El inicio de un crossdresser
Soy Viviana, un crossdresser maduro en la intimidad y aquí narro la primera experiencia sexual como tal hace ya bastantes años. Este relato se irá completando con otras experiencias reales desde entonces.
El timbre de la puerta me sacó de la letargia. Sentado en el sillón de mi habitación, me miré en el espejo del armario. Llevaba guantes largos de encaje blanco, medias de nylon y unas sandalias de tacón alto. Un corsé me abrazaba el torso con fuerza, una peluca rubia me cubría la cabeza, mis ojos estaban maquillados de forma oscura y mis labios pintados de rojo intenso brillaban en el espejo. Todo lo que envolvía mi cuerpo era blanco. Me excitaba sentirme como una mujer a punto de ser follada por un grupo de hombres.
Yo - hombre, 44 años, 1,70 m, delgado- sentía un cosquilleo por todo el cuerpo entre el nerviosismo y mi excitación.
Mis recuerdos se remontaban a mucho antes de conocer a José, un joven simpático y primo de mi esposa. Tuvimos un encuentro por primera vez en su apartamento, donde encontré a José en prendas de mujer. Aquella vez nos besamos, acariciamos y nos comimos las pollas mutuamente antes de follar, pero de eso hablaremos más adelante, porque mi inicio sexual como crossdresser ocurrió mucho antes y no fue voluntario del todo.
EL CONSERJE
Acababa de cumplir dieciocho años unos días antes y vivía en un piso de un barrio de Madrid con mis padres. Me consideraba un chaval hetero, normal y corriente con interés por chicas de mi edad.
Había tenido mis primeros encuentros sexuales, pero nunca me imagine lo que me iba a ocurrir aquel día de verano, en el que recorriendo los trasteros del complejo residencial donde vivía, cruce por un tendedero de ropa y vi colgadas unas medias negras hold-ups de alguna vecina.
Pensé en unas hermosas piernas femeninas cubiertas por esas medias y ello me excitó tremendamente.Mi fantasía giraba en torno de Susana, una compañera del instituto, que me parecía muy atractiva con sus ojos y su pelo oscuro. Me la imaginé con sus largas piernas en esas medias y no pude contenerme. Tomé las medias en la mano. El simple contacto con el fino nylon me electrizó y enseguida tuve una erección, pero no sabía qué hacer. Quería masturbarme, pero alguien podría haberme descubierto, así que las cogí y las escondí en el trastero que pertenecía a nuestro piso.
Durante la noche me imaginé a Susana con las medias puestas y a mí follando. La fantasía fue suficiente y me resultó tan excitante que tuve un violento orgasmo apenas después de haberme puesto la mano encima.
Al día siguiente fui de nuevo por la tarde al sótano para examinar mi nuevo tesoro. Mientras sostenía las medias entre mis manos, me volvió a invadir una calentura desenfrenada. Me bajé los pantalones y los calzoncillos, empecé a frotar lentamente las medias contra mi polla y ya sentía las primeras sacudidas antes del clímax cuando, de repente, la puerta entreabierta del sótano se abrió de un empujón y me cegó una luz de linterna. "¡Ajá, ya me lo imaginaba, aquí está el ladrón!", oí gritar con fuerza al conserje de la urbanización.
Me encontró con los pantalones medio bajados y mi miembro tieso con las medias de nylon en la mano. "A ver cabrón, ¿te he pillado o qué?", gritó triunfante. Yo no sabía si hundirme en el suelo de vergüenza o caerme muerto. Tartamudeé algo entre "perdón" y "por favor, por favor, no se lo diga a mis padres", ya intuyendo que de alguna forma tendría consecuencias.
El conserje era un tipo bajito con barriga pero fornido que tenía fama de aguafiestas entre los niños y adolescentes de la urbanización. Me quedé totalmente congelado del susto. Mi calentura se apagó por completo y mi miembro se encogió. Estaba asustadisimo y solo quería salir del trastero, pero el conserje se había colocado delante de mí y me miró fijamente, luego buscó con una mano las medias y entonces ocurrió algo que me dejó aún más perplejo: frotó las medias contra mi pequeño pene flácido y mirándome firmemente dijo "¿Qué crees que dirá tu padre cuando le cuente lo que estás haciendo aquí abajo, cabrón pajillero?", dijo en tono cortante y siguió frotando con las medias en mi polla. Me quedé totalmente sorprendido y me estremecí al pensarlo. "No, no, por favor, no", le supliqué, "no digas nada, haré lo que quieras, pero por favor, por favor, no se lo digas a mis padres". Estaba a punto de romper a llorar.
Una sonrisa malvada cruzó su rostro y vino la pregunta "¿Todo? ¿Realmente todo?". "Sí, sí, de verdad, haré lo que sea pero por favor, por favor, mis padres no se pueden enterar" dije medio aliviado creyendo que podría librarme con una ronda de cortar el césped o ir de compras. “Uhm, mira, cállate ya, súbete los pantalones y sígueme sin rechistar ¿vale? Si abres tu boquita una sola vez, las medias y lo que vi acabarán con tus padres. ¿Está claro?" "Sí, sí, por supuesto", musité con cabeza baja, todavía sorprendido pero medio aliviado, tratando de imaginar qué más iba a pasar ahora. Seguí al conserje y atravesamos algunos pasillos, deteniéndonos frente a una puerta que daba entrada a una habitación que le servía de taller. "Entra y cállate", me ordenó, empujándome hacia la habitación. Todavía estaba totalmente deprimido y lleno de miedo de que les contara a mis padres lo que había visto. Aparte de una mesa de herramientas, un cortador de cesped y otros objetos de trabajo el conserje tenía en su taller una lavadora, una nevera y un sofá con una mesita de salón vieja en una esquina.
El conserje cerró la puerta y se puso frente a mí. "¿Así que pequeño cabrón o debería llamarte coño de nylon en su lugar? ¿Que prefieres?", dijo con un tono extraño.
"¿Así que vas a hacer cualquier cosa para que tus padres no descubran que están criando a un pequeño pervertido?"
Miré al suelo avergonzado: "Sí, ya, pero ¿qué se supone que debo hacer ahora?", respondí exasperado.
"En primer lugar, no te pongas chulo ¿vale?", dijo bruscamente. "Te quitas toda la ropa por ahora" me ordenó. "Queeeeee, ¿por qué, qué quieres hacer? !No, no quiero eso!", repliqué con miedo pero con firmeza. El conserje me miró y volvió a sonreír con maldad. "De acuerdo, veamos qué tienen que decir tus padres sobre esto entonces", sosteniendo las medias mientras hablaba.
Las lágrimas acudieron a mis ojos y entonces me dijo medio paternalmente "Escucha, no te voy a hacer daño y después pensarás que es divertido. Además, tus padres no se van a enterar de nada. Nada de nada". Las lágrimas no sirvieron de nada pero con la última gota de valor le grité "Sí, pero ¿qué demonios se supone que debo hacer ahora?".
Durante un breve momento guardó silencio, como si estuviera pensando por sí mismo qué hacer ahora. "Quítate la ropa y ponte las medias" me ordenó. "!No, no y no! ¿Quieres que me ponga medias de mujer? Oye no puedes hacer eso. !Qué coño, mierda! No voy a hacer eso" le contesté, mirándole fijamente con los ojos cubiertos de lágrimas. Me sentí casi más avergonzado que hace un momento cuando me pilló masturbándome, pero se acercó a mí, me agarró del brazo y siseó: "¡Quieres callarte!". Si los vecinos oyen esto, no sólo se enterarán tus padres, ¡sino toda la casa!" Me impactó tanto la idea de que la noticia se extendiera por todo el barrio que me hundí en mí mismo, pensando ahora en qué más iba a ocurrir. "Siéntate en el sofá y ponte las medias de una vez" me ordenó, mirándome con rabia. "Ya verás, no es todo tan malo y te acabará gustando", dijo en un tono más conciliador.
Yo estaba totalmente alterado y actué como un zombi, quitándome las zapatillas, los pantalones, los calzoncillos y la camiseta, poniendo la ropa en una silla junto al sofá mientras él me observaba atentamente. Me avergonzaba la forma en que me miraba y me sentía totalmente humillado.
"Ven, sientate aquí y ponte las medias", volvió a decir, esta vez totalmente amable, como si nos conociéramos de toda la vida. Caminé los cuatro pasos hasta el sofá como en cámara lenta, me senté en el borde, le di la espalda y comencé a ponerme las medias. Al no haberlo hecho nunca, fui un poco torpe, pero en la segunda media lo hice como a veces había visto hacer a mi madre cuando se ponía las medias. Aunque totalmente aterrorizado por la situación, volví a sentir esa sensación electrizante en mi piel.
"Vamos, date la vuelta". Me giré para mirarle en el borde del sofá con las piernas cerradas y pude sentir la avidez con la que me miraba. Su mano tocó mi rodilla y subió por encima de mis medias. "Abre las piernas", murmuró ahora, apenas ocultando su calentura.
Abrí lentamente las piernas y también pude ocultar a duras penas mi excitación debido a su contacto con las medias de nylon. Mi miembro, antes pequeño y encogido, estaba subiendo de nuevo. "Ahí tienes", dijo, "así que te gusta, pequeño coño de nylon, ya me lo imaginaba".
Quería hundirme en el suelo de vergüenza. Nadie me había llamado nunca coño de nylon y en ese momento me sonó a maricón, pero no dije nada. Mi polla sobresalía rígida entre mis piernas en las medias de nylon. "Se ve sabroso" dijo y continuó acariciando mis piernas pero no tocó mi miembro.
A los dieciocho años era bastante delgado, tenía las piernas largas y era
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salvo algunos pelos que brotaban en la zona del pubis y las axilas, todavía muy lampiño. "Abre más las piernas" me ordenó y le obedecí, echándome hacia atrás y cerrando los ojos mientras me acariciaba el interior de los muslos, lo que me ponía cada vez más cachondo.
"¡Hazte una paja!", murmuró entonces mientras seguía pasando sus manos desde su rodilla por el interior de mis muslos. Abrí los ojos conmocionado. "¿Qué, masturbarme delante de ti? No, no, no voy a hacer eso. ¿Qué pasa contigo? No soy gay" le conteste con poca convicción pero ahora lo había irritado demasiado. Con una mano me tapó la boca. "!Cállate!. Un sonido más y darás la vuelta a la manzana así como estás ahora mismo para que todo el mundo vea lo pajillero que eres, ¿entendido? Puedes divertirte un poco aquí y yo me encargaré de que así sea, ¿o porque tienes la polla dura ahora? !Joder!" Me atraganté y le miré directamente a los ojos, intuyendo por su mirada penetrante que no estaba bromeando. "¡Anda, mastúrbate!", volvió a ordenar bruscamente, y sentí su aliento caliente en mi cara.
Cerré los ojos, me recosté de nuevo y comencé a masturbarme lentamente. Mi polla estaba fláccida, pero después de que empezara a acariciar mis piernas de nuevo me puse cachondo y mi polla volvió se puso dura.
"Sí, eso es, sigue, sí, sí, dale, dale, se ve rico". De alguna manera, su voz codiciosa y exigente me excitó.
Sí, aaaah, me estoy corriendo", gemí con voz medio reprimida y solté mi jugo en ráfagas sobre mi barriga y mi pecho. "Yaaa, eso es, vamos, deja salir esa leche", le oí murmurar cerca de mi oído y, mientras mi orgasmo disminuía lentamente y yo abría los ojos, me limpió el semen del pecho y la barriga con la mano.
"Bueno, eso fue muuuuy excitante, ¿no? Vamos, date la vuelta", me ordenó de nuevo con un tono rudo. Instintivamente sabía lo que venía ahora, pero no sentía fuerzas para resistirme después de todo lo que había pasado y después del clímax.
Me giré, me arrodillé en el borde del sofá y me incliné hacia delante. Eleve mi culo y entonces sentí su mano entre mi raja extendiendo mi semen por mi trasero y ano. Sentí un escalofrío y se me puso la piel de gallina. Cuando giré la cabeza, vi sus pantalones caer al suelo. Se bajó los calzoncillos y su polla tiesa, curvada como un plátano y con un grueso glande rojo salió disparada como un muelle. Para su poca estatura tenía una polla grande y sobre todo muy gruesa y venosa. Se frotó la polla con mi semen y luego con mi trasero. "Hay algo que falta. Quédate así -dijo y se acercó a la nevera arrastrando los pantalones y los calzoncillos por el suelo. Pude ver su culo peludo y sentí un asco terrible, cerré los ojos y me agaché en mi sitio, deseando que esto terminara rápidamente. Oí que volvía a estar de pie detrás de mí y me pareció oler algo parecido a mantequilla. Entonces ya sentí su dedo en mi ano. "No, por favor, no", gemí suavemente. Volví a estremecerme y de nuevo sentí la piel de gallina por todo el cuerpo.
"Bueno, ¿qué tenemos aquí? Un apretado coño virgen de nylon. Hay que meter algo ahí dentro" dijo introduciendo el dedo índice hasta el nudillo, lo sacó de nuevo, se untó más mantequilla en los dedos y me metió el índice y el medio en el ano.
Cerré los ojos y pensé que no era tan desagradable hasta el momento en que presionó su polla contra en mi cavidad anal y trató de forzar su pistón dentro de mí. Gemí.
"Oh no, para, no puedes, me duele, por favor, no, para....". Mis ruegos no sirvieron de nada. Empujó su glande y luego su polla cada vez más profundamente dentro de mí, me dolió mucho y me mordí los labios con tanta fuerza que casi sangraban, pero en un momento dado se deslizó hasta el fondo y entonces el dolor disminuyó lentamente. Me sujetaba con fuerza por las caderas y jadeaba sin parar. Sentí cómo su polla entraba y salía de mi apretado culo. !No me lo creía!. Me estaba follando un hombre y peor aún, una vez pasado el primer dolor de la penetración me empezaba a dar gusto. Comencé a sentir como unas cosquillas cada vez que golpeaba contra mis nalgas y sentía un calor intenso. Mi polla se estaba erigiendo nuevamente.
No duró mucho y tras unas embestidas mas sacó su polla. "Date la vuelta, rápido, rápido, me estoy corriendo" jadeó. Me desperté como de un sueño profundo, me giré, me arrodillé medio en el suelo y medio recostado en el sofá, su gruesa polla justo delante de mi cara y ya tenía el primer chorro en mis labios. "¡Abre la boca!", murmuró, y aunque olía fatal, abrí la boca y dejé que derramara su semén sobre mi cara y boca. Me agarró la cabeza y me metió la polla hasta el fondo de la garganta. Tuve que jadear y su semen corría a borbotones por mi gaznate. Me soltó y finalmente sacó su polla de mi boca. Jadeé y vomité un chorro de semen, mantequilla, saliva y quién sabe qué más al suelo.
Se sentó a mi lado, con los pantalones aún bajados y la polla asomando entre una mata de pelo que colgaba tupida y flácida, con las últimas gotas trazando líneas por el interior de sus muslos. "Vamos, no fue tan malo, ¿verdad? Y tú también te has divertido, ¿verdad? Vístete y marchate. Asegúrate de que nadie te vea y, sobre todo, mantén tu boca cerrada o todo saldrá a la luz hasta los vecinos ¿de acuerdo?
Sin poder dejar de sentirme avergonzado me desprendí rapidamente de las medias y me puse mi ropa. Al salir hacia la puerta miré atrás y allí, todavía sentado, me dirigio una sonrisa malvada. "Ten cuidado.... si es que consigues abrir la puerta". Se rió y vino hacia mí con un juego de llaves, abrió la puerta y me escabullí. "Tómatelo con calma, coño de nylon, y recuerda siempre quién te ha desflorado", dijo riendo y volvió a cerrar la puerta tras de sí.
Respiré aliviado y, de alguna manera, sin poder creer lo que acababa de sucederme, tenía la sensación, que ello marcaría mi futuro.
Esta fue mi primera experiencia en lencería, mucho antes de conocer a José alias Josefina y cuya historia seguiré contando con otras más.