El Italiano y la Alemana en la cabaña (1)

Renate se movía con sus caderas de adelante hacia atrás y hacía que su trasero presionara mi pene contra mi pubis. Sumergí mis dedos dentro de sus bragas...

Tengo 26 años, soy de ascendencia italiana y española, mido 1.84 metros, piel no tan blanca, nariz recta y un poco afilada, atlético debido a las bicicletas, al fútbol y a los triatlones en los que solía participar. No soy ni gordo ni flaco, la edad me determina. Trabajo en el campo de legalidades junto a mi padre y a sus amigos con los que juega al golf. Soy bastante amigable y sociable, no soy obsesivo, déspota o sedentario. Me gusta el humor y, si de una mujer se trata, lo mejor para ella. Mi despertador sonó y me desperté colérico porque eso significaba que era hora de ir a casa a bañarme y cambiarme para la reunión, en la cual presentaría el caso que me ha quitado el sueño y me ha sacado canas verdes; el famoso caso "Cortéz". Me levanté dificultosamente de mi silla; tomé la chaqueta de mi traje y salí, caminando como un zombie, más dormido que despierto. Subí a mi auto y me dirigí a casa, hoy en día todavía no sé cómo no tuve un accidente, si iba prácticamente dormido al volante. Llegué a mi apartamento y me metí a la ducha, esperando que con el agua helada se me quitara un poco el sueño y la pereza. Salí del baño y me senté en la cama, mi cama me llamaba a recostarme y recuperar todas esas horas de sueño que había perdido hasta el día de hoy; jueves. Lo que me reconfortaba era que si había hecho todo bien en el caso, mi jefe, me recompensaría con un día de descanso; lo cual me vendría de maravilla pues había sacrificado noches con mi novia por el trabajo, hasta me sentía deprimido por no haberla visto en toda la semana y apenas haberme podido comunicar por e-mail o msn con ella. Me levanté de mi cama para vestirme, me puse uno de mis mejores atuendos que resulta ser un regalo de Renate, mi novia. Salí hacia el Bufete a eso de las 7:30 a.m., llegando justo a tiempo para empezar la reunión. Expuse el caso frente a toda la junta directiva y terminé mi presentación con éxito; ver a Renate y mi día libre me dieron fuerzas. Al final de la presentación me indicó uno de los amigos mi padre, el Licenciado Ripalda, que quería hablar conmigo. - Licenciado Micolo-Mercadal, excelente trabajo, estamos listos para ir a los juzgados. Lo felicito.- dijo con un aire de orgullo, hablando por mi padre y en nombre de mi padre también. -En nombre de los directivos, queremos ofrecerte la plaza de Socio, dudo que niegues la propuesta- dijo, dándome una palmada en la espalda y volviéndose para retirarse por el pasillo.- Ah, mañana se toma el día libre- gritó del otro lado del pasillo. Era uno de mis más grandes logros pues no empecé trabajando con mi padre, sino que me tuve que ganar la plaza tras 2 años de arduo trabajo en la Corte Suprema de Justicia (mi padre no tuvo nada que ver en mi contratación) y aunque mi meta era en realidad llegar a ser co-dueño de la firma, eso ya era un comienzo, me llené de tremenda felicidad. Además, ésto significaba que tendría casos más interesantes, tendría mi propia oficina; ya no un cubículo, tendría horarios más flexibles, más vacaciones, un mejor salario y mejores honorarios que cobrar.

Llegué a mi futuro ex cubículo a tumbarme de golpe sobre mi silla e inmediatamente me ocupé en pensar en lo orgullosa que estaría Renate cuando le contara, aunque me era difícil imaginarlo debido al abandono en el que la había tenido toda la semana. No lo pensé ni un segundo cuando tomé el teléfono para llamar a mi padre y pedir prestada la cabaña en las montañas e informarle que, probablemente, me iría desde ese día por la tarde. Luego, un poco nervioso, llamé a la madre de Renate para pedirle permiso de llevar a su hija a la cabaña. Siendo sincero, yo esperaba una negación rotunda y no negociable, pero me lo concedió y añadió: "Llévatela, sácala de esa pereza crónica en la que se encuentra, creo que está un poco deprimida, a lo mejor y tú puedes ayudarle". Como cosa extraña, se me pasaron 2 horas pensando en Renate, en aquella mujer de ascendencia alemana, de 1.76 metros, de piel blanca aunque un poco bronceada; con las marcas de su bikini que le sientan muy sexy. Tiene una cabellera café y ondulada, ojos café claro que al estar mucho tiempo en contacto con el sol se vuelven verdes; siempre llenos de inocencia y ternura, de nariz recta, mediana y perfilada. Se encuentra en muy buena forma, con unos senos redondos copa 38, un trasero impresionante pero, sobre todo, es dueña de una personalidad carismática, amigable y cariñosa. Tiene un atractivo exageradamente distinguido, una buena educación y un sentido del humor y de la independencia. Al caer de golpe en la realidad, debido al teléfono de mi compañero de cubículo, tomé mi chaqueta y me encaminé hacia la casa de Renate, probablemente sería inoportuno pero las ganas de verla y redimirme eran más grandes y más pesadas que cualquier posible vergüenza. Llegué a su casa, fui íntegramente intempestivo puesto que interrumpí el almuerzo de toda la familia Förster; menos el de Renate porque estaba dormida, pero su madre me sugirió que podía subir a su habitación. Así lo hice, subí hasta su habitación y me la bajo los dominios del sueño, en posición fetal. Vestía una camiseta blanca y bastante traslúcida y unas bragas juguetonas de Superman (la "S" de Superman quedaba exactamente sobre su trasero…) Me quité la chaqueta y la corbata y me desabotoné unos cuantos botones de la camisa. Me recosté a su lado, en la misma posición que ella y la abracé. Ella se movió un poco pero sin despertarse y se aferró a mi brazo, haciendo que yo me sintiera más cómodo hasta el punto de unirme a su sueño. Al cabo de un rato, me desperté un poco inquieto, Renate había abierto toda mi camisa y me estaba besando y acariciando el pecho. Se veía totalmente atractiva, su cabellera recogida en un moño que se notaba que se lo había hecho sin ganas y a la carrera, con esos senos que no se disimulaban en lo absoluto y que estaban presionados contra mi pecho. - Qué hora es?- pregunté al aire, sabiendo y reconociendo que lo que me hacía Renate se sentía bien. - Un poco pasadas las 2, Schatz- dijo entre los besos, con su voz todavía adormitada y subiendo hasta besar mi cuello y mi boca. Sentía el olor de su perfume Bvlgari "Rose" ya desvanecido.

  • Te extrañé como loco, mi amor- le susurré al oído mientras me recostaba a su lado y ella me abrazaba por el pecho.
  • Yo también y, aunque no hemos hablado en toda la semana, no tomaré represalias tan exóticas - repuso en tono comprensible.
  • Me han promovido a Socio- dije, tratando de no sonar muy modesto, egocéntrico u orgulloso y tratando de disimular mi felicidad.

  • Felicidades, Amor…ya es un comienzo, no?- preguntó, dándome otro beso y un abrazo que se sintió de lo más honesto.

  • Gracias, y sí, ya es un comienzo…aunque debo preguntarte algo antes que otra cosa suceda…no te has duchado todavía, verdad?- pregunté de manera retórica.

  • Supones bien, dame un momento y me ducho, supongo que huelo a muerto- dijo, soltando una carcajada carismática. - Me puedes acompañar si quieres...- anunció, aunque le negué la propuesta con la cabeza. En cuanto ella se metió a la ducha, tomé una maletita de Renate y la puse sobre su cama para que la viera al instante de salir del baño.
  • Y eso? A dónde me voy?- preguntó sorprendida, señalando la maleta.
  • Te vienes a la cabaña conmigo? Doña Cristina ya nos ha dado el consentimiento- dije, totalmente a sabiendas que no vacilaría en emprender camino.

Renate preparó su maletita con la ropa que necesitaría y se despidió de Annika y Lucas, sus hermanos, fuimos a mi apartamento a recoger mi ropa e hicimos una breve parada en el supermercado para proveernos de la comida necesaria (la cajera nos observó de manera muy extraña porque era demasiada comida, lo que ella no sabía era que no somos nada frugales). Charlamos de temas convencionales durante todo el camino a la cabaña; de sus amigas, la "haraganería crónica" que su madre había mencionado, etc. - Y sólo nosotros dos?- preguntó emocionada, intuyendo que así era. - Más tarde viene mi familia- repuse, mintiéndole de manera dolorosa pues su expresión se tornó triste. No pude contenerme y le dije la verdad. - Eres un malo, te gusta jugar con mis sentimientos- dijo, sacándome la lengua. Le sonreí y seguí bajando las cosas del auto. Luego le tomé la mano para guiarla a la cabaña.

Renate se recostó frente a la chimenea y me hizo de señas que quería que me recostara con ella. Le alcancé una copa de vino tinto, su favorito, y me recosté a su lado. Se quitó el suéter, dejando a mi vista su llamativa blusa roja, de botones y de prominente escote. Se recostó sobre mi pecho y rompió el hielo con un comentario duro. - No me gusta tu suéter- dijo con inmensa seriedad. - Qué tiene de malo mi suéter?- pregunté curioso. - Por favor, quítatelo, te enseñaré qué es lo que no me gusta- respondió mientras hacía un ademán exhortativo. Me quité el suéter sin protestar ni insistir en el por qué, me daba curiosidad por saber a qué se refería con que mi suéter no le gustaba, además: cómo podría no gustarle si ella me lo había regalado? - Sabes por qué no me gusta tu suéter?- preguntó con una sonrisa pícara mientras yo me negaba con la cabeza. - Porque lo tenías puesto- repuso, ahogándose en su risa inocente. - Eres traviesa, pequeña- dije, dándole un beso en la frente.

  • Ya lo creo...- repuso, haciendo una breve pausa causada por un suspiro denso y pensativo. - Sabes, Filippo…- dijo, bajando el tono de su voz y abriéndose un poco su camisa. – Hace frío…- continuó.

Me paré a encender la chimenea, sin dejar de restarle atención a su acentuado escote, en el cual se podía ver un sostén negro. La encendí y me recosté con ella de nuevo. Renate siguió desabotonando su camisa hasta abrirla del todo.

  • Muy bonito sostén, aunque no me gusta tu sostén, sabes?- le susurré, haciéndole el mismo juego que ella hizo previamente conmigo y ella entendió, por lo que se quitó su camisa y su sostén. Me acercó hacia ella por mi cuello con sus delicadas manos y me plantó un beso apasionado. Mis manos buscaron serenamente sus senos, mis dedos rozaron ligeramente sus pezones y sentí aquel afán por verlos detenidamente; esos pezones pequeños y café claro me vuelven loco, me obligan a siempre querer acariciarlos y mordisquearlos y esta vez no fue la excepción. Renate gemía sigilosamente y me tomaba por la cabeza para presionarme contra sus senos.
  • Me quieres?- preguntó de repente entre suspiros mientras se colocaba entre mis piernas y me daba la espalda.
  • Ni idea tienes cuánto- respondí de manera muy honesta, desvaneciéndome en besos en sus labios y acariciando suavemente sus senos. Sus manos se paseaban por todo su torso, desde su vientre hasta sus senos, situándose sobre mis manos y en mi cabeza. Mis manos deambulaban por todo su torso y su espalda, yo estaba hecho un loco de nerviosismo y emoción. Estaba nervioso por el simple hecho que había algo diferente entre nosotros en ese momento; sentía a Renate con unas ansias de sentirse amada, de sentirse mujer y de sentirse satisfecha. Llenaba la habitación con una vibra libinidosamente erótica aunque a la vez llena de romanticismo. Me tomé el tiempo necesario para brindarle atención a cada milímetro de su torso, espalda y cabeza. Mis ansias de penetrarla no eran tan fuertes porque había puesto la satisfacción de Renate como prioridad; aunque mi pene ya estaba erecto, duro y caliente, esperando a hacer su labor. Tomó mis dedos y los introdujo a su boca para lubricarlos de manera muy sensual, los succionaba mientras jugaba con su lengua alrededor y a lo largo de mis dedos; conquistó mi excitación junto con la suya pues ella estaba en tal estado, que gemía suavemente con tan solo succionar mis dedos.
  • Ya sabes qué me gustaría que hicieras con ellos...- musitó en su voz de sexo y entre gemidos y suspiros. No logró ni completar la oración cuando yo ya había desabrochado sus vaqueros y acariciaba superficialmente su vulva, sobre sus bragas. Renate se movía con sus caderas de adelante hacia atrás y hacía que su trasero presionara mi pene contra él y mi pubis. Sumergí mis dedos dentro de sus bragas y acaricié su vulva caliente y mojada y comencé a estimularle cada milímetro. Ignoraba por completo a su clítoris, era a propósito, pues quería provocarla antes de satisfacerla. Ella seguía gimiendo, tenía los ojos cerrados, se notaba que se estaba dejando llevar por el momento y por el placer. Se pellizcaba ligeramente sus pezones con los dedos de una mano y con la otra mano presionaba mi mano contra su vulva por afuera de sus vaqueros. Sucumbí al deseo de satisfacerla por completo y me concentré en su clítoris. Entre su vulva mojada y caliente y su clítoris hinchado, hacían de su vulva un paraíso para mis dedos y para ella misma. Presionaba ligeramente su clítoris y lo estimulaba de forma circular en contra de las agujas del reloj, sé que eso le fascina.
  • Ahhh...qué rico...- susurraba, conteniendo esos gritos sexys que la caracterizan. – Me vengo!!- gritó, liberando aquella bestial lujuria y obteniendo y disfrutando un orgasmo de aquellos que me dejan sin palabras debido a su reacción. Renate se paró y me plantó un beso simplemente apasionado y con dedicatoria. La acerqué a mí y bajé sus vaqueros y sus bragas hasta el suelo. Se recostó en el sofá, tenía esa expresión de ya saber lo que le esperaba. Le quité sus características alpargatas, retiré por completo sus vaqueros y abrí delicadamente sus piernas para encontrarme con algo que me vuelve loco y me pone nervioso; su vulva totalmente depilada, los labios mayores ajustados, con un interior rosado candente de película, su vagina discretamente desvirginizada y su clítoris que roba toda mi atención; de tamaño normal, rosado candente y con cierto tipo de provocación a toda vez que me encuentro con él. Volví a pasar mis dedos por su vulva y, luego, con mi lengua recorría desde su vagina hasta antes de llegar a su clítoris, Renate se regocijaba en placer y soltaba leves gemidos de vez en cuando. Una vez había lubricado bien su vulva con sus secreciones y mi saliva, introduje lentamente un dedo en su vagina, haciendo que suspirara profundamente. Me hundí de nuevo en su vulva con el propósito de prestarle atención a la parte favorita de Renate. Primero di un lengüetazo plano y uniforme, totalmente para que abarcara toda el área, luego, rocé la punta de su clítoris una y otra vez; haciendo que Renate se contrajera y retorciera sensualmente de placer. Lo hice gradualmente rápido e intercalando mi lengua con mis dedos, haciendo una frágil presión sobre su clítoris y estimulándolo como sé que a ella le gusta pues así se masturba.

Me tomó la cabeza y la presionó aún más contra su vulva, haciéndome saber que tendría un orgasmo en poco tiempo. Decidí meter otro dedo y acaricié su pared frontal vaginal hasta alcanzar su punto-G mientras su clítoris estaba siendo abusado por mi lengua y mis labios. Era una sinfonía de gemidos placenteros por parte de Renate, sus manos apuñaban dolorosamente sus senos, su cadera en obvio descontrol y su expresión de placer me excitaban aún más. Succioné su clítoris y logré que tuviera el segundo orgasmo de la noche, ella en inmenso descontrol de su cuerpo todavía mientras yo seguía relamiendo su vulva a causa del estupendo sabor que ella tiene. - Vale la pena esperarte una semana entera...- dijo, con una expresión de gusto y felicidad mientras abría los ojos. - Eres un tramposo...tú sigues vestido y yo no, eso es contra las leyes, podría acusarte o tomar las leyes en mis manos…- dijo juguetonamente mientras se acercaba a mí para darme un beso que quise que nunca acabara. - Sabe chistoso- dijo un poco desconcertada pero contenta. - Jaja, adelante, ríete- dije, burlándome de buena manera por el empleo de sus palabras. - A mí me parece que sabes rico- dije un poco apenado. - Con toda razón…pero anda, no te hagas el olvidadizo- dijo en tono juguetón. Me desvistió como a un niño, dejándome sólo mi bóxer puesto. Mi pene estaba apresado en mi bóxer, estaba caliente, erecto y deseoso de estar en contacto con Renate. Ella me miró con picardía y metió su mano en mi bóxer. Tomó mi pene y empezó a masturbarlo sin fuerza alguna, sin aplicar presión. Acariciaba mis testículos con cariño y con ansias de algo incierto, lo mismo hacía con mi glande, era tan suave que daba cosquillas aunque me proporcionaba placer. - Tengo un dilema, Schatzi- dijo sin quitar la mirada de mi bóxer y absteniéndose a ver mi pene. - Dime... - dije, en cierto tono de voz que le dejé saber que me gustaba lo que me hacía. - No sé qué quiero- dijo un poco apenada. - A qué te refieres?- pregunté ya un poco preocupado. - No sé si quiero que me hagas el amor o regresarte el favor...-dijo sin mirarme a los ojos y dejando de tocar mi pene. – Mejor házmelo...- demandó con inocencia y deseo de sentirse totalmente mujer. Tomó los elásticos de mi bóxer y lo bajó lentamente, dejando que mi pene saliera de su prisión. Se sentó en mis piernas dándome la cara y plantándome un beso romántico mientras tomaba cuidadosamente mi pene y lo introducía lentamente en su angosta vagina. Ambos un exhalamos de placer y ella me miró fijamente mientras se preparaba para penetrarse y tocaba su clítoris para no dejarlo desatendido. Se siguió tocando el clítoris, apoyándose de mi hombro y con una expresión indiscutiblemente de gozo. Se notaba como si en realidad ella estuviera sola y estuviera realmente masturbándose, era excitante y lujurioso. Sus paredes vaginales se contrajeron e hicieron una presión increíble en mi pene, no se penetró ni una tan sola vez y se dejó caer sobre mis hombros junto con un orgasmo notablemente sabroso. Tomó unos segundos para reponerse mientras le besaba los labios y el cuello. Al recuperarse, se comenzó a penetrar lenta y sutilmente, aprovechando y disfrutando cada segundo, cada penetración y cada caricia en sus senos y en su cuello. Se contoneaba de manera sutil y elegante, de arriba abajo y en forma circular dependiendo de su gusto y preferencia; mi pene y yo nos sentíamos a gusto con tal vagina estrecha y tales gemidos suaves y modestos, que trataban comunicarme que estaba obteniendo lo que esperaba. Ella no dejaba de tocarse su hermoso clítoris, la escena era perfecta; el fuego de la chimenea de fondo y Renate penetrándose de forma muy fina, emitiendo sonidos sensuales. Se penetró profundamente.

  • Ohhh...mmm...- susurró a mi oído a sabiendas que eso me excita mucho. La tomé de su trasero y comencé a tomar el control de la penetración, sin ser muy tosco. - Así...así, que me vengo...- dijo, pensando en voz alta entretanto se estimulaba el clítoris y, con la mano libre, rozaba mi pene y mis testículos por detrás de su trasero. No le tomó ni 1 minuto en venirse de nuevo, arqueó su espalda y volvió a caer sobre mis hombros. Renate se paró y se colocó en el suelo y en cuatro frente al fuego, con su trasero apuntándome; dejándome ver su deliciosa vulva mientras se introducía un dedo en su vagina y me volvía a ver con picardía y deseo, llamándome a penetrarla. Me coloqué detrás de ella e introduje sólo el glande, lo introducía y lo sacaba, eso le encantaba; ser penetrada sólo con el glande más si se estaba estimulando su clítoris. La penetré de manera suave pero profunda, pegando mis testículos a su clítoris mientras su mano los acariciaba cuando llegaban a la zona. Su trasero me inspiraba morderlo, masajearlo y hasta pegarle suavemente para calentar más la situación. Le pegué una nalgada suave, a lo cual ella demandó más.
  • Te gusta lo que te hago, verdad?- pregunté con autoridad entre mis gemidos de placer causados por su estrecha vagina y las caricias en mis testículos.
  • Me encanta, Schatzi...dame más, no pares!- gritó en voz sexual y prepotente.

La recosté sobre su espalda y abrí sus piernas para otorgarle uno de los placeres que más agradece, el roce de mi glande con su clítoris. Recorría toda su vulva con mi glande y, al llegar a su clítoris, lo estimulaba de la manera que se me ocurriera. - Por favor...- murmuró un poco tarde pues se había corrido de nuevo a causa de su clítoris hinchado y de mi glande empapado. Lo que era impresionante era que jamás la había visto tan mojada, eran cantidades industriales de líquidos los que salían de su vagina y llenaban hasta un poco de su trasero y sus muslos. Volví a meter mi pene en su vagina sin que ella se hubiera recuperado, lo metí de la manera más oportuna posible y comencé a penetrarla, jugaba con el ritmo, lo hacía despacio y profundo o lo hacía rápido y no tan profundo, sacando mi pene de vez en cuando para rozarlo contra su clítoris para que sollozara de placer. Aproveché la posición para comerme sus senos, sus pezones y su boca. Ella me tomaba de la espalda y me clavaba las uñas, me dolía aunque el dolor era soportable debido a que se compensaba con la presión que ella aplicaba con su vagina en mi pene. Renate tomó el control total y se situó encima de mí, echándose para atrás con su espalda y sus manos, poniendo sus pies a la altura de mi pecho sobre el suelo y dejando a mi vista sus senos; estirados por la posición y sus erectos pezones a contraluz, su manos que iban a por la estimulación de su clítoris; el cual se podía ver perfectamente, distinguido botoncito. - Tócame... - murmuró con intenciones de que no la escuchara puesto que fue muy bajo su tono de voz. La tomé por la cadera y la moví de arriba abajo para sugerirle un ritmo, ella siguió haciéndolo por sí sola mientras que con mi pulgar abusaba de su clítoris, esperanzado a que se retorciera de placer. Su comportamiento era maravilloso, jugueteaba con su pelo, se mordía su labio inferior bucal de manera muy sensual, mantenía sus ojos cerrados y, por ratos, pellizcaba sus pezones o jugueteaba con mi mano que se encontraba justo al medio de sus dos redondos senos. Renate se recompuso y sugirió otra posición al recostarse sobre su costado, abrir sus piernas y ofrecerme esa vulva, toda mía. Introduje mi pene de golpe, ella gritó. - Cachondona...- le dije mientras la penetraba honda y rápidamente. - Shhh...- dijo, callándome y quedándose ella en silencio funesto, en el que sólo mi respiración entrecortada y cuando decía su nombre se escuchaba en aquella habitación. Su cuerpo empezó a temblar en mis brazos, su respiración se cortaba, sus ojos no era posible que se abrieran y ella se aferraba cada vez más a mi brazo. No paré de penetrarla lo más profundo que su vagina pudiera aguantar y ella entraba como en un estado de descontrol total sobre sí, fruncía su seño, enseñándome ya fuese preocupación o rotundo placer. Entre mi respiración le susurraba cosas agradables a su oído y le besaba detrás de las orejas y el cuello. Después de largo tiempo de no soltar ni un suspiro, ni un gemido, soltó un grito de alivio colosal en mi oído, ese grito vino acompañado de un espasmo vaginal que apretujó mi pene y haciendo que me llegara el momento de eyacular. Volvimos a la posición de misionero, ella ya estaba desubicada, estaba en otro planeta, todavía se saboreaba en sus adentros su último orgasmo y sonreía carismáticamente al mismo tiempo que se entregaba y aceptaba la posición sin importarle la velocidad o la rudeza de la penetración. - Reni...- suspiré, informándole que estaba a pocos segundos de eyacular. Renate aprisionó mi pene entre sus dedos, acoplándose a la superficie de su vulva; aplicaba un poco de presión. Me miró a los ojos con cierta ternura y me hizo eyacular en sus adentros; disfrutaba el tener todo mi semen en su interior, esos disparos ajenos, pero sonreía perdidamente de satisfacción sexual. Renate se paró, dejándome aventado y abandonado sobre el suelo, me sentí como una basura porque literalmente le había servido de juguete sexual. Retiré lo pensado cuando Renate regresaba con una cobija, se recostaba sobre mi pecho y nos arropaba a ambos con dicha cobija. - Admirable...increíble, Schatzi- anunció, buscando mi mirada. - Llévate los créditos, Reni- repuse con una sonrisa sincera, sintiendo que mi pene se volvía flácido aunque Renate lo rozaba con su rodilla adrede. - Vamos, no seas modesto, no te queda- dijo con cierto aire burlón.

Se acomodó entre mi brazo y mi costado, me abrazó el pecho y recostó su cabeza sobre el mismo. Le acariciaba su cabeza mientras observaba y me perdía entre su expresión inocente mientras dormía, quién diría que hacía unos pocos minutos era una fiera lujuriosa?