El inicio de todo (1)

Todo tiene un comienzo. Pero aquí no se empieza por el principio sino por lo mejor.

El inicio de todo

No voy a contar aquí el inicio de todo, no se crean. Tampoco voy a contar todo: únicamente relataré la parte que yo considero relevante de la relación sumisa-amo, es decir, la parte en que mi marido, mi amo, me llevó a lugares y formas nuevas. Obviaré los detalles previos y no contaré en nada cómo es que llegamos a lo que nos pasa hoy.

Diré entonces que me pasó a buscar un auto y me llevó a una casa que no era la que compartía -comparto aún- con mi marido. No, era otra casa, lujosa.

Sentada en el asiento trasero del auto, vestía un tapado de piel sin forrar, que sentía muy suave sobre la piel, un corpiño negro de látex sin tasas que me apretaba las tetas a más no poder y un portaligas con medias que no sostenía ninguna tanga. El día anterior en uno de nuestros jueguitos mi marido me había rasurado la raja mientras me la iba chupando de a poco.

Sentía nervios y excitación. Trataba de no mirar al chofer aunque el tipo no dejaba de mirarme. Abrí la piernas, solo para asegurarme de que no la cubría ninguna tanga y después apreté la concha entre ellas para masturbarme un poco. Miré a la calle y volví a apretarme un poco más la concha.

El auto frenó.

  • Baje y entre en esa casa, dijo señalando con la cabeza una casa hacia la derecha.

Sin decir nada bajé, caminé lo que me separaba de la puerta y toqué el timbre. Abrió la puerta un tipo que me miró de arriba abajo.

  • Jefe!!!! Llegó la puta!!!! Entre.

La puta.... y sí, eso soy, pensé. Pero me gusta, sumisa, puta y recaliente.

  • Que venga.

Y fui.

Así que vos sos la nueva putita.

Si

No hables, ¿o te pensás que me interesa lo que decís?

....

En ese mismo instante en que me estaba sorbiendo la excitación del momento se movió bruscamente y se me abalanzó, levantándome los brazos y golpeándome sobre la pared. Solté un chillido de dolor y placer mientras me metía la lengua en la boca y me apoyaba la pija dura en la pelvis. Ay, me moví desesperada y yo también le metí la lengua pero enseguida volvió a ponerse brusco, me giró, y aún con los brazos levantados que sostenía con sus dos manos arremetió con su pija en mi culo cubierto por el tapado.

Era un tipo evidentemente fuerte. Vestía camisa y pantalones negros, morocho, ojos claros y barba de varios días. La pija aprisionada en el pantalón parecía ser tan dura y fuerte como él y ya la deseaba dentro.

Empecé a mover el culo para sentirla mejor pero enseguida me quitó el tapado y se apartó. El culo me quedó al aire, solo enmarcado por los portaligas.

Mostrame bien el culo, movelo

Lo moví tanto como pude, de un costado al otro, sensualmente.

Hacé como si te estuvieran cogiendo por el culo, como si te estuvieran empomando.

Me moví hacia los costados, hacia delante y atrás, hacia arriba, hacia abajo como si me estuvieran cogiendo y mientras imaginaba que me estaban cogiendo me excitaba como loca.

Cuando te cogen por el culo no gemís, putita?

Y empecé también a gemir mientras me cogían imaginariamente por el culo.

Seguí mostrándome el culo, putona, seguí moviéndolo, que te cojan.... quiero que acabes.

Yo también quería acabar y que me cojan. En eso estaba cuando dijo:

Bueno, basta.

Estaba acercándome de a poco al clímax, casi sin tocarme y solo imaginándome que me cogían de a veinte. Me detuve en seco.

Date vuelta.

....

Tetas de putona tenés. Vení que las voy a probar.

Me acerqué y puso sus dos manos sobre mis dos tetas y las apretó ni muy suave ni muy fuerte. Me agarró de los pezones y me atrajo hacia sí generándome una electricidad excitante. Su aliento fue a dar a mi nariz. Olía a tabaco y vainilla.

Son naturales.

....

Contestá puta, las tetas son naturales?

Si.

Enseguida se sentó en el sillón.

Vení, -me dijo mientras daba unas palmaditas sobre el cuero negro- ponete en cuatro acá arriba, al lado mío, vení.

En cuatro me puse arriba del sillón y al lado de él. Abrió la bragueta del pantalón y sin decir nada me llevó la cabeza para que le chupara la pija. Mientras con una de las manos me apretaba las nalgas con la otra hacía fuerza sobre mi cabeza, haciendo que la pija me llegara hasta la campanilla. Tenía arcadas, pero sabía que eso era lo peor que podía hacerle a un amo, lo había aprendido con mi marido, y traté de complacerlo pensando en mi concha caliente y en que, en definitiva, me encantaba chupar pijas.

Chupé y chupé, sentía mis nalgas apretadas por su mano; a veces les deba fuertes palmadas, que me hacían recalentar, cuando lograba chuparle la pija hasta el fondo, casi hasta las huevos al tiempo que levantaba las caderas y empujaba mi cabeza con fuerza. Me acabó en la boca y tragué todo como una lady.

Bien putona. Ya podés irte.

Nunca imaginé que mi destino sería volver a casa, caliente, sin haber tenido ni siquiera unos dedos ajenos dentro y sin acabar.

Ah no, esperate puta. Manuel!!!!

¿Qué?

No te querés coger a la puta nueva?

Siiiiiiiii!

No te molesta coger con Manuel ya que estás, no?

Me sentía la más arrastrada, la más puta, la más calenchu. Ahora iba por otro más. Tal vez este me cogiera en serio.

Y puta? Te molesta o no?

Tragué saliva.

Contestame puta, te molesta o no?

Y dije que no con la cabeza.

Ah, sos de esas putas calentonas, no? ..... No respondas ya sabemos que sí.

Y llegó Manuel que era el que me había abierto la puerta.

Te la dejo Manuel. Te la chupa bien y se traga todo sin chistar la puta.... jajjaja, hasta me pareció que lo disfrutaba.

Y dijo Manuel:

Así que te gusta chupar pijas? Me parece excelente porque tengo ganas de que me chupes la mía.... pero después. Ahora vení conmigo.

Caminé con paso apresurado detrás de él. Mientras me iba el que no era Manuel dijo algo que no alcancé a oir. Manuel largó una carcajada. Doblamos un par de pasillos y entramos en una habitación. Alguna vez había utilizado casi todo lo que había en ella pero siempre había sido con mi marido, nunca con extraños.

  • Ponete en la guillotina.

Lo que el llamaba guillotina era una madera con tres agujeros: uno para la cabeza y dos para las manos. Esos agujeros estaban en otra posición de los que habíamos usado con mi marido. Calculé que si mi cabeza entraba ahí daba justo la altura para chupar cualquier pija y, otra vez, me excité: me obligarían a chupar sin poder tener yo ningún tipo de control sobre la situación y eso me calentaba mal. A pesar de todo, miré a Manuel, con un poco de miedo y bastante excitación. El pareció percibir las dos cosas porque acotó:

No era así?

Sentí que no estaba siendo el amo que yo esperaba y lo miré con desprecio. Su falta de coraje me desmotivó un poco y me puse seria.

Te estás retobando con un amo complaciente o me pareció?

Volví a mirarlo con desprecio. Y a la fuerza intentó ponerme en la guillotina. Solo por capricho y por su falta de coraje me resistí tratando de zafarme de sus brazos.

Es cierto, te estás resistiendo... Vas a ponerte en la guillotina te guste o no.

El no sabía que la guillotina me gustaba. El que no me gustaba para nada él... y, sin embargo, aquel juego histérico me excitaba mucho. Sabía que lo que venía después, podía ser bravo pero seguí tratando de hacerle usar toda su fuerza para obligarme a meterme en la guillotina. Me agarró de la cintura mientras yo pataleaba con fuerza, ahora ya sin tapujos, sin gritar pero retorciéndome a más no poder para evitar su deseo y complacer el mío: el que me domine completamente, si es a la fuerza, mucho mejor. Y lo estaba logrando.

Casi a la rastra, y en una pelea cuerpo a cuerpo, que era obvio tendría un claro ganador y una satisfecha ganadora, logró bajar la madera sobre mi cabeza y mis brazos. Escuchar el chasquido de los seguros de la guillotina aceleró mi mente y las sensaciones de mi cuerpo: ahora sí me tenía dominada y estaba a su merced.

Sos una potranca, una para domar. Ya te vamos a sacar buena de acá. Te lo prometo...

Le miré las partes, bah, el bulto para ver en qué estado se encontraba. Pero no me dio tiempo de nada, pegó la vuelta cerrada y se mandó mudar dejándome ahí sola. La reputa. Agucé el oído. Sus pasos no fueron muchos. Momento de silencio. Un puerta a la que le falta aceite se abre. Ruido a revoltijo y la misma puerta que se cierra. Sus pasos nuevamente y lo veo entrar con una fusta, una bola para la boca y lo que me parecieron unas esposas. Esta vez me asusté y.... me calenté más. Sin decir nada comenzó a pasarme la fusta por el culo, dándome unos golpecitos muy placenteros sobre las nalgas, primero por una y después por la otra. Saqué el culo para afuera y en cuanto lo hice recibí un fustazo que me pareció un poco fuerte. Y me calenté más. Jadié y volvió a pegarme igual de fuerte. Volví a jadear y esta vez me pasó la punta de cuero de la fusta por la concha que ya me palpitaba a mil. Sentí ese pedazo de cuero recorrerme desde la espalda, pasando por la columna, se volvió a un lado y otro recorriéndome las tetas y volviendo otra vez hasta mi espalda para descender por la raya de mi culo y así hasta mi concha. Ahí se detuvo y jadié como suplicándole más. Apoyó sus manos en mi culo y me abrió la piernas. Las abrí con mucho gusto y esperé su pija pero me dio más fusta. Ese cuero áspero estaba nuevamente en mi concha, masturbándome, refregándome el clítoris o dándome pequeños golpecitos que me volvían loca. Empecé a jadear cada vez más fuerte y el incrementó los golpecitos en rapidez. Jadeaba a más no poder, ahora ya estaba por acabar, ya estaba, ya casi, un poco más, si, si, ya casi, ahora, si, ahhhh, y se detuvo. No podía creer que fuera tan guarro.

Ya estás caliente?

Si, dije con un poco de bronca.

No te dijo mi compañero que no podías hablar o escuché mal?

Y me puso la bola en la boca.

Ahora vas poder decir todo lo que quieras.... si podés, jajaja.

Huuuaa

¿Qué dijiste que no te escuché?

Haudahg.

Con la bola en la boca lo único que salían eran onomatopeyas.

¿Qué estás caliente? ¿qué?

Hdfadoe

No te entiendo, igual no debe ser muy importante lo que tenés para decir.

Mientras decía lo que decía me tocó la raja y las tetas y uno de sus dedos fue a dar mi culo. La excitación me invadió por completo cuando imaginé lo que venía, pues ahora hacía fuerza con dos dedos. El sudor me corría por la espalda y sentí su pija que iba y venía de mi concha a la abertura de mi culo: empezó a presionar ahí, cada vez más, cada vez más, a veces con la pija y otras con los dedos hasta que, forzando mi agujero un poco, me la metió casi toda. Quise gritar pero la bola me lo impedía. El dolor me generaba placer pero también una cierta molestia. Retraje el culo y se fue hacia delante metiéndome la pija hasta el fondo y agarrándose a mis dos tetas.

Ahora si te voy a montar y domar.

Empezó a amacarse hacia adelante y hacia atrás, agarrado aún de mis tetas a las que retorcía cuando tenía la pija dentro y a las que estiraba cuando salía de mi. Repitió este movimiento tres o cuatro veces y logró hacerme acabar. Sentí las piernas flaquear cuando los espasmos terminaban por recorrerme el cuerpo, pero el siguió meta y ponga mientras me daba agarrándome de las caderas. Sentí su chillido de placer y me acabó adentro del culo. Sentí el líquido chorreándome por las piernas y me dejó ahí temblando durante algunos minutos en que escuché algunos movimientos. De repente sentí la fusta sobre mis nalgas y emití un grito ahogado de dolor.

Puta, te saco de la guillotina y te vas. Decile a tu marido que esperaba un poco más, aunque al menos pude acabar.

Sentí los chasquidos de la guillotina que me liberaban de mi prisión y se fue. Con la bola aún en la boca volví sobre mis pasos hasta el living comedor. Detecté mi tapado en el suelo y pensé -¿Cómo carajo me vuelvo a esta hora del día, vestida así? Y dije:

Hola?...

El auto te espera afuera. Dijo el que no era Manuel.

Gracias.

Decile a tu marido que te mande de vuelta mañana que.... No le digas nada, ya hablaré con él.

Me puse el tapado y me fui. El auto me llevó hasta mi casa y mañana sería otro día.