El inocente raulito 7
Raulito sigue haciendo de las suyas...
EL INOCENTE RAULITO 7
La lengua jugueteaba. Se movía por el agujero ahuecado y rugoso, joven. Rascaba dulcemente la miel, cual si fuera la lengua voraz de un oso hambriento.
Gemidos. Inflaban los sentidos. Descontrolados. El agujero se abría, los jugos caían en catarata. Y el hombre lujurioso bebía de la fuente venenosa y placentera.
Chupaba. El culito del jovencito palpitaba como una boquita que pedía mas y mas. Golosa. Un pez hambriento, como siempre, queriendo mas y mas placer. Saliva chorreando y mojando todo. Ablandando el terreno deseado. El ojete del chico se agrandaba con ferocidad y lujuria.
Don Cosme deglutía con ganas aquel bocado que tantos días y noches había soñado tener, como ahora lo tenía.
El chico movía su culazo, con la lengua clavada en el orificio. Suspirando y bufando encantado. Estaba arrodillado sobre la rústica mesa del panadero. Pintándose de blanco y aspirando el polvo fino y delicado de la harina.
El inocente Raulito gemía ensartado con la lengua vivaz, audaz, perversa del panadero del pueblo.
El abuelo del chico, lo había enviado al lugar a buscar el pan par varios días y el panadero no pudo resistirse al movimiento sensual y ardiente de ese culazo firme y celestial que poseía aquel chico, que encima se pavoneaba, sabiendo que los hombres enloquecían a la sola vista de esa redondez.
Don Cosme hundió un dedo y lo puso luego en su boca, lamiéndolo, luego lo embarduno, una y otra vez en manteca, lo volvió a clavar en el túnel que urgía, dilatándose. El canal se estaba abriendo poco a poco. El chico movía sus caderas y se clavaba mas y mas el dedo y luego dos dedos, ardiendo. Caliente.
__¡Ahhhh, cuanto hace que quería esto!!!
__¡Ohhh don Cosme, si, si, ahhh como me gusta!!
__¡Tan putita, eres tan putita, tu culazo me pierde….!!__ decía esto babeando y besando otra vez el hermoso ojete del joven que vibraba y estaba chorreando ya la grasita de la manteca transformada en juguito delicioso. A don Cosme le brillaban los labios.
__¡Me encanta tu ojete!¡Quiero cogerte ya!¡Tengo la verga dura, tan dura!!
__¡Oh dámela… quiero saborearla un rato!!!
__¿Quieres tu chupete?
__¡Si don Cosme, sea bueno y démelo!!
__¡Ohh eres una putita dulce!!
__¡Sí, quiero ser dulce con usted!
__¡Ahhh toma!!¡¡Cómela toda!!__ la poronga del hombre se acercó a los labios prestos y rojos del chico que gemía agradecido.
__¡Es una hermosa verga y esta tan dura!!!__ dijo Raulito y le dedicó el primer bocado.
__¡Ohh así come, come, zorrita, ahhh!!!__ la boca del joven tragó. La metió hasta el fondo de su garganta haciendo arcadas. Raulito le daba besitos y pequeños mordisquitos. El hombre se tensaba dando gruñidos y espasmos casi brutales, a medida que la boca del chico se tragaba centímetro a centímetro aquel pedazo que le ofrecía aquel macho enharinado.
__¡Ohh comételo todo putón, arrrgghh, así, delicioso, ohh eres un tremendo mamón!!__ el arpón atrapado en las fauces del efebo que lamía de maravillas, estirando la piel del garrote. Meneando aquella víbora tremenda. Raulito con una de sus manos suaves y delgadas, atrapó las bolas de don Cosme, que aullaba, como un salvaje. Las acariciaba, jugaba con ellas. Sin dejar de mamar aquel portentoso sable venoso.
Ahora la lengua del chico se posaba en las hermosas pelotas gordas y llenas, preciosas.
Saboreaba goloso. El macho gemía y los dos estaban bañados en blanco polvo, desnudos y blancos.
Se colocaron moviendo sus cuerpos en sesenta y nueve. Don Cosme comió la pija del joven. Se tragó los testículos, los bañó de saliva salobre y pegajosa. Los lamió y chupeteó como bebe desquiciado.
Volvió a meter la lengua en el culito agradecido del joven que gemía y besaba la poronga enhiesta y rígida de aquel machote que ahora bufaba con un dedo ensartado en su propio agujerito.
___Ahhh Raulito, putón, mamón, belleza, ahhh, ya sube a cabalgar de una vez, ahhh!!__ dijo el caliente macho, ardiendo por dentro y por fuera.
El chico besuqueo la cabeza del enorme pistón, luego levantó su cuerpo, movió su increíble y feroz trasero y busco acertar , guiando la manija a su centro.
La cabezota del miembro entró despacio, se fue hundiendo en el canal dilatado y jugoso. La espada se fue hincando y los suspiros del muchachito se hicieron a viva voz. Retumbando en el silencio de la panadería cerrada al público. Volaba suspendido en el aire un imperceptible brillo de fino polvo, mientras el cipote entraba a fondo en el anillo del chico que bufaba, clamando por mas.
__¡Ahhh así papi, ohh eres un infierno don Cosme!!!
__¡Cabálgame putita. hazlo, hazlo ahora, que tremenda putita eres, dame un beso!!!__ el inocente Raulito se inclinó sobre el macho y se buscaron los labios sonrojados, afiebrados, húmedos, se comieron las bocas, las lenguas, se babearon. Casi salvajes. Se sacaron chispas en esas lenguas. Se mordieron y la poronga entró por fin a fondo.
Ahora el chico cabalga, y cabalga, hundiéndose la vara al infinito, hasta el fondo de sus entrañas, se sacude sobre ella y salta, vibrando en sus fibras más intimas.
Don Cosme grita de excitación, siente la furia de la cabalgata sobre su perno. Enclavado en lo mas hondo de aquel efebo gentil y rozagante, experimentado y sensual, se siguen comiendo a besos, ardiendo y aullando, hambrientos.
El joven salta sobre la poronga, muy dura, muy rocosa, granítica. Raulito casi está llorando de placer, de locura, de lujuria, con sus manos se abre las nalgotas para hacer que la penetración sea mucho más profunda.
Don Cosme se come ahora los pechitos regordetes del jovencito putón. Los muerde de forma caliente, es un fuego encendido. Quiere regar al joven, llenarlo de su leche. A su vez Raulito abre su grifo y riega el cuerpo blanco de don Cosme que recibe goloso el líquido espeso y pegajoso. Lentamente el culito glotón del chico va recibiendo la descarga abundante del macho, se buscan con las bocas, el hombre sigue llenando el túnel, su manguera sigue largando leche, hasta que el anillo exprime hasta la última gota, el chico desgajado continua sentado en la espada que aún sigue endurecida.
Desmadejados, luego, abrazados sobre la dura mesa rústica y llena de polvo, se van moviendo en distintas direcciones, se ponen de pie. Se dan una ducha juntos, lamiéndose y quitándose lo pegajoso, saltan nuevas leches y jugos, se abren nuevamente a las manos y los dedos, a la poronga alzada y gruesa.
Raulito hace gozar a don Cosme un par de veces más y luego se aleja, como se aleja siempre de los lugares donde va dejando el rastro de su culazo insaciable.
Se lleva el pan que ha encargado el abuelo Braulio, que ya debe estar nervioso, esperándolo.
El sábado al atardecer se escucharon las primeras músicas de la fiesta del pueblo. La fiesta anual en la que se juntaban las gentes del pueblo. Sin divisiones, los ricos, los pobres, todos, hombres, mujeres ,niños, viejos. Todos los que andaban rondando por los alrededores se asomaban a la fiesta anual de aquel bello pueblo.
Raulito con una musculosa casi de escándalo, donde se asomaban sus bellos pechitos. Fisgoneaba, moviendo su culazo de un lado a otro. Las miradas de las gentes no se hacían esperar. Murmuraban, mientras el joven iba de un lado a otro, observando, y su mini short que le dejaba ver la mitad de los cachetes. Dulces, jugosos, soñaban los viejos con posar sus manos, sus lenguas en aquellas carnosidades demoníacas, que aquel inocente ser, mostraba sin pudor y casi sin darse cuenta.
Algunas damas de alcurnia se fijaban en el chico, se hablaban al oído y sonreían, sin siquiera sospechar que algunos de sus maridos habían sido asaltados por aquel bello culo que infartaba a muchos varones de ley.
Algunos adolescentes, se babeaban, con aquel personaje singular, de pelo corto peinado casi como una chica de ojos muy ardientes, sonrisa pícara. Se acercaban a el. Hablaban con el y algunos intentaban rozar su piel, sus carnes provocativas y tersas.
Pasaban en desfile, algunas mozas de vestidos amplios y floreados. Saludando con sus manitas blancas y delgadas. Los tractores humeaban y en uno de ellos iba Roque, manejando y saludando con sonrisas, al jovencito lo saludaba inquieto. Se cruzo con el veterinario y su esposa. Don Cosme, el panadero, lo vio de lejos y miro para otro lado, mientras conversaba con su mujer de cualquier cosa.
En el escenario se fueron mostrando las chicas, luego empezó a sonar una orquesta y el baile en las calles fue descomunal. El inocente Raulito estaba sentado en una mesa redonda de chapa. Al lado sus abuelos Braulio y Marta, miraban sonriendo y saludando a todo el mundo. Paso un momento por la mesa y acarició los hombros y las manos de Raulito el abuelo de Leo.
El joven notó la baba del hombre casi cayéndole encima y sonrió para el, sabiendo que si hubiera hurgado en ese instante, la verga del hombre hubiese estado dura como una roca.
La noche fue avanzando y ya los primeros borrachos se encontraron haciendo escaramuzas. El pico de la fiesta iba aumentando, a medida que la comida y la bebida se mezclaron.
El humo de las parrillas iba sosegándose. Raulito salió a dar otra vuelta por la plaza, en la que andaban algunos enamorados, pero la gente era mucho menos. Recorría las veredas y se cruzaba con algunos hombres y familias que no podían abrir la boca ni decir nada, muchos ya se retiraban de la fiesta.
De pronto lo vio. Un enorme caballo negro como la noche. Azabache. Era un hombre grande, pero se veía estoico. Detuvo el caballo el hombre. Su abuela Marta desde donde estaba lo podía ver.
__¡Braulio, Braulio!!__ le habló a su esposo
__¿Qué mujer?
__¡Ese que esta con Raulito es…!
__¡Si, es Aníbal Ayala!
__¡Pero oime ese tipo…se dicen cosas de el!!
__¡Es el estanciero mas rico de la zona y además de quien no hablan en este pueblo Marta!!
El caballo se detuvo y el chico pudo observar mejor a su interlocutor
__¿Que hace una belleza como tu por aquí?__ preguntó el hombre rubio de anchos bigotes canosos
__¡Estoy paseando señor!__ dijo con el tono mas inocente que pudo. La gente pasaba cerca de los personajes, pero nadie siquiera miraba. Todos conocían a Aníbal Ayala el estanciero rico. Era dueño de medio pueblo.
__¿Con quién estas en la fiesta?
__¡Con mis abuelos!__ dijo el chico señalando a Braulio y Marta.
__¡Si los conozco, buena gente!
__¡Si, son mis abuelos__ decía el chico mirando y moviendo sus manos, acariciando al caballo que se quedaba muy quieto.
__¿Y cómo te llamas?
__¡Raulito, señor!
__¡Yo soy Aníbal!
__¡Oh lindo nombre Aníbal!
__¿Quieres conocer mi casa Raulito?
__¡Me encantaría señor!
__¡Aníbal!
__¡Sí, Aníbal!!__ y se fue corriendo mostrando su culazo a aquel hombre que lo observaba desde arriba de su elegante y formidable caballo oscuro como la noche llena de estrellas.
__¡Abuelitos voy hasta la casa del señor Aníbal!¿Puedo?
__¡Pero Raulito te parece!
__¡Déjalo mujer!
__¡Gracias abuelito!!__ dijo el chico y salió corriendo. Llegó y se detuvo frente al hombre montado en su corcel. Este le estiro su ancho y fuerte brazo y lo levantó, colocando al muchacho en la grupa del caballo, cual dama de la época medieval.
El potro se movió y se dirigió hasta donde los abuelos del chico ya se estaban levantando para marcharse.
__¡Hola Braulio…señora!__ saludo cortésmente
__¡Don Aníbal, como anda!
__¡Bien, bien, quería decirle que llevó al muchacho a conocer mi casa, quédese tranquilo que mañana mas tardar estará en su casa, me hago responsable por el!!
__¡Por supuesto, se que estará en buenas manos!__ dijo el abuelo de Raulito y los hombre se estrecharon las manos. La cara de la abuela Marta no escondía su rabia pero se quedó callada.
Partieron a la casa grande del pueblo. Una casa enorme, de esas que se ven en las películas, pensó el chico que sentía la dureza en su trasero, con el roce acompasado del trote del caballo.
Las callecitas del pueblo iban ganando en quietud y silencio. La fiesta quedaba atrás.
Raulito sentía el aliento a ginebra del hombre, le ponía los pelos de punta. La calentura le iba ganando al excitado cuerpo. La dureza del hombre lo halagaba. Hablaba poco, pero como al pasar acariciaba el culito del joven. Rozaba los pechitos. Tocaba los muslos frescos y lampiños, eso erizaba la piel del joven caliente.
__¿Vives solo?__ preguntó el chico
__¡Si, aquí estoy generalmente solo, mi mujer anda por Europa y los hijos ya se han ido!__ llegaron a la entrada de la casa grande y hermosa.
Entraron y la mansión del estanciero más rico de la zona era impresionante. Vio al hombre debajo del caballo por primera vez en toda la noche. Las botas relucientes. La ropa impecable, pañuelo al cuello que desanudo pacientemente en tanto se servía un vaso de whisky. Le alcanzó un sorbo al chico que bebió divertido y se quemó hasta las tripas.
__¡Vamos arriba!__ dijo el hombre de anchos bigotes y mirada sagaz, pensante. Alto. Espaldas anchas. Emanaba un perfume a macho que a Raulito se le hacía imposible dejarlo pasar. Ojos grises, casi transparentes.
__¡Es una hermosa casa Aníbal!
__¿Te gusta?
__¡Sí!
__¡Podrás venir cuantas veces quieras!
__¿Sí?
__¡Por supuesto!__ dijo el hombre mientras entraban a una antesala del baño. Aníbal se sentó en una banqueta de patas labradas en dorado y pana bordo muy intenso.
__Quieres quitarme las botas__ dijo en un tono de invitación y a la vez autoritario. A Raulito no le importó y se montó en las piernas del macho tirando sin más.
Su hermoso culo se mostró en toda la potencia real. Aníbal suspiro ante la vista bella de ese culazo solo para el.
La víbora hervía y cobraba vida y a él le encantaba sentir que su poronga iba a reventar en cualquier momento.
__¿Así está bien?__ preguntó el joven.
__¡Oh si me has dado una vista única!!
__¿A si?
__¡Me habían comentado de tus atributos!
__¿Así que sabías quien era?
__¡Por supuesto!¡Tengo muchos conocidos!
__¡Me imagino!__ dijo el chico metiendo su dedo en la boquita
__¿Ciro?¿Don Cosme?¿Roque?¿Te suenan?
__¡Creo que sí!
__¡Sí yo creo que sí!...son amigos tuyos y dicen que los trataste muy bien…
__¡Como lo hago siempre con mis amigos!__ se puso en pie Aníbal y le hizo un ademan para que lo siguiera. Entraron en el baño grande y lujoso. El macho caliente se quitó la camisa. Miro al chico y lo tomo de la mano, cual si fuera un maestro con su alumno incauto.
__¡Ven toma un baño!__ abrió el grifo y la bañera blanca fue llenándose de agua caliente y fresca. Giró el cuerpo de Raulito y quitó la musculosa. Luego desprendió el botón del mini short y bajo el cierre. La prenda cayó al suelo.
__¡Eres una belleza!!!__ exclamó con sinceridad aquel macho que se salía ya de la vaina.
__¡Está bombachita lila que llevas es una delicia!!!__ volvió a suspirar y apenas tocando la piel del joven, hizo que la prenda cayera a un costado. Desnudo el inocente Raulito se metió en la bañera espumosa.
El macho quitó sus pantalones. Aparecieron unos blancos calzoncillos del hombre que marcaban el bulto endurecido. Tomando la esponja aquel estanciero poderoso, comenzó a pasar por la espalda, hasta el nacimiento de los glúteos, luego por el pecho, el vientre, rozando apenas la pija dura del joven. El cuello, el cabello, así de un lado a otro del cuerpo. Las manos se movían cada vez con mayor astucia.
Al fin, el macho tomo la dura pija de Raulito y empezó a masajearla. Ritmo. El calor aumentaba. Raulito se mordía los labios, acariciaba el cuello del macho. Gemía. Luego con sus deditos apretó una y otra vez las tetillas erguidas ferozmente del hombre que también gemía y resoplaba. Esto hacía que apurara los masajes. Raulito se sacudió, se contorsionó, eyaculó en al agua y todo su líquido se fue mezclando con el líquido espumoso.
Un poco más calmado el joven miró al macho mientras se quitaba el calzoncillo y aparecía una espada amenazante y dura. Entró en el agua y el chico se sentó al borde la bañera, abrió la boquita babeante y desesperado, el mamón se tragó la vara hasta el fondo. El macho empezó a hundir su poronga yendo y viniendo por la boca que lo succionaba. Gruñía como loco, salvaje. Las manitos del chico se apoderaron de las bolas exquisitas. Jugaba con ellas. Apretaba las mandíbulas el hombre que tomaba de los cabellos a Raulito y le clavaba su ancho mástil. La saliva desbordaba el perno. Lo bañaba. Allí el chico moviendo su cuerpo se tragó las bolas. Una a una. Las babeaba y las tragaba con infinita dulzura. Los gritos del macho aturdían. Así el chico llegó al ojete y con la lengua lamía el orificio, las bolas y con las manos masajeaba el ardiente arpón. Todo era una secuencia placentera y salvaje. Así con la lengua en el húmedo culito el macho fue regando de semen la cara, el pecho, las manos del joven que siguió comiendo la miel del anillo hasta que Aníbal le suplicó que se detuviera.
__¡En serio eres divino!!__ tomando aire le dijo el hombre agitado. Tomó de los hombros al joven y lo dirigió a su boca. Se pegaron y sus lenguas crisparon en el choque, sacando chispas alrededor. Los anchos bigotes canosos se metían dentro de la boca de Raulito y este los chupaba ardientemente.
Se enjuagaron otra vez los cuerpos un poco mas calmos. Se envolvieron en toallas de variados colores y mullidas.
__¡Vamos sígueme!__ dijo Aníbal y salieron del baño. Caminaron por un corto pasillo y entraron a un dormitorio con ventanales que daban a un jardín cuyas flores blancas le daban un marco de belleza natural increíble.
Aníbal quitó el toallón de Raulito y el suyo propio. Abrazando al chico cayeron en la cama enorme. Frotándose, mordiéndose, chupándose, Aníbal metió su larga lengua entre los cachetes golosos. Abrió el agujerito caliente. Hurgó el orificio quemante. Lo salivó y lo mamó. Beso negro, beso azul, beso rojo. Su alzada virilidad se fue perdiendo dentro de aquel túnel que lo recibió ansioso y por demás de caliente. Gemía el chico. Lloriqueaba Raulito inocente como una perrita perdida en medio de la calle. Recibiendo su ración de carne de aquel macho espectacular que era aquel estanciero poderoso. Taladrando al muchacho que sacaba su cola hacia arriba. Chocando con las gordas bolas. Mordía el macho, la nuca y el cuello, poniendo roja la piel suave del joven. Raulito arañaba las sábanas sedosas y cálidas, brillantes.
La espada salió del estuche carnal. Raulito la llevo unos momentos a la boca, pero enseguida subió arriba de ella a cabalgarla. Las manos del macho se apoderaron de los pechitos, acariciando suavemente las tetillas. Frotándolas. Haciendo lloriquear al efebo desquiciado de placer y lujuria. El perno taladraba sin descanso, feroz, Raulito casi saltaba sobre el cuerpo macizo y fuerte. Apretaba también el pecho rudo del hombre, pellizcaba las tetillas y hacían gritar al macho feroz. La espada se clavaba profundo, levantaba, sus caderas y luego caía otra vez ensartado en el mástil.
Volvían a besarse y Raulito regaba el vientre de Aníbal. Con su ojete abierto y dilatado volvía a hamacarse, rítmicamente, hacía acabar nuevamente al macho que apretaba el cuerpo y las nalgas contra si, llenando el túnel, rebalsándolo, con el jugo espeso, la leche que deseaba tanto el joven Raulito. La crema se esparció en todo el territorio carnal y fogoso.
Estuvieron así cogiendo por varios días. Aníbal gozo al inocente Raulito en todas las partes de la casa, descansando por momentos, para luego volver a arder y casi incendiar la casa de tanto sexo.-