El ídolo de oro (2/2)

La ofrenda de la mujer al Ídolo de oro, mientras el resto de participantes tienen una orgía de placer

El Ídolo de oro (2/2)

Capitulo 2.- La ofrenda e la mujer al Ídolo de oro

Una vez terminado este proceso aberrante de dilatación anal con la serpiente, las jovenes chinas hicieron de nuevo su aparición y desataron a la agotada Klara casi privada de conocimiento y la colocaron boca abajo sobre la pequeña banqueta de cuero roja.

Sus muñecas y sus tobillos fueron atados a los pies de la banqueta, con el culo sobresaliendo y separando de tal forma las nalgas que dejaban bien descubiertas el coño y el ano.

Maya vio como del techo descendió un largo tubo de goma del grosor de un dedo, al final del cual había una gruesa cánula negra… Con un gesto rápido una de las jovenes criadas introdujo toda la cánula en el abierto culo de Klara y pronto un chorro de agua tibia penetró en su intestino.

Poco a poco, la continua entrada de agua hizo que el vientre de Klara se fuese hinchando hasta alcanzar un tamaño que provocó que ella comenzase a gritar de nuevo y removerse para intentar soltarse… Todo ello provocaba el placer de los espectadores al ver cómo sus nalgas se separaban y contraían y sólo conseguía que el agua bajara y penetrara con más facilidad en sus intestinos.

Cuando los gritos fueron más escandalosos provocados por los cólicos de la lavativa, la joven criada, a instancias del marido de Kumiko, cerró la llave de paso del agua, para luego quitar la cánula y meterle, con rapidez, en el agujero del culo, un grueso obturador de marfil que sujetó con unas finas cadenas a la cintura de Klara.

Entonces, las dos jovenes criadas que continuaban desnudas, desataron a Klara, la hicieron levantarse y la llevaron con dificultad ante los dos chinos que se entretuvieron en palpar el dilatado vientre y los pezones y clítoris brutalmente deformados.

Pronto se dieron cuenta de que Klara no podía aguantar más los retortijones de vientre y, acompañada por las dos criadas, le permitieron retirarse para que evacuara el líquido que soportaba dentro.

Mientras, para entretener a los presentes, las jovenes danzarinas volvieron a interpretar una lasciva danza hasta que Klara regresó, agotada, dejándose caer en los brazos de su marido Richart.

Cuando la danza terminó, los dos chinos se levantaron y las criadas forzaron a Klara a seguirlas, a pesar de sus protestas, llevándola tras ellos, hasta una puerta lacada en negro con grandes dibujos de dragones en rojo.

Maya, acompañada de Kumiko, que con su brazo la ceñía por la cintura, entró detrás de todos ellos, en una amplia estancia, con una luz difusa, que iluminaba a una estatua de un Idolo, de unos dos metros de alto, en posición sentado, con las piernas cruzadas, en cuyo centro tenía un enorme pene completamente erguido.

Klara fue izada sobre una especie de altar que se encontraba frente al Idolo y colocada boca abajo… Le ataron los tobillos con las piernas muy separadas mientras los demás se sentaban en almohadones alrededor del altar.

Maya se encontraba excitadísima por todo lo visto, incrementado por las caricias y besos continuos que le dada Kumiko, lo cual la mantenía en un estado de calentura creciente.

Kumiko agarró a Maya y abalanzándose sobre ella replegó la amplia falda que llevaba y hundió su cabeza entre las piernas de su amiga, buscando con su boca el húmedo coño oculto bajo sus mojadas bragas… Sus manos recorrieron las nalgas de Maya aferrándose al borde superior de su íntima prenda y se la quitó mientras no cejaba en besar las carnes que poco a poco quedaban al descubierto.

Maya, superexcitada por las cosas increíbles de las que había sido testigo a lo largo de la noche, cayo de inmediato en las olas de placer que le proporcionaba Kumiko y su cuerpo se contrajo en continuos espasmos bajo la experta lengua de su amiga china.

Kumiko se desprendió de su kimono y ofreció a Maya los tiesos y duros pezones para que ésta se los lamiera y chupara…Los suspiros de ambas mujeres se escucharon en la sala mientras se revolcaban por el suelo.

Mientras tanto, Klara, que permanecía de rodillas con las piernas completamente separadas y apoyada en las palmas de la mano, era ofrecida por el chino mandarín a la figura del Ídolo de oro, que de pié frente a la estatua con los brazos levantados ofrecía, en una extraña plegaria, el sacrificio de la mujer blanca diciendo:

“GrandiosoÍdolo, vuestros humildes siervos, en acción de gracia por los enormes placeres terrenales que brindáis a nuestros impuros cuerpos, os ofrecen como agradecimiento para vuestro placer, el cuerpo de esta mujer blanca como símbolo del apetito por la carne y que su dolor y su humillación, sirvan para atenuar el dolor y la humillación de nuestro pueblo .”

El chino mandarín se inclinó primero ante la estatua del Ídolo de oro y luego se volvió hacia Klara y le dijo:

  • Mi bella flor blanca, ha llegado el momento de ofrecer a nuestro Idolo de oro el sacrificio de vuestro cuerpo abriéndoos para la penetración para la que ya habéis sido preparada… Aceptad con alegría el dolor que sufriréis por la posesión que el Ídolo haga de ti… Aceptad con alegría la humillación de la posesión fría de la estatua de Ídolo… Aceptad con alegría el precio que debéis de pagar por el placer que la droga, que os he entregado, hará sentir a vuestro cuerpo.

Terminado de hablar, se retiró a sentarse en su sitio.

El esposo de Kumiko se levanto y se quitó su kimono, quedando totalmente desnudo… Dirigiéndose donde estaba Klara, se subió a una pequeña tarima, poniéndose detrás de las abiertas nalgas de la mujer y sujetándose a estas con ambas manos, la penetró profundamente por el culo… Le bastaron apenas un par de minutos para, dejándose caer sobre ella, correrse.

Cuanto éste se retiró, Richart, que se había despojado de toda su ropa, se subió también a la pequeña tarima y penetró a su compañera… Le bastó apenas un minuto para descargar su semen en el intestino de ella, la cual empezaba a sentir el placer y el deseo de ser penetrada analmente.

Finalmente fue el chino mandarín quien se quitó su pesado kimono y se subió a la pequeña tarima que había abandonado el americano… Centró su enorme pollón en el abierto y ahora lubricado ano de Klara… Aspiró profundamente y con todas sus fuerzas se la metió en el culo, arrancando un lastimero gemido en la mujer.

Mientras esto sucedía, Maya, sucumbía una y otra vez a las caricias de Kumiko y su cuerpo estaba tan excitado que apenas reaccionó cuando sintió las manos del marido que le abrían sus nalgas y buscaban su ano para introducirle su dedo índice en él.

La experta mano del chino inició la lenta y voluptuosa caricia, al mismo tiempo que cruzaba una mirada de complicidad con su esposa… Ella se levantó y fue a buscar algo que estaba en el pie del altar, regresando inmediatamente para ofrecérselo a su esposo.

El marido de Kumiko levantó las piernas de Maya y ésta sintió una cosa fría y dura sobre la entrada de su culo… Después sintió una presión y algo que la penetraba analmente… Y sintió que su agujero anal se abría… Maya se contrajo violentamente mientras una bola resbalaba hacia su interior dejando un delgado cordón de seda fuera.

  • “Aaaaaaah… AaaaaaaGgggg…”, gimió y grito ante esta invasión.

Kumiko la ayudó a levantarse, al mismo tiempo que una música se empezaba a escuchar en la gran estancia.

  • “Danzad y ser felices”, les dijo el marido de Kumiko.

Maya se puso a bailar al ritmo de la música… Su blanco cuerpo desnudo se mecía lascivamente al compás de la extraña melodía, al mismo tiempo que unos extraños cosquilleos recorrían sus entrañas… Mientras bailaba, con cada movimiento de su vientre, sentía una serie de temblores intensos por todo el cuerpo provocados por la bola metida en su ano y de sus labios se escapaban gemidos de placer.

Richart, el americano, le preguntó a Kumiko sobre el extraño aparato que había visto meter a Maya en su culo… Y ésta le explicó:

  • Mi marido le metió una bola… En Japón, las geishas se introducen estas bolas en el coño… Es una bola vacía dentro de la cual hay otra bola más pequeña de plomo… A cada movimiento, por leve que sea, la bola pequeña choca con las paredes de la bola grande, haciéndola vibrar como una campana… Esta vibración repercute en las partes sensibles del sexo… Mi marido ha construido este huevo, un poco más pequeño, para ser introducido por el culo y ya veis el efecto que está haciendo en Maya.

Mientras tanto, Klara seguía siendo sodomizada por el chino mandarín, empezando a conseguir con su lenta y continua penetración, cambiar los primeros gemidos de dolor por otros de placer, que se escapaban de los labios de la poseída.

La danza erótica de Maya se volvía cada vez más rápida a medida que la excitación aumentaba… Sus pechos oscilaban impúdicamente, el vientre se ondulaba lascivamente buscando el mayor movimiento de la bola, ayudado por el movimiento frenético del pubis.

Pronto empezó a temblar y separando sus piernas para no caer siguió moviendo su cuerpo cada vez más obscenamente hasta que lanzando un largo gemido cayó al suelo presa de continuos temblores... Estaba teniendo un placentero orgasmo.

Kumiko y su esposo intercambiaron una larga sonrisa y ayudaron a Maya a recuperarse acostándola sobre los almohadones.

Mientras, sobre el altar, Klara seguía ofreciendo su culo a la furia del chino mandarín, quien habiendo llegado al límite de su placer se resistía a correrse, para así seguir excitando a la victima.

Cuando observó que Klara estaba buscando alcanzar el placer por los movimientos que hacía debido al enculamiento que estaba recibiendo, el chino mandarín consideró que era el momento de consumarse la ofrenda y procedió a sacar su gran polla del culo de la mujer, la cual vio interrumpido el orgasmo que empezaba a sentir.

Oh Señor mi Ídolo, vos que habéis visto el despertar del placer en el cuerpo de vuestra victima, tened a bien aceptar su cuerpo y darle el mayor gozo que espera recibir de vos’ .

Después hizo una señal a las dos jovenes criadas, que hasta aquel momento habían permanecido en la penumbra, quienes se adelantaron y cogiendo a Klara la hicieron bajar del altar.

El chino mandarín se acercó a Klara, que permanecía de pie delante de la figura del Ídolo de oro y le ofreció una copa de cristal.

  • Bebe este licor para que entre en tu cuerpo y permita que alcances el placer que el Ídolo de oro te va a ofrecer.

Klara, embrutecida y dominada completamente por todo lo que hasta el momento había sufrido, sumisamente cogió la copa, se la llevó a los labios y obedeció la orden recibida, sorbiendo a grandes tragos todo el contenido de la copa sin preguntar que era aquella bebida.

El chino mandarín se retiró mientras las dos sirvientas, acercándose a Klara, la sujetaban por los brazos y la acercaban de espaldas a la estatua del Ídolo de oro.

Empujada por las sirvientas, Klara fue acercándose hasta que su culo entró en contacto con el enorme falo de oro que se alzaba entre las piernas del Ídolo.

Excitada por los continuos enculamientos a que había sido sometida e invadida su cerebro por el extraño licor que acababa de tomar, Klara no ofreció ninguna resistencia cuando, cogida por las dos jóvenes  chinitas desnudas, fue levantada del suelo y sus pies apoyados sobre los gruesos cojones que había a cada lado del enorme falo.

Las dos jóvenes alzaron las piernas de Klara y dejaron que su ya dilatado orificio anal entrase en contacto directo con el frío falo de oro y lentamente, pero muy lentamente dejaron que fuese abriéndose paso a través del recto de Klara, dejando que poco a poco ella se fuera dando cuenta que se iba a autoencular por el peso de su cuerpo sin que ella nada pudiera hacer.

Klara, cabalgando completamente sobre el enorme pollón de oro se dio perfecta cuenta como su culo se fue ensanchando a medida que la penetración aumentaba, ayudada por las dos jovenes chinitas.

Por unos instantes Klara sintió todavía las olas de placer recorrer su cuerpo al sentirse enculada, mientras la lenta penetración del gran falo de proseguía avanzando, pero pronto se dio cuenta que nadie la sujetaba y ella sola debía acabar el sacrificio... Y entonces comprendió la grave situación en la que se encontraba.

Las jovenes chinitas no sólo se habían apartado de ella, sino que habían embadurnado de aceite los cojones del Idolo para hacerlos muy resbaladizos y si Klara se apoyase en ellos, no podría sujetarse pues sus pies resbalaban… Cuando ella perdió por completo los puntos de apoyo fue descendiendo inexorablemente mientras el grueso falo de oro la ensanchaba más y más.

Sus brazos comenzaron a manosear el aire y sus pies buscaban una y otra vez en que agarrarse y apoyarse para evitar el descenso que poco a poco se iba produciendo, pero nada podía hacer la infeliz sino bramar como una loca pidiendo ayuda.

  • “Noooo… Noooo… ¡Basta!... ¡Me estoy hundiendooo!... ¡Por favor, ayuda!... Aaaaggg.”

Pero nadie hizo el menor caso de Klara.

Mientras esto sucedía, Maya continuaba tendida sobre los almohadones… El marido de Kumiko decidió que había llegado también el momento de su sacrificio y por indicación suya, su mujer Kumiko se colocó al revés, sobre el bonito cuerpo de su amiga… Y metiendo su cabeza entre sus muslos empezó a besarle y chuparle el coño.

Los gemidos de placer pronto comenzaron a salir de los entreabiertos labios de Maya, mientras que con su lengua intentaba dar el mismo placer que recibía pero la sutil lengua de Kumiko lamía una y otra vez los labios vaginales de su amiga esperando que el orificio vaginal se abriera para penetrar su lengua en él

Maya se encontraba de nuevo al borde de un nuevo orgasmo ya que las lamidas y chupeteos en su coño por parte de Kumiko no sólo no cesaban, sino que se incrementaban por momentos y eso sin olvidar que los movimientos de su cuerpo se transmitían al huevo que tenía metido en  el culo, lo cual la tenía excitaba de sobremanera.

Kumiko, viendo que su amiga estaba en el límite alzó su rostro y vio a su esposo masturbándose su gran polla delante de ella preparándose para follar a Maya… Entonces Kumiko deslizo su culo hasta la cara de Maya aplastándola para que su amiga le metiera la lengua profundamente en su ano.

El marido de Kumiko se situó entre las piernas de Maya y su gran pollón fue poco a poco penetrándola hasta el fondo… Su enorme verga quedo totalmente dentro de ella.

El grito de Maya al sentir la gran dureza y las dimensiones de esa gran polla dentro de ella, que la desgarraba, quedó ahogado por la presión que Kumico hizo con su culo sobre la boca de su amiga… Los movimientos de meterle y sacarle esta gran polla pronto comenzaron a darle gran placer, incrementado por el movimiento del huevo metido en su  culo… Kumiko, buscando alcanzar su orgasmo, puso su coño en la  boca de su amiga para que se lo lamiera y de paso ahogada los gritos de dolor que le provocaba su marido al pegarle fuerte con su gran polla mientras la follaba.

¿Y Klara?... ¿Qué pasaba con ella?... Pues Klara permanecía ‘ clavada ’ sobre el gran falo del Ídolo… Había descendido inexorablemente a lo largo del gran falo de oro… Sus manos ya no se movían al aire, sino que atenazaban su  vientre que se veía deformado por la enorme protuberancia que la penetración del gran falo estaba realizando… El falo de oro, cada vez más hundido en su cuerpo a través del paquete intestinal tensaba la piel del vientre y sobresalía conformando su silueta a través de la piel de la barriga de Klara… Por eso ella con sus manos intentaba mitigar el gran dolor que la lenta penetración le estaba causando… Era un sufrimiento exagerado y nadie le estaba ayudando.

La luz de la estancia se fue poco a poco reduciendo hasta quedar en una semioscuridad, en la que sólo se veían siluetas y sólo se escuchaban los bramidos desesperados de Klara.

Pasado un corto espacio de tiempo, la luz de la estancia volvió a subir un poco de intensidad y se pudo ver que Richart, el americano, había sido colocado por las dos jóvenes sirvientas de rodillas sobre el altar ofreciendo también su culo a la estatua de Ídolo y a los ojos de Klara, que quedo estupefacta cuando vio que el chino mandarín lo penetraba profundamente mientras una de las chinitas lo masturbaba lentamente.

El marido de Kumiko seguía bombeando lentamente el coño de Maya que gemía de placer con los ojos en blanco… Su amiga Kumiko había tenido una serie de orgasmos y acariciaba y chupaba los pechos de Maya a la espera de que su esposo se corriera en el fondo de su coño.

Klara seguía suspendida con el gran pollón de oro metido en su culo… Permanecía de pie y ya no descendía más por estar apoyándose con  las puntas de los pies en el suelo… La otra joven chinita se acercó a ella llevando una pequeña y fina caña de bambú… Y comenzó azotarla por todo su cuerpo con suaves golpes, primero, para ir aumentando la fuerza cada vez más… Y Klara respondió con gritos agónicos que se escucharon perfectamente en toda la habitación, mientras su cuerpo se llenaba de verdugones por todos lados.

Maya estaba tan agotada por el encadenamiento de orgasmos, que se dejaba hacer como si fuera una muñeca… Su cuerpo se movía al compás que le marcaba el marido de Kumiko, unas veces lento y otras veces rápido y salvaje, hasta que no pudiendo aguantar más, se la ‘ clavó ’ profundamente soltando grandes chorros de leche.

Al cabo de varios minutos, cuando todos se habían corrido hasta el agotamiento, la joven chinita dejó de azotar a Klara y con la ayuda de su compañera, la ayudo a sacarse el enorme falo de oro dejando ver un ano tan dilatado que nunca más se recuperaría… Había pagado, muy bien pagado el maldito paquete de opio que le ofrecieron a cambio de su cuerpo… Ella sabía desde le primer momento que se lo propusieron que eso sería así y lo aceptó sin poner ninguna objeción a sabiendas de lo que le harían sufrir pero ello lo compensaría más tarde con el opio que le proporcionaron y que la degradarían todavía más en la próxima ocasión.

F I N