El infierno de Doña Florentina (4)

Don Ramón se entrega completamente a la bella y maliciosa asistenta.

El infierno de Doña Florentina (4)

No tardo aquella mañana Don Ramón en personarse de nuevo perfectamente trajeado, repeinado y perfumado. Lina apareció poco rato después embutida en unos ajustados leggins de cuero negro donde se marcaba perfectamente la hendidura de su obsceno sexo.

Combinando con ellos una corta chaquetilla torera de cuero negro de mangas largas perfectamente ajustadas a sus brazos y extremadamente ceñida a su sutil cuerpo, arribando justo debajo de sus preciosos pechos donde se abrochaba con tan solo un diminuto enganche dejando a la vista gran parte de sus voluptuosos senos realzándolos enormemente apretujándolos y marcando raja entre ellos, distinguiéndose debajo del fino napa sus duros y erectos pezones.

-           ¡Aisss, jo!. Me encanta vestirme de cuero. ¡Estoy tan mega….., mega súper sexy………..!. ¿Verdad Ramón?. Lina cubrió sus espaldas con el mullido y ostentoso abrigo de pieles debajo del cual se apreciaban unos botines de piel negra de altos tacones aguja.

Era Lina la genuina efigie del lujo, el poder y la ostentación desenfrenados.

-          ¡Por supuesto!. ¡Señorita González!. Intervino dócilmente el marqués.

¡Peroooo!..... ¡Como puede Don Ramón atreverse a salir a la calle con semejante putón!. Pensé entre mi.

Ahora era yo solita la que a causa de la continuada despreocupación de Lina y el absoluto desinterés de Don Ramón me ocupaba casi a diario de Doña Florentina, sin que el marqués amonestara a la irresponsable cuidadora a la que complacía en todos sus deseos y caprichitos.

-          ¡Remedios!. Me llamo el señor antes de partir. ¡Haga a fondo la habitación de la señorita Lina!. Ordeno el marqués ante la burlona sonrisita de la joven asistenta.

-          ¡Pe…………!. ¡Remedios!!!!!!!!!. Replico tajante Don Ramón antes de que yo pudiera hablar. ¡Le he dado una orden y no admito replicas!. ¡Ha entendido!!!. Me vocifero el señor.

-          ¡Sí señor!. Conteste dócilmente agachando la cabeza ante ellos.

-          O sea…….., loooo…….. quieroooo todoooo ordenadoooo…. y… limpio. Me dijo Lina vacilando pausadamente musitando estas palabras a mi oído con cierta ironía y arrogancia. ¡Esclava!!!!.¡Jajajajajajajajajajaja!!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajajajajajajajaja!!!!!.   Recalcó luego con imperativa voz apretujándome y clavando en mis mejillas sus largas uñas y riéndose de mí a grandes carcajadas.

Mamadou esperaba paciente a la parejita para llevarlos a las oficinas de la Banca  Obregón donde aquel día tenían una importante reunión con unos financieros rusos y representantes de una dictatorial monarquía africana.

Cada vez con más frecuencia, la glamurosa joven, siempre maravillosa y elegantemente ataviada con sus sofisticados y sexys vestidos, acompañaba a Don Ramón en convenciones y banquetes, siendo la hermosa y seductora chica motivo de admiración y alabanza por parte de los asistentes a dichas reuniones, llenando al marqués de satisfacción y orgullo.

La habitación de Lina era todo un caos. El desorden reinaba por todas partes. Bragas sucias por los suelos, un sin fin de ropa fuera de los armarios, el tocador lleno de pinturas, cremas y carísimos perfumes. Ceniceros repletos de colillas, vasos sin lavar. ¡Un desorden total!

Por supuesto la cama sin hacer y el baño sucio y lleno de toallas y potes de jabón por todos lados. ¡En fin!, faena para todo el día.

Me llevo horas ordenar el armario de Lina el cual estaba repleto de lujosos y carísimos ropajes extremadamente provocativos, predominando un sinfín de prendas de cuero, principalmente negro, junto a una multitud de vaporosa y sexy lencería, todo adquirido con la Visa de Don Ramón.

Lina volvió aquella noche exultante, complacida e inmensamente satisfecha. Gracias a sus eróticos dotes de persuasión acababan de cerrar con los rusos y los millonarios africanos una importante inversión de capital en la venda de gran cantidad de armamento al autoritario monarca que sin duda lo emplearía para reprimir a sus súbditos. Un oscuro e inmoral negoció que jamás antes, un culto y caritativo Don Ramón, se hubiera atrevido ni tan siquiera en proponer.

-          ¡Genial!. ¡Ha estado Usted genial!. ¡Señorita Lina!. Prodigaba el marqués en cumplimientos y elogios hacia la ambiciosa joven por sus eficaces métodos.

-          ¡Megaguay!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!. Ahora solo falta recibir el oro y los diamantes a cambió. Dijo Ella riendo satisfecha sabiendo de sobras los escasos recursos y las grandes limitaciones que padecen la mayor parte de habitantes de ese país en manos de sus corruptos mandatarios.

-          ¡Jajajajajajaja!. ¡Jajajajajajaja!. Dijo carcajeándose Don Ramón. Los rusos han quedado perplejos con su agresividad, osadía y falta de escrúpulos a la hora de cerrar el negocio.

-          ¡Soy súper kool!. ¡O seaaaaaaaa!. ¿Es así como se debe de actuar en el mundo de las finanzas?. ¿Nooo?. Añadió Ella hablando al marqués con su seductora y cándida voz.

-          ¡Por supuesto!. Contesto él. ¡Ha sido magnifica su actuación!.

-          ¡Ramón!. Refirió Lina tuteando al señor cortando con la conversación y despojándose del lujoso y mullido abrigo de pieles que cubría sus espaldas.

-          Me apetece muchísimo azotar a la vieja. Expreso traviesa y risueña la depravada y desalmada bella muchacha con una frivolidad y una crueldad increíbles.

Don Ramón quedo en un principio algo desconcertado e impresionado ante la sádica ocurrencia de la presuntuosa joven, no sabiendo en unos largos segundos como reaccionar ni que responder. Hasta que su mente pudo procesar aquella caprichosa extravagancia, claudicando el señor devota y sumisamente ante la perversa señorita González.

-           ¡Ya ha oído!. ¡Remedios!.......Dijo Don Ramón sin dudar ni un momento más. ¡Traiga inmediatamente a la vieja!. Mando envilecido el marqués refiriéndose a Doña Florentina con menospreció y subestimación hacia a la que durante tantos años había sido su estimada esposa y fiel compañera.

¡Dios mío!. Un fuerte escalofrió recorrió de arriba abajo toda mi medula espinal. Como podían ser tan inmensamente malvados y despiadados. ¡Ensañarse de nuevo con una indefensa y enferma anciana!.

-          ¿Es que no estas suficientemente satisfecha con el dolor y las heridas que causaste a la pobre señora con la leche ardiendo?. Dije a Lina visiblemente enfurecida por su cruel comportamiento y reprochando al marqués su inhumana insensibilidad.

-          ¡Eres maligna y diabólica!!!!!. ¡Lina!!!. ¡Dios te castigara por ello!. Añadí.

-          ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. Mis recriminaciones causaron unas grandes risotadas de burla a la pérfida joven.

-          ¡Absténgase de sus impertinentes comentarios!. Intervino gritando encolerizado Don Ramón. ¡Y limitase a cumplir órdenes!. ¡Al fin y al cabo es usted una simple criada a la cual se le puede sustituir por inepta!. Añadió el señor irritado y amenazante ante la imperiosa y arrogante mirada de la perversa y bizarra joven.

Con un inmenso dolor en el corazón y un tremendo sentimiento de  rabia me limite, por miedo a mi futuro, a cumplir con los designios que me ordeno el señor marqués.

Entré en la sala empujando la silla de ruedas en la que sentaba a la señora. Lina paseaba taconeando orgullosa y altiva de un lado a otro de la estancia arqueando con sus anilladas manos de largas uñas granas su soberbia fusta.

Los ceñidos y relucientes leggyns de negro cuero se amoldaban perfectamente a sus voluptuosas piernas, resaltando bajo ellos las carnosas y redondeadas nalgas armoniosamente proporcionadas con su estrecha cintura y su esplendida esbeltez.

Brillando sobre la bronceada piel de su grácil barriguita un largo y brillante piercing de pendiente colgaba de su encantador ombligo, moviéndose al compás de los lentos y pausados pasos de sus botines de altos tacones aguja y pronunciada, aun que no exagerada, puntera, estilizando su fina figura y aferrados a los tobillos de Lina con unas relucientes hebillas de metal cromado.

La fina piel de napa de los ceñidos leggyns se adentraba en la rajita de su coñito marcando tentadores e insinuantes los labios de su lúbrico sexo.

La linda muchacha llevaba alzado el cuello de su corta chaquetilla de cuero que junto al agresivo maquillaje de sus felinos ojos, acompañados de largas pestañas, labios grana brillante reluciendo sobre ellos el brillante pircing y ondulada y desgreñada melena azabache, daban a la joven un aspecto sensual y extremadamente erótico.

-          ¡Ya era hora!. ¡Chacha!!!!!. Clamo airado y enojado Don Ramón denigrándome y vejándome. Quizás impaciente por hacer esperar a su adorada Ama que anhelaba deseosa darse un regusto de sadismo aplicando la brutal tortura a la desvalida anciana. Y eso que tan solo tardé unos pocos minutos en comparecer.

-          ¡Tumbarla encima de la mesa!!!!. Ordeno arrogante la altiva joven que se mantenía firme con las piernas abiertas alzándose endiosada sobre los altos tacones aguja y señalando con la fusta una mesita de mármol que hay en la sala.

Con algunos apuros, entre Mamadou y yo misma, tendimos a Doña Florentina que tan solo vestía un largo y blanco camisón de dormir, encima del mueble con la espalda hacia arriba y los pies tocando de puntillas el frio suelo. Luego, a instancias de un fachendoso Don Ramón, atamos las piernas a las patas de la mesa y las manos en la parte contraria, forzando los brazos de Doña Florentina tanto como pudimos.

El licencioso marqués todavía implacablemente trajeado se acerco y seccionó con unas tijeras, bajo la atenta supervisión de libidinosa mirada de la perversa Lina, la tela de la camisa de dormir de su anciana esposa, dejando sus frágiles nalgas y su espalda a merced de la sádica joven que sin piedad alguna se disponía a castigar por puro placer a la pobre y enferma mujer.

-          ¡Desnúdate!!!!!. ¡Perro!!!!. Ordeno Lina al señor llena de vanidad y orgullo. ¡Y ponte de rodillas ante tu Diosa!. ¡Estúpido!!!!!. Grito chuleta y visiblemente excitada.

La cruel joven avanzó hasta situarse ante la asustada y temerosa cara de Doña Florentina, deleitándose placenteramente con el miedo, el pánico y el pavor que infundía en la anciana marquesa el hecho de estar bajo su completo dominio, con el simple y mero propósito de sentirse temida y poderosa.

-           ¡Ahora vieja minusválida probarás este lindo juguete que me regalo tu querido y cristiano esposo!. ¡Jajajajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!. Lina rozó su temible fusta por la horrorizada cara de Doña Florentina, haciéndola zumbir en el aire después.

Don Ramón se arrastraba completamente desnudo exhibiendo su polla más tiesa que el palo de una bandera.

-          ¡Clash!, ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Clash!. Unos atroces latigazos impactaron en los flácidos glúteos de Doña Florentina.

-           ¡Clash!, ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Clash!, ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Jajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajaja!. ¡Divino de muerte!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. El diminuto cristal que como una peca luce Lina encima de sus carnosos labios purpura, lanzaba pequeños centelleos de luz cuando se carcajeaba malvadamente  azotando sin parar el pellejo de la señora que aguantaba como podía en aquella incomoda y humillante postura.

-          Es una lástima que no puedas gritar ni suplicar. ¡Vieja!!!!!. Dijo frívola la señorita González.

-          ¡Lame!. ¡Perro!. ¡Lame!. Grito Lina al marqués que permanecía postrado de rodillas a sus pies idolatrándola y lamiendo sus botines, pasando su larga y extendida lengua por toda la piel de los impresionantes zapatos de la glamurosa y altiva joven.

-          ¡Mas arriba!. ¡Imbécil!. Don Ramón subió con su lengua resiguiendo con ella las sugerentes curvas de sus  firmes y estilizadas piernas cubiertas por el reluciente cuero negro de sus leggyns amoldados a ellas como una segunda piel.

-           ¡Clash!, ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Clash!. Las posaderas de Doña Florentina se enrojecieron y amorataron casi de inmediato. No siendo este suficiente motivo para que la perversa chica cesará el tormento.

-           ¡Jajajajajajajaja!!!. ¡Clash!, ¡Clash!.  ¡Jajajajajajajaja!!. ¡Clash!.  ¡Jajajajajajaja!!. ¡Clash!, ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!!! Enloquecida, Lina fustigaba con dureza y se reía diabólicamente sin parar.

-          ¡Divino!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. ¡Súper, súper divino!!!.¡O sea es total!!!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!. La pequeña bolita de oro estratégicamente colocada en el fino extremo de la fusta, abría largos y sanguinolentos cortes en las flácidas carnes de Doña Florentina.

Don Ramón seguía ensimismado lamiendo las respingonas nalgas de la atractiva muchacha que con un brusco movimiento del látigo indujo a que sobresalieran sus electrizados pezones de debajo de la fina torera de cuero.

Visiblemente apasionada agarro la cabeza de Don Ramón y la forzó hacia su coño, apretándola con violencia hacia él. El señor empezó a lamer con delirio los pliegues del pantalón donde se marcaban los sensuales labios del coñito de Lina.

-          ¡Uauuuuu!. ¡Uaaaaaiiggggg!.¡Aaaaiiiigggg!. Lina mojo con saliva sus sedosos y anillados deditos acabados en afiladas uñas carmesí y acarició con ellos sus erectos pezones, lanzando estrepitosos gritos y aullidos de placer y lujuria.

Mamadou asistía silencioso y atento al execrable castigo que aquella sádica y perversa chica aplicaba a la desvalida anciana. Yo estaba atribulada y consternada, creía que la iba a matar a latigazos.

-          ¡Que bárbara y depravada es esta pécora!. Comente a mi marido. Él, rehuyendo y declinando su opinión se limito a encoger los hombros y a responder……

-          ¡Puede permitírselo…….!. Quede aturdida y bastante confusa ante aquella irreflexiva respuesta de mi desconocido esposo.

-          ¡Aigg!. ¡Aigg!. Aigg!. Lina jadeaba. Los espasmos de placer empezaban a dibujarse en su bello rostro. Sus felinos ojos se cerraban y abrían al compás de su acelerada respiración, su fina mano magreaba apasionadamente sus pechos, mientras que con la otra no dejaba de azotar violentamente a la señora.

El marqués pegaba sus labios a la fina tela de napa presionando con dureza su lengua contra ellos  para proporcionar el máximo gozo y gusto a su joven Ama.

Una de sus manos se deslizo instintivamente hacia su empinado pene.

-          ¡A ti quien te a dado permiso para pajearte!. ¡Perro estúpido!. ¡Hoy tienes prohíbo obtener placer!. ¡Esclavo de mierda!. Grito encolerizada la cruel chica.

Don Ramón paro en seco sus manuales movimientos y se dedico de lleno a dar gusto a su Dueña.

-          ¡Uaaaaaaaaa!. ¡Uauauauuauaaaaaa!. ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Aiiiggg!. ¡Clash!. ¡Clash!. ¡Uaaaauuuuuuaaa!!! ¡Me corrooooo!!!. ¡Uauuuuuu!!!. ¡Me corrooooo!!!!. ¡Clash!. ¡Clash!. Lina se corrió gritando y aullando, azotando brutalmente descontrolada a la sufrida señora, produciéndole grandes moratones y abriendo algunos sangrantes cortes en su piel.

-          ¡Podéis lleváosla!. Dijo con arrogancia la presumida joven algo más sosegada y sentada en un cómodo sillón, blandiendo todavía en sus manos la temible y lujosa fusta con la que acababa de torturar a la marquesa y lanzando bocanadas de humo de un cigarrito que sostenía entre sus anillados deditos.

Medio inconsciente acostamos a la señora en su cama. Moje con agua los resecos labios de Doña Florentina y le di de beber un poco de agua fresca para aliviar los dolorosos quemazones que aquella misma mañana Lina había ocasionado en su cavidad bucal, torturándola inhumanamente con la leche hirviendo. Luego apliqué unas cremas cicatrizantes en los terribles y sanguinolentos tajos que mostraban sus carnes.

-          ¡Remedios!. ¡Remedios!. Me llamo insistentemente el señor.

-          ¡Que ocurre!. ¡Don Ramón!. Salí alarmada de la habitación de Doña Florentina.

-          ¡Suba ahora mismo a la estancia de la señorita Lina!. Grito el marqués en tono enojado.

-          ¡Usted dirá!. ¡Señor!. El marqués llevaba puesto un batín de tela de toalla, su pelo cano mojado señalaba que acababa de salir de la ducha.

-          ¿Creo que le ordene hacer a fondo la habitación de la señorita?. ¿Verdad?.

-          ¡Sí señor!. ¡Y lo hice!!!!. Exclame enérgicamente.

Lina escuchaba sentada en un sillón cubriéndose con un blanco albornoz y envolviendo su cabeza con una toalla en forma de turbante. En sus dedos humeaba un rubio pitillo y en sus labios exhibía una mordaz y picara sonrisita.

-          ¡Pues el interior del váter está negro y sucio de mugre!. Dijo vociferando el marqués.

-          ¡Por favor!. Hable pausada al señor. ¡Ruego mil disculpas!. Dije humildemente temerosa.

-          ¡Límpielo ahora mismo!!!!!. ¡Criada Inútil!. Me exigió Don Ramón gritando con saña como un loco salido.

-          ¡Pero señor!. Apunte sollozando por el trato recibido. ¡Estaba guareciendo a Doña Florentina!.

Lina aspiraba el humo de la cigarrita y lo soltaba con sus insinuantes morritos juntitos haciendo redonditas, pareciendo ausente de la conversación como si no fuera con ella.

-          ¡La vieja puede esperar!. ¡Aplíquese de inmediato en limpiar el váter a la perfección y luego recoja el baño!. Dispuso el marqués conminándome en acondicionar el aseo después de haber tomado los dos viciosos pervertidos un relajante baño.

-          ¡Ramoooooón!. Llamo Lina con melosa voz al vejete marqués. ¡La ceniza!. El señor se apresuro hasta la lujuriosa mano de Lina con la que sostenía su cigarrito y abriendo la boca dejo que la libertina chica hiciese caer la ceniza en ella.

-          ¡Jajajajajajajaja!!!. ¡Que vicio tienes!...... ¡Esclavo!.... ¡Mira!........ ¡Como eres tan sumiso y servicial, voy a permitir que te pajees!. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!!.

El marqués, el depravado marqués bombeo su dura tranca arrodillado ante la infame chica que seguía calando de su tabaco y desparramando la ceniza en la cavidad bucal del señor que eyaculo como un poseso pocos instantes después.

Don Ramón no ahorraba recursos en complacer y alabar a la presuntuosa y mimada joven.

-          ¡Ooooooh my Good!!!!!!!. ¡Megaguay!!!!!. ¡Es súper, súper ide-al!!!!!. Expreso entusiasmada y ufanosa la pérfida señorita González ante la esplendida sorpresa que el señor acababa de mostrarle.

Como una muestra más de aprobación y asentimiento hacia la sádica e inhumana actitud de Lina, el día después de aquella cruel orgia de tortura y ensañamiento hacia la pobre Doña Florentina, Don Ramón le regalo un lujoso deportivo descapotable de gama alta que la ambiciosa joven salió a lucir de inmediato.


No tardó Don Ramón en iniciar los trámites de divorcio de Doña Florentina. Ante el abogado que debía de gestionar la disolución del matrimonio, la joven asistenta se mostraba atenta y humanitaria con la enferma señora.

-          ¡Claro esta!. Hablaba Lina con cinismo. ¡Doña Florentina debe quedarse a vivir aquí!. Nosotros, cuidaremos de ella en lo que haga falta. ¿Verdad…. Ramón?. Decía con rin tintín la depravada señorita González.

-          ¡Oooh!. ¡Por supuesto!....... ¡Faltaría mas!. Añadió el señor.

Gracias a las influyentes amistades que Don Ramón cultiva en el mundo judicial pronto se dicto resolución de divorció. El matrimonio que durante tantos años se había mantenido unido y feliz, pese a la terrible dolencia que aqueja a Doña Florentina, se disolvió completamente.

Como se había dispuesto en la sentencia de divorcio, debido a la incapacidad de Doña Florentina y que carecía de familia alguna y de representante legal o tutor, se quedaba bajo la custodia de su ya ex marido, quien se comprometía en hacerse cargo de todas las necesidades de las que precisara la anciana mujer.

Los preparativos de boda entre la codiciosa e insaciable asistenta y el calenturiento e ignominioso marqués de Obregón iban en buena dirección.

-          ¡Remedioooos!. Hablo Lina en tono chulesco e imperante. ¡Sííííí…. vaaa a ser,…. miiiii……..Dudo unos instantes antes de seguir hablando……. Domésticaaaaa…….!. Dijo vacilando ligera y superficial. ¡Deseo que vista usted como tal!. ¿Justo Ramón?. Añadió la antojadiza joven, picara, dulce y remolona.

-          ¡Claro!. ¡Claro!. ¡Señorita González!. ¡Lo que usted desee!. Expreso Don Ramón con respeto y humildad hacia la mujer que iba a convertirse en su esposa, consintiendo a la malcriada muchacha en todos sus deseos.

-          ¡Mañana mismoooo!. ¡Usted y Mamadou!. Ordeno la presuntuosa Lina. ¡Acudirán a una tienda especializada para que les confeccionen uniformes a su medida!.  ¡Usted Remedios!. Vestirá con atuendo completo de doncella y usted Mamadou, ¡Uniformará de chofer o de mayordomo indistintamente según la labor que tenga que realizar!. Sonrió maliciosa la bella e insidiosa Lina sintiéndose suprema y poderosa.

Jamás antes, en todos los largos años de servicio que llevo con los marqueses de Obregón, ni Doña Florentina ni un entonces respetuoso y amable Don Ramón nos requirió ni humillo en hacernos vestir uniforme de criados.

Ahora debo usar traje de sirvienta durante todo el día y gran parte de la noche hasta que me voy a dormir, consistente en un largo vestido negro con el cuello blanco y abrochado hasta el último botón. Pelo recogido y cofia blanca en la cabeza conjuntado con el delantal y los guantes. Tanto en verano como en invierno debo usar medias negras y calzado bajo igualmente oscuro.

Mamadou usa traje de chofer cuando conduce a los señores o a cualquiera de los dos por separado en su ostentoso vehículo. Consiste en un traje oscuro con botones dorados, camisa y guantes blancos, corbata negra, pantalones bombachos introducidos en unas relucientes botas negras y gorra de plato.

-          ¡Megaguay!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!, ¡Están súper, súper lindos con sus uniformes!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!. Dijo la nueva señora, revistándonos gallarda sobre sus finos tacones y blandiendo en sus manos su inseparable fusta.

La boda se celebro pocos días después en un privativo hotel en la que acudieron decenas de adinerados y reputados invitados, relacionados todos ellos con el mundo de las finanzas y los exclusivos círculos de poder.

La glamorosa Lina llevaba puesto un fabuloso y súper sexy vestido blanco de dos piezas. Larga cola de volantes de tul y bordado en pedrería. El esplendido traje lucia una insinuante corte delantero por donde se vislumbraban unas blancas calcetas de blonda y asomando sus lindas y bronceadas piernas contrastando con unos blancos stilettos de alto tacón y aguda puntera recubierta al igual que los finísimos tacones aguja, con una pequeña capa de oro.

La parte superior del atavió era un diminuto corsé con un escote V que estilizaba y moldeaba su esplendida figura desde debajo del pecho hasta su fina cintura.

Enfundaba los brazos con unos transparentes manguitos largos hasta rebasar los codos, asomando por la parte delantera de los mismos unas largas uñas doradas que coronaban unos finos deditos repletos de grandes y lujosos anillos de preciosas piedras.

Sobre su azabache y ondulada melena, peinada asimétricamente hacia un costado, lucía un sombrerito redondo ladeado del cual pendía una fina pieza de tul cubriendo sus felinos ojos, que lucía muy maquillados y con pestañas alargadas y curvadas hacia arriba.

Unos brillantes pendientes se alargaban desde los lóbulos hasta descansar en sus desnudos hombros de morenaza piel.  Combinado con ellos una fina gargantilla  conjuntada también con el pequeño diamante que Lina luce incrustado en la parte superior de sus carnosos labios grana, dándole un mayor aspecto de chica maliciosa y picara.

-          ¡Excitante!!!!. ¡La chica me pone increíblemente cachondo!. Oyó Mamadou a un apasionado e iluso Don Ramón, que vestía de elegante frac, confesar a un maduro señor como él, que lo escuchaba sumamente atento y envidiando como de joven y vigoroso se sentía el marqués al lado de la libidinosa muchacha.

-          ¡Señor Don Ramón de Obregón y Olea Sanabria!. Dijo el Juez buen amigo del marqués. ¿Desea contraer matrimonio con la Señorita Lina González?.

-          ¡Sí quiero!. Contesto entusiasmado el señor.

-          ¡Señorita Lina González!. ¿Acepta como esposo al Señor Don Ramón de Obregón?.

-          ¡Acepto!. Contesto ella.

El momento de colocarse las alianzas fue, según parece, algo singular y anecdótico. El marqués sugirió a su hermosa esposa que reposara el estiloso stiletto derecho sobre un mullido cojín de terciopelo rojo situado en lo alto de un taburete, de modo que el sugerente pie de Lina quedaba visible ante todos los invitados que permanecían atentos a la espectacular ceremonia.

Don Ramón retiro con suma delicadeza el blanco zapato del sutil y morenazo pie de la escultural joven. Los invitados y en especial los testimonios y el señor juez, seguían algo atónitos la labor que llevaba el impúdico y obsceno marqués.

Una vez desnudo el piececito de Lina, el señor saco de su bolsillo un joyero que contenía un ancho arito de pequeños diamantes, el cual encajo en el dedo central del excitante pie de la bella muchacha que exhibía un lacado de uñas, como en las manos, de esmalte dorado adornado con pequeñitos cristales brillantes.

Seguidamente abrocho en el mismo pie una lujosa tobillera a juego con la sortija, besando dulcemente el empeine antes de volver a colocarle el lujurioso stiletto.

Lina sonreía graciosamente alegre y bribona. Por su parte procedió divertida a desabrochar la pajarita que lucía Don Ramón seguido de los dorados botones de la blanca camisa de su frac, dejando a la vista de todo el mundo su rasurado pecho que Don Ramón exhibía con sumo orgullo.

Saco luego de la parte superior de su oreja un aro de oro, el cual lo ensarto en un pezón del anciano marqués previamente perforado.

-          ¡Bravo!. ¡Bravo!. Grito vitoreando uno de los invitados, seguido por los aplausos del resto de asistentes a la excepcional boda, aclamando a los recientes esposos hasta la extenuación.

Lina, dirigiéndose a los invitados les dio a entender que aun no había terminado aquella extravagante puesta de alianzas.

De su suave muñeca deshizo una bonita correa de cuero que llevaba su nombre gravado en oro y que al parecer era un collar que ato al pescuezo de Don Ramón.

-          Para que no me olvides. ¡Cariño!. Dijo la viciosa Lina mojándose obscenamente con la lengua sus sensuales labios.

-          ¡Muaaaaa!. Besando después apasionada y ardiente al fervoroso marqués.

Los distinguidos invitados arrancaron de nuevo en sonoros aplausos acompañados de fuertes ovaciones y vítores hacia los recién casados y en especial para la elegante y bella novia.

Estas particulares alianzas no hacían más que reafirmar ante todos los convidados la particular subordinación a que se sometía el salido y canalla Don Ramón a su linda y perversa esposa.

Las portadas de todas las revistas del corazón y prensa rosa se hicieron eco del fastuoso advenimiento, mostrando en amplios reportajes interiores a una glamorosa y esbelta Lina González García, presentada ya como la nueva y flamante Marquesa de Obregón, dejando en el más absoluto olvido y postergación a la enferma y anciana Doña Florentina.

(Continuará)