El italiano me controla
Desde que ayer le conocí no me saco esta fantasía de la cabeza.
He de decir que los personajes son reales pero no los hechos (más me gustaría...). Os iré informando si consiguio algo parecido con el protagonista. Cualquier recomendación, crítica o sugerencia son bienvenidas, es mi primer relato y me gustaría hacerlo mejor. Un beso, Violetta.
Ayer por la tarde viví una situación que nunca me hubiera imaginado. Soy española, tengo dieciocho años y me he venido a vivir a una gran ciudad europea cuyo nombre no voy a revelar, aunque nunca jamás nadie me encontraría pero nunca se sabe. Tengo un amigo de toda la vida, español, viviendo en esta ciudad. Ambos queremos ser actores pero nuestras familias son algo distintas. Él vive en la parte más pija y más rica de la ciudad y yo al sur en un barrio mas o menos obrero. Yo no es que venga de una familia proletaria ni mucho menos, pero este amigo mío tiene mucho, mucho dinero. Y si ya es caro mi piso no me quiero imaginar el suyo.
Caminamos por la ciudad todo el día y por la tarde nos fuimos a su barrio, me presentó a sus amigos. Íbamos a pasar la tarde en casa de uno de ellos. Al principio no me causó una gran impresión. Era un chico italiano, con el pelo engominado haciendo unas pequeñas ondas brillantes que coronaban su frente aceitunada. Llevaba gafas redondas y pequeñas, anillos dorados que le dejaban los dedos de color verde y que encontré especialmente cómico. Un italiano con tanto dinero llevando anillos de latón que le manchan las manos. Qué manos. Pensé que sería un escéptico millonario de los que hablan de todo y no saben de nada. Y me equivoqué. Como española creo que tendemos mucho más a juzgar que cualquier otro pueblo.
Había una niña rusa, Natalia, de mi edad, nadie pasaba de los dieciocho, era menuda y su cabello parecía fuego. Apenas hablaba, no consigo recordar su nombre. Al parecer estaba medio liada con el italiano, no entendí bien. Nada más llegar mi amigo, al que llamaremos Raúl, preguntó por la hierba y comenzó a liarse un canuto. No eran ni las cinco de la tarde. El italiano, Tommaso, cocinaba una salsa para la pasta que acabó quemándose a lo largo de la tarde. Nos servía vodka a los demás y hablaban de banalidades de la escuela, Raúl con su pedantería intentaba hablar de teatro pero Tommaso no le dejaba. Las primeras caladas me llegaron a una velocidad impresionante al cerebro. Pude sentir pinchazos a los treinta segundos. Es verdad que a mi me coloca en seguida, pero aquella hierba era muy fuerte y comencé a flipar. Es una sensación embarazosa cuando tú vas colocada y los demás no. Sientes que te miran, te ves desde fuera y no dejas de pensar en la vergüenza que puedes (o debes) estar dando.
Pasó la tarde entre humo y vodka, la rusa se fue a estudiar para algún examen y nos quedamos los tres solos. Tommaso abrió un vino blanco espectacular, era tan sabroso y estaba tan frío que acabé toda la velada con una copa en la mano que siempre estaba llena. Devoramos la pasta, hablamos de teatro, de Europa, escuchamos canciones comunistas italorrusas y nos reímos de Raúl a más no poder.
El efecto se fue disipando en mi mente y en mis piernas, Tommaso también volvía a la tierra pero Raúl seguía viajando hacia no sabemos donde. Yo estaba sentada al lado de Tommaso, Raúl en frente desmayado en el sofá. Poco a poco sentí las yemas de los dedos de Tommaso por encima de mi falda, recorriendo suavemente mi muslo. Sentí un escalofrío y se me puso la piel de gallina. Pensé en la rusa y no pude entender. Él seguía como si nada, discutiendo las diferencias y similitudes del cine y el teatro con Raúl que defendía vehementemente a Peter Brook (aunque posiblemente no supiera muy bien quien era). Raúl no se enteraba de nada. Yo seguía algo mareada pero dejé a Tommaso hacer. Me había descrito como “a socialist, feminist, ecologist” lo cual me había encantado: en España no pasaba de “la puta roja feminazi” así que casi lo tomé como un halago. Sus dedos rozaron mi piel delicadamente. Podía sentir su calor, como poco a poco dejaba de recorrer mis piernas para deslizar su mano entre ellas con tal maestría y astucia que podría meter mano a cualquiera, que ésta se dejaría hacer. Me estremecí cuando su mano sobrepasó mis bragas, inconscientemente abrí mis piernas un poco invitándole a seguir con este juego que comenzaba a surtir efecto. Él soltó una casi imperceptible risa, demostrando sutilmente quién tenía el control. Sus ágiles dedos consiguieron apartar mi ropa interior y comenzar a rozar mis labios vaginales, completamente lubricados. Mi respiración de volvía más pesada, me costaba mantener la compostura, sentía que debía parar, que Raúl se iba a dar cuenta, que la situación iba a ser humillante y vergonzosa a más no poder, que no iba a poder volver a mirar a la cara a ninguno de los dos. Tommaso acarició mi clítoris ejerciendo una leve presión, comenzó a jugar con él como nunca nadie había hecho antes. Mantener las formas era casi imposible. Introdujo un par de dedos sin previo aviso y la copa de vino se me escurrió de las manos, manchando mi falda y la alfombra. La mano de Tommaso volvió disimuladamente a su lugar, Raúl levantó un poco la cabeza y se rió de mí. Yo, con la cara roja como buena comunista, no sabía donde meterme.
-Go to get yourself changed.- me ordenó Tommaso tajante. Yo me puse de pie sin pensarlo dos veces, como si de una academia militar se tratase. ¿Por qué le obedecía? ¿Con qué me iba a cambiar si no tenía nada?
-Go to my room and get yourself fucking changed.- repitió Tommaso. Raúl estaba casi inconsciente por lo que apenas se enteraba de nada. Seguí las ordenes de Tommaso sin saber muy bien a qué se debía esta sumisión. Solo sabía que me gustaba, que me gustaba mucho. Caminé por el pasillo con la falda chorreando vino y mi entrepierna chorreando algo más. Una vez en su habitación no sabía que hacer ¿Qué cojones hacía en esa casa tan esnob, con Raúl colocadísimo en el salón y un italiano escéptico a cuyas deseos obedecía sin rechistar? ¿Por qué me excitaba tanto todo esto? No tuve tiempo a pensar demasiado cuando Tommaso entró en la habitación y cerro la puerta con pestillo.
-You are still wearing your clothes.- dijo mirándome fijamente por encima de esas gafas que una vez pensé ridículas. Tragué saliva.
-Get them off.- Y sin quitar la vista de sus profundos ojos negros, poco a poco fui desnudándome. Miré al suelo, no podía más. Me sentía pequeña, humillada y excitada, intenté taparme con las manos pero Tommaso se acercó y levantó mi barbilla poniendo mi rostro a escasos centímetros del suyo.
-What’s wrong with you? Why are you covering yourself?
-I just don’t find myself pretty enough, not as good as Nata…
-Shhh.-me interrumpió- You better stop lying to yourself because I do not like lies. Do not compare yourself.- Y me besó como nunca en mi vida me han besado. Fue fuego y hielo a la vez, su beso era suave y apasionado a la vez. Mi cuerpo entero tembló y su mano volvió a mi encharcada vagina a hacer lo que sabía que me iba a volver loca. El beso se convirtió en suspiros al oído, mis brazos rodearon su cuello. Sus dedos se deslizaban ágiles y ligeros, primero introdujo uno, dos y tres. Creía estar en otro lugar, otra dimensión, un lugar al que las drogas nunca me habían llevado. Poco a poco bajó el ritmo, me miró y me dijo mientras se quitaba el cinturón:
-Now you’ll be a good girl and you won’t drop the wine again, right?- asentí como una niña pequeña mientras me iba arrodillando poco a poco. Mis manos terminaron de desabrochar los pantalones y descubrir una tremenda erección que me dejó sin habla. Tragué saliva una vez más.
-You can do it, and I know you do it well.- me decía con una sonrisa pícara- I can see it in your face.- Sacó su polla de los boxers y acarició mi cabello casi paternalmente.- C’mon baby, don’t make me wait.-
Abrí la boca tímidamente e introduje el glande en ella, nunca había tenido tanto cuidado. Comencé a introducirla más y más profundo, la rodeé con mi lengua, la saqué y la lamí para volver a meterla en mi boca. Miré hacía arriba y pude ver que lo estaba haciendo bien. Agarró mi cabeza y comenzó a marcar el ritmo. Nunca sé por qué pero encuentro esto como una de las cosas más excitantes. Cuando ya no pude más me levantó y me tiró a la cama, le miré fijamente y me sonrió de tal manera que casi pude leer su mente. Se colocó entre mis piernas y cuando yo ya pensaba que íbamos a empezar, bajó lentamente y sin perderme de vista, besando mi vientre, acariciando mis pechos y de repente lamiendo mis vagina cuidadosamente. Repasó cada uno de sus pliegues, fue lento y rápido, llegó al clítoris haciéndome vibrar de arriba abajo. Introdujo su lengua como sólo un experto sabría. Me encontraba en el cielo, nunca había sentido tanto placer como entonces. Tommaso volvió conmigo.
-I’ve wanted you since the first moment I saw you- susurró colocando su polla en la entrada de mi vagina. Otro escalofrío.
-Raúl always talks about you, how smart and beautiful you are.-comenzó a metérmela- He never mentioned how good you are at sucking dicks.- cada vez estaba más dentro, podía sentir mi cuerpo entero palpitando, mi respiración entrecortada. -I guessed he has never had the pleasure, am I right?- sus ojos me miraban fijamente, negué con la cabeza, luego asentí, no sabía que decir.- Well, then I think I should be the only one enjoying that little mouth of tours, right?- Antes de poder contestar me la terminó de meter de golpe y comenzó a moverse hacia delante y hacia detrás en perfecta armonía, sin parar, sin detenerse, variando el ritmo y haciéndome ver las estrellas. No separaba su mirada de la mía y eso me ponía mucho, mucho más cachonda. Oírle jadear mientras yo reprimía mis gritos, con mis brazos rodeando su cuerpo y mis manos, mis uñas agarrando su espalda. Se separó y me dio la vuelta, me puso a cuatro patas y continuó mejor incluso que antes. Me dejé caer sobre la almohada, mis gemidos cada vez eran más altos y no lo podía controlar. Agarró mi cuello sin dejar de follarme y me tapó la boca con las manos.
-You better be quiet, girl. You don’t want people to notice, right?- me decía yendo cada vez más rápido y más fuerte. Yo ya no estaba en mí, estaba a su merced, era toda para él. No aguantaba más, sentía que mi cuerpo se partía pero no podía parar.
-Please, please, keep going, keep going…- dije tímidamente, con sus manos todavía en mi boca.
-What you said? Say it.- definitivamente, era él quien controlaba todo, absolutamente todo.
-I said…- me moría de la vergüenza.
-Repeat what you said.- dijo firmemente sin dejar de darme como él sabía que me gustaba.
- I said please… more.
-You want more? That’s what you want? You haven’t had enough, have you?- y el ritmo se volvió frenético, mis piernas temblaron y sentí espasmos por todo mi cuerpo; me corrí como nunca en mi vida me había corrido. Y lo digo muy en serio, nunca me había corrido hasta entonces. Tommaso sacó su polla y rápidamente me dí la vuelta y abrí mi boca para él. No tardó nada. El semen se salía por las comisuras de mis labios.
-Swallow it.- y me lo tragué.
Caí rendida en su cama mientras el se volvía a poner ese traje tan elegante y que tan bien le sentaba. Se acercó a mí, me besó y deseé que ese beso no acabara nunca.
-You could come over tomorrow if you want to.- Me dijo sonriendo. Claro que quería, joder, claro. Me retiró el cabello del rostro delicadamente, acarició mi mejilla y abandonó la habitación.
Definitivamente volveré mañana.