El increible caso de Nora Casan

Cuando desperto por la mañana, se dio cuenta que en lugar de su concha tenía otra cosa.

Nunca he sentido cuando un hombre se viene dentro de mí. Mi novio siempre saca su miembro antes del coito y me lo dispara en la cara. Siempre me he preguntado, pero tengo miedo a que quede… bueno, ya saben. Pero aquella noche iba a ser distinto, mis amigas me había platicado lo rico que se sentía una corrida dentro y estaba dispuesta a que lo hiciera, de todos modos la boda estaba en puerta.

Pero su celular nos interrumpió dos veces, la misma persona. Desde hace unas semanas su ex-novia, al enterarse de la boda, volvió a sentir el amor que le tenía antes y no había dejado de acosarlo en todo instante. Para la tercera llamada contesté yo y la muy descarada me empezó a insultar. Colgué enseguida, estaba tan molesta que mejor decidimos dormirnos abrazados platicando sobre nuestra futura vida.

A la mañana siguiente él estaba despierto para cuando abrí los ojos, estaba en la puerta y me dijo adiós, un beso y se retiró. Duré un rato en la cama recordando sus caricias la noche anterior, es triste que teniendo aquel hombre me viniera el apetito por masturbarme, pero nos interrumpieron ayer y aún me quedaba algo. Pero algo había cambiado, cuando bajé mi mano para estimularme sentí otra cosa que me espantó al instante. Oh no, la sabana lo cubría, una protuberancia enorme que se erguía desde mi entrepierna, como un pene, tenía la silueta de un pene, e incluso se sentía rara esa parte de mi cuerpo.

Levanté la sabana y no pueden creer lo que vi. En efecto, toda yo era una mujer, una mujer bellísima como siempre lo había sido. Piernas contorneadas y tonificadas, dedicadas a dos horas diarias en la caminadora. Un busto que al colgar rebota firme y un abdomen esculpido por la gimnasia y muy delgado. Mi único defecto corporal, me decía, era mi estatura, 1.68, no era muy alta. Como decía, todo estaba en perfecto estado excepto que tenía pene. Un pene grueso y largo, nunca había visto uno así, más tarde lo medí y eran 18 CMS. Sabía que cuando se excitaban hacían eso así que traté de calmarme y bajó a unos diez centímetros.

Obviamente no traté de buscar una explicación, era ilógico, era increíble. Yo creía de vuelta mi panocha, amaba el sexo tal y como lo había tenido, y aun me faltaban muchas cosas por hacer y descubrir. Aunque no voy a mentir, si me entraron curiosidades acerca de la situación.

Mis faldas no servía, en todas se resaltaba el bulto y mis pantalones eran demasiado entallados, así que me puse unos de mi novio y salí al centro de compras.

No entraré en detalles, como eso que había visto en películas de cambio de sexo mágico donde la chava no sabe orinar y cosas así, por que solo hacia lo que mi novio cuando me disparaba semen.

Intenté hablar con una amiga pero no la localicé y mi novio había salido aquella noche de viaje. Estaba sola, sentada en la cama con mi nuevo sexo y sin idea de que podría hacer y como explicárselo a mi novio cuando regresara. Tampoco sabía cuanto duraría, pero sabía que si pasaba rápido me arrepentiría después de no haber hecho investigación de sensaciones en un futuro. Así que decidí salir en busca de algo en que incrustar esta cosa.

Mi parada fue una disco de moda en la que las mujeres no tenían cover, osea que iba a encontrar a fuerza una chica con quien salir. Lo único malo es que no era lesbiana y la idea no me parecía muy grata, pero era algo que tenía que hacer sin importar mis preferencias sexuales. Me preguntaba ¿será igual que ligarse a un hombre?

Estaba sentada en la barra con un pomo y dos copas esperando mi oportunidad de cacería. Había mucha gente bailando. La música era buena, una combinación de electro-pop y dance de los 90s. Estaba perdiendo ilusión cuando vi a una chica sola perdida en su propio baile. Se movía como si sólo ella existiera en ese mar de gentes frenéticas. Sus cabellos rubios se tornaban de colores con las luces del techo. Traía un vestido de una pieza strap-less negro como a un palmo arriba de la rodilla. Me llamaron la atención sus pantorrillas que se endurecían cuando saltaba, luego subía hasta su rodilla con la vista y el trozo de carne un poco después. Cuando separaba las piernas y noté lo fresca que debía de estar por la falda que usaba empezó a latir mi corazón y mi nuevo miembro se alargó un poco. Eran nuevas sensaciones, nunca había visto las piernas de una chica de esa forma. Mejor aparté la vista, tenía miedo, no se de que pero tenía miedo. Había dado un vistazo rápido a sus pechos, pero no quería verlos.

Me levanté y caminando de espaldas me dirigí a donde estaba. Tropecé con muchos pero en un momento me encontré con su rostro, unos ojos amarillos y unos labios gruesos. Baile con ella y la invité a la barra cuando terminó la canción.

La puerta del cuarto 12 de un motel se abrió de golpe y unas risas borrachas se tropezaron por todo el lugar. La chica se colgaba de mi hombro y sostenía en la mano su décima copa que se escurría por toda la habitación. Yo no había tomado tanto, y estaba sorprendida de lo fácil que había caído en mis brazos esta jovencita dorada.

La aventé a la cama y empezó a balbucear algo que no entendí, después dio una serie de carcajadas y se intentó sentar para darle un sorbo, el último a su copa. Yo se la rellené para que estuviera aún más inconsciente y me desabotoné mi blusa mientras me incorporaba sobre ella poniendo una rodilla en la cama y luego otra, cada una en cada lado de su cintura. Le quite la copa de la boca, no aguantaba más quería cojérmela como fuera. Se veía tan indefensa y tan sexy. Comencé por masajear sus senos, los exprimía como naranjas, mis dedos se filtraron entre la tela y el cuerpo y jalaron el vestido abajo. Sus hermosos y redondos pechos rebotaron al ser descubiertos. Le chupé los pezones mientras ella jugaba con mi cabello. Mis labios recorrieron su cuello dando pequeños besitos pero se pararon por un instante estando a menos de un centímetro de los suyos, la miré a los ojos, y la besé. No duró mucho el primer beso, había besado a una chica. Abrí los ojos y no vi a un hombre, sino unas pestañas coquetas y unos labios carnosos con gloss. Le acaricie la mejilla y me atreví a dar un segundo beso con movimiento de lengua, ella me insistó sacando la suya y lamiendo mi labio. Debajo de mi ella se movía como una serpiente estimulando mi pene, yo creo que ella no pensaba que tuviera eso ahí, dudo mucho que pensara en ese momento.

El beso fue un éxito, pero ella quería hacer algo distinto y puso su rostro frente a mi entrepierna.

No la dejé que me alzara la falda, entonces le serví directo de la botella mientras frotaba mi dedo índice con su calzón suave, revolviendo sus labios vaginales. Ya estaba húmeda. Sólo pensé que era como si me estuviera masturbando y en un impulso le arranque el calzón de un tirón. Hizo un gemido por ese movimiento pero siguió besándome y acariciándome. El último chorro de la botella se lo dejé caer por la mejilla para ver como el chorro de vodka corría por su cuerpo. Le metí unos dedos y empezaba a gemir más y exhalar. Me besó los pezones y siguió hasta el ombligo, era una sensación tan placentera que de pronto me acordé del pene que iba a estallar. Ya estaba tenso a su máxima potencia pero el calzón que le acomodé lo guardaba. Sentí que en cualquier momento iba a romperme el calzón o temí que se fuera a romper el miembro. La tensión del calzón había provocado que éste se metiera en mi trasera así que mejor me lo quité.

La chica sintió el golpe en su abdomen y bajó la vista, sólo se rió y continuó con lo que estaba haciendo, dándome el goce de mi vida.

Agarré la polla por que sentía que venía el chorro, sólo veía que palpitaba la punta y el agujero se abría y cerraba, estaba roja y me dolía, pero a la vez era un placer intenso. No salía nada. Bajé la mirada a la concha de la chica, a lo mejor estaría bien que la lamiera un poco para estimularle más, pero no me atreví. Así que hice lo que todo hombre haría le intente meter la polla. Me acosté sobre ella para frotar mis senos contra los suyos, algo que tenía la curiosidad de hacer y aproveché, mientras la punta de mi polla golpeteaba los labios de su concha.

Entrará o no, entrará o no, era todo lo que me debatía hasta que sus gemidos y gritoneos me obligaron a meterla hasta el fondo.

Era como una extensión de mi cuerpo, como un dedo con súper-sensibilidad, sentí su carnosidad rodear el miembro, sus líquidos. Abrí los ojos y estaba frente a mí esa chica otra vez. La besé, un beso largo y mi polla descansaba dentro de ella, no hice ningún movimiento con las caderas, sólo descansó ahí mientras la besaba y ella se acomodaba el cabello y se apoyaba en mi pecho derecho.

Guau! –dijo ella –aaah, ah- exclamó. Ahora sí lo sentí el chorro salió y la llenó y ella lo disfrutaba, decía más, más y se retorcía debajo de mí, tuve que sacar la polla por que me lastimaban sus movimientos y me caí de la cama. Ella seguía como en un shock tocando su cuerpo y gimiendo. Había llegado a un éxtasis increíble, nunca había visto o sentido lo que podía ver que ella sentía. Apretó la sabana con las manos y arqueó la espalda, luego se soltó y quedó dormida.

No la maté, pero la llevé al cielo. Sea lo que sea, tenía una magnifica polla, algo mágico.

Decidí dormirme con ella, yo también estaba exhausta.

Antes de salir del cuarto ella despertó y me dijo: No se quien seas, pero me has dado el sexo más maravilloso de mi vida y quiero tu número de teléfono.

Me sentí halagada, nunca antes me habían hecho un cumplido por algo que me gustara tanto hacer como el sexo así que se lo dí, le di un beso y me marché.

Continuará