El instalador de teléfonos
Era un día de otoño y tenía unos días de fiesta, no era precisamente un día de aquellos que apetece salir y por eso me levanté tarde. Cuando oí que llamaban al timbre de los vecinos insistentemente. Por curiosidad miré por la mirilla de la puerta y vi un chico...
EL INSTALADOR DE TELÉFONOS
Era un día de otoño y tenía unos días de fiesta que me debían de las vacaciones. No era precisamente un día de aquellos que apetece salir y por eso me levanté tarde. Realmente estaba bastante aburrido porque con la lluvia que caía no podía aprovechar para nada aquel día. Así me pasó aquella mañana hasta la una aproximadamente cuando oí que llamaban al timbre de los vecinos insistentemente. Por curiosidad miré por la mirilla de la puerta y vi un chico con una caja de herramientas. Abrí y le dije que no había nadie, ya que el matrimonio que allí vivía no acostumbraba a llegar hasta las tres más o menos. El pobre chico iba empapado y me explicó que había puesto el cable del teléfono hasta la ventana y tenía que hacer la instalación interior. Estaba de una mala leche impresionante. - ¿Y ahora qué hago? Estoy empapado hasta los huesos y volver otro día es un engorro. Me dijo si conocía algún bar cercano para comer algo y volvería por la tarde. La verdad es que me dio mucha pena el pobre y sin ningún otra idea le dije que si quería podía entrar, darse una buena ducha caliente, le pondría la ropa en la secadora y alguna cosa comeríamos. Al pobre le cambió la cara al momento. - No sabes lo bueno que es encontrar de vez en cuando personas como usted. No quisiera molestarle, pero ante un ofrecimiento como éste no puedo negarme. He empezado con la situación pero no me he presentado. Me llamo Pedro, vivo solo, tengo 25 años, 1,75 de altura y 72 kg. No soy gran cosa, pero considero que físicamente no estoy mal. Aquel día negro y aburrido iba a cambiar inesperadamente con aquella buena acción, pero repito, no era mi idea encontrarme nada. Continuo. - Entra y espera aquí en el recibidor. Te vas quitando esta ropa tan mojada y mientras voy a buscarte un albornoz. Al regresar estaba sólo con slips y tiritando de frío. Me quedé unos segundos mirándolo. Realmente estaba buenísimo y en ese momento mi idea ya no fue tan sólo de ayuda, pero reaccioné y le di el albornoz. - Cuando te metas en la ducha, te recogeré los slips y lo pondré todo en la secadora. Mientras buscaré qué podemos comer. Llamé a la puerta del baño y entré. Mi mente no cesaba de imaginar qué podía hacer con aquel tío que tenía en casa. Pero continué como si no pasara nada. No sabía cómo podía reaccionar. Al salir del baño se sentó en el sofá mientras yo preparaba unos tacos que queso, jamón y algo de beber. En uno de los viajes con una bandeja vi que estaba como dormido y el albornoz dejaba ver unas piernas y un pecho sin vello, que con el pelo largo y castaño estaba... para comérselo. Me paré un momento para observarlo ya que tenía los ojos cerrados, y después de unos momentos donde la imaginación volaba, me fui de nuevo a la cocina a buscar el pan y los platos. Al regresar, el albornoz estaba completamente abierto mostrando todo su magnífico cuerpo. Una polla flácida pero de buena medida, no mucho pelo alrededor, un pecho marcado, de hacer deporte. No podía dejar de mirar y de pensar. Me empalmé al momento y al llevar un chandal cómodo se notó mi excitación. Volví a la cocina y me lavé con agua fría para relajarme. Volví con las cervezas y seguí contemplando el espectáculo un momento más, volviéndoma a excitar al momento. Me senté haciendo ruido con la silla para despertarlo, se levantó sin preocuparse mucho de la abertura del albornoz y se sentó frente a mí. - Perdona, pero es que me levanto muy pronto y con la ducha caliente me he relajado tanto que he quedado un poco roque. Casi habíamos terminado, cuando me dice: - Entre bostezo y bostezo he visto que me mirabas. De hecho ya he visto que al entrar y quitarme la ropa mojada ya me has mirado bien. Cuando has entrado de nuevo en la cocina me he abierto más el albornoz para asegurarme, y justo. No te preocupes por lo que digo, a mí me encantan los tíos, y tú no estás nada mal. Ya he visto que te empalmabas solo de verme. Tenías un buen paquete y seguro que estarías mejor desnudo. No supe qué decirle delante de esta declaración. Pero él muy decidido me dijo que me desnudara y nos sentáramos en el sofá. Ni corto ni perezoso se quitó el albornoz y me dijo que lo mirara bien, que disfrutara. Su manera de hablar y decirme las cosas me excitaba mucho más. Me quité la ropa mientras lo iba mirando, nos sentamos en el sofá y me mandó que se la chupara. No sé por qué, pero le obedecía sin pensar en nada más. - Qué bien lo haces. Se nota que eres un experto. Fuerte, chúpamela fuerte. - Basta! -Me dijo al cabo de un tiempo- Ahora quiero follarte. Me colocó apoyado en el sofá y de un golpe me la metió entera. La tenía muy mojada de la mamada y eso facilitó la penetración, pero fue un poco brusco y doloroso. Nunca lo habían hecho tan violentamente, pero disfruté. Siguió metiendo y sacando con fuerza, hasta el fondo. Gemía de placer y él no paraba de hablarme. - Qué bueno estás! Qué culo más apetitoso! Qué puto y vicioso eres! - Que me corro! -Y con ese grito me agarró por la cintura fuertemente y noté un chorrazo de leche caliente en mi interior que me puso la polla a cien. Sin decir nada, sacó su polla de mi culo, me dio la vuelta, me tiró al sofá y empezó a mamármela con mucha fuerza, soltando una gran cantidad de saliva, que mezclada con el líquido preseminal me mojaba todo. Me parecía ver las estrellas, y al final me corrí en su boca . Quería bebérselo todo. Se levantó, se tumbó sobre mí y nos dimos un beso larguísimo y durante unos minutos estuvimos refregando nuestros cuerpos. Nunca había sentido aquello. Me dio las gracias por la hospitalidad, se vistió, se despidió y su recuerdo me excita cada vez que lo pienso. Está claro que las buenas acciones tienen recompensa.