El jardinero negro y mi madre
A mi madre le gusta que el jardinero le riegue su huerto.
Vivimos en una urbanización de chalets de clase media a las afueras de la capital. Casi todos los vecinos nos conocíamos, y los chismes y rumores corrían como un reguero de pólvora. Lo último que se oía era que unos de los jardineros, un chaval negro de veintitantos años, se estaba follando a alguna de las vecinas de la urbanización.
Claro, nadie pensaba que su mujer, madre o hermana era esa vecina. Mis colegas y yo apostábamos quien sería la guarra que se lo estaba follando.
- Alguna que su marido no la da tralla. Y nos reíamos
- Tenemos que descubrir que en es, y a lo mejor nos la calzamos nosotros también.
- Eso, eso la vamos a poner fina. Ja, ja, ja.
Pero nada, el muy cabron no se dejaba pillar. Ya había pasado unas semanas y nos habíamos olvidado del tema. Un día. estando en el instituto, me puse malo, empezé a vomitar y me dieron permiso para volver a casa.
Cuando estaba llegando, ¡puta casualidad!, vi al jardinero enfrente de la puerta trasera de mi casa. Por detrás de unos arbustos que había al otro lado de la calle, observe como la puerta se abría, el entraba y esta se cerraba rápidamente. La puerta no se puede ver desde las otras casas porque los altos muros y la vegetación de los jardines lo impiden.
Entonces en ese preciso instante recordé el rumor que corría hacia unas semanas, pero no, mi madre no, pensé, seguramente mi madre le ha llamado para que limpie el jardín o algo por el estilo. Espere un par de minutos, entré sigilosamente, no había nadie en el jardín. El corazón me empezó a palpitar, me temía lo peor, entré por la puerta de la cocina y no había nadie. Pero empezó a escuchar voces en el piso de arriba, mi madre y una voz de extranjero.
Me quede al pie de la escalera, me arme de valor y empecé a subir. Las voces cada vez más claras, venían de la habitación de mis padres. Me deruve al final de la escalera y entonces oí chirriar el somier de la cama, fui hacia la puerta y me asome. Joder, estaban los dos en la cama, mi madre tumbada boca arriba y el negro de rodillas, con un miembro enorme apuntando hacia ella. Lo estaba acariciando con deleite. Se subió encima de ella, mi madre lo guio su miembro hasta la entrada de su coño. De un golpe se la ensartó, mi madre dio un grito y el empezó a bombear. Mi madre subió las piernas y le abrazo con ellas. Sus manos agarraban las sabanas y a cada golpe del negro mi madre daba un gemido. El resoplaba como un búfalo, mi madre se retorcía de placer, gritaba –dame mas, cabron - y otras lindezas, se agarraba su pelo, se agarraba a el para que la diera más duro y todo esto acompañados con gemidos cada vez más fuertes.
El paro de repente, mi madre le miro –No te pares, cabron-, entonces el la cogio y la volteo. Mi madre se dejaba hacer, el cogió su rabo, se lo puso a la entrada del ano y suavemente la penetro, no dio muestras que la doliera, no era la primera vez que enculaban.
Mi madre con la cara apoyada en la almohada, daba gemidos quedamente. Sus tetas se movían al compas, el se las agarro y empezó a apretarlas, –No seas bruto-, dijo mi madre, y las soltó.
Después de un buen rato de embestidas, mi madre llego al orgasmo, pero el todavía aguantaba. Otro orgasmo de mi madre, el dio un ronquido y se corrió. Saco su miembro, el preservativo que tenia puesto estaba a rebosar de semen, el se levanto de la cama, se lo quito y haciéndole un nudo y se lo dio a mi madre.
- Toma, de recuerdo
- Trae anda, ya lo tirare yo. Vístete y sal deprisa, mi hijo vendrá en un rato a comer.
- Ya voy, ya voy. Hace un rato no mirabas el reloj.
Yo salí deprisa de la casa y me dirigí hacia un parque cercano al instituto. Cuando salieron todos los alumnos, yo me uní a ellos y me dirigí a casa.
Cuando llegue, encontré a mi madre en la cocina, cantando. Descubrí, que cuando mi madre canta es que la han estado regando el huerto.
Unos meses después, al jardinero le despidieron por un “problemilla” que tuvo con el marido de una de las vecinas, parece ser que los pillaron en plena faena. Mi madre entonces se entero que no era el único huerto que cuidaba. Durante un tiempo estuvo sin cantar, pero ahora lleva unos días que lo hace a diario, justamente coincidiendo con la contratación de un nuevo jardinero negro.
Mas adelante contare como descubri que mi madre también le iba la marcha con los blancos y como me aproveche de ello y la hice cantar yo tambien.
Hasta la próxima, amig@s.