El inicio de mi castidad (2)

Continúa mi iniciación en castidad

Sonó el despertador.

La verdad es que había dormido bien poco, debido a la excitación.

El día de ayer lo pasé doblemente confinado, en casa y en castidad. En castidad mientras le daba placer a Raquel. Nada más ponerme el dispositivo tuve que comerle el coño. Ella súper caliente. Se corrió dos veces consecutivas. Y yo, la verdad, es que también. Lo que pasa es que el pequeño aparatito me impedía tener una erección.

Después me tuve que encargar yo de todas las tareas de la casa. Hacer la comida, recoger todo, fregar… Me puso un pequeño delantal de un disfraz que alguna vez usó en Halloween y me animó a hacer las cosas lo mejor que supiese. Si es que quería disfrutar yo también.

Pasamos toda la tarde mirando webs de castidad y de dominación femenina. De vez en cuando me pedía que le trajese algo, que le diese un masaje… También cogía mi polla encerrada y me decía cosas como “qué bien lo vamos a pasar, cariño”, “qué chiquitita”, “solo para mi, cómo me gusta”.

La noche fue otro espectáculo. Después de servirle la cena, me ató las manos a la espalda y me llevó al cuarto. Allí se desnudó delante de mí, insinuante, como solo ella sabe hacer. Cada prenda de ropa que se quitaba, me la iba restregando por mi cuerpo. Yo iba a explotar.

Se tumbó en la cama y sacó uno de los vibradores que tiene. Comenzó a masturbarse mientras yo la miraba. No sé cómo, mi excitación iba en aumento. Creía que eso era imposible. Pero a cada grito, a cada gemido de Raquel, me encontraba más y más caliente.

Cuando terminó, me dijo

  • “Cariño. ¿A que te está gustando?”

  • “Mucho, mi Señora”

  • “Pues esto es solo el principio. Ven aquí, a mi lado”

Me quitó las esposas y comenzó a besarme y a tocarme mi miembro enjaulado.

  • “Ahora toca dormir. Mañana nos espera otro interesante día. Quiero que para las diez tengas toda la casa limpia y el desayuno listo. Ya sabes, desnudito, como a mi me gusta. Buenas noches cariño”

Como he comentado antes, no he pegado ojo en toda la noche. Estaba deseando ver qué me esperaría al día siguiente.

Me levanté temprano, con un intento de erección importante. Mi polla estaba dolorida, de tanto chocar contra su jaula. Hice todo lo que me pidió y, a la hora señalada, le llevé el desayuno a la cama.

  • “Buenos días, cariño. ¿Has dormido bien?”

  • “Bueno, Señora, poco. Pero estoy bien”

  • “Pues yo he dormido estupendamente. No sabes lo bien que sienta un orgasmo justo antes de dormir. ¡Ah! Pero que tú no puedes, ¡es verdad! A ver si hoy puede haber alto para ti… Recuerda donde debes de estar si quieres algo” me dijo mientras señalaba a la llave del candado, que colgaba de la cadena de su tobillo.

Desayunó tranquilamente, conmigo a los pies de la cama.

  • “Haz el dormitorio, cariño” me dijo al terminar y se fue.

No tardó mucho en volver, venía con nuevos juguetes en la mano.

  • “Creo que es hora de continuar con los juegos. De darte un premio. Vamos, que para esto me tienes que ayudar”

Uno de los accesorios que traía el kit, era un dispositivo para atar a una persona a la cama. Tras colocarlo, tocó el turno ponerme las tobilleras y muñequeras. Y de tumbarme bocarriba en la cama, a su merced.

  • “Bueno cariño”, dijo mientras se quitaba la cadena del tobillo y sacaba la llave. “Es el momento de liberarte y de ver cómo vas”

Nada más quitar el candado mi miembro comenzó a expandirse. Quitó la jaula y la anilla de detrás de mis testículos y pude ver mi polla roja, exhuberantemente grande.

  • “Este test es infalible. Te está gustando”

  • “Mucho, mi Señora. Más de lo que podía imaginar”

  • “Pues yo que me alegro, porque a mí también me gusta”

Comenzó a tocarme.

  • “Como ayer pudiste leer, es conveniente mantenerse en castidad para aumentar la excitación. Porque en cuanto te corras, esta baja rápidamente” me dijo mientras jugaba con mi pene. “Así que no quiero que te corras. Quiero calentarte solamente, pero que no te corras. Por que, además, cuanto más caliente, más dócil y obediente”

  • “Como siga tocando no sé si podré contenerme, mi Señora”

  • “Pues lo dejo por un rato” Y comenzó a soplarme.

Tras un breve espacio, continuó masturbándome. Y dejándolo. Una vez más, y otra. Y yo sin correrme. Estaba loco. Jamás pensé que una persona pudiese estar tan excitado. Hubiera hecho lo que fuese por que me dejase correrme.

Tras cerca de media hora de juegos, decidió que era suficiente.

  • “¿Qué tal carino?” me preguntó con cierta sorna.

  • “Ahh, Señora. ¿No puedo más?”

  • ¿Qué estarías dispuesto a hacer para tener un orgasmo?”

  • “Lo que quiera, Señora. Ama”

-”Pues hoy no va a ser, quizá mañana. Pero tengo claro que harás lo que yo quiera, ¿verdad?”

  • “Por supuesto, Ama”

Volvió a colocarme el anillo y la jaula. Tardó más de cinco minutos en reducir mi enorme erección. Volvió a poner el candado y a ponerse la llave en la cadena del tobillo.

  • “Vamos a dar un paso más. Te voy a poner un dildo en tu lindo culito, que en breve me va a pertenecer. ¿Quieres?”

  • “Sí que quiero, Señora”

  • “Me gustaba más Ama”

  • “Sí que quiero, Ama”

  • “Pues pídemelo, cariño”

  • “Por favor, ponme un dildo en mi culo, que ya es tuyo”

  • “Creo que vamos por buen camino” y rió mientras me untaba lubricante en mi, hasta el momento, virgen culito.

  • “Que no se te caiga”

Me colocó el dildo y me liberó de las correas de la cama.

En cuanto pude me arrodillé nuevamente ante ella y comencé a besarle los pies, mientras le decía.

  • “Gracias, Ama, gracias”

  • “De nada, cariño”