El imperio de los sentidos
Dos corazones que se ven por primera vez
Nunca nos habíamos visto es persona, no conocíamos el olor de nuestros cuerpos ni el calor de nuestros labios, solo conocíamos el susurro de nuestras voces y la desnudez de nuestras almas.
Llegó el esperado y temido momento, temblaba como un niño, tenía miedo pero a la vez ansías, ansias de ti, de olerte, de sentir tu calor, tu cuerpo pegado al mío, el destino quizo regalarnos la oportunidad de poder escribir ese capítulo de nuestras vidas y no podíamos dejarlo pasar.
No sabía cómo eras, solo sabía que llevarías ese pañuelo que te regale y que sería la forma de poder encontrarte entre la gente. Mi ansiedad aumentaba a medida que se acercaba el momento, mirando el reloj y entre mis miedos e inseguridades vi unos ojos que estaban fijos en los míos y fue en ese mismo momento cuando supe que eras tú, no conocíamos nuestros cuerpos pero nuestras almas ya se habían unido hacia tiempo, al verte se paro el tiempo para mí, no me importaba nada, el mundo enmudecio, tembló y lloró de alegría en ese instante, no hizo falta el pañuelo, solo al ver tus ojos supe que eras tu.
Yo seguía ahí sin saber qué hacer, paralizado y totalmente aturdido, te acercaste a mí y en el instante que intenté hablar sellastes mis labios con un cálido beso, en ese momento todo lo que tenía que decirte, todo lo que tenía que contarte se esfumó, solo existimos tu y yo en ese momento y lugar del universo .
Dejamos el mundo atrás, la intimidad era nuestra aliada, sin hablarnos ya nos deciamos todo, el silencio sólo lo rompía nuestras miradas y los latidos de nuestros corazones... Al fin te tenía delante de mi, eras perfecta, perfecta por tu risa, por el brillo de tus ojos, me enamoraba tu espíritu, tu olor tu ingenuidad, en definitiva Tu entera.
Nos besamos, disfrutamos de la desnudez de nuestros cuerpos, disfrutaba de su olor al besarle el cuello, de acariciarte el pelo, disfrutaba del calor y dulzura de tus labios, tenía un sin fin de sensaciones, difíciles de explicar, la simplicidad del sexo paso a segundo plano, era una conexión entre dos almas que anhelan ser amadas, deseadas y protegidas.
Pasamos largas horas desfogando todo aquello que habíamos reprimido durante tanto tiempo, por fin desnudando nuestras almas, abrazados y temblorosos nos miramos a los ojos y antes de fundirnos en un beso nos susurramos al oído... te amo.