, dirigiendose a mi novia, diciendo - Buenos días, Sandra, veo que te has traido a tu novio

  • Sí, señor García - contestó Sandrá - como usted dijo.

El señor García, entonces sí, me miró de arriba a abajo, y sonriéndose, me dijo - Buenos días, Juan, qué bien que hayas tenido tiempo para dedicarnos

  • Buenos días, Jose Manu.. - empecé a decir, pero fui interrumpido con un - ¡BUENOS DÍAS, SEÑOR GARCÍA, si no te importa! - muy indignado - ¿o es que no te han enseñado educación?

  • Pero... o sea, sí, claro, pues bueno, buenos días, señor García...

  • Eso está mejor. Bueno, supongo que tu novia te ha tenido al corriente de los problemas que hemos tenido con ella muy en parte debido a tí.

  • Oiga - dije, reuniendo todo el valor que pude - me parece que usted se ha estado aprovechando de mi novia, y he venido aquí para que me explique...

  • ¿Yo a tí? - Me volvió a interrumpir - ¿Yo a tí qué coño voy a tener que darte explicaciones? Oye, Sandra!

  • ¡Dígame, señor García! - mi novia se veía realmente asustada por la situación

  • ¿Yo me he aprovechado de tí en algún momento? ¿Te has sentido aprovechada? ¿Es eso lo que vas contando por ahí?

  • ¡¡No,no, no!! ¡Eso es que mi novio no entiende! Yo precisamente esperaba que quedara todo solucionado hoy.

  • ¡Pues claro que va a quedar solucionado! - dijo el señor García. Y agarrando a Sandra por la muñeca, la empujo contra la mesa

  • ¡Oiga! - me adelanté yo - ¿Pero qué le hace a mi novia?

  • ¡TÚ AHÍ SENTADO! - rugió él, apuntandome a una silla.

  • Por favor, cariño, haz lo que te dice! - me rogó Sandra

  • Pero... pero... ¿tú consientes esto, Sandra?

  • ¡Ay, Juan, no pongas las cosas difíciles, por favor!

  • ¿Yo a tí que te he dicho? - se me encaró el señor García. Y yo, acojonado, y rehuyendole la mirada de cabreo que me lanzaba desde lo alto de su estatura,  me senté como me ordenaba. Acto seguido se dirigió a Sandra y le levantó la falda hasta la cintura, exponiendo sus braguitas blancas

  • ¿Quieres ver por qué tiene a tu novia revolucionada a toda la oficina, empezando por mí? ¡Pues lo vas a ver! - y pude ver, como otras veces me había explicado mi novia, le bajaba las braguitas hasta los tobillos y se las sacaba

  • ¿Tú te crees que se puede aguantar esto cada día? - dijo el señor García. Hizo una bola con las bragas y, lanzandomelas a la cara, me preguntó - ¿Cómo están?

Miré las bragas y noté claramente la humedad - Hum...húmedas, están humedas.

  • ¿Húmedas? ¡Empapadas están!

Después agarró a Sandra por el cuello y le bajó la cara hasta que quedó pegada contra la mesa - ¡Tú abre! - le espetó a mi novia, dandole un sonoro cachete en el culo. Sandra comprendió lo que le pedía por tantas veces que ya lo había hecho, y levantó su rodilla hasta el borde de la mesa, poniendo el su redondo culito en pompa y exponiendo completamente la vulva para su jefe, el cual le frotó la mano por toda la entrepierna. Se acercó a mí y me plantó la mano delante de la cara

  • ¿Qué te parece? ¡Esto es solo lo que hay por fuera, y sin esforzarme mucho!

  • Sí, muy mojada.

  • ¿Y qué, a qué huele?

No tuve más remedio que olerle la mano - Pues... a flujo.

  • Huele a hembra en celo, atontao. - me dijo, pasandome los dedos por la nariz, untandomela toda con el líquido de Sandra.

  • ¿Qué, niña? - se dirigió a Sandra - ¿Le enseñamos a este como se trata a una hembra en celo?

  • Uy, no se... - se sonrió Sandra mientras nos miraba, pero me dí cuenta de como abría ligeramente más las piernas.

  • Ven aquí - me dijo, y me levantó de la silla y me hizo arrodillar al lado de mi novia, con la cara justo al lado de su coño. La verdad es que, contra todo pronóstico, toda esa situacíon me estaba excitando un montón.

  • Bueno, primero vamos a ver si has mantenido tu promesa - dijo él, y le metió dos dedos en la vagina, que entraron increiblemente suave, teniendo en cuenta lo gordos que los tenía el señor García. Empezó a moverlos dentro, sin sacarlos, produciendo un obsceno sonido cremoso.

  • Aaaaaaay - suspiró mi novia - ay, pero si he sido buena, señor García...

El señor García sacó los dedos y se los metió en la boca, saboreandolos

  • Mmmmm... Qué bien le sabe el coño a tu novia. Y ni rastro de semen - dijo, mirandome a los ojos, todavía rechupeteandose los dedos. Volvió a meterselos, rebañando en su interior todo lo que pudiera quedar de flujo y se los volvió a meter en la boca.

  • Delicioso. ¿Quieres un poco? - Volvió a meterle un dedo en la vagina y me lo puso delante de la boca - Dí "Aaaaah"

Abrí la boca como un idiota y el señor García me metió el dedo, el cual chupé.

  • ¿Qué, está rico, eh? Jajajajaj. ¡Vale, vaaaale, que me vas a gastar el dedo!

Se volvío al culo de Sandra y, acariciando sus nalgas, y sin mirarme pero dirigiendose a mí, dijo - Bueno, tú has venido aquí para una cosa, y es aprender de un hombre como se satisface a una mujer como esta, para que cuando venga a la oficina esté relajada y sequita, no de problemas, y nos deje trabajar a todos en paz.- deslizó una mano por delante y, alcanzandole el empapado clitoris, empezó a masajearlo con dos dedos. - y vas a empezar aprendiendo que el culo de esta mujer pide una buena tranca. ¡Mira esto! - y, le separó las nalgas con una mano. El señor García siguió jugueteando con mi novia, ahora pellizcando suavemente el clítoris, ahora metiendole los dedos en la vagina. Tras un rato así, pude ver como el ano de Sandra empezaba a dilatarse.

  • Mira como se le abre el culo a tu novia. ¿Es verdad que nunca te lo has comido?

  • N..no... es que...me da un poco de reparo

  • Madre mía, no sé que cojones le pasa a esta juventud - dijo el señor García - Observa - y sin miramientos, le abrió el ojete  con los dos pulgares y pegando la boca a su culo, le empezó a meter la lengua tan profundamente como pudo en el ojete.

  • ¡Aaaay, Juan! ¡Mira esto! - gritó mi novia con los ojos cerrados por el placer que estaba experimentando - ¡Que se me comen el culito!

El señor García siguió lamiendole el ojete haciendo un ruido exagerado, como si quisiera tragarsela absorviendola por el culo, y mientras tanto deslizó una mano hasta su vagina y la empezó a penetrar con dos dedos al principio, y más tarde con tres. Sandra no paraba de gemir - Ayyyyy, señor García, mi chochete... ay, que daño, ayyyy!!! - pero esto lo decía sonriendose

  • ¿Te está haciendo daño, cariño? - pregunté.

  • Tú acerca bien la cara, que te estás perdiendo lo mejor - dijo él, y me empujo la cara contra los muslos de mi novia. El mete saca continuó, y las gotas que hacía salir del coño de mi novio me salpicaban el rostro.

  • Ay, cariño, me hace un poco de daño, pero no te preocupes... aaaaah, por favor, por FAVOOOOR - decía ella, mientras su jefe aumentaba la frecuencia y energía de su penetración - ¡¡¡Aaaaay, ay, ay, que me parte en dos de gustoooo!!!

La masturbación junto con la comida de culo duró un tiempo más, hasta que súbitamente, el señor García se detuvo y dijo - Bueno, chaval, ahora vas a ver por qué le estaba desfondando el coño a tu novia - y, llevandose las manos al cinturón, se lo desabrocho, y tras bajarse la cremallera, dejó caer los pantalones.

Entonces pude ver desde abajo, entre las piernas de mi novia, el enorme cipote del que me había hablado Sandra. Aquello era descomunal, un enorme falo rematado por un glande que se amoldaba a aquella imagen de "el brazo de un niño agarrando una manzana"

  • Joder - se me escapó

  • Jajajaja - rió el señor García - no está mal para un tio de 59 años, ¿eh? - y dirigiendose a mi novia le dijo - Tú prepárate, chiquilla, que el coño ya te lo he estado preparando durante media hora. Preparate que te voy a rellenar de macho.

Mi novia miró para atrás y se dió cuenta de las intenciones de su jefe

  • Señor García, por favor, no, eso no va a entrar

  • Tú cállate, subete de rodillas a la mesa y abre bien las piernas, que te dolerá menos.

Vi como mi novia hacía lo que le pedía, subiendo la otra rodilla a la mesa y asomando el culo por el borde separó cuanto pudeo las dos rodillas, exponiendo mejor la vulva a su jefe.

  • Oye, Juan, ¿alguna vez has visto como montan a tu novia?

  • Nnn..no. Pero oiga, creo que se está excediendo, esto no es necesario y no...

  • Pues cierra la boca y disfruta el espectáculo, hombre.

El señor García cogió de las caderas a mi novia, y apuntando con su enorme capullo a la ya roja vulva de Sandra, empezó a hacerlo resbalar por la entrada de la vagina, untandose el monstruoso cipote en su intimidad.

  • Aaaaay, señor García... ay... señor García... - gemía ella con cada repasada- Ay, que me pica el chochito, ay, que me pica...

El señor García, visiblemente excitado por estas palabras, empezó a empujar su glande, deformando la entrada de la vagina que a duras penas acomodaba la penetración

  • Seguro que nunca te habían entrado un capullo así de gordo, ¿eh? - se reía

  • AAAAAAAAAHHH!!! Ayyyy que gorda!!! Ay que me rompeee!!! - gritaba mi novia

Siguió dando pequeños empujones con el enorme cipote, y Sandra siguió quejandose, hasta que de repente el capullo consiguió hacerse paso y desapareció dentro de la vagina.

  • Aaaaaaahhh... uuuffff ... ay, que bien, ya está usted dentro... - se alivió mi novia

  • Y ahora sí que vas a comer macho - dijo su jefe, y empezó a meter el enorme tronco dentro mi novia, con su vulva totalmente deformada para acomodar semejante monstruosidad

  • Aaaaah... aaah que POLLA!!! Aaaay, que pollaaa!!!! - gritaba mi novia a cada empellón, cada vez con el coño más lleno de carne.

  • ¡¡¡Toma, polla, niña, qué bien traga esa raja!!! ¡¡Toma la polla de tu macho!! - con ya la mitad del cipote enterrado y sin parar de bombear

  • ¡¡Sí, mi macho!! ¡¡¡AY MI MACHO, ENTRAME HASTA EL FONDO, MI MACHO!!!

El señor García daba empujones cada vez más fuertes, que casi hacían moverse la mesa. Tenía bien agarrada por las caderas a mi novia, mientras su polla entraba y salía, dejando caer algunas gotitas sobre mi cara cuando le sacaba el nabo. El hinchado glande ya había domado los labios vaginales, y estos, totalmente dados de sí, dejaban que este se deslizara apenas sin dificultad.

Me levanté para ver la cara de mi novia, y desde luego era la expresión de la máxima felicidad - ¡Ay, Juan, ay, que bien me están follando! Aaaay, perdona, mi amor, pero mira que bien me entra, me está llenando toda, UUUUUFFFF!

El señor García soltó una de sus manos ahora que ya no hacía falta hacer tanta fuerza y le empezó a meter dos dedos por el culo sin parar de dar golpes de cadera - ¡Uuuuuh, que gusto en el culito!.... ¡Ay, que gusto en el chochete! Ay, qué hombre, pero qué grande es y qué bien me folla!- seguía gimiendo Sandra

  • Yo... yo no sabía que te gustara tanto en el culo, mi amor - le dije mientras me tocaba el paquete por encima del pantalón. Estaba tan excitado que alargué mi mano para tocarle los pechos, que no paraban de rebotar dentro de vestidito, cuando oí la voz atronadora del señor García - ¡NI SE TE OCURRA TOCAR A MI HEMBRA!

  • Pero... pero... si es mi novia... - balbuceé

  • ¡Mientras estemos en mi oficina, esta hembra es mía! - me contestó -En casa haced lo que querais, o lo que podais, pero ahora tu novia es de mi propiedad, y no la toca nadie más que yo. ¡Sandra! - se dirigó a mi novia, mientras empezaba a meterle tres dedos por el culo - ¿Quién es tu macho?

  • ¡Usted...señor...García, usted es mi... macho! - dijo mientras aquel bestia la hacía rebotar contra su polla - ¡Usted y solo... usted es mi ... macho y hace lo que le ...da la gana con...migo!

  • Vamos a darle a este culo, entonces - dijo el señor García, y poco a poco le sacó el enorme falo de la vagina, que empezó a tener espasmos por el vacío que le había quedado. La polla, totalmente cubierta del flujo de Sandra, se veía ahora en todo su esplendor, más fuerte y tensa que nunca, con unas venas brillantes y palpitantes que recorrían todo el tronco de abajo a arriba, y un hinchadísimo glande de color violaceo. Se inclinó y le escupió un par de veces en el culo. Se volvó a levantar y, sin muchos miramientos, se agarró la polla con la mano, la apoyó en el ojete de mi novia, y empezó a empujar.

  • ¡¡AAAAAAyyyyyyy!! ¡¡Mi culito!! Ay, Juan, qué dolor, que me la está metiendo por el culito, lo estás viendo?

El culo de Sandra, bien dilatado por el trabajo al que le había sometido los dedos de su jefe, poco a poco se fue amoldando al monstruoso glande

  • ¡Ay, Juan, que me joden el culo, mira, mira! - me decía ella, aunque yo no había apartado la mirada en ningún momento.

El señor García, con las manos bien agarradas a las cadera de Sandra, iba dando golpes contra su ano

  • Oye, tú- me dijo - haz algo y escupeme en la polla, que me he quedado sin saliva -. No me costó mucho, porque hacía rato que estaba salivando, así que dejé pude echarle un buen par de escupitajos en su polla y en el culo de ella.

  • Jajajaja, mira como babea - dijo él despectivamente, - Y tú, le dijo a mi novia dandole una palmada en el culo - abre bien como te he enseñado

Noté como mi novia hacía esfuerzo, y entonces, de un último golpe, el glande desapareció en su culo

  • ¡¡Aaaaaaaah, que bien!! ¡Que bien me ha entrado! ¿Has visto, Juan, que bien me ha entrado?

  • Sí, cariño, ya te ha entrado el capullo en el culito.

Su jefe le deslizo la mano por delante hasta alcanzar el clitoris y empezó a masajearselo, seguramente para relajarla y que le entrara mejor la hinchadísima verga.

  • Auuuuu... que gusto, señor García, qué buen profesor... ¿estás tomando nota, cariño? - me dijo, mientras yo veía la polla entrarle cada vez más por el culo con relativida facilidad.

  • Sí, mi vida, tienes el culo bien lleno de polla.

El señor García continuó taladrando a mi novia delante de mí, y mi novia gimiendo por cada centímetro que le entraba. Su vagina continuaba goteando bajo los hábiles dedos, dejando la mesa y el suelo inundados. Llegó un momento en que la polla le entró por completo, y los gordos huevos del señor García empezaron a rebotarle en la vulva.

  • ¡Toma, Sandrita! - bramava el jefe sacudiendo las caderas contra las de Sandra - ¡Ya te he entrado hasta los huevos!

  • ¡Aaaaay, sí, señor García! ¡Que llena me siento de usted, no pare, por favor, no pare, deme polla!

  • ¿Quién es tu hombre?

  • ¡Usted, señor García, usted es mi hombre!¡Usted es el único que me llena! Aaaay, pero por favor que pedazo de polla que me estoy tragando, aaaaay!- gritaba mi novia.

El señor García continuó el bombeo con una cadencia regular: metiendole la polla de un golpe de cadera seco, y sacandosela lentamente.

  • ¡Ay, que gusto!¡Ay, que polla por favoooooor!¡Qué ...puta!¡Qué puta me hace sentir!

Siguió su jefe así un buen rato, a veces mirandome a la cara con una sonrisa de superioridad, a veces extasiado ante la visión de ver como hacia desaparecer de golpe aquel falo dentro de ese joven culito.

En un momento dado, le saco totalmente la polla, y apuntando un poco más abajo se la endiñó por el coño lentamente pero sin pausa - AAAAAAaaaaaah, mi chochito!! Qué rico, señor García! Pero qué ricooooo!!! -

Le pego con la polla un par de empujones y la volvió a dirigir a su culo, que penetró hasta el fondo. Un par de golpes más y así empezó a alternarse con los dos agujeros, entrando a fondo sin misericordia, todo lo que podía entrar.

Sandra estaba en éxtasis - ¡Aaaaay, le quiero dentro de mí por todos lados, deme fuerte, por favor, deme fuerte! ¡Aaaaay, qué bien le siento!

  • ¡Toma cipote! - gritaba el señor García - ¡no vas a poder andar por una semana! - Entonces, aún con la polla dentro de su coño, la levanto, le dió la vuelta y, sosteniendola con sus fuertes brazos, empezó a hacerla subir y bajar sobre su gigantesca porra, con mi novia agarrandosele al cuello a a duras penas, aparentemente sin fuerzas ya.

  • ¡¡¡Aaaay, ay, que fuerte es usted, AAAAAyyyyy, ay, que pollazos, no me cabe nada más!!!

El señor García y mi novia empezaron a comerse la cara mientras él hacía rebotar a mi chica contra sus huevos.

  • Oye tú - me dijo entonces su jefe - ayúdame por ahí abajo y metele un par de dedos por el culo, si no te da mucho asco, jajajaja

Sin pensarmelo dos veces, alargué la mano y aunque no fue fácil por las arremetidas que le estaba dando el jefe a mi novia por el coño, conseguí meterle dos dedos por el culo a mi novia. Podía sentir la polla del señor García al otro lado, entrando y saliendo de Sandra con fuerza.

  • ¡Ay, cariño, qué bien, metemelos bien adentro! Meteme más!

  • ¿Has oído? Metele el puño, hombre, que si no, no va a notar nada - me dijo él, volviendo a comerle la boca a mi novia justo después. La verdad es que el cipote de le había dejado el culo totalmente abierto, así que después de meterle 3 y hsta 4 dedos, conseguí meterle el puño, que su culo tragó sin mucha dificultad cada vez que su jefe la hincaba en su miembro.

  • ¡Ay, ay, ay, qué bien! Ay, que gusto, que me mueroooooo!!!! - gritó Sandra. En ese momento el jefe se puso a bramar como un toro, y noté como sus huevos parecían empezar a dar saltos: se estaba corriendo, y estaba llenando de leche a mi novia

  • ¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAH JODER QUE GUSTO!!! OSTIA PUTA QUE BIEN ME CORROOOOOO!!!! - gritó el señor García mientras apretaba el culo de mi novia contra sus poderosos cojones, los cuales parecian sufrir espasmos al expulsar la leche.

  • ¡¡¡Ay, sí, mi macho, dame toda tu leche, que ricoooo por favoooor, dame toda tu leche, qué calentita!!! ¡¡¡Vaciate los huevos dentro de mí!!! - Sandra le gritó, apretando sus piernas contra su cuerpo, como intentando exprimir cada gota de semen.

Siguieron así unos segundos, y entonces noté como un chorro de algo caliente que se escurria por el brazo que tenía en el culo de mi novia y se derramaba en el suelo: era la leche del señor García, que se empezaba a escapar de la vagina de Sandra. Le saqué la mano del culo a Sandra, a la que se le escapó un gemido, y busqué algo para limpiarme.

El señor García dió un par de empujones más, se quedó unos segundos quieto, e hizo descabalgar a mi novia alzandola, ya que su cipote seguía todavía en tensión y no podía dejarla caer. Cuando este salió, un gran chorretón de leche se escurrió por entre las piernas de Sandra, las cuales no podían aguantarla cuando intentó ponerse en pie, y cayó al suelo enmedio del charco de semen.

  • ¡Ay, ayyyyyy.. ay, cómo me duele el chichi! - se lamentó Sandra.

El señor García cogió a Sandra por el pelo y le puso la polla que ya se había empezado a relajar delante de la boca. No hizo falta que dijera nada: Sandra le agarró los huevos con una mano y la base de la verga con la otra y empezó a chupar la lefa que se le había quedado pegada.

  • Que rica la leche de mi hombre - dijo mi novia mientras le exprimía el semen que aún goteaba, y después siguió lamiendo y dando pequeños besitos a esa enorme porra.

  • Bueno, Juan - se dirigió a mí mientras mi novia seguía agarrada a su tranca - ya puedes recoger a tu novia e iros a casa, que la niña no creo que esté en condiciones de trabajar; le doy el dia de fiesta

Se soltó de mi novia, y tras meterse como pudo el cipote otra vez dentro de los calzoncillos, se subió los pantalones, se dirigió a su mesa y le lanzó una caja de pañuelos de papel a Sandra - Limpiate, anda, que estás buena. Las bragas me las quedo de recuerdo.

Mi novia se limpió las piernas de los regueros de la pegajosa leche que le llegaban hasta los tobillos y apoyada en mi, nos dirigimos a la puerta. Abrimos y vimos como toda la oficina, aún en sus puestos y dedicados a sus trabajos, nos estaba mirando. Poco a poco, entre murmullos, llegamos a la salida y, cuando estabamos a punto de salir, se oyó una especie de ruido burbujeante que venía de mi novia, y al mirarla me di cuenta de que un reguero de leche se le escapaba por entre las piernas. Por lo visto un cúmulo de leche que aún no había salido, con el movimiento, se había abierto camino hasta la salir por su coño.

  • Joder - acerté a oír detrás mío entre risas - todavía está cagando lefa.

Bajamos en el ascensor y llegamos al coche

  • Mi amor, vas a tener que conducir tú. No estarás enfadado, ¿verdad?

  • Pero qué puta eres, Sandra.