El inicio de mi castidad (6)

Sigo sometiéndome a sus caprichos

Era la noche del día que tuvimos el encuentro con Celia.

El día había sido ya bastante calentito. Varias había complacido varias veces a mi Ama, pero su sed de placer parecía que no tenía límite. Después de servirle la cena, y de recoger la cocina, me ordena arrodillarme a su lado, como otras tantas veces.

  • “Bien, cariño. Como hoy has sido bueno voy a darte una sorpresa. Para que veas que tengo en cuenta el hecho de que aparecieses cuando vino Celia. Si te digo la verdad, me pareció una situación de lo más morbosa. Tú bajo los pies de otra mujer mientras hablábamos las dos. Si. Muy morboso”

  • “A mí también me pareció excitante, Señora”

  • “Hoy te voy a dejar follarme. Que hace mucho tiempo. Y voy a dejar que eyacules. Que tus pelotas están cada vez más grandes y creo que va siendo hora”

  • “Gracias, mi Señora” dije mientras me postraba para besar sus pies.

  • “Pues no perdamos más tiempo, vamos al dormitorio”

Ni me puso la correa del collar. Tenía prisa. Así que fui gateando tras ella, hasta llegar al dormitorio. Allí me ordenó desnudarla y permanecer arrodillado, mientras ella cogía el arnés, y un consolador nuevo que había comprado y que llegó ayer. Bastante más grande que el anterior.

Se lo puso. A mí se me descompuso la cara. Debió notarlo.

  • “Tranquilo, cariño, que esto no es para ti. O si, no se sabe aún. De principio quiero que te comas esta pollita. Como si fueses una buena zorra”.

Me acerqué a Ella y comencé a chupar la enorme polla de silicona que tenía puesta en el arnés, mientras Ella me cogía del pelo y obligaba a que entrase y saliese de mi boca. Una y otra vez. Hasta el fondo.

  • “¿Te gustaría chupar una polla de verdad, cariño?” me dijo en medio de la escena. “¿Y si llamamos a Celia y a Luis y te comes su polla. Que seguro que es enorme?”

  • “Como usted quiera Ama” pude decir a duras penas, con el pollón de silicona en mi boca.

  • “Pues me lo pensaré”

Sacó la polla de mi boca bruscamente.

  • “Ya está bien. Ahora toca que me folles” continuó mientras se quitaba el arnés. “Esta polla es para mi, para mi placer. Te la voy a poner y con ella me vas a follar”

Efectivamente. Me puso el arnés y comenzó a humillarme.

  • “Qué bien se te ve con dos pollas, cariño. Una de verdad y la otra.. ” me apretó y retorció fuertemente los huevos “la otra está de adorno. Creo que me gusta más esa polla negra que la tuya. Además, esta vibra. Ahora sí que eres un hombre” y rió fuertemente.

El verme con mi polla encerrada y ese enorme pollón de silicona me humilló y excitó hasta límites inconcebibles. Creo que comenzó a salir una gota de semen.

  • “Vamos. Fóllame, esclavo. A ver qué sabes hacer. A ver qué sabe hacer esa polla por ti. Porque tú no sabes nada, cerdo de mierda”.

Comencé a follarla, con el vibrador puesto al máximo. Rápidamente se corrió.

  • “Buen juguete” dijo. “La polla, no tú, que no sirves para nada. Algún día la probaré en tu culo”

  • “Como desee, Ama”

  • “Ahora toca dejar que salga tu leche, que es lo otro que te he prometido esta noche. Y, como puedes ver, tu Ama cumple sus promesas”

Cogió un mosquetón y ató a mis muñequeras a la espalda. Me obligó a arrodillarme a los pies de la cama.

  • “Pero lo vamos a hacer de una forma diferente”

Se quitó la cadena del tobillo y cogió la llave del candado. Me lo quitó. Enseguida mi polla comenzó a crecer.

  • “Creo que durarás poco, muy poco”

Se sentó frente a mí.

  • “Vamos a quitarte algo de leche de tus bolas. Pero, como debes de recordar siempre que me perteneces, lo vamos a hacer de una manera un tanto… humillante, podríamos decir”.

Acercó su pie a mi polla y comenzó a masturbarmen.

No tardé ni dos segundos en comenzar a expulsar leche. Entonces dejó de tocarme. Me estaba corriendo sin recibir placer. Acababa de comprender qué era eso de un orgasmo arruinado.

  • “Así, cariño. He de liberar tus bolas, pero sin que tú tengas placer. Que eso nadie te lo ha prometido. Debo asegurarme que sigues excitado y dispuesto a complacerme” me decía mientras mi semen iba depositándose en su pie.

Cuando, tras cerca de treinta segundos eyaculando, terminé, me ordenó.

  • “Ahora toca limpiar lo que has ensuciado. Chupa toda la leche que has derramado y trágatela”

La obedecí, lamiendo y tragando mi propio semen. Con una excitación impresionante. Y una humillación… Reconozco que, si hubiese tenido las manos disponibles, me habría masturbado una segunda vez. Pero mi Ama es más lista.

Cuando terminé, me ordenó tumbarme en la cama y me puso nuevamente el dispositivo de castidad. Luego hizo que, otra vez más, me arrodillara ante ella y le besara los pies.

  • “Gracias, mi Ama”

  • “De nada, esclavo”