El inicio de una pasión prohibida (2)
Carlos se enfrenta a una situación altamente contradictoria: la irremediable atracción hacia su hermana y el sentimiento de que eso no era correcto. ¿Conseguirán finalmente ganar los deseos más placenteros?
El inicio de una pasión prohibida II
Lo prometido es deuda, y aquí tienen la continuación.
La primera parte de esta historia estaba contada desde el punto de vista de Elena. Esta, en cambio, la viviremos desde la perspectiva de Carlos, su hermano mayor.
Hacía días que no sabía nada de Sonia. No habíamos podido acabar lo que empezamos la otra noche, así que yo estaba deseando poder volver a verla. Sin embargo, entre mis estudios y su trabajo no hemos podido acordarlo.
Me encontraba en la cocina preparándome un sándwich de jamón cuando Elena bajo por las escaleras con cara de sueño.
Buenos días, bella durmiente.
Buenos días, ¿qué hora es?
Las once y media. ¿Demasiada juerga anoche?
Ojalá, Amalia y yo estuvimos hasta tarde estudiando física. ¿Dónde están papá y mamá?
¿No lo recuerdas? Este fin de semana estarán en casa de los abuelos.
Am cierto.
Se sirvió una taza de café y unas galletas y se sentó sobre una silla, con una de sus piernas bajo su coqueto culito. He de reconocer que siempre he pensado que mi hermana esta buenísima, y hoy especialmente. Llevaba un camisón de color plata muy sexy, que dejaba una buena vista de sus senos y le llegaba únicamente a medio muslo. Últimamente Elena estaba bastante cariñosa conmigo, supongo que pretendía que no me sintiera mal por el mal rato que la hice pasar cuando nos pilló a mí y a Sonia.
Yo aún estaba sentado a la mesa cuando ella terminó. La verdad, no entiendo cómo no moría de hambre con lo poco que comía. Se estiró sobre la mesa hacía mí para coger una servilleta, y sin quererlo, me descubrí observando sus pechos. No llevaba ropa interior arriba y al agacharse dejaba muy poco a la imaginación. En ese instante, y sin yo quererlo, sentí que mi amigo se ponía en pie de guerra. Maldita sea, hoy precisamente que sólo llevo este pantalón. Ella se levantó y vino hacia mí.
Voy a estudiar un poco antes de la hora de comer. ¿Qué te pasa? Te has puesto como un tomate.
Intente ocultar mi erección tras la mesa, pero mi cara me delataba.
Na nada. Que yo voy a darme una ducha.
¿Seguro que estás bien? A ver, déjame asegurarme.
Se acercó y posó sus labios en mi frente para ver si tenía fiebre, y al hacerlo, todo su escote quedó a mi vista. Casi podía notar el calor que emanaba de sus tetas. Se me puso tan dura que comencé a sudar. Necesitaba escapar de ahí, y lo necesitaba ya. Entonces, ella bajó la mirada y yo intenté taparme con el mantel, pero casi juraría que había visto algo, porque cuando la miré se mordía juguetonamente el labio inferior. ¿Pero qué estaba pasando aquí? Era mi hermana, ¿Cómo podía tener esa calentura con ella? La había visto todas las mañanas de mi vida y nunca había tenido tremendo empalme con ella. Estaba claro, necesitaba descansar. La tensión de los exámenes y la abstinencia de sexo me estaban volviendo loco.
Bueno, está claro que no tienes fiebre. Disfruta de la ducha hermanito, a lo mejor el agua fría te sentaría bien. Muak.
Estupendo, me había pillado. Me dio un beso en la mejilla y subió las escaleras. La observe durante el proceso, grabando en mi memoria todas sus curvas y su elegante contoneo al caminar. O no, o no, ¿pero qué estoy haciendo? Me levanté y sin recoger la mesa fue directamente a la ducha, a la fría ducha que obviamente necesitaba.
La ducha me relajó bastante, así que cuando acabé me dispuse a ver una película. Mientras la preparaba escuché a Elena entrar en el cuarto de baño y abrir el grifo de la bañera. Como hacía calor abrí las ventanas de mi habitación y de los pasillos y me quedé únicamente en ropa interior, confiando en la intimidad de mi cuarto.
Estaba viendo "El grito", una película de miedo que mis dos mejores amigos me habían aconsejado, y realmente daba miedo. Estos japoneses se lo curraban bien para ponerle a uno los huevos en la garganta De repente, escuché un ruido tremendo de algo rompiéndose y un grito espantoso en la habitación de al lado. Pegué tal salto que pensaba que me estrellaría con el techo, y con el corazón latiendo a mil corrí en ayuda de Elena.
¡¿Qué pasa?! ¡¿Qué te ocurre?!
Entré precipitadamente en su habitación y lo que vi me dejó en estado de shock. Mi hermana estaba encima de la cama gritando como una descocida, pero lo mejor es que acababa de salir de la ducha y únicamente tenía una toalla alrededor de su hermoso cuerpo, dejando entrever todas sus curvas. El pelo, húmedo y sin peinar, le caía por los hombros y se le pegaba a la cara. Cuando busqué el motivo de tales gritos una risa incontrolable acudió en mi encuentro. Todo ese jaleo era debido a una simple cucaracha que había entrado por la ventana y estaba posada sobre el camisón sexy de Elena.
-¡Mátala! ¡Quítala de ahí, Carlos por favor! ¡Se puede saber por qué abriste esta ventana! ¡Siempre entran bichos por ella!
Yo no podía parar de reír, y eso le causo un gran enfado. Se levantó rápidamente con intención de venir a pegarme, pero cuando levantó sus manos la toalla se le desprendió, y ante mis ojos aparecieron dos redondas tetas brincando con cada paso que daba. En ese mismo segundo un gran calor me recorrió de arriba abajo, y se me puso tan dura como la otra noche. Esta vez no pude disimularlo, pues la ropa interior la marcaba enterita. Elena se tapó rápidamente y me miró con una mirada extraña, mezcla de enfado y de ¿excitación? No puede ser.
Para disimular un poco cogí el camisón y lo sacudí por la ventana, y tras cerrar esta, me quedé inmóvil, rogando para que no hubiera visto mi empalme, que seguía en su máximo apogeo. Por lo menos ahora la habitación había quedado oscura.
Eres idiota. Por tu culpa tendré que quemar ese pijama.
No es para tanto. Ya te lo lavaré. La próxima vez que ocurra algo así no des esos gritos, ¡casi me da un infarto!
Di la vuelta y me dirigí a la puerta, deseando quitarme esa prenda que ya comenzaba a hacerme daño. Pero cuando me quise dar cuenta, Elena había cerrado la puerta y estaba delante de ella, como si fuera un guardia de seguridad, y de pronto, se abalanzó hacia mí y me abrazó. Se puso de puntillas y pasó sus brazos por encima de mis hombros, de manera que sus tetas se incrustaron en mi pecho. La presión que ejerció contra mi vientre bastó para proporcionarme una punzada de placer. Necesariamente ha tenido que notarlo, pensé. Intenté alejarme, pero fue inútil. Mi cadera reaccionó por si sola y la apreté contra mí.
Gracias creo que debo agradecerte de alguna manera tu acto "heroico".
Mientras decía esto me miró con una sonrisa traviesa, y una vez más se apretujó contra mi ya dolorida polla.
E Elena no me hagas est .
Shhhh Me dijo poniéndome su dedo índice sobre los labios. Veo que te ha gustado lo que has visto.
Que esperabas, soy un chico, que además está falto de sexo.
Carlos ¿crees que soy guapa?
Claro que sí.
Mientras hablábamos me empujó hacia la cama y me sentó en ella. Sin previo aviso se sentó sobre mi regazo abriendo sus piernas como si me cabalgara, y al hacerlo note una nueva y gran punzada de placer. No pude evitar soltar un suave gemido.
Ohh
Ella comenzó a moverse sobre mí, muy suavemente, hacia arriba y hacia abajo. Podía notar el calor que emanaba de su chochito, que sólo estaba separado de mi expectante dureza por mi slip.
Ahhh qué haces somos hermanos
Por eso mismo sólo estoy aliviando a mi pobre hermano falto de sexo ¿Te gustan mis tetas?
Mmmmm por supuesto son ahhh ... preciosas
Entonces ella se quitó la toalla del todo, y agarrándome las manos hizo que se las apretara. Eran muy suaves, redonditas y duras. Eran más grandes que las de Sonia. Comencé a masajearlas, sin apretarlas demasiado no quería hacerle daño. Me centré en la derecha. La acaricié con mi dedo índice casi sin rozarla. De fuera hacia adentro. Seguí el contorno de su aureola y le apreté un poco el pezón. Ella gimió al sentirlo, y apretó más sus caderas contra mí.
Ahh joder estoy empalmadísimo
Mi slip estaba empapado por las gotitas de semen que había expulsado y por los jugos de mi hermana, que cada vez estaba más caliente. Comenzó a moverse más rítmicamente. Se estaba masturbando conmigo la muy Yo no daba crédito a lo que estaba sucediendo, pero ya no podía aguantar más. Quería follar. Así que bajé la cabeza y empecé a chuparle los pezones y a succionarlos, mientras apretaba sus nalgas contra mí.
Aaaahhhhh siiii, me encanta que dura la tienes es enorme
Estaba a mil por hora. La apretaba contra mí cada vez más rápido. Nuestros gemidos se unían en medio de la oscuridad. Si seguíamos así mi slip iba a desaparecer, sentía un gran dolor en el glande debido a la goma elástica. Así que me armé de valor y lo bajé lo suficiente como para sacarla del todo. El contacto directo con el coño de mi hermana me enloqueció.
- Mmmm que caliente lo tienes que húmedo oohh .
Quería metérsela. Lo deseaba con todas mis fuerzas. Me la agarré y la dirigí hacia su agujerito, pero cuando notó la puntita dentro se levantó, dejándome con la polla mojada, tiesa en mi mano.
No cariño, eso no esta bien, ¿no crees?
No respondí. Por lo menos lo había intentado. A esas alturas no me importaba lo que fuera correcto o lo que no, así que intenté otra cosa ¡que no se dijera que era un cobarde!
¿No quieres probarla?
Ella se rió tímidamente. Parecía un poco ruborizada, aunque prácticamente sólo veía su silueta en la oscuridad. Igual es que nunca lo ha hecho
Puedo enseñarte como hacerlo. Esta frase pareció despertarla de su ensueño.
Se perfectamente cómo hacer una buena mamada.
Dicho esto se arrodilló ante mí, pero no noté nada. No podía saber lo que estaba haciendo puesto que no la veía. Sin embargo, pronto sentí unas caricias a lo largo del tronco ardiente de mi polla, tan suaves que no sabía si eran con la mano o con la boca, hasta que al llegar al glande noté su húmeda lengua a su alrededor. La sensación fue ardiente. Me recorrió un espasmo de placer por todo el cuerpo, y sentía como se me endurecía aún más, parecía imposible lo grande que estaba llegando a ponerse.
Mi hermana introdujo todo el glande en su boca, mientras con la lengua le daba unos golpecitos en la punta y chupaba las gotitas de semen que expulsaba. Con su mano recorría el tronco despacio, y a la vez que la bajaba, retirando así mi frenillo, se la clavaba todo lo que podía en la boca. Comencé a mover mi cadera, siguiendo su ritmo.
Aahhhhh asi, que bien la chupas, sigue
Aumentó el ritmo. No podía ver mucho, sólo su silueta moviendo la cabeza arriba y abajo, pero sentía todo el calor que desprendía su lengua y su boca cuando entraba, y su experta mano cuando la sacaba. Yo intentaba penetrarla más y más, pero la tenía tan hinchada que no podría metérsela entera.
Ooohhh sii que gusto.
Mmm que dura se te está poniendo mmmm. Sabe muy rico.
Sigue, no pares por favor
Bajó el ritmo un poco, para centrarse en apretar con sus calientes labios mi sensible glande, y volvía a bajar aumentando la intensidad nuevamente. Continuó así unas pocas veces más, hasta que pensé que me iba a correr, y supe que aún no quería terminar.
Para para que me corroo . Aaahhhhh
Dime que lo hago mejor que ella, o no pararé y terminará todo aquí.
¿Mejor que quién?
Que ella, la que te follabas la otra noche Sonia.
OOOOOOOhhhhhh joer para que no puedo más
Dimelo!
Aaahhhh sii sii mil veces mejor. Mmmmm.
Ella pareció sonreír y me miró picaronamente. Ese era mi momento, que demonios, iba a devolverle ese placentero sufrimiento. Me abalancé sobre ella, cayendo los dos al suelo.
¡Ay! ¡Que haces! ¡El suelo está muy frío!
Yo te daré calor.
Había caído sobre ella y la sujetaba por las muñecas, dejando sus brazos inmovilizados por encima de su cabeza. Aproveché para restregar mi dura intimidad por su rajita, notando que estaba totalmente mojada. Comencé a besarle el cuello, subiendo y mordiéndole el lóbulo de su oreja derecha. Descendí nuevamente por el cuello, su mandíbula, sus mejillas, su nariz, bajé hasta sus labios y la besé pasionalmente, con locura. Mi lengua entraba y jugueteaba con la suya, mientras nuestras respiraciones se hacían cada vez más entrecortadas. Percibía cómo sus caderas se presionaban contra mí. Dirigí una de mis manos hacia una de sus tetas, y cuando llegué hasta ella y la apreté, Elena profirió un gritito de placer. Era increíble que pudiera tocarla de esa manera, disfrutar de su aterciopelada piel. Era consciente de que se trataba de mi hermana, ¡mi hermana! Pero ya no me importaba, la deseaba. Continué con los besos, perdiéndome hacia su delicado y duros senos, lamí sus pezones con ansias.
PPffff, Carlos
Fui bajando más y más, hasta llegar a su más íntima zona. Me di cuenta de que estaba totalmente depilada. Ella abrió sus piernas para facilitarme el acceso. Posé mi lengua sobre su pubis y le estampé un beso. Con la mano izquierda abrí sus labios vaginales y apreté el tesoro que había en su interior. El chochito de Elena desprendía un olor completamente sexual, y reaccionó inmediatamente a mi lametón. Su clítoris apareció ante mis ojos y la humedad aumentó. Mi lengua recorrió su coño por todos los ángulos posibles, ejerciendo mayor presión sobre su botoncito.
- Aahhh como me pones mmmm sigue así aahhhhhh.
Aumenté el ritmo de mi tarea. Elena no podía dejar las caderas quietas, y al poco tiempo gemía locamente y me aferraba la cabeza, indicándome dónde debía chupar.
AAHHHH sigue AHHHH sigue no paress no paress.
Su cuerpo temblaba por completo, por lo que supe que no le quedaba mucho para llegar al climax. Introduje mi lengua en su agujero y con el dedo corazón jugueteé con su clítoris, dibujando movimientos circulares. Su cuerpo se tensaba y destensaba con mis movimientos. Entonces, comenzó a apretar y relajar sus muslos contra mi cabeza y a pedirme a gritos que continuara.
AAAHHHH AAHHH SIGUEEE que me corroooo sigue
Córrete, quiero ver cómo lo haces, mi amor.
Sus manos tiraron de mi pelo a la vez que disfrutaba del placer que le proporcionaba, y entre fuertes temblores llegó al climax. Estaba alucinado, quería seguir lamiendo sus tesoros más ocultos, pero este era mi momento, y pensaba aprovecharlo. Me incorporé y la levanté en brazos para tenderla sobre la cama. Aún no se cómo, pero se las arregló para quedar sobre mí. Se acercó y me susurró al oido:
¿Qué quieres de mí?
Quiero hacerte mía. Quiero poseerte.
Mmmm repítemelo - Mientras susurraba esto noté cómo la punta de mi polla entraba en su coño. La sacaba y la volvía a introducir. Me sentía morir, necesitaba penetrarla ya.
Por dios métela ya necesito sentirte AAAHhhhhhhh
Acababa de sentarse prácticamente de golpe, y mi ardiente polla había entrado completamente en ella. El placer me recorrió como un huracán. La agarré de las caderas y la ayudé con el mete saca. Me estaba volviendo loco. Me cabalgaba como nunca me lo habían hecho. Veía sus tetas brincando sobre mi cara, y la escuchaba gemir como una loca. Entonces se echó hacia atrás apoyando sus manos en mis tobillos. Desde mi posición podía ver mi polla entrando en su totalidad y saliendo de su coño, totalmente lubricado. Estaba impactado. Con una nueva embestida un escalofrío me recorrió, y supe lo que iba a pasar.
Ahhh ahhh me voy a correr no aguanto máss
Correte dentro mi amor, tomo precauciones. Dámela toda.
Aumentó el ritmo y todo acabó para mí.
AAAAAAAHHHHHHHHH AAAAHHHHHH Ooohhhhhh
Chorros y chorros de semen inundaban el coño de mi hermana, que parecía disfrutarlo ampliamente. Una sacudida precedía a la otra, hasta que la visión se me fue nublando y me quedé completamente quieto. Elena se dejó caer sobre mi pecho, me besó, recostó su cabeza sobre mí y cerró los ojos. En esta postura, aún con mi pene dentro de su nueva morada, descansamos hasta que nuevamente mi musa particular decidió que era hora de repetir el viaje a nuestro Olimpo.
Durante los meses posteriores a nuestro primer encuentro seguí disfrutando del buen sexo con mi hermana, y para mi sorpresa, conociendo nuevas situaciones. Nunca olvidaré el día que apareció con su mejor amiga, Amalia, y delante de mí se levantó la falda y le ordenó que se lo comiera. Ante mi perpleja mirada, me tendió la mano, invitándome a participar.
Hoy en día ambos tenemos pareja, pero no perdemos el tiempo si vemos la oportunidad de pasar unos momentos de intimidad.