El islero, su hijo y yo
En una isla en el Paraná, un isleto, su hijo y yo tuvimos una sesión de sexo plena acompañada por el ruído de la lluvia.
La ciudad en la que vivo se encuentra situada en la orilla izquierda del río Paraná, frente a ella existe una populosa ciudad paraguaya con la que mantenemos un fluido comercio fronterizo y en el medio del río, solamente que unos kilómetros aguas abajo, haye una isla a la que solemos visitar, especialmente en el verano cuando hace mucho calor.
Algunos las visitan en poderosas embarcaciones y otros en humildes piraguas, por lo general está llena de visitantes los fines de semana, pero durante el transcurso de la misma, cuando la gente debe trabajar, la isla permanece medio desierta.
En una de las visitas que realicé en piragua, remando con un amigo, atracamos en ella, en una playa de arena ubicada en uno de los extremos, que es muy tentadora para tomar un baño,en ella nos quedamos haciendo nada, tomando una bebida refrescante y descansando del esfuerzo de remar, debíamos tomar fuerzas para y regresar.
Ese día, en que la isla estaba casi desierta, pude tomar conciencia del islero que vivía allí y que se encargaba de proveer a los visitantes de cosas que hubieran olvidado.
Recurrimos a él por unas carnadas para intentar pescar ya que habíamos llevado las cañas, nos atendió con mucha amabilidad, utilizando todo el tiempo que consideró necesario, no debemos olvidar que este tipo de gente "ve la vida acontecer, como un día de domingo", por lo menos así dice Gal Costa.
Mientras nos proveía de las carnadas y nos enseñaba algunos trucos para colocarlas en los anzuelos comencé a mirarlo, hasta ese momento no lo había tomado en cuenta, no debería tener mucha edad, probablemente algo más de cuarenta años, aunque su piel, curtida por el sol demostraba otra cosa.
Llevaba puesto, sobre la cabeza, un sombrero de paja raído, para el sol que ocultaba parte de su rostro, aunque dejaba ver un mentón prominente cubierto por una espesa barba oscura de dos días por lo menos. Debajo de las alas del sombrero asomaban sus cabellos, ondulados, oscuros, gruesos y rebeldes, lo llevaba semilargos, algunos mechones le tocaban los hombros.
Su altura no pasaría del metro setenta y ocho, algo más por el sombrero, voz era gruesa y monocorde, llevaba el torso desnudo en el que se podía ver una maraña de pelos que lo cubrían casi por completo, unas tetillas muy oscuras con unos pezoncitos que daban ganas de chupárselos.
En la parte de abajo calzaba unos short bastante cortos y apretados de color azul, aunque un poco despintado por el sol, sus piernas parecían dos troncos potentes cubiertos de vellos y sus pies, de tamaño regular, bien constituídos pero un poco descuidados estaban descalzos, me iguamente me llamaron la atención.
Luego que nos hubo atendidos Juan y yo fuimos a intentar pescar, me hubiqué en un lugar bastante lejano pero que me permitía observar al islero, nuestra experiencia con la pesca no es mucha pero tuvimos la suerte del principiante y pudimos pascar tres bogas, dos pescó Juan y una yo.
El sol estaba bajando cuando volvimos donde el isleño para pedirle que nos ayudara a limpiar los peces, lo hizo con mucho gusto pero, en un momento, lanzando su vozarrón al viento gritó
Manuel!!!!!!!!
Y al instante apareció un joven más alto que él, con el cuerpo un poco más cuidado, propio de quién está abandonando la adolescencia y el isleño le pidió que colaborara para hacer el trabajo más rápido y no nos tome la noche cruzando el río.
Manuel, con la disposición característica de la gente sencilla se apresuró a ayudar a su padre y cuando hubieron terminado su tarea, les dimos una generosa propina, agradecimos su atención y nos dispusimos a embarcar en la piragua para regresar a la ciudad.
Ya nos dirigíamos a la costa cuando espontáneamente me di vuelta y les pregunté:
-Si volvemos por aca, ¿necesitarían algo de la ciudad?-
El isleño contestó:
-No, faltaba más patroncito-
Yo insistí y Manuel nos dijo
-el pan fresco siempre es bienvenido-
El isleño se rió y replicó:
Me había salido caradura el mocoso-
Subimos a la embarcación y remando llegamos a la ciudad al cabo de 15 minutos, un poco cansados porque debimos remar aguas arriba.
Cuando Juan me dejó en casa no pude dejar de pensar en los habitantes de la isla, eran solo dos hombres, joven aún el padre y poco más que un adolescente el hijo, pero no había visto ninguna mujer, me preguntaba ¿Cómo se las arreglarían?
El pensamiento estuvo presente prácticamente toda la noche y en los pocos momentos que dormí soñaba con los dos junto a mí en una cama.
A la mañana ya rondaba en mi cabeza la posibilidad de visitarlos nuevamente, pero esta vez iría solo, el pretexto podría ser lleverles algo de pan que ya sabía que lo recibirían con alegría, me fui a trabajar y decidí llevar adelante mi plan al día siguiente.
Me levanté fui a comprar pan, vino, algunos salamines algo de queso y unas latas de arvejas, tomates, duraznos al natural y otras cosas por el estilo que se pueden conservar por varios días, a eso sumé unos kilos de carne para asado y mandiocas que es una raíz de esta zona que hervida acompaña muy bien a la carne asada y estuve listo para mi aventura.
Avisé a mi trabajo que no me sentía bien, que había ido al médico y me indicó tres días de reposo, envié con un servicios de mandados el certificado médico correspondiente a la empresa, cargué sobre el techo del coche mi piragua, dentro de él los elementos de pesca y la comida que había comprado y me dirigí al club de pesca desde donde acostumbro salir a remar.
A nadie le llamó la atención puesto que bastante seguido suelo salir a remar solo, cargué todo en la piragua y enfilé hacia la isla, el tiempo no estaba tan bueno ya que habían en el cielo algunos nubarrones grises.
Llegué algo cansado por tener que remar solo, me recibió con alegría mal disimulada el isleño, recién en ese momento le pregunté su nombre, José me contestó, le pasé la mano, me la apretó con fuerza, como lo hacen los hombres sencillos y ya ese apretón me produjo una leve excitación, llamó a Manuel quien no podía creer todo lo que había llevado para ellos, en dos viajes metió en el rancho todo, conversamos un rato y me dispuse a ir de pesca.
Cuando estaba preparando los enseres José me dice:
-Patroncito, si tiene suerte en la pesca alguna cosa se hechará a perder, o los pescados o el asado ya que no podremos comer todo,¿porqué no deja la pesca para mañana?-
Era el primer indicio de una invitación a que pasara la noche con ellos, aparenté dudar un poco y dejé la caña de pescar en el rancho y les pregunté qué podíamos hacer, nos internamos en la isla, me mostraron los animales que en ella habitaban, me indicaron algunas especies de pájaros, me mostraron el gallinero en el cual criaban algunas gallinas para tener huevos frescos y matar alguna en ocasiones especiales y así transcurrió prácticamente todo el día.
No habíamos almorzado por lo que a las seis de la tarde aproximadamente los tres mostrábamos signos de apetito y cansancio, josé pidió a Manuel que prendiera un fuego con leñas y me invitó a que nos diéramos un baño en el río, así lo hicimos.
La isla estaba desierta, ese día que no era de los mejores, los nubarrones cada vez más oscuros y más bajos se cernían sobre nosotros, José se desvistió totalmente con una naturalidad que me dejó sorprendido, me vi obligado a hacer lo mismo, nos metimos en el agua, pero antes, pude observar la mata de pelos renegridos que rodeaban una pija de regular tamaño pero de perfectas proporciones, para mis adentros pensé Dios quiera que esa pija pueda ser mía.
Apareció Manuel avisando que el fuego estaba encendido, al vernos en el agua se desnudó también y se sumergió en las hermosas y cálidas aguas del Paraná, nadaba como un pez, su cuerpo era espectacular, como lo son los de todos los nadadores, cuando hacía la plancha su verga afloraba del agua recostada en su abdomen, era un hermoso ejemplar de macho poco civilizado.
Salimos, nos sacudimos un poco para secarnos y nos acercamos a la fogata, José preparó la carne, le puso un poco de sal y jugo de limón, la colocó en una estaca y la acercó al fuego, Manuel mientras tanto peló las mandiocas las puso a hervir en una olla mientras yo sacaba los salamines, el queso y el vino como para hacer una picada mientras el asado se cocinaba lentamente.
La conversación derivó de un tema al otro, los estudios de Manuel, mi trabajo, las pocas perspectivas de la vida de José, todo interrumpido de a ratos por la jarra de aluminio cargada de vino con hielo, que pasaba de mano en mano. Fue justamente la jarra la que comenzó a abrir camino a la intimidad, en un momento Manuel me dice:
-Patroncito, es para nostros un honor que usted beba el vino de la misma jarra que nosotros-
Le contesté por supuesto que el honor era mío, pero que además la tradición decía que todos quienes beben del mismo vaso o jarro conocerán los secretos de los otros bebedores, ambos se miraron por un instante con picardía y se echaron a reir, yo me estaba poniendo cachondo.
Comimos el asado que estaba riquísimo, el hacerlo a las llamas le había dado ese gustito ahumado muy especail, seguimos tomando vino cada vez más relajados, comenzamos a hablar de sexo y cada uno contó las experiencias heterosexuales que había tenido, nos estábamos poniendo cachondos, se notaba en el tono de la voz, en la manera de mover las piernas y en el crecimiento del bulto de cada uno de nosotros.
Terminábamos en vino cuando comenzó a llover, yo tenía previsto dormir en una carpa que había llevado, pero los dos insistieron que durmiera en el rancho con ellos, no fuera cosa que viniera un viento fuerte más tarde, nosotros tres solos en el medio de la isla no conseguiríamos ayuda de nadie, además yo en una carpa.
Me hice rogar bastante, quería darme cuenta si tenían algo entre manos, pero, todo parecía nada más que hospitalidad de gente humilde. Accedí a dormir en el rancho, era una habitación chica, de madera con techo de chapas, en ella habían dos camastros, me ofrecieron uno que rechacé categóricamente, esos lechos eran suyos y yo dormiría en una colchoneta en el suelo, no me lo querían permitir pero como yo me había puesto inflexible, Manuel, para salvar las diferencias, sin dudas estaba conciente que habíamos bebido demás y muchas veces por esas tonterías se arman unas trifulcas con funestos resultados, propuso dejar los camastros de lado, bajar los colchones y que durmiéramos los tres en el suelo.
En ese momento, pareció una solución propuesta por un premio Nóvel de la paz, los tres aceptamos rápidamente y con alegría la propuesta de Manuel, levantamos los colchones, que no eran de mucho espesor que digamos, pusimos los camastros en la cocina para que no se mojaran y yo coloqué mi colchoneta entre los colchones de padre e hijo.
Una vez que nos acostamos, yo me coloqué boca arriba, pero en realidad no puedo dormir de ese modo, me pregunté hacia que lado darme vuelta y finalmente decidí dar las espaldas a Manuel para poder ver un poco más a José que me calentaba bastante con su parquedad y su hombría, pero estaba seguro que no pasaría nada, me quedé dormido sintiendo el ensordecedor ruido de la lluvia cayendo sobre el techo de chapas.
Con la lluvia, la temperatura bajó rápidamente, me desperté con un poco de frío, mis compañeros dormían profundamente, me di cuenta por lo pausada y acompasada respiración de ambos, me quedé quieto para no despertarlos pero ya sabía que el frío no me dejaría dormir más.
Mi imaginación comenzó a hacer de las suyas, pensaba en la verga de José y la mata de pelos que había visto cuando nos bañábamos, me estaba empalmando, quería cambiar de pensamiento pero éste era recurrente, volvía y volvía y cada vez que regresaba me empalmaba más
.
Manuel ,totalmente dormido cambia de posición y apoya una pierna sobre la mía,
yo no lo podía creer!!!!!!!!!!
Me dediqué a sentir lau pierna en toda su dimensión, me concentré en sus vellos que me hacían algo de cosquillas, sentía el peso muerto de esa pierna encima mío, me empalmaba más aún, me moví un tanto.
Manuel, lejos de quitar su pierna de encima mío, la apoyó como con más confianza y con el mismo movimiento acercó más su entrepierna a mis nalgas, yo ya respiraba entrecortadamente, tenía la atención puesta solo en Manuel, José había desaparecido de mi mente.
Estaba totalmente cachoooooooondoooooooo!!!!!!!!
Imperceptiblemente al principio sentí algo de calor en las nalgas, era la verga de Manuel que comenzaba a despertar, la misma respiración hacía que su cuerpo subiera y bajara y con él subía y bajaba su pija apenas apoyada en mi culo.
Me puso a mil!!!!!!!!!!!!!
La erección de Manuel fue haciéndose más notoria, yo dejaba escapar una inmensa cantidad de precum aún sin moverme ni tocarme.
Pasaron unos minutos y Manuel en otro movimiento, aún dormido pero ya excitado, se apoyó totalmente en mí, yo no sabía qué hacer, si me movía o intentaba algo podía romper el encanto o hacer que José se despertara, pero sentir detrás de mí un joven totalmente empalmado, con su verga encajada en la raja de mi culo y su respiración sobre mis hombros justo en el cuello era algo que yo no podía soportar sin más ni más.
Me quedé quieto, en la misma posición, respirando más agitadamente, sentí movimientos de la verga de Manuel en el culo, esos movimientos que se producen en la verga cuando uno cierra exprofeso el culo
No podía más!!!!!!!!!!!!!!
Imperceptiblemente Manuel apoyó un poco más su mástil en mis nalgas, en ese momento me di cuenta que ya no estaba dormido, eché el culo para atrás para hacer más presión sobre él, me pasó uno de sus brazos por encima del pecho, por debajo de mi brazo, me suspiró más intensamente en la oreja, me produjo un escalofrío que me recorrió todo el cuerpo.
Comencé a acariciar muy despacio ese brazo peludo que tenía encima mío, me hablo al oido, primeramente no entendí lo que decía por lo ronca de su voz super cachonda, luego al repetir la frase la comprendí
-¿Te gusta?-
Hice un gesto de asentimiento con la cabeza, me la apoyó con firmeza, moví el culo para que su verga consiguiera una buena ubicación, comenzó a bajar las manos y meterlas por debajo de mi humedecido boxer, me tomó la pija, me sentí desfallecer de placer, giré un poco la cabeza para decirle que se quedara quieto, su padre podría despertarse, solamente sonrió, el agua de la lluvia caía ensordecedoramente sobre el techo de chapas.
Manuel dejó reposar su mano sobre mi verga, yo tenía la respiración entrecortada de lo cachondo que estaba, quería seguir adelante con el juego, mis instintos totalmente desplegados así me lo pedían, pero tenía terror de despertar a José.
Decidí doblegar mis ganas de avalanzarme sobre Manuel y comenzar a percibir con los sentidos totalmente concientes al joven macho que tenía detrás.
Primeramente me concentré en mis espaldas para ver si podía percibir sus pezones erectos, me costó un poco calmar mi mente pero finalmente lo logre!!!!!!!!!!
Senir esos pezones subiendo y bajando de una manera apenas perceptible en mis espaldas me produjo una sensación de triunfo espectacular, lo intenté con las piernas, hasta el momento solo podía sentir el peso de su pierna sobre las mías, me concentré en sentir sus vellos rozando los míos y también lo conseguí, con estos dos logros ya me sentía casi un meditador, pero un movimiento de Manuel me volvió a la realidad.
Quitó su brazo de encima de mi torso y torpemente comenzó a querer bajarme los boxer, me moví apenas para ayudarlo, consiguió hacerlo, ya tenía mi culo peludo a su disposición.
Lentamente adelanté una pierna para que mi argolla quedara más expuesta, sentí cuando Manuel se metió el dedo mayor en la boca y luego lentamente me lo introdujo en el culo, al tocarme la próstata mi cachondez llegó a la estratósfera, me apoyó la punta de su glande que, a decir verdad, no necesitaba más lubricación, estaba totalmente gomosa y caliente.
Moví nuevamente las piernas y contuve la respiración cuando ese glande, gomoso y caliente, como ya dije, hizo presión sobre mi culo, puede sentir cuando comencé a perder las arrugas que lo forman, introdujo la cabeza.
Qué placeeeeeeeeerrrrrrrr!!!!!!!!!!!!!!
Seguí sin moverme, la parte activa había dejado en sus manos, de un golpe seco pero contínuo me la metió hasta la mitad, ahogué un grito, ahora de otra estocada hasta los huevos consiguieron su ubicación.
Me bombeaba con lentitud, me la sacaba totalmente, me la volvía a introducir, cada vez que entraba me obligaba a abrir desmesuradamente los ojos para evitar pegar un grito, estábamos totalmente enfrascados el uno en el otro cuando de pronto, un rayo ilumina la escena, veo a José totalmente desnudo mirándonos con lascivia, no sabía cuánto tiempo hacía que estaba despierto, pero me di cuenta, por su mirada, que, a partir de ese momento valía todo.
Estiré una mano, me prendí del mástil de José, no era tan grande, ya lo había dicho, pero para mi sorpresa era tremendamente grueso y estaba totalmente empalmado, parecía de piedra pero caliente.
Sin hablar, José se colocó boca arriba y abrió las piernas, yo me acerqué a su pija y comencé a jugar con ella, ese movimiento dejó mi culo al aire ya que quedé medio arrodillado y Manuel aprovechó para arrodillarse detrás de mí y con un movimiento brusco de sus rodillas me obligó a abrir lo más posible las piernas.
Me sorprendió su brusquedad luego de tanta sutileza en los momentos anteriores, pero lo dejé hacer, me gustan los juegos bruscos.
La situación era completa, la luvia, la tranca de José en mi boca, sus jadeos, la verga de Manuel enterrada en mi culo, creen que se puede pedir algo más de esta vida?. Yo estoy seguro que no.
Me pusieron boca abajo, Manuel con autoridad se prendió de mis tobillos y levantó mis piernas por encima de sus hombros, mi culo hambriento y peludo quedó expuesto y palpitante, José se sentó en cuclillas sobre mi cara, me dejó el culo a la altura de la boca para que me entretuviera con él, Manuel me la metió hasta el fondo mientras besaba con pasión a su padre y le decía:
Le amooooooooo!!!!!!!, quiero ser suyo nuevamente, por favooooorrrrrr!!!!!!!!!
Estas palabras me excitaron hasta el paroxismo, por primera vez tenía la oportunidad, si José aceptaba, de ver a un padre clavar a su hijo, debido a estas palabras de Manuel, me pareció más oportuno mamarle la verga que el culo a José, de ese modo la tendría bien dura y lubricada la tranca si se daba la ocasión de enterrársela a su hijo.
Manuel en tanto estaba enfurecido enterrándome porque su padre no le había contestado, me dolía el ojete, la fricción era constante e intensa, su verga adquirió todavía un tamaño mayor y se vino dentro mío con una cantidad de semen impresionante, yo acabé inmediatamente después salpicando la cara de José.
Qué sorpresa fue para mi ver a José que, por encima mío, se acercó a Manuel y le dio un soberano beso con el semen mío que le había caido en los labios.
Manuel al sentir el contacto con su padre se empalmó de nuevo inmediatamente, yo oficiaba de espectador totalmente hipnotizado con la escena del padre jóven aun con su hijo recién salido de la adolescencia, los dos eran espléndidos ejemplares de machos, sobre todo porque al físico había que agregarle la brusquedad de movimientos propios de la vida que habían llevado.
José puso a Manuel en cuatro patas y le apoyó la verga en el orto, Manuel no podía más de excitado y de un golpe mandó su culo para atrás y se enterró solito, ambos gimieron tan fuerte que apagaron el sonido de la lluvia.
Yo estaba loco, había perdido todas mis inhibiciones, me acosté boca arriba entre las piernas de José y comencé a reptar para lograr colocar la cabeza debajo del culo de Manuel y la poronga de José, conseguí ubicarme, sentía los ruidos del mete y saca y algún relámpago iluminaba de vez en cuando ese pistón, con años de uso, penetrando ese culo joven, el olor a sexo se mezclaba con el olor a tierra mojada que entraba por las aberturas del rancho.
Manuel decía
Papaaaaaaaaaaaaa, deme la lechita por vavooooooooooor!!!!!!!!!!!!!!!
A lo que José respondía
Ya se la voy a dar mi hijito, siéntala mientras tanto
Mi papa me quieeeeeeere!!!!!!!!!!!!
Si mi hijito lo quiero mucho
Yo en tanto solamente podía mirar el mete y saca y por momentos apoyar la boca en la pija de Manuel que me quedaba a tiro y estaba terriblemente dura, me comencé a masturbar, sentía el roce de las piernas de José en los hombros, el olor a sexo que emanaban y chupaba la tranca de Manuel a la vez
En medio de gemidos, suspiros y hayes nos corrimos los tres de manera super abundante, nos quedamos abrazados por un rato hasta que nuestras respectivas respiraciones alcanzaron un ritmo normal.
Aproveché los momentos de relax para acariciar esas fuertes piernas de los dos, peludas y con todos los músculos marcados, mamé a los dos hasta los últimos restos de semen que les quedaba en sus vergas, retorcí sus pezones, les apoyé los dedos en sus culos como para dejar bien claro que aquello no había terminado, simplemente había trascurrido el primer acto.
La lluvia amainó, salimos del rancho a la noche fresca, nos acercamos al río oscuro, nos metimos en el agua, se sentía caliente por contraste con la temperatura ambiente, nos bañamos con mucha tranquilidad, nos prodigamos algunas caricias más y nuevamente entramos al rancho, pero ahora a dormir.