El instituto: Pt1. Iniciación
La iniciación de Nadia al prepararla para ingresar al instituto superior. Su madre y su padrastro se encargan de enseñarle la realidad de la mujer como objeto sexual.
Rebeca estuvo preparándose semanas para aquel día, o más bien dicho estuvo haciendo los preparativos para su hija Nadia, pasado solo un día de que ella cumpliera la mayoría de edad. Ese día, la vida de Nadia fue convertida en una rutina saturada de erotismo, sus días fueron sobre-sexualizados de manera tal que su mente y su alma fueran transmutando hacia una esencia repleta de deseos desencadenados carentes de toda limitación física y psicológica.Este nuevo estilo de vida no era una opción voluntaria, su madre Rebeca le impondría todo tipo de actividades y rituales como si fuera un reglamento sagrado e inquebrantable, ŕeviviendo en su hija lo que ella misma había experimentado de joven.
Esa mañana Rebeca despertó a Nadia y la envío a depilar y asear su rosada y estrecha vagina, debía dejarla fresca y reluciente, lista para que cualquier hombre que quisiese disponer de dicha concha caliente derrame su leche espesa en dentro de ella. Se le prohibió a Nadia salir del baño si no estaba aseada y bien maquillada. El maquillaje en su rostro debía hacerla lucir como una perra en celo lista para ofrecer gratuitamente todos sus agujeros a un montón de hombres fuertes y peludos. Los labios rojos y los ojos delineados eran obligación dentro de este ritual de belleza.
Su madre era una mujer de 44 años, caderas anchas y cintura pequeña, con una mirada muy sexy y unas enormes tetas de las que estaba orgullosa, las que había heredado a su hermosa hija. Rebeca medía 1.67 metros de altura, ella era una valkiria al lado de su hija 15 centímetros más baja, la que parecía una muñequita de juguete. Ambas tenían un culo que hacía que todo hombre volteara a verlas, pero solo Rebeca sabía moverlo con tal sensualidad que podía controlar y dominar al cualquier hombre y conseguir de él lo que sea que quisiese. A diferencia de la robustez de su madre, Nadia lucía frágil, con un culo pequeño fácil de destrozar con una gruesa y dura verga. Esta diferencia física entre ambas daba a Rebeca la confianza suficiente para controlar a su hija y obligarla a seguir el reglamento al pie de la letra.
Al salir del baño, en su cuarto esperaba el atuendo que debía utilizar durante el día, el que había dejado su madre minutos antes mientras ella se aseaba en el baño. Atuendo que es casi un sinónimo de desnudez ya que apenas cubre parte de su cuerpo.
Minutos después volvió su madre para chequear que todo estuviera en orden, revisando el maquillaje y la vestimenta acorde a sus expectativas:
- Rebeca: "Te ves divinamente hermosa, hija. Quédate así un minuto..."
Su madre se acercó a ella y la miró de pies a cabeza, agachándose y deteniéndose en la vulva de la pequeña por unos segundos hasta que llevó dos dedos para inspeccionarla más a fondo. Frotó sus labios vaginales, los abrió para comprobar la elasticidad e introdujo un poco sus dedos para observar la abundancia de su fluidos vaginales. Rebeca se veía a ella misma de joven al mirar e inspeccionar a su hija, estaba completamente feliz por revivir una parte de ella en su hija, iniciando un nuevo ciclo para ella.
Rebeca escogío la vestimenta de Nadia con principalmente tres reglas, las que se debían cumplir en todo momento desde aquel día y todos los sucesivos:
1.- No llevar ropa interior. Penetrarla debía ser tan sencillo como ponerla en cuatro, jalarle el pelo y embestirla.
2.- Sus pezones debían estar siempre a la vista. Todos debían saber lo puta que era Nadia al endurecerse sus pezones al utilizarla sexualmente de ella de cualquier forma.
3.- Siempre maquillada. Al culearle la boca mediante penetraciones profundas en su garganta su maquillaje debería correrse a la par con la saliva en su cara, sus lágrimas de placer y el semen derramado sobre ella, haciéndola aún más hermosa.
La madura y sexy madre llevaba lencería negra, solía utilizarlas de diferentes tipos, siempre con la vagina a la vista y sus pezones expuestos. Al igual que su hija, bien maquillada, depilada y con los labios de color muy intenso. Ambas juntas parecían la dupla perfecta para cualquier hombre, una mujer madura, rubusta y experimentada para follársela como le gusta, y otra pequeña y fácil de romper para destruirla y partirla en dos.
Ya que estaba todo dentro de lo esperado, Rebeca pidió a su hija acompañarla, comentándo que desde aquí en adelante todos su días comenzarían de esta manera. Con la "ropa" puesta, la que dejaba su hermoso cuerpo al descubierto, Nadia siguió a su madre hasta el cuarto matrimonial donde las esperaba su padrastro.
"Entra. Este es un macho de verdad."
Fueron las palabras que escuchó Nadia durante su día de iniciación, palabras que venían acompañadas de una pícara sonrisa de su madre y unos ojos llenos de lujuria y pasión. La frase y el rostro de su madre quedaron grabados en su mente así como también la extraña sensación que le causó en las frecuencia de las pulsaciones de su corazón y en calor de su torrente sanguíneo.
Nadia escuchaba a su padrasto follarse a su madre prácticamente todos los días, varias veces al día, sabía muy bien lo vulgar y sucio que era él era con su madre. Si bien nunca los vió follar ya que pasaba encerrada en su cuarto, estaba al tanto de todo lo que él hacía con su madre ya que podía escucharlos sin ningun tipo de filtro por toda la casa. Él, Santiago, la trataba como una puta, le gritaba y la llamaba con todo tipo de nombres obsenos y degradantes: "puta tragasemen" parecía ser su apodo favorito sobre su madre Rebeca.
Bien temprano por la mañana, su padrastro comenzaba el día siempre con una brutal penetración a la garganta de su madre, penetraciones que le producian arcadas que resonaban por toda la viviendia hasta llegar a los oídos de su hija. Nadia podía ver el rostro destrozado de su madre siendo embestido a través de sus pensamientos al escuchar como le follaban la boca sin piedad. Las sesiones de garganta profunda duraban al rededor de una hora, tiempo durante el cuál Santiago eyaculaba en el rostro y garganta de Rebeca entre dos y tres veces.
Durante la hora de almuerzo, al llegar su padrastro a comer desde el trabajo, él volvía a follar duro la garganta de su madre, trayendo con esto una nueva ronda de arcadas y sucios sobrenombres que alcanzaban los oídos de la hija. En ocasiones su padre traría un grupo de amigos durante la hora de almuerzo o despúes del trabajo, a los que arrendaba a la sumisa mujer para que hicieran lo que quisiesen con ella. Nadia, oculta en el interior su cuarto, podía estimar entre 4 y 10 hombres follándose a su madre al menos 3 veces a la semana. El gangbang podía durar hasta 2 horas, tiempo durante el cuál ella debía permanecer encerrada con llave hasta que su madre o padrastro le dieran indicaciones para ser libre de circular por la casa.
La joven estaba acostumbrada a escuchar cómo se follaban a su madre todos los días. En ocasiones le preocupaba, se la follaban tan duro que pensaba que incluso podía morir siendo perforada por varias vergas de forma simultánea por sus agujeros y su garganta. Más de una vez, al salir de su pieza luego de una sesión grupal de sexo duro y bestial, encontró a su madre tirada en el suelo con los brazos y piernas temblando; una mujer abusada sexualmente de forma reitereda hasta ser despojada de su espíritu. Chorreaba grandes cantidades semen por su vagina y ano, su rostro y cabello eran un completo desastre, cubiertos de semen, saliva y su maquillaje que continuaba esparciéndose hacia las periferias de su rostro. Esta visión de su madre le daba terror, pero al acercarse más percibió en su rostro un éxtasis y felicidad de otra dimensión, éxtasis que solo puede ser alcanzada al apagar sus miedos, entregando su mente y su cuerpo a la perversión y oscuridad del macho que la posee, dándoles el completo poder para destruirla y confiando plenamente en que no sucederá.
Con todos esos recuerdos frescos en su mente, Nadia no podía pensar bien sobre la situación en la que se encontraba, no sabía qué sucedería durante siguientes minutos, a pesar de saberlo en el fondo de su mente no podía siquiera imaginarlo, no podía ver nada más que a su madre usada y destruída en sus recuerdos, estaba completamente bloqueada. Su carencia de atención en el presente comenzó a desespearla, se percató de que estaba congelada y que no podía moverse debido a la lluvia de pensamientos que inundaban su mente Un nuevo espectáculo estaba a punto de suceder frente a sus narices, pero ella no podía volver a sí misma, no podía escapar ni ceder a la realidad. Su respiración agitada y la sangre caliente le hacían preguntarse qué eran aquellas sensaciones dentro de ella que atormentaban su voluntad, sensaciones que en lo profundo la hacían querer seguir experimentándolas.
Desde el cuarto matrimonial apareció frente a sus ojos el hombre culpable de todo, el hombre que la congeló y el mismo hombre que con su fuego la derretiría hasta desvanacerla en un precipicio de sensaciones oscuras del cual no podría volver a salir. Aquel hombre avanzó desnudo, caminando hacia Nadia lentamente y deteniéndose frente a ella con una mirada penetrante. Un golpe de atrenalina recorrió el cuerpo de Nadia al situarse él cerca de ella, bajó la mirada por verguenza hasta que vió la enorme verga erecta de su padrastro apuntando hacia ella. En ese instante la adrenalina se disparó y sintió que su corazón iba a explotar en cualquier momento. Seguía congelada, seguía sin poder hacer nada, y para peor ahora tenía una enorme bestia frente a ella que podía despedazarla en un abrir y cerrar de ojos.
El hombre frente a ella tenía el cuerpo bien trabajado, unos grandes brazos y piernas que lo capacitaban para dominar físicamente a cualquiera de sus presas. Su pecho y abdomen peludos le daba una apariencia de madurez y experiencia, y una apariencia de un hombre violento, sucio y dominante. La verga entre sus piernas se mantenía tiesa al ver tal indefensa criatura frente a sus ojos, se encontraba en una posición de poder y dominación, con la facultad de hacer lo que quisiese con aquella pequeña muñeca blanca. Mientras la miraba de pies a cabeza imaginaba en lo bella que se vería la joven ensartada en su miembro viril, perforando sus agujeros brutalmente mientras estrangula su pequeño cuello con sus enormes manos. Al pensar en lo que le haría su verga comenzó a endurecerse aún más hasta el punto en que no aguantaba más la excitación, quería llenarle sus agujeros de leche una y otra vez mientras la embestia con furia.
La energía que le causaba el inmenso nivel de excitación llevó a Santiago a moverse según sus incontrolables impulsos sexuales. Agarró a Nadia desde el pelo con su enorme brazo derecho y jaló su cabeza hasta hacerla caer de rodillas. Nadia estaba desesperada, seguía sin poder moverse, sentía un hormigueo por todas las ventas y un corazón que iba a 1000 kilómetros por hora. Sentía la mano del hombre jalándole el cabezo la que a su vez la mantenía en su lugar. Dicha sensación de cautiverio que ocasionaba la mano de su captor en su cabello la excitó en un abrir y cerrar de ojos. Nadia desconocía lo que podía ocasionar el uso de la violencia y la dominación sobre ella, comenzó a despertar partes de su mente que desconocía por completo, las que cuestionaba de forma constante cuando pensaba en las experiencias de su madre.
Santiago la arrastró del pelo hasta la cama, y con el mismo brazo que empuñaba su cabello la jaló hasta levantarla lo suficiente para empujarla a la cama. El hombre tomó una prenda de los alrededores y amarró ambos brazos de Nadia a su espalda. La tomó con ambas manos para darla vuelta y volvió a jalarla del cabello para advertirle.
- Santiago: "No te muevas puta. Hoy aprenderás como se trata a las perras como tú."
Aún con la mano sobre el cabello de la joven y la verga bien parada, Santiago miró a Rebeca aún situada sobre la entrada del cuarto, soltó a la muchacha y camino en dirección a su madre.
~ Continuará...