El inicio de mi castidad (3)
Tercera entrega de mi vida en castidad
Así pasé mi segundo día. Nuevamente en castidad. Y cada vez más sometido.
A mi cinturón de castidad como único vestido se le unieron el dildo, las tobilleras y muñequeras para atarme fácilmente y un collar, que también iba en el kit BDSM que compró mi Ama.
Desde ese momento, solía atar una cadena al collar y pasearse por la casa conmigo detrás. Unas veces andando y otras veces a cuatro patas. Después de estos paseos había sesión de masajes, o de besos. Porque mi Ama era muy cariñosa. Sobre todo tras haberse corrido.
Cuando hacía alguna tarea del hogar me ponía el delantal, lo cuál me daba un aire de criada que excitaba por igual a mi Ama y a mí mismo.
Pasaron dos días en los que mi único interés era servirla en todo lo que me decía. Cada día más caliente y cada día más sumiso. Comenzaba a creerme eso de que cuando un hombre eyacula disminuye su nivel de testosterona y, por lo tanto, su nivel de excitación. Y, por supuesto, su nivel de sumisión.
Fue el tercer día, por la noche, cuando me ordenó que preparase una cena especial. Con velas, música suave, poca luz. Un ambiente sensual para una noche diferente.
Ella había elegido un vestido negro, ceñido, que realzaba su figura. Los zapatos de tacón del primer día, con la cadena en el tobillo de la que colgaba la llave de mi encierro. Se había maquillado para la ocasión y me había hecho pintarle las uñas, tanto de las manos como de los pies, con un esmalte rojo fuerte.
Yo, que había comido previamente en la cocina, le servía a ella sola su cena, con mi humillante delantal de criada.
Comenzó a decirme
- “Qué pena que no pueda compartir esta cena con nadie. Qué ganas tengo de que se acabe el confinamiento e invitar a Celia” su mejor amiga.
La sola insinuación de tener que estar en esta posición con una tercera persona me calentó aún más de lo que estaba.
“¿Te gustaría que invitase una noche a Celia, cariño?” me preguntó.
“Como usted quiera, Señora”
“A mí claro que me gusta la idea. Y, si después de esta cuarentena seguimos así, por supuesto que lo voy a hacer. Pero” continuó, “¿a ti te gustaría?
“Sería una situación muy humillante, Señora. Pero estoy disfrutando estos días como nunca, así que no me podría negar”.
“Así me gusta, cariño, que tengas la mente abierta”. Hizo una pequeña pausa. “Que, por cierto, no va a ser lo único que hoy acabe abierto”
Terminó de cenar y recogí la mesa. Ella, sentada en el sofá, me ordenó ponerle una copa. Me dijo que se la llevase en una bandeja.
Cuando llegué, me ordenó arrodillarme a su lado y sujetar la bandeja, para que ella pudiese dejar la copa cuando lo necesitase.
Así, arrodillado junto a ella, comenzó a hablar.
“Cariño, hoy va a ser un día importante. Muy importante. Y no precisamente porque te vaya a liberar de tu encierro y te vaya a dejar correrte”. Bebió un trago e tras una pausa que se me hizo eterna continuo. “Porque hoy te voy a hacer mía”
“Como desee, mi Ama”
“Claro que será como desee. ¿Qué te crees? ¿Que estás en disposición de insinuar siquiera lo que te gustaría que hiciese?”
“Perdón, Ama, no era mi inten...”
“Callá. Ya hablarás cuando yo te lo permita” y bebió otro interminable trago. “Hoy voy a follarte. Me voy a follar ese culito casi virgen que tienes. Para eso compré el arnés. ¿Qué te parece?”
Me quedé en estado de schok. Sabía que ese momento llegaría, pero no creía que sería hoy.
“Así que ahora no hablas. ¡Qué pasa! ¿Te ha comido la lengua el gato, cariño?”
No, Ama. Me encanta la idea. Quiero que me haga suyo”
“Está bien. Pues pídemelo, como tú sabes. Que en estos días estás aprendiendo mucho”.
“Señora, le pediría que me hiciese suyo, que me follase. Si así lo cree usted conveniente”.
“Muy bien cariño. Pues si así quieres, te follaré esta misma noche. Cómo me gusta este juego. Me pone de un cachondo… ¿A ti no, cariño?”
“Si mi Ama”
Lo que decía no era mentira. Estaba caliente, muy caliente. Estos días estaban siendo una pasada.
- “Deja la copa en la cocina y vente, que vamos a prepararnos”
Fui a la cocina, cuando volví me indicó que me arrodillara. Me puso la correa en el collar y, de un tirón, me obligó a seguirla.
Ya en dormitorio se quitó el vestido, quedándose solo con un minúsculo tanga negro.
- “Coge el arnés, cariño”
Fui hasta el cajón donde estaba guardado y lo cogí.
“Tranquilo, ya lo he preparado yo esta tarde. No veas cómo he disfrutado pensando en este momento. Hasta me he corrido. Pero eso no es algo extraño, porque yo me puedo correr cuando quiera. ¿Y tú? ¡Ay, qué torpe! Que tú no puedes, hasta que yo no te deje. Y eso no va a ser hoy, ¿verdad que no?”
“No, Ama. Eso no va a ser hoy”
“¿Qué es lo que voy a hacerte hoy?”
“Follarme, Ama”
“Dímelo otra vez, cariño”
“Usted me va a follar, mi Ama”
“Qué caliente estoy. Estoy muy cachonda. Quítame el tanga y cómeme el coño un rato”
Así lo hice. Con la devoción que Ella se merece. Porque Ella se lo merece todo.
- “Vale, déjalo”, me ordenó al poco rato. “Túmbate en la cama, boca abajo”
Obedecí. Escuchaba cómo ajustaba las correas del arnés, cómo repiqueteaban los tacones en busca del lubricante, cómo se ponía unos guantes de látex, cómo se acercaba a mí…
- “Esto estorba”, dijo mientras me quitaba el plug de mi culo y comenzaba a meterme un dedo primero, dos después, tres al rato. “Vamos a ir dilatando esto, para que entre bien”
Sus dedos entraban y salían de mi culo, a la vez que mi polla estaba a punto de reventar. ¡Cómo me estaba gustando este juego!
“¿Te está gustando, cariño?”
“Siiiiii, Ama”
“Bien, porque se acerca el momento. Esto está casi listo”
Sacó los dedos de mi culo, untó el consolador bien de lubricante y… ¡hasta dentro!
“Ahhhhh” gemí
“Cállate, cerdo” Su tono cambió de repente “Si no quieres quedarte para siempre en castidad”
Y comenzó a follarme. El consolador entraba y salía de mi culo dándome un placer diferente. Y mi polla, casi para reventar.
Tras dos minutos de embestidas fue Ella la que comenzó a gemir
- “Ahhhhh. ¡Qué bien! ¡Me corro! Ahhhhhhh”
Se paró de repente. Sacó esa polla de mi culo y, jadeando, me preguntó.
“Cómo estás cariño”
“Excitadísimo. ¡Quiero correrme!”
“Quizá mañana, cariño. Ahora toca agradecerme todo lo que estoy haciendo por ti”
Una vez más, me arrodillé frente a ella, completamente desnuda, excepto esos altísimos tacones que llevaba, y comencé a besarle los pies.
“Gracias, mi Ama, gracias”
“De nada, cariño”