El inicio
Como lo casual me lleva a descubrir el placer que se convertirá en mi pasión más oculta.
Hola a todos los lectores y lectoras amantes de los relatos eróticos; este es mi primer relato publicado y espero que les provoque grandes satisfacciones y calenturas mayúsculas como a mi que soy el protagonista; esta historia es real y tengo muchas para compartir así que pues espero sus comentarios y sugerencias para ir mejorando.
Casi por casualidad fui descubriendo el universo del roce; de la proximidad de un cuerpo femenino a escasos milímetros, tanto que se puede apreciar el latido del corazón ajeno y otras miles de señales que se alcanzan a distinguir por la escasa distancia como el color de la piel en distintas partes del cuerpo, la textura de las prendas de vestir, la temperatura que se provoca por el clima o por otras razones mas deseadas y placenteras.
También dependiendo de la situación se puede lograr sentir lo firme o blando, lo suave o áspero, lo tierno o lo violento, el aroma indispensable de un perfume correcto mezclado con la infinita pasión de las hormonas expuestas que provocan los gestos que matarían de excitación a cualquier mortal; nada como un par de ojos que se cierran con la cadencia con que desaparece el sol o una boca entreabierta y un labio inferior que a medias se muerde y deja ver parte de una rojiza lengua que se desliza luego por el centro de los labios humedeciendo la sequedad que deja la adrenalina.
Es así que desde apenas adolescente fui descubriendo esas cosas que alimentaban mi deseo y poco a poco me convirtieron en un buscador de situaciones que calmaran mi sed de placer.
En algunas ocasiones trate de definirme de alguna manera pero con el tiempo me di cuenta que mi forma de sentir con respecto a la casualidad y a los desconocidos no era única que era aceptado muchas más veces de las que era rechazado y así entendí que lo que más me excita es que la mujer que elija o me elija para jugar este juego se excite tanto como yo o más, apartando los hechos no importa que tanto pueda hacer o hacerme, el asunto es que exprese su calentura ya sea con la respiración agitada, con el calor de su cuerpo, con los ojos, con la boca, con los movimientos físicos con el color de sus mejillas, como sea pero lo que importa es que de señales imperceptibles tal vez para los demás pero infinitamente placenteras para su ocasional compañero.
Recuerdo las primeras veces que casualmente me roce con alguna mujer, en aquel tiempo con tan solo trece años viajaba mucho en colectivo al centro de Buenos Aires desde el barrio en donde vivía por lo general a hacer algún encargo de algún miembro de la familia, el transporte en ese entonces no era tan bueno y continuo como lo es ahora y en las horas pico se atestaban de gente de todo tipo entre ellas desde chicas que salían del colegio, algunas mujeres que regresaban o iban al trabajo muy bien arregladas, estudiantes universitarias y trabajadores en general conformaban un panorama como para elegir entre quienes uno iba a viajar ; es claro que siendo todo un adolescente que ya se masturbaba asiduamente, y estando el transporte lleno a reventar, era preferible viajar cerca de las mujeres que a parte de ser atractivas, no empujaban tanto, olían mejor la mayoría de las veces y en general no molestaban sobre todo si el viaje que se iba a hacer era de recorrido largo como una hora o más.
En esas situaciones y sin buscarlo fue que en cierta ocasión regresaba de la zona de las facultades en la línea 82 de colectivo que ya no existe y quede justo detrás de una señorita a la que físicamente no recuerdo pero fue a partir de ese hecho que cambio mi percepción acerca del sexo; yo no quería apretarme a la dama en cuestión pero me empujaron tanto que quede con su espalda literalmente atascada en mi pecho lo que provoco en mi una erección tremenda ya que su hermosa cola rozaba insistentemente contra mi pelvis, logre sentir en esa parte de mi cuerpo los dos prominentes glúteos de la chica y como mi erección se perdía entre ellos y era apretada cada vez más por el centro dándome un placer enorme.
Hoy a mis treinta y cinco años no recuerdo cuanto duro la experiencia y no pude hacer muchas distinciones de lo que me daba más placer ya que eso fue cambiando de acuerdo a la experiencia lo que si se, es que al cabo de unos minutos lo único que quería era estar pegado a esa cola con mi pelvis y sentir mi miembro apretado como lo sentía por la dureza de aquella chica. Esa fue mi primera experiencia en el devenir de los roces con mujeres que uno no conoce pero que brindan un placer enorme y creo que también lo sienten como les voy a contar en los relatos siguientes.