El inicio de mi castidad

El confinamiento por el coronavirus me obligó a estar en castidad

Esa mañana Raquel estaba especialmente nerviosa. Se había levantado y se había puesto guerrera. Una blusa transparente sin sujetador, una falda de cuero negra y esos zapatos de tacón alto que tanto me gustaban. Estaba claro que quería guerra. Pero no me dejaba ni acercarme. No sé de qué iba.

Al poco rato sonó el timbre de la puerta. Era raro, porque en estas circunstancias de confimamiento no esperábamos a nadie. Abrí y era un repartidor que nos había dejado un paquete en la puerta. Con una mascarilla que ni el la guerra civil, me pedía un DNI para apuntar en su móvil.

En esto que Raquel se acercó:

  • “Tranquilo cariño, el paquete es mío”, me dijo mientras le decía el número de su documento.

  • “¿Qué has pedido?” le pregunté.

  • “Tranquilo, cariño. Enseguida lo sabrás”

Cogió el paquete y cerró la puerta. Fue directa al salón.

  • “¿Recuerdas que te prometí una cuarentena muy entretenida? Pues aquí está”, me dijo con cara de pícara.

  • “Estoy deseando verlo”, fueron mis palabras.

Abrió el paquete con tranquilidad. Era de un sex shop. Conforme se iba rompiendo el cartón iba viendo el contenido. Tres paquetes. Un kit BDSM, un arnés consolador y un pequeño dispositivo de castidad.

Mi cara de asombro hizo que Raquel reaccionara rápido. Se acercó a mí y, mientras me besaba húmedamente, me dijo.

  • “¿No me dijiste que querías probar cosas nuevas? ¿Y no te gusta tanto que tome la iniciativa?”

  • Ya cariño, pero…

  • “Uy, cariño, tu polla piensa que es una buena idea”, me susurró mientras me restregaba mi miembro erecto con el pantalón.

  • “No sé...”

  • “Pues piénsatelo antes de que lo abramos. Que aún podemos devolverlo. Si aceptas te prometo los días más calientes de tu vida. Si lo rechazas… Allá tú”

Instintivamente le dije que aceptaba. Aún no sé porqué.

  • “Creo que no te vas a arrepentir. Te lo prometo”, me dijo con una pícara sonrisa. “¿Comenzamos?. Estoy ansiosa”

Asentí con una excitación que jamás había sentido.

  • “Pues ve desnudándote mientras yo abro alguno de estos paquetes”.

Me fui quitando la ropa mientras ella iba abriendo el paquete del dispositivo de castidad. Un CB 6000S de silicona transparente.

  • “Esto es para que estés caliente todo el tiempo. Y pendiente de mis necesidades, cariño. Porque eso es lo que va a pasar en estos días, que me vas a complacer como nunca. Y, sin correrte, ya verás lo atento que vas a ser. Uy, cariño, pero que excitado estás. Qué grande. Hacía tiempo que no la veía así”

Efectivamente, estaba más grande que nunca.

  • “Pero esto lo solucionamos rápido”, me susurró al oído mientras pasaba el anillo de silicona detrás de mis huevos. “Se te va a quedar pequeñita, encerrada y muy caliente, ya verás”

Puso la jaula en mi miembro erecto. Cubría solo la puntita. Fue aprentándola y, no sin dificultad, poco a poco se fue reduciendo. La jaula llegó hasta el anillo y allí los unión con un pequeño candado.

  • “¡Qué bien se te ve, cariño! ¡Y qué callado estás!” dijo riyéndose.

  • “Raquel, es que….” me cortó en seco

  • “Creo que no estás comprendiendo. Raquel se acabó. En este tiempo de confinamiento, Ama. O Señora. Ambas están bien.

Se agachó y se desabrochó la cadena de plata que suele adornar su tobillo derecho. Cogió la llave y la puso el la cadena, que volvió a abrochar a su tobillo.

  • “¿Ves la llave? Pues si quieres que tu polla disfrute en este tiempo, ahí es donde tienes que fijarte. Ahí es donde debes de estar. A mis pies”.

  • “Sí, Ama” le respondí mientras mi polla intentaba ponerse tiesa, lo que le impedía el dispositivo, con un fuerte tirón de mis testículos.

  • “Pues ya sabes. A lo mejor podrías comenzar por besarlos un poco”.

Me arrodillé y comencé a besarlos, con una excitación fuera de lo normal.

  • “Como en este tiempo no vamos a recibir visitas, quiero verte siempre desnudo. Subiremos la calefacción para que no te pongas malito, cariño. Y -recalcó- te prometo que lo vas a pasar bien, muy bien.”