El internado (03 La violación de Vera)

Ahora os cuento con todo lujo de detalles cómo fue la violación de Vera y cómo fui descubriendo el tipo de mujer que era.

El internado III (la violación de Vera)

Al cabo de unos segundos, respirando con cierta dificultad, Vera comenzó a hablar, prosiguiendo el escabroso relato que había empezado a contarme esa misma tarde:

"Hanna... mi dulce madre... convertida a mis ojos en una auténtica... ¡puta!

El hombre la tenía agarrada con su mano libre por los pelos, bombeándola con su verga en la boca sin piedad alguna. Yo seguía con la cara pegada a la de ella, negándome a cerrar los ojos, observando con todo detalle ese lúbrico primer plano. Su boca abriéndose golosa, saboreando aquel mástil de carne caliente, regocijándose en sonoros lametones que la hacían babear lujuriosamente...El rimmel de sus ojos se había corrido dejándole las mejillas cubiertas de un tétrico maquillaje:

  • ¡Pare, señor... PAREEE! ¡Le hace daño! -grité como enloquecida.

  • ¡Calla, putita! ... ¡Y aprende! ¿Eh que le gusta, señora Korchnoi? ¿A que le encanta chupar un buen cipote?

  • ¡Ammm... mmmaaaahhh... allllmmm! -mi madre seguía chupando ajena a todo.

Cuando aquel individuo se sintió al borde de la eyaculación, apartó a mi madre de un violento tirón de pelo y de un brusco empujón la tumbó en la cama:

  • ¡Zorra asquerosa! ¿Te crees muy lista, eh? - me apartó de un manotazo, le separó con fuerza las piernas y se abalanzó sobre ella para poseerla.

Mi madre giró la cara avergonzada... para no verle a él, para no ver la mía. El tipo la empaló bramando como un toro y Hanna soltó un profundo quejido al sentir aquel pedazo de virilidad metido en todo su ser...

La puerta se abrió. Mi mirada se posó en aquellos dos hombres... y en mi padre... Seguía desnudo pero ahora le habían atado las manos a la espalda y los pies, a la altura de los tobillos. También, le habían amordazado la boca con un gran trozo de cinta adhesiva. Cuando sus ojos se percataron de lo que le estaban haciendo a su esposa, de mi desnudez, intentó gritar, probó de deshacer las cuerdas que lo ataban, quiso golpear con la cabeza el torax de uno de los agresores... Pero lo único que consiguió fue recibir un certero rodillazo en su vientre que hizo que se desplomara cayendo de rodillas en mitad de la habitación.

  • Jonas... Veo que ya le estás mostrando tus talentos de semental a esta furcia... -soltó el jefe, mientras el otro levantaba a mi padre del suelo y procedía a atarlo a una de las columnas de roble que servía de sostén a la mezannina situada en un extremo de aquella estancia, muy cerca del cabezal de la cama.- Bien, bien, Estanis... Así... que pueda verlo todo en primera línea... Ja, ja, ja...

El jefe, que se llamaba Ivan, me tomó del brazo firmemente, me levantó de la cama y me dió un pañuelo para que me secara las lágrimas:

  • No llores, pequeña... Una chica tan bonita como tú...

Con sus palabras falsamente tiernas, llegaron para mí los peores momentos de mi vida...

Empezó besándome, agarrándome el pelo por la nuca para hacerme abrir la boca y meterme su viscosa lengua de fuerte sabor a tabaco y a vodka... Fue mi primer beso forzado... Horrible como todo lo que estaba sucediendo...

Cansado de la pasividad con la que correspondía a su morreo, me apartó y se dirigió a sus acólitos:

  • Esta putita no sirve para nada.

La cama crujía ante los furiosos embites de Jonas. Este parecía poseído por la fuerza cabría del demonio y sometía a mi madre a un frenético vaivén copulatorio:

  • En cambio, ésta... ¡Uauuu! ¡Cómo jode, la señoraaahhh!

Me fijé entonces en las manos de mi madre. Poco a poco habían ido posándose sobre el pesado cuerpo de su agresor. Primero, para intentar apartarlo... Finalmente, cansada, derrotada, sometida, sus dedos se clavaron en su musculosa espalda y sus muslos le enlazaron las nalgas. Mi madre gemía casi en silencio, jadeaba calládamente y miraba a mi padre suplicando que la perdonara...

  • ¡Se me está corriendo, tios! -gritó exaltado Jonas, acelerando de pasada la fuerza de sus embestidas- ¡Joder, señor Korchnoi! ¡Qué pedazo de putón que tienes en casa!

¡Qué terrible imagen! Mi madre ladeaba la cabeza como si quisiera desencajársela, mordiéndose el labio inferior hasta hacerlo sangrar y así evitar que se oyeran sus chillidos orgásmicos. Mi padre no quitaba ojo de ella, llorando de rabia e impotencia... Pero su sexo contradecía sus sentimientos... Volvía a estar erecto como cuando mi madre se lo...

  • ¡La put... AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH! - aulló Jonas corriéndose en ella, bombeándola con tanta fuerza que me pareció que levitasen sobre las sábanas.

  • ¡Ja, ja, ja! ¡Nos has puesto a todos a mil! ¡Mira, mira a tu maridito como se la pones dura! -exclamó Estanis sacándose la camiseta y mostrando su torso moldeado por horas y horas de gimnasio y brillante de sudor.

  • ¡Aparta, Jonas! ¡Ahora me toca a mí! - dijo sacándose los pantalones y el boxer negro que llevaba. Tenía un miembro aun más grueso que el de su compinche y lo blandía como si fuera un picaporte

Mi madre se había quedado espatarrada, con las manos sobre su pecho, los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Su sexo abierto rezumaba el blancuzco esperma que Jonas le había inyectado. Acogió sin decir nada a su nuevo amante, posando tras la primera acometida sus manos sobre los duros y redondeados glúteos empujándolo hacia ella:

  • ¡Diossss como entraaahhh! ¡Qué buena que está, la viejaaahhh!

Mi madre se puso de nuevo a jadear salvajemente, a mover sus caderas lascívamente, a gritar que quería más y más...

La mirada de mi padre era todo un poema. Sus ojos incrédulos denotaban el terrible constato: su mujer, su adorable mujer no sólo no se resistía sino que además estaba gozando como la más caliente de las putas... Su palpitante erección mostraba a ciencia cierta que el espectáculo ofrecido lo excitaba enormemente.

Durante ese eterno lapsus de tiempo, los dos otros esbirros se ocuparon de mí. Me tocaban por todas partes... Jonas, desnudo y pegado a mi espalda, me sobaba brutalmente las tetas, pellizcándome los pezones como si quisiera arrancármelos... Ivan, todavía vestido, hundía sus dedos en mi sexo, me masturbaba mirándome con un extraño fulgor en los ojos, diciéndome que me iba a hacer mujer y que terminaría gritando de puro goce como lo estaba viendo hacer a mi madre...

El estado de choc en el que me encontraba me impedía proferir grito alguno... mis miembros estaban paralizados... No sentía nada... ni dolor, ni asco, ni placer... Deseaba desmayarme y así desaparecer de este mundo...

Los jadeos obscenos de mi madre me devolvieron a la realidad.

  • ¡Síiiiiiiii... FOLLADMEEEEE! ¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHH!

  • ¡La putaaaaa... me corrooo... ahhhhh!

Jonas e Ivan pararon un momento sus lúbricos sobeos y me forzaron a mirar la escena... Estanis, justo antes de correrse, saco su falo del coño de Hanna y a horcajadas, inmovilizando los brazos de mi madre con sus rodillas, se lo acercó a la cara... Mi madre abrió la boca y sacando la lengua le gritó:

  • ¡Sí, cabrón... DAME TU LECHEEEE!

El "pobre" no tuvo tiempo de llegar al destino deseado por ella. Un primer flechazo de lefa fue a parar sobre la frente de mi madre... Un segundo y un tercero estallaron contra sus mejillas... Ella intentaba recuperar los escupitajos de semen con serpenteantes movimientos de su lengua... Las últimas gotas de semen cayeron sobre su cuello y su pecho...

Entonces, habló el jefe:

  • Esta hija de puta lo que quiere es vaciarnos los huevos a los tres... ¡Qué buena madre! ¡Jajajaja!

Hanna nos miraba con una mirada que no olvidaré nunca... Se podía leer en ella el peso de la vergüenza y de la derrota... Se había entregado a esos hombres fingiendo pasárselo en grande para que se olvidaran de mí... Estuvo a punto de conseguirlo, pero Ivan descubrió la artimaña. Su venganza iba a ser implacable.

  • ¡Atadla a la cama! ¡Vamos! -gritó Ivan que continuaba sujetándome con fuerza por el brazo.

  • Ya... ¿Pero con qué...? - preguntó Estanis, el cual seguía sentado sobre mi madre inmovilizándola.

Ivan me soltó y aproveché la ocasión para correr hacia mi padre. Se puso a regirar en los cajones de la cómoda hasta que encontró las medias... Cogió un puñado y se las dió a Jonas para que se sirviera de ellas para atar de pies y manos a mi madre.

  • ¡Oh, papá, papá! - grité entre sollozos, abrazada a su cuerpo desnudo, temblando de pavor. -¿Qué van a hacernos, papá?

  • ¡Mirad que par de tortolitos! -exclamó Estanis mientras ayudaba a su compinche a terminar con las ataduras.- ¿Por qué no se la chupas un poco a tu padre? ... Que mira cómo lo ponéis...

A Ivan le encantó la idea. Me obligó a arrodillarme ante la verga de mi padre y estirándome el pelo hacia atrás consiguió que abriera la boca para acogerle entre mis labios:

  • ¡Oh, papá...papá... lo siento! -le dije con pesar, sintiendo la dureza de su miembro entre mis labios.

  • ¡No jodas, idiota! - replicó Ivan empujándome la cabeza hacia adelante haciendo que la mitad de su tranca se me incrustara en la boca- ¿No ves que le encanta? ¡Vamos! ¡Chupa!

¡Dios! ¡Le hice una felación a mi propio padre! Sí... Y lo hice con todo el amor que sentía por él... Al igual que mi madre, puse lo mejor de mi misma para que ese suplicio durara lo menos posible. Con una mano bien agarrada a su polla, lo masturbaba con todo mi escaso saber mientras mi boca entera, labios y lengua, se la lamían, chupaban, mamaban...

  • ¡Hijos de perra! ¡Dejad a la niña! -gritó mi madre en un último esfuerzo para resistirse.

Lo único que consiguió fue un sonoro tortazo y que la amordazaran como a mi padre. Ivan vino a mí y con redoblada violencia rompió la osmosis entre mi boca y su sexo y me propulsó sobre la cama quedándome la cara aplastada contra el vientre de mi madre:

  • ¡Lo siento, Boris! -dijo malévolamente- Estoy seguro que estabas a punto de correrte en la boquita de tu adorada hija... ¿No?

  • ¡Mmmmmmmmmmm! - es todo cuanto mi padre podía emitir como sonido tras su mordaza.

  • ¡Vais a terminar de una puta vez! -chilló Ivan dirigiéndose a sus esbirros que intentaban atar los tobillos de mi madre a los barrotes de la cama.

  • ¡Listo! ¡Toda tuya! -exclamaron los dos al unísono.

Mi madre había quedado crucificada con aquellas improvisadas ataduras, con las piernas exageradamente abiertas y los brazos completamente extendidos en forma de uve. Mi mejilla apoyada en su vientre, mi nariz a pocos centímetros de su anaranjado pubis... Podía sentir el agrio olor de semen y sudor que exhalaba su sexo profanado.

Estanis y Jonas se levantaron y se quedaron de pie junto a la cama. Ivan empezó a desnudarse ceremoniosamente. Yo no quería mirar... no quería hacer nada... Sólo quería morirme. Cuando terminó se colocó junto a mi padre y nos ordenó que le miráramos:

  • ¡Jajaja! ¿No hay comparación, verdad?

Aquel bestia era un amagasijo de músculos, un coloso. Mi padre parecía enclenque e inofensivo a su lado. Además, había doblado la cabeza y ofrecía una patética imagen de mártir cristiano. Mi vista, inconcientemente, bajó hacia sus sexos. El de mi padre, erguido y brillante de mi saliva, parecía diminuto al lado del de Ivan, grueso y tieso como un antebrazo, de piel traslucida, surcado por hinchadas venas y con un prepucio granate del tamaño de mi puño.

  • Primero, Vera... ¿Ese es tu nombre, verdad?

  • ...

  • Bien, bien... No hables... Estás más guapa así, calladita. -prosiguió Ivan - Puesto que estás con tu mamá, así, abrazadita... Quiero que le limpies toda la leche que estos dos chicos malos le han echado... -como vio que yo no hacía ningún movimiento, me explicó cómo hacerlo gritando: - ¡Con la lengua, puta! ¡Lámele toda la lefa! ¡Acción!

Los tres hombres, de pie junto a la cama, contemplaban riendo mi humiliante trabajo de limpieza. Comencé por lamer el semen de entre sus pechos. Al principio, me vinieron arcadas de vómito, de tan asqueroso que me pareció el sabor de aquel líquido viscoso. Un grumo de lefa yacía pegado a uno de sus pezones. Me lo metí en la boca y pude comprobar como el pezón se endurecía en el acto:

  • ¡Observa, Boris, observa! Tu hija tiene madera de chupona... ¡Como su madre! -exclamó Ivan en una sonora carcajada.

Una rápida ojeada a mi padre me hizo comprender que seguía excitado: su verga tembleante, tiesa como un palo, era la prueba. Aquellos hombres me incitaron a que le chupara más tiempo los pezones a mi madre. Había llegado un punto para mí en el que me comportaba como una autómata. Iba tomando conciencia que todo lo que estaba haciendo, sin que nunca fuera mi voluntad, producía placer a mis padres...

Tras mamarle las tetas, proseguí el camino ascendente de lámidos y chupeteos... por su cuello, por sus mejillas, por su frente... Lamía y tragaba sin apenas respirar. La piel clara de mi madre exhalaba calor por todos sus poros...

... Un montón de manos me iban sobando. Las sentía manosearme por todas partes: mis senos, mi vientre, mis muslos, mis nalgas... mi sexo... Dedos y más dedos me penetraban mis dos orificios...Algo similar a la excitación empezó a taladrarme el cerebro.

  • ¡Te quiero, mamá! -le susurré al oído al tiempo que recogía en mi lengua un hilillo de esperma depositado en el lóbulo de su oreja. Ella me correspondió con un suave parpadeo de sus enrojecidos ojos.

  • ¡Buen trabajo, putilla! -exclamó Ivan- Ahora le vas a comer el coño...

  • ¡Ayyy! - grité al sentirme agarrada por el cuello y proyectada sin miramientos entre las piernas de mi madre.

Me pusieron a cuatro patas, con la cara enterrada en el sexo de Hanna, y toda mi intimidad a su merced. No tardé en sentir una húmeda lengua que me lamía groseramente todo cuanto encontraba a su alcance: mi ano, mi vagina, mi clítoris... Yo hacía lo propio con mi madre, sorbiendo a la vez cantidades ingentes de sus jugos y de la leche del cabrón de Jonas:

  • Patrón... Esta zorra está que arde... -era la voz de Jonas resonando entre mis piernas- ... ¿A qué esperas?

Me encontraba en un estado hipnótico. Mi lengua seguía lamiendo el coño de mi madre a pesar de que ya no quedaba rastro de lefa. Los ligeros temblores de sus muslos me confortaban tanto como los lengüetazos y manoseos de aquellos bastardos me estaban excitando... Oir sin cesar durante todo ese eterno momento que yo era una puta, que me comportaba igual de bien que la más vulgar de las furcias, que mi coño estaba húmedo y expectante como el de una cerda hambrienta de sexo... todo ello me propulsaba hacía una dimensión de mi persona completamente desconocida hasta entonces... Por todo ello, cuando Jonas -siguiendo las consignas de su jefe- siguió mordisqueándome el clítoris y me metió profundamente un dedo en mi ano... exploté:

  • ¡MAMAAAAA! ¡AAAARRRRRRR! ¡AAAAAAAAAAAAAAA!- grité, grité y grité como poseída por el mismísimo lucifer al sentirme inundada por el primer y último orgasmo de mi vida.

Si las corridas de mi madre habían sido fingidas -siempre me quedó la duda- la mía, para mi mayor vergüenza, no lo fue en absoluto. Al levantar la cabeza para poder liberar al viento mi desgarrador gemido, mis ojos se clavaron simultáneamente en los de mis padres. Los de mi madre, llenos de abandono, de ternura, de compasión; los de mi padre, llenos de impotencia, de derrota, de comprensión...

En un último suspiro, dejé caer mi cara sobre el vientre de mi madre, besándola en aquella carne que un día, quince años atrás, me había engendrado...

Y entonces fue cuando algo increiblemente duro y grueso me desgarró las entrañas. Mis chillidos de dolor rompieron el aire. Me giré y pude ver como aquel armario de fuerza descomunal se hundía en mí, una y mil veces, sujetándome las caderas para que no pudiera zafarme de sus brutales acometidas...

De pronto, dejé de sentir dolor... Como si estuviera en el interior de una piscina, mis oidos dejaron de escuchar... Sólo veía imágenes borrosas: la cara de mi madre moviéndose de un lado a otro suplicando que terminara esa tortura; el miembro erecto de mi padre balanceándose en su desesperado intento de liberarse de las cuerdas que lo ataban; los dos compinches masturbando sus vergas, acercándomelas a la boca, obligándome a chupárselas...

Unos minutos más tarde, Ivan se corrió copiosamente en mis entrañas. Con mi virginidad destrozada, el coño salvajemente violado y ensangrentado, ya no podía esperar nada peor...

Mientras Estanis ocupaba su lugar, penetrándome sin preámbulo ni delicadeza alguna, Ivan se sentó en un sillón que acercó adrede a la cama, muy cerca de la cara de mi madre. Encendió un puro habano y le dio una profunda calada:

  • Tenéis una hija que vale un potosí... -dijo echando el humo hacia nosotras- ... pero me ha puesto la polla perdida de sangre...

  • ¿Quieres que te haga sitio? -preguntó Jonas que en ese momento tenía la suya en mi boca- ... La niña ha aprendido muy rápido, ¿sabes?

  • No, no... Deja que te la ponga bien dura... Pero, no te corras, pedazo de maricón... Quiero que le rompas ese culito respingón... ¡Jajaja!

Aquellos comentarios agudizaron el vaivén fornicador de Estanis y con cada embestida, en una diabólica sincronización, la polla de Jonas se hundía más y más en mi garganta.

  • ¡Orrrfff, orrrfff, orrrfff, orrrfff... OOOAAAJJJJ! - con sus guturales gruñidos, sentí la descarga de semen en el fondo de mi vagina.

  • ¡Joder, Estanis! ¡Eres un mierda picha breve! ¡Jojojo! - se burlaba cinicamente Ivan- Va, ve tú ahora, Jonas, que empieza a hacerse tarde...

Unos segundos más tarde, dos poderosas manos me separaron violentamente los cachetes del culo y sentí un escupitajo en mi ano... y un segundo... Sin previa dilatación de mi esfínter, me sodomizó con tal brutalidad que me desgarró buena parte de los delicados tejidos mucosos de mi ano. A él, en cambio, aquella ultrajante violación parecía acrecentar su lujuria:

  • ¡Mira como chilla la puerca! -gritaba Jonas- ¡Di que te gusta! ¡Grita, cerda, grita que te encanta que te rompan el culo!

Mi boca permanecía abierta en un grito sin fin... Estanis vino a llenarla con su verga tumefacta, impregnada de mi sangre virginal y de los restos de su esperma... Una sensación de asco infinito se apoderó de mí y en un movimiento impulsivo, en una arcada que me desgarró el estómago, vomité sobre el vientre de mi madre...

Por increíble que pueda parecer, Jonas siguió dándome por el culo hasta saciarse por completo, entre las risotadas y las burlas de Ivan, principalmente, y de un aturdido Estanis que se limpiaba la polla con la sábana de los pringajos de vómito que la cubrían... Y me desvanecí... "


Había estado escuchando todo su relato sin interrumpirla ni una sola vez, desnudas, piel contra piel, acariciándola tiernamente, sin otra pretensión que calmar su ira, apaciguar su desasosiego. De vez en cuando, la besaba dulcemente en sus maravillosos labios o simplemente me abrazaba a ella posando los mios sobre su nuca, absorbiendo en silencio ese olor suyo tan especial...

  • ¿Cómo terminó esa pesadilla, Vera?

  • Me reanimaron echándome un cubo de agua helada...

  • ¿Y...?

  • Lo que vino a continuación terminó de matar a mi madre...

  • ¿Qué dices? ¿La mataron? - pregunté horrorizada...

  • No... físicamente, no... Pero psicológicamente le arrebataron lo poco de vida que le quedaba...

  • No me lo cuentes si no lo deseas... Lo comprenderé...

  • Ahora ya no hay marcha atrás, Sandra... Me hace mucho bien contártelo...

Vera temblaba a pesar del calor sofocante que reinaba en la habitación. Le acaricié los hombros y los brazos... tenía la piel de gallina, más gélida y transparente que nunca... Sus pezones sobresalían puntiagudos en el centro perfecto de sus aureolas contraídas. Incluso en aquellas circunstancias trágicas, mis ganas de ella no disminuían en absoluto... Lo notaba en cada rinconcito de mi insaciable cuerpo: en mis timbreantes pezones, en mi clítoris ultra sensible, en el surtidor imparable de mi sexo... Sin embargo, la cubrí con la sabana y la dejé hablar:

" Recobré el conocimiento y recuerdo que lo primero que sentí fue un punzante dolor en el ano y el olor penetrante de mi vómito en las narices... Y las risas diabólicas de aquellos tres monstruos...

... Me apartaron de mi madre de malas maneras y me lanzaron como si fuera un saco de patatas a los pies de mi atormentado padre... Me llevé una mano a mi sexo y me la miré llena de sangre:

  • ¡Basta, basta, bastaaaaa! -grité con todas mis fuerzas.

Uno de ellos, no recuerdo cual fue, me arreó un tremendo puntapié en las nalgas que me hizo ver las estrellas:

  • ¡Cállate de una puta vez o os matamos a los tres ahora mismo! - el jefe sentenciaba.

Entonces miré a mi madre. Parecía muerta, los ojos cerrados, todos los músculos de su mancillado cuerpo inertes... Pero su pecho seguía moviéndose, seguía respirando... Sentí un profundo alivio. Levanté la vista hacia mi padre, pero mis ojos toparon, desde mi posición, medio estirada a sus pies, con sus genitales cubiertos de vello, con su verga descapullada colgando flácida sobre ellos. Como si Ivan hubiera adivinado el objeto de mi mirada, vino hacia mí y ayudándome a medio incorporarme me instó a que se la mamara de nuevo a mi padre:

  • Pobre Boris... Eres el único que no ha podido correrse... ¡Anda, Vera, muéstrale a tu papaíto lo buena que eres mamando pollas!

  • ¿No nos haréis más daño? -pregunté inocentemente.

  • Claro que no, bonita... ¡Anda! ¡Ponte a mamar! - exclamó empujando mi cabeza hacia la polla de mi padre.

  • Sólo os pido una cosa - les dije - ... Desatad a mi madre... ¡Os lo suplico!

Los tres se miraron entre si, serios, sopesando el riesgo que podían correr soltándola. Un rápido vistazo al estado catatónico en que se encontraba mi madre, les hizo sonreir malévolamente y acordarme este último favor. Con un gesto de su cabeza, Ivan ordenó a sus esbirros que le soltaran las ligaduras. Estos lo hicieron quedándose junto a ella a la espera de una posible reacción violenta. Pero mi madre ni siquiera se movió... Sí... Juntó sus piernas y se giró de espaldas a nosotros, quedándose en posición fetal. Yo esperaba que se sacara la mordaza, que los insultara, que les suplicara que me dejaran en paz... Pero no lo hizo... Mi madre estaba, en cierto modo, muerta...

Tragándome la vergüenza y el dolor que me laceraban todo mi ser, me introducí su destrempada verga por completo en la boca y procedí a chupársela tan bien como podía en aquellas circunstancias...

Debemos tener todas un lado oscuro, algo primitivo y salvaje que nos hace comportarnos con la indecencia de vulgares prostitutas... Lo digo porque cuando su miembro empezó a endurecerse con las caricias de mi lengua, cuando sentí que su capullo se hinchaba y vibraba en mi garganta y mi boca se adaptaba instintivamente para acogerla hasta su base, experimenté un placer tan palpable, tan húmedo y lascivo que deseé con todas mis fuerzas que no se acabara nunca...

Contrariamente a mis expectativas, el grito sofocado por la cinta que lo amordazaba me alertó de la inminente llegada de su orgasmo. Aunque tenía tiempo de apartarme y hacerle terminar con la mano, mi cerebro me envió la orden contraria... Me agarré a sus caderas, clavándole las uñas en sus nalgas, empalándomela hasta la campanilla...

¡Dios, Sandra! ¡Nadie me había obligado a hacerlo de aquella manera! Y, sin embargo, lo hice como... sí... como una verdadera puta... Y qué inmensa satisfacción estaba sintiendo... Una excitación totalmente incontrolada...

Como si los tres mafiosos estuvieran a mil quilómetros, podía escuchar sus risas burlonas, pero también sus vítores, sus silbidos aprobadores... Se habían instalado a mi alrededor y blandían sus pollas meneándoselas con el fin de hacerles recobrar toda su dureza... Se habían olvidado de mi madre y eso me alivió profundamente...

Levanté la cabeza. Mis ojos se clavaron en los de mi padre, que se le salían de sus órbitas al contemplar atónito como su hijita de quince años, ahora desvirgada y sodomizada, se preparaba a recibir gustosa la descarga de su simiente. Con un leve parpadeo le animé a que terminara en mí... Le perdonaba y le pedía perdón.

  • ¡UUUMMMMMMMMMM! - es el único sonido que su tapada boca podía emitir.

Y una múltiple ráfaga de reguerazos de semen paterno, espeso y caliente, se estrellaron contra mi glotis, perdiéndose, esófago abajo, en los confines de mi torturado estomago...

No sentí asco alguno... Ni pena, ni remordimientos... Sólo goce. Un goce obsceno y enfermizo que me hacía sentir tremendamente hembra, perdidamente indecente.

Por espacio de unos largos segundos, conservé la turgencia de su falo entre mis labios, saboreando los últimos ramalazos de lefa, degustándolos con deleite, impregnándome la lengua con su sabor... Una de mis manos le acariciaba los testículos, sopesándolos, oprimiéndolos delicadamente... La otra, le manoseaba los glúteos, buscando entre ellos la negrura escondida de su escroto. Levantaba la barbilla una y otra vez para que mi padre pudiera observar con detalle como la boquita angelical de su Vera le limpiaba el falo con suma aplicación... Y cómo me miraba, Sandra... Sus ojos traslucían sorpresa e indignación... No comprendía que yo pudiera tener ganas de continuar aquella guarrería por mi propia voluntad...Estaba viendo en lo que me estaba convirtiendo...

  • ¡Ya está bien, pedazo de zorra! - de un salvaje tirón me desengancharon del miembro todavía empinado de mi padre. - ¡Boris ya ha tenido su dosis! ¡Ahora nos toca a nosotros!

Me quedé de rodillas y uno tras otro me fueron follando la boca -no se puede decir de otra manera, Sandra- con sus asquerosas pollas, sucias de mi propia sangre... de mi propia mierda. De vez en cuando, uno me pedía que le chupara los huevos, otro que le lamiera el culo... Ninguno quería joderme de nuevo de tan maltrechos que habían quedado mis orificios... No; se contentaron con mi boca... Y yo les di, completamente sumisa y obediente, una ración completa y gratuita de la más guarra de las felaciones...

Hasta que pasado un tiempo interminable, fueron vaciándose los cojones sobre mi cara, casi simultáneamente... ¿Cómo habían podido recargar sus pollas de tanta lefa en tan poco tiempo? me preguntaba, mientras sentía como su semen caliente embadurnaba mis párpados, resbalaba por mi frente, por mis mejillas... Y me vi a mi misma, la lengua extendida, contorsionándose lúbrica a la busqueda y captura de ese pútrido bebedizo...

No tardaron en vestirse, en meter sus armas y el botín recuperado de la caja fuerte de mi padre... Su apetito insaciable, parecía definitivamente colmado. Me icé lentamente y medio a rastras conseguí estirarme en la cama, sobre las sábanas empapadas, junto a mi madre que ni siquiera reaccionó cuando la abracé... A mi padre, no osé ni mirarlo...

Y se marcharon... Sin decir ni una palabra... mirándonos con absoluto desprecio...

Al cabo de unos días, mi madre fue internada en un sanatario, completamente ida, en estado vegatativo... Y allí sigue, sin que desde ese maldito día haya pronunciado una sola palabra... He dejado de ir a verla... No me reconoce o no quiere reconocerme...

Mi padre está muerto. Se volvió loco e intentó vengarse. No le salió bien y lo mataron. Y allí apareció Igor, mi tutor...


Vera dejó de hablar. Temblaba y sollozaba devorada por el dolor acumulado de tantos meses sin poder contar a nadie el drama que había vivido. Sin embargo, a pesar de mi corta edad, comprendí que había algo en ella, en la manera como me había contado la historia, en el lujo de detalles con que la había adornado, en todo lo que le hizo a su padre y a esos tres hombres, casi por voluntad propia, que la convertían a mis ojos en un extraordinario objeto de deseo... De deseo pura y viciosamente carnal, sexual... En otras palabras, había conseguido que la pena que hasta entonces sentía por ella -y que, en cierto modo, seguía sintiendo - se convirtiera en un ansia salvaje por poseerla, por ocuparme de ella hasta hacerla explotar de placer...

Levanté la sabana y me pegué contra ella haciendo que sintiera la dureza de mis pezones contra la delicada piel de su espalda... rodeando sus muslos con los míos, frotando mi coño contra una de sus nalgas... Con una mano le acariciaba su densa melena de fuego, dejando al descubierto su fino cuello, besándoselo con toda la superficie de mis labios... Con la otra, busqué sus pechos y los amasé tiernamente, uno tras otro, sintiendo en la palma de mi mano como reaccionaban, hirguiéndosele los botoncitos...

  • ¡Hummm, Sandra! ¡Qué bien me siento en tus brazos! -exclamó torneando ligeramente el busto y la cara hasta quedar nariz contra nariz.

Era tal el grado de mi excitación en aquel momento que cuando me besó y sentí su lengua buscando la mía, me bastaron tan solo unos segundos para que todo mi ser se propulsara en un intenso orgasmo que quedó ahogado en nuestras bocas fundidas:

  • ¡Iiiijjjjjjjjjjj! ¡Mmmmmmmaaajjjjjjj! ¡Ohhhhhhhh! - y que se prolongó cuando Vera, olvidando su pasividad y sin dejar de morrearme, se puso a mover furiosamente sus nalgas contra mi para que mi clítoris se frotara con máxima eficacidad. - ¡AAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHH! ¡VERAAAAAAAAAA! - chillé deshaciendo el entuerto de nuestras lenguas, la boca abierta goteando nuestras salivas, los ojos desorbitados y Vera mirándome alucinada.

  • ¡Dios santo, Sandra! -sin dejar de mirarme con sus ojos acuosos llenos de admiración - ¡Qué manera de correrse!

El contacto con su piel sedosa. El gusto de su boca. El olor indescriptible que emanaba de su pelo, de sus axilas, de su sexo...Su voz, su mirada y las cosas hermosas que ambos me decían... ¡El increíble poder de la mente!... Y...

  • ¡Haaa...Fuuuu...Sí, sí...fff! ¡Mmmehh... meee.. ooo...traaa...Veee...sss! ¡AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!

Me corrí una segunda vez, pegada a ella como una rémora, abandonándome a mi propio placer, utilizando su cuerpo como un enorme consolador plurisensitivo...

Y después, me dejé caer a su lado, jadeante y colmada, sintiendo como todos los músculos de mi cuerpo se iban relajando, como mi mente iniciaba un vaporoso viaje hacia un cielo repleto de estrellas...

  • Sandra... Quiero que me hagas gozar como lo haces tú...

  • Hummm... ¿De veras? -le pregunté con la más sensual de las voces.

  • Pues claro, tesoro... Sé que tú sabrás hacerlo...

  • Está bien, Vera... Pero para conseguirlo, primero deberás "aprender" a desearme...

  • Pero... Si yo ya te deseo... Tú... me gustas mucho...

  • Es posible... Pero yo... yo debo sentirlo... Debo sentir que te mueres de ganas... De ganas de besar cada centímetro de mi piel... De recorrer con tus labios todo mi cuerpo... ¡Ganas!

Torpemente, intentó responder a mi discurso acariciándome los senos:

  • No, Vera... Ahora, no... Durmamos así, juntas, pegadas la una a la otra... Disfrutemos sin prisas de la suerte de habernos encontrado... Y mañana, y pasado mañana... Tenemos todo el tiempo del mundo...

  • Sandra, amor... - susurró recostando su pelirroja melena sobre mi pecho- ... me pareces tan mayor, tan adulta... pareces tenerlo todo tan claro... - ahora era yo la que podía sentir la humedad de su mazorca sobre mi muslo.

  • Ten confianza, Verita... ¡Lo vamos a conseguir!

La luz se apagó, como cada dia a las diez de la noche. Nos cubrimos y al poco rato caímos las dos (bueno, yo al menos...) en los brazos del poderoso dios del sueño.

Sólo al día siguiente, pensé en preguntarle qué pasó finalmente con sus padres. La respuesta que me dió me permitió saber quién era su tutor y...

Continuará...