El infierno sin tí (Supernatural/Wincest)

Dean regresó del infierno y a Sam le cuesta trabajo asimilarlo a la vez que ambos luchan por ocultar sus sentimientos. Las tiernas caricias que se prodigaban de pequeños sin duda hicieron mella en los dos hermanos. Quién sufrió más durante la forzosa separación? Ya nada será igual después de hoy.

Sammy estaba sentado en el desvencijado sillón del hotel barato en el que se hospedaban, con la mirada fija en su recién llegado hermano mayor quien devoraba sendas hamburguesas con tocino y daba cuenta de un six de cervezas como si de agua se tratase.

-Sammy, acompáñame, dijo Dean señalando el alimento

-No tengo apetito, yo… -dijo con lágrimas en sus ojos el joven cazador- apenas puedo creer que hayas regresado, estoy…

-Feliz? Interrumpió el rubio, pues deberías, hermanito, allá abajo no es ningún Club Med eh? Todavía ignoro quién carajos decidió que dejara de tostarme en el infierno, pero, Aleluya! –seguido de lo cual, eructó alegremente y observó que solamente quedaban un par de cervezas- justas para brindar, anda Sam, acompáñame, no todos los días regresa uno del infierno- dijo el ojiverde, guiñando sensualmente un ojo, Sammy suspiró pensando, Dean querido, nunca vas a cambiar.

Y lo amaba por eso.  Aún no olvidaba que había sostenido el cuerpo de su querido Dean, tan destrozado por los mastines del infierno, totalmente quebrado como un hermoso muñeco sin vida, pobre Sam, había llorado mares antes de llamar a Bobby y decidirse al fin a enterrar a su hermano mayor. Y ahora estaba con él, de nuevo, 4 meses de ausencia para Sam y 40 años para Dean en el infierno, cómo había soportado las torturas y el horror? solamente el mismo Dean lo sabía. Y Sam estaba por averiguarlo.

Dean no pudo ignorar el puchero infantil de su hermano menor, mohín que siempre le había hecho gracia y hasta lograba enternecerlo a veces, Sammy ya tan crecido y tal vez ya no necesitaba de su protección pero qué más daba? Él era feliz ufanándose de ser el mayor, el más fuerte, el protector. Lo que más lamentaba durante su condena era precisamente la eterna pregunta: quién cuidaría de su Sammy? Cierto es que el muchacho ya no era un niño, pero para Dean, siempre sería su pequeño, siempre tan ingenuo y con esos gestos tan suyos que le derretían el corazón, por muy de perros que hubiera estado el día.

Por mucho que lastimaban los suplicios del infierno, lo que más le dolía era no ver la carita de Sam y posteriormente, cuando decidió aceptar la malsana oferta de Crowley y pasó a ser el mejor torturador que habían tenido, él siempre pedía perdón en su soledad pero no por sus acciones, siempre estuvo consciente  de que no le quedaba elección y que su alma ya estaba completamente perdida. El perdón lo imploraba a su hombre-niño, por haberlo abandonado a cambio de que él mismo siguiera con vida. Su alma lacerada clamaba por ver una vez más a su querido Sam, sería entonces que alguien de arriba lo había escuchado y se había conmovido? Qué tontería, pensaba Dean, pero qué otra explicación cabía, entonces? Eran los Winchester parte importante de algún plan divino? De momento solamente quería comer y disfrutar de las cervezas que Sammy le había conseguido.

-Anda grandulón, dijo ofreciéndole la última cerveza a Sam, -por un nuevo comienzo! Y ahora sí esos hijos de perra nos van a conocer realmente, brinda conmigo, anda!

Sam aceptó la cerveza, pero no atinó a beber puesto que los sollozos lo traicionaron, era demasiada emoción y finalmente se quebró frente a su hermano mayor.

-Qué te pasa campeón? –dijo Dean visiblemente enternecido; se puso de pié y rodeó a Sam con sus poderosos brazos- si estamos juntos de nuevo! Cambia esa cara, vamos- decía mientras tomaba la cara de su hermano con ambas manos, obligándolo a mirarlo a los ojos.

-Dean, yo… es que…no puedo creerlo! Discúlpame, por favor, permíteme asimilarlo… –decía Sam apartándose de su hermano, haciendo ademán de dirigirse a esconder al baño para desahogarse a gusto. Cómo decirle lo mucho que lo había extrañado? Dean no tenía idea, de eso estaba seguro, Sammy no había podido estar con ninguna mujer después de besar apasionadamente una y otra vez el cadáver de su hermano en los labios. Ese “sucio” secreto pensaba llevárselo a la tumba pero ahora que Dean estaba de vuelta, qué debía decirle? Que lo amaba más que a su propia vida? Reclamarle su estupidez por haber intercambiado su alma por la vida de él? Maldita sea, lo había dejado solo y con la tremenda culpa de que se estaba pudriendo en el infierno por su causa. Ni qué decir que la vida que había llevado desde su partida no debía llamarse como tal. Dean ni siquiera podía imaginarse todo lo que había sufrido por su ausencia, abrazando y besando cada noche una hueca almohada, haciéndole el amor a la ciega oscuridad de la noche, anhelando su presencia, su sentido del humor, todo él. Dios mío, pensaba Sam, es que esto que siento no es normal, ni sano, somos hermanos! Y seguía pugnando por zafarse de la vista de esos ojos verdes que tanto añoraba, y que ahora le hacían daño, pero esas manazas no lo soltaban.

-Suéltame, Dean, no estoy para juegos, te lo digo en serio!, Dean sonrió divertido y le espetó- Sino qué harás? A ver, recuerdas cuando éramos niños? –dijo, mientras le aplicaba una de esas llaves que hacían chillar al pequeño Sammy hasta que lo obligaba a pedir clemencia y muerto de risa, lo soltaba diciendo, eres una nena, hermanito. Utilizó el peso de su hermano en su contra y le torció un brazo por la espalda, riendo.

Pero ya no eran unos niños, eso ni dudarlo. De hecho, por vez primera Sam tuvo una poderosa erección provocada por el roce de su hermano. Se sintió perdido, no era la primera vez que su pene se ponía así a causa de Dean, pero por supuesto que él no estaba enterado y Sammy hubiera preferido morirse  que ser descubierto así, qué pensaría su hermano mayor? Siempre tan “macho” cogiendo mujeres a diestra y siniestra, siempre tan orgulloso de su hombría y él, enamorado de Dean? Eso no podría ser nunca, por eso se había jurado enterrar esos sentimientos el mismo día que se arrancó el cadáver de Dean y haciendo caso omiso de la petición de Bobby, se rehusara a quemarlo como acostumbraban hacerlo con los cazadores.

-Vamos Sammy, dime lo muuuucho que me extrañaste o no te soltaré, de acuerdo? –por lo visto para Dean todo era un juego, maldito seas, pensó Sam y encolerizado por su insensibilidad, logró voltearse quedando frente a frente y tomando a su hermano mayor por los hombros le gritó que ya no era Sammy y que era la última vez que se lo repetía.

Tal vez fue el fuego en sus ojos o la firmeza en su voz lo que hizo que Dean se estremeciera y sus propios sentimientos encontrados ya peleaban por aflorar descaradamente; cuántas veces soñó que su hermano visitaba su lecho como cuando eran más jóvenes en las noches de tormenta y se acurrucaban ambos? En aquel entonces todo era tan simple, tan natural, tan puro, porqué demonios tuvieron qué crecer? Incontables fueron las noches en las que Dean consolaba a Sammy en sus brazos, besaba sus cabellos y lo acariciaba hasta quedarse ambos profundamente dormidos. Así ninguno de los dos se sentía huérfano por las largas ausencias de su padre, se tenían a ellos dos y no necesitaban más. Pero era solamente eso? Cariño fraternal? Eso tenía que ser, pero lo cierto era que añoraba esa quietud y esa paz que solamente tenía cuando tenía a su Sammy tan cerca de él. Tantos años de buscar el consuelo en los brazos de cualquier zorra en turno no habían conseguido nunca erradicarle esos recuerdos, ese calor que emanaban ambos, esa sensación de amor tan pleno y tan puro que nunca supo explicar ni le interesaba tampoco. Pero era correspondido. Su Sammy se había acostumbrado a su contacto y aunque estuviera helando, él solito se desnudaba para sentir la incipiente erección de Dean en su colita; cierto es que Dean nunca se había aprovechado de él en ningún sentido, pero era delicioso sentir ese culito virgen frotándose contra su verga erecta. Él lo sentía muy natural y en ocasiones, tomaba la manita de Sammy y la colocaba sobre su verga y le decía “así campeón, así, con cariño, mmmmh, qué bien lo haces Sammy” y derramaba su blanco líquido en la colita del niño mientras él reía angelicalmente. Toda pureza e ingenuidad ese niño, por eso lo amaba, siempre lo hizo. Nada de lo que hacían era sucio, ni malo. Eran ellos solos contra la vida, protegiéndose el uno al otro y amándose incondicionalmente, así fue siempre. Pero crecieron y Dean comenzó a tener novias para arrancarse a su hermano del corazón y exorcizarlo de su cuerpo y Sam se refugió en el estudio. Ambos pretendían negar esos momentos tan preciosos y se forzaron a madurar, cada uno a su modo, significando que lo que era normal en su niñez se tornaría en pecado al crecer. A ese acuerdo tácito llegaron sin ni siquiera haberlo discutido, nunca.

Los años pasaron y su Sammy consiguió una beca para Stanford y decidió irse contra la voluntad de su padre y Dean sufrió mucho, pero en el fondo, se alegró por él, siempre quiso lo mejor para Sam y si eso lo hacía feliz, él trataría de serlo también, por ambos. La relación con su papá nunca fue la misma pues en el fondo, lo culpaba de la partida de su querido hermano. Siempre pensó que podría darle otra vida muy diferente a su Sam, los dos juntos por siempre, lejos de la obstinación paterna con los demonios y un deber que cada vez le parecía más insufrible sin él. Al menos él escapó, suspiraba Dean frecuentemente y ese pensamiento le permitía levantarse cada mañana.

Pero ahora, se veía retado por su Sammy, su querido hermano que lo veía como queriendo asesinarlo, tan fuerte como para eso y además que bufaba con rabia, qué le pasaba?

-Sam, no te hagas el ofendido, yo solamente quiero jugar un poco, no te enojes! -Y fue lo último que dijo antes de recibir tremendo puñetazo por parte de su inofensivo hermanito, tremendo sasquatch de más de 1.90 de estatura y con músculos hasta en las orejas, cuándo había cambiado tanto? Tenía siglos que no lo observaba como en esos momentos y le pareció lo más hermoso que hubiera visto en la vida. Su pene se endureció amenazando con romper el frente de su pantalón, pero Dean, más experimentado que su hermano, no tuvo empacho alguno en frotar su verga por encima del pantalón para aliviar u poco la erección provocada por la vista de su hermano, tan hombre, tan atractivo- Por Dios, qué me ocurre, no otra vez!- pensó el mayor de los Winchester, pero sin dejar de sobar su considerable erección. Hubiese querido saltar sobre su hermano y apoderarse de ese puchero tan tentador, como felino sobre su presa, pero cómo hacerlo si temía la reacción que pudiese conseguir? Una cosa era amar con todas sus fuerzas a su hermanito y la otra demostrarle cuánto lo deseaba carnalmente. Se exponía a que el más joven lo repudiara por lo que les quedara de vida y eso no podría soportarlo, sería preferible regresar al infierno, lugar que ya no le parecía tan malo si estaba de por medio perder a su Sammy.

Dean optó por emprender la retirada y se refugió en el baño del cuarto, rogando porque Sam no adivinara lo ocurrido, cómo podría? Él no recuerda, pero sigue siendo el pequeño Sammy que yo juré proteger, soy un malnacido, en verdad. Todo eso estaba bullendo en su cabeza que ya amenazaba con tremenda jaqueca cuando escuchó que la puerta de su escondite cedía ante la potente patada de su hermano.

-Sam, qué te pasa? Déjame solo, por favor, yo me tomé 5 cervezas y a ti te hicieron efecto?

-Dean, hablemos por favor…

-No, -respondió Dean- ya hablaremos mañana, estoy muy cansado y tú también, pareciera que no has pegado el ojo en semanas, necesitamos dormir, hermanito –dijo palmeando la espalda de búfalo de Sam.

-Dije que vamos a hablar y eso haremos –respondió Sam encolerizado- estoy harto de que me trates como a un retrasado mental. Yo puedo cuidarme solo y en el fondo lo sabes, pero es tu tremendo egoísmo el que me hace encabronar… en qué cabeza cabe que canjees tu alma por mí cuando yo ya estaba muerto y me condenaste a una vida sin ti… cómo pudiste...tremendo idiota… y ahora por gracia de no sabemos quién regresas y simplemente quieres que todo continúe normal? Imbécil, eres un imbécil, no comprendes que yo…. –y se detuvo porque el caudal de lágrimas volvió a atenazar sus hermosos ojos color avellana, esos mismos que hechizaban a Dean cuando lo besaba tiernamente en los labios, como pajarito, tan dulce y cariñoso, el rubio no pudo contenerse y lo abrazó con todas sus fuerzas.

-Sammy, mi Sammy, tienes razón, pero sabes? Yo no podría vivir sin ti y si volviera a nacer, repetiría lo mismo pues preferí seguir contigo por todo un año antes que sin ti por lo que me quedara de vida. Soy un imbécil, pero es que yo te amo, entiendes eso? Te amo como jamás he amado a nadie-esto último lo dijo casi en un susurro y se maldijo por dentro, pero ya era tarde. Si lo sabía Dios…

Sam no daba crédito a lo que escuchaba y se apartó de su hermano para verlo fijamente y en un arrebato totalmente visceral, estampó el más húmedo de los besos en los carnosos labios de Dean, éste no reaccionó de inmediato pero para sorpresa del gigante, volteó los papeles y con todas sus fuerzas aplastó a su hermanito contra el muro del baño y lo besó furiosamente. Cada beso pretendía dejar una marca en la piel de Sam y después de uno especialmente salvaje en el área del cuello de Sam, Dean recorrió el preciado espacio con su lengua arrancando suspiros de pasión de su hermano menor. Dean no solamente lo besaba, mordía y succionaba como todo un experto cada centímetro del rostro, cuello y hombros de Sam, tal pareciera que estaba engolosinado con él. Tal era el hambre que sentía por su hermano que aquello duró varios minutos. Luego, fueron sus manos las que reconocieron de nuevo a su querido hermano. Sus fuertes dedos se deslizaron por los moldeados abdominales de Sam, deshaciéndose de la estorbosa camisa que él llevaba; Sam quiso ayudarlo intentando quitarse los pantalones pero Dean declinó su ofrecimiento de un manotazo. –Recuerdas esto, Sammy? Yo no he podido olvidarte, mi niño, crees que podría dejarte ir? Nunca, tesoro. –Volvió a apoderarse de sus labios acariciando la nuca de su hombre-niño y volvieron a fundirse en una serie de cálidos besos mientras las manos de Dean pugnaban por liberar a su hermanito de los pantalones y posteriormente de sus bóxers. Él mismo hizo lo propio con su ropa, dejándose únicamente su preciado dije en el cuello, ese que por ser regalo de su pequeño, no se quitaba ni para coger y fue lo primero que hizo al regresar, reclamar su amuleto y ponérselo de nuevo. Sam nunca lo supo pero ese dije significaba que el corazón de Dean siempre sería suyo.

-Ooooooooh, Dean-gemía Sam entrecerrando los ojos de pasión porque la mano de su rubio hermano se había apoderado de su enorme verga y ya había comenzado a chaquetearla, primero suavemente, luego más aprisa pero siempre buscando arrancarle suspiros de deseo a su Sam. Una mano de Dean recorría su verga entera y la otra atendía sus huevos, rozándolos para luego acunarlos por completo. Inclusive llegó a jalar suavemente sus vellos púbicos arrancándole varios gemidos a su Sam.

Instintivamente, Sam le dio la espalda suavemente, permitiendo que lo siguiera masturbando pero colocando su firme trasero a merced de su hermano mayor.- Querido Sam, cómo te recuerdo así – dijo Dean mientras guiaba la mano del menor hacia su propio pene erecto para que ambos se acariciaran al mismo tiempo. Pronto se acoplaron al mismo ritmo y Dean, resoplando en el cuello de su hermano, sintió que estaba por explotar. –Mmmmmmmmmmmmh, recuerdas esto, mi bebé?- decía mientras colocaba su palpitante verga en la entrada del culo de Sammy, listo para llenarle el ano de leche, justo como cuando eran pequeños, pero, de nuevo, ya habían crecido y por supuesto, eso no iba a bastarles; ambos ya estaban listos para entregarse por completo, gozarse sin límites ni restricciones y sin tener que darle explicaciones a nadie.

-No, Dean, así ya no, -dijo Sam volteando hasta quedar frente a frente de nuevo, con esos ojos de cachorrito que esta vez entornaba por el deseo- ven conmigo.

Dean obedeció y dejó que Sam se adelantara a la cama, sus verdes ojos no daban crédito a lo que estaba viendo. Sam,

su

Sammy, estaba a gatas en medio de la cama, ofreciéndole el culo para que lo penetrara, su verga casi estalla de gozo ante semejante visión. Pero lo pensó mejor y haciendo acopio de su fortaleza, caminó hasta la cama del cuarto, cosa curiosa, cuando Sammy recibió su llamada para decirle que iba a verlo, éste tal vez anonadado y aturdido por la noticia alquiló un cuarto en el motel de paso con cama King size, coincidencia afortunada? O era el destino? Como sea, esa noche era para ellos dos y ni el mismo demonio o los ángeles iban a poder separarlos, jamás.

Dean subió a la cama y se recostó al lado de Sam haciéndole seña de que se recostara a su lado. Sam, algo confundido obedeció, a final de cuentas él siempre obedecía a su hermano mayor. Dean acomodó las almohadas para tener a su querido Sam recostado en su pecho, como cuando eran pequeños, acto seguido, arropó cariñosamente a su hermano. Esa sensación tan familiar hizo que les punzara el corazón a ambos.

-Mi querido y dulce Sammy, cómo te amo y lo sabes, verdad? Sam se incorporó un poco y asintió con la cabeza –Y yo te adoro, Dean-fue su contestación.- Y ahora, qué va a suceder?

Alguno de los dos lo sabía? Tenían mucho trabajo por delante, pero ciertamente había una conversación pendiente y del resultado de ésta saldría el futuro para ambos. Dean solamente contestó: -Estaremos, bien, ya lo verás, ahora duérmete que mañana será otro día.

Sammy se acurrucó contra el cuerpo de Dean, queriendo absorber todo su calor y repegando las nalgas en su verga, recordando viejos tiempos; Dean lo rodeó con sus brazos y besó tiernamente sus cabellos.

-Ya habrá tiempo para más, mi niño, ya lo verás, ahora, duerme, descansa que yo estoy aquí contigo y no me iré.

Sammy suspiró, aliviado, feliz, qué más podía pedir? Se horrorizó de pensar que la espantosa estancia de su hermano en el infierno finalmente había servido para unirlos nuevamente y de qué manera.

–Te amo, Dean

  • Y yo a ti, mi cachorrito tan desarrollado.

  • No empieces, Dean!

–O.k. o.k.!