El invitado

Xxx

Abre los ojos. Deben ser las 11:30. Poco a poco, deja que su cuerpo vaya despertando. Siente varias partes un poco entumecidas. Lentamente, tal y como su cerebro va procesando que está despierto, ella empieza a estirar despacio, sus brazos, piernas, cuello y espalda. Arqueándola hasta sentir su habitual y relajante “crack”.

Al levantarse y tras terminar con los hábitos adquiridos en años, se dirige a la cocina. Mmmmm se va a preparar un desayuno de los suyos. Está hambrienta. Y, sólo de pensar en ese zumo de naranja natural refrescando su garganta, la impaciencia y el hambre, hacen que su exprimidora vaya a mil.

Ha visto cinco llamadas perdidas de su madre, tres del trabajo, uno desconocido y unos cuantos wasaps. Pero se ha prometido que hasta que no termine su sabroso desayuno, no contestará ni devolverá llamada alguna.

Mientras continúa con su bendito ritual, observa por la ventana la ajetreada calle, llena de hormiguitas corriendo de aquí para allá. Los coches, esperan su turno para arrancar. Los conductores de las furgonetas de reparto, los pobres siempre en segunda fila, luchan para entregar los pedidos en hora. Ha llegado la furgoneta de una floristería muy conocida. Ohhhh y piensa: “ Qué alegría se llevará alguien. Qué bonito seguir recibiendo flores”.

Sabe que no se puede relajar demasiado pues tiene asuntos que hacer pero antes, sí, muy a su pesar, toca responder llamadas y mensajes. A la primera que decide llamar es a su madre. Espera que no sea nada urgente. Odia empezar el día con presión y prisas.

  • Hola mami! He visto tus llamadas. ¿Cómo estás?- Apenas termina la frase, su madre empieza....
  • ¡¡Ay gorda por Dios!! Me tenías preocupada. Te he llamado cinco veces y ya empezaba....
  • Mami, ya sabes que no duermo con el teléfono en el cuarto pero...- su madre interrumpe.
  • Ya Barbi, pero reconoce que no es muy normal. ¿Y si pasa algo algún día? ¿Cómo te localizamos? -Bárbara no deja que termine la retaíla de preguntas catastrofistas porque sabe cual es la respuesta.
  • Bueeeeno mamá, ¿qué es tan urgente?
  • Pues que Carolina me ha llamado para decirme que su sobrino llega hoy a Madrid. Estará varias semanas recorriendo España y que si por favor, podríamos dedicarle algún día. Una cena, una comida o lo que sea. Hija, lo siento pero yo me ausento porque la cita con aquel célebre médico la tengo mañana, y cojo el tren esta noche.
  • Pero mamáaaaa no sé quién es, ¿le conozco? ¡Vaya marrón coño! Tengo la fecha límite de entrega del proyecto pasado mañana, había quedado con unos compis...en fín, que no sé en qué momento cuadro a.......¿Cómo se llama?
  • Ricardo, Bárbara, Ricardo. Mira, sé que es un contratiempo pero es un favor y además hija, así sales un poquito, te da el aire y no sé...queda con tus hermanos o lo que sea. Gorda, Carolina te adora y has sido siempre su ojito derecho. Anda que os divertiréis seguro.
  • Vaaaaaleee. Espero que sea divertido al menos. Bueno, pásame datos de su llegada y me encargo.
  • ¡Gracias querida! Sí, ahora mismo te los paso. Oye, ¿nos vemos a mi vuelta y nos contamos, ok?
  • Sí mami. Que tengas suerte con el médico y nos vemos a tu vuelta. Te quiero.
  • Y yo mi niña.

Con ese cuerpo que se queda con una situación parecida, decide ponerse en marcha y ahora más que nunca, pues su agenda va más apretada gracias a Ricardito. El caso es que le sonaba ese nombre de algo.

Primero contacta con el invitado por teléfono, dejándole un mensaje escrito. No sale foto. Teléfono extranjero. Él responde ya desde el aeropuerto. Quedan en que él pasará a buscarla a casa sobre las 21:30.

Comienza su día de loca. Intenta priorizar las gestiones, llamadas y recados. El día transcurre movidito y un problema inesperado, hace que su gestión, se alargue más de lo que esperaba. “¡¡¡¡Dios!!!! ¡Qué tarde es! ¡Joder, porque siempre voy como las locas!” En 30 minutos, el invitado la recogería. Tiene que llegar a casa, ducharse, arreglarse etc etc.

Bárbara se quiere morir cuando al llegar a casa, ve aparcado un coche de gama alta. “Por favor que no sea él” piensa. Quedaban cinco minutos para la hora oficial. Ve salir del precioso y discreto coche a un hombre cuya presencia, ya deja muerto a cualquiera.

  • ¿ Bárbara?- Su corazón se le sale por la boca.
  • ¿Sí, Ricardo?- y como mejor puede disimula su corazón desbordante, su respiración agitada, y el temblor de sus piernas, que llevan todo el día corriendo.
  • Sí. Espero no haberte asustado.
  • No, no que va. Es....simplemente que lo siento. Perdona, pero es que ha sido un día de locos y llego tarde a nuestra cita.
  • No te preocupes. A todos nos puede pasar. Puedo esperar aquí con Cayo -¿Cayo? Se pregunta ella y cuando tuerce la cabeza un poco hacia la ventana, ve al chófer. Le saluda tímidamente con la mano, mientras Ricardo sonríe ante la reacción de ella.
  • ¡No por favor Ricardo!- se sentía tan mal que por educación y consideración, no puede dejar que espere en el coche y le invita a un vino arriba.
  • ¡Bajo ningún concepto! Sube y mientras yo me arreglo, te tomas un vino maravilloso que me trajo una amiga de Italia.
  • ¿Seguro? ¿No es molestia?- preguntó tan delicadamente que era imposible hacer otra cosa.
  • No por favor - y pensó: “ No me lo vuelvas a preguntar que te quedas con Cayito porque me estoy metiendo en un jardín yo solita que....”

Al entrar en casa, agradece infinitamente tener sus interruptores conmutables. Se encienden las luces indirectas que, estratégicamente, tiene repartidas por el salón, dejando una iluminación perfecta. Pone la radio y, tras algunas frases de cortesía, sirve dos copas de vino.

  • Por favor, siéntete como en casa. Me voy a poner en marcha porque la reserva la tenemos para las 22:30 y ya vamos justos.
  • Sí, sin problemas. ¿Te importa si echo un vistazo a las fotos? La verdad es que me encantan ver fotos. Por muchas razones.

Ella, que está con la angustia del tiempo, simplemente le responde: “ Sí, claro”. Y se dirige hacia el baño. Abre la ducha y empieza a desnudarse.

Acaba de entrar en la ducha, y como una jugada infernal del destino, no sabe que al entrar en su dormitorio, ha dejado la puerta entreabierta y el maravilloso espejo del armario refleja perfectamente su figura en la ducha.

Deja que el agua caliente calme tanta tensión, borre prisas, moje su pelo, acaricie su piel...

La ventana pequeña, que siempre mantiene un poco abierta, hace el resto. Permitiendo que el vaho salga y su figura se perfile de manera clara a través del cristal.

Ella, desconocedora de la situación, disfruta ese momento. Empieza por presionar sus sienes y partes de la cabeza para relajarse. El agua caliente ayuda a la sensación. Unta su cuerpo con gel de miel y mango. Pasa su mano por sus brazos, la espalda, los muslos. Acaricia sus partes más íntimas. El olor a mango, la suave espuma y el agua caliente, le están dando un placer que, aunque cotidiano, en ese mismo momento, le está sabiendo a gloria.

Mientras deja que su cuerpo sea invadido de placer, Ricardo, no puede evitar mirar al espejo del dormitorio. Al principio, se corta y ruboriza levemente con media sonrisa picarona. Pero se da cuenta de que, sin moverse del sofá, está presenciando una imagen que, ni por un segundo, contaba con encontrarse. Vivida ya, sí. Pero no con ella. Ella. Su corazón se acelera. Ella seguía teniendo esa maravillosa sonrisa que él recordaba. Sus bellos ojos, seguían siendo un libro abierto.

Observa cada movimiento que hace con su cuerpo. Ve como ella se abandona bajo el agua. Deja que la inunde. Ella cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás. Pasa los dedos por su pelo, que presionan por tramos, su cráneo empapado. Se agacha. El agua cae sobre su espalda. Ella se ha incorporado. Tranquilamente, pone gel en su mano y empieza a tocarse los brazos, se frota la espalda y él detecta los músculos tan bien marcados en su fisionomía. Sus pezones duros marcan un pecho firme. El efecto de la espuma cayendo lentamente por su cuerpo, a la vez que ella se pasa la mano, es realmente excitante. Esa mano libre y enjabonada, sigue su curso hacia los muslos y hace una parada, antes de ser enjuagada, en su sexo. Da un sorbo a su copa de vino, y siente cómo su sangre se acelera en segundos. Nota la presión. Pero ahora mismo, no quiere perderse ni uno sólo de sus movimientos. Esa visión la grabará en su retina para siempre. Cuando ella se gira un poco para aclararse, su culo recibe el aluvión de espuma. Ese cuerpo mojado, abandonado al placer, le invita a pecar. No puede controlar todas las sensaciones que han despertado en él.Cierra los ojos.

Se levanta despacio y se dirige al dormitorio. La fragancia a miel y mango le indica el camino.Entra en el baño. La ve de espaldas. Queda quieto un minuto. Ella se gira y lo ve. No hace nada. Se queda fija bajo el agua. Mirándole. Su mirada dice muchas cosas. "¿Qué me quieres decir?" piensa él dubitativo.

Sigue su instinto y lentamente, se desabrocha la camisa. No se quitan la mirada de encima. La deja caer junto con la bata de seda. Continúa con el pantalón, mientras piensa en todo lo que le apetecería hacerla. Su mente se dispara, y un sinfín de posturas, aparecen luchando entre ellas para ser la primera. Para empezar, la pone de espaldas a él. Le coloca sus manos contra la pared. Mientras deja que el agua siga regando su cuerpo, la observa despacio. Sus brazos extendidos, sus manos abiertas en la pared, su pelo mojado cayendo por su cuello, sus piernas semiabiertas...es simplemente una imagen brutal.

Pasa su mano por esa espalda que hace unos instantes, estaba pidiendo ser acariciada. Es suave, tersa. Su sexo lleva preparado rato pero todavía desea disfrutar un poco más de esa diosa bajo la ducha. Cierra los ojos y se agacha hasta que, su lengua se detiene en la cueva mejor perfumada que él jamás haya olido. Su olor invita a ser devorado y así hace. Comienza a lamer. A desearlo. Sube y baja su lengua, recorriendo el camino curvo que termina en la maravillosa redondez de sus glúteos. Nota cómo ella empieza a jadear de placer. Sigue lamiendo y aprovecha para introducir su dedo corazón, lentamente. “Oooohhhh” -ella se muerde el labio. No sabe si va a durar mucho en esa postura pues lo que está deseando es, penetrarla.

Utiliza la pequeña ventana para que ella pueda agarrarse y así poder proporcionarle todo el placer que ella se merece. Sus cuerpos empiezan a bailar juntos. Seguramente, una de Leonard Cohen. Los dos acompasados a la perfección. Los dos disfrutan. Los dos se dejan arrastrar por ese agua que, ahora, parece una corriente violenta que desemboca en una catarata de alta caída. Tan alta como sus orgasmos.

  • Ricardo, ¡ya salgo!

(Silencio) Bárbara sale de su cuarto, completamente arreglada y lista para salir. Estaba preciosa. El vestido le sienta como un guante. Da una vuelta sobre ella para mostrarse. Ella llevaba un rato apurada por la espera, aunque sólo había tardado quince minutos en todo, y le pareció un gesto simpático para suavizar, la posible molestia que tendría Ricardo por esperarla. Lo que no se podía imaginar es que, el mismo Ricardo, le hubiera pedido unos minutos más. Obviamente, para sobreponerse.

  • ¡Wow! Estás preciosa. ¿Lista entonces?
  • Sí, cojo mi bolso, algo que me he dejado en el baño y salimos.

Bárbara entra en el baño y con una sonrisa muy, muy, muy picarona, coge su barra de labios y al ver su bata en el suelo, sonríe.

Si el invitado supiera de la fiesta que se ha dado ella con él en la ducha, se moriría.