El inocente raulito 5

Siguen las aventuras del tremendo chico...

EL INOCENTE RAULITO 5

Esa tarde el calor apretaba mucho en la casa del abuelo de Raulito. Habían decidido visitar a unos amigos del abuelo que vivían a unos cuantos kilómetros de la chacra.

Raulito estaba entusiasmado con el viaje. Vería a otra gente. Además de que allí vivía un chico de su misma edad.

Subieron en la chata del abuelo y partieron alegremente, hablando de cosas perdidas y sin importancia.

El abuelo era un hombre de buen carácter y siempre estaba alegre, o al menos eso le hacía sentir a los demás. La abuela era mas callada, pero no andaba mal humorada, era así, tal vez mas inflexible cuando se trataba de dar alguna pena por alguna mala acción.

Llegaron a la casa de los amigos y fueron recibidos entre gritos y abrazos. Eran amigos de esa gente desde hacía años.

En aquella casa de campo también estaba de paseo un nieto. Era de la misma edad de Raulito, enseguida se hicieron compinches.

Leo invito a Raulito a jugar en la play que había traído. Era gente de mucho dinero. la casa era muy grande. Tenía varias habitaciones diseminadas por lo alto y ancho.

La habitación de juegos tenía hasta una mesa de billar. Los chicos se pusieron cómodos y empezaron a jugar a algún juego de guerra. El volumen de la máquina era realmente fuerte.

Pasaron mucho tiempo jugando en aquella sala preparada para tal cosa, que aquel chico tenía la suerte de poseer.

__¡Leo, Leo!__ dijo la abuela del chico entrando  a la habitación

__¡Si abuelita!

__¡Dice tu abuelo si quieres que se quede a dormir Raulito, que sus abuelos lo dejan!!

__¡Si por supuesto abuelita quiero que se quede!!

__¡Y hablando de el chico!¿Donde está´?

__¡Fue al baño abuelita!!

__¡Ahh bueno, bueno, dile cuando salga!! ¡Y ya vengan que se ha hecho la noche y hay que comer!!__ la mujer salió del cuarto.

Cenaron conversando de todo un poco. Los chicos estaban entusiasmados. Comieron rápido y volvieron a desaparecer. Antes Raulito se despidió de sus abuelos.

Volvieron a los juegos.

__¡Oye Leo manejas muy bien los controles!!

__¡Si soy una especie de nerd, pero no me gusta!!__ dijo Leo

__¿Qué dices?

__¡Que por eso no tengo muchos amigos!!

__¡No te preocupes, mis amigos son mucho mayores que yo!

__¿No me digas?

__¡Si, y la paso realmente bien!

__¡Guau, lo dices en serio!!__exclamo Leo

__¡Claro!¿Porque mentiría?

__¡No, no digo que mientas!...¿Y a que juegan?

__¡Uh unos juegos muy excitantes!!__ dijo Raulito levantándose y moviendo su tremendo culazo. El chico lo observó y sintió un  leve cosquilleo. Su entrepierna le pedía algo confuso, siempre le había sucedido aquello con chicas, pero esto era distinto.

__¡Y bueno, me mostrarías!!

__¡No se si estas preparado!

__¡Siempre estoy preparado!

__¡Igual no creo!__ dijo haciéndose rogar. El otro mordió el anzuelo y abrazándolo por el cuello, amistosamente, inició una lucha en broma. Raulito haciendo una de sus tomas, suaves lo dejo de espaldas, se sentó a horcajadas del joven que sentía su pija iba a reventar de lo dura. El inocente Raulito lo notó y sabía que tendría su juguete preferido entre manos.

Apretó su culazo sobre el miembro de Leo que se alzaba golpeando contra las nalgas del nuevo amigo.

__¡Creo que sabes el juego!!__ le dijo Raulito acercándose  a los labios del joven, que no se resistió cuando la boca de Raulito se comió la lengua y la chupo salvajemente. La lengua del sagaz muchacho invadió por completo a Leo.

Este se aferraba a las nalgotas preciosas de Raulito. Le fue quitando el short. Y metió dos dedos en el anillo dispuesto de Raulito, que ya gemía.

En un instante ayudó al muchacho a quitar el pantalón y el calzoncillo. La verga saltó hacia adelante. Era de buen tamaño.

__¡Veo que te gusta mi culo!!

__¡Oh si, es muy raro, tu me encantas!!__ decía el otro chico metiendo dedos hasta el fondo del agujero ya dilatado de Raulito.

Metió los dedos en el ojete caliente. Mientras las manos de Raulito se encargaban de sacar la pija de Leo y masajearla. Luego se arrodillo y la metió en la boca. Leo aulló de placer, retorciéndose, era un mundo nuevo para el. La boca lo mamaba. Acariciaba de vez en vez las bolas del chico que estaban por reventar. Raulito apuro los masajes, los gritos del chico eran cubiertos por el ruido del juego, la leche empezó a llenar la boca del inocente que glotón tragaba hasta la última gota, con descaro y placer. A Leo le temblaban las piernas hasta caer de rodillas, y besar  a Raulito, metiendo la lengua para saborear su propio sabor pegajoso y salobre.

__¡Oh me gustan tus jueguitos Raulito!!

__¡Sabía que te gustarían!!!__ Leo no dejaba de acariciar el agujerito de Raulito, que estaba necesitando ya una buena porción de carne que rellenara aquel hoyo. Las manos de Leo también llegaron a la verga alzada de Raulito. La tocaba de forma casual, como teniendo vergüenza, pasaba los dedos por la cabeza que ya largaba el jugo pre seminal. Jugaba con aquel moco alargándolo hasta que se cortaba.

__¡Te gustan los penes también!!

__¡No lo sé, pero no me disgusta que tengas pene!__ se besaban una y otra vez, tocándose. Calientes, olvidados del mundo. Raulito pensó que pasaría una noche con aquel joven, que le cogería el culo una y otra vez. Estaba encantado con la idea.

La puerta del cuarto se abrió de golpe. Era el abuelo de Leo, su cara se transfiguro al encontrar al nieto y a aquel chico semi desnudos, tocándose.

__¿Qué sucede aquí?¿Leo, qué están haciendo?

__¡Abuelito te explicaré!__ la voz de miedo de Leo subyugó a Raulito que en verdad no le temía a esas cosas.

__¡Claro que me explicaras!!¡Ahora vete a tu cuarto!!

__¡Pero yo….abuelito!!

__¡Nada, vete ya, no quiero verte!!__ el chico salió por poco corriendo, olvidándose de su nuevo amigo. Raulito se puso de pie lentamente, recogiendo sus ropas, mostrando el culazo a aquel hombre que ahora estaba callado, se oía la respiración y el chico supo que estaba pasando.

__¡Tu!__ dijo imperativo

__¡Yo!!__ contesto burlón aquel chico

__¡Ven conmigo ahora mismo, en silencio!!__ tomo del brazo al chico. Recorrieron un pasillo. Raulito movía su culazo espectacular.

Sabía que el abuelo de Leo lo estaba comiendo con la mirada. Entraron a una habitación, se encendió la luz y apareció una cama grande, bien ordenada.

__¡Hace tiempo que duermo solo!¡Mi esposa está al otro lado de la casa!

__¡Que bien!__ el abuelo se acerco por detrás del chico y acarició sus nalgas. Gimió caliente. Mordió la nuca del joven. Le paso sádico la lengua gorda y babosa. Raulito sintió que se alzaba, bufando como toro, el abuelo le quitó la remera dejándolo desnudo por completo.

__¡Tienes un cuerpo de maravilla!!¡Ese culazo tuyo me vuelve loco desde que te vi, apenas llegaste, me tienes loco!!!__ chupo las orejas, apretando los pezones de Raulito, que tiro su ojete hacia atrás y noto el bulto creciente del hombre maduro.

El abuelo de Leo empujo cariñoso al muchachito y se tendieron en la cama. El maduro abrazo al chico recorriendo su espalda. Besándolo, mordiéndolo, pasando su lengua hasta llegar a ese culo que lo volvía loco. Mordió las nalgas, las beso. Chupo dando sonoros besos y mordiscones a aquella piel ardiente. Raulito gemía y respiraba hondamente, gozando.

El abuelo de Leo se quitó la ropa. Su serpiente apareció vivaz y endurecida. Al rojo vivo, quemando. Abrió las nalgas del chico como un libro y metió la lengua en el anillo, que imploraban esas caricias. Chupo y chupo, abriendo, dilatando, humedeciendo aquel objeto de locura y lujuria.

Lentamente el macho maduro montó al joven Raulito que aullaba de gusto cuando el perno se metió en sus entrañas, hasta el fondo, chocando las bolas con las nalgotas seductoras, el hombre viejo bufaba y empujaba. Enculando al chico que susurraba y lloriqueaba, notando que su pija rocosa golpeaba con las sabanas, el macho taladraba suave, haciéndole sentir cada centímetro de su serpiente gruesa en su túnel ensanchado y feliz. Gozoso.

__¡Hummmm tu culito es tan sabroso!!¡¡Cuánto lo deseaba!!

__¡Abuelito cógeme, así, así, ay, ay como me gusta tu poronga!!!

__¡Es toda tuya cariño, me encanta tu ojete, ahhhhh!!!__ decía el alocado geronte, bombeando en el culito joven. Las manos del hombre acariciaban los pechitos seductores. Los pezones duros, hambrientos de caricias, necesitados. El viejo los exprimía. Los sopesaba en sus dedos, mandando corrientes eléctricas en los cuerpos ardidos, quemando, incendiados.

Fueron girando los cuerpos, movimientos, acrobáticos, comprobó Raulito que el abuelo tenía un estado respetable. Quedó montado sobre su macho, Raulito busco la boca del viejo, chocaron sus lenguas, se las chuparon desquiciadamente, con paciencia, tomándose el tiempo. Las lenguas golpeando, se enredaban, parecía una danza afiebrada. Perversa.

El chico cabalgaba en la dura serpiente que lo atravesaba, lo llenaba, lo enloquecía desde siempre. El macho maduro pellizcaba los pezones del jovencito  sensual, apretaba las nalgotas, las acariciaba, jugaba con ellas abriéndolas un poco mas. Penetraba al chico con un inmenso gusto, gozando cada segundo de aquel encuentro.

__¡Ahhh me vuelves loco Raulito, que belleza de bebote, me encantas, tenía, ahhh, tantas ganas, ohhh, de estar, así contigo, ahh, ahhh!!!__ el pistón vibrante y húmedo subía y bajaba.  Encajaba en el canal. Taladraba el hoyo en un mete y saca grandioso.

__¡Me vas a llenar abuelito!!__ decía socarrón

__¡Ohh ya, ya viene, dulce, bebe, glotón, te gusta ser cogido!!

__¡Me encanta, ay, y, ay, voy a acabar!!__ diciendo así Raulito empezó a largar su semen en la panza del macho maduro, salpicando los escupitajos, todo resquicio de piel.

El abuelo de Leo no resistía ya tanta calentura, el hormigueo fue creciendo, estaba a punto de estallar, se aferró a las nalgas, arañando, pellizcando, lastimando la piel, y fue llenando el ojete preciado del chico que cabalgaba sin respiro para vaciar al hombre que gruñía casi gritando, mientras largaba toda su leche en aquel ojete que lo recibía gustoso y colmado.

Raulito resoplaba completo. Sintiendo como chorreaba leche, una catarata. Se doblo buscando los labios del macho. Mordiéndose se calmaban, instantes después. Salía de la vara que se desinflaba naturalmente. Abrazados y desnudos, quedaron quietos, buscando aire. Se dispensaban caricias desperdigadas y desordenadas. Se besaban el pecho y el vientre.

__¡Eres un ángel Raulito!!

__¡No esperaba este recibimiento!!

__¡Hace tiempo que esperaba esto, acaso, crees que no te había visto todo este tiempo, no sabes como te deseaba!!

__¡Bueno aquí estoy!!__ se enredaron en abrazos y pasaron la noche amándose sin descanso.

Días después, el calor apretaba un poco más. En la chacra del abuelo de Raulito las tareas no disminuían porque el estaba ahí. Siempre había trabajo. Raulito el inocente chico, ayudaba en lo que podía, mas que nada para no aburrirse.

__¡Raulito debes hacer un mandado!

__¡Lo que digas abuelo!!

__¡Anda con Ramón en la camioneta!!

__¡Si quieres voy en el sulky, tu sabes que me gusta andar!!

__¡Está bien, anda hasta el pueblo y busca al veterinario!

__¿Es grave?

__¡No pero lo necesito relativamente rápido, no puedo comunicarme por teléfono!!

__¡Voy, voy!!

Entró al negocio que estaba en quietud. Buscaba al veterinario, al que conocía desde hacía tiempo. Como a casi todos en aquel lugar.

__¡Ciro, Ciro!!__ llamaba Raulito con voz aflautada por la emoción.

__¡Pasa, pasa aquí estoy!!__ el hombre con un guardapolvo blanco brillante y pulcro estaba detrás de unas cajas, cerca de el se encontraba una especie de camilla, que se utilizaba con  los animales, el veterinario estaba con un paño pasando una especie de desinfectante, el olor era penetrante y fuerte.

__¡Raulito!¡Me alegra verte!¿Como has estado?__ dijo el hombre mirando por primera vez al joven desde que había entrado, el inocente Raulito sonreía pícaro y caliente.

__¡Muy bien!¿Y tu?

__¡Yo estoy bien, aquí me ves, siempre en actividad!¿Te manda el abuelo?

__¡Sí, hay un problema, no urgente, me aclaró, pero necesita que vayas!!

__¡En un momento, iremos, ¿Tu estas apurado?¿

__¿Yo?...¡Claro que no!

__¡Puedes ayudar con aquellas cajas!!

__¿Cual… estas?__ dijo el muchacho agachándose descarado, como el sabía hacerlo y enseñar medio culo al alzado veterinario. La cara del hombre de unos cincuenta años brilló llenándose de luz. Se sentó en una silla, observó mientras el culazo del chico se movía de un lado a otro. Su verga pugnaba despertando. Furiosa. Sin calma, con urgencia. Raulito se inclinaba de todas las maneras posibles, había aflojado el botón del shorcito en uno de sus movimientos y al estar más flojo iba cayendo irremediable.

__¡Como me calientas, putita, eres un demonio Raulito!!

__¿Pero qué pasa si yo no hago nada?__ preguntaba inocente el chico ardiente. El veterinario había corrido su guardapolvo y una poronga gruesa y venosa, dura, apareció en sus manos, comenzó  a masajearla, en tanto miraba el culazo del chico que lo atraía.

El joven se acercó, observó el fierro alzado y apetitoso.

__¿Te gusta?__ preguntó el hombre maduro.

__¡Sabes que sí!__ arrodillándose el chico empezó a besar el instrumento. La boca tragó, hambriento, estaba muy duro aquel bocado y el chico no lo desperdiciaría, goloso, amoroso, entregado a  aquella deliciosa fruta.

La saliva chorreaba y el hermoso garrote se iba humedeciendo. Humectándose, mientras tanto el se fue quitando su shorcito de forma magistral, luego metía los dedos en su agujero, procurando que este se fuera ensanchando, para recibir aquella morcilla.

Los gemidos del veterinario se hacían cada vez más fuerte. La boca lo mamaba, la lengua acariciaba aquella vara enrojecida de calentura, babeante, palpitante.

__¡Que boca tienes, mamón, una belleza, no había olvidado la lengua maravillosa, ahhh, ahhh, ohhh, estoy ardiendo!!__ Raulito respiraba para volver a comer la poronga sin pausa, lamiendo, mordiendo, chupando.

Ciro, el veterinario, mientras gozaba la mamada del chico, se pellizcaba los pezones duritos y parados, los acariciaba con la yema de los dedos.

Observaba los contoneos del ojete del joven que seguía clavando sus dedos en el hoyo, agrandándolo, dilatando para ser poseído por aquel macho.

__¡Espera, espera, aún no!!__ gimió pidiendo una tregua el hombre maduro. Se levantó de la silla. Con su imponente vergota bamboleante. Beso en la boca al chico, profundamente, rozando sus cuerpos calientes. Estuvieron unos momentos de pie, chocando sus vergas, la del chico estaba muy alzada, erecta. Ciro pasaba los dedos por ella y en tanto Raulito tomaba el garrote y lo seguía masajeando suave.

__¡Mira, en aquel cajón, trae la crema!!__ indicó el macho caliente, fue casi un susurro.

__¡Oh si claro Ciro!!__ el chico trajo la crema. Se la dio en mano al hombre. Este lo giro e hizo que se inclinara . Abrió las nalgotas, y primero le dio unos sonoros besos al agujero y lamió llenando de saliva aquella entrada. Luego con tiempo y paciencia, untó el agujero explosivo.

El veterinario, apoyó el garrote erecto. La cabeza entró de un tirón. Y al cabo el sable del veterinario se enterró por completo en el ojete del joven que se contoneaba, y gemía, clamando por mas.

__¡Ay, ay, ay papi no te detengas, dame tu pija, ohhh, así, así!!!__ el veterinario iba y venía dentro del chico, gozando, pausando y apurando las bombeadas.

__¡Que culito divino, me pones locooo, ahhh, ahhhhh!!!__ gritaba el hombre clavando su daga, sacando, empujando, mordiendo la nuca del chico, que movía su culazo y era ensartado, más profundamente.

Ciro lo tomaba de los hombros y taladraba, se aferraba a las caderas del joven y hundía hasta las bolas el garrote, furioso, salvaje, granítico. Resoplaba. Sentía que el sudor le caía a chorros por la espalda.

El aguijón se inflamo, al máximo, gruñendo el veterinario comenzó a largar un chorro, luego otro y otro de leche en aquel túnel adorado, deseado, extasiado, el ojo del chico era rellenado de líquido, gritaba de gozo Raulito y el hombre lo abrazaba por la espalda, mordiendo sus orejas, chupando su cuello, buscando aire, resoplando, agotados y complacidos. Después de unos besos, y algunas chupadas mas, se vistieron y salieron rumbo a la casa del abuelo de Raulito.

Pasados unos días, Raulito, sorpresivamente recibió la visita de Leo. El abuelo de este lo había dejado y no lo había saludado. El andaba rondando por los gallineros, y bueno no se habían cruzado.

__¡Mi abuelo te dejo saludos!__ dijo Leo

__¿Porque no vino a saludar?¿Acaso esta enojado?

__¡Oh no, hablo muy bien de ti!¡El es así!

__¿Y tu como estas?__ preguntó Raulito y vio que los ojos de su nuevo amigo chispeaban.

__¡Alegre de verte!__ dijo el muchacho y rozo la mejilla de Raulito. En ese instante apareció el abuelo de Raulito.

__¡Chicos estaban aquí!¡Pero Raulito deja lo que estas haciendo y ve con tu amiguito al estanque, esta lindo para refrescarse!!

__¿Tu no me necesitas abuelo?

__¡No, vayan tranquilos!!

Montaron a caballo y partieron al estanque, que estaba distante un kilometro de allí, tal vez más. El campo era grande y el agua cristalina. No estaba lleno por completo, pero era un lugar tranquilo y retirado.

Allí aprovecharon los amigos y se desnudaron, se besaron y lamieron. Leo estaba muy caliente.

De repente un galope. Los amigos miraron a lo lejos un jinete. Cuando se acercó, Raulito supo que era el Vasco. Era un primo del abuelo que estaba de visita hacía unas semanas. Y desde que llegó había mirado a Raulito de forma escabrosa y perversa. Por supuesto que el joven sabría que en algún momento se iban a encontrar y bueno parecía ser que era el día.

El Vasco era fuerte, se notaba en sus ojos grises y su pelo blanco que aún no había decaído en su potencial. Brazos fuertes, labios gruesos y marcados.

__¡Hola jóvenes!__ saludo el hombre

__¡Hola Vasco!__ saludo Raulito sonriendo desnudo.

__¡Veo que estaban acalorados!

__¡No sabes cuanto! ¿Y tu, no entras?

__¡No tengo traje de baño!

__¡Nosotros tampoco!__ dijo el joven riendo de buena gana y mostrando su cuerpo sin ropas.

En un momento el macho estuvo en medio de los chicos. Su monumental verga era como la había imaginado Raulito. La  tomo en sus manos y le dio unas caricias. La poronga buscó levantarse y el hombre gimió.

__¡Ayúdame Leo, hay para ambos!!__instó el inocente Raulito. Está vez agarró fuerte la herramienta del Vasco que empezó a gemir. El animal se levantó engarrotado y grueso. Las manos de los chicos masajeaban el pedazo y la boca de Raulito empezó a chupar los pezones erectos del macho gozoso. La lengua jugaba con las tetillas duras y enormes, gordas y sabrosas.

Leo acariciaba de vez en cuando las bolas, las sacudía, le gustaban particularmente los huevos de los hombres, algo que iría descubriendo con el tiempo, se sentía atraído por ellas y estas eran gordas y redondas, casi perfectas.

Raulito, mas audaz y experimentado, se besaba con el Vasco, sus lenguas eran estocadas, profundas, húmedas, eróticas.

__¡Porque no salimos del agua amiguitos, está un poco fresca!!__ alcanzó a gemir el Vasco completamente ardido y caliente, con la poronga dura como estaca.

Salieron y se dirigieron al pequeño montecito que estaba a unos metros de allí, los caballos observaban la escena, ajenos a todo y pastando sin apuro.

Unos rollos de alfalfa dispersados por ahí les sirvieron de colchón. El Vasco de espaldas fue tragado, comido, literalmente por las bocas hambrientas de los amigos. Lo mamaban, lo lamían y chupaban como hacía mucho tiempo no ocurría.

De pronto Raulito hizo que  Leo se colocará en cuatro , el joven obedeció y luego Raulito se monto sobre el amigo, dejando los dos hermosos culos a disposición del macho, que no podía creer lo afortunado que era.

El hombre empezó a besar y chupar los ojetes que se le ofrecían, estaba en un paraíso, nunca imaginó estar en esa situación, pero su boca y lengua se extasiaron de lamer y babear y besar y agrandar aquellos anillos de la perdición.

Cuando ya no soportó, se puso de pie y metiendo los dedos primero, fue hundiendo su gruesa barra de carne, primero, en el culito apretado de Leo que bufaba y gritaba como marrano, luego sacaba y se la metía en el ojete tremendo de Raulito que lloriqueaba como nena tragando el pedazo, el macho muy caliente no soportó mucho tiempo aquellos vaivenes y los lleno de leche por todos lados, juntándose con la crema de Leo y el inocente Raulito. El charco de jugos y líquidos no se detuvo hasta bien entrada la noche en que regresaron cantando bajito los tres.-