El inicio

Primera iniciación en el mundo Bdsm de una pareja, Sara y Martín. Uno de los amantes va recordando su entrada en ese mundo con todo lujo de detalles...

INICIO

Era uno de esos domingos cualquiera, Martín se había acostumbrado a levantarse muy tarde no por dormilón sino por las pocas ganas que tenia de levantarse ahora casi siempre. Miró a su lado y ahí estaba ella dormida, con ese horrible pijama. Hizo una mueca, sin querer, al verlo.

No entendía como habían llegado a ese punto, más teniendo en cuenta todo lo que había sucedido entre ellos…

Al principio era tan divertido, se buscaban, se comían con los ojos cada vez que se veían, compartían juegos y deseos. Fue tan excitante que no tardaron mucho en irse a vivir juntos, la fiebre les invadía y muchas veces se tiraban horas desnudos entre polvo y polvo de tanto que se deseaban. Una vez recuerda hasta que se olvidaron de comer porque estaban distraídos pintándose la piel con cosas bonitas, hasta que la situación derivó en otra más picante.

Sin pensarlo mucho, Martín rubricó grácilmente una P al lado de un delicioso pliegue entre el muslo y el pubis, sonriendo levantó la cabeza y se encontró con sus ojos clavados en él, y su semblante era inequívocamente serio. Él divertido no se quiso cortar aún y notando su mirada fija en lo que estaba haciendo, continuo y escribió toda la palabra, que tantas connotaciones tiene para una mujer… admirando su pequeña obra, se podía leer en rojas letras y atravesando de lado a lado su liso, depilado, terso y abultado monte de venus, Puta. Levantó la mirada, lenta pero decidida a encontrarse con la de Sara. Estaba sorprendida por la acción de él, hasta  un poco fuera de juego, tanto fue así que sin un atisbo de sonrisa en su rostro le preguntó:

-Así es como me ves? ¿Sólo soy una vulgar puta para ti? Martín se paró a pensar, algo le decía que esa acción había despertado en ella sentimientos muy encontrados y fue consciente, con algo de temor en ese momento, que lo que dijera podría desembocar en una bronca considerable.

-Sabes que no, lo he hecho porque me gustan mucho las cosas que hacemos juntos y me encanta que seas tan lanzada y tan abierta sexualmente, le soltó él. Hasta ese momento y pese al poco tiempo que llevaban, cabe decir que habían hecho en ese terreno todo lo que habían ido deseando ambos del otro, gozando de cada momento o entregándose al placer percibido del otro sin mayor problema.

Ante esa respuesta ella aflojó un poco el semblante, adquiriendo su expresión un matiz algo más comprensivo y hasta juguetón. Desnuda como estaba, creyendo en la sinceridad también desnuda de él no podía negar que, pese al shock de ver esa palabra pintada en su sexo, se estaba poniendo muy cachonda. Y sentía como entre sus labios afloraba en ella una sensación húmeda y caliente que era capaz de reconocer. Mientras él escribía no podía parar de pensar en las veces que la habían llamado así; eres una puta le señaló inquisitivo Diego casi con   lágrimas en los ojos cuando rompieron, o aquel chico de aquella discoteca que había querido magrearla y ella como pudo se zafó de él asqueada y se alejó en la barra dónde había más gente, no sin antes escuchar esa palabra de sus labios que aún retumbaba en sus oídos puta, puta, puta… No era capaz de recordar la de veces que así la habían llamado así con motivo y sin él. Bueno de hecho hubo una sola vez consideraba, en que la llamaron así con todos los motivos del mundo y ese recuerdo todavía la turbaba y excitaba a partes iguales. Pero de ese secreto Martín, y sus otros anteriores amantes, no debían enterarse nunca se repetía una y otra vez, cuando la excitación por el recuerdo la obligaba a encerrarse en cualquier baño a frotarse con sus dedos para aliviarse compulsivamente hasta llegar al orgasmo que le permitía de nuevo ser una mujer normal. Cuando ocurría eso, a veces llegaba a desnudarse entera y ponía su cuerpo en una superficie fría para recordar la exposición a la que se vio sometida…

Pero ahora la situación era distinta, se ponía caliente al escucharla de los labios de su guapo y hasta querido nuevo amante, le gustaba la sensación de ser una audaz guarra en la cama, la hacía sentir en cierta forma poderosa.

  • ¿Entonces quieres verme así? Y siendo consciente de su mirada, Sara abrió sus piernas, torneadas por el ejercicio, largas e infinitas para la mirada de Martín. Los labios de su rosado coño se empezaron a separar y en su interior en una forma casi especular se abrían entre sus jugos los labios menores y el clítoris que palpitante reclamaba atención. Ante esa visión, él recorriendo primero con la mirada y luego con sus grandes manos. Notaba como se le hinchaba la verga, y el frescor del ambiente en su jugoso capullo que por la erección incipiente empezaba a mostrarse. Entonces, le sujetó el tobillo con firmeza y liberando la mano de forma armoniosa, pero sin dejar de sostenerla le empezó a lamer el tobillo, para ir avanzando suavemente y a pequeños lengüetazos hasta la parte anterior de la rodilla dónde se detuvo con brevedad antes de iniciar un rastro de saliva por los lengüetazos descendiendo hasta alcanzar la parte interior de los muslos.

Ahí se entretuvo un buen rato, haciéndole sufrir con la dulce tortura de retrasar todo lo que pudo el momento. Sara se retorcía mientras él no dejaba de imaginar lo sabroso que estaría su sexo, que desde donde estaba podía vislumbrar y olisquear ese rico aroma fuerte y salaz. De pronto se desplazó hacia dónde estaban esas letras. Las admiró por un breve instante y se decidió al fin a plantar su nariz en ellas y puso los labios atrapando su botoncito de placer, con su lengua empezó a jugar con él, frotaba y succionaba suavemente y se imaginaba en sus movimientos que esbozaba de nuevo una y otra vez esa palabra , esta vez con con su lengua, puta, puta, puta repetía como un sagrado mantra. Su respiración se agitaba, el rápido movimiento la había descolocado y ahora se acariciaba sus generosas tetas al compás que le imponía Martín. No tardó él en introducir y sacar sus dedos al ritmo de la palabra que se seguía repitiendo. Sara empezó a gemir cada vez más fuerte, le venían tembleques y de tanto placer su cuerpo tenía la tentación de escapar, cosa que detectó rápidamente su cómplice que aprovechó para incrementar el ritmo de succión y rodearla aún más fuerte con sus brazos e incrementando el ritmo de la chupada. Los gemidos se tornaron gritos, lamentos, sentía un placer brutal que la estaba arrastrando al clímax:

  • ¿De dónde has salido? ¿Cabrón, que me estás haciendo? Gimoteaba entrecortada, perdía su control motor y agarraba desesperada la sábana en erráticos movimientos, él sólo chupaba y chupaba sin detenerse hasta que notó que ella le soltaba unos chorros calientes a trompicones en la boca que le recordaban vagamente al olor de la orina, aroma que le subía a través del paladar y que degustó con fruición para dejar que se recuperara de lo que habían sido, sin duda alguna, varios orgasmos seguidos hasta llegar a eyacular.

Ella lo reclamó a su altura y lo atrajo con cierto desespero hacía sus labios, se besaron y Sara degustó sus propios líquidos con gran placer mientras se entrelazaban sus lenguas. Mientras, notaba como la polla de Martín se abría paso entre sus carnes. Por fin él también gozaba de ella y notaba el calor que le abrazaba, tuvo que contenerse un instante casi infinito dónde una primera oleada de placer tensaba todo su cuerpo. Cuando pasó, empezó a metérsela a destajo con el ímpetu de un animal, no en vano había estado retrasando este momento y ahora sólo era capaz de usarla como se repetía en su comedura de coño y de tarro. Disfrutaba de cada subida y bajada, su encharcamiento, la presión que su experta amante le brindaba en su sexo se estaba tornando insoportable. Hasta que ella le susurró, mientras le estaba follando, que sería una puta, su puta. Al oír eso, él empujó todavía más fuerte y mil imágenes le azotaron la mente, su chica siendo follada por varios, lamiendo, chupando, de rodillas, entregada completamente al sexo como una divina ninfa impía. Abrió los ojos y pudo ver la misma lasciva mirada que se había imaginado en tan lascivas fantasías instantes antes,   lo que derivó casi instantáneamente en un respingo de enorme placer que le invadió por todos los músculos que tensados solo le permitieron salir de su coño y dar una última agitada antes de derramar todo su semen en esas letras que por la cantidad empezaron a desvanecerse como en un sueño. Sara sin perder tiempo recogió algo de su corrida y con dos dedos se metió parte de su leche en la boca, y sin dejar de mirarle, mientras lo degustaba, le advirtió:

-Acuérdate de este momento, es el inicio, has despertado al animal que todos llevamos dentro. Y le besó con auténtica pasión.

Él sonrió satisfecho, pensando que había sido su triunfo, ignorante que su ego iba a ser su perdición y de la responsabilidad que estaba adquiriendo. Solían dejar música de fondo y en ese momento sonó en su lista de Spotify como por arte de magia, She’s lost control, se abrazó a ella que también pese a su profunda revelación y el cambio que en sus vidas se avecinaba yacía atontada por los efectos aún de los orgasmos que había tenido.