El Instalador

...se quitó la goma y metiéndome la punta empezó a...

EL INSTALADOR

En primavera me fui varios días a El Corte Inglés para mirar los precios de los aparatos del aire acondicionado pero como su precio era elevado, lo dejé para más adelante. Llegaba el verano y con él, los calores sofocantes de Madrid. Las noches se hacían eternas, la sábana totalmente mojada por el sudor, te das la vuelta, te das otra vuelta, te quitas los calzoncillos que llevas, intentas dormir y sigues sudando y sudando sin poder pegar ojo.

La broma me salía por 657.19€ pero entre deber dinero y descansar ó estar en paz con todos y no poder pegar ojo, lógicamente opté por la primera opción así que a la mañana siguiente me fui al banco a ver que podía hacer. Me dijeron que el préstamo me lo tendría disponible en 24 horas, así que al día siguiente, me fui a El Corte Inglés más cercano de mi casa y compré un aparato de aire acondicionado. Me dijeron que como había una gran demanda, que posiblemente me lo instalarían en dos semanas pero que de todas formas dejara un teléfono de contacto.

Al cabo de la semana, me llamaron diciéndome que si ese mismo día, por la tarde estaría en casa pues me iban a mandar a los instaladores. Yo les dije que si rápidamente. Así que acordamos que entre las 18:00 y las 19:00 vendrían. Los meses de verano son sofocantes, los madrileños que se quedan en la ciudad bien lo saben, aquel día marcaba el reloj-termómetro de la calle 51ºC a las doce y media del medio día, el día se avecinaba muy caluroso por lo que en todo el día no me cambié, me puse un bañador, camiseta corta y chanclas.

Llegaron las 18:30 y me empecé a poner nervioso, llegaron las 19:00 y las 19:30. Sobre las 19:50 tenía a los instaladores en mi portal llamándome por el telefonillo. Les abrí la puerta del portal y esperé a que llegaran a casa para abriles. Llamaron al timbre y abrí. Buenas tardes –me dijeron- ¿dónde podemos poner esto?, les abrí paso en el hall y les dije "déjenlo aquí mismo". Firme aquí por favor –me dijo uno de los dos que venían- firmé y se fue, el otro empezó a desembalar las cajas.

Yo no perdí cuenta de cómo era, media aproximadamente 179, pelo rubio oscuro y ojos verdes. Llevaba una camiseta ceñida a sus fuertes brazos, pantalón de chándal y unas zapatillas deportivas.

Bien –dijo- enséñeme dónde va a querer poner los aparatos... le enseñé el salón-comedor, mi cuarto y la cocina. Empezó a hacer puntos con un rotulador gordo azul sobre las paredes. Le pregunté que para qué eran esos puntos, "es donde voy a tener que hacer el agujero para meter los tubos de cobre para el gas", ah –respondí-. Al cabo de una hora, media casa estaba llena de polvillo anaranjado debido al ladrillo pues el instalador me estaba poniendo la casa como un queso con tanto agujero.

Ahora me va a tener que ayudar pues mi compañero está enfermo y estoy sólo para instalar los aparatos. Vale, dígame que hago... cogí un par de tubos de cobre y saqué medio cuerpo fuera de la ventana para introducirlo de fuera hacia casa, el instalador enseguida lo cogió e hizo los empalmes pertinentes. Ya estaba anocheciendo y nosotros seguíamos en la instalación de mi equipo de aire acondicionado.

Para las 21:30 paramos un poco, le invité a una cerveza, unas aceitunas y algo de jamón de bellota con pan. Podemos decir que recargamos fuerzas. Después de descansar un poco, nos pusimos con el último aparato, el del salón-comedor, el más grande. El instalador sacó medio cuerpo por la ventana, se agachó y empezó a taladrar la fachada de mi piso, pues para colocar el aparato que tiene que estar fuera de la vivienda, necesita dos grandes escuadras. Yo no me separaba de él un instante pues de pequeño siempre me habían gustado las manualidades.

Después de instalarlo todo, sólo faltaba la parte de los circuitos, la electricidad y las partes técnicas, empezó mi diluvio de preguntas, entre ellas, que si el aparato abría que cubrirlo en invierno o ponerle una chapa sobre él para que cuando lloviese no se mojara. El instalador abrió las ventanas y me dijo "asómate", y le dije... "¿qué es lo que tengo que ver?", a lo que me respondió "nada desde ahí, no alcanzas a verlo, agáchate lo más que puedas, no temas que yo te sujeto de la cintura para que no caigas al vacío", con un poco de miedo, empecé a inclinarme sobre el alfeizar de la ventana, noté como sus manos sucias y sudadas me cogían de la cadera. "No lo veo, dije", note como una de sus manos me empujaba la espalda lentamente hacia fuera y me volvía a coger de la cadera.

¿Lo sientes ahora? –Dijo- ¿sentirlo, respondí? Y sin mediar palabra, juntó su bragueta en mi culo, ¿lo sientes? Perfectamente le respondí. Él empezó a meterme una mano por debajo del bañador y empezó a tocarme mi miembro, aún morcillón. Al final, consiguió ponerme cachondo, yo hacía movimientos para intentar clavarme su herramienta en mi bañador.

Me sacó de la ventana y la ventana... ¿qué te parece si jugamos un rato mientras vemos si lo hemos instalado correctamente?, yo le eché una mirada pícara y me dirigí a mi habitación. Él conectó todos los aparatos y fue a buscarme. Cuando llegó a la habitación, me encontró totalmente en pelotas, sobre la cama y masturbándome. Él se quitó las zapatillas, los pantalones, los boxer beige que llevaba y la sudada camiseta. Se tiró sobre mí y lo primero que hizo fue morderme el cuello hasta que consiguió dejármelo morado, yo mientras, le acariciaba su espalda musculada.

Cambiamos de posición, él se puso debajo ésta vez, yo sobre él comiéndole sus ricos y salados pezones. El instalador intentaba taladrarme el culo con su falo, cuanto más intentaba que me sentara sobre ese palo gordo y duro, más fuerte le mordía y veía como eso le ponía cachondísimo. Ponte una goma ya tío que te voy a seguir taladrando y no la fachada de tu casa precisamente. Yo repté por su cuerpo como una serpiente hasta llegar a la mesilla, cogí un condón, lo abrí y se lo puse, le quedaba pequeño del pedazo falo q tenía pero mejor así que no llevar nada.

Cogí lubricante y le unté bien sus cojones y su polla. Me puse sobre él y de un golpe seco, me metí sus 22cm venosos, los dos gemimos. Empecé a cabalgar de una forma impresionante sobre mi instalador, levantándome y dejándome caer bruscamente hasta notar como mi culo se comía esa tranca que tanto me gustaba. Hicimos varias posturas y para terminar me puso de pie en la cama, apoyado en la pared con las manos, él me metió su polla y la saco entera unas diez veces seguidas, luego se quitó la goma y metiéndome la punta empezó a gemir y justo antes de correrse, la sacó y empezó a soltar su jugosa lefa sobre mi espalda peluda. La sensación fue placenterísima pues mientras notaba sus trallazos calientes en mi espalda, en mi cara daba el aire frío del aire acondicionado que habíamos dejado puesto.

Mientras le veía vestirse, me tocaba los huevos y me la pelaba bien rápido, no tardé en correrme, mi lefa calló rápidamente sobre mis vellos púbicos y la sábana. Me limpié con la misma y le acompañé hasta la puerta. Tengo tu teléfono, te llamaré para venir otro día para ver si lo hemos instalado bien o necesita algún ajuste. Nos echamos a reír y nos apretamos fuertemente la mano.