El jardín

De como el mirar puede terminar en algo mucho mejor

¡Ha sido una mierda! Creías que te ayudaría a sentirte  un poco mejor pero te has quedado casi peor que antes. Esta falta de sexo está empezando a volverte loca, y masturbarse como un náufrago se agarra a su barca no es la solución. Necesitas contacto humano, sentir que tu piel se deshace ante el contacto de otra piel, esperar temblando al borde de esa deliciosa locura que es el sexo entre dos personas cuando es lúdico y no una obligación marital.

Maldices el momento y fantaseas sobre la posibilidad de que pudieses tener un hombre a tu lado para disfrutar ese dulce calor que sientes en tu coñito húmedo después de haberte metido unos dedos. Ojala tuvieses una polla que tomar entre tus manos y enseñarle el camino que lleva a enterrarse entre tus piernas……. Es para volverse loca. Te miras frente al espejo y ves a una mujer que muchos hombres encuentran deseable, repasas la línea de tus pechos, esos que hacen difícil que los demás reparen en el color de tus ojos. Sabes que más de uno daría una mano por poder tocarlos como lo has hecho tu un momento antes y eso te hace sentir todavía más intensamente esa sensación de que se está desperdiciando algo muy hermoso.

Ves que tu tanga se ha quedado casi transparente de lo mojado que esta, recuerdas la fruición con la que Jaime se había metido allí entre tus muslos y te había comido todo. Imaginarte de nuevo el fruto de tu coño rebosando sus labios y esperando que su lengua se decidiese a jugar en ese terreno tan suave y fértil. Es difícil sacarse de la cabeza los momentos en que lo que algunos consideran follar se convierte en un arte de placer con el que abandonarse a los sentidos, a todos los sentidos.

Sales al porche de casa, ves el jardín con el césped recién cortadito y piensas en que quizá el rocío de la noche pueda rebajar la calentura. Ya todos duermen en casa, y no hay vecinos que puedan verte, así que te dejas caer despacio sobre la hierba. Sientes un pequeño escalofrió al notar algunas gotas fresquitas pegándose a tu piel. Lejos de sentirte mal por ello, de repente te sientes mejor, más viva y más cercana a la naturaleza. Esa misma naturaleza que te hace plantearte preguntas sobre como contentarla. Ojala allí pudiese volver a darse una de esas ocasiones en las que todo se escapa a nuestro control y terminamos dándole un nuevo sentido a la palabra abandonarse.

Yo, escondido cerca de los árboles, no puedo creer que haya podido tener la suerte que tengo al verte ahí, a unos pocos metros de mí con ese pijama de verano. Cuando me decidí a buscar tu casa no pude nunca imaginar ese espectáculo. Esa camiseta azul de tirantes apenas puede contener ese precioso pecho tuyo, apenas has pisado el porche tus pezones se han endurecido y se marcan como dos faros para mis ojos. Ha sido algo hipnótico seguir el suave bamboleo de esas tetas, las más maravillosas que he podido ver en toda mi vida: las más sabrosas, las más tiernas, las que mejor han llenado mis manos y mi boca.

Ese pantaloncito tapa algo mejor tu bonito trasero, pero yo sigo imaginándome lo que hay debajo de todo eso. Me vuelven a la cabeza las imágenes de la primera vez que te vi desnuda, la primera vez que descubrí bajo tus pantalones esa ropa interior tuya preciosa y lo que guardaba, más precioso todavía. Si toda la situación era ya tremendamente interesante descubrir la cinta de tu tanga empieza a superarme, estaba ya excitadísimo pero ahora empieza a ser hasta doloroso dejar la polla que está latiendo por ti dentro de los pantalones.

Mientras estas tumbada cierras los ojos y tu mano derecha se mete bajo tu pantaloncito. Tomas la temperatura a tu sexo y te das cuenta de que sigue mojadito, de que necesitas hacer algo para que esa excitación, ese calor no te vuelva loca. Has agarrado tu tanga, junto a tu cadera derecha asoma la goma en tensión mientras lo elevas. Al poco la otra mano hace lo mismo en la izquierda y empieza a asomarse sobre tu vientre ese trocito de tela blanca casi traslucida empapada de tu entrepierna.

El roce de la prenda al meterse entre los labios de tu coñito te gusta, a veces llega a tocar el clítoris y eso te provoca unas pequeñas descargas de placer. Hacer que ese pequeño cordoncito de algodón recorra aquello que pretende tapar, es como tener un dedo jugando entre tus muslos. Después empiezas a mover muy despacio  tu tanga de un lado a otro y en tu cara se ve que a veces ese meneo tiene premio. Cuando el movimiento llega como una ola a tu clítoris sientes unas deliciosas descargas de placer.

Y yo viendo todo eso, sin atreverme a romper la magia de ese instante. Hay tanta carga erótica en el ambiente, es tan terriblemente excitante ver cómo te estas empezando a masturbar que a mí me cuesta pensar en participar en ese momento. Sentirme un voyeur de tus placeres es algo nuevo, no se trata de verte en una webcam, donde a veces se oye mal, donde a veces se congela la imagen… Es asistir en primera fila a un espectáculo maravilloso, es poder distinguir las más mínimas reacciones de tu cuerpo, es llegar a captar el dulce olor de tu sexo a pocos metros de distancia.

Cuando ya estás muy entonada el roce de tu tanga se demuestra insuficiente y sueltas una mano para colaborar en la tarea de llevar a buen término el calentón que tienes. Tu espalda se arquea, cada pequeña caricia, cada dedo que ronda tu coño te eleva un poco más en tu búsqueda del orgasmo y empiezo a escucharte. Al principio es una respiración muy fuerte pero se convierte poco a poco en un aaaaaaaaah que varía de tono e intensidad, acompañando los movimientos entre tus piernas de la sensual música de tus gemidos.

Al sentir que te tengo delante de mí, que unos malditos pedazos de tela me impiden ver cómo te tocas, que se me está negando una fiesta deliciosa debajo de tu ropa no puedo aguantarme más y salgo de mi escondite. Tu ensimismada en tu placer no te das cuenta de que me acerco hasta que llego apenas a un metro de ti y te digo: “Desnudate Carmen. Quiero ver bien mi atracción preferida” Al principio te sorprende pero después una sonrisa pícara me demuestra que aceptas participar en ese juego de niños malos.

Antes casi de que me dé cuenta estas completamente desnuda sobre un manto de hierba después de que tus prendas hayan salido volando en múltiples direcciones y tu sonríes mientras mis ojos van peregrinando por ese cuerpo precioso que llena mi imaginación. El final del camino de mis ojos es ese coño tuyo, enmarcado entre tus manos y brillante de tus jugos. Hay un breve interrogante en tu mirada hasta que te das cuenta de que no voy a participar…. todavía.

Sabes que me estoy muriendo de ganas de ti y te propones calentarme tanto que no tenga más remedio que abalanzarme sobre tu cuerpo deseoso y terriblemente deseable. Empiezas tocándote esas tetas que me enloquecen. Me las muestras como en un escaparate, para tentar, para que las desee, para que las persiga. Coges tus pezones entre dos dedos y los pellizcas como si hiciese falta algo para que estuviesen enhiestos, como si hiciese falta eso para calentarme todavía más. Te metes el dedo índice en la boca y lo chupeteas, lo llenas con esa saliva dulce que ha dejado huella en mis labios y te lo llevas a tus pechos.

Con un suave movimiento circular tus areolas se barnizan de saliva y tú sonríes maliciosa mientras sigo con la boca abierta cada mínimo gesto tuyo. Ya te has dado cuenta de que estoy empalmado como un burro, de que ese bulto en mi entrepierna ha crecido por obra y gracia tuya. Quieres esa polla dentro de ti, deseas que te embista hasta que te olvides de todo y te corras como llevas tiempo buscando, como una loca. Mientras una de tus manos sigue acariciando tus tetas la otra se baja entre tus muslos, como queriendo señalarme el camino que debo recorrer, como invitándome a seguirla.

El dedo que ha estado en tu boca suplantando a mi polla, el mismo que ha dado brillo a tus pezones es el que parte desde tu ombligo y recorre muy despacio tu entrepierna hasta ese precioso culo que tienes. Lo haces unas cuantas veces regodeándote en el ansia, el deseo y el asombro de quien te contempla embobado a pocos centímetros de ti. Usando un par de dedos te separas los labios y vas descubriéndome poco a poco los secretos: ese botoncito rosado con el que se enciende el volcán de tu sexo, ese coñito precioso como una flor entreabierta y, después de alzar un poco la pelvis, ese culo tuyo que me encantaría follar.

Tus dedos empiezan a revolotear por ese bendito pubis tuyo, a veces te acaricias el clítoris, a veces tanteas la entrada de tu coño y siempre descubres que mis ojos van como hipnotizados detrás de tus manos. Te metes el primer dedo muy despacio. Cuando ya no puede entrar más me miras fijamente y, sin palabras, me recuerdas que mi polla podría estar en el lugar de ese índice, que ese dedo me indica donde debería estar yo, que me lo estoy perdiendo…

Pero lo cierto es que no me estoy perdiendo nada. Estoy ganando la deliciosa experiencia donde el cibersexo se hace cada vez más real, donde algo que empieza mirando en un ordenador, escuchando en unos auriculares empieza a llenarse de más dimensiones. Ya no es solo que vea mejor y que escuche cada pequeño sonido de los que se emite tu cuerpo precioso cuando goza, es que además hay olor, el olor de tu sexo, del rocío sobre la hierba… También hay sabores que se anticipan y tactos que se sienten muy cerca en el tiempo y el espacio.

Hay una cierta dosis de dolor en el hecho de resistirse a abalanzarme sobre tu cuerpo, en la insondable belleza y placer que me estoy negando cuando no me acerco a ti para acariciarte, para dejarme acariciar… Pero, también eso hará más sabroso el momento en el que se levanten las barreras y nos abandonemos al placer de compartirnos. Tu mirada empieza a demostrar una cierta sorpresa por el hecho de que me haya podido resistir a la tentación que supones. Me ves arrobado, sabes que me has excitado hasta un grado difícilmente mesurable y sin embargo no me tienes encima. Te lo tomas como un reto, y te armas de una fiera determinación que parece decirme: “No podrás resistirte. Caerás… vaya que si caerás.”

Te pones a cuatro patas enseñándome ese bonito culo tuyo. Separas levemente las piernas para que vea en la mejor de las perspectivas lo que podría estar disfrutando. Todo brilla con lo que tus caricias han sacado de ese coñito donde veo hundirse tus dedos con una suave cadencia. Sabes que en esa postura uno tendría que estar muerto para seguir resistiéndose. Cualquier propósito de contención, cualquier juego erótico, queda inservible porque el poco cerebro que queda activo solo alcanza a decirte que te lances y te lanzas.

Me acerco a ti ya con mi polla temblorosa y enhiesta preparada para participar después de haberse librado de los pantalones que la aprisionaban. Me apetecería comerte ese coño donde tus manos han hecho el bendito trabajo de excitarte de una manera difícilmente concebible, pero ni tu ni yo estamos ya para preliminares: tú quieres una buena polla que sustituya a tus dedos y yo quiero metértela porque si no me volveré loco. Arrodillado ya ante tu culo, como en un altar, me agarro a tus caderas y te atraigo hacia mí.

Ahí está tu coñito palpitante, deseando rellenar el vacío que han dejado tus dedos, y después de sentir mis manos en tus costados sabes que eso es inminente. Es todo perfecto, tal como me lo había imaginado en mis mejores sueños: el tacto de tu piel  suave y cálido, esa respiración pesada por tu excitación alimenta también la mía, el sabor levemente salado que me ha dejado el beso que te he dado en el cuello, la visión del culo más hermoso que he visto nunca y ese delicioso perfume que te presta el sexo…

Empiezo en la parte baja de la espalda y voy llevando a mi mano por ese valle precioso que divide en dos tu culo. Separo apenas los cachetes y dejo que vayas sintiendo como se acerca poco a poco el momento. Cuando mis dedos rozan tu ano das un pequeño respingo, preguntándote si me habré decidido a entrar en ti por un lugar distinto al habitual, pero después de lubricarlo un poco con los jugos que encuentro entre los labios de tu sexo mi mano se va a revolotear sobre tu clítoris. Gimes y empiezas a moverte levemente hacia atrás para que te penetre ya, pero yo me mantengo lo suficientemente lejos como para que esas pequeñas oscilaciones no acaben con mi polla dentro de ti.

Cuando tus jadeos amenazan con convertirse en un rugido indignado, tu clítoris se ve entre dos de mis dedos y a una suave presión reaccionas echándote hacia atrás mientras mi polla entra en ti como una espada en su vaina. Una vez que ya estoy ahí, te sostengo las caderas para que no te muevas, para que me vayan llenando las sensaciones. Tú haces que los músculos de tu coño vayan aprisionando eso que anhelabas, juegas con él un delicioso juego con el que me correría sin necesidad de más, dejándome ir entre las suaves presiones que van y vienen.

Al darme cuenta de que es un pecado no embestirte a cuatro patas cuando puedo hacerlo me retiro un poco hasta que casi salgo de ti y después vuelvo a entrar muy despacio. Poco a poco el sonido de mi cuerpo al estrellarse contra tu culo me va excitando cada vez más, aunque no habría creído que tal cosa fuera posible. A cada envite voy sintiéndome más y más cómodo, aunque todavía me cuesta creerme que este follando con una mujer tan maravillosa como tú, el sentir que mi polla está enterrándose en tu coño va destruyendo mis dudas y confirmándome como uno de los hombres más afortunados del mundo.

Aumento la cadencia, te atraigo cada vez con más fuerza por las caderas  y voy notando como tu placer va creciendo mientras bombeo. Cuando el ritmo se ha estabilizado un poco me agarro a tus tetas, cojo tus pezones entre mis dedos y me digo que así debe ser como se siente uno en el cielo: no deseando nada más porque lo tiene todo y disfruta del sexo con una persona a la que quiere. Este pensamiento me hace elevar la intensidad.

Viendo tan cerca tu culo me decido a lubricar un poco más tu ano con tus propios jugos. Cuando se ha dilatado un poco y, sin dejar que mi polla abandone su delicioso asalto a tu coño, me decido a meterte un dedo por  detrás. Despacio voy entrando en ese lugar con la ayuda de mi saliva y, pronto, esa doble penetración  y la sucesión de embestidas hacen que te corras entre gemidos y pequeños temblores.

Yo me acerco a tu cuello y te susurro que me gustaría terminar en tu culo, que me gustaría follarte por detrás, que mi polla quiere conocer también ese estrecho camino al placer. Todavía en la nube que te ha dejado el brutal orgasmo de antes aceptas y yo continuo ensanchando tu ano hasta que me entra un segundo dedo. Una mano ocupada en tu clítoris y la otra abriendo camino hacia la primera vez que te encularé.

Cuando creo que ya puede empezar a actuar esa polla que tú has dejado dura como una roca, la  pongo al borde de tu culo, pero antes la vuelvo a meter en tu coñito para mojarla en ti antes de entrar por otro lugar. Llena de tus jugos aborda ese ano que llevaba mucho tiempo deseando visitar. Entra poco a poco porque es un camino estrecho y tengo miedo a hacerte daño, pero cuando veo que ha entrado todo sé que esta experiencia puede convertirse en algo inolvidable. Te digo que tomes tú el mando, que te muevas a tu ritmo, que controles ese difícil equilibrio entre placer y dolor. Lo haces, empiezas a moverte lentamente mientras te acaricias el clítoris.

Al poco rato esos movimientos temerosos se van volviendo cada vez más rápidos y desinhibidos. Tu culo se va tragando una y otra vez mi polla, mientras yo trato de reconciliarme con otra de las cosas que jamás soñé poder realizar y me descubro de repente cumpliendo el sueño. Agarrado de nuevo a esas preciosas tetas tuyas, notando como tú te vas volviendo a excitar, como vas perdiendo la cabeza, como un segundo orgasmo que no esperabas acaba acompañando a la corrida más brutal que nunca haya salido de mi polla. Derrumbados los dos sobre la hierba intentamos refrenar el desbocado ritmo de nuestros corazones y no pensar en el tiempo que queda hasta otra experiencia parecida…. Podría ser muy poco….