El Incesto de los incestos

Dos hermanos pecan a conciencia.

Andrea acababa de cumplir 24 años y tenía la misma estatura que su hermano, 1, 70. Sus ojos eran negros y su cabello castaño y muy corto. No era gorda ni delgada, sus tetas tenían grandes areolas oscuras y pezones medianos, sus caderas eran anchas, su cintura estrecha y su belleza era discutible.

Alfredo tenía 32 años y era un hombre de lo más normal. Estaba en la cocina vestido solo con un delantal e iba a hacer una tortilla de patatas con mucha cebolla. Su hermana, que estaba desnuda cómo él y se sentaba en una silla de la cocina, le dijo:

-Tienes un culo precioso, Alfredo.

-El tuyo sí que es precioso y además envicia.

Andrea cogió un cigarrillo de una cajetilla de Winston que había sobre la mesa y antes de encenderlo con un mechero le dijo:

-El tuyo también envicia. ¿Crees que somos unos guarros por comerlos?

-Lo somos, y lo sabes, hermana.

Andrea se acercó a su hermano mientras pelaba una patata, le arrimó las tetas a la espada, lo besó en el cuello y le echó una mano a la polla. Alfredo giró la cabeza, le dio un pico, y después sonriendo le dijo:

-Y a ti te gusta que sea una guarra, guarro. Tengo ganas de correrme otra vez.

Echó una calada y después tiró el cigarrillo en el fregadero, donde se apagó al estar este mojado. Alfredo le dijo:

-Eres incansable.

-Paso muchas necesidades.

Meneando su polla le mordió el lóbulo de una oreja. Alfredo se quedó quieto con el cuchillo en una mano y una patata en el otro. Andrea se puso en cuclillas, abrió sus nalgas con las dos manos y le lamió y folló el ojete con ganas. Lamia cómo una perra y le follaba el culo al estilo de los conejos, luego se dio la vuelta y con sus manos en las nalgas de su hermano le mamó la polla. Alfredo, le dijo:

-Desde luego saliste bien caliente, Andrea.

Sacó la polla de la boca para decir:

-Bien puta, Alfredo, bien puta. Si supieras la cantidad de pajas que me hago pensando en hombres...

Alfredo le habló con voz fraternal.

-Anda, ponte en pie, traviesa.

Se levantó, la morreó y después le magreó y le comió las tetas... Hizo que levantara una pierna y pusiera un pie sobre el borde del fregadero. Su ojete y su coño quedaron a su disposición. Le lamió el ojete y se lo folló con la lengua a ver que le decía, y le dijo:

-Te veo venir.

-Ya va siendo hora de que te desvirgue el culo.

Por vez primera iba a dejar que la polla de su hermano jugase con su trasero.

-Si me duele mucho, paras.

-Sí, no tienes más que decir que pare y pararé.

Alfredo cogió la tarrina de la margarina en la nevera, untó el dedo pulgar con ella y besando sus nalgas se lo metió dentro del culo. Andrea gimió con el gusto que sintió. Alfredo le dijo:

-Se ve que te gusta.

-¡No me gusta, me encanta!

Después de un par de minutos de follarle el ojete con el dedo, le preguntó:

-¿Quieres que te la meta?

-Prueba a ver si entra.

Untó la polla con margarina, le acercó la punta al ojete, empujó y le metió la punta, Andrea dio un pequeño brinco en un solo pie y la polla salió del agujero.

-¡Es demasiado gorda!

-¿Y?

-Y no va a entrar.

Tener aquel culito a su alcance y dejarlo ir no estaba entre los planes de Alfredo. Volvió a empujar y le metió el glande.

-¡Duele!

La sacó, se agachó y le volvió a lamer a follar el ojete con la lengua. Al rato untaba de nuevo de mantequilla el dedo pulgar y le follaba el culo con él. Poco después Andrea ya estaba más que cachonda. Su coño echaba por fuera y goteaba en el piso de la cocina. Tan cachonda se puso que le dijo a su hermano:

-Prueba a meterla otra vez.

Volvió a untar la polla con mantequilla, se la frotó en el ojete. Sintió cómo se abría y se cerraba. Apretó la polla contra él. Andrea apretó su culo contra la polla y sin empujar fue entrando el glande poco a poco y sin producirle dolor. Al entrarle la corona, dijo:

-¡Joder, es cómo si me hubieran metido un salchichón en el culo!

Exageraba, ya que la polla era gordita, pero era una polla de lo más normal. En fin, que apretando los dos, sin empujar, la polla entró hasta lo más profundo de su culo. Alfredo magreaba sus tetas con ganas, pero los pezones los acariciaba con delicadeza. A Andrea le iba la marcha.

-Aprieta más los pezones que no se van a romper.

Magreó sus tetas con más fuerza y pellizcó sus pezones. Andrea se metió un dedo en el coño, luego lo llevó a la boca de su hermano, y le dijo:

-Mira cómo estoy.

Alfredo chupó el dedo, y después le dijo:

-Deliciosa, estás deliciosa.

Andrea le enseñó dos dedos, los chupó y Le dijo:

-Con estos dos me voy a correr.

Metió los dos dedos dentro de la vagina y se masturbó moviendo el culo de atrás hacia delante y de delante hacia atrás. Alfredo pellizcando sus pezones, viendo cómo su polla entraba y salía del culo de su hermana, sintiendo sus gemidos y sintiendo el chapoteo que hacían los dedos dentro del coño, se corrió cómo un lobo dentro de su culo. Andrea al sentir la polla latir y sintiendo la leche inundando su culo, se corrió a lo grande, soltando jugos cómo si su coño fuese un aspersor.

Al acabar le quitó la polla del culo y la leche comenzó a salir de él. Andrea bajó la pierna del fregadero, cogió un trapo y limpió sus jugos del piso, se limpió el culo con otro, y después le dijo:

-Dame el mandil. Acabo de hacer yo la tortilla.

Se lo dio y le dijo:

-Voy a la despensa a por el vino. ¿Lo quieres blanco o tinto?

-¿Cuál crees que le va mejor a mis tetas, Alfredo?

-Para la carne, tinto.

-Pues trae tinto y no tardes.

En broma, le dijo:

-No tardaré, no vaya a ser que te sorprendan así vestida y cuando vuelva estés follando con otro.

  • O con otra.

Su respuesta le dio que pensar. Le preguntó:

-¿Probaste algún chochito más desde la última vez que nos vimos?

-¿Tú que crees?

-¿A quién se lo comiste?

-Se dice el pecado, no las pecadoras.

-Entonces comiste más de uno...

-Puede ser.

-Me acabas de excitar de nuevo.

-Ven y dame un beso.

-Si voy te voy da algo más que un beso.

-Lo sé, ven.

Andrea se quitó el delantal mientras Alfredo iba a su lado. Al tener su boca junto a la de su hermano, le echó las manos a los hombros, hizo que se agachara, y después de llevar su cabeza hasta su coño, dijo:

-Ahí, bésame ahí.

Le dio un beso e el clítoris, le abrió el coño con dos dedos y vio que aún seguía allí parte de la corrida que acababa de echar. Lamió los jugos y después le lamió los labios vaginales. No le tocó el ojete porque aún lo tenía sensible. Enterró y sacó la lengua en su coño varias veces, después lamió de nuevo sus labios vaginales y acto seguido le chupó el clítoris... Se perdió en ese bucle..., bucle del que salió cuando su hermana le dijo:

-Me voy a correr.

Se levantó, la cogió en alto en peso, la llevó hasta la mesa de la cocina, la echó sobre ella y le acercó la cabeza de la polla a la entrada de la vagina. Le bajó la piel al glande y se lo metió.

-¡Dios qué gusto!

Con el glande dentro mojó dos dedos en la lengua y le acarició el clítoris. Andrea cogió el culo de su hermano con las dos manos, tiro de él hacía ella y la polla entró hasta el fondo. Después de un largo mete y saca, le dijo:

-¡Me corro!

Andrea entre gemidos y convulsiones se corrió cómo una loba.

Al acabar le quitó la polla del coño y se la puso en la boca. Andrea la mamó con tantas ganas que ni un minuto tardó Alfredo en correrme en su boca. Luego le dijo:

-¿Acabaré hoy de hacer la tortilla, hermano?

Alfredo le respondió:

-Voy a por el vino tinto.

Volvió de la despensa con dos botellas de tinto del país. Andrea giró la cabeza, Alfredo la miró y vio que le lloraban los ojos.

-¿Qué te pasa?

-Las condenadas cebollas.

Le miró para la espalda, para el culo y para las piernas. ¡Qué cuerpazo tenía! Cuerpazo al que al echar los huevos batidos, la cebolla y las patatas en la sartén le saltaron un par de gotas de aceite hirviendo. Al sentir las quemaduras se separó de la sartén, y gritó:

-¡Coooona! (¡Cooooño!)

-Quítate de ahí que acabo de hacer yo la tortilla.

Andrea se sentó en una silla. Alfredo moví la sartén para repartir la tortilla y le preguntó:

-¿Le echaste sal?

-Sí.

Poco después estaban comiendo. Seguían desnudos los dos. Andrea ya diera cuenta del vino de su botella, cuando le dijo a su hermano:

-Sabes, si me tocase la primitiva mandaba a tomar por culo todo y tendría un harén cómo tienen los árabes.

-¿De mujeres?

Comió un trozo de tortilla, después un trozo de pan y le respondió:

-De hombres... A ver, ya sé que me llamarían de todo si lo supieran, pero...

-No hay pero que valga, eso no lo podrías tener.

-Camuflado, hombre camuflado.

-¿Y cómo camuflarías una cosa así?

-Comprando un equipo de fútbol. Me los iba a follar a todos.

-Tonta no eres, no. Ibas a tener polla para aburrir.

-La polla nunca aburre, pero bueno -suspiró-, hoy me tengo que conformar con la tuya.

Estaba ninguneando a su hermano, pero Alfredo no se lo tuvo en cuenta.

-¡Serás...!

-Puta, soy muy puta. ¿Te echo otro vaso de vino?

-Tú lo que quieres es echar otro vaso para ti.

-Hombre, si tú no lo bebes...

-Deja alguno para tus tetas.

-¿Es qué no tienes más?

-Tengo.

-Pues echa, hombre, echa.

Alfredo echó los dos vasos de vino.

-Que no se diga que lo lloro.

Algo después, al acabar de comer, Alfredo estaba con la barriga llena y no le apetecía follar, le dijo:

-¿Tomamos la siesta?

Lo miró con cara de picarona, y le preguntó:

-¿En tu cama o en la mía?

-Hoy estás muy socarrona.

Andrea se puso a cantar:

-Era o viño meu ben, era o viño... (Era el vino mi bien, era el vino...)

Al oírla cantar Alfredo supo que el vino le había hecho daño a su hermana.

Una hora más tarde Alfredo se despertó en su cama con un brazo levantado y la lengua de Andrea lamiendo su axila izquierda. Se estiró y bostezó para desperezarse. Andrea le levantó el otro brazo y le lamió la otra axila, después lo besó con lengua. Andrea ya se había lavado la boca, pero la de Alfredo le olía mal hasta a él. Le dijo:

-Espera que ahora vuelvo.

Fue a la cocina y enjuagó la boca con vino. Los platos seguían encima de la mesa. Escupió el vino de su boca en el fregadero sobre el cigarrillo, luego se mandó un trago con el vino que quedaba en la botella y volvió a la habitación. Se echó encima de su hermana, pero Andrea le dio la vuelta y se puso ella encima. Volvió a empezar, pero esta vez por la boca de su hermano, después de besarse le puso el pezón de la teta izquierda en la boca, se lo lamió, a continuación le puso la areola, lamió alrededor y después mamo, luego fueron el pezón de la teta derecha y la areola los que lamió y chupó. Lamió y besó sus axilas, su vientre y después bajó hasta la polla empalmada, lamió y chupó sus huevos y luego le lamió el glande cómo si fuera un chupa chups. A continuación se lo mamó unas veinte veces, y después le dijo:

-No te corras dentro.

-No te preocupes, si siento que me voy a correr la saco y me corro en tu culo.

Confió en su hermano. La polla apuntaba hacia arriba cuando lo montó, la acomodó en la entrada de la vagina, empujó con el culo y la metió hasta el fondo de un tirón. Se echó sobre él, y le dijo:

-Follemos cómo si esta fuera la última vez.

Alfredo comenzó a meter y a sacar despacito... Al parar él era Andrea la que con su coño metía y sacaba lentamente. Sus labios y sus lenguas se juntaron. Se besaban al mismo ritmo que se follaban... Transcurrido un tiempo el coño de Andrea apretó la polla de su hermano y después la bañó con una grandiosa corrida mientras le chupaba la lengua y temblaba sobre él. Acabó de correrse y siguieron follando y besándonos cómo antes... Tiempo después Andrea ya no dejaba que su hermano marcase el ritmo. Lo follaba ella a toda pastilla. Su boca devoraba la de Alfredo y las tetas se frotaban con su pecho. Entre gemido y gemido, le dijo:

-Dime que me quieres.

-Sabes que te quiero, hermana.

-No quiero que me quieras cómo me quieres. ¡Ay que me corro! Quiero que me quieras cómo yo quiero que me quieras. ¡Me voy a correr!

-Córrete. Te quiero cómo tú quieres que te quiera, Andrea.

-Demuéstramelo, córrete dentro de mí.

Se incorporó y echando la cabeza hacia atrás y las tetas hacia delante se corrió en la polla de su hermano, gimiendo y diciendo:

-¡Dame tu leche, dámela, dámela!

Alfredo no se la dio, la sacó y se corrió fuera. No podía dejar preñada a su hermana, aunque sabía que ella buscaba un hijo suyo para mandar todo a mierda y venir a vivirse con él.

Andrea al acabar de disfruta salió de la cama, y cogió en el respaldo de una silla su hábito de monja bajo el que estaba la sotana de su hermano.

Una vez vestida con su cofia, con su hábito y con el gran crucifijo colgando, parecía una santa. Su hermano le dijo.

-Ven aquí que te quiero volver a follar con el hábito puesto.

-¿Y eso?

-Morbo puro y duro.

-Voy si te corres dentro.

-Vale, ven.

¿Se correría dentro?

Quique.