El inicio de la traición
Un joven enamorado de un hombre maduro, es traicionado por su pareja que lo utilizará como moneda de cambio.
El inicio de la traición (1)
Conocí a Luis un verano, en una terraza de un bar de la costa, frecuentada por homosexuales maduros, a la que acudía yo en periodo de vacaciones buscando sexo rápido.
Siempre era muy fácil. Me sentaba y esperaba, dejando resbalar las miradas sobre mi cuerpo, hasta que aceptaba una.
Luego todo seguía el mismo ceremonial: invitación a una copa, algo de conversación, y sexo en un apartamento o en la habitación de un hotel.
No jodía nunca dos veces con el mismo hombre.
Luis, por aquél entonces, era ya un hombre maduro, elegante, con una sobriedad y atractivo sin impostura.
Con él, desde el principio, todo fue distinto.
Estuvimos mucho tiempo observándonos, conociéndonos, luego sin prisa fuimos a cenar, y después a su apartamento.
Recuerdo que estaba muy nervioso y que me comporté como un idiota, haciéndome "la puta experta". Estuve agresivo (en el fondo asustado), desnudándolo con ansiedad, mientras lo "morreaba" con voracidad, metiendole mano, lamiéndole el culo, chupándole la polla hasta el fondo, casi ahogándome, esperando que se corriera en mi boca.
Sin embargo, Luis me dominó. Con suavidad pero con firmeza, tranquilizándome, mandando en la cama, empezó a acariciarme, a besarme como nunca antes lo habían echo. Acariciándome los pezones con las yemas de los dedos y la punta de la lengua, al final me entregué, sintiéndome poseído, dominado, convertido en mujer
Desde ese día no hubo otro hombre para mí.
Nos casamos en Bali, en una ceremonia exclusiva para homosexuales, y cuando la ley lo permitió, nos convertimos en una de las primeras parejas de hecho en España.
Más allá del tópico éramos felices con nuestra intimidad, y un pequeño núcleo de amigos, casi todo hombres maduros a quienes Luis conocía hace muchos años.
Sin embargo, todo cambió. No puedo decir cuando, aunque si supe más tarde el porqué.
Luis empezó a ser distinto, me decía a menudo que le gustaría que nos abriéramos a otras personas, que yo frecuentara otros ambientes, decía que alguien joven como yo, necesitaría alguien más, algo más, y que él no era tan egoísta como para negármelo.
Mi respuesta siempre era la misma:
Desde que te conozco , nunca he querido, ni necesitado a nadie más que a ti.
Era extraño, pero se diría que mi declaración de amor y fidelidad, le dolía, dejándolo pensativo y callado.
El día de mi cumpleaños fuimos a cenar a mi restaurante favorito. Fue todo muy agradable, casi romántico. Yo deseaba llegar a casa y hacer el amor con mi marido. Luis, había bebido bastante, fue entonces cuando me dijo que los negocios no iban bien, que había perdido mucho dinero, y que sólo gracias a un generoso préstamo de su amigo Gabriel, se había salvado momentáneamente dela ruina.
Nunca me gustó Gabriel. Era un constructor adinerado y caprichoso, viejo homosexual que hacía siempre su voluntad fuera cual fuera el precio a pagar, o el dolor causado.
A menudo repetía en público, que él se había follado a todos los hombres gay (y a muchos heteros) a quienes conocía. Yo siempre le corregía:
A mi, no
Era uno de esos hombres que no sabía mirar sin desnudarte, que te ensuciaba con la mirada. Tuve incluso, varias insinuaciones por su parte, que comenté con Luis.
No le hagas caso, eso es que les gustas.
Llegamos a casa. Luis me besó con dulzura en el vestíbulo, yo le acaricié el sexo, mientras notaba que el ano se me dilataba. Unidos por la mano, fuimos a nuestra habitación.
Vaya ¡ nos hemos dejado la luz abierta, dije
Al entrar en el cuarto me quedé petrificado. Sobre nuestra cama había un joven mulato, totalmente desnudo, que me llamó por mi nombre, mientras se acariciaba el sexo.
Muchas felicidades cariño, dijo Luis, espero que te guste tu regalo .
No supe que hacer, ni que decir, intenté entrecortadamente hablar con mi marido.
No, yo no, no puedo. Te lo agradezco, pero no es lo que yo...
Déjate de remilgos y disfruta, dijo Luis. No es una infidelidad, sólo tu regalo de cumpleaños.
Aturdido, ayudado por Luis y el chico mulato empecé a desnudarme.
Luis se sentó en el sillón al lado de nuestra cama, mientras el mulato me acariciaba de forma experta. Estuve torpe y confuso. Mientras me besaba y masturbaba, notaba su sexo caliente y duro. Me trabajó bien.
Luis nos miraba con una mirada ausente, lejana.
Introduje la polla del chico en mi boca, y se la empecé a mamar, mirando a las ojos de mi pareja.
Al cabo de un rato Luis se levantó y salió de la habitación.
Cuando el se fue , le pedí al chico que paráramos. No me sentía bien. Al cabo de un rato el se vistió y se fue.
Me duche y cambié las sábanas.
Nos fuimos a dormir en silencio.