El inicio de nuestras fantasías
El juego había cambiado de roles sin que supiera como. Planeaba tenerlo a mis pies suplicando y el partido se dió vuelta. Jamás imaginé hacer de su sumisa.
Había decidido jugar al límite con él esa noche. La relación se había consolidado mucho más desde que me animé a confesarle mis más oscuras fantasías y perversiones y él a mí algunas de las suyas. Teníamos aquella noche una cena en la casa de sus padres, era el cumpleaños de la madre. Marcelo y yo iríamos, así como también los seis hermanos, algunos de ellos con sus respectivas parejas.
Ese día salí temprano del trabajo, para comenzar a prepararme. Si todo salía bien, estaríamos de nuevo en casa para medianoche. Tomé una larga ducha, exfolié todo mi cuerpo para dejarlo suave y rasuré todo vello indeseado. En la ducha, pasé mis dedos por mi rajita, suave y apetecible, no pude evitar colarme un par de deditos imaginando el buen pedazo de carne que tendría allí en un par de horas. Elegí unas sandalias con plataforma y un vestido corto de un género que tenía una caída gloriosa, marcando cada curva de mi figura. La lencería para la ocasión constaba de una diminuta tanga bordada en encaje. El tamaño de mis pechos firmes me permite prescindir de sostenes, así que muy rara vez los uso, allí fue cuando decidí mi jugada más arriesgada y terminé guardando en el cajón de la cómoda mi tanga. Decidí que no la llevaría puesta esa noche.
Marcelo pasó a buscarme alrededor de las ocho de la noche, se veía muy apuesto y relajado aquella noche. Cuando llegamos, varios de los invitados ya estaban allí. En la casa me separé de mi novio y comencé a bromear con sus hermanos en la cocina mientras ayudaba con los últimos preparativos de la cena. Y cada tanto piropeaba al padre de mi novio. Quería dejar más de una polla dura esa noche. Aproveché lo estrecho de la cocina para pasar rozando mi culo por la polla de alguno de los muchachos como si no me diera cuenta.
Ya al momento de la cena me senté al lado de Marcelo y empezó una charla animada que se extendió más de una hora durante la comida. En un momento, mi novio puso una mano sobre mi pierna, por debajo de la mesa. Allí decidí aprovechar ese gesto inocente para iniciar mi juego con él. Crucé mi pierna contraria aprisionando su mano y a la vez acercándola más a mi entrepierna. Noté que se puso ligeramente incómodo y eso me animó a seguir, con una de mis manos libre empujé su mano más hasta que rozó mi coño, por sobre la tela. Ahí percibió que apenas una simple capa de tela separaba sus dedos de mi ardiente coñito. Casi se atora con la comida por la sorpresa y no pude menos que sonreír y servirle un vaso de agua. No me detuve allí, mientras seguíamos de sobremesa me apoderé de su mano e hice que me acariciara, levantando lentamente mi vestido hasta dejarle acceso completo a mi sexo. Allí sus dedos comenzaron a hacer solos, separaron mis labios vaginales e inició un suave jugueteo con mi clítoris. Apostaba cada vez más observando mi cara mientras charlaba con su familia haciendo de cuenta que nada pasaba, separé mis piernas para dejarle más libertad de seguir hurgando en mi intimidad. Me mordía los labios conteniendo los suspiros a duras penas, en eso empezaron a cantarle el cumpleaños feliz a mi suegra. Mi novio filmaba el festejo con su celular con su mano libre y con la otra había empezado a colarme un par de dedos. Yo aplaudía a destiempo el cumpleaños feliz y hacia lo posible para no soltar un gemido. A la culminación de la canción, cuando la cumpleañera sopló las velitas y todos aplaudieron y gritaron, mi novio aprovechó para incrementar la intensidad de su mete y saca de dedos hasta que se me escapó un ligero gemido que se vio disimulado por la algarabía.
Pasado un par de horas, estaba él en la cocina limpiando unos trastes y yo conversando con su madre y algunos invitados más cuando escucho que me llama:
-Mariana, ven un momento. Necesito que me ayudes a guardar unas cosas.
Me excuso, y voy a la cocina pensando cuanto odiaba guardar trastes. Marcelo estaba de pie secando unas copas, atrás del mostrador de la cocina, me acerco a él y me dice:
-¿Podrías alcanzarme la caja donde mi madre guarda las copas, allá abajo?- me dice señalando un gabinete pequeño en la parte baja del mostrador. Me puse de rodillas a su lado, buscando alcanzar el bendito gabinete, y en un ágil movimiento alcanzo a percibir el ruido de su bragueta bajándose, apenas giro me encuentro con su polla endurecida a centímetros de mi cara.
-Abre la boca- me ordenó firmemente apuntando su miembro a mi cara
-¿Qué coños estas haciend…?- empecé a protestar pensando que eso ya era demasiado, pero no pude completar mi frase porque en unos instantes tuve mi boca invadida por esa enorme polla. Me tomó del pelo y empujó suavemente mi cabeza metiéndose más y más en mi boca.
-Sigue- me ordenó mientras volvía a su tarea de secar copas – Y no pares hasta que te lo diga-
Caliente como estaba ante su tono seguí comiéndome esa polla deliciosa, hasta que pasó por frente del mostrador de la cocina uno de sus hermanos. Atrás del mostrador estábamos a resguardo, nadie podía vernos, pero ¿qué sucedería si alguien decidiera cruzar esa barrera en busca de comida o bebida? Mi novio volvió a tomar mi cabeza y empujarla indicándome que no debía parar.
-¡Hey Marcelo! Te pusieron a secar las copas jajaj ¿Dónde está Mariana?-
No lo sé- responde él con un tono inocente- supongo que estará arriba con alguna de mis cuñadas hablando mal de nosotros ¿no?- agrega riendo
jajajja es probable. Pero ¡por dios! Que vestido se calzó tu novia hoy ¿no?
Mi novio se rie con él y le responde en tono de broma
-Basta Gastón, deja de mirar el culo de mi novia que yo no ando mirando las tetas bellas de tu esposa- Y ambos se rieron en esa complicidad varonil estúpida.
Al momento que se fue su hermano, me obligó a levantarme jalando suavemente por mi barbilla, me dio un beso al tiempo que me decía: - Buena chica, me gusta cuando me obedeces. Me puso de espaldas, levantó mi vestido y pasó su polla aún endurecida por toda mi rajita sin llegar a penetrar, se detuvo en la entrada de mi culito y presionó ligeramente diciendo:
-Mmm, no. Sería un poco desubicado hacer esto en la cocina de mis padres. ¿Lo dejamos para después? - Me da una palmada en el culo, bajando mi vestido y besando mi mejilla. – Ahora, ve y sigue conversando con mi familia. Aparentemente están encantados contigo-
Yo lo miré sorprendida, me había llevado al borde del placer esa noche en más de una oportunidad, y ahora me mandaba a seguir la charla con su familia después de haber estado mamándosela. ¿En qué momento se dieron vuelta los roles? Esto no era lo que yo quería, estaba perdiendo el control o ya lo había perdido.
Quince minutos después Marcelo apareció en la sala nuevamente para unirse a la conversación, sin embargo, no duró mucho pues al cabo de un rato anunció que debíamos irnos pues ambos trabajábamos al día siguiente.
En el coche de regreso a casa tomó una ruta diferente a la de mi apartamento.
-Marcelo, pasaste la salida que lleva a mi apartamento- le digo extrañada
-No vamos a tu apartamento- me responde sonriendo sin mirarme- vamos al mío.
-No me preguntaste si quería ir- le replico haciéndome la ofendida
-Hiciste muchas cosas incorrectas esta noche, mi amor- me contesta- Venirte sin bragas al cumpleaños de mi madre, como una putita. Y ese vestido corazón, ese vestido no dejaba mucho a la imaginación. ¿Te divirtió ponérsela dura a mis hermanos y a mi padre? ¿Te calentó que no te sacaran los ojos de encima? - me dijo sonriendo con una mezcla de malicia y placer que hacia que mi coñito comenzara a mojarse.
-No mi amor- les respondí temblando ligeramente de excitación
-He intentaste provocarme, en frente de todos haciendo que te tocara por debajo de la mesa. ¿Cómo le llamarías a eso? –
-No fue tan así… -
-No te dije que hablarás preciosa-
Estacionó el coche dentro del garaje desierto de su edificio, ya era bien entrada la noche, y gentilmente fue a abrirme la puerta del acompañante. Me tendió la mano para ayudarme a salir del auto y una vez afuera me besó apasionadamente tomándome por la cintura.
-¿Sabes qué? – me dice- Ya que amas comportarte como una putita barata, me parece justo tomar esto- y sin previo aviso me quita el vestido en un rápido movimiento, dejándome completamente desnuda y atónita en medio del estacionamiento.
-¿Pero qué mierda Marcelo?- intento arrebatarle mi vestido pero me toma del brazo empujándome de frente contra el auto, dejando mi culito a su merced. Me apoya su paquete contra el culo haciéndome sentir su erección.
-Me parece que no has entendido tu situación- me dice- vas a caminar conmigo hasta el ascensor y subiremos luego a mi apartamento. Así iras, como lo que eres. Mi puta-
Empecé a temblar de la ira y la excitación sin responder nada
-¿Entendido?- vuelve a preguntar
-Entendido- le respondo enojada
- ¿Entendido que? – vuelve a preguntar al tiempo que me da una nalgada muy dolorosa que para mi sorpresa hace que me moje más
-Entendido amo- le respondo asumiendo ese papel por primera vez en mi vida.
-Muy bien mi reina, ¿vamos?- me responde señalando que camine por delante de él para no perderse nada del espectáculo.