El inicio de un juego

Dos sensaciones diferentes en una misma persona. Dos carácteres que luchan por ganar terreno. ¿Quién lo hará?

El inicio de un juego

¿Cómo podría definirme? Podría definirme como una mujer 100% pornstar para que el relato sea más fantasioso que real, pues no será así, no relataré el cuerpo de una mujer que solamente veis en películas porno, pues la imaginación es un don delicioso para utilizar.

Soy una mujer joven (25 años), pelo rojizo, largo, muy largo… Ojos muy oscuros ¿negros o marrones? Quien sabe… Tez blanca, muy blanca… Piernas muy largas y formadas (el deporte hace sus méritos)… Y unos pechos generosamente grandes (la cirugía estética ha ayudado un poquito a alcanzar la talla 100), redondos, tersos y pezones de color rosita.

Carácter duro, autoritario y cabezona (siempre llevo la razón a pesar de que sepa que no la llevo). Me gustan las cosas bien hechas, con un patrón marcado y establecido, sin cambios bruscos ni desórdenes a destiempo. Una mujer indomable y salvaje. Pero ese es mi carácter del día a día... del trabajo… del entorno que me rodeo… el carácter que demuestro tener y poseer, pero todo cambia en la cama. ¿Curioso, verdad? Dicen que las/os verdaderas/os mujeres/hombres que no fingen tener un juego BDSM, es decir, que no interpretan papeles exagerados pareciendo que están realizado una película, son aquellas personas que en su día a día demuestran ser autoritarias, pero luego, necesitan que alguien las dome, ofreciendo el control de ellos mismos a otros y dejándose guiar y disfrutar. Y eso es lo que yo soy… Indomable en mi vida cotidiana y necesitada de doma en mi vida sexual… Aseguro que cuesta llegar a entenderlo, pues entras en un conflicto psicológico con uno mismo para entender lo que sucede en mi interior.

Todo vino de casualidad. Un día sin más di con un video de roles BDSM y aprecié que eso me gustaba, que me excitaba. Seguí informándome, visitando webs de esa temática y cada vez me decantaba más por ese modo de sexo, pero ojo, no videos porno de BDSM donde actrices y actores hiperfamosos juguetean con esposas de leopardo… sino videos con temática real, roles marcados y estipulados donde cada uno sabe qué hacer y cómo hacerlo.

Lo mantuve como fantasía durante mucho tiempo hasta que se lo confesé a mi pareja, pues soy de las mujeres que detesto las fantasías sexuales… sino es real, no lo quiero. Él lo aceptó, le atrajo la idea aunque su respuesta fue bastante tardía y hasta que no se informó, no se llevó a cabo (yo me negaba a realizar algo con tanta inexperiencia y como si fuera el primer polvo de nuestra vida… así que con buena información y conocimiento, buenos resultados).

¿Qué sentí aquella vez? Un sinfín de sensaciones inexplicables, complejas y que solamente se entiende cuando se experimenta. Él mismo quedó sorprendido de mi actuación, pues sentía que llevaba el control de la situación y yo estaba sumisa al 100%, sin quejas, ni reproches, ni órdenes ni exigencias… simplemente aceptaba lo que quería hacer con mi cuerpo.

Llevábamos un par de semanas hablando del tema… de lo que queríamos hacer y experimentar, aunque todo hay que decir que la primera vez fue muy light pues la excitación fue incontrolable por las dos partes.

Él me vino a buscar al trabajo y lleguemos a casa. Yo empecé a sacar mis armas de seducción y a zorrear delante de él (calentar y listo). Fácil y sencillo. Simplemente había que quitarme el pantalón, quedarme en culotte y mostrar mi culo para su deleite. Él lo entendió a las mil maravillas y sabía que lo estaba buscando.

  • ¿Me estás buscando?
  • ¿Yo? Que va. – Mientras tumbada en el sofá con el culo ligeramente inclinado hacia arriba, lo iba contorneando.
  • Pues yo creo que sí que me estás buscando, eh guarra? – contestó mientras amasaba mi culo

Me quitó la parte de arriba, el sujetador dejando mis grandes pechos al descubierto. Se abalanzó sobre mí, a degustar mis tetas, chupando y relamiendo. Mordisqueando los pezones, dándome un punto de dolor que suavizaba con su lengua. Las agarraba con fuerza, las amasabas como si fueran esas pelotitas desestresante que venden. Las tenía embadurnadas de saliva, mojadas y relamidas. Mientras jugaba con ellas iba penetrando su mirada en mí, para controlar mi estado… para controlar mi placer. Y de un golpe se incorporó. Se sentó justamente encima de mí, sobre mi estómago y me plantó su majestuosa polla delante de mí. Sabía lo que quería... Sabía que me pedía que la dejara mojada, bien mojada y eso es lo que hice. La lamí de arriba abajo, la ensalivé y la escupí para que quedara a su gusto, bien mojada y lubricada. Cuando estuvo a su gusto, la puso entre mis pechos y apretó con fuerza uno contra el otro, quedando su polla enterrada entre mis dos protuberancias. Empezó a subir y bajar como si estuviera fallándome las tetas o, ¿quizás lo estaba haciendo? Intercambiaba el vaivén con golpes que daba a mis pechos… azotaba mis tetas con su polla.

  • ¿Ves como se tiene que hacer una cubana? ¡Así lo tienes que hacer la próxima vez!

Asentí mientras introducía su polla en mi boca y comenzaba a follársela.

Notaba todo su miembro apoderándose en mi boca, sintiendo cómo me llenaba y cómo la iba metiendo cada vez más hondo. Hasta que de un golpe la introduzco prácticamente toda. Yo no he adquirido todavía la habilidad de hacer garganta profunda, así que no era de extrañar que me entraran arcadas. El empujaba mi cabeza contra su entrepierna, para que fuera entrando cada vez más y su polla llenara mi garganta. No podía más. Sentía que me ahogaba y que las arcadas seguían tomando protagonismo hasta que con mi mano, toque su pecho, reclamando clemencia y que me liberara. La sacó de un golpe, llena de salivas. Me limpié la típica lagrimilla que te sale cuando te atragantas de polla.

  • Ponte a cuatro patas.

Y eso hice. Me puse a cuatro patas esperando a ser follada, pero no, me equivocaba. Comenzó a azotarme las nalgas. A medida que iba dándome los azotes, cada vez me ardía más, más me picaba y más difícil era aguantar el dolor, pero era soportable, pues el éxtasis y la excitación que llevaba era compensados a grandes treces.

  • Tengo que comprarte una fusta y azotarte como debe de ser, en vez de con mi mano.

¿Cómo debe de ser, ser azotada con una fusta si ya con la mano sentía mi culo arder? Seguramente la sensación de ardor se multiplicaría por 10, pero seguramente que merecería la pena experimentar y sentir.

Cuando ya estaba el culo ardiendo y rojo de sus manos, me levantó de un tirón y me sentó a una silla. Con un cinturón ató uno de mis pies a la pata de la silla y mis dos manos detrás de la espalda de la silla. ¿Atarte las manos con un cinturón o con unas esposas? Sin lugar a dudas prefiero tal y como lo hizo, con el cinturón pues estaba fuerte, sin opción a desatarme pues en las esposas que venden en los sexshop, con un simple click estás libre, además de tener las manos muy separadas y con el cinturón, el movimiento es nulo.

Se puso delante de mí, con su polla a la altura de mi boca y comenzó a follarme de nuevo la boca. La sensación era diferente, muy diferente. No tenía opción de movimiento de las manos, me sentía expuesta y sin control de la situación. Sentirme sin el control de mis manos para parar si me siento que me atraganto es una sensación de intranquilidad, pero confiaba en él y sabía que él sabría cuando parar. Podría confiar en mi Señor. Y eso es lo que hice, confiar en él. Entraba y sacaba su polla con fuerza y velocidad, hasta que volvió a metérmela hasta el fondo de mi garganta. Volvía a sentirme llena, sentía como la boca me rebosaba de su miembro y como iba metiendo cada vez más, hasta llenar mi garganta. Empezó a caerme una lagrimilla y darme un par de arcadas, hasta que él la sacó y arrastró hilos de saliva que me caían por mi boca, dejándome el surco de mis labios embadurnados de saliva y por supuesto, su polla también lo estaba.

  • Ahora te voy a follar como debe de ser.

Cogió la única pierna que tenía libre y la levantó hacia arriba, abriéndome las piernas. Se inclinó y metió su miembro dentro de mi ser. Agarro mi cuello con la otra mano y comenzó a follarme. Fuerte, con violencia. Entraba y salía con mucha fuerza. Golpeaba sus huevos contra mi coño. Golpeaba su pelvis contra mi sexo. Iba apretándome el cuello a medida que me daba las embestidas. Sentía su mano apretar y aflojar, apretar y aflojar al compás del vaivén de su cadera.

Su mirada estaba clavada en mí, en mis ojos. Controlaba toda la situación, controlaba mis sensaciones, mis gemidos y mis contracciones. No dejaba de embestirme, como un animal en celo, excitado y sediento de descargar su esencia en mí.

  • ¡Córrete! ¡Quiero tu orgasmo ahora! ¡Venga puta, dame tu orgasmo!

No podía aguantar más, necesitaba correrme y estallé en un acumulo de sensaciones. Mi cuerpo estaba descontrolado de contracciones. Me estaba corriendo como hace mucho tiempo no hacía y él seguía embistiéndome, intensificando más mi corrida, intensificando mis gemidos y mis gritos de placer.

  • Ahora me toca a mí. Te voy a llenar la boca de leche y te la vas a tragar sin desperdiciarla.

Puso su polla a la altura de mi cara y solamente necesitó dos meneos para comenzar a disparar su leche. Uno de los chorros impactó contra mi mejilla, el otro en mi cuello y pelo y el resto, en mi boca, metiendo su polla en ella y descargando el resto de su leche, de su esencia, en mi garganta.