El infierno de Doña Florentina (7)
Una inesperada carta de Alberto, el hijo de Remedios y Mamadou, pidiendo desesperada ayuda económica al matrimonio de criados los convierte en renes de la pérfida Marquesita que los utilizara para llevar a cabo sus perversos planes.
El infierno de Doña Florentina (7)
Tenía razón Mamadou. Ahora nuestra situación es mucho más precaria que antes. La galopante depresión que asola el país ha propiciado el ascenso al poder de un tajante y totalitario gobierno de ultra derecha el cual ha endurecido enormemente las leyes de extranjería, poniendo a todos los inmigrantes en la picota e inculpándonos de todos los males que causa la tremenda crisis.
Y es que durante todos estos largos años al servicio de los Marqueses de Obregón, jamás, todo y lo divinamente bien que se portaron con nosotros los señores, ni Doña Florentina, ni Don Ramón se ocuparon de legalizar nuestra situación. Por lo cual no hemos cotizado nada, no tenemos derecho al paro ni a una pensión digna de jubilación y lo peor es que continuamos siendo extranjeros en un país en el cual llevamos residiendo más de treinta años.
Ahora es casi imposible regularizar nuestra situación, así que si nos echan del servicio de los Marqueses quedamos en la más absoluta miseria y marginación.
- ¡Callaré!. ¡Mamadou!. ¡Pero estoy agotada!. ¡Muy agotada!. Me lamente a mi marido casi sin fuerzas para poder hablar.
Para colmo aquel mismo día llego una carta de nuestro hijo Alberto, pidiendo ayuda económica para poder liquidar una enorme deuda que contrajo después de hundirse el negoció inmobiliario que regentaba en los Estados Unidos.
Al parecer había quedado entrampado y necesitaba ni más ni menos que sesenta mil Euros para hacer frente al pago.
- ¡Mama!. ¡Papa!. Es extremadamente duro para mi tener que acudir a vosotros en esta dura situación para que me ayudéis, en la medida de lo que os sea posible, a sufragar esta terrible deuda. Quizás el bueno de Don Ramón pueda echarme una mano facilitándome un préstamo que sin duda devolveré tan pronto como me sea posible.
Mi hijo poco se imaginaba de qué forma habían cambiado las cosas en casa de los Marqueses de Obregón. Entre mi marido y yo llevábamos ahorrados unos veinte mil Euros que debían de ser nuestro sustento en la jubilación.
Pero aun faltaban cuarenta mil. Mi cabeza no paraba de dar vueltas y más vueltas a este angustioso quehacer. Sacando valor de donde no había, decidí todo y la contundente oposición de mi marido hablar con Don Ramón, quizás pudiera yo enternecer aquella oscura alma que un día fue bondadosa, dulce y comprensible.
Mamadou marcho hacia media tarde en su busca, ya que la insidiosa Lina después de comer con el señor, según parece debía de acudir a un cometido.
- ¡Por favor!. ¡Don Ramón!. ¿Me da su permiso para hablar un momento con usted?. El señor sentaba cómodamente leyendo el periódico.
- ¿Qué ocurre Remedios?. ¡Espero no me venga con sus impertinentes chorradas!. Me dijo mosqueado y autoritario el señor con una rotundidad que antes jamás hubiera usado.
- Vera. Don Ramón. Dije con recato. Se trata de Alberto. Mi hijo.
- ¡Que le ocurre a este sinvergüenza!. ¿No tubo bastante con que le pagará la carrera?. Me soltó así, sin más.
- ¡Sí señor!. Y le esta infinitamente agradecido al igual que mi marido y yo misma. Pero ahora necesita de una importante suma de dinero para liquidar una deuda, se lo devolverá en cuanto recupere el negoció. Dije de carrerilla.
- ¿Acaso cree que voy dejando dinero al primer sopla pollas que me sale al paso? Don Ramón que hasta entonces no había levantado los ojos del periódico, dijo severo mirándome serio y distante.
- ¡Por favor!. ¡Don Ramón!. ¡Se lo ruego!. Suplique.
- ¡Basta!!!!.......... ¡Lo hablaré con mi esposa!. Contesto él, tajante y cortando la conversación. ¡Retirase!!!!.
Una profunda sensación de fracaso y decepción invadió mi mente. Seguro que no iban a soltar ni un Euro para salvar a mi hijo, pensé angustiada.
No tardo el lujoso deportivo conducido por la joven Marquesita en aparecer por la verja que da entrada al gran jardín que rodea el palacete de los Obregón.
La brillantez de la negra carrocería del coche reflejaba los últimos rayos de sol del crepúsculo de aquella tarde de primavera.
Un afilado taco de sus largas botas de cuero piso el suelo antes de que la esbelta joven terminara de apearse de su pomposo auto.
Las bellas piernas de la Señorita, cubiertas hasta las rodillas por unas largas y relucientes botas perfectamente ceñidas a la anatomía de sus sutiles extremidades, aparecíeron deslumbrantes entre el largo y abierto gabán de cuero negro que lucia la Marquesa de Obregón.
El alto cuello del abrigo enmarcaba su preciosa cara, cubriendo sus felinos ojos con unas oscuras gafas de sol.
Encima de los negros guantes de fino cuero destacaban grandes anillos que Lina ostentaba poderosa en la mano con la cual sujetaba unas relucientes cadenas atadas a unos, no menos brillantes, collares metálicos que amarraban a dos temerosos ejemplares de Dogo Argentino, dando a la bella joven una imagen mucho mas agresiva y morbosa que la que exhibe normalmente.
Don Ramón acudió al instante a pie de coche para saludar a su linda esposa besándole la mano.
- Están muy bien educados, serán unos magníficos guardianes. Oí hablar a Lina que amarraba con fuerza el tirón que daban aquellos dos amenazadores perros blancos de raza extremadamente peligrosa.
- ¡Quietooooos!. ¡Al suelo!!!!!. Vocifero autoritaria la Señorita de Obregón. Al momento los dos Dogos se postraron en el piso.
- ¡Jajajajajajajajaja!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. ¡Súper kool!!!. ¡Jajajajajajajaja!!!. Son muy obedientes y disciplinados a mis órdenes. ¡O sea……., te habría impresionado ver como cazan y despedazan los gatos!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Impresionante lo que podrían hacer sus mandíbulas!.
Continuó animada la Marquesita contando a su devoto esposo como había ido el adiestramiento de aquellos dos potentes perros, que según parecía había sometido en un centro especializado para tales fines.
- ¡Ya vessss!. ¡Perro!. Te han salido unos competidores. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!.
Lina dejo a los Dogos sueltos para que deambulasen a sus anchas por el espacioso jardín, dándome a mi un pánico terrible tener que convivir con seméjate peligro diariamente a mi lado.
Los Marqueses de Obregón entraron en el palacete después de observar como se adaptaban con facilidad sus fieles caninos a su nuevo espació.
- ¡Ya se irán habituando a la presencia del personal de palacio!. Exclamo Lina cuando Don Ramón le apunto por nuestra seguridad.
En la salita de estar el señor tomo asiento en un gran butacón de alto respaldo de estilo barroco y forrado de suave piel. Su preciosa esposa sentó en otro de idéntico porte al lado mismo de Don Ramón, cruzando sus hermosas piernas que vislumbraban desnudos unos sugerentes y bronceados muslos enmarcados por el negro cuero de su diminuto top y de sus relucientes botas de altísimos y finos tacos aguja, resaltando brillante sobre una de ellas la magnífica tobillera de brillantes que Lina se hizo elaborar con antiguas joyas familiares de Doña Florentina.
- ¡Mayordomo!. Llamo Lina a Mamadou. ¡Sírvame un wissky con hielo!.
- ¡Inmediatamente!. ¡Excelencia!. Contesto mi marido agachando cabeza ante Ella.
La Señorita de Obregón saco de su dorada pitillera una cigarrita y la encendió soltando halos de humo entre sus sugestivos y brillantes labios de rojo purpura destellando sobre ellos el pircing que graciosamente luce la Marquesita.
Mamadou acerco a Doña Florentina, que aun mostraba grandes secuelas de los malos tratos recibidos, sentada en su silla de ruedas colocándola en medio de los dos confortables y holgados butacones en que se aposentaban los Marqueses.
La anciana enferma permanecía inmóvil e incómodamente amaniatada con los brazos a la espalda. Mantenía obligatoriamente la cabeza en una molesta posición inclinada hacia atrás, forzada por unas elásticas gomas encajadas con unos molestosos ganchos dentro de sus orificios nasales e intensamente tensadas en la parte posterior de la silla, de tal manera que su cavidad bucal, extremadamente deformada por el artilugio que presionando los paladares le mantenía la boca ampliamente abierta, era utilizada por los perversos y caprichosos Marqueses como cenicero humano.
- ¡Mucamaaaa!!!!!. El señor me ha referido a no se que préstamo necesita usted. Dijo Lina guasona mientras mi marido le servia su copa.
- ¡Convénzame!!!!. Expreso imperativamente la hermosa Señorita recostándose en el respaldo del cómodo sillón y chupando profundamente de su cigarrito aguantada sutilmente con dos de sus anillados dedos de largas uñas de rojo grana, que ahora lucia esplendorosamente despojadas sus manos de los largos guantes de fino cuero, soltando la ceniza de su humeante pitillo en la boca de Doña Florentina.
- Vera….. Excelentísima Marquesa. Empecé hablando atragantándome con mi propia saliva debido a mi inquietante estado de ansiedad.
- Alberto, mi hijo……., bueno, hijo de Mamadou y mío, que trabaja en Estados Unidos se encuentra en una embarazosa situación debido………………………………. Conté con pelos y señales la dura historia en que se encontraba Alberto. …
- ¡Por favor!. ¡Excelentísima Marquesa!. Ruego tenga usted la amabilidad de concedernos a Mamadou y a mí este crédito, que sin duda mi hijo devolverá cuando se haya recuperado de la difícil situación en que se encuentra. Supliqué y rogué a la poderosa señorita de Obregón tanto como supe.
El señor no levanto para nada sus ojos del periódico que tenia entre sus manos, pareciendo no interesarle mis angustiosos problemas.
Lina me escuchaba sarcástica entre sorbo y sorbo de su copa de wissky y calando de su tabaco con una bribona sonrisa en sus sexys labios.
Cuando termine de contar la triste y desafortunada historia de mi hijo, hice silenció a la espera de alguna respuesta por parte de la preponderante señorita de Obregón.
La pérfida Marquesita, sin decir palabra alguna, hizo señas con su enjoyada mano para que continuara hablando y suplicando su benevolencia.
Mire a mi marido que permanecía serio, inmóvil como una estatua al lado de la señorita de Obregón, aguantando con sus blancos guantes una bandeja en donde Lina reposaba su copa.
Ante mi incertidumbre y perplejidad y el humillante silencio de la Marquesa, opte para volver a contar de nuevo la sobrecogedora historia.
- ¡Bla bla bla bla!. ¡Bla bla bla bla!. Y ¡Bla bla bla bla!.
Lina sonreía burlona e irónica, obligándome a repetir una y otra vez el mismo relato, los mismos argumentos, el mismo rollo sin que Ella mostrara la más mínima intención de misericordia y concederme la ayuda más que suplicada.
- ¡Es súper horrible!. O seaaaa. ¡Que fuerte me parece, saess!!!!,……………..Hablo vacilando la señorita de Obregón calando de su cigarrita a la vez que expedía un aromático halo de humo. ¡Peroooooo no me convence!. ¡Remedios!. Dijo de modo vejatorio la malévola joven después de narrar y narrar una y otra vez, perdiendo yo la cuenta, el mismo triste relato.
- O seaaaaa………….., inténtelo usted. ¡Mamadou!. Decreto alegremente divertida la esplendorosa Marquesita.
Ante mi turbado estupor y sin pensarlo dos veces, Mamadou se arrodillo a sus pies y empezó a besar y chupar el afilado taco de la bota que Lina aguantaba en suspensión cruzada encima de su otra estilizada pierna.
La salida lengua de mi marido recorría la alta caña de sus brillantes botas hasta besar sigiloso sus cubiertas rodillas y chupar devotamente metiéndose en su abierta boca la punta de las soberbias botas de la distinguida Marquesa de Obregón.
Don Ramón alzo, ahora sí, su entusiasmada vista y miró fascinado como el Mayordomo se degradaba y arrastraba infamante ante su preciosa y diabólica esposa.
Lina, recostada aun en el mullido butacón, alzaba glamorosa en su mano repleta de gruesos anillos una nueva y humeante cigarrita. Inclino luego su cuerpo hacia adelante y con maléfica sonrisa levanto, con sus lujuriosos dedos clavando las largas uñas granas en la barbilla de Mamadou, la cabeza de mi marido soltando provocadoramente en su rostro una bocanada de humo de rubia tabaco.
- ¡Shuuuffffff!. ¡Jajajajajaja!!!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!!. Hacia mucho tiempo que tenía enormes deseos de escupir en la cara de un asqueroso perro negro. ¡Jajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. Dijo Lina carcajeándose dulcemente divertida frunciendo la nariz después de esputar impúdicamente en la cara de mi esposo, dando este gesto a la Señorita de Obregón una hermosa expresión de cruel desalmada.
- ¡Gracias!. ¡Excelentísima Marquesa!. Agradeció servilmente mi robusto marido relamiéndose el escupitajo que la harpía joven lanzo en su humillado rostro.
- ¡Jajajajajajajajaj!!!!. ¡Jajajajajajajajaja!!!!. ¡O sea, que fuerteeeeeeee!!!! ¡Jajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajjajajajajajajajajajajajaja!!!!. Lina arranco en unas alocadas y sonoras carcajadas.
Cuando hubo ya calmado su burlesca alegría, acerco los labios a la oreja de Mamadou para susurrarle algo al oído.
Mi esposo quedo atónito, incapaz de reaccionar y con aspecto desencajado por la chocante y obscena ocurrencia de la Marquesita. Su desconcertada mirada quedo clavada en la bribona y viciosa bella cara de Lina que esperaba complacida, después de aquella exhibición de docilidad de mi marido, que se entregará a fondo en cumplir sus caprichosas fantasías.
- ¡Zaf!. La Señorita de Obregón propino un puntapié en la faz de Mamadou.
- ¡Anda!. ¡Negro!. ¡A que esperas!. Grito autoritaria.
Mamadou se arrastro a cuatro patas hasta la entrepierna de Don Ramón, que lo miro desconcertado, y ante mí no menos chocante asombro desabrocho su bragueta sacando fuera la empinada tranca del señor, empezando a chuparla metiéndosela toda entera en la boca.
Los felinos ojos negros de Lina miraban complacidos como Mamadou se degradaba y rebajaba cumpliendo sus perversos deseos.
Lina chupo elegantemente de su cigarrita y al mismo tiempo de que exhalaba el humo entre sus granas labios, esparcía divertida con un ligero movimiento de uno de sus delgaditos dedos coronado de un pequeño pero valioso aro emplazado entre el nudillo y la larga uña, el residuo en el interior de su particular cenicero humano.
- ¿Lo ve Remedios?........ ¿Ve como deben de rogarse los favores?. ¡Así!. ¡Suplicando con docilidad y humildad!. ¡Jajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Vamos!.¡Sirvienta!. Recalco. ¡Inténtelo de nuevo!.
Quedé paralizada sin saber que hacer ni que decir. Lina entrecerró maliciosamente sus bellos ojos coronados de largas y onduladas pestañas, aspiro su cigarrita y lanzo una nueva bocanada de humo al aire.
- ¡Vengaaa!. ¿A que espera estúpida?. Dijo Lina interrogando con melosa voz pero con aires imperativos.
- ¡Aaaiiiig!. ¡Así!. ¡Así!. ¡Negro!. ¡Cómeme la polla!. ¡Hijo de puta!!!!!. Mi marido seguía lamiendo la dura tranca del Marqués que gemía y suspiraba de placer.
- ¡Oh my god!. ¡Jajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!. O seaaaaa, cariñooooo……..que interesante te pones cuando te muestras duro e insolente con el servicio. Animo la Marquesita a su perro esposo.
- Vera, Excelentísima Marquesa. Atribulada empecé a contar de nuevo la lamentable historia de mi hijo.
- ¡Así!. ¡Noooo!!!!!. ¡Subnormal!!!!!!. Vocifero con rabia la bella aristócrata.
Me ruboricé sobreviniéndome un agobiante sofoco junto a unas fuertes ganas de lloriquear, mientras unos angustiosos temblores invadían todo mi cuerpo.
- ¿Es que eres imbécil?. ¡Filipina de mierda!. ¡Paf!. .¡Paf!. Dos bofetones sacudieron mis mejillas.
Comprendí que Lina esperaba mi humillación como antes había hecho mi esposo. Pensé en mi hijo y me puse de rodillas ante Ella, empezando a abrillantar con mi saliva el fino cuero de sus soberbias y relucientes botas.
La Marquesa piso con la suela mis labios forzándome a limpiársela con la lengua. A mis oídos llegaban los intensos gemidos de gozo de Don Ramón.
Despatarrándose, Lina se subió hasta la cintura la diminuta falda de cuero que justo cubría con ella sus morenazas y hermosas nalgas. La obscena y libidinosa Marquesita no llevaba bragas, su rasurado clítoris quedo expuesto a mi vista.
- ¡Ven aquí mucama inútil!. Tirando fuerte de mis pelos, recogidos bajo la blanca cofia de mi uniforme, me obligo a pegar mis labios a su coño. ¡Cómeme el coñito!. ¡Perra filipina!. Grito restregándome con furia mi cabeza contra su mojado sexo.
Empecé a succionarle con mis labios su caliente y abultado clítoris, Ella apretaba fuerte mi cocorote hacia él.
Reposo entonces un pie encima de mi espalda clavando en mi carne uno de sus afilados tacos.
- ¡Chupa!. ¡Chupa!. ¡A ver si ahora me convences!. ¡Perra!!!!!. ¡Jajajajajajajaja!!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!. Puse todo mi empeño en darle el máximo de gusto.
Lina se retorcía y jadeaba de placer, la bese con apego y recorrí con la lengua sus depiladas ingles, metí toda mi lengua hasta el fondo de su coño y chupe luego el botoncito de su sonrosado clítoris.
Otra vez, como cuando masajee y bese sus sedosos y perfectos pies en la bañera, sentí una agradable sensación de placer que recorría toda mi espina dorsal. Una diabólica sensación que inundaba mi sexo. De pronto intente apartarla de mi mente, pero no pude y en silenció me corri, me corri chupando el coñito de la hermosa y cruel Marquesita.
- ¡Uauuuu!. ¡Uauuauuuauu!. ¡Megaguay!!!!. ¡Perra!!!!. ¡Así!. ¡Asííííí!!! ¡Súper, súper divinoooo!!!!. Gritaba y aullaba la linda señorita de Obregón, corriéndose casi al mismo tiempo que lo hacia Don Ramón. He de reconocer, en honor a la verdad, que no me desagradó el saladito sabor de sus jugos vaginales.
- ¡Abre bien tu asquerosa boca!. ¡Mucama!. ¡Si es que aun deseas que te preste mi pasta!. ¡Jajajajajajaja!!. ¡Jajajajajajajaja!!!. Cuando Lina se hubo extasiado me obligo a que abriera más mi boca y orino en su interior. Don Ramón vació su espeso semen en la boca de mi esposo.
- ¡Ni se te ocurra escupir o tragar la leche!. ¡Negro de mierda!. Grito arrogante la amoral Marquesita.
- ¡Y tuuuuu!. ¡Sierva retrasadaaaa!. ¡Aguanta mis meados en tu boca!. Añadió tremendamente exaltada.
- ¡O seaaaa……!. ¡Jajajajajajajajaj!!. ¡Daros ahora el pico!. Ordeno Lina maliciosamente sonriendo. ¿No sois matrimoniooooooo?. Añadió con rin tin tin. ¡Vamooossss!!!!!. ¡Quiero ver como os morreais!. Mamadou y yo permanecíamos aun de rodillas ante los opulentos y déspotas señores. Nuestras miradas se entrecruzaron indecisas y desconcertadas.
- ¿A que esperáis, perrooooos repugnantes para complacerme?. Mamadou acerco sus labios a los míos y me beso con lengua, dejando en mi boca el agrio sabor del semen de Don Ramón y yo en la suya el ácido y saladito gusto de la orina y de los jugos vaginales de la encantadora señorita de Obregón.
- ¡Jajajajajajaja!. ¡Jajajajajajaja!. ¡O sea………., Ramón……ahora nuestros jugos están unidos!. Dijo carialegre sonriendo la obscena Marquesita.
- ¡Súper, súper, súper!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¿Qué te parece Ramón?. ¿Les damos crédito?. Pregunto Lina a su viejote marido haciéndose la remolona.
Mi corazón palpitaba agitadamente nerviosa esperando su preciada benevolencia. Mientras Ella se mostraba picara y traviesa, alargando adrede su decisión simplemente para divertirse con nuestro abatimiento y desconsuelo.
- ¡Como a Usted le plazca Señorita Lina!. ¡Ya sabe que sus deseos son órdenes para mí!. Contesto dócil y sumiso Don Ramón.
- ¡Forever, forever!!!. O seaaaa……., hoy me siento especialmente generosa y sobradamente caritativa. ¡Algo raro en mí…!. ¿No os parece?. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. ¡Ummmmm!. Creo que me estoy ablandando. Expreso frívola con boquita de piñón la maquiavélica aristócrata.
- Tal vez……… os conceda el dinero que precisáis,………… y sin que lo tengáis que devolver. ¿Verdad que soy buenaaaaaaaa?. Interrogo Lina otra vez remolona, haciéndose la inocente ingenua.
Cuarenta mil euros no son absolutamente nada para los multimillonarios señores. Un simple regalo de Don Ramón a su joven y bella esposa suele costar mucho mas dinero que el que nos iba a prestar, pensé.
- Peroooooo…….Continuó melosa y cándida. A cambió tendréis que realizar un pequeño trabajito para mí. Añadió picara y sonriente.
- ¡Ramón!!!!!. Ordeno imperativa la Marquesita. ¡Aléjate y llévate contigo a esta nauseabunda minusválida!. Dijo con cara asqueada al referirse a Doña Florentina. ¡Tengo que hablar en privado con estos dos imbéciles!. Añadió altiva la joven Lina.
- ¡Veréis se trata de……………………..!.
- ¡Gracias!. ¡Excelentísima!. Correspondió lanzado mi esposo antes de retirarnos, a la vez que pegaba un beso en la puntera de sus soberbias botas.
- ¡No pienso hacerloooo!. ¡Mamadou!. Dije enérgica a mi marido una vez ya a solas. ¡Esta zorra esta cada día mas alocada!. ¡Doña Florentina siempre se porto magnifica conmigo y por supuesto contigo, y no digamos con Alberto!. Para mí ha sido y es como una madre. Hable osada y resuelta a mi corrompido esposo.
- ¡No puedo de ninguna manera cometer esta atrocidad!. Añadí. ¡Además!. ¡Soy una firme creyente cristiana y es para mi un horrible pecado lo que pretende que hagamos esta hija de puta!. ¿Entiendes?.
- ¿Creyenteeeeee?. ¡Jajajajajajajajaja!. ¿Para que le ha servido a la vieja ser una devota cristiana?. ¡Para nada!!!!!. ¡Para acabar siendo escoria y desecho humano!. Grito airado Mamadou.
- ¡Remedios!!!!. ¡Ahora la Marquesa de Obregón es la Señorita Lina y le debemos respeto, obediencia y fidelidad!. Me reprendió luego mi marido.
- ¡Claroooo!!!!...... ¡Ya vi tu respeto y fidelidad hacia Ella!. Arrojándote como un vil y rastrero gusano a sus pies, besando y chupando con pasión e idolatría sus botas. ¡Eres un ser despreciable!. ¡Mamadou!. ¡Desde que este puton llego a la mansión ni te reconozco!. Le dije enojada pero sin contarle la agradable sensación que me produjo adorarle el coñito. Una sensación de agradable cosquilleo y dicha que por otra parte me hace sentir inmensamente desgraciada y culpable de traición a mis sentimientos de cariño y lealtad a la desdichada Doña Florentina.
- ¿Otra vez con tus paranoias?. Contesto enfurecido Mamadou. ¡Pues gracias a mi humillación quizás nos conceda el dinero!. ¡Sí es que tu ahora no lo hechas todo a perder!. ¡Ingenua!.
Contuve mi ira y calle. Quizás Mamadou tuviera razón, en aquellos momentos lo mas importante era sacar a mi hijo del bache en que se encontraba.
Pero no podía apartar de mi mente el alto precio que nos pretendía hacer pagar aquella pecadora joven con su siniestra propuesta. De día y de noche me torturaba el pensamiento. Como podía alguien ser tan inmensamente malvado y tener la conciencia tranquila sabiendo el tremendo daño que causaba.
Los señores daban aquella noche una pomposa cena de gala a un invitado algo especial. Alexei, un rico magnate ruso con el que mantienen importantes y especulativos negocios.
Hacia media tarde llego a la mansión una peluquera maquilladora. Antes de celebrar cualquier advenimiento era costumbre de la nueva Marquesa hacerse peinar y maquillar en palacio por una profesional, no teniendo Ella que incomodarse ni rebajarse desplazándose a ningún lugar.
Sobre las diez de la noche un largo y lujoso automóvil oscuro entro en el recinto del palacio de los Obregón, en su interior viajaba el chulapo magnate ruso escoltado por un forzudo guardaespaldas.
Alexei era un hombre alto, apuesto, rubio, de ojos azulados y con aires de playboy que no sobrepasaba los cuarenta años. Vestía elegante con traje oscuro hecho a medida.
Los dogos acudieron de inmediato a husmear, pero no ladrar, al nuevo atractivo visitante.
Con estos dos temibles perros, sin duda los Marqueses de Obregón están de sobras protegidos, aunque muchas veces merodean por el palacio las Falanges Negras.
Don Ramón, también trajeado y compuesto, aguardaba a su gallardo invitado en la carpa instalada justo al lado de la piscina donde se debía de celebrar aquella suntuosa cena de gala.
Implacablemente uniformada asistía yo a la joven Marquesita en los ceremoniosos preparativos que realizaba la engreída Dama para emperifollarse y engalanarse con un llamativo y sexy atavió, consistente en un vestido de encaje negro, asimétrico y de una sola pieza, largo hasta el suelo arrastrando una larga y vaporosa cola.
Una impresionante raja lateral hasta la cadera dejaba al descubierto todo el esplendor de una de sus morenazas y modeladas piernas. Una sugerente raja que separaba escasos centímetros de otra no menos escandalosa fisura que se abría entre los dos hermosos y torneados pechos, alargándose triangulada hasta justo encima del clítoris de la atractiva y provocadora Marquesita, dejando contemplar un evocador ombligo adornado con un largo piercing de pendiente.
Una rígida y traslucida pieza de encaje en forma de corazón y bordada de simetrías medio cubría los electrizados pezoncitos de la señorita de Obregón, mostrando desnudo todo el potencial de su atractivo pectoral así como de la perfecta y morenaza piel de su vistosa espalda que Lina exhibía totalmente desnuda hasta sus sugestivas nalgas, donde el llamativo vestido acababa justo donde empieza la rabadilla de su lindo culito visionando en él el aterrador tatto del águila imperial amarrando con sus garras una cruz gamada.
Rodeaba su fina cintura resaltando sobre el negro color del atractivo vestido y de la bronceada piel de la Marquesita una gruesa cadena de oro, algo ladeada hacia un costado, donde colgaba blasfemamente una cruz de oro y brillantes.
Lina calzaba para la ocasión, a juego con su vaporoso vestido de encaje negro, unas impresionantes sandalias de taco dorado y extremadamente fino de quince centímetros de alto, sujetadas a los pies con una estrecha tira de cuero negro justo encima de los dedos que mostraba esplendidos con un esmalte de uñas negro salpicado de polvo dorado al igual que las largas uñas de sus manos.
Otra pequeña correa con hebilla dorada sujetaba las sandalias a los sutiles tobillos de la veleidosa joven, dejando a la vista la escalofriante calavera tatuada en uno de ellos y rodeada por la fina pulsera a juego con el valioso anillo de brillantes que Lina luce sugerente en un dedito de sus pies desde aquella singular boda con el vicioso Don Ramón.
- ¡Maravillosa!. ¡Bellísimaaaaaaa!. ¡Encantadoraaaaaaa!. Expreso entusiasmado Alexei besando cortésmente la enjoyada mano de la Marquesita que sonreía satisfecha ante tales halagos por parte de su atractivo invitado.
También Don Ramón asistía complacido a los piropos que el elegante ruso propinaba a su linda y joven esposa.
- ¡Por favor!. ¡Excelencia!. Rogó desplazando la silla el apuesto magnate, insinuando con refinada educación a la Señorita de Obregón que tomará asiento en ella, cosa que Lina acepto con una seductora risita en sus irresistibles labios maquillados de rojo oscuro brillante, dando en ellos una bonita sensación de volumen y brillo.
- ¡Gracias Caballero!. Hablo la Marquesa a su galante con dulzona y glamorosa voz.
Las enguantadas manos de Mamadou retiraban la silla al Marques, apresurándose una vez el señor tomo asiento en hacer lo mismo con el presuntuoso invitado.
- ¡Está Usted radiante!....... ¡Deslumbrante!........ Continuó Alexei cumplimentando a la Señorita de Obregón que se mostraba impúdica e insinuante en autentica sintonía con su bello adulador.
Serví discretamente la cena procurando no incomodar a los Marqueses y a su refinado invitado, tal y como Su Excelencia, la señorita de Obregón, desea que cumpla con mi trabajo; silenciosa, reservada y en todo momento dócil y servil.
La opulenta e inflexible Marquesita nos exige que pasemos totalmente desapercibidos en nuestro cometido, sin que se note para nada nuestra presencia. No debemos toser, ni bostezar, ni por supuesto estornudar. Lina es tan severa que ni siquiera tolera que se note nuestra respiración ante Ella.
Mamadou asistía estoicamente uniformado de mayordomo a los señores, procurando que sus copas de champagne no quedaran en ningún momento vacías.
La conversación entre ellos giro durante un largo rato entorno a sus pujantes y nada escrupulosos negocios.
- Señora de Obregón, es usted un lince para las transacciones. Hablaba el magnate ruso entre sorbo y sorbo de dorado champagne, mientras la Dama en cuestión escuchaba atenta y sonriente sus exquisitas alabanzas.
- Lina posee un exclusivo olfato y tacto para profetizar arriesgados, pero lucrativos negocios. Intervino Don Ramón elogiando esplendorosamente a su esposa que asistía risueña y enorgullecida a las alabanzas de sus fervientes admiradores.
- ¡Osada!. ¡Intrépida!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. Exclamo Alexei.
Según hablaban los pudientes Marqueses y el arrogante multimillonario ruso, los poderosos tentáculos del Banco de Obregón, dirigido con férrea y tenaz disciplina por un reputado e influyente Don Ramón, controlado y dominado en todo momento por la pérfida Marquesita que se ha catapultado vertiginosamente a la cúpula de la entidad financiera revelándose ahora Lina como una eficaz y enérgica consejera y ejecutiva, haciéndose imprescindible en cualquier transacción que el Banco realiza, financiando y estimulando a través de agentes preparados para ello conflictos bélicos en países tercermundistas con el mero propósito de lucrarse con la venta de armas o de controlar en ellos recursos naturales y energéticos a través de algunas de sus prosperas corporaciones.
- ¡Brindo por el poderoso consorcio que su Banco y mis influyentes empresas acaban de sellar!. Manifestó entusiasmado Alexei alzando su larga copa y resonando su fino cristal con la de la bella Lina y del calzonazos de su marido.
- ¡Qué sensacional ingenio tubo señorita de Obregón!. Manifestó el apuesto ruso.
- ¡Oh my God!!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. Contesto Lina sonriendo mostrándose holgadamente satisfecha y rebosante.
Al parecer el preponderante Banco de Obregón junto al conglomerado de empresas que posee el magnate ruso habían monopolizado, a sugerencia de la agresiva y capciosa Marquesita, la casi totalidad de la producción mundial de cereales, con el perverso propósito de que la escasez de esta esencial materia básica hiciese aumentar desorbitadamente su preció y así especular lucrativamente con este necesitado alimento, consiguiendo con ello grandes sumas de capital a costa de sumir en el hambre y la miseria a millones de seres que no podían acceder a su sustento fundamental y casi único.
Lina reía exuberante mostrando eufórica toda su esplendorosa belleza. Su larga y ondulada melena azabache, asimétricamente peinada hacia el costado izquierdo de su hermosa cara, dejaba vislumbrar tan solo una de sus orejas atestada en todo su borde de pequeños pircings y de donde colgaba un largo y brillante pendiente que descansaba sobre su sedoso y reluciente hombro de piel morena.
Los oscuros y felinos ojos de la Marquesita, formidablemente maquillados con unos deslumbrantes tonos áureos violáceos, resplandecían bajo unas largas y sinuosas pestañas entrecerrándose incitantes cuando la señorita de Obregón, obscenamente ante su fiel marido, lanzaba provocadores besitos al chulazo ruso.
- ¡Que deliciosos y exquisito manjar!. Expreso el rubio guapearas. ¿Lo ha cocinado su sirvienta?.
- ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Que ingenuo es usted!. ¡Alexei!. O seaaaa. ¿Acaso cree que una asquerosa rata filipina es capaz de cocinar tan apetitosa exquisitez?. Dijo Lina traviesa y picara humillándome ante Don Ramón y de su atractivo invitado.
- ¡Des de luego que no!!!!!. ¡Jajajajajajajaja!. Contesto decidido el rico magnate besando ahora apasionado la lujuriosa mano a la Señorita de Obregón.
Don Ramón asistía animado copa en mano a la fútil conversación que los dos bellos jóvenes mantenían, sin ninguna intención de desagravio hacia mí, a pesar de que durante años he cocinado multitud de veces para él y para su sufrida ex mujer sin queja alguna por su parte.
Al término de la opulenta cena, Mamadou permanecía firme, especialmente atento y vigilante a los designios de la joven aristócrata. Ella reía y se divertía alegremente, sobre todo con el galante millonario ruso que no cejaba de extasiarse con su despampanante hermosura.
Un sutil y leve gesto con el índice de una de sus enjoyadas manos, donde la Marquesita luce un grueso anillo de oro con una enorme y destellante piedra, la pérfida joven ordeno frívolamente a su mayordomo que debíamos pasar a la acción, si es que ansiábamos que la suntuosa y adinerada Marquesita financiara la deuda de nuestro hijo Alberto.
Antes de retirarse, Mamadou lleno las largas y cristalinas copas de los señores con burbujeante y fresco champagne. Luego desapareció en la oscuridad dirigiéndose hacia el interior del palacete.
(Continuará)