El infierno de Doña Florentina (3)

Don Ramon se entrega completamente a los depravados deseos de la maliciosa Lina

El infierno de Doña Florentina (3)

Don Ramón la idolatraba desbabado y con una excitante expresión de deseo carnal en su rostro. Ella le sonreía y se relamía lascivamente con la lengua sus carmines labios, poniendo al marqués en un estado de enajenación y excitación de infarto.

Pero no solo Don Ramón babeaba con la descarada asistenta. Mamadou, mi marido, estaba totalmente ensimismado y concentrado con aquel pedazo de puton.

-          ¡Mamadou!!!!!. Grite fuerte para sonsacarlo de su estado de atolondramiento y delirio mental. ¡Vamos!. ¡No seas bobo!. ¡Ayúdame a levantar a la pobre señora!.

-          ¡Eeeeeh!!!!. Contesto él sin discernir en lo que acababa de decir, ya que la muy zorra se le insinuaba lasciva y obscenamente provocándolo a descaro.

-          ¡No seas bobo!!!!!. Repetí con fuerza.

-          ¡Déjame en paz!. ¡Frígida estúpida!. Chillo Mamadou encolerizado metiendo su mano dentro de la bragueta del pantalón para masturbarse y al mismo instante dándome un empujón gritando con ira como nunca antes lo había hecho, creo que poco le habría faltado para postrarse él también a los pies de la bella joven y someterse a sus designios.

Aquellas duras palabras de mi marido se hincaron en mi corazón como una punzante daga brotando unas desconsoladas lagrimas en mis ojos.

Don Ramón gemía, jadeaba, cerraba los ojos y suspiraba placenteramente. Lina seguía masajeando con eróticos movimientos de su mule sobre el marcado paquete del señor.

-          ¡Ua!. ¡Ua!. ¡Uauauauaua!. ¡Me corrooooo!. ¡Me corroooooo!!!!!. ¡Uaig!!!!!. Gritaba apasionado Don Ramón agarrando el tobillo de la joven y apretando la mule sobre su empinado miembro. ¡Que….. ca….chondo…me…. me…. pones!. Expreso con voz entrecortada. ¡Uaaaigggg!!!!. Una gran mancha de semen empapo en unos instantes su entrepierna mojando sus pantalones. A la vez la sensual Lina suspiraba y jadeaba presa de una fogosa excitación, alcanzando Ella también un soberano orgasmo.

Mire a mi marido que seguía cautivado con el lujurioso cuerpo de Lina  masturbándose silenciosamente con la mano metida bajo el pantalón.

-          ¡Jajajajajajajajaja!. ¡Jajjajajajajajaja!. ¡Que tal viejote!. ¡Jajajajajajaja!. ¿Te ha gustadooooo?. ¡Es como las fotos que tienes en tu portátil!. ¿Cierto?. ¡Perro!!!!.¡Jajajajajajajajajaja!.  Exclamo Lina humillando al marqués introduciéndole dos de sus sutiles dedos de largas uñas granas untados con sus jugos vaginales en su boca.

-          ¡Uuuuuuffff!. El señor los chupo, beso y relamió con gusto y apego. Lina lo contemplaba vigilante y sorprendentemente divertida con la boca abierta,  sonriendo entusiasmada, segura de si misma, de su poderío y de la atracción fatal que su divino cuerpo ejercía sobre un entregado Don Ramón rendido a sus pies.

-          ¿Te gusta que te humille y te castigue?. ¿Perrooo?. Pregunto Lina despectivamente  a Don Ramón que yacía agotado y sin acabar de creer lo que estaba pasando.

-          ¡Síiii!. Contesto él sin reflexión ni demora reptando hacia los pies de la joven para besarlos y adorarlos de nuevo.

-          ¡Jajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajaja!!!. ¡Vaya con el marqués!. Dijo Lina pitorreándose de él con cara de hipócrita sorprendida.

¡Ahora comprendía!. Días atrás pille a la joven asistenta husmeando en el despacho del señor, yo misma había observado en mas de una ocasión en que Don Ramón descuidaba su ordenador abierto, centenares de fotos y películas de dominación femenina, en donde se aprecian  perversas Damas esclavizando y sometiendo a hombres y mujeres a increíbles  torturas y crueles humillaciones.

¡Desde luego!. Pensé entonces. La pérfida Lina sabría como sacar provecho de tal viciosa debilidad del marqués.

Doña Florentina seguía tumbada en el suelo. Me acerque a ella para darle un poco de consuelo y calor humano en aquellos duros momentos. Como yo, unas lagrimas empapaban sus párpados y es que la felicidad de que había gozado durante tantos años junto a su querido esposo se había truncado en tan solo unas pocas semanas.

Lina taconeó gallarda hasta nosotras con Don Ramón pegado a sus mules lamiéndole los finos tacos, apoyo la suela del zapato en la mejilla de Doña Florentina y con un ligero movimiento la obligo a girar la cabeza hacia arriba, momento en que la malvada joven dejo caer un escupitajo en la cara de la anciana.

-          ¡Ábrele la boca a la vieja!. ¡Perro!. Ordeno Lina a Don Ramón que no se hizo de rogar y al momento forzaba las mandíbulas de su esposa para cumplir con los deseos de la cruel asistenta.

-          ¡Shufffff!. Lina dejo caer entonces otro escupitajo en el interior de la cavidad bucal de Doña Florentina y otro, y otro, cayendo en el suelo varias porciones de saliva que Don Ramón se apresuró en chupar.

-          ¡Jajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajaja!!!!!!. Entre diabólicas risotadas la perversa joven se retiró taconeando orgullosa y soberbia a su habitación con Don Ramón perreando tras sus tacos.

Mamadou y yo, sin dirigirnos palabra alguna, acostamos en la cama a una magullada y desconsolada Doña Florentina, allí permaneció un par de días afligida y lloriqueando sin parar de amargura.

-          ¡Por favor!. ¡Don Ramón!. ¡Acuda a consolar a su esposa o tal vez muera de pena!. Le dije compungida ante un indiferente y frió marqués que se negaba a escuchar mis suplicas.

-          ¡Se lo ruego!.¡Señor!!!!. ¡Doña Florentina se niega a ingerir alimento alguno y temo por su vida!. Rogué, suplique y apelé a la caridad de Don Ramón, si es que quedaba algo de ella en su turbio corazón.

-          ¡Cállese!!!!!!. ¡Estúpida!!!!. Ordeno arrogante e insensible ante el dolor y el sufrimiento de su esposa.

Tuve que ser yo la que acudió  a consolarla y animarla. Sin saber que hacer ni que decir en aquellas penosas circunstancias. Alcance el rosario que la marquesa reza a diario y empecé a orar en voz alta. La devota fe cristiana de Doña Florentina hizo que también ella, aun que con el pensamiento, se uniera al rezó para que Dios librara a su marido de aquella demoníaca tentación y volviera a sentar la cabeza y así poder perdonar de nuevo su vil actitud.


Lentamente el señor fue cambiando sus habituales costumbres para estar algo más de tiempo cerca de la insidiosa asistenta.

Como Lina es una perezosa y se levantaba bastante tarde, el señor espera paciente a la joven para tomar el desayuno con Ella, acudiendo cada día mas tarde  a la oficina y teniendo así que delegar importantes decisiones en algún que otro directivo, algo rarísimo en el activo y diligente marqués.

No solamente Don Ramón dejo postergada a su enferma esposa sino que se hizo participé de ello, dando su beneplácito y consentimiento al despiadado e inhumano trato que le infligía la sádica asistenta, colmándola de caprichos y atenciones con onerosos y lujosos presentes.

Si antes la maléfica y ambiciosa joven era intocable, ahora era sagrada.

-          ¡Ring!. ¡Ring!. Llamaron al timbre.

-          ¿La señorita González?. Pregunto un mensajero.

Lina se apresuró a recoger y abrir dos bonitos paquetes envueltos en un dorado papel de regalo. Uno de ellos contenía un fabuloso y ostentoso abrigo de pieles color gris perla que Lina se probó de inmediato colocándoselo a la espalda y dando un pase como si de una modelo se tratará.

La prenda, larga hasta los tobillos y de anchas hombreras, sentaba divinamente bien al esbelto cuerpo de la atractiva joven y es que he de reconocer que Lina es de una belleza y elegancia increíble, tan solo comparable con su innata maldad.

-          ¡Que te parece tia!. ¡Súper!. ¿Nooooo?. ¡O sea, megaguay!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. Dijo ella carialegre dirigiéndose descaradamente a mí.

El otro paquete contenía un largo y estrecho estuche de plata ornamentado con diversas figuras geométricas. Lina lo abrió reflejando en su bello rostro una graciosa y jovial expresión de sorpresa.

El interior del cual, forrado de terciopelo grana, contenía una larga y lujosa fusta de cuero negro trenzado muy fino y terminado con una pequeñita bola de oro, sin duda destinada a producir el máximo de dolor y desgarro posible.

La empuñadura del aterrador instrumento de tortura era una autentica obra de arte,  elaborada de marfil en forma de cobra y adornada con ribetes dorados y preciosos rubís encajados en los ojos de la serpiente y con el nombre de la soberbia Lina gravado en el puño con letras góticas doradas.

Lina empuño el látigo en su mano derecha dibujando en sus labios una maliciosa y perversa sonrisa. Acarició con toda la extensión de su otra cuidada mano de largas uñas carmesí repleta de gruesos anillos el trenzado de cuero de su nuevo y cruel juguete.

-          ¡Ziu!. ¡Ziu!!!. Entusiasmada, la insaciable y malvada joven cortó con destreza el aire haciendo silbar la fusta.

Aquella misma noche, o más bien ya de madrugada, oí como Lina se carcajeaba a placer.

Mamadou dormía como un tronco, así que me levanté y con sumo sigilo intente averiguar de donde procedía tal alborozo.

Subí a la planta superior y comprobé que el divertimento procedía de la habitación de la joven asistenta. Pegué luego mi oreja a la puerta y pude escuchar la que sin duda era la voz suplicante de Don Ramón.

-          ¡Por favor!. ¡Señorita!.¡Se lo suplico!.¡Permítame besarle los pies!. ¡Me pone tan increíblemente cachondo ver como maltrata a mi anciana y enferma esposa!. ¡Las mujeres malas y crueles como usted sois terriblemente sexys!.

-          ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!. ¡Oooooh my good!. ¿Tee…gustan las chicassss malaaaaas?. Oí que decía Lina con melosa y picara voz. ¡Jajajajajajajajajajaja!. ¡Pues yo soy súper, súper mala y viciosa!. Dijo lanzando otra diabólica carcajada.

-          ¡Síiii!. ¡Me pones mil!. Contesto Don Ramón fervorosamente.

-          ¡Jajajajajajaja!. ¡Jajajajajajaja!. ¡Que perro eres!. ¡Viejo!. ¡Ladra!. ¡Perro!. ¡Ladra!. Gritaba ella en medio de fuertes y depravadas sonrisas.

-          ¡Guau!. ¡Guau!. ¡Guau!.  ¡Jajajajajajaja!.  ¡Jajajajajajaja!. ¡Así!. ¡Así!. ¡Muy bien! ¡Perro!. ¡Jajajajajajaja!. ¿Quieres besar mis pieeeeess?. ¿Quieres besar los pies de una malvada belleza como yoooo?. Hablaba Lina con remolona y dulzona entonación de boquita de piñón.

-          ¡Guau!. ¡Guau!. ¡Guau!.

-          ¡Chupa!. ¡Cerdo!. ¡Chupa!.  ¡Jajajajajajaja!.  ¡Jajajajajajaja!.

-          ¡Ahora los tacos!. ¡Cabrón de mierda!. ¡Chupa los taconazos de mis zapatillas!. Lina usaba unas clásicas zapatillas negras de interior dorado y altísimo tacón aguja con plumero y unos detalles brillantes embelleciendo el empeine.

-          ¡Gracias!. ¡Señorita!. ¡Gracias!. ¡Mua!. ¡Mua!.

-          ¡Imbécil!. ¡Ladra!. ¡Te he dicho que ladres!. ¡Clahsss!. ¡Clahssss!. El clásico sonido de cuero golpeando la piel se escucho a través de la puerta de la habitación de Lina.

-          ¡Guau!. ¡Guau!. ¡Guau!.

-          ¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!. ¡Megaguay!. ¡Eres mi perro!.¡Jajajajajajajajajajajajajaja!!!!. ¡O sea mi perro esclavo!!!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!. ¡Clahsss!. ¡Clahssss!. ¡ Clahsss!.

Fui a la habitación de Doña Florentina, justo al lado, y comprobé que dormía. Menos mal,  pensé. Nada más faltaría a la pobre señora tener que soportar las crueles humillaciones de aquellos dos desalmados.

Baje de nuevo a mi habitación, Mamadou seguía durmiendo y el jolgorio de Lina no cesaba. No pude yo conciliar el sueño pensando en el sufrimiento de la pobre señora a la que yo quería como una autentica madre.

Era ya más de media mañana cuando de nuevo se escucharon las escandalosas risas de la pérfida Lina.

-          ¡Guau!. ¡Guau!. ¡Jajajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajajajaja!!!. ¡Vamos perrito!. ¡Vamoooos!.

El taconeo de las zapatillas de la seductora joven se aproximaba bajando la suntuosa escalinata de blanco mármol del palacete de los Obregón.

Por la puerta del comedor apareció la hermosa señorita González llevando en su mano una reluciente y gruesa cadena unida a un metálico collar de perro rodeando el pescuezo de Don Ramón que avanzaba completamente desnudo a cuatro patas y con un plug que sobresalía de su ano a modo de cola.

El señor reptaba tras las opulentas zapatillas de la esbelta joven que blandía traviesa en su otra mano la temible fusta.

El marqués mostraba en la piel de su desnuda espalda los trazos enrojecidos de los azotes que la depravada chica le había propinado durante la noche anterior.

Lina lucia despeinada su negra y ondulada melena cubriéndole graciosamente media cara, asomando entre ella unos grandes y dorados pendientes de aro y unos intensos y relucientes labios granas brillando sobre ellos su cristalino percing.

Arrastraba por el suelo la cola de un largo batín de raso negro ribeteado de plumillas que se deslizaba por sus brazos cayendo sugestivamente por sus espaldas dejando sus bronceados hombros al descubierto.

Andaba segura, risueña y asomando algo sus firmes y redondeados pechos por la abertura delantera del sexy batín e impregnando el ambiente con sus caros y aromáticos perfumes.

La linda joven tomo asiento provocadoramente en la mesa justo al lado de Doña Florentina, que estaba a punto de tomar su desayuno. Con su estilo totalmente cursi y pijotero, aunque elegante, Lina tomo, procurando no mancharse, con las puntillas de sus deditos terminados en largas uñas y coronados de grandes anillos, una rebanada de pan y la untó de mantequilla y mermelada.

-          ¡Guau!. ¡Guau!. Don Ramón postrado a sus pies voceó unos ladridos.

-          ¡Ooooh!. ¿Tiene hambre mi perritooooo?. Pregunto Lina a su fiel perro dando un bocado a la rebanada de pan que después de masticado lo escupió al suelo, siendo al instante increíblemente devorado con la boca por un sumiso Don Ramón.

Doña Florentina sollozaba al ver a su esposo comportarse de aquella manera tan denigrante y depravada.

-          ¡Oooooooooooh!!!!. ¡Que peeeenaaaaaa!. ¡La abuelitaaaaa vuelveeee a lloraaaar!. Dijo Lina en tono sarcástico y de burla.

-          ¿Es por tu maridooooo?. ¡No sufras!!!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. ¡Es feliz siendo mi perrito!. ¿Verdad?. ¡Chucho!.

-          ¡Guau!. ¡Guau!. ¡Guau!. Asintió ladrando de nuevo el marqués y lamiendo al instante las impresionantes zapatillas de la pérfida asistenta.

-

¡

Oh my God, es que osea, vaya loser...!. ¡Jajajajajajajajajajajajaja!!!!.

La maliciosa joven había escupido en el suelo otro pedazo de pan. Está vez lo piso con su zapatilla dejando pringada la suela de oleosa mantequilla que ahora Don Ramón, limpiaba con esmeró y devoción pasando la lengua por toda su superficie y chupando con disfrute el taco, mientras Ella saboreaba placenteramente su desayuno.

-          ¡Ves!. ¡Vieja!. ¡Veeees!!!!. ¿Ves como es feliz?. ¡O sea,…..!. ¡Jajajajajajajajajajaja! ¿Que fuerte no?. ¡Tan solo hay que ver su polla!. ¡Jajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. Lina agarro la fusta y dio un azote a Don Ramón. El cual, sin vergüenza alguna, se irguió sobre sus rodillas colocando las manos inclinadas hacia abajo como si fuera un perrito amaestrado. Mostrando obscenamente a la pobre Doña Florentina sus rasurados genitales y su dura y tiesa polla, mientras ridículamente sacaba la lengua y resollaba ruidosamente babeando con la boca.

-          ¡Totaaaaal!. ¿Nooooo?. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajajaja!. Arrancando tal ridícula y sumisa actitud unas perversas risotadas de la bella jovencita.

¡Que vergüenza!. ¡Dios mío!. ¡Que vergüenza!. Como podían aquellos dos desalmados sin rubor alguno montar tal numerito ante la pobre y enferma señora, sabiendo de sobras Don Ramón como de devota y fiel creyente es Doña Florentina que se escandalizaba ante tal terrible infamia y sollozaba agarrando fuerte su rosario.

-          ¡Oooooooh, ves que dura se la pongooooo!. ¡Jajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajajaja!!!. ¡Seguramente jamás habías visto la polla de tu marido tan dura como ahora!. ¿Cierto vieja invalida?.

-          ¡Vamos chucho!. ¡A ver si te ganas tu desayuno!. Lina lanzo otro trozo de pasta hacia un extremo del comedor. Al instante, corriendo a cuatro patas, Don Ramón fue en su busca llevando el mendrugo en la boca hasta los pies de la malvada joven, quien después de pisotearlo le autorizo a comérselo.

Si nos atenemos a las grandes carcajadas de Lina, la grandísima pécora se lo estaba pasando divinamente bien. Mientras que Don Ramón se le veía gozar siendo humillado y menospreciado por aquella hermosa y cruel muchacha.

-          ¿Te gusta?. ¡Perritoooo!. ¿Te gusta comer la mermelada o mis bonitos pies?. Pregunto Lina con sarcasmo vaciando el pote de mermelada encima del atractivo empeine de su lindo pie.

El marqués se abalanzo a lamer y chupar la dulce confitura que resbalaba por la bronceada piel del atractivo pie de la joven, mamando con deleite entre los finos deditos de uñas coloreadas de rojo grana.

-          ¡Chupa!. ¡Perro!. ¡Chupaaa!!. ¡Jajajajajajaja!. Lina penetraba todo lo que podía su lindo pie en la boca de Don Ramón que se esforzaba en abrirla para así tragar más su adorado fetiche.

-          ¿Tienes sed?. La preciosa y ávida muchacha se puso de cuclillas y de su lindo sexo empezó a brotar un chorrito de caliente y dorado liquido que se extendió por el suelo.

El marqués con su lengua salida y resollando de nuevo como un autentico perro se apresuro en absorber los meados de la libidinosa y obscena joven.

-          ¿Te gustan?. ¿Te gustan mis meadoooos?. ¡Yo flaipo!!!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!!.

-          ¡Guau!. ¡Guau!. ¡Guau!. Al igual que hacen los perros cuando están contentos, Don Ramón ladro y meneó el culo haciendo zarandear el plug que llevaba como cola. Lina lo contemplaba orgullosa y satisfecha arrancando de nuevo en grandes y sonoras risotadas.

-          ¡Menéatela!. ¡Jajajajajajaja!. ¡Menéatela por tu Diosa!. Gritaba descarada la preciosa muchacha fusta en mano azotando al infame marqués.

Don Ramón, obedeciendo ciegamente a su Ama, empezó a agitarse su dura polla de arriba abajo. Lina lo contemplaba picara, gozosa y burlonamente sonriente.

-          ¡Que asco!. Dije susurrando al oído de una llorosa Doña Florentina que asistía perpleja y consternada al siniestro y escandaloso espectáculo que le ofrecían aquellos dos descarados canallas.

Entre dichosos espasmos de placer, Don Ramón vació sus pelotas encima de un pequeño charco de orines que aun quedaba en el piso. La joven presiono con la suela de su zapatilla la cabeza del marqués obligándole a lamer su propio semen revuelto entre los meados de la guapa muchacha.

Enaltecida por la  preponderancia y supremacía que su fascinante poderío ejercitaba en el dócil marqués, Lina se ensaño atrozmente con Doña Florentina.

-          Remediooooos. Insinuó dulce y bribona la señorita González. La leche de la vieja se ha enfriado. ¡Caliéntala!!!!. Dijo en tono sarcástico e imperativo.

-          ¿Es que eres estúpida?. Me pregunto airada la joven asistenta cuando de nuevo serví el vaso templado de leche a Doña Florentina.

-          ¡Esta fría!. ¿Que no lo ves?. ¡Estúpida! ¡Debes calentarlo más!. Grito Lina furiosa y colérica.

-          ¡Pero si está ardiendo!. Contesté agitada.

-          ¡Imbécil!!!!!. Chillo la señorita González irritada e insultándome me propino un revés en los labios. ¡Esto no está suficientemente caliente!. ¡Rápido!!!!. ¡Pásalo otra vez por el microondas!. Me exigió engreída y autoritaria.

El vapor que salía de la taza denotaba la elevada temperatura que se encontraba la leche una vez la hube recalentado de nuevo.

-          Daleeee de beber. Dijo Lina pausada e irónicamente risueña.

-          ¡Pero se quemará la garganta!. Exclame desesperadamente  horrorizada.

A Doña Florentina se le puso la cara de espanto nada más escuchar las sádicas palabras de la joven asistenta y se aferro a rezar devotamente el rosario.

-          ¡Es que no has oído!. ¡Inútil!!!!!. Me grito la presuntuosa señorita González ante mi vacilación.

-          ¡Don Ramón!!!!. ¡Por Dios!. ¡Detenga esta barbaridad!. Clame suplicando inútilmente al marqués que permanecía de rodillas como un perro, insensible e ignorando expresamente mis ruegos.

Como podía el marqués, un devoto cristiano, permitir esta terrible salvajada.

-          ¡Jajajajajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!. Lina se jactaba complacida ante la docilidad de Don Ramón que le lamía sin parar sus lujosas zapatillas.

-          ¡Perritoooo!. ¿Verdad que ahora soy yo tu Diosa?. Pregunto la seductora Lina con su insinuante y cautivadora dulce voz de boquita de piñón.

El marqués ladro de nuevo al tiempo que pegaba sus labios a los pies de la señorita González adulando majestuosamente a la cruel y enorgullecida joven.

-          ¡Vamos!. ¡Dele ya la leche!. Exigió rotunda viendo reforzada su supremacía por un imperturbable marqués que no cuestionaba para nada sus antojadizos y malvados caprichitos.

Doña Florentina cerró sus labios con fuerza dando a entender que iba a ofrecer toda su resistencia frente aquella brutalidad.

Ante mi pasividad, Lina tapono con una pinza la nariz de la pobre señora, forzándola a abrir la boca para tomar algo de aire, momento en que me obligo a verter el bullicioso liquido en la cavidad bucal de Doña Florentina, mientras Ella apretujaba con ensañamiento las mejillas de la sufrida marquesa obligándola a tragar el abrasador líquido.

-          ¡Aaauuuuuuuuuu!. Un terrible murmulleante sonido salio de las cuerdas bucales de la marquesa, al tiempo en que Lina se carcajeaba sumamente satisfecha del insoportable dolor que su atroz tortura causaba intencionadamente en ella.

-          ¿Un poco más?. ¿Vieja?. ¡Jajajajajajajajajajajaja!!.  Pregunto la joven pintorreándose a costa de la sufrida anciana la cual tenía su paladar y lengua convertidos en una lastimosa llaga.

-          ¡Súper, súper divertidisimooooooo!. ¡O sea, es totaaaaaaal!. ¡Jajajajajajajaja!. ¡Jajajajajajajajajaja!!!.

Lina agarro la hirviente taza y con su grácil cara, iluminada por una hermosa expresión de vicio y sádica satisfacción, vertió sin compasión mas leche en la ya lacerada boca de la anciana marquesa que observaba con ojos desorbitados como las suntuosas manos recargadas de ostentosas joyas vertían el ardiente liquido escaldando aun mas su ya ulcerosa cavidad bucal y laringe.

-          ¡Jajajajajajaja!!!. ¡Jajajajajajaja!!!!. ¡Jajajajajajajaja!!!. Entre diabólicas risotadas Lina agarro la cadena y tirando de ella obligo a su perrito a que la siguiera, desapareciendo los dos de la estancia.

Calme cuanto pude con agua fría las dolorosas quemazones que Doña Florentina padecía en la boca. Aquella atrocidad por parte de la maliciosa putita supuso que tuviera que alimentar a la señora con comida totalmente triturada durante días y semanas.

(Continuará)