El invitado (2)

Continua la obsesión de Eli por el primo de su marido, llegando a involucrar en su lujuria a su propia hermana

EL INVITADO II

Joul Negro.

Antonio le propuso un viaje de cinco días a la playa y Eli aceptó. Antonio necesitaba alejarse del poder de su primo Iván, una constante amenaza que le angustiaba, que le robaba el sueño cada vez que se metía en la cama. Tenía miedo por Eli, conocía a su primo y no dudaba de que a las primeras de cambio podría insinuarse, incluso coaccionarla revelándole la verdad. Él amaba a su mujer, sus tendencias homosexuales las dejó atrás cuando conoció a Eli, la mujer de su vida. Pero la amenaza se cernía sobre él cada vez que se cruzaba con Iván. No quería ni pensar en la vergüenza que supondría que todo saliera a la luz, que Iván publicara las fotos que le entregó de su madre desnuda. Iván poseía el poder de arruinarle, de ahí el temor a contrariarle. Por su parte, Eli creyó muy conveniente el viaje, creyó conveniente alejarse de la seducción que le provocaba aquel cerdo. Había gozado como una loca con un joven que además resultaba ser primo de su marido, un joven que la había dominado hasta los límites de la humillación. Había supuesto una obsesión enfermiza, involuntaria e irremediable, que debía olvidar a toda costa. Haría todos los esfuerzos necesarios por recuperar su dignidad, superar aquel desliz, al fin y la cabo, Antonio era el hombre de su vida.

Durante su estancia en la playa, ella intentó olvidarse de lo sucedido, aunque a veces su cabeza rememoraba los actos en la cabaña y sentía la necesidad de masturbarse. Cuando su marido le hacía el amor, Eli pensaba en Iván como el hombre que la penetraba. Temía fracasar en su intento por subsanar su ninfomanía. La suerte estuvo de parte de Antonio en aquellos días de vacaciones. Recibió una llamada de su primo Iván en la que le informó de que había encontrado un trabajo de repartidor en la ciudad y que se trasladaba a un piso con un compañero. Le agradeció su hospitalidad y le dijo que ya le llamaría. Antonio respiró tranquilo, su primo abandonaba la casa y se iba a la ciudad. Como loco, se lo comunicó a su mujer.

  • Ya se va, menos mal, ya me estaba empezando a agobiar.

Eli sufrió una mezcla de sentimientos ante la noticia. Con la ausencia de Iván, su vida perdía emoción, perdía ese morbo por ser su objeto sexual, pero a la vez entendió que quizás fuera lo mejor para enmendar su gravísimo error. Cuando regresaron al pueblo, la vida volvió a la normalidad. Antonio con su ritmo de trabajo, con sus agobios laborales, con su estrés, aunque más relajado por la marcha del primo, y ella con su monotonía, con sus labores de casa, sin que nadie la deseara como Iván la había deseado. Pero los recuerdos de la tarde en la cabaña no dejaban de atosigarla y la obligaban a masturbarse para saciar su vicio, masturbaciones desesperadas con las escenas de la cabaña visionándose en la mente. Notó que cada vez se encontraba peor, que los esfuerzos servían de muy poco. Una mañana decidió tantearle y le llamó al móvil.

  • ¿Qué tal? Te fuiste sin despedirte.

  • Me salió el trabajo de pronto y un compañero me ofreció un sitio en su piso. No pude rechazarlo. Pagan bien, aunque doy muchas horas. ¿Cómo estás?

  • Bien, bueno, como siempre.

  • ¿Y mi primo?

  • Ya sabes, con lo suyo.

  • Cuando quiera quedamos para echar otra partida.

Eli sintió miedo de ser tan directa.

  • Qué malo eres.

  • Bueno, guapa, te dejo. Un beso.

Eli lamentó su cortedad, la oportunidad perdida, pero era incapaz de confesarle que le necesitaba para satisfacer su lujuria. Aún interpretaba el papel de niña ingenua. Transcurrió una semana. Eli cada vez se sentía más agobiada, se masturbaba con más frecuencia y no pasaba un momento sin que reviviera las escenas de la cabaña. Dejó de hacer el amor con su marido bajo la excusa de que le dolía la cabeza. Hubiese dado millones por pasar un rato con él. Ya no podía más. Estaba obsesionada. Como quiera que fuese, necesitaba saciar sus acalorados sentimientos.

Ideó un plan. Un día le dijo a su marido que unas amigas de la facultad la habían invitado a una despedida de soltera en la ciudad y que volvería tarde. Se arregló con esmero para él, quería que la viera guapa y atractiva, quería cautivarle, ser su único deseo. El pelo se lo peinó con una cola de caballo, se colgó un collar de perlas y unos pendientes a juego. Eligió unos zapatos de tacón y después se atavió con un vestido color negro muy sencillo, de manga larga, cortado a cintura con un lazo a la espalda, de una línea muy fluida, estrecho en el tórax para resaltar el volumen de sus pechos, y ligero de cintura para abajo, con un largo al límite de las rodillas, muy juvenil. Eligió unas bragas nuevas recién compradas, compradas pensando en Iván. Era un diminuto tanga con la delantera de muselina, dobles cintas laterales enlazadas en la espalda a una pieza rectangular de brillantes, de donde salía la fina tira insertada por el culo. Para los pechos, un sujetador copa con aros y dobles tirantes cruzados en la espalda y sujetos a una pieza brillante similar a la del tanga. Con un vestido así no daría el cante, quería que Iván creyera que todo se trataba de una mera casualidad. Por si acaso, volvió a esconder las llaves del coche de Antonio.

Emocionada, se trasladó hasta la ciudad. Eran las nueve de la noche y estaba oscureciendo. Hacía bastante calor. Aparcó en una gasolinera y extrajo el móvil con decisión. Marcó el número de su amante.

  • ¿Iván?

  • ¡Eli! ¿Cómo estás?

  • ¿Qué tal?

  • Bien, ¿y tú?

  • No, es que estoy en la ciudad para cenar con unas amigas de la facultad y bueno, no sé, si quieres que luego tomemos una copa -. Cerró los ojos, abochornada y temerosa, aunque sólo la tensión la ponía cachonda.

  • Vale, estoy con unos amigos tomando unas cervezas en el pub de la plaza, ven cuando quieras y charlamos.

  • Vale, si puedo, me paso, ¿vale?

Colgó y tragó saliva. Le temblaban las manos. Estaba con unos amigos. Aguardó media hora montada al volante sin saber qué hacer. Estaba arrastrándose como una perra ante alguien que la vejaba y humillaba mientras el bueno de su marido se aburría en casa. Paseó durante un rato sin parar de consultar la hora. Tenía que hacer tiempo si quería ir a verle. Aguantó otra hora más deambulando por las calles y se metió en un bar para beberse dos copas de ron. Fueron tres copas. Necesitaba serenar sus nervios. Estaba enferma. Cinco minutos después de las once, se envalentonó y se desplazó hasta la plaza. Era un pub pequeño y estaba atiborrado de gente muy joven, de veinteañeros que la desnudaban con la vista. Una mujer madura, fina y elegante, abriéndose paso entre aquella panda de babosos. Encontró a Iván rodeado de amigos en un recodo de la barra. Vestía un pantalón de chándal ajustado y llevaba una camiseta corta de tirantes, color negro. Parte de su enorme panza le sobresalía por debajo. Estaba asqueroso con aquella ropa mugrienta y con las manos sucias, como si acabara de salir de trabajar. Sus compañeros presentaban el mismo aspecto desagradable. No paraban de beber cervezas. Eli llamó su atención levantando la mano y todos se giraron boquiabiertos cuando pasó entre ellos para darle dos besos al primo de su marido.

  • Mirad, chico, la mujer de mi primo, el notario. ¿A qué es guapa?

Las miradas la bombardearon. Tuvo que besar las caras sudorosas de todos aquellos cerdos, entre los que se encontraba Luís, el compañero de piso de Iván, otro gordinflón con la panza pronunciada y blandengue. Tras las presentaciones, se colocó junto a Iván, quien permanecía sentado en un taburete. Le soltó una palmadita en el culo, por encima de la falda del vestido.

  • ¿Qué tal?

  • Bien, bueno, como siempre -. Ella le palpó la barriga -. Hay que perder.

  • ¿Qué te apetece tomar?

Durante las dos horas siguientes tuvo que aguantar aburridas conversaciones de hombres y las miradas de todos aquellos cerdos, especialmente la de Luís, a quien probablemente Iván le habría contado las escenas de la cabaña. Estaba nerviosa por el reloj. Se estaba haciendo demasiado tarde y ella soportando las descaradas miradas de aquellos jóvenes. Los amigos fueron marchándose, incluso Luís, hasta que por fin se quedó a solas con él.

  • Tenemos que cerrar - les advirtió el camarero.

Iván apuró el cubalibre y abandonaron el local. Eli consultó la hora. Casi las dos y media de la madrugada. Qué pérdida de tiempo, lamentó para sí misma.

  • Te acompaño al coche - se ofreció Iván. Aquello se terminaba sin haber conseguido lo que ella buscaba -. Me tomaría otra copa contigo ahora que estamos solos, pero ya está todo cerrado.

No podía desaprovechar la oportunidad y se lanzó.

  • En la cabaña tengo whisky, ¿si te apetece otra? Y así charlamos...

  • Venga.

Fueron cada uno en su coche. Durante el trayecto, la cabeza de Eli no paró de dar vueltas, confundida entre el remordimiento y la emoción. Lo que estaba haciendo era imperdonable, se había convertido en una zorra adentrándose en un juego demasiado peligroso. Cuando llegaron a la cabaña eran más de las tres. Seguro que el memo de su marido ya la estaría echando de menos mientras ella se encontraba a un paso de mamar la verga de su primo. Nada más entrar, Eli encendió las luces y se dirigió hacia la percha para colgar el bolso. Iván se encendió un cigarrillo, aún de pie junto a la puerta.

  • Quítate el vestido - le ordenó tras la primera calada -. Estarás más cómoda. Y dame una copa.

Eli se volvió hacia él y ante sus ojos se sacó el vestido por la cabeza. Iván volvía a recrearse con aquel delicioso cuerpo. Observó el tanga con la delantera de muselina donde se le transparentaba con claridad el vello del coño, su vientre liso y sus gigantescos pechos, aunque esta vez los llevabas más ajustados y tapados por las copas del sostén.

  • ¿Whisky?

  • Sí. Y suéltate el pelo, estás más guapa.

Acató la orden y se retiró la horquilla para soltárselo, después se dirigió al mueble para preparar la copa. Iván aprovechó para gozar de su culito, con la tira del tanga oculta en la raja y con la pieza brillante reluciendo en su cintura. Era como disponer de una puta a su servicio. Cuando se giró para entregarle la copa, vio que se había quitado el pantalón del chándal y se había quedado la camiseta. Llevaba un slip blanco ajustado donde se apreciaban manchas amarillentas, tal vez de orín reseco. Sólo verle sus piernas, la base de su barriga y el bulto le produjo un cosquilleo en la vagina, a pesar del mal olor que desprendía y del sudor que comenzaba a empapar su asqueroso cuerpo. Tomó asiento en una hamaca y enseguida colocó los pies encima de la mesa de cristal. Eli, frente a él, le entregó la copa.

  • Dame un masaje en los pies, tú sabes cómo relajarme.

Al otro lado de la mesa, Eli tomó su pie izquierdo y comenzó a masajearlo lentamente hundiendo los dedos en la planta y el empeine. Iván le daba sorbos a la copa sin parar de observar las transparencias de sus bragas y el leve vaivén de los pechos. Pasó al pie derecho. Pudo fijarse en el contorno del pene y en cómo iba hinchándose.

  • ¿Te gusta así? - le preguntó.

  • Lo haces muy bien.

  • ¿Quieres que te chupe el dedo?

  • Hazlo.

Se curvó más hacia el pie y comenzó a lamer el dedo gordo del izquierdo como si fuera un diminuto pene. El olor apestaba, resultaba insoportable, pero la lujuria se multiplicaba con aquella vejación.

  • Mírame mientras me los chupas...

Ahora se los lamía con la lengua fuera, insertando la punta entre los dedos y ensalivándolos por todos lados mientras procuraba mirarle a los ojos. A veces abría la boca al máximo para meterse todos los dedos a la vez. Cuando pasó a lamerle el pie derecho, numerosas babas resbalaron de sus labios y algún hilo quedó enganchado a su barbilla desde el otro pie. Sentía la necesidad de tocarse el coño, pero se abstuvo y se dejó llevar por aquella dominación.

  • Échame otra copa.

Eli se incorporó y se limpió los labios con el dorso de la mano antes de dirigirse al mueble y exhibir su trasero al primo de su marido. Los tacones le permitían contonearlo con estilo. Cuando se giró hacia él para entregarle la copa, vio que había bajado las piernas y las mantenía separadas. Vio el pene hinchado tras el mugriento slip. Aguardó su nueva imposición, de pie, frente a él, en silencio, mientras se encendía un cigarrillo y le daba un sorbo a la copa. Intentó comprender el alcance de su lujuria, allí, dejándose dominar por aquel asqueroso cerdo.

  • Ven, anda, siéntate conmigo.

Eli rodeó la mesa, se metió entre sus piernas y se sentó en su muslo izquierdo. Sintió su fino culito rozando aquella piel áspera y peluda. Apestaba a sudor y alcohol. Iván soltó el vaso en la mesa y le acarició la espalda con la yema de los dedos.

  • Estás tan buena - cogió el vaso y lo acercó a la boca de Eli -. Bebe -. Ella bebió hasta que le retiró el vaso -. ¿Y tu marido?

  • Muy tarde voy a llegar.

  • Te pongo cachonda, ¿verdad?

  • Bueno... Lo pasamos bien, ¿no?

Iván se incorporó y la rodeó con sus brazos para achucharle las tetas con rudeza, hasta el punto de sacar parte de ellas por fuera de las blondas del sostén. Un pezón quedó a la vista. Sentía su aliento en la nuca. Le apretujaba las tetas y las zarandeaba sujetándolas por la base.

  • ¿Me quito el sujetador?

  • Hazlo.

Eli se desabrochó el sostén y liberó sus enormes tetas para que él se recreara sobándolas rudamente.

  • Me gustan tus tetas. ¿Estás cachonda?

  • Un poco, bueno, sí, un poco... - contestó abochornada.

  • Eres mi puta, ¿verdad? Te gusta serlo

Eli se sonrojó.

  • Nos divertimos...

Iván le atizó una severa bofetada y le volvió la cara hacia él.

  • Contesta.

  • Sí.

  • ¡Contesta! - gritó serio, ya fruto de su borrachera.

  • Soy tu puta.

En ese instante, le metió la mano derecha dentro de la braga para refregarle el coño vertiginosamente, frotando los dedos duramente entre los labios vaginales. La braga se tensaba dados los precipitados movimientos. Ella contrajo todo su cuerpo al sentir el rudo roce de los dedos en su vagina. Le miró con el ceño fruncido y la boca abierta mientras le atizaba las severas refregaduras. Las tetas se vaiveneaban al son del brazo de Iván. Su culito se acunaba en aquel muslo peludo. Enseguida el placer la electrizó y comenzó a jadear. Se echó sobre él, con la cabeza en su hombro y los pechos sobre la sudorosa camiseta. Él prosiguió masturbándola con la mano por dentro de la braga durante al menos dos minutos.

  • Te has corrido hija puta - retiró la mano y la subió para que ella le lamiera los flujos impregnados en los dedos y en la palma -. Siempre serás mi putita, ¿Verdad?

  • Sí - jadeó extasiada.

Iván cogió un cigarrillo y ella, insatisfecha, se sentó encima de su muslo a modo de caballo, mirando hacia él. Y, alocadamente, se puso a refregar el coño por todo el muslo, con las tetas balanceándose cada vez que se meneaba y con la mirada perdida en el placer. Iván, sonriente, la observaba mientras fumaba y bebía, a veces la agarraba de la nuca y le acercaba la cabeza para besuquearla en la cara. Ella metió las manos por debajo de la camiseta y se recreó unos minutos acariciándole la abultada barriga. Terminó subiéndosela y acercando la cabeza para lamerle las tetillas de su pecho peludo y empapado por el sudor. Sus tetas rozaban aquel vientre grasiento y sudoroso. Deslizó la lengua por la panza hasta pasar por los pelos del pecho y llegar hasta el cuello. La mano izquierda la bajo para estrujarle el bulto del slip. La derecha la metió por detrás para sobarle la espalda y parte de sus nalgas. Aún continuaba sentada en el muslo. No pudo aguantar y metió la mano por dentro de aquel calzoncillo amarillento por la suciedad. Le sobó los huevos con la palma abierta y dejó escapar el pene por fuera del slip. Se la agarró y se la meneó con lentitud.

  • ¿Quieres que te haga una paja?

  • ¿Te gusta mi polla?

  • Sí.

  • Hazme una mamada.

Eli se bajó del muslo y se arrodilló entre sus piernas. Dejó por fuera del slip el largo y grueso pene y los testículos, después sujetó la verga por la base con la mano derecha y la comenzó a lamer con lentitud, a modo de helado, metiéndosela entera y extrayéndola con la lengua fuera, empapando todo el glande de saliva. La izquierda la empleaba para acariciarle los muslos y la barriga. Iván soltó la copa para revolverle el cabello mientras se la chupaba. Pronto cerró los ojos para jadear. Entonces Eli se la sacudió deprisa procurando que el glande le rozara la lengua. Unos segundos más tarde la polla salpicó leche contra el rostro de Eli, algunos goterones cayeron sobre el vello y unos resquicios se deslizaron hacia los huevos. Ella, a pesar de la corrida, continuó mamándosela, absorbiendo todo el semen, chupándole los testículos a base de lengüetazos, relamiéndose sus propios dedos manchados, sin parar de masturbarle.

  • Joder, vas a conseguir que me corra otra vez...

  • ¿Te gusta? - le preguntó mirándole como una sumisa, sacudiéndosela vertiginosamente.

  • Sí... Lo haces muy bien... No sé si voy a poder contenerme - reconoció -. Sabes a qué me refiero. Me tienes muy cachondo.

  • ¿Quieres follarme? - se atrevió deseosa.

  • Estás deseando que te folle, jodida zorra.

  • Pero, es peligroso, ¿no? No tenemos preservativo.

  • ¿Te han follado por el culo?

  • No.

  • ¿Quieres probarlo?

  • Lo que tú quieras, Iván.

Iván se levantó. Aún llevaba el slip, aunque con la verga y los huevos por fuera. Ella permaneció arrodillada ante él, mirándole a los ojos, aún con goterones de semen repartidos por su rostro, sacudiéndosela pausadamente, sin dejar de acariciarle las robustas piernas.

  • Levanta -. En cuanto se levantó, Iván la agarró bruscamente de los pelos y le echó la cabeza hacia atrás. Eli abrió los ojos y la boca tras un leve quejido de dolor. Le asestó unas palmaditas en la cara - Eres mía. Quiero oírtelo decir.

  • Soy tuya.

Iván le escupió. La saliva cayó justo dentro de la boca de Eli. Apenas reaccionó. Volvió a escupirle. Esta vez la saliva se estrelló bajo su nariz.

  • ¿Quieres follar?

  • Sí.

  • Quiero oírtelo decir.

  • Fóllame, por favor.

  • Venga, a la habitación.

La soltó de los pelos para darle un sorbo a la copa. Eli, obediente, se dirigió hacia la habitación donde se encontraba el camastro. Se limpió la saliva con el dorso de la mano. Su ninfomanía enfermiza la empujaba hacia la lujuria más perversa, consintiendo humillaciones como las que ejercía Iván sobre ella. Estaba muy caliente, la vagina le ardía, estaba deseando ser poseída por aquel pene que la había embrujado, quería probarla dentro de sus entrañas, no separarse de ella. Él la siguió con la copa en la mano, con los ojos fijos en aquel delicado culito que pensaba taladrar.

  • Ponte a cuatro patas - le ordenó.

Eli acató la orden. Se subió en la cama y se colocó a cuatro patas, con la mirada dirigida hacia la pared y el trasero hacia su agresor. Las tetazas le colgaban como las ubres de una vaca.

  • ¿Así?

Con la misma brusquedad, le tiró del tanga hacia abajo y la dejó con el culito al aire. Iván se arrodilló tras ella y comenzó a sacudirse la verga.

  • Ábrete el culo.

Tuvo que apoyar la cabeza en la almohada para echar los brazos hacia atrás y abrirse la raja. Sintió un escupitajo en el ano y enseguida la yema de un dedo esparciendo la saliva. Volvió a escupirle repetidas veces hasta ensalivarlo. Después comenzó a penetrar la polla en el delicado agujerito. Ella resopló abordada por un sudor frío. Se la metió muy despacio hasta que los huevos chocaron contra los labios vaginales y se mantuvo quieto unos segundos con la verga dentro del culo. Ella se quejaba con jadeos dolorosos, procurando abrirse la raja al máximo, como si así le facilitara la penetración. La anchura de la verga le había dilatado tanto el ano que sintió calambres en su cadera. Iván se movió levemente sacándola sólo unos centímetros, pero volvió a introducirla con la misma lentitud. Ella bufaba envuelta en sudor, empapando la almohada, con los ojos vueltos, dolorida y sin poder concentrarse en sus ardientes deseos.

  • Me duele - se quejó.

  • ¡Cállate!

Iván comenzó a menearse más deprisa asestándole brutales embestidas, extrayendo media polla y clavándola duramente hasta el fondo. Eli pasó de jadear a chillar, chillaba como una loca. Retiró las manos de su culo y agarró con fuerzas las sábanas para resistir las duras embestidas. Él la penetraba con extrema dureza, sin emitir ningún sonido, a modo de castigo, acariciándole la espalda y las nalgas. Poco a poco fue acelerando las embestidas y aumentando los gritos de Eli. La verga, con el culo dilatado, ahora se deslizaba con más vértigo. De pronto, la sacó del culo.

  • ¡Chúpamela, chúpamela, vamos, coño!

Eli se incorporó y se volvió hacia él a toda prisa colocándose a cuatro patas. Iván se sentó sobre sus talones sin parar de sacudírsela. Ella abrazó el glande con sus labios mientras él mismo se masturbaba. Estaba calentita, recién salida de su culo. En pocos segundos, la polla comenzó a verter leche en la boca de Eli. Una arcada la obligó a escupir sobre las sábanas. Él continuó salpicándole el rostro hasta que, derrumbado, se sentó contra la pared. Eli cerró los ojos acezando como una perra, con babas blanquinosas resplandeciendo en sus labios y colgando de su barbilla. Se incorporó y se subió el tanga tratando de recuperar el aliento. Él permanecía adormilado.

  • ¿Te ha gustado?

  • Me ha dolido un poco.

  • Eso es la primera vez. Límpiame.

Eli le cogió la verga y se la secó con las sábanas.

  • Es tarde, Iván, tendríamos que irnos.

  • Sí, mañana a madrugar. ¿Te lo has pasado bien?

  • Sí... - sonrió como una tonta -. Muy bien...

Cuando quiso llegar a casa, eran más de las cinco de la madrugada. Su marido la esperaba despierto y muy preocupado, pero ella se excusó alegando que habían estado tomando unas copas en casa de una de las amigas. Cómo decirle que había estado follando con su primo, dejándose dominar por él, permitiendo unas guarradas impensables. Con la excusa de la juerga, decidió no ir a la oficina y se quedó en la cama cuando Antonio se marchó a la mañana siguiente. Revivió las escenas de la cabaña una y otra vez, el sabor de la verga, de la leche, del sudor y de su saliva. Se masturbó evocando cada instante. El poder lujurioso que Iván ejercía sobre ella parecía insaciable y cada vez más peligroso. Sentía un agudo escozor en el interior del ano, incluso había sangrado. No podía seguir así, tal vez una solución fuese acudir a un psicólogo para contarle que se había convertido en una adicta al sexo. Telefoneó a su hermana Laura, de veintidós años, una chica monísima con la que siempre había compartido sus secretos. Era una chica comprensiva. Antes de que llegara Antonio, Laura se pasó por casa.

  • Tienes mala cara, hermanita, ¿dónde estuviste ayer? ¿Quiénes son esas amigas de la facultad?

  • Tengo un lío con el primo de Antonio.

  • ¿Cómo?

  • Una noche me pasé con el alcohol y fuimos a follar a la cabaña. Se me fue la cabeza, no sé que me pasó, pero, malditasea, nos hemos liado un par de veces.

  • Pero, Eli, por favor, ¿con ese tío gordo y feo? Pero, Eli, cómo has podido...

  • Nos divertimos, es un rollo sólo sexual que me vuelve loca. Hacemos cosas, que no sé, es alucinante. Ayer lo hicimos por detrás. Apenas puedo moverme.

  • ¡Joder, hermanita, vaya desliz! ¿Tan fiera es?

  • Me tiene loca.

  • ¿Y es verdad que la tiene tan grande?

  • Así - Eli separó las manos para mostrarle el tamaño -. La de Antonio al lado de la de Iván es un dedo meñique. Y folla como tú no te puedes imaginar. Me tiene absorbida.

  • ¿Y qué piensas hacer? - le preguntó Laura alucinada -. Tienes que tener mucho cuidado.

  • Lo sé, lo sé.

Tres días más tarde, Eli se encontraba en la notaría cuando vio a Iván salir del despacho de Antonio. Nerviosa por la inesperada visita, se acercó y se detuvo a la altura del escritorio de Laura cuando vio que él se volvía para saludarla.

  • Hola, Eli...

  • ¡Iván! ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí?

  • A firmar un préstamo. Y gratis. Con un primo notario... Estás muy guapa.

Eli lucía un vestido de corte envolvente, de gasa, con un cordón anudado a la cintura, bastante ceñido al cuerpo, negro con flores estampadas color malva, mangas acampanadas, aberturas laterales y un escote muy pronunciado a pico, todo ello complementado con el pelo suelto y tacones. Se giró hacia Laura.

  • Mira, Iván, te presento a mi hermana Laura.

  • Hola, qué tal...

Ambos se besaron en las mejillas.

  • No me habías dicho que tenías una hermana tan joven y tan guapa.

  • Vaya, gracias.

Iván la examinó con detenimiento. Era una pija monísima, delgada, con el pelo moreno y ondulado, ojos verdes, labios gruesos y sensuales, con pechos del tamaño de una mano, picudos, y con un culo algo más plano que el de su hermana. Iba con un pantalón corto de color blanco que le permitía lucir sus piernas y una camisa roja estrecha en la cintura. Héctor, su novio, se levantó para saludar a Iván. Hacía años que no se veían. Recordaron algunas anécdotas y después Héctor se disculpó porque debía hacer unas gestiones.

  • Os invito a las dos a un café.

  • Vale - se adelantó Laura, quien pretendía conocer mejor al amante de su hermana, aquel hediondo gordo y feo.

Antonio se asomó desde el despacho y vio a su primo Iván acompañado de las dos hermanitas. Una ola de celos le dejó noqueado y trató de serenarse. Se vio abordado por las dudas y supo que algo pasaba. Llevaba días notando a Eli muy rara.

Fueron a una cafetería. Iván se sentó entre las dos, ambas en un taburete con las piernas cruzadas. Él destacaba entre aquellas dos monadas, una madura, con las aberturas laterales del vestido dejándole gran parte de los muslos a la vista, y otra joven, igualmente con una figura espléndida. Charlaron un rato sobre temas pocos significativos. Eli se fijó en cómo Iván no paraba de mirar con descaro las piernas de su hermana, quien se reía con algunas tonterías que contaba él, como una ingenua, ajena a los obscenos pensamientos de aquel impresentable. A pesar de todo, su sola presencia encendía su vagina, aunque estuviera aprovechándose de la ingenuidad de su hermana pequeña.

  • Estás muy guapa, Eli.

  • Gracias.

Iván se volvió hacia Laura y le pellizcó cariñosamente la barbilla, como si fuera una niña buena.

  • Y tú también, están tan buena como tu hermana.

Laura sonrió.

  • Me vas a poner colorada.

Se permitió el lujo se asestarle una palmadita en el muslo, por encima de las rodillas, gesto que no provocó ninguna reacción en Laura, al contrario, volvió a sonreír con la misma ingenuidad.

  • Tienes un cuerpo de muerte.

  • Vas a conseguir ponerme colorada.

  • ¿Te casas pronto?

  • El mes que viene.

  • Bueno, escuchadme, os invito a comer, a las dos, sé de un asador que hacen un cochinillo para chuparse los dedos.

  • Bueno, por mí - se apresuró Eli -, ¿te animas, Laura?

  • Vale - contestó arrastrada por la poderosa seducción de Iván.

  • Pues a las cuatro. Y no se permiten maridos ni novios, ¿de acuerdo?

Ambas rieron con la broma. Cuando salían por la puerta, Laura marchaba entre su hermana e Iván. Sintió una pequeña palmada en el culete y sus mejillas se sonrojaron.

  • Nos vemos a las cuatro, chicas. Eli, acompáñame al coche.

  • Vale, bueno, Laura, nos vemos en la oficina.

  • Sí... Sí...

Laura se quedó plantada observando cómo se metían en un garaje subterráneo. Decidió seguirles. Bajaron hasta la planta de abajo, donde había pocos coches, y se dirigieron al vehículo de Iván. Él se montó al volante y Eli al lado. Enseguida comenzó a desabrocharse la camisa.

  • Tu hermana me ha puesto cachondo - Dejó su inmensa barriga al descubierto y se desabrochó los pantalones a toda prisa -. La muy zorra, qué buena está -. Se bajó los pantalones y el slip y mostró la enorme polla erecta y sus huevos endurecidos -. La hija puta me ha puesto a cien por hora -. Empezó a sacudírsela muy despacio -. Súbete el vestido, venga coño...

  • Sí, sí, perdona.

Con sólo verle masturbarse, su vagina se humedeció por los flujos. Se subió el vestido hasta la cintura y dejó visibles unas bragas rojas de tul. Iván aceleró las sacudidas a la polla. Extendió el brazo derecho para manosearle la cara y el cabello con la palma, después la bajó y la metió dentro del escote para sobarle los pechos bajo la tela. Le sacó las tetas por fuera del escote y las aplastó con rudeza.

  • Tócate el coño -. Eli, obediente, se metió la mano derecha dentro de la braga y empezó a masturbarse con lentitud, refregándose los labios vaginales con las yemas de sus finos dedos -. Mueve las tetas -. Le pidió jadeando.

Ella acató la orden. Meneó el tórax y sus gigantescos pechos se vaivenearon hacia los lados.

  • Está buena tu hermana, ¿verdad?

  • Sí.

La agarró bruscamente de la nuca y le acercó la cabeza para besarla con la lengua por fuera, baboseándole los labios y la barbilla. Ella percibió su asqueroso aliento. Sus tetas se aplastaron contra la barriga.

  • Sigue tú.

Eli sujetó la polla y prosiguió la masturbación pausadamente mientras se besaban. Desde el fondo del garaje, Laura distinguía a la perfección lo que estaba sucediendo dentro del coche. Veía a su hermana echada sobre él, besándole, con las tetas al aire, moviendo el brazo, seguramente masturbándole, pensó. La escena y el morbo la calentaron y sintió la necesidad de tocarse la vagina, pero decidió retirarse antes de ser descubierta.

En el coche, tras unos minutos, Iván se corrió derramando leche sobre la mano de Eli y sobre la base de la barriga. Después procedió a limpiarle la verga con un pañuelo que extrajo del bolso.

  • Bueno, guapa, gracias por la paja, nos vemos luego ¿no?

  • Sí, sí, vale...

En la notaría, Laura aguardó con impaciencia la llegada de su hermana. Su novio, Héctor, le había propuesto para esa tarde ir a contratar el restaurante para la boda, pero ella no quería faltar a la cita con Iván y le mintió alegando que iría a ver los vestidos de novia con su hermana, que comerían juntas en la ciudad. En cuanto Eli se presentó, fue hasta su puesto. Parecía exhausta.

  • ¿Dónde habéis ido?

  • He tenido que hacerle una paja.

  • Madre mía, sí que es fogoso el tío.

  • Por tu culpa.

  • ¿Por mi culpa?

  • Dice que le has puesto cachondo.

  • Es un descarado, ¿verdad? ¡Me ha tocado el culo!

  • Ten cuidado con él - la advirtió su hermana -. Que no te pase lo que a mí. El cabrón me tiene desquiciada.

  • Tú estás tonta - sonrió Laura -. Nos vemos luego. Le he dicho a Héctor que iremos a ver el vestido de novia, para que tu marido no sospeche.

  • Gracias.

Ambas abandonaron la notaría una hora antes del cierre para cambiarse de ropa. Las dos se vistieron para él, para sorprenderle y provocarle. Laura quería tantear el desenfreno del que le había hablado su hermana. A pesar de los nervios, se reconoció a sí misma que Iván la había calentado, a pesar de su físico seboso y repugnante, nada comparable al de su novio, un chico atlético y romántico. Eli se atavió con un vestido de noche color verde y adornado con lentejuelas, con la espalda descubierta ribeteada con perlas, con tirantes anudados al cuello, escote a pico, ceñido al cuerpo y con volante en la base, a la altura de las rodillas. Se recogió el pelo dejando su nuca visible y se calzó con unas sandalias de tacón a juego con el vestido, muy maquillada. Bajo el vestido se colocó unas medias blancas con anchas ligas de encaje en el muslo y un tanga a juego también de encaje por delante, con dobles tiras por los lados. Decidió no usar sujetador para aparentar las tetas más flojas. Laura se vistió de manera más juvenil, aunque más insinuante. Se puso una minifalda de cuero negro con un cinturón de una gran hebilla metálica, de bajo asimétricos, se forró las piernas con unas provocativas botas a juego con la falda que le tapaban hasta las rodillas y para la parte de arriba se colocó un top brillante de escote redondo, sin mangas, color negro, y corto, hasta dejar visible su vientre liso y su pequeño ombligo. Parecía una puta con ganas de guerra. A igual que su hermana, decidió no usar sostén para sus pequeños pechos.

Media hora más tarde, Eli la recogió con su coche y ambas se desplazaron hasta la ciudad. Durante el trayecto, Eli le contó algunas cosas más, como el juego de las cartas, le narró algunas de las guarradas y cómo había sido la penetración anal, situaciones que jamás había vivido con su marido, situaciones pervertidas en las que reconocía haber disfrutado como una loca. Le describió su pene, sus testículos y su dureza en el acto sexual, conversación que aumentó la libido y la curiosidad de Laura. Ninguna de las dos hermanas sabía que Antonio las seguía con su coche, que sospechaba que algo raro estaba pasando. Un rato después irrumpieron en el restaurante donde se habían citado con Iván. Era un bar de carretera atiborrado de camioneros que enseguida se volvieron cuando entraron las dos hermanitas. Iván las esperaba en la barra, ataviado con un mono azul de trabajo, apestando a sudor y con un aspecto sucio y mugriento. Se quedó asombrado al verlas tan despampanantes, ambas parecían dos putas de lujo a su disposición. Todos las miraban. Se habían arreglado para comer con él, se habían puesto tan elegantes y exóticas para él.

  • Qué guapas están mis hermanas preferidas.

Las besó a las dos y les acercó unos taburetes. Durante media hora charlaron y rieron en la barra sin parar de beber cerveza, sobre todo Laura, cuya mente sufría una confusión debido a la emoción por la aventura sexual a la que le estaba dando alas y al remordimiento por su grave inconsciencia. Ambas hermanas, cruzadas de piernas, servían de espectáculo para los hombres que llenaban el bar. Y Antonio, hundido por el engaño que estaba sufriendo, esperaba fuera al volante de su coche. Fueron tomando confianza. Pasaron al comedor y prosiguieron las conversaciones y las risas, Iván resultaba divertido recordando anécdotas. Tras la comida vinieron las copitas de licor que Iván iba sirviendo sin parar, obligándolas a beber de un trago. A media tarde, volvieron a trasladarse a la barra, a un recodo. Él se sentó en un taburete con la espalda apoyada en la pared, Laura permanecía de pie junto a él y Eli también se había sentado en otro taburete. Ambas cada vez estaban más borrachas de lujuria y alcohol. Había menos gente y la música sonaba más fuerte. Iván sacó el tema del matrimonio.

  • ¿Y cómo vas a cometer la barbaridad de casarte? - le preguntó a Laura -. Estás más buena que el pan -. Le soltó una palmadita en el culo, por encima de la falda -. Podrías tener todos los hombres que quisieses.

Laura reía tontamente, fruto del efecto del alcohol.

  • Pero yo sólo quiero al mío.

  • El tuyo es como mi primo Antonio, un maricón.

Esta vez le plantó la mano en el trasero y se lo acarició levemente, como aguardando su reacción, pero ella no paraba de reír.

  • Vaya, el supermacho.

  • ¿Te folla bien? - le asestó.

Laura empleó unos segundos en reír junto a su hermana Eli, quien asistía en silencio a las embestidas de su amante contra su hermana, ya con la vagina al rojo vivo por el tono de la conversación.

  • No me puedo quejar.

  • Tú porque no has probado mi juguete.

  • Ya me ha dicho un pajarito que eres un superdotado.

  • ¿Quieres probarla?

  • No, gracias.

  • Voy a mear.

Iván se dirigió al servicio y las dejó solas ante la mirada de los camioneros que no quitaban ojo de la escena. Laura se puso a bailar junto a la barra.

  • Me lo tengo que tirar, Eli.

  • Estás bebida, mañana te puedes arrepentir.

  • Sólo nos estamos divirtiendo un poco ¿no? Una canita al aire, como dicen ellos. Tampoco pasa nada...

  • Te casas al mes que viene...

  • ¿Quien va a enterarse?

Iván regresó del servicio y, antes de sentarse en el taburete, le asestó una palmada en el culo.

  • Auh, canalla...

  • Tienes un polvazo, guapetona.

Laura continuó moviendo el esqueleto, esta vez entre sus robustas piernas. Iván la rodeó con sus brazos y entonces Laura se lanzó a besarlo con pasión. Ella le abrazó con las manos en la espalda de él e Iván bajó las suyas hasta el trasero. Eli contemplaba el apasionado beso con la vagina al rojo vivo. Vio cómo metía las manos bajo la falda y se las levantaba para mostrar las braguitas de su hermana, unas satinadas de color rosa fucsia. Le estrujó las nalgas por encima de la braga. Algunos clientes del bar se asomaron al recodo. Tras más de un minuto, Iván apartó la cara, agarró a Eli por la nuca y le acercó bruscamente la cabeza para besarla a ella con la misma intensidad con la que había besado a su hermana. Laura recuperaba el aliento observando cómo ahora besaba a su hermana mayor. Iván aprovechó para acariciarle el muslo de la pierna por encima de la media. Mantenía una mano en el culito de Laura y otra paseando por el muslo de Eli, casi dejándole las tiras del liguero a la vista de todos. Dejó a Eli y sujetó a Laura por la nuca para volver a besarla, esta vez sólo unos segundos, después retiró las manos de los cuerpos de las hermanas para encenderse un cigarro y echar un trago. Laura estaba demasiado ida como para controlarse.

  • Tengo una botella en la cabaña, ¿os apetece? Estaremos más tranquilos - propuso Eli.

  • Vale, vamos - contestó Iván.

  • Sigamos la fiesta - añadió a carcajadas Laura, bastante tocada por el alcohol

Cuando emprendieron el trayecto hacia la cabaña, ya había anochecido. Antonio regresó a casa en cuanto vio a Iván con su mujer y su cuñada. No podía hacer nada por evitarlo, ya era un cornudo de mierda, un maricón de tres al cuarto. Se tumbó en la cama y lloró como un angelito, no paró de llorar hasta que se quedó sin lágrimas. Era una gran desazón. La impotencia y los celos le habían destrozado el alma. Siempre existió la amenaza de su primo, y siempre supo que algún día pagaría las consecuencias de lo que pasó.

Eran las nueve de la noche. Iván conducía, Laura iba a su lado y Eli detrás. Enseguida Iván se puso a acariciarle las piernas sin que ella se inmutara. Sonó el móvil y Laura conversó con su novio. Durante la conversación, Iván llegó a dejar sus bragas rosas a la vista, aunque ella volvía a taparse, pero sin retirar la áspera mano que le sobaba los muslos. Cuando colgó, Iván sonrió.

  • Le has mentido.

  • Tampoco tiene porque enterarse de todo, ¿no? Seguro que él a veces, ¿no?

  • Tu novio es un maricón.

  • Vaya, habló el supermacho.

  • ¿Te la ha metido por el culo alguna vez?

  • No.

  • Ese maricón no tiene huevos para metértela. ¿Y no te gustaría probarlo?

  • Llegará el día - sonrió ella con la voz tomada.

Eli asistía emocionada a los abusos y guarradas de Iván, a sabiendas de que había arrastrado a su propia hermana pequeña a una perversión denigrante. Pero el placer que le proporcionaba Iván superaba cualquier tentación de remordimiento, de hecho, en la oscuridad del coche, fue todo el camino con la mano dentro de las bragas, palpándose el clítoris con suavidad

Llegaron a la cabaña antes de las diez. Encendieron las luces y ellas colgaron el bolso en las perchas.

  • Eli, sírveme una copa -. Obediente, se dirigió hacia el mueble. Iván se desabrochó la corredera del mono dejando a la vista su enorme panza, sus tetillas pronunciadas y su pecho peludo -. Voy a ponerme cómodo, hace mucho calor con esta ropa.

Se quedó en slip, un slip blanco con la delantera manchada de orín. Laura observó fascinada el grandioso bulto, con los contornos de un pene tremendo echado a un lado y el volumen de sus testículos. Sudaba a borbotones, poseía unas piernas robustas, espalda ancha con abundante vello y nalgas carnosas.

  • Qué sexy - bromeó Laura.

  • Quítame las botas.

  • ¿Yo?

  • Vamos, hostias.

  • Vale, vale, tranquilo...

Extendió las piernas y Laura procedió a quitarle las botas y los mugrientos calcetines, después se sentó ante la mesa de cristal, frente a él. Eli regresó con la copa y se la entregó sentándose al lado de su hermana. Laura apenas lograba quitar la vista de encima del slip, ya con la vagina bastante húmeda y caliente, a igual que la de Eli, a quien la morbosa situación de ver cómo su amante humillaba a su hermana le había acelerado las palpitaciones del corazón, habiéndose corrido en las bragas al menos dos veces. Iván cogió la baraja de cartas que había encima de la mesa.

  • ¿Echamos una partida?

  • Por mí, de acuerdo - dijo Eli.

  • Adelante, aunque yo de cartas, muy mal, ¿eh? - añadió Laura.

  • Eli, explícale a tu hermana las reglas.

  • El que gane, castiga a los demás.

  • Pues os vais a enterar - rió Laura, quien ya conocía alguno de los métodos de Iván cada vez que ganaba una partida.

Iván repartió las cartas. A Eli le tocaron cuatro reyes, pero su intención era perder y los tiró para que le entrara poca cosa, a Laura ni le tocó ni le entró nada e Iván ganó con un trío. Eli lamentó haber perdido y Laura sonrió como una tonta, tratando de aventurar el castigo que le impondría aquel cerdo.

  • Bueno, ¿y qué nos va a pasar? - sonrió Laura.

  • Quitaos la ropa, vamos.

Las hermanas se levantaron. Eli le pidió que le desabrochara la corredera de atrás y después dejó caer el vestido mostrando sus enormes tetas, flojas y tambaleantes, sus medias blancas con un liguero sujeto al tanga de encaje. Luego ayudó a su hermana a desenganchar la falda. Cuando se la quitó, quedó con sus braguitas rosa fucsia ante aquel desconocido. Posteriormente se sacó el top y liberó sus dos tetitas, dos tetitas picudas del tamaño de una mano, con círculos muy obscuros rodeando los pezones erguidos. Viéndolas de espaldas, Iván comparó los culos y los pechos.

  • ¿Las bragas también? - preguntó Laura.

Iván asintió electrizado. Eli fue la primera en bajarse el tanga y dejarlo encima de la mesa, exhibiendo un coño que Iván ya conocía, quedando ante él sólo con las medias blancas y el liguero. Luego le tocó el turno a Laura. Se bajó sus braguitas rosas y mostró un coño bastante depilado donde se apreciaba cómo el clítoris sobresalía del vello, quedando ante él completamente desnuda, salvo por las botas de cuero que le forraban media pierna. Ambas permanecieron de pie frente a él, a esperas de la orden. Iván observó a las dos hermanitas, hermosas y apetecibles, aquellos dos coñitos a su disposición, aquellos dos coñitos que muy pronto perforaría con su verga, pero deseaba jugar, deseaba darles la caña que suplicaban con aquellas miradas lujuriosas.

  • Seré bueno con vosotras por ser la primera vez -. Señaló a Eli -. Dame un masaje en los hombros. Y tú, Laurita, en los pies.

Contempló cómo las tetas de Eli botaban al rodear la mesa para colocarse tras él. Enseguida inició el masaje en los hombros, viendo cómo su hermana se arrodillaba ante él, le levantaba el pie derecho y comenzaba a apretujárselo con los dedos. Iván se deleitaba con Laura, postrada ante él, sobándole los pies, recreándose en su coñito afeitado y en sus tetitas duras y erguidas. Cambió de pie, procurando mirar el bulto del slip, con la forma del pene algo más hinchada.

  • Chúpalos - le ordenó.

Laura acercó la boca y sacó la lengua para lamerle la planta y las yemas de los dedos, deslizándola muy lentamente, dejando un rastro de saliva y saboreando aquellas asperezas. Cuando cambió de pie y empezaba a lamerle los dedos, Iván echó la cabeza hacia atrás para que Eli le besara. Lo hicieron con las lenguas por fuera, situación que aprovechó Laura para fijarse con más atención en el volumen del slip, en la deseosa verga que deseaba chupar, en la polla que entraría en su coño. Sintió que se corría mientras su hermana Eli y él se besaban, unos flujos muy líquidos que chorrearon desde su coño hasta gotear en el suelo. Tenía la vagina mojada sólo con lamerle los pies. Dejaron de besarse e Iván irguió la cabeza para mirarla de nuevo. Eli continuó el masaje y deslizó las manos hacia el pecho peludo, sobándole las tetillas y la barriga sudorosa, con las tetas aplastadas contra la espalda de Iván. Un par de minutos más tarde, Iván apuró el whisky del vaso y se encendió un cigarrillo.

  • Ya basta -. Eli cesó el masaje y Laura le soltó el pie, aunque permaneció arrodillada -. Echadme una copa.

Las dos hermanas se dirigieron hacia el mueble, una para sacar el hielo y la otra para preparar el vaso y el whisky. Iván dispuso de una visión sabrosa con los dos culitos juntos ante sus ojos, el de Eli más ancho y carnoso y el de Laura más plano y estrecho, pero ambos para comérselos. Luego se fijó en sus coños y en sus tetas cuando se giraron para entregarle la copa.

  • ¿Seguimos?

  • Claro - se apresuró Laura -. Yo no me rindo.

  • Ni yo - añadió Eli.

En la siguiente partida sucedió lo mismo, él volvió a ganar. Se levantó bebiendo sorbos de la copa y rodeó la mesa hasta detenerse entre ellas. Aún permanecían sentadas, una junto a la otra. Los ojos de Laura se iban hacia el bulto del slip que botaba en cada paso. Iván se escupió en la palma de la mano y la tendió hacia ellas. No hicieron falta palabras. Las dos hermanas acercaron la cabeza, sacaron las lenguas y lamieron la saliva de la palma, chocando una lengua contra la otra. Luego lanzó un escupitajo en la superficie acristalada, y de la misma manera, ambas hermanas se curvaron para lamer la saliva del cristal, deslizando las puntas de las lenguas hasta recoger todos los resquicios de saliva, como dos perras que comen en un recipiente. Se irguieron y miraron hacia él. Iván le dio un sorbo a la copa antes de inclinarse y escupir en las tetas de Eli, dos gruesos escupitajos en los pezones.

  • Chúpale las tetas a tu hermana - le ordenó a Laura.

  • Pero...

  • ¡Chúpale las putas tetas, zorra asquerosa!

  • Vale, vale...

Eli se sujetó los pechos por la base cuando su hermana acercó la boca a sus pezones para lamer la saliva impregnada en ellos. Primero se concentró en uno chupándole alrededor del pezón con la lengua fuera y luego pasó al otro pecho para mamarlo. Estuvo chupando las tetas de su hermana hasta que Iván la agarró bruscamente de los pelos y tiró de su cabeza hacia atrás obligándola a mirarle a los ojos. Laura frunció el entrecejo por la brusquedad.

  • Eres mi puta, ¿verdad? -. Laura asintió -. Saca la lengua -. Laura acató la orden sacando su lengua todo lo que pudo. Iván le escupió y le esparció la saliva con la yema del dedo -. Ahora besa a tu hermana, quiero que os beséis.

Ambas hermanas acercaron sus cabezas y unieron sus labios para besarse como lo hacen dos enamorados, en presencia de aquel cerdo que imponía aquella humillación. A pesar de la dureza y la vejación, ambas volvieron a correrse empapando sus vaginas de flujos viscosos. Estuvieron besándose con la saliva de Iván hasta que regresó a su hamaca.

  • Basta -. Las hermanas se separaron -. Laura, una copa -. Laura se dirigió hacia el mueble y le sirvió otro whisky, después volvió a sentarse -. Vosotras diréis. ¿Queréis seguir? Cada vez será más duro.

  • Me arriesgaré - se adelantó Eli, caliente como una perra en celo -, alguna vez ganaré, ¿no?

  • Yo, sigo - añadió su hermanita, igualmente entregada a la perversión de aquel canalla.

  • De acuerdo, repartiré las cartas.

Iván ganó por tercera vez consecutiva. Le hizo un gesto a Laura para que se acercara. La chica obedeció y se detuvo delante de él. Le olió el coño sin llegar a tocarlo y le miró las tetas ahora que las tenía tan cerca. Continuaba sentado, echando las últimas caladas al cigarro y bebiendo los primeros sorbos de la copa.

  • Date la vuelta -. Laura se giró y le dio la espalda, dejando su culito a la altura de su cara -. Inclínate -. Se curvó apoyando las palmas de las manos en las rodillas, con el culo a sólo unos centímetros del rostro de Iván -. Eli, métele tus bragas en la boca y ponte a mi lado.

Eli cogió su tanga de la mesa y lo metió en la boca de su hermana. Después se arrodilló ante su culo, a disposición de Iván.

  • ¿Aquí? - preguntó.

Laura miraba, con las bragas en la boca, hacia atrás, como tratando de averiguar qué es lo que le deparaba. Iván unió el dedo índice y corazón y dispuso la mano derecha como si fuera una pistola. Dirigió los dedos hacia la boca de Eli. Ésta los chupó como si fueran un pene, metiéndoselos enteros en la boca y lamiéndolos con la lengua. Iván sacó la mano de la boca.

  • Ábrele el culo.

Con ambas manos, Eli abrió la raja del culito de su hermana. Iván apuntó y hundió ambos dedos unidos en el ano tierno y delicado de Laura, quien gimió con los ojos muy abiertos y las cejas arqueadas. La perforó agitando el brazo violentamente, penetrando en el ano los dedos enteros, con brusquedad y presura. Luego los sacaba, dejaba que Eli los chupara y volvía a perforar aquel ano. Repitió la escena varias veces. A Eli las babas le vertían por las comisuras de los labios de chupar aligeradamente los resquicios del ano de su hermana pequeña. Le mantenía la raja abierta para que Iván actuara con facilidad. Laura gemía desesperada al sentirle dentro de su culito. Iván bajó para perforarle el coño, pero esta vez mantuvo quieto el brazo con los dedos hundidos entre los labios vaginales.

  • Muévete, zorra -. Laura comenzó a menear la cadera con los dedos dentro de su coño, esta vez presa del arrebato lujurioso que le nublaba la mente, embriagada por el placer que le proporcionaban aquellos dedos dentro de su vagina, mordiendo con ansia las bragas de su hermana -. Así, muévete -. Volvió a correrse sobre la mano de Iván empapándosela de flujos, sin parar de menear la cadera. Iván extrajo los dedos del coño para que Eli chupara el sabor vaginal -. No pares de moverte.

Dejó que Eli le chupara los dedos mientras él se recreaba en el coñito y el ano que acababa de perforar, moviéndose para él, a sólo escasos centímetros. Acercó la cabeza y deslizó la lengua desde el coño hasta el otro extremo de la rabadilla pasando por el ano, sólo una pasada, para probar aquel líquido que inundaba la vagina. Luego se reclinó en la hamaca y retiró la mano de la boca de Eli.

  • Basta.

Laura se incorporó y regresó a su asiento. Eli también se levantó para sentarse en su sitio. Esta vez Iván se levantó y caminó hacia el mueble para servirse otra copa. Ambas le miraron, su culo respingón, su ancha espalda, sus piernas peludas y robustas, el sudor que abrillantaba todo su cuerpo. La mujer del notario, su primo, y su hermana, la pija, sólo para él. Se giró con la copa llena y un cigarro en la boca. Se rascó el bulto del slip.

  • Mis putitas preferidas. Echemos otra partida. Laurita, reparte las cartas...

Se repartieron las cartas. Iván cogió las suyas y esta vez se sentó en un sofá, algo lejos de donde ellas estaban sentadas.

  • ¿Qué tenéis? Yo un trío de ases.

Eli tiró las cartas.

  • Una pareja, nada.

Laura mostró las suyas y esta vez había ganado con un póker de reyes.

  • Por fin -dijo sonriente.

  • Ya era hora que ganara alguna de nosotras.

  • Vaya, ¿y qué castigo nos vas a imponer? - preguntó Iván.

Laura le miró seria y con mirada perdida. Ya no podía aguantar más. De su coño no paraban de manar flujos vaginales.

  • Quiero hacerte una paja.

  • Acercaos - les ordenó.

Laura se sentó a su derecha y Eli a su izquierda. Él las abrazó pasándoles el brazo por el cuello. Laura tomó la iniciativa y tiró del slip para bajárselos hasta los tobillos. Una gruesa y larga polla se empinó hacia la barriga. Jamás había visto nada parecido. Desesperada, la sujetó sin que su pequeña mano pudiera rodearla al completo dado el excesivo grosor y comenzó a sacudírsela despacio mientras que con la mano libre le acariciaba la espalda. Eli extendió el brazo izquierdo para sobarle los huevos mientras su hermana lo masturbaba, dejando la mano derecha para acariciarle el muslo de la pierna y la sudorosa barriga. Iván cerró los ojos y se relajó echando la cabeza hacia atrás. A veces le daba un sorbo a la copa y volvía la cabeza hacia alguna de ellas para besarla. Laura continuaba masturbándole con lentitud, como queriendo disfrutar indefinidamente de aquel tacto tan sabroso. Eli le estrujaba los huevos con la misma suavidad, deslizando la palma de la mano sobre ellos. Laura apoyó la mejilla en el pecho peludo para no perderse detalle de la masturbación, a esperas de que le ordenara mamársela. Eli había bajado la cabeza para lamerle sus tetillas y deslizar la lengua por su barriga. Iván lanzaba gemidos profundos.

  • ¿Te gusta mi polla?

Laura levantó la cabeza para besarle sin cesar los pausados movimientos de su mano. Eli también se echó sobre él para besuquearle por el cuello. Las tetas de ambas hermanas permanecían presionadas contras los costados de aquel cerdo. Iván se besaba con una y después volvía la cabeza para besar a la otra, cada vez más envuelto en jadeos más profundos, como si en breve fuera a eyacular.

  • Dame más deprisa -. Laura agitó el brazo con más contundencia apretujando más la polla. Eli apartó la mano de los testículos -. No pares de tocarme los huevos -. Enseguida volvió a bajar la mano para sobárselos. Estaba a punto de correrse. Laura contemplaba la masturbación con fijeza, echada sobre su barriga, con los ojos muy abiertos, gozando de aquel tacto. Su hermana continuaba besuqueándole el cuello. Iván le entregó a Laura el vaso casi lleno -. Échalo ahí.

Laura se incorporó y dirigió la punta de la verga hacia el interior del vaso. Iván y Eli también se irguieron. Unos segundos después la polla salpicó leche dentro del whisky, un semen amarillento y viscoso que se mezcló con el alcohol. Laura le escurrió la punta y posteriormente levantó el vaso.

  • ¿Quieres probarlo? - le preguntó Iván sin que ella contestara -. Bébetelo.

Antes de hacerlo, tragó saliva y cerró los ojos para darle un largo sorbo al coctel de semen. Sufrió una arcada. Iván le pasó el vaso a Eli y ésta apuró todo lo que quedaba, igualmente afectada por una arcada tras tragárselo.

Iván se levantó y anduvo desnudo hacia el mueble para echarse otra copa. Se encendió un cigarrillo y se volvió hacia ellas. El pene lo tenía colgando hacia abajo, algo más fláccido. Laura también se levantó, bebió un vaso de agua y escupió en el cubo de basura. Eli se mantuvo sentada pasándose sosegadamente la mano por el coño, acariciándose los pechos con la misma suavidad, aún hambrienta de sexo, concentrada en los cuerpos desnudos que se encontraban ante ella. Laura se acercó hasta Iván y le acarició la espalda.

  • ¿Te ha gustado? - le preguntó ella, pegándose a él por detrás, con sus tetitas aplastadas contra la espalda y su coñito rozando aquel culo carnoso y peludo, acariciándole con suavidad toda la panza.

  • Lo has hecho muy bien. ¿No le haces pajas a tu novio?

  • Él...

  • Él es un maricón.

  • No le insultes, es muy buena person...

Iván la cogió del brazo y la empujó.

  • Vamos a la cama. Esto no ha terminado.

Las dos hermanitas se dirigieron hacia el cuarto donde se encontraba el camastro, con sus culitos contoneándose por los tacones de sus calzados ante la vista de aquel degenerado que las seguía. Se detuvieron junto a la cama y se volvieron hacia él a esperas de la nueva imposición. Iván soltó el vaso en la mesita y se subió en la cama para colocarse a cuatro patas, con las rodillas separadas, la inmensa panza colgando hacia abajo, así como su verga, aún floja, y con su culo carnoso y salpicado de vello empinado hacia ellas.

  • Mi culo es todo vuestro.

Las hermanas se arrodillaron tras él, cada una a un lado. Enseguida se pusieron a sobarle las nalgas con las manos abiertas, a veces introduciendo los dedos por aquella raja peluda donde se escondía el ano. Los huevos le colgaban entre las piernas y pronto empezaron a moverse, señal de que él mismo se sacudía la polla. Iván sentía el roce de las tetas y las caricias por todo su culo, incluso le sobaban los testículos y el interior de la raja. Laura pasó de las caricias a estamparle besitos en la nalga. Poco a poco fue acercando los labios a la raja. Su hermana Eli se la abrió con ambas manos facilitando el acceso al ano. Laura olisqueó como una perra aquel agujero maloliente y empezó a lamérselo con la punta de la lengua, tratando de introducirla en el interior del ano. Movía la cabeza con medio rostro oculto entre las nalgas intentando alcanzar su objetivo. Iván se la sacudía más deprisa al sentir el cosquilleo. Laura retiró la cabeza para tomar aire y entonces Eli insertó su nariz y sus labios para atizarle lengüetazos por toda la rabadilla. Su hermana intentó llegar con la lengua a los huevos y logró lamérselos con la punta, pero después se agachó y metió la cabeza bajo el cuerpo de Iván para chuparle la polla. Logró saborear el glande mientras él se la sacudía, logró mordisquearlo con los labios y probar la babilla que brotaba de la punta. Parecía una cría mamando de su madre. Iván, preso del éxtasis, se incorporó quedando de rodillas. Eli se abrazó a él pegando las tetas a su espalda. Laura aprovechó para sujetarle la verga y sacudirla en su lengua. Estaban desesperadas, sedientas de placer.

  • Quiero follaros, quiero ver vuestros culos delante de mí.

Las dos hermanas se colocaron juntas, a cuatro patas, delante de aquel pervertido. Iván acarició aquellos dos culitos a su disposición, uno junto al otro, meneándose para él. Primero se la metió a Laura, le hundió la polla hasta el fondo del coño y la embistió con presura. La chica gimió alocada con jadeos secos y desesperados. Luego se la metió a Eli, embistiéndola con golpes secos mientras jadeaba nerviosamente. Las dos le miraban por encima del hombro. Sudaba a borbotones por todo el cuerpo. Pasó de nuevo al culito de Laura y volvió a follarla con la misma diligencia. Eli se incorporó y se giró apoyando la cara en la nalga del culo de su hermana, presenciando cómo la verga, a escasos centímetros, perforaba bruscamente la vagina. Iván sacaba la verga, la dirigía hacia su boca para que se la chupara y volvía a introducirla en el coño. Tanto Laura como Iván gemían absorbidos por el gusto. Eli, con los labios abrillantados por las babas, contemplaba la escena, aún apoyada en la nalga, acariciando el culo de Iván. Pronto Iván extrajo la polla, se la sacudió aceleradamente y en unos segundos salpicó todo el culo y el coño de Laura. El semen se dispersó por toda la rabadilla en forma de gotitas viscosas, manchándole el vello de la vagina y los alrededores del ano, así como parte de las nalgas. Muchas de las gotas se deslizaban por la cara internas de los muslos. Por iniciativa propia, Eli se puso a lamer el coño de su hermana con el fin de saborear aquella leche calentita y amarga, deslizó la lengua hacia el ano y atrapó los goterones, después ascendió hacia la rabadilla y apuró las gotitas dispersas por las nalgas. Volvió a bajar con la lengua para dejarla limpia. Laura cayó boca abajo en la cama, rendida y sofocada, acezando como una perra. Eli, con babas de semen colgándole de la barbilla, se apoyó contra la pared. También necesitaba recuperarse de la tremenda escena. Iván le sacudió unas palmaditas en la cara.

  • Os habéis portado bien, la dos, sois mis putitas preferidas.

Pegó una sonora palmada en el culo de Laura y bajó para dirigirse a la mesa del salón. Eli vio cómo se limpiaba la verga con sus bragas. Luego cogió las de Laura y se las pasó por la frente para limpiarse el sudor. Entonces Eli cerró los ojos y apoyó la cabeza en la pared, como queriendo calibrar la magnitud de lo sucedido esa noche en la cabaña. Al final trajo sus consecuencias. Con el tiempo supo que estaba embarazada, también Laura, Iván había dejado preñada a las dos hermanas. Y Antonio no podía tener hijos. Héctor y Laura no llegaron a casarse, él supo que le había puesto los cuernos. Eli le pidió el divorcio a Antonio y se fue a vivir con Iván. Todo se terminaba para el notario, al cabo de los años pagaba las consecuencias de sus antiguas tendencias homosexuales. Y no podía hacer nada. Iván guardaba unas fotos de su madre desnuda. Iván conocía su secreto de adolescente. Moría de celos, de eso estaba seguro. Jamás olvidaría a Eli. Había sido y sería la mujer de su vida, pero ella vivía felizmente con su primo Iván. FIN. JOUL NEGRO.

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