El Inicio del camino

Hace unos días recibí un correo de un lector de esta web que me felicitaba por la creación de la piara y me preguntaba cómo había iniciado mi andadura en este mundo tan morboso. La respuesta es sencilla: Con una hembra mucho más experimentada que yo...

Hace unos días recibí un correo de un lector de esta web que me felicitaba por la creación de la piara y me preguntaba cómo había conseguido reunir a tantas cerdas bajo mi pupilaje y también como había iniciado mi andadura en este mundo tan morboso. En cuanto a lo de reunir a la piara, supongo que ha sido cuestión de suerte por un lado y trabajo duro por el otro para trabajarlas bien y darles el morbo que necesita una hembra para engancharse a este mundo tan delicioso del sexo compartido y vicioso.

En cuanto a como empecé en este mundillo… pues como todo el mundo, con un encuentro con alguien más experimentado y en este caso, como todos, aprendí mucho de una pareja con la que curse estudios. Ella se llamaba Gemma, una morena espectacular que con 18 años tenía muchísimas horas de vuelo gracias a que sus padres estaban separados y un buen día, hacia un par de años, decidió “llevarse bien” con su padrastro sin que su madre se enterara. Según me conto en alguna ocasión, pese a no perder la virginidad con él, si que había hecho muchas cosas en el terreno sexual, desde el exhibicionismo hasta algún trió ocasional con alguno de sus amigos de la obra.

Como os contaba, ella era una hembra de casi metro ochenta, con un par de tetas muy bien puestas y naturales, de una espectacular talla 100, cabello moreno y muy rizado que solía llevar recogido en una coleta baja, ojos castaños y unos mofletes que cuando sonreía le daban un aire a Heidi y un culo que solía marcar debajo de un pantalón tejano bastante apretado, trabajado a base de practicar judo desde muy pequeña. Por aquella época estaba saliendo con un chaval que se llamaba Fernando y que más tarde se convertiría en su orgulloso y cornudo consentido marido. El chico era, como se podría decir, uno del montón. Algo más bajito que ella, repeinado, de complexión normal pero con una mente tan sucia como su pareja. Podíamos decir que eran una unión que si la veías desde fuera no cuadraba pero si los conocías, sabias perfectamente porque estaban juntos.

Durante los años que cursamos los estudios juntos salíamos por ahí en pandilla como suele hacer la gente que comparte carrera, lo que significaba borracheras y fiestas muy salidas de tono en discotecas de la época. Además, cosas del destino, algunos de ese grupo colaborábamos con una parroquia (que ironía) de la que teníamos las llaves de las zonas destinadas a albergar el material de los jóvenes, lo que en Barcelona se llama “Casal”.

Dentro de aquellas instalaciones, situadas en los bajos de la parroquia, había una serie de departamentos en los que se reunían los jóvenes cristianos los fines de semana, pero sin prácticamente uso durante los días lectivos. En aquellas catacumbas había una mesa de pin pon, algunos sofás, mesas y otro mobiliario reciclado de las casas de algunos feligreses. Visto en perspectiva, si el párroco hubiera intuido que iba a suceder en aquellas salas, las hubiera exorcizado primero y sellado con tochos después.

Como os he dicho, salir de copas los sábados por la noche era algo natural para nosotros y no en pocas ocasiones, Fernando terminaba totalmente borracho en los locales de Poble Nou, una de las zonas de marcha en Barcelona y teníamos que llevarlo fuera para que se despejara. En esas ocasiones, Gemma no perdía oportunidad de beber, con más moderación que su pareja y cuando él ya estaba fuera de combate, se solía insinuar, tensando la cuerda y haciendo comentarios y preguntas que para aquella edad me resultaban algo cortantes, como si me gustaban sus tetas o comentarme que si alguna vez cortaba con Nando, que le encantaría salir conmigo. Todo eso con su novio comatoso a nuestro lado. Y claro, alguna vez que se había puesto muy cerca, algún morreo o sobada de teta se había llevado, con gran regocijo por las dos partes pero sin llegar a más por el aprecio que le tenía a mi amigo.

Una tarde de las pocas que teníamos libres, al salir de las clases decidimos ir al casal a echar una partida de pin pon. Nando llevaba siempre las llaves encima y al salir fuimos directamente allí sabiendo que a aquellas horas, no habría nadie ni en las salas ni en toda la parroquia.

  • Mientras vosotros vais abriendo, yo iré a comprar algo para la merienda – nos dijo Gemma a su pareja y a mí cuando pasamos por delante del Hipercord, camino de la parroquia

Y mientras se alejaba, en pos de lo que había prometido, no pude fijarme en el movimiento de su culo, enfundado en aquellos tejanos cortados que tan bien le quedaban. Se acercaba el verano y el calor empezaba a apretar por lo que a parte de ese pantalón, mi amiga solo llevaba una camiseta sin mangas de color azul oscuro que le contorneaba las tetas sin que eso fuera demasiado escandaloso.

  • Me dijo Elisabeth que el otro día os lo montasteis en una de las salas de estudio de la rectoría – Me pregunto a bocajarro Nando cuando su pareja se había alejado lo suficiente.

  • Ehh…. Si… Bueno… ya sabes… calor, poca ropa, calentón… sin nadie que nos pudiera molestar… joder… - le dije a modo de contestación. Elisabeth era una de las compañeras de clase y de tanto en tanto follabamos pero sin tener una relación demasiado estable.

  • Na. Tranquilo – continuo tranquilamente mi amigo  - me dijo que le hiciste un dedo y que ella te comió la polla hasta que le llenaste la boca de semen, pero que no follasteis…

  • No… La puerta tenía que estar abierta por si quería subir alguien más y no me pareció seguro bajarme los pantalones y ponerla a 4. Además, ya sabes cómo moja esa chica. Si me la hubiera follado con los pantalones puestos, me habría empapado – Lance la caña. Se rumoreaba que Nando y Elisabeth habían follado más de una vez, pero nadie lo podía asegurar.

  • Lo que moja y lo fuerte que le huele el flujo. Hubieras tenido que tirar el pantalón… – confirmo Fernando, guiñándome un ojo – Pues será cosa de buscar otro lado que no sea una sala de estudio. Ambos reímos a gusto obviando el hecho de que me acaba de confirmar que se había pasado por la piedra a la gafitas de Elisabeth.

Cuando llegamos a la parroquia, tal como sospechábamos, no había nadie, así que bajamos hasta el semisótano y encendimos las luces. Pese a estar en penumbra, el calor se colaba por los respiraderos que daban a la plaza delantera de la iglesia, donde se escuchaban a los niños jugar en el parque cercano.

  • ¿Echamos una al pin pon? – me reto Fernando, cogiendo una de las raquetas que había sobre la mesa.

Cuando quince minutos después entro en la sala su pareja, ambos estábamos sudando y sin las camisetas, más por el calor que hacía en la sala que por el ejercicio en sí.

  • Madre mía! – Exclamo Gemma al entrar en la sala – Como huele a macho aquí… Hmmmmm – Ronroneo la chica cuando se fijo que ambos llevábamos el torso descubierto – Caray… que calor ¿no?

  • Ya te digo – respondí a mi amiga tras fijarme que traía un par de bolsas que por la forma contenían botellas de Xibeca, una cerveza en formato de litro y alguna bolsa de algo. Cuando la mire, hubiera jurado que tenía los pezones erectos, pero la falta de luz directa en aquella zona me impidió asegurarlo

  • ¿Has traído algo de beber? – Le pregunto Fernando a Gemma, dejando la raqueta y acercándose a ella para darle un beso con lengua.

  • De beber y de comer – dijo la muchacha con una sonrisa picara y diciendo esto, metió la mano en la bolsa y saco una cerveza, alcanzándomela. Como es natural, la abrí y notando que estaba fría, le di un largo trago para hacerme pasar la sed – Mmmmmmmmmmmm Carlitos… Tenías sed… y como te ha gustado el trago, que se han puesto los pezones duritos – dijo mientras me los acariciaba juguetonamente.

  • Y como sigas así, no será lo único duro que habrá – le dije con pillería a mi amiga, cortándome de decir nada mas por la presencia de su pareja.

Los tres reímos el chiste y nos pasamos la birra hasta que la primera desapareció en escasos minutos. La segunda no duro mucho más y cuando abrimos la tercera Nando propuso de estirarnos sobre la mesa de pin pon. No era algo extraño, ya que las patas de aquella superficie se habían reforzado para poderlas usar como mesa de trabajo, así que quitamos la red que dividía el terreno de juego y nos tumbamos ahí encima. La distribución no fue algo casual, puesto que muchas veces nos poníamos así para hablar cuando íbamos a algún lado, así que Gemma quedo en medio, nado a su izquierda y yo a su derecha.

  • Joder, que calor hace aquí… - dijo la chica mientras nos miraba, esperando algo de reafirmación, pero yo me limite a beber otro trago mientras Fernando se encogía de hombros para no darle importancia al tema – claro, cabrones… como vosotros vais sin parte de arriba…Pues ahora veréis…

Y diciendo esto, se incorporo, sentándose entre los dos y se quito la camiseta, quedándose con un sujetador negro, que por el dibujo delantero en oro, bien podía ser la parte de arriba de un bikini. Aquella prenda luchaba encarnizadamente por contener el par de tetas que tenía mi amiga en su interior y si bien hacían un trabajo excelente, parte de ese par de ubres escapaba por la parte superior de la prenda. “Ahora mejor” dijo Gemma y se volvió a estirar entre los dos.

Por mucho que su pareja, que era mi mejor amigo, estuviera a nuestro lado, uno no es de piedra y mi vista se fue hacia sus tetas, que ahora, al haber cambiado de plano, dejaban un canal entre ellas en el que se marcaban perlas de sudor y que me tentaban a lamerlas para secarlas.

  • Hmm! ¿Sabes lo que nos contó Elisabeth sobre que se lo habían montado en la sala de estudio – Le pregunto Nando a su pareja después de pegar un trago a la xibeca, como si yo no estuviera presente. Ella asintió. - Pues resulta que no se la follo porque la puerta estaba abierta y no era plan de que les pillase alguien. Ya sabes que para follarse a esa gordita hay que hacerlo sin los pantalones o te pones perdido… – le dijo, contándole nuestra conversación mientras me pasaba la cerveza.

Yo recogí la bebida, pero las palabras “Ya sabes que para follarse a esa gordita hay que hacerlo sin los pantalones o te pones perdido” resonaban en mi cabeza… “¿Ya sabes que para follarse a esa gordita hay que hacerlo sin los pantalones o te pones perdido?” ¿Ya lo sabía? ¿Cómo?

  • Ya… ya… No veas como mancha…- le respondió como si tal cosa la chica – Sigo teniendo calor, chicos… ¿Vosotros no? ¿Carlos, me ayudas? – y se incorporo, sentándose otra vez sobre la mesa de pin pon

Yo, que todavía estaba encajando piezas mentalmente mire a Nando ¿Ella también sabia como mojaba? ¿Y cómo lo sabía? ¿Y qué quería que hiciera yo ahora? ¿Para que necesitaba mi ayuda si estaba allí su pareja? Él, por su parte, volviéndome a agarrar la cerveza me hizo un gesto con la cabeza, inclinándola hacia Gemma. Cuando vio mi cara de perplejidad hizo un gesto, como si desabotonara algo y volvió a mover la cabeza hacia su pareja.

Entonces, como si un rayo atravesara mi cerebro, me di cuenta de todo. Lo que me estaba pidiendo mi amiga es que le desabrochara el sujetador y su propio novio me estaba dando “permiso” para ello. Si aquella escena me hubiera sucedido sabiendo todo lo que se ahora, las cosas hubieran ido muy diferentes y tras quitarse la camiseta Gemma hubiera sido follada sin piedad, pero era joven y tenia muchísimo que aprender. Torpemente, desabroche el sujetador de mi amiga y en contra de lo que esperaba, aquel para de ubres quedaron suspendidas en el aire en lugar de caerse por efecto de la gravedad.

Era la primera vez que se las veía sin ropa. Gemma era de llevar escotes cuando salíamos por ahí, pero siempre de una forma más o menos recatada. Ahora, que veía sus pechos al aire pude admirar un par de tetas duras, con una aureola discreta y ligeramente más rosada que el resto de sus ubres, con un pezón tieso y desafiante, que si no era muy largo, si era bastante ancho.

Tras ser liberada de sus ataduras, la hembra se volvió a estirar entre nosotros y ahora sus tetas se separaron ligeramente por el efecto de su peso. Tener a una mujer que olía como lo hacía Gemma a mi lado, con las tetas al aire era una situación nueva para mí, pero cuando se giro y sonrió, acercando su rostro hacia el mío, me importo bastante poco que su pareja estuviera allí y me lance a comerle los morros.

Ella respondió y nuestras lenguas, que habían empezado tímidamente a acariciarse, terminaron compitiendo por la hegemonía sobre la otra. Mi mano derecha empezó a acariciar sus pechos y jugar con sus pezones. En breves instantes, la mano bajo y empezó a acariciar su coño por encima de aquel pantaloncito y mis dedos se metieron por la recortada pernera cuando escuche un ruido metálico. Deje de besar a mi amiga y me fije que Fernando se había levantado y había cerrado con llave la puerta de la estancia.

  • Gemma no se conformara con que le hagas una paja y si para eso hay que cerrar la puerta… pues se cierra – Me comento mi amigo. Viendo mi cara de perplejo me lo dejo claro – Mira Carlos… soy lo que se conoce como un cornudo. Me encanta que se follen a mi chica y que lo hagan delante mío. Al menos las primeras veces…

Mire a Gemma. Seguía estirada sobre la mesa de juego, con las tetas al aire y el rosto congestionado. Los pezones duros y la respiración entrecortada denotaban que estaba cachonda. Yo notaba como mi polla apretaba el pantalón y pugnaba por salir a jugar con aquella amiga tan cachonda que tenia delante.

  • Carlos… ¿Me ayudas a quitarme el pantalón? – pregunto con una voz de putita que se me hizo irresistible y rompió todo los frenos que todavía podía tener activados en mi cabeza.

Me senté en la mesa y usando ambas manos, desabroche el pantalón de la morenaza. Lo primero que me sorprendió es que no llevara ropa interior y lo segundo, la falta absoluta de pelo en su entrepierna. Ahora es algo muy normal, pero por aquel entonces, hace más de 25 años, lo normal es que los coños tuvieran pelo en todos lados y los laterales depilados, para que los pelos no salieran por el bikini.

  • Joder, morena – le dije acariciando su entrepierna que estaba tremendamente mojada al tacto– pareces una Barbie.

  • ¿Te gusta? Es mucho mas practico – me respondió con una de sus sonrisas de zorra – Así, mi me mojo mucho o si me lo llenan de semen, no se me pegan los pelos y para Fernando es mucho más fácil de comer. Además – Dijo llevándose el dedo índice a los labios, adquiriendo un aspecto de niñita indefensa – a mi padrastro le gusta mi huchita y le encanta ver como se traga su polla…

Más tarde, en algunas de las conversaciones de cama, entre polvo y polvo, la guarrona de mi amiga me conto como empezó a follarse a su padrastro y como él la fue pervirtiendo poco a poco hasta convencerla de que lo mejor para evitar el embarazo no era el condón, si no el DIU y la llevo a un ginecólogo, haciéndose pasar por su padre verdadero, que se lo coloco uno y luego, fueron a estrenarlo en el coche, en el velódromo de Horta ante la atenta mirada de media docena de pajilleros.

Y la verdad es que era un gusto comerse un coño sin un solo pelo, como el de una niña (pese a que esa comparativa solo podría realizarla años más tarde) Con mi amiga totalmente desnuda, me baje de la mesa y me puse de frente. Ella subió las piernas y se aplasto las ubres con sus propias rodillas, ofreciéndome un espectáculo del que siempre recordare el intenso olor a hembra que desprendía. Me agache e hice que mi lengua se deslizaba sobre su empapada raja. Mi caricia empezó en la estrecha franja que tenia entre el ano y el inicio del coño. Un chochito con una entrada que se estrechaba de abajo a arriba y concluía en un abultado clítoris del tamaño de un garbanzo. Cuando mi lengua llego a él, un escalofrió recorrió el cuerpo de la zorrita y un suspiro se escapo de lo más profundo de su pecho.

Pese a no tener la experiencia actual, aquel no era mi primer coño, así que me aplique en hacerle un buen cunnilingus, separándole los labios y concentrándome en ese abultado clítoris. Luego, fue la misma Gemma que me indico, entre gemidos, que le metiera un par de dedos y que la follara con ellos como si de una polla se tratara. El tratamiento hizo que ella cada vez gimiera mas y apretara mi cabeza contra su coño hasta que estallo en un intenso orgasmo que lleno mi cara de su flujo oloroso y blanquecino.

  • JODER, CARLOS!!! Qué bueno!!! – dijo ella una vez dejo de morderse el dedo índice para apaciguar los gritos de placer que le provocaba su orgasmo – Cariño, es casi tan bueno como tu – le dijo a Fernando.

A decir verdad, yo me había olvidado de mi amigo, pero cuando Gemma se dirigió a él, lo busque con la mirada. El chaval estaba sentado en el sofá, con los pantalones y los calzoncillos en los tobillos y la mano en una polla nada despreciable, que se meneaba casi compulsivamente mientras nos miraba fuera de si.

  • ¿Te gusta la lengua de Carlitos, cariño? ¿Te gusta? – Le preguntaba repetitivamente el chaval a su novia – Pues ahora te follara. Usara ese coñito de putita que tienes y te follara ¿Verdad Carlos que te follaras a mi futura mujer? ¿Verdad que la preñaras ante el cabrón de su novio? ¿Verdad? ¿Verdad?

  • ¿Te gustaría que la preñara, hijo puta? – Le conteste yo, entrando por primera vez en mi vida en el papel de corneador - ¿Quieres que te la preñe? ¿Quieres que me folle este coño y lo deje babeando semen, puto cornudo?

  • Si por favor… hazlo… rellénala de semen como a una yegua

  • ¿Y tú, preciosa? – Le pregunte a la morena que había bajado las piernas de sus ubres, pero las había apoyado en el borde de la mesa - ¿Quieres polla?

  • Estas tardando, chaval – me contesto, separando las rodillas y haciendo que su coño se abriera al separarse los labios, dándole un aspecto totalmente obsceno a la escena.

Aquel coño me llamaba y yo, que soy un hombre educado desde muy joven, no le hice esperar. Puesto que hacia un buen rato me había despojado de mi camiseta, tarde unos segundos en quitarme los zapatos y los pantalones, después, agarre mi polla por la base y tras pasarle el capullo por los labios, recogiendo una ingente cantidad de flujo, la mezcle con mi propio fluido pre seminal y apuntando a su coño se la metí de un solo golpe mientras la miraba a los ojos.

  • Hostia! – Alcanzo a decir mi amiga mientras empezaba a bombear de menos a mas en su empapado agujero – Que cacho de po… joder…hostia que… mas… Carlos… mas… jod… hostia!!! Joder… joder… joder… mira cariño como… joder… mira como me follan… joder!!!!

Yo había puesto las rodillas de Gemma sobre mis hombros y aprovechaba la altura de la mesa de pin pon, que era algo más baja que mi cintura para clavarle la polla y hacer que mis huevos rebotaran una y otra vez contra su ojete mientras la agarraba de las caderas.

  • ¿Te gusta, cariño? ¿Te gusta cómo te folla Carlos? – Preguntaba Fernando desde el sofá, situado a unos cinco metros de la mesa. ¿Tiene buena polla nuestro amigo como nos dijo la escandalosa de Elisabeth?

  • Joder, cabrón, que polla! – Dijo la novia entre gemidos – Hostia puta, como bombea el hijo de puta… Nando… Ven… Dame… Dame la mano, cabrón… que… joder… la mano, la mano!!!

Ante las órdenes de su novia, el chaval se levanto rápidamente y vino caminando de una forma tremendamente ridícula, haciendo el pingüino ya que su ropa en los tobillos impedía que lo hiciera con normalidad. Cuando estuvo a nuestro lado, le dio la mano a su pareja y la beso tiernamente en la frente. Su dulzura contrastaba con la follada que le estaba dando a su novia y que sonaba rítmicamente entre las paredes del semisótano, como si alguien estuviera metiendo y sacando unos tejanos en un cubo de agua.

  • ¿Te gusta, mi amor? – repetía el cornudo una y otra vez mientras besaba dulcemente la cara y la frente de su pareja - ¿Te correrás para mi, princesa?

  • No, hijooooh… ooohh… hijo puta… oohh… oohh… me correré para él, cabronazoohh!!! – respondió Gemma.

Pese a que las gordas tetas de su novia estaban a su alcance, el cornudo no hizo nada por alcanzarlas, así que subiendo un poco la cintura de la chica, lo que facilito una penetración más profunda, cambie la presa de sus caderas a la base de sus ubres, usándolas como agarraderos para continuar con mi follada. Los pezones, ya fuera por la excitación o por la presión que ejercían mis dedos en la base de las mamellas, se hincharon mas y cuando acerque mis labios a ellos para succionarlos, la morena de pelo rizo estallo en un potente orgasmo que nos salpico a los tres.

  • Me corro, cariño!!! ME CORRO!!! – Exclamo Gemma mientras lo hacía – Bésame, por favor!!! Bésame!!! Tu no, puto cornudo de mierda!!! – le dijo a Fernando mientras le atizaba una torta al intentar alcanzar sus labios para darle el beso que reclamaba – El macho!!! Bésame, Carlos!!! Por favor!!!

Baje sus piernas de mis hombros y note como me las enroscaba alrededor de la cintura, para que no retirara mi polla de lo más profundo de su coño y me acomode para alcanzar su boca, soltando sus ubres y poniendo mis codos a lo largo de su cuerpo. Cuando estuve a su alcance, su boca se abrió y busco la mía para darme un tórrido beso con lengua mientras empezaba nuevamente a convulsionar, presagiando un nuevo orgasmo.

  • Me corro otra vez, cariño… que bueno… me corro… cariño, me corrooooohhhh!!!!!!!- Decía retirando sus morros de mi boca.

Unos segundos después, note una segunda avalancha de liquido en mi entrepierna que me empapaba la polla y los huevos y empezaba a bajar por mis piernas. Gemma estaba con los ojos en blanco y la boca abierta, mientras sus manos apretaban mis lumbares y las palmas de sus pies lo hacían con mis nalgas, en un sólido intento por albergar el máximo número de centímetros de polla en su interior. Aquel coño se había convertido en una aspiradora que succionaba mi polla hacia adentro y hacia que las ganas de descargar en su interior fueran casi irresistibles.

Pese a todo, pude contener mi eyaculación y poco a poco fui notando como la presión de mi amiga disminuía conforme se iba relajando tras su tercer orgasmo. Un minuto después, sus brazos y piernas se relajaron y quedaron flácidos sobre la mesa los primeros y colgando de ella los segundos. La chica había cerrado los ojos con el orgasmo y su cara poco a poco se había ido relajando también, hasta dibujarse una sonrisa en ella.

  • La puta que te pario, Carlos – Me dijo al abrir aquellos ojos avellana preciosos que tenia – que polla, cariño… ¿Me dejas verla?

Era cierto. La había penetrado sin tan siquiera haberle dejado ver mi polla, así que me retire poco a poco de su coño. Mi polla salió centímetro a centímetro de aquel agujero y cuando termine de retirarla vi el tamaño que había adquirido con la follada. Sus labios que estaban juntos después de su primer orgasmo se habían separado y ahora existía una separación de tres dedos. Su clítoris seguía inflamado, pero todo él estaba cubierto de su flujo viscoso y blanquecino.

  • Cabrón. Limpia – fue la seca orden que le dio a su novio.

Nando abandono su sitio al lado de la cabeza de su novia y volvió a hacer el pingüino hasta ponerse de rodillas ante el coño de Gemma, empezando a lamérselo como si fuera un perro pachón. Yo, por mi parte, me volví a subir sobre la mesa de rodillas y acerque mi polla, totalmente empapada en flujo a la cara de mi amiga.

  • Joder, que delicia – dijo Gemma mientras me acariciaba los cojones y pasaba, juguetona, los dedos por el perímetro de mi rabo – me esta entrando hambre…

Y diciendo eso, abrió la boca y empezó a chuparme los cojones primero y luego a recorrer con su lengua el tronco de mi polla. Poco a poco, mientras iba dejando mi polla impoluta, se le volvía a acelerar la respiración, seguramente por el trabajo que seguía haciendo el cornudo en su entrepierna.

  • Mira, puto cornudo – le dijo a su novio mientras me lamia la polla desde los huevos hasta el capullo - ¿has visto que pollón me ha clavado tu amigo? ¿Has visto como me ha follado sin ningún problema pese a ser tu colega? ¿Ves como eres un puto cornudo sin ningún valor? – la morena estaba dándole duro a su pareja, pero la humillación parecía excitar mas a Fernando, que incremento el ritmo de la limpieza al que estaba sometiendo a su novia – va, cacho de escoria, a ver si eres un poco útil y me preparas bien el ojete si este macho me lo quiere follar… ¿Quieres follarme el culito delante de este cabrón, cariño? – Me pregunto, volviendo a poner aquella cara de niña buena que contrataba brutalmente con que tuviera mi polla en la boca.

  • Si zorra. Te lo follare y te lo dejare tan abierto como te he dejado el coño, para que el puto cabrón te lo lama también, perra – Le conteste mientras me levantaba a por una nueva birra. Follarle el coño a mi amiga me había dado sed.

  • Joder, cariño… como me gusta cuando me tratas como una golfa… Ya has escuchado, puto cornudo. El ojete! – Dijo la hembra y le pego un empujón con el empeine a su novio en todo el pecho que, al no tener estabilidad por la ropa en los tobillos, cayo de culo.

Mientras Fernando se levantaba del suelo con la poca dignidad que le quedaba hecha pedazos, Gemma, bajo de la mesa y se coloco de bruces sobre la misma, aplastándose las ubres contra ella y separándose las nalgas para que su cornudo se lo lubricase.

Aquel agujero, que había visto fugazmente mientras le comía el coño tenia pinta de ser todo un veterano en el arte de tragar polla. Más oscuro que el resto de la piel de la zona, la zona perianal de Gemma no presentaba una depilación tan buena como su coño, lo que me llevo a pensar que se depilaba ella misma y justo hasta ahí donde se veía. De todas maneras, los cuatro pelos no iban a impedir que metiera toda mi polla en aquel agujero nada virgen.

Cuando termine de darle un largo trago a la Xibeca, me acerque hasta donde Nando se afanaba en lubricar y volviendo a adquirir el rol de corneador, le di un empujón, apartándolo y reclamando para mí las redondas nalgas de la morena.

  • Aparta, cornudo. Estos agujeros, a partir de ahora, son míos – le dije mientras le empujaba con la rodilla – ahora, búscate un sitio donde no molestes y hazte una paja mientras ves como le reviento el culo a tu futura mujer.

El cabrón se volvió a levantar del suelo y volvió a la posición anterior, junto a la cabeza de Gemma, pero en lugar de ponerse recto, sacaba el culo, como si él también se lo ofreciera a un macho invisible para que se lo follara.

  • ¿Lista, perra? – Le pregunte a la morena tras darle un sonoro azote en las nalgas que seguía manteniendo separadas ella misma para que viera lo que me ofrecía.

  • Si, macho mío – respondió la morena – Reviéntame el culo y enséñale a este cabrón por donde me puede follar un hombre de verdad. Muéstrale como me follas por donde él jamás entrara.

Volví a agarrar la polla por la base y hundí la mitad del capullo en el babeante coño de Gemma. Tal como se veía a simple vista, volvía a estar empapada, así que use mi rabo a modo de espátula y recogí una buena cantidad de su flujo, que deposite en la entrada de su ano. Tras dos o tres repeticiones, coloque mi capullo en la entrada de su ojete y apreté suavemente.

Tal como sospechaba, su musculatura se abrió para permitir la entrada de mi miembro sin la menor resistencia. Una vez dentro, esa misma musculatura se compacto, aprisionando mi polla e iniciando una succión la mar de agradable. Aquella hembra no solo sabía como chuparla con la boca, sino que también lo hacía con el ojete y esa no era una técnica que se aprendía en un día.

  • Madre mía, que ojete tienes, cabrona – Le dije a mi amiga mientras la volvia a agarrar de las caderas para empezar a bombear sin prisa

  • ¿Te gusta? – Pregunto ella como si se refiriera a una blusa – A mi padrastro le encanta y siempre que no está mi madre, me lo folla hasta rellenármelo de lefa ¿Verdad que si, puto cornudo?

  • Si, cielo – dijo Nando mientras se volvía a triturar la polla con los movimientos masturbatorios que hacia – Te folla el culo siempre que puede y es que él es un macho y no como yo, que soy una mierda pajilera que no merece montarte.

  • ¿Sabes que… Uffffff… nunca me… me darás por el… joder… culo, verdad, cornudo? – Seguía machacando la morena a su novio mientras notaba como le follaba el culo cada vez más rápido.

  • Lo se, cariño… Se que mi pollita nunca entrara en ese delicioso culo tuyo, que solo es para machos. Por… por favor, cielo… dame permiso para correrme. Me duelen los huevos ya, mi amor… - Le imploro el pijo a la morena.

  • Sabes que… joder, que bueno, Carlos… Sabes que seras el ultimo en correrte, puto maricón pollafloja… Dios, Carlos… sigue, por favor, cariño… sigue... mas… mas…masss… Si… si… joder, Carlos… Me corro, cariño, me corro… por favor que buenooooooohhhhhh!!!

El cuarto orgasmo de Gemma no fue menos intenso que el segundo ni el tercero y cuando mis huevos notaron como su coño empezaba a salpicar, me avisaron de que a menos que quisiera una explosión, ellos también tenían que descargar, así que recordando la petición que me hizo mi amigo, en el último momento extraje la polla de su ojete y tras comprobar que no tenia restos de mierda que le hubieran podido conllevar una infección, se la clave en el coño y empecé una serie de potentes envestidas mientras miraba el boquete que le había quedado por ojete a Gemma y que ahora se contraía y relajaba al ritmo de su orgasmo anal.

Un par de minutos después  y entre los gemidos, juramentos y peticiones de que no parara de follarla, mis huevos se vaciaron de golpe en la caliente entrada del útero de mi amiga, rellenándola de semen caliente y espeso.

  • Toma hija de puta!!! – Le solté a mi amiga mientras la agarraba del pelo y tiraba de él – toma leche, fulana!!! Nota como te preño, cacho de cerda!!!

  • Si!!! Si!!! Préñame, joder!!!! Oh!!! Otra vez!!! Otra!!! Me corro, joder!!! Me corro Carlos!!!!!

El orgasmo de Gemma me sacudió los huevos otra vez y ayudo a que hasta la última gota de semen que había en ellos saliera para depositarse en lo más profundo del coño de la morena. Todos sabíamos que aquella descarga no tendría consecuencias gracias al DIU regalo de su padrastro, pero el solo hecho de que existiera una remota posibilidad de que fallara, nos ponía como motos.

Unos minutos después y cuando se me empezaba a arrugar la polla dentro de aquel empapado agujero los dos folladores nos dimos cuenta de que se nos escapaba algo. En un lateral de la mesa estaba un Fernando con verdadera cara de concentración mientras seguía masturbándose frenéticamente mientras decía casi para si mismo “por favor… por favor…”

  • Hostia puta! Me había olvidado de él!!! – Me dijo mi amiga, girándose hacia mi – puto inútil… ya puedes correrte, cabronazo, pero hazlo en el suelo. Esa mierda de semen tuyo no vale ni para estar en un kleenex. Y cuando termines, ponte debajo mío, que me vas a limpiar el chocho del semen de mi nuevo macho.

Y mientras Fernando soltaba su dolorosa corrida en el suelo del semisótano de la parroquia, Gemma bajo de la mesa de pin pon y con el coño dilatado, se puso en cuclillas para limpiar los restos de flujo y semen que tenía mi polla, mientras ponía su mano izquierda en la entrada de su coño para retener el grueso cuajo, mezcla de seme y flujo, que tenía la intención de reservar para la boca de su futuro marido.