El intruso

Un crucero de placer por el caribe, lujo y confort. Relaciones incestuosas morbosas, aderezadas con un toque de dominación.

Se notaba cansada, regresó del trabajo con un ligero dolor de cabeza, se puso una ropa cómoda de estar por casa, decidió sentarse y cerrar los ojos descansando en el sofá del salón.

Se quedó adormilada hasta que escuchó el ruido de la puerta de entrada, sería su marido que volvía del trabajo. Había pasado el tiempo sin enterarse, pero se encontraba mucho mejor de la cabeza.

Su marido entró muy contento, le sorprendió, nunca decía nada, pasaba sin decir nada hasta el dormitorio, pero aquella tarde tenía algo que contarle que le debía causar mucha excitación.

Comenzó a decirle que su departamento había ganado el premio de eficiencia del último semestre y que el premio era un crucero por el caribe con la familia. Le comentó que era un crucero de lujo, con todos los gastos pagados, una maravilla, según su marido.

El crucero saldría de Miami en poco más de un mes y pasaría por San  Martin, Bahamas, Cancún, Puerto Rico, en fin, serían unos días maravillosos para los cuatro.

Pasada la sorpresa, Lidia empezó a pensar en el crucero y se fue ilusionando, una oportunidad de conocer gente y salir de la monotonía del trabajo, de la casa. Unas vacaciones pagadas, las necesitaba, tenía que romper esa apatía que últimamente sentía, volver a cargar las pilas, eso es, podría vivir aventuras de nuevo, empezando por su matrimonio.

Su marido seguía comentando los detalles del barco, de las actividades de a bordo durante el crucero, pero ella, coqueta como era, ya estaba pensando en la ropa que llevaría y que cosas se compraría para estar maravillosa y aprovechar a tope este maravilloso e inesperado regalo.

Según seguía diciendo su marido, estaba previsto que una de las noches cenasen en la mesa del capitán, eso requería vestido de coctel para las señoras y smoking para ellos. Su imaginación se puso a pensar que tenía que buscar un vestido adecuado para la ocasión, quería ser la sensación en aquella velada, así como en todo el viaje.

Lidia era una mujer preciosa, según decían sus amigos estaba buenísima, 1,68 m. de estatura y unas medidas de libro, 60/90/60, carita agradable y a tenor de las medidas, unas curvas muy proporcionadas que levantaban miradas de admiración a su paso.

Siempre había tenido mucha curiosidad y un punto liberal que había tratado de desarrollar, le gustaba el sexo y siempre estaba abierta a probar nuevas cosas.

Su marido era rutinario, tradicional. Ella, con su trabajo en la oficina y en casa, más el cuidado de sus dos hijos adolescentes, no tenía tiempo para muchas aventuras, pero pensar en ese viaje le había abierto nuevamente su lado aventurero.

Aquella noche, con la euforia de la noticia quiso salirse de la rutina, se lo merecía, fue muy atrevida, su marido asombrado, pero encantado, ella feliz,  llegó a tener tres orgasmos, cosa impensable desde hacía tiempo, pedía cosas fuera del misionero tradicional, probaron posturas que tenían casi olvidadas, y afortunadamente esta vez, su marido, animado por el premio se portó como todo un semental.

Temía que su euforia hubiese sido escuchada por sus hijos, que dada su edad, ya se interesaban y mucho por los temas sexuales, ella había observado como miraban, no solamente a las vecinas y a sus compañeras de clase, sino también a su mamá, con una admiración que sobrepasaba lo que se consideraría un cariño filial.

Las siguientes semanas estuvo muy atareada, tenía que preparar su ropa, la de sus hijos y la de su marido, cuidar que todo estuviese listo, incluso lo que necesitarían para la cena del capitán. Su idea era comprar un vestido deslumbrante para la cena, para su entrada triunfal, pero no sabia lo que quería. Le preocupaba, pero tenía poco tiempo para pensar en ello.

Un día, al volver del trabajo lo vio, era el vestido soñado, estaba en una tienda de alta costura, cara, pero era tan lindo, no lo pensó, entró y pidió probarlo, cuando tocó la tela supo que aquello era lo que quería, se ajustaría a su cuerpo y a sus curvas como una segunda piel. Era demasiado escotado, pero, que demonios, quería estar deslumbrante y eso no iba a ser un inconveniente, era sencillo, pero a la vez muy elegante, con su pedrería en el borde del escote y en los bajos, que quedaban algo por encima de la rodilla.

Se ajustaba a su cuerpo, al girarse vio que se marcaban sus braguitas, sin dudarlo se las quitó, le gustó, le sentaba como un guante, decidió que debería llevarlo sin sujetador, se lo quitó, no quería debajo de él ninguna otra cosa que no fuese su cuerpo. El probador era amplio, lleno de espejos, dio varias vueltas, le gustó muchísimo, se veía muy favorecida. Una excitación especial hizo que sintiera una humedad muy agradable y casi olvidada en su vagina. Seguro que causaría gran admiración en los hombres y envidia en las mujeres.

Con ese pensamiento estaba excitadísima, el día anterior su marido había salido de viaje, un par de semanas, tendría que aliviarse sola, rio, como podía estar así, parecía una colegiala, Salió muy feliz del probador, no quiso ponerse la ropa interior, esta picardía le hacía muy feliz. Pagó y al salir de la tienda notó que no era solo humedad, estaba muy mojadita.

Llegó a casa, estaba sola y sus hijos no llegarían hasta dos horas más tarde, tenía que apagar aquel fuego interior, fue a su habitación, se desnudó, dejando la ropa por el suelo, buscó en su armario su consolador preferido, puso en la televisión un canal porno, se tumbó en la cama. Curiosamente el video que emitían era de una madurita manteniendo relaciones con un joven, el chico besaba la vagina depilada de la madura, que se retorcía de placer gimiendo fuerte, Lidia pensó que tendría que depilarse, siguió las imágenes del video mientras sus dedos se movían frenéticamente, atenta a los juegos de la pareja.

Pronto el chico puso su verga en la boca de la madura, Lidia admiró el tamaño de aquel tolete, era impresionante, su mano se movía mucho más rápido. Veía a la madura tragar aquello, pensó cosas que la turbaron, Daniel, su hijo mayor, a punto de entrar en la universidad, podría muy bien ser aquel chaval que le daba tanto placer a la madura.

Quería no pensar en eso, pero era difícil, recordó como sus hijos la miraban a escondidas, eso la excitó más todavía, chupó su vibrador, seguía lo que hacía la madura, cuando se puso a cabalgar al muchacho, lo metió en su vagina, vibrando a tope y moviéndolo salvajemente. Torturaba sus tetas y sus pezones, sentía un dolor intenso que le llevaba a un placer total.

Imaginó a Daniel y Carlos, sus hijos, quería no pensar en ellos, imposible, estaban allí, jugaban con ella, no miraba la televisión, con los ojos cerrados, se retorcía de placer, seguía torturándose, una corriente eléctrica recorrió su cuerpo haciéndola estallar en un orgasmo descomunal, sentía su vagina llena de sus jugos, siguió estremeciéndose largo rato. Quedó más tranquila, feliz, relajada, pero muy sorprendida, ¡¡Cómo había podido pensar en sus hijos en aquel momento!!

El siguiente fin de semana salió con los chicos a comprar algunas cosas que necesitaban, también ropa de baño, las piscinas del barco les esperaban. Llegaron al centro comercial y estuvieron toda la tarde visitando tiendas, cuando llegaron a la sección de ropa de baño y mientras ella miraba algunos de los bikinis, su hijo Daniel le señaló uno que estaba en un maniquí y que realmente era precioso, pero tremendamente atrevido, le dijo que con ese se vería preciosa, Carlos, su otro hijo más joven, apoyaba a su hermano, ella les decía que no podía llevar aquello que apenas tapaba nada, pero insistieron en que lo probara, finalmente no podía desilusionarlos, pasó al probador y en cuanto se lo vio puesto le pareció espectacular, no sabía que diría Mario su marido, pero no dudó que aquel bikini seria la admiración. Al poco Carlos trajo otro bikini, aún más espectacular y atrevido. Pidió opinión a sus hijos de cómo le sentaban y no dudo ni por un momento al ver sus asombradas miradas, que esos eran los que necesitaba.

Se sentía tan eufórica que compró los dos y también un vestido muy juvenil, pero muy atractivo para ella. Con lo que habían comprado estarían todos muy elegantes y adecuados para el evento.

Entre el trabajo de la oficina, el de la casa y los preparativos, el tiempo hasta el día que iban a embarcar pasó rápido.

Llegaron a Miami, y se dirigieron a la Estación de Cruceros a tiempo para el embarque, una azafata los condujo hasta sus camarotes y les explicó las actividades que se desarrollaban a bordo, les dejó unos programas, un plano del barco y salió.

Sus camarotes, contiguos, estaban separados por un baño con un jacuzzi, increíblemente grande y todo muy bien acondicionado, se accedía al mismo desde los dos camarotes y desde dentro se podía cerrar el acceso desde los camarotes a voluntad.

Les ayudaron a desempacar el equipaje y acomodarlo en los armarios, Mario salió a saludar a otros compañeros de la Compañía que también habían sido premiados y ella quedó haciendo los preparativos.

Cuando hubieron terminado, salieron a recorrer el barco con sus hijos, estaban encantados, todo era maravilloso y lo mejor de todo podían pedir lo que quisieran, todo quedaba cargado a la cuenta que pagaría la Compañía.

Se apuntaron a varias actividades para el día siguiente. A la hora que habían quedado con Mario fueron a cenar al comedor. La cena fue estupenda y después bailaron, bebieron y lo pasaron maravillosamente, la primera noche se retiraron pronto, había sido un día muy duro con el viaje hasta Miami y estaban agotados, pero encantados.

A pesar del cansancio ella estaba muy excitada y se insinuó a Mario de tal forma que no tuvo más remedio que atenderla, la verdad es que lo hizo de una forma tan rutinaria que Lidia tuvo que llamarle la atención y decirle que lo quería más entregado que necesitaba su verga a tope, le oyó murmurar por lo bajo que era una zorra que necesitaba follarse a un regimiento para acabar satisfecha, finalmente fue un polvo sin pena ni gloria, pero ella ayudó un poco y al final tuvo un orgasmo que fue suficiente para poder dormir más relajada.

Los días transcurrieron más o menos igual, disfrutando de todas las actividades del crucero. Mientras Mario lo pasaba junto a sus amigos, Carlos, Daniel y ella lo pasaban a lo grande en la piscina. Sus bikinis fueron la admiración de todos y sentía las miradas de hombres y mujeres sobre ella. Un éxito extraordinario, por supuesto sus hijos también la miraban con admiración, quizás también con algo de lujuria, cosa que le sorprendió.

Reconoció que le turbó, quizás era una madre muy liberal, pero le gustó sentir esas pícaras miradas filiales sobre ella. También miraban a otras chicas, jóvenes y no tan jóvenes, con igual intensidad, quizás hacía tiempo que ya habían descubierto el cuerpo femenino y su poder.

La cena en la mesa del capitán se celebraría la última noche del crucero y se confirmó, la invitación. Se levantó muy excitada. Por la mañana siguieron con las actividades habituales, tiro al plato, unas bolas de golf y luego la piscina, donde volvió a sentir las miradas libidinosas, especialmente su hijo Carlos no le quitaba la vista de encima, aunque tratara de disimularlo.

Por la tarde había pedido hora en la peluquería para que la dejaran deslumbrante. Peinado, manicura, un maquillaje suave pero que realzaba el contorno de su cara, incluso le ofrecieron una depilación, que incluía la zona genital, le hizo gracia y aceptó. La verdad es que todo fue un acierto, se veía deslumbrante el peinado, recogido, muy adecuado para su vestido, dejaba su cuello al descubierto, el breve masaje que le dieron después de la depilación le había sentado divinamente y se encontraba muy feliz.

La cena estaba prevista a las ocho de la noche, tenía tiempo de vestirse sin apuros, se preocupó de que sus hombres lo tuvieran todo bien dispuesto. Sus hijos se vistieron rápidamente y fueron a reunirse con sus amigos, su marido no tardó en vestirse y salir a tomar unas copas con sus compañeros.  Una vez sola se dedicó en cuerpo y alma a sus cosas. Había puesto el vestido encima de la cama y sus joyas en el pequeño tocador del camarote y se desnudó. Al verse en los espejos se vio muy atractiva, irresistible, incluso el arreglo de su monte de venus, esperaba que su marido se diese cuenta y tuviesen una noche loca, llena de lujuria.

Ansiosa por verse, se puso el vestido, estaba espectacular, le sentaba como un guante, hasta le pareció distinguir como destacaban sus pezones por la excitación y le gustó, se sentía muy cómoda dentro de él. No quiso recargar de joyas su atuendo y eligió una gargantilla cuyo colgante le llegaba justo a la entrada del canalillo y que le favorecía mucho, unos pendientes a juego, su sortija de pedida y otro de sus anillos favoritos en la otra mano.

El conjunto era una delicia, un pequeño bolso de mano a juego de sus zapatos. Un foulard de seda muy entonado, decidió llevarlo en la mano junto al bolso, no quería que nada distrajese las miradas del conjunto del vestido.

Su entrada en el comedor fue triunfal, todas las miradas tanto de hombres como de mujeres, unos con deseo y otras con envidia, se centraron en su persona. Su marido se acercó y la besó, eso la halagó mucho, le dijo que estaba preciosa, la acompañó hasta la mesa del capitán donde este charlaba con los demás invitados. Luego de la presentación, el capitán le dijo que sería un honor para él que se sentase a su derecha en la mesa, ella aceptó encantada y le dedicó su mejor sonrisa de agradecimiento.

La cena transcurrió de una forma muy agradable, interesantes conversaciones, acompañadas de algunas anécdotas del capitán que fueron las delicias de sus invitados, la comida fue excelente, acompañada de unos vinos muy adecuados y servidos con profusión. Al postre, servido con un delicioso champan, siguieron los brindis y en un momento determinado la orquesta tocó una música de baile y el capitán le pidió a Lidia si quería acompañarle en el baile inaugural.

Ella se sintió halagadísima, accedió y ambos se dirigieron a la pista de baile, donde ella, se sintió absolutamente feliz y desinhibida, desde luego fueron la admiración de cuantos les contemplaban. Al cabo de un momento la pista se llenó de parejas que bailaban a su alrededor, pasado un tiempo prudencial, el capitán la acompañó nuevamente a la mesa y vio que su marido charlaba en la barra del bar con sus amigos y con algún que otro pasajero que ella no conocía.

Le hubiera gustado que su marido bailase con ella, su hijo mayor, Daniel, se acercó y le preguntó si le gustaría bailar con él, aceptó encantada, salieron a la pista y le sorprendió ver que su hijo la sujetó y se acercó a su cuerpo, quizás demasiado, pero bailando con gran soltura. Le encantó sentirse tan bien acompañada y se dejó llevar, entregada, notó que su hijo se le arrimaba con gran decisión.

Cuando terminó la pieza, su hijo Carlos fue quien le pidió bailar y siguieron de la misma forma, siendo tan atrevido o más que su hermano. Lidia se sentía en la gloria, mientras ellos se alternaban, creyó notar que la virilidad de ambos rozaba su vientre. En su fuero interno, quizás afectada también por la influencia del alcohol ingerido, le halagó y hasta sintió una íntima excitación que le hizo arrimarse un poco más a los muchachos, al tiempo que notaba humeda su vagina.

Después de algunos de estos bailes muy sensuales, se sintió algo mareada y confundida. El tiempo había pasado rápidamente, les dijo a sus hijos que debían retirarse, se dirigió a su marido, él le comentó que tenían una partida de póker apalabrada y que tardaría un poco en subir, ella contrariada, le dijo que no tardara.

Acompañada de sus hijos se dirigieron a los camarotes, les dijo que pasasen al baño, que ella iría después, pasó a su camarote, se desnudó se enrolló el cuerpo con una toalla, cuando intuyó que sus hijos habían terminado en el baño, se dirigió allí, cerró la puerta de sus hijos desde dentro y se metió en el jacuzzi, quería relajarse y atenuar el dolor de cabeza que le habían producido las bebidas ingeridas.

Estaba empezando a relajarse sentada en el gran jacuzzi, cuando notó que la puerta de su camarote se abría y entraba un hombre tapado únicamente con una toalla alrededor de su cintura, sorprendida, con la mente aun confusa, solo se le ocurrió decirle que aquella era un área privada, que no podía estar allí, él hizo caso omiso a sus palabras, sorprendida vio que sus hijos salían de su camarote en traje de baño y junto con el hombre, desnudo, se metían amigablemente en el gran jacuzzi, parecía que ya se conocían.

Recordaba que había cerrado la puerta del camarote de sus hijos y no entendía que pasaba, olvidando su desnudez, volvió a protestar y oyó la voz del intruso “¡Silencio zorra, a callar!” tenía una voz autoritaria, fuerte, enérgica. Esa voz le trajo a la mente recuerdos, que ya creía olvidados, de cuando en su adolescencia, fue durante un tiempo, la víctima sumisa de un amigo de su padre. Estaba muy nerviosa, veía a sus hijos en el fondo del jacuzzi, desde donde la miraban con excitación, ella no quería estresarlos más, calló. El hombre echó un  líquido en la bañera y con la agitación del agua salió algo de espuma.

Avanzó hacia ella y por debajo del agua empezó a tocarla, apretando sus pechos y sus pezones, quiso aparentar tranquilidad por los chicos y le decía que no siguiera, pero él continuaba tocándola por todas partes, se resistía;  pero aquello empezaba a ser morboso y la alteraba. Aquel hombre sabía muchas cosas de ella y las utilizaba, lo que le hizo pensar que su marido tenía algo que ver con todo aquello. Creyó recordar que el intruso era uno de los hombres que estaban con su marido y sus amigos en la barra del bar, pero no podía confirmarlo.

Seguía tocándola hábilmente, a su pesar, se estremecía, no podía contenerse, el intruso le decía: “¿Te gusta verdad zorra? ¡Qué puta eres!

Les decía a los chicos “¿Veis lo puta que es vuestra madre, lo caliente que se pone con solo tocarla un poco? ” La cabeza de Lidia era un mar de dudas, quería que todo aquello terminase, pero por otra parte el morbo seguía aumentando, el intruso era bueno, sabía lo que hacía. Miró a sus chicos, jugaban con la espuma, pero la miraban expectantes.

El intruso le metió la verga en la boca y le obligó a mamársela, le follaba la boca duramente, produciéndole arcadas y sofocos, no tardó en correrse en su boca y su cara. Seguía con una erección de caballo, se dirigió a los chicos y les dijo, “¡Mirar como follo a vuestra madre!” Le separó las piernas y le metió su verga con determinación. Lidia no sabía qué hacer, escuchaba al intruso como le decía “¡Te gusta zorra! ¿Verdad qué te gusta que te folle?”

Le gustaba, mucho, era muy bueno, la follaba con rudeza, azotaba sus nalgas y sus tetas, la estaba haciendo gozar como no recordaba, sintió que era su Amo, un recuerdo que creía olvidado. Era brusco, muy brusco, pero a ella le gustaba así, llegó a olvidarse de todo y se entregó en cuerpo y alma, alcanzó un orgasmo como hacía tiempo que no sentía. El intruso se reía y no dejaba de comentar con los chicos, lo caliente y lo puta que era su madre. El seguía con su verga, tremenda, en un metisaca salvaje, y ella alcanzó un segundo orgasmo intensísimo. En medio de sus estremecimientos notó como el intruso se corría y llenaba su vagina con su semen. No supo que pasó, pero se oyó decir, ¡Gracias mi Amo!

Cuando se hubo recuperado algo y aun con temblores en su cuerpo, oyó al intruso ordenar a sus hijos que se quitasen el traje de baño y se acercasen a su madre. “¡Quiero que estimules a tus hijos, zorra, que toques y chupes sus penes, que les pongas a mil, enséñales lo puta que eres!“

“¡Daniel, Carlos, ahora es vuestro turno, tocar a vuestra madre, chuparle las tetas y esa panochita caliente y jugosa, follarla duro, ella está deseándolo!”

Lidia sentía mucha vergüenza, pero no podía decir nada, su cabeza seguía en aquel mar de dudas, Carlos, más atrevido, se acercó y la abrazó, su mano se posó en su pecho y con dulzura, la acariciaba, la besó en la cara y le susurró al oído si quería que siguiesen, sintió que el chaval le acariciaba dulcemente su pezón y en su locura, se olvidó de todo, le dijo que si, que jugasen con ella, que le hicieran todo lo que quisieran, que era suya.

Sentía en las manos sus penes a tope, unas erecciones durísimas; a ellos les gustaba, seguro, se dijo. A su pesar, con su cabeza en total confusión, reconoció que también a ella le llenaba de morbo, estaba encantada de sus caricias y también disfrutaba acariciándolos. El intruso ordenó a uno que le chupase la vagina, mientras al otro le decía que le chupara y mordiera los pezones. Iban alternándose y ella estaba tremendamente caliente, confusa, pero excitada al máximo, no dudó chupar sus penes hasta hacerlos correr de nuevo en su boca, tragando toda su leche encantada, les pedía que fueran muy duros con ella, que la torturasen al máximo.

Cuando el intruso le dijo a Daniel que se la metiera, él lo hizo. Ella sintió una sensación diferente, una mezcla de muchas sensaciones. Abrazada a su hijo, que la follaba duramente, notó que su vagina estaba mojada a tope, disfrutó como nunca al sentir aquella verga, poderosa, sus gemidos, gritos e insultos se escuchaban claramente, mientras se retorcía de placer, Carlos seguía jugando con sus pezones, los mordía, estaba fuera de sí.  Sintió como Daniel, entre convulsiones, se corría y le llenaba la vagina que ya rebosaba de semen ardiente, no pudo aguantar más, estalló en un orgasmo tremendo, increíble.

Igual le pasó cuando fue Carlos el que la folló con una fuerza inusitada, volvió a retorcerse de placer, gritos e imprecaciones salían de su boca, clavaba las uñas en la espalda de su hijo. Se sentía culpable y llena de dudas, pero la excitación que sentía superaba aquellas sensaciones. Cuando Carlos se corrió, volvió a sentir otro orgasmo fortísimo, intenso, desgarrador, estaba gozando como nunca, abrazaba a su hijo con fuerza, mientras ambos se estremecían salvajemente. No recordaba orgasmos como estos que acababa de sentir.

Abrazó fuertemente a sus hijos y les llenó la cara de besos, ellos seguían empalmados y fuera de sí. Querían seguir, preguntaron al intruso si podían repetirlo, aunque ella débilmente negaba con la cabeza, en cuanto sintió la lengua de Carlos rozándole el clítoris y las caricias de Daniel en sus pezones, volvió a excitarse a tope. Siguieron haciéndolo, quizás empezaron más calmados, pero nuevamente al poco, estaban entregados y sus cuerpos se movían salvajemente, en un frenesí de lujuria, era un espectáculo increíble, nuevamente alcanzaron los tres, orgasmos intensos y maravillosos. Sus cuerpos, agitados, acabaron desmadejados por el suelo. Lidia quedó con su coño chorreando, sus piernas embarradas de sus jugos y del abundante esperma de sus chicos, desmayada, exhausta.

Despertó bien entrada la mañana, estaba desnuda sobre la cama, con los restos secos de esa noche de desenfreno en su cuerpo, apenas tapada con una de las sabanas, no recordaba cómo había llegado a la cama. Su desayuno, estaba sobre la mesa, su marido no estaba, había desayunado y había salido. Tenía un hambre atroz y se lanzó hacia el zumo y las pastas con apetito, sin pensar en otra cosa. Ya más calmada recordó que a mediodía tenían que abandonar el crucero, el viaje había terminado. Tomó una ducha reparadora, terminó de arreglarse cuidadosamente e hizo las maletas.

Creía recordar que antes de marchar aquel hombre le dijo que tenían que repetir aquello, no sabía lo que respondió, ni tan siquiera si lo había hecho, pero ahora desestimó la idea de plano. Ya aclararía todo lo pasado más adelante. Aparentemente, todo volvía a la normalidad, aunque estaba convencida que nada sería como antes de comenzar aquel crucero.

Más tarde repasó lo acontecido en aquellas mini vacaciones y reconoció que, finalmente, “todo” había sido perfecto, que muchas nuevas oportunidades, sobre todo en el aspecto sexual, se habían abierto y estaba decidida a desarrollarlas al máximo.

Sería muy difícil olvidar aquel crucero y desde luego, imposible olvidar lo que le había hecho sentir y disfrutar aquel Intruso .

Agradeceré vuestros comentarios.