El infierno de Doña Florentina
El fantasioso relato que sigue a continuación es la historia de un viejo aristócrata millonario que despierta, de la mano de una pérfida joven, el lado más oscuro de una latente e innata atracción al fascinante y depravado mundo de la sumisión y dominación femenina sin límites.
El infierno de Doña Florentina
Introducción
El fantasioso relato que sigue a continuación es la historia de un viejo aristócrata millonario que despierta, de la mano de una pérfida joven, el lado más oscuro de una latente e innata atracción al fascinante y depravado mundo de la sumisión y dominación femenina sin límites.
Advertencia: Este relato contiene altas dosis de violencia física y verbal. Las escenas que en el se relatan pueden herir sensibilidades y para nada son compartidas o aplaudidas por el autor que manifiesta el mas sincero respeto hacia todas las ideologías, razas, creencias y tendencias sexuales. Limitándose a describir unas imaginarias secuencias que el lector debe aceptar e interpretar como autenticas entelequias. Como dijo una vez alguien, en la imaginación no sufre nadie.
Rechazando y condenando en la vida real cualquier tipo de violencia e imposición, venga de donde venga.
Este serial consta de ocho capítulos y ha contado con la inestimable colaboración de Oscar Christian y de Divina Diosa Diana quien ha decretado el espeluznante final de esta macabra historia.
El infierno de Doña Florentina (1)
Hace aproximadamente unos treinta y tres años, huyendo de la miseria que asola mi país debido a las duras condiciones sociales y político represivas que en él imperan, llegue a España procedente de las Filipinas en busca de unas mejores oportunidades de vida que allí no tenía ni podía tener jamás.
A causa de nuestra docilidad y obediencia, las filipinas gozamos de gran prestigio entre las acaudaladas señoras y acomodados aristócratas que buscan un eficiente personal de servicio.
Al poco tiempo encontré trabajo como criada, o asistenta como gustaba llamar a la señora, en la mansión de los Marqueses de Obregón. Excelentes personas, dulces, amables y de muy buen corazón.
El matrimonio, que no pudo tener hijos, me acogió divinamente bien y a pesar del trabajo encontré en ellos el calor y cariño de una familia que añoraba.
Aquí viví los mejores años de mi vida. Conocí a Mamadou, jardinero y chofer de los marqueses. Un hombre alto y corpulento de origen guineano que todo lo que tenia de grandote, lo tenia de inocente bondad.
Poco tiempo después Mamadou se convirtió en mi marido, tuvimos un estupendo hijo, Alberto, que gracias a la generosidad y caridad de los señores marqueses curso estudios de arquitectura y ahora vive y trabaja en los Estados Unidos.
El marqués, Don Ramón de Obregón y Olea Sanabria, aun que ya ronda los ochenta es un hombre apuesto, elegante y de buena apariencia, que para nada aparenta realmente la edad que tiene.
Pese a su longeva edad, el señor, mantiene una más que envidiable forma física y vigorosa, cada día hace unas diez piscinas y practica de vez en cuando con sus amistades unos saques al padel. Además, Don Ramón posee una extraordinaria capacidad mental, acude a diario a la oficina central del Banco de Obregón del cual es su mayor accionista y propietario.
Allí, el marqués, controla algunas transacciones e inversiones que su Banco realiza en empresas y negocios varios, tanto nacionales como en el extranjero, siendo la entidad financiera un importante activo para la economía del país y reportando enormes beneficios a su propietario.
Por el contrario su esposa, Doña Florentina, padece desde hace algún tiempo una terrible enfermedad degenerativa que ha mermado considerablemente sus facultades motrices y ha reducido sus capacidades sensoriales, perdiendo así el control sobre los esfínteres y teniendo que permanecer gran parte del tiempo postrada en una silla de ruedas.
Lentamente la enfermedad ha imposibilitado a la marquesa articular palabra alguna. Pese a ello, la señora, mantiene intactas sus facultades mentales.
Don Ramón se desvivía en atenciones hacia su querida esposa y para facilitar su asistencia contrato a Maria, una excelente profesional que cuidaba de ella a la perfección durante casi todo el día.
Maria era una mujer alegre, dulce, cariñosa y dispuesta a ayudar y colaborar en todo. Con ella me llevaba divinamente bien, las dos nos compenetrábamos como si fuéramos la misma persona.
Tuvo que marchar lejos por razones familiares. Sentí muchísimo su partida y lloré. Lloré amargamente como si de una hermana se tratará, fue una perdida irreparable para mí, pero sobre todo para Doña Florentina.
El marqués contrato entonces a una sustituta, una chica joven e inexperta y con muy poca paciencia para tratar con enfermos y ancianos como la señora.
- ¡Remedios!. ¡Remedios!. Me llamo el señor entusiasmado.
- Le presento a Lina. La nueva asistenta de la señora.
- ¡Lina!. O sea, tiaaaa. ¡Lina González!. Añadió ella largándome su mano con una fingida sonrisa de chica simpática y petulante.
Note una sedosa mano de finos dedos terminados en largas uñas francesas impecablemente ornamentadas. Unas manos poco habituadas al trabajo me dije a mi misma.
Lucia la muchacha en ellas una refinada cadenita dorada que se alargaba desde una ancha pulsera metálica hasta un anillo encajado entre el nudillo y la uña del dedo corazón, otro grueso anillo adornaba su pulgar y aun uno de más grande en el índice de la mano derecha. En el meñique de la otra mano, Lina ostentaba otra gruesa sortija.
- ¡Vaya!. Pensé yo. ¡Esta lo mismo se cree que va de fiesta!.
La muchacha llevaba su negra melena recogida en un bonito e informal moño, dejando al descubierto sus perfectas orejas en la parte superior de una de las cuales, incrustados en el helix, luce un sin fin de pequeños piercings y colgando de ellas unos grandes pendientes de aro resaltando sobre los pronunciados y tórridos pómulos de su redondita cara, de donde sobresale una perfecta y redondita nariz.
Enmarcando sus negros felinos ojos, perfectamente maquillados, la muchacha exhibía unas finas y depiladas cejas. Como igual de implacablemente pintados y perfilados llevaba sus sensuales labios, encima de los cuales brilla un pequeño piercing colocado asimétricamente hacia el lado izquierdo de su boca, dando así a la joven un toque algo pícara y diablilla.
Lina llevaba puestos unos ceñidos mini shorts que resaltaban enormemente sus armoniosos y respingones glúteos de carnes prietas, que aun que no muy rellenos, presentaba apetitosos moviendo su culito y fina cintura al compás de los firmes pasos de unos vertiginosos zapatos de puntera redondeada y de al menos cuatro centímetros de plataforma y con un fino tacón aguja de dieciséis de alto que estilizaba enormemente su esplendida y delgada figura, luciendo radiantes sus sutiles y morenazas piernas.
Don Ramón no sacaba ojo del insinuante escote con que presumía la guapa y provocadora Lina, cosa que no paso para nada desapercibido a la ambiciosa joven que se esforzaba en exhibir toda su esplendorosa coquetería lanzando insinuantes gestos al ingenuo marqués. Dejando que este, memo y embobado, alegrará la vista vislumbrando debajo de una casi transparente blusa blanca un diminuto sujetador de encaje negro que aprisionaba y resaltaba unos redonditos y voluminosos pechos, marcando en ellos unos duros y erectos pezoncitos.
La primera impresión que me produjo la muchacha fue de un desagrado absoluto. Masticaba groseramente un chicle hinchando de vez en cuando una pompa hasta hacerla estallar, dando la sensación de ser una pija malcriada y consentida, o una sinvergüenza descarada e insolente. Pero Don Ramón parecía haberse encaprichado perdidamente con ella.
Lina se instalo en la habitación contigua a la de los señores por si hacia falta su atención durante la noche. El habitáculo, mucho más espacioso y acogedor que el de Mamadou y mío que se halla en la planta baja, cuenta incluso con un gran baño completo.
Mi marido tuvo que cargar con todo el equipaje de la nueva asistenta, que más bien parecía que iba de vacaciones que a trabajar, considerando las muchas y pesadas maletas que la joven traía.
- ¡Pum!. Pum!. ¡Pum!. ¡Lina!.......¡Liiinaaa!!!!!. Llame con insistencia golpeando fuerte la puerta de su habitación.
- ¡Que pasaaaaa!!!!!. ¡Tiaaaaa!!!. Respondió con la voz algo ronca confirmando mi presentimiento de que acababa de despertar en aquel mismo instante.
- ¡Linaaaa!. ¡Es hora de que te levantes de la cama!. Grite algo molesta al ser su primer día de trabajo y mostrarse tan informal e irresponsable.
- ¡Son las diez y media!. ¡La señora hace rato que esta despierta esperando que la asees y le sirvas el desayuno!. Dije gritando visiblemente enojada.
- ¡Ya vaaaa!. ¡Ya vaaaaa!!!!. Contesto ella con bastante mala uva.
La joven tardo unos interminables quince minutos en presentarse a la cocina para recoger el desayuno de Doña Florentina. Aun antes de subir a la habitación de los marqueses para servírselo, quiso ella almorzar tranquilamente y fumarse un pitillo, cosa que el señor tenía absolutamente prohibido en el interior de la mansión y norma que ella descaradamente toreo.
- ¡Remediooos!. ¡Remediooooosssss!!!!. Me llamo la chica al poco rato de subir a las estancias de los señores.
- ¿Que ocurre?.
- ¡La vieja esta en el váter y hay que limpiarle el culooooo!.
- ¡Yyyyyy……..!. Contesté airada y molesta por su impertinente mala educación.
- ¡Pues tendrás que hacerlo tú!........ ¡A mí me da súper repugnancia!. Dijo ella con total desfachatez.
Limpie el culo a la marquesa por razones de humanidad y aprecio. ¡Pero como era posible tal frescura por parte de la que era ahora su cuidadora!.
Lina llevo luego a la señora a pasear en silla de ruedas por el espacioso y enorme jardín que rodea la mansión.
Un jardín repleto de grandes árboles, alguna que otra palmera y parterres sembrados de césped y flores de múltiples colores que mi marido se encarga de cuidar. El vergel esta adornado con varias fuentes ornamentales al estilo modernista, con agua circulando constantemente por ellas y algunas imágenes de santos y vírgenes de las cuales son, o eran, los marqueses unos fervientes devotos.
- ¡Don Ramón!. Hable al marqués cuando aquella misma tarde llego a la mansión. Esta chica no sirve ni tiene tacto para tratar a la señora. Fíjese que ha ocurrido hoy………y le conté la insolencia de la nueva asistenta.
- Tenga pacienciaaaa. Remediooooos. Tenga pacienciaaaa. ¡Por Dioooos!. La chica es inexperta y ya ira adaptándose a ello.
- ¿Tu crees?.¿Mamadou?. ¿Lo descarada e irresponsable que es esta mojigata?. ¡Y encima Don Ramón no le da ninguna reprimenda!.
- ¡Remediooooos!. Creo que esta chica no te cae demasiado bien e intentas encontrar todos los defectos posibles en ella. ¿No es así?. Me dijo mi marido regañándome cuando le conté lo sucedido.
Los días pasaban y lo cierto es que entre Lina y yo se palpaba una cierta antipatía mutua desde aquel primer momento en que la joven puso los pies en la mansión.
Con ella debíamos combinar los festivos y fines de semana que librábamos cada cual para no dejar a Doña Florentina sin los cuidados adecuados.
Cuando era ella la que se quedaba a solas con la señora, al volver al palacete, siempre la encontraba más triste y pesarosa que de costumbre. Con evidencias claras de haber llorado, hasta el punto que note en la marquesa un verdadero pánico y temor a quedarse a solas con Lina, sin comprender en aquellos momentos cual era el verdadero motivo de tal reacción, hasta que cierto día…….
- ¡Es súper horrible!. O seaaaa….. ¡Que fuerte!. ¡Vieja!. ¿No crees que para vivir así, siendo una carga inservible para los demás vale mas estar muerta?. ¡Jajajajajajajajaja!!!!!. ¡Los parásitos inútiles e ineptos como tú tendrían que ser exterminados de inmediato!. ¡Jajajajajajajajaja!!!.
Al pasar frente la puerta de la habitación de los marqueses oí como Lina se ensañaba torturando sicológicamente a la pobre señora con horribles, crueles e hirientes palabras que por supuesto no podía ella de ningún modo replicar.
- ¡Vergüenza tendría que darte que tengan que limpiarte el culo!. ¡Inútil!. ¡Eres inútil hasta para eso!. ¡Jajajajajajajaja!!!.
- ¡Oooooh!. La viejecita esta llorandoooooo. ¡Pobreciiiítaaaa!. ¡Qué penaaaaaaaa!!!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. Se burlaba Lina con remolona voz jactándose aun más del dolor que causaba a la marquesa con su viperina lengua.
Aquellas palabras me horrorizaron y me hicieron estremecer por lo duras y extremadamente crueles que sonaban. Que caramba pretendía aquella insensata dañando y humillando de tal manera a la pobre señora.
- ¡Mira Mamadou!. ¡No puedo callar mas!. ¡Voy y se lo cuento todo al marqués!.
- ¡Remedioooos!. ¡No te precipites!. A lo mejor no se lo decía a la señora. ¡Vaya!. No me parece que esta chica sea tan mala como dices. ¡De verdad!.
- ¡Pero como puedes decir eso!. ¡Mamadou!. ¡Después de lo que oído!. Le dije contundentemente a mi marido.
- ¡Creo que das demasiada importancia a cosas que quizás ni la tienen!. ¡El mismo Don Ramón ni te hace puñetero caso!. Me contesto él.
¡Que diablos estaba ocurriendo!. ¡Nadie!. Ni mi propio marido me creía. Parecía que tanto el marqués como mi esposo estaban completamente embrujados o más bien atontados con la impúdica y voluptuosa joven.
Lina descaradamente exhibía todo su glamoroso potencial erótico deambulando por la mansión vestida con tan solo un diminuto batín de lame negro, dejando completamente al descubierto sus esplendorosas y firmes piernas realzadas por unas altísimas zapatillas de finísimo taco dorado. La chica parecía más bien una femme fatal o una puta de lujo, que una asistenta.
- ¡Aaaaah!!!!. ¡Que peeeeeste!!!!. ¡Te has cagadooo!!!!!. ¿Verdad?. ¡Marrana!!!!!. ¡O sea, repugnante!!!!!. Grito con cara asqueada la joven Lina una mañana que Don Ramón había ya partido hacia la oficina.
- ¡Paf!!!!!. ¡Paf!!!!!!.
- ¡Peroooo!!!!!!............ ¡Qué haces!!!!!. ¿Estas locaaaa?. Grite sorprendida y atónita ante la histérica reacción que tuvo Lina propinando un par de fuertes bofetones a Doña Florentina.
- ¡Será súper guarraaaa…. esta asquerosa vieja!. Chillo la desalmada joven ante la señora sin reparo ni respeto alguno, entrecerrando maliciosamente sus felinos ojos y exhibiendo una estremecedora expresión de ira en su perversa cara.
- ¡Pero Lina!. ¡Te está oyendo!. ¿No sabes que Doña Florentina lo entiende todo a la perfección?. Le susurre al oído.
- ¡Yo flaipoooo tiaaa!. ¡Y a mí qué coño me importa que este vejestorio inválido oiga lo que pienso de ella!. Contesto descarada e intencionadamente en voz alta para que la señora la oyera.
De pronto los ojos de la marquesa se inundaron de lágrimas resbalando algunas de ellas por sus arrugadas mejillas.
- ¿Ves lo que has conseguido?. ¡Sinvergüenza!. Me dio mucha rabia el cruel trato que Lina aplico a la pobre señora.
- ¡Anda!. ¡Vamos a cambiarla!. Dije entonces autoritaria.
- ¿Cambiarla?.¡Jajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. ¡No pienso oler ni tocar la mal oliente mierda de esta cerda lisiada!. Contesto ella con desfachatez y desparpajo total.
- ¡Pero Lina!. ¡Por Dios!. ¡No ves que se va a llagar!.
- ¡Jajajajajajajaja!. ¡Peor para ella!. ¡Tiaaaa!. ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Merece un castigo!. ¿Noooo?. Hablo risueña con tono arrogante la deslenguada asistenta.
- ¡Por favor!. ¡Lina!. Cuando venga el señor nos hecha a las dos. Dije intentando hacerla recapacitar.
- ¡Ni se te ocurra tocarla!. ¡Estúpida!!!!!. Vocifero imperiosa y con semblante dominante la malvada joven.
No sabia que hacer. Al final, pasadas un par de horas, Lina me autorizo a limpiarla.
- ¡Al igual, no!. ¡Tiaaaa!. ¡O sea….., tú misma!. Mi refinada nariz no está concebida para oler la nauseabunda peste de este inútil vejestorio. Hablo pretenciosa la joven pija evidenciando en su lindo rostro unas muecas de asco y fastidio.
La señora tenía todos los excrementos escampados y pegados a la piel, un duro y desagradable trabajo que tuve que realizar sola, sin que ella ni tan siquiera se dignara a estar presente.
Estaba claro que Doña Florentina no podía contar lo ocurrido y a mi las dudas me comían el pensamiento.
Serví la cena a los señores como de costumbre a las ocho en punto. Lina, mostrando su habitual hipocresía, daba de comer a Doña Florentina con respeto y normalidad como si nada hubiera ocurrido.
- ¡Remedios!. ¡Venga ahora mismo a mi despacho!. Exigió autoritario Don Ramón una vez hube servido el café y recogido la mesa.
- ¡Pero que demonios le ocurre!. ¡Remedios!!!!!!. Hace algún tiempo que se comporta usted como una criatura. ¿Acaso tiene usted celos de Lina?.
- ¡Pero Don Ramón!.
- ¡Ni peros ni nada!. ¡Remedios!. Vocifero el marqués. ¡No tolero……. y no pienso tolerar de ninguna manera que siga usted por este camino!. ¡Deje ya de obsesionarse con la chica y ayúdele en su tarea!. ¡Entiende!!!!!.
- ¡Sí señor!. ¡Pe……!.
- ¡Espero que no ocurran mas incidentes como el de hoy!. Me corto tajante Don Ramón cuando de nuevo iba a dar mi versión de lo sucedido.
- ¡Puede retirarse!.
Eché a llorar como una loca. Jamás el marqués me había regañado y ni tan siquiera me dio la opción de comentar lo ocurrido.
Sollozando de rabia me encerré en mi habitación y se lo conté a mi marido.
- ¡Anda!. ¡Déjalo ya!. Ya te dije que no te metieras en asuntos que no son de nuestra incumbencia. Tiene razón Don Ramón, deja de obsesionarte con Lina. Ella es joven e inexperta y debe de aprender, y tú, tú quieres que sea todo muy rápido.
Me contesto Mamadou, y es que no tan solo Don Ramón esta obcecado con la hermosa e inmoral muchacha. Mi marido no le saca el ojo de encima y ella, la muy zorra, lo camela con sus graciosas sonrisitas y provocadores e indecorosos gestos.
- ¡Estas mas pendiente de ella que de mi!. Le dije enojada a mi esposo.
- ¡Eres una maniática!. ¡Remedios!. ¡Estas loca!. Me contesto él.
No pude aquella noche de ninguna manera conciliar el sueño. Me la pase llorando angustiada, y más aún escuchando hasta altas horas de la madrugada las fuertes risotadas de Lina y Don Ramón.
La felicidad que durante tantos años había gozado en la mansión de los Marqueses de Obregón se desvanecía por momentos, pero quien realmente sufría un verdadero infierno era Doña Florentina.
- ¡Buenos días!. ¡Remedios!. Me dijo burlona y carialegre la mala puta cuando a la mañana siguiente tropecé con ella en la salita.
Me mordí la lengua y aguante como pude mi ira, que demonios habría contado esta insolente desvergonzada a Don Ramón para que me reprendiera con aquellos modales.
El marqués siempre tan atento con su delicada esposa olvido comprarle un ramito de rosas en el aniversario de su boda, como venia siendo costumbre año tras año desde que mi memoria llegaba a alcanzar. Era la primera vez, la primera vez que se olvidaba Don Ramon de ello y ni tan siquiera se digno en dedicarle unas cariñosas palabras o una sonrisita de compromiso.
Su carácter alegre y jovial había cambiado radicalmente en pocos días. Ahora Don Ramón se le veía absorto, concentrado en sus pensamientos sin prestar atención a nada más que a la jactanciosa y coqueta asistenta.
Su naturaleza amable, bromista y benevolente, fue tornándose cada vez más grosera, distante y arrogante.
Doña Florentina estaba triste y afligida por el lamentable olvido de su querido esposo y sobre todo por el trato de abandono y menosprecio que recibió de su parte en aquel día tan señalado.
Pero al marqués no le paso por alto pocos días después el veinte dos aniversario de la joven y hermosa Lina. Aquel día llego con un magnifico y perfumado ramo de rosas rojas y una pequeña cajita que regalo a la despampanante muchacha.
- ¡Ooooh!!!!!!. ¡Muchas gracias Don Ramón!!!. Exclamo la joven graciosamente sorprendida abriendo sensualmente su boquita de perfilados labios carmesí y con una encantadora sonrisa se acerco a las mejillas del marqués para darle unos sonoros besos a ambos lados de la cara.
¡Pobre señora!. Pensé cuando vi el detalle, y es que Don Ramón estaba totalmente ofuscado y perdidamente encandilado tras la ambiciosa y atrayente muchacha.
Lina abrió ilusionada la cajetilla del interior de la cual emergió una fabulosa sortija de oro coronada con un grueso diamante.
- ¡Oh my Good!!!!…y…...¡Eeeesooooo….. !!!. ¿Para…. miiii….????. Clamo alegre y picara colocándose ya el lujoso anillo en su índice derecho. Acentuando así su carácter dominante y ambicioso.
Estirando la mano de largas uñas lacadas a juego con el maquillaje de sus eróticos labios, observo risueña y bribona, aun sorprendida, como de hermoso brillaba el diamante en su mano.
- ¿Me sienta bien?. ¿Me sienta bien en este dedo Don Ramón?. Pregunto luego melosa y juguetona al marqués que admiraba fascinado aquel bellazón de mujer que vestía como siempre, escandalosamente sexy, ataviada con una muy corta mini falda de cuero negro y una blusa que le caía por la espalda dejando al descubierto sus bronceados hombros y marcando pezones en la delantera. Estilizando su maravillosa figura, calzaba unas shoes negras de altísimo tacón aguja y pronunciada puntera.
- ¡Radiante!!!!!.Como no va sentar bien esta preciosa joya en unos deditos tan delicados y preciosos como los suyos. ¡Señorita Lina!. ¡Ha nacido Usted para ser colmada de lujos y lucir bonitas y ostentosas alhajas!. Dijo emocionado el marqués besándole devotamente la mano a la joven.
- ¡Megaguay!!!. ¡Jamás me habían hecho un regalo tan precioso! . Manifestó Ella con cursilería olfateando las perfumadas rosas con que Don Ramón le agasajo.
- ¡Un diamante es el mejor amigo de una linda y fascinante belleza como usted!. Añadió el marqués entusiasmado con Ella.
Cada vez que Lina entraba en escena cautivaba absolutamente la atención de Don Ramón, quedando el marqués absolutamente hechizado y deslumbrado por aquella preciosidad de muchacha con su mirada perdida tras la atractiva y provocadora joven, que sin duda se deleitaba seduciendo y captando todas sus atenciones con sugerentes bamboleos de su culito respingón.
- ¡Por favor señorita!. Tome asiento y desayune con nosotros. Invito el marqués a la esbelta joven en una dominical mañana en que yo libraba y era ella la encargada de cuidar a Doña Florentina.
- ¡Gracias!. ¡Don Ramón!. Contesto Lina graciosamente sentándose a la mesa cruzando sus desnudas piernas con una insinuante y lasciva sonrisa en sus granas labios, dejando balancear en uno de sus hermosos y bronceados pies su sugerente zapatilla.
Lina es una chica extremadamente vanidosa y presumida. Jamás sale de su habitación si antes no se ha aplicado toda clase de cosméticos para realzar y embellecer perfectamente su agraciada cara y se ha emperifollado y perfumado todo su fino y divino cuerpo con agradables fragancias.
- ¿Que le apetece tomar?. Pregunto el marqués.
- Quizás un zumo natural y unas tostaditas con mermelada.
- ¡Ya ha oído!. ¡Remedios!. ¡Sirva a mi invitada lo que desea!.
- ¡Pero Don Ramón!. ¡Tengo el día libre!. Exprese algo molesta por tener que ocuparme del desayuno de aquella cínica insolente.
- Todavía hay que terminar de atender a la señora, asearla i vestirla para acudir a la misa. Añadí.
Los Domingos y fiestas de guardar, Doña Florentina acostumbraba a asistir a misa acompañada de su estimado esposo, era una practica habitual que los señores marqueses venían realizando desde hacia muchos años. Como fieles devotos que eran, el domingo más cercano a su aniversario solían ofrecer una misa especial a Santa Ana, patronímica del día en que los señores marqueses contrajeron matrimonio.
- A eso quería referirme. ¡Remedios!. ¡Hoy se ocupará usted de la señora!.
- ¡Don Ramón!. Exclame. ¡Queríamos marchar a visitar a Maria!. Dije lamentándome algo exaltada.
- ¡Vamos!. ¡Remedios!. A visitar a Maria puede ir usted otro día.
- ¡Pero señor!!!!!. Grite entonces. ¡Hoy es el día de la misa de celebración de su aniversario de bodas y Doña Florentina espera con deleite este momento!.
Lina escuchaba risueña con una cigarrita encendida entre sus anillados dedos, recostada en su silla y moviendo graciosamente la zapatilla colgada de su pie.
- ¡Lastima!. Expreso el marqués. ¡No había pensaba en ello!. Agrego en tono sarcástico y desconsiderado.
- ¡Remedios!. ¡Acompañará usted a la señora a misa!. Dijo entonces ordenándomelo el muy caradura.
- Hoy los comercios son abiertos, Lina y yo habíamos planeado ir de shopping. Añadió Don Ramón como queriéndose excusar.
- Se va a llevar la señora un desagradable disgusto. Dije resuelta.
- ¡Por favor!. ¡Remedios!. ¡Sirva ya el desayuno a la señorita y déjese de moralismos!. Me hablo el marqués en un tono exigente que me hizo sentir algo humillada ante aquella astuta pécora que me observaba burlona y carialegre.
Así tuve que joderme, y obedeciendo como la dócil sirvienta filipina que soy, aplacé mi visita a Maria. Con mala gana fui a la cocina a preparar el desayuno a la joven. Al volver Don Ramón y Lina conversaban muy animadamente.
- ¡Aquí tienes tu desayuno!. Dije en tono agrio y malhumorado cortando la escena.
- ¡Gracias!. Remedios. Contesto ella amablemente sonriendo y haciéndose la simpática para demostrar al marqués su bondadoso afecto hacia mí y así dejar en evidencia que era yo la que le tenía manía sin causa aparente.
- Don Ramón. Tiene usted una maravillosa piscina. Comento dulcemente Lina haciéndose la interesada.
(Continuará)