El ídolo de oro (1/2)
Una mujer europea es invitada a ver cómo se realiza la ofrenda de una mujer americana al pulpo y al Idolo de oro, todo con un altísimo contenido erótico... Pero antes hay que prepararla bien...
El Ídolo de oro
Capitulo 1.- Preparando a Klara para su ofrenda al Ídolo de oro
Aquella mañana Maya recibió una llamada de una mujer china a la que había conocido hacia poco tiempo en una fiesta erótica en su casa, como acompañante de su pareja actual, James.
En esa fiesta erótica, la mujer, llamada Kumiko, y ella alcanzaron el placer una en brazos de la otra, mientras eran folladas por sus parejas e incluso con intercambio… Fue una libertad de sexo total.
A Kumiko le gustó mucho cómo disfrutó con Maya y la llamada era para invitarle a conocer como era una fiesta al estilo oriental… Se trataba de una fiesta exclusiva y en el que vería como se honraba al pulpo como símbolo sexual.
- “No temas nada… Verás hermosas danzas eróticas y en la fiesta de esta noche una mujer, a la que no conoces, será entregada al pulpo y al ídolo de oro… Todo con un altísimo contenido sexual.”
En un principio, Maya, dudó, y cómo escusa le dijo que no sabía si podría ir… Que le diese la dirección exacta de su casa y vería de estar ahí a las nueve de la noche, hora en que comenzaba la fiesta.
Durante todo el día, Maya estuvo pensando si sería prudente ir sola, pero finalmente la curiosidad pudo con todo y con el corazón en un puño, a la hora convenida, estaba llamando al timbre de la vivienda de Kumiko.
Desde que Maya entró en la casa notó una atmosfera muy cargada de aromas orientales… Kumiko, después de besarla en los labios, la condujo cogida de la cintura hacia un gran salón sumido en la penumbra y la hizo sentar sobre una gran almohada… Cuando sus ojos se acostumbraron vio a Kumiko sentada a su lado y un poco más alejado, estaba su marido y otras personas que no conocía.
Una música comenzó a sonar al tiempo que entró una joven china, llevando sólo un diminuto tanga, y empezó a servir el té… Kumiko se inclinó hacia Maya y le dijo:
- “Hoy, querida, eres mi invitada… Mi marido está un poco inquieto sobre tu discreción, pero yo me he hecho responsable de ello… Ver lo que va a suceder aquí es algo excepcional y no se admite que personas no preparadas estén presentes.”
Maya escuchaba en silencio mientras bebía su té, intrigada por lo que le contaba Kumiko.
- “Esta noche vendrá un amigo de mi esposo… Un manchú… Trae a dos clientes… Dos americanos… Los dos son drogadictos… ¿Me comprendes, Maya?... El manchú, les proporcionará opio a cambio de que la mujer acepte ser torturada… Pero no tengas miedo… Está habituada a que la torturen porque necesita opio… Ya veréis todo lo que se hace con ella… Pero, de esto, nada a nadie… Hazlo por mí.”
Maya abrazo a Kumiko y besó su boca, sellando con esta caricia su promesa de silencio.
En ese momento entraron en el gran salón, conducidos por la joven china prácticamente desnuda, un coloso chino, grueso, vestido como si fuese un mandarín de la época… Detrás de él, iba un hombre, de unos cuarenta años vestido con traje elegante... Y, a su lado, una mujer rubia y guapa, que posiblemente tendría sobre los treinta años… Vestía un traje largo de color negro con un enorme escote por delante que dejaba casi al descubierto los pechos y por detrás, el escote le llegaba al nacimiento del culo… Sus pechos eran exageradamente, grandes.
Los tres personajes se sentaron silenciosamente después de inclinarse respetuosamente ante Kumiko y su marido… La joven china les ofreció de nuevo té… Y mientras degustaban la bebida, la luz de la estancia cambió y del techo descendieron numerosas cintas en forma de lianas.
Una joven de rostro euroasiático, morena y de grandes ojos rasgados, totalmente desnuda, de unos veinte años, bailando ondulando su cuerpo, se situó en el centro de la estancia… Estaba totalmente depilada y sus pechos eran pequeños, pero duros, con pezones negros muy remarcados.
Al son de la música, la joven comenzó una voluptuosa danza… Su vientre entró en rotación avanzando su pubis obscenamente, al tiempo que abría y cerraba sus piernas ofreciendo a la vista de todos su depilado pubis y sus labios vaginales… Sus redondas nalgas se movían al ritmo de su cuerpo.
Dos nuevas bailarinas se aproximaron a ella… Ambas tenían el cuerpo cubierto por una malla azul provista de numerosos agujeros que dejaban ver no sólo su fina piel, sino también sus pechos y su coño… El movimiento de sus brazos y piernas representaba el majestuoso movimiento de dos pulpos.
Ambas bailarinas avanzaron en busca de la joven que seguía ondulando su cuerpo de forma lasciva y entrelazando los brazos iniciaron una extraña danza que simulaba la lucha de la joven con los pulpos… Conforme avanzaba la danza, los pulpos separaban y estiraban los miembros de la joven desnuda forzándola a curvarse y mostrar a los espectadores lo más intimo de su cuerpo, tales como la hendidura vaginal o el orificio anal, todo bien abierto.
Los pezones eran aspirados una y otra vez en lentas succiones que los penetraban hasta lo más profundo de sus gargantas, mientras sus hábiles manos repasaban una y otra vez los pliegues del coño de la bailarina desnuda, que derrotada cayo al suelo donde los dos pulpos empezaron a devorar también la rosada carne de su vagina.
La bailarina desnuda, totalmente entregada, abierta de piernas es succionada por un “pulpo” que le come el coño, emitiendo un intenso ruido de succión… El otro “pulpo” se coloca a caballo sobra la cabeza de la bailarina y aplasta su coño contra los labios de ésta.
La escena termina con los gritos de placer de las corridas que las bailarinas ofrecen con todo realismo a los espectadores.
Luego, la luz se hizo un poco más clara y los tres cuerpos se separaron e inclinándose ante los espectadores, desaparecieron.
Maya, excitada se apretaba contra Kumiko, que había deslizado su mano bajo la falda de su invitada y le estaba acariciando su coño.
Las cintas que pendían del techo se levantaron lentamente… Mientras que en su lugar descendían dos tubos de metal flexibles y plateados.
Todas la miradas se dirigieron entonces hacia el enorme manchú, que sacando de un bolsillo de su túnica de seda dos paquetes, con signos chinos, los dejó delante suyo.
Maya vio como los ojos del hombre y los de la mujer, brillaban a la vista del paquete… Luego, sus miradas se cruzaron y el hombre se inclinó al oído de la mujer para decirle algo, a lo que ella respondió con un movimiento negativo con la cabeza.
“¡Klara!”,… ordenó el hombre, mientras que ella apretó sus manos sobre sus pechos en señal de defensa.
“Nooo… Nooo… Esto no, Richart… Ya sabes lo grande que tengo los pechos… Nooo… Te lo suplico.”
Su pareja la volcó boca arriba tumbándola sobre los almohadones y mientras la besaba apasionadamente, con sus manos desanudo el lazo del vestido tras el cuello y cuando esta se enderezo, todos vieron los grandes pechos que tenía.
Maya quedó muy sorprendida por la forma exagerada que tenían los pezones, al margen de lo grande que eran sus mamas… Los pezones medirían al menos unos 6 cm.
En ese momento, dos sirvientas chinas, vestidas únicamente con diminutos tangas, se acercaron a la mujer y le ayudaron a levantarse.
- “Richart… Por favor”… Pero como respuesta, éste le señaló los dos paquetes que estaban frente al manchú mandarín.
Klara los contempló con ojos embrutecidos y se dejó llevar hasta el centro del salón, en donde fue desnudada totalmente, dejando ver a la vista de todos un coño totalmente depilado y al abrir las piernas mostró una enorme hendidura vaginal con labios muy gruesos.
Kumico estaba tan excitada que apretó su mano sobre el muslo de Maya y lo movió de arriba-abajo.
Klara quedó bajo los enormes tubos de metal que habían descendido del techo y empezó a querer escapar de las dos sirvientas chinas, que apenas podían con ella.
- “Klara!... No te muevas”,… le grito su marido.
Entonces el marido de Kumiko hizo una señal y del techo bajaron dos gruesas cadenas que llevaban en sus extremos unos brazaletes de piel, que las criadas chinas colocaron rápidamente en las muñecas de Klara… Luego las cadenas ascendieron de nuevo hacia el techo hasta que la mujer quedo con la punta de los pies tocando el suelo.
Obedeciendo a una mirada de su esposo, Kumiko se levantó al mismo tiempo que le susurraba a Maya:
- “Ahora debo actuar yo… Espérame, querida… y observa bien lo que voy hacer.”
Kumiko avanzó hasta el centro del gran salón, mientras que una de las criadas le entregaba respetuosamente un látigo de finas y flexibles tiras de piel… Con una sonrisa misteriosa, Kumiko levantó el brazo y cinco segundos después golpearon las nalgas de Klara, que lanzó un grito estridente mientras se retorcía de dolor.
Y a partir de ese momento, los gritos de Klara fueron cada vez más fuertes… Kumiko se ensañaba con ella, sin piedad… Los latigazos que recibía eran muy fuertes y sus nalgas se cubrían cada vez más de rayas rojas… Pronto apareció la ronquera en la voz de Klara, mientras su cuerpo se convulsionaba… Ante los ojos de los espectadores, Kumiko, de cuando en cuando, lanzaba con fuerza el látigo al coño de la victima, que bramaba de dolor y lloraba, al tiempo que su cuerpo se estremecía terriblemente.
A una señal de su marido, Kumiko ralentizo la cadencia de los latigazos y con un tremendo golpe entre las piernas, que alcanzó por delante la comisura abierta de los labios vaginales y por detrás toda la longitud de la raya del culo, entregó el látigo a unas de sus criadas y se sentó al lado de Maya, jadeando y sudorosa.
Tras dejar reposar a Klara un par de minutos, dos criadas la desataron y sosteniéndola, porque se caía de agotamiento, la llevaron hasta una pequeña y estrecha banqueta… Luego, sus manos fueron atadas a unas anillas que habían a cada lado por encima de su cabeza y los pies, a unas cadenas que colgaban del techo, dejándola muy espatarrada… A la vista de todos ofrecía, no sólo las nalgas enrojecidas por los latigazos, sino un gran coño con los labios hinchados por los golpes recibidos.
Una vez atada en esa posición, el manchú mandarín se levantó y se aproximo a la banqueta… Sin prisa alguna acarició primero y luego presionó los pezones de Klara para después comenzar a chuparlos hasta conseguir que adquiriesen un buen tamaño.
Acto seguido, y sin perder tiempo, el manchú mandarín cogió uno de los largos tubos metálicos que también habían descendido del techo y adaptó al pezón derecho una especie de tubo de cristal de unos 15 cm. de longitud, algo ensanchado por su base… Y la misma operación la repitió sobre le pezón izquierdo.
A una señal suya, de inmediato se escuchó un ruido intenso de succión y gracias a la transparencia del tubo, todos los presentes pudieron ver como los pezones de Klara se alargaban brutalmente, amoratándose, mientras ella respondía jadeando, gritando y suplicando que parase la tortura que estaba sufriendo.
Y mientras esto sucedía, el manchú mandarín se arrodillo entre las piernas abiertas de Klara mirando el depilado coño e incrustó su cabeza… Con su lengua experta logró que los gritos de Klara se convirtieran en suspiros de placer y el clítoris se pusiera duro y tieso… Con rapidez, cogió otro tubo metálico exactamente igual a los dos anteriores y lo colocó sobre el clítoris… Y una nueva succión se produjo en el cuerpo de Klara, que comenzó a encabritarse como si fuese una posesa cuando el clítoris se estaba estirando más de 5 cm. absorbido por una aspiración forzada y diabólica… Los berridos de Klara resonaban por toda la estancia aunque nadie le hacía caso.
Terminado este trabajo el manchú mandarín volvió a sentarse y las criadas volvieron a servir más té mientras Klara continuaba ofreciendo un espectáculo tremendamente excitante por como se movía de excitación.
Mientras los invitados degustaban su te, la luz del gran salón comenzó a disminuir y dejar todo en penumbras… Del fondo del salón salió una jovencita completamente desnuda que se aproximó donde estaba sufriendo terriblemente Klara, monstruosamente estirada por la succión de sus pezones y clítoris.
La joven abrió un cajón disimulado en la banqueta y extrajo un grueso falo de marfil que llevaba una cadena de dilataciones en forma de bolas cada vez más y más grandes… Bajo la mirada atenta de todos los asistentes apuntó la punta del falo en la entrada de la vagina y de un golpe preciso hundió en el coño abierto de klara, los 20 cm. que penetraron en su sexo.
Los gruesos labios vaginales de Klara se habían cerrado sobre la última bola del falo de marfil pero ello no fue impedimento para que la joven comenzase a sacar y meter el falo en un coito lento pero inexorable provocando en Klara una mezcla de convulsiones dolorosas y espasmos de mucho placer.
Todos observaban la escena en un ambiente de mucho erotismo… Kumiko deslizó de nuevo su mano bajo la falda de Maya y masturbaba con precisión el clítoris de su amiga, sin que ambas dejaran de observar la introducción del consolador de marfil en el coño de Klara.
Los asistentes vieron cómo poco a poco el placer de Klara fue mayor que el dolor y empezó a exhalar profundos suspiros violentos y roncos… Poco a poco fue entregándose y, sin pudor alguno, comenzó a gritar ante la joven china, que impasible, se los arrancaba, por los movimientos que le daba en su coño con el falo de marfil, hasta que en un espasmo terrible, Klara no resistió más placer y se desmayó.
Y de nuevo se sirvió te, mientras la joven china que había trabajado a Klara, comenzó a besar el rostro de esta, hasta que lentamente fue recobrando el conocimiento.
Entonces el chino mandarín se levantó para observar lo monstruosamente distendidos que Klara tenía sus pezones y el clítoris… Siendo de su agrado, sacó de su bolsillo tres minúsculos anillos de oro que se abrían mediante un pequeño cierre,
Al verlo Klara estalló de nuevo en gemidos y súplicas:
- “Nooo… Nooo… Nooo… Bastaaa… No puedo más.”
Haciendo caso omiso a sus gritos de suplica, el chino mandarín tiró lentamente de la ventosa de su pezón derecho y cuando la carne del mismo se escapaba del tubo de succión de cristal, le colocó el anillo de oro y lo cerró provocando un tremendo grito de dolor y convulsiones en el cuerpo de Klara.
Maya observaba alucinada cómo le quedó el pezón, que debería medir al menos 8 cm mientras se sentía poseída por una extraña mezcla de horror y voluptuosidad… No perdió detalle viendo como el chino mandarín acababa de ajustar otro anillo en el pezón izquierdo, escuchando los bramidos que soltaba Klara.
Mientras todos contemplaban los deformados pezones de Klara, el chino mandarín cogía el tercer anillo de oro, se inclinaba sobre las piernas separadas, tiraba de la ventosa de cristal liberando parte del monstruoso clítoris y colocaba la joya de oro sobre la base misma del órgano de placer, prolongando los bramidos de dolor de la mujer.
Mientras, Kumiko movía frenéticamente sus dedos sobre el coño de Maya, que sintió como las ondas de placer sacudían su cuerpo al proporcionarle un tremendo orgasmo.
Pero el chino mandarín no había terminado todavía… Haciéndole una señal a la joven china que permanecía cerca de él, le acercó una bandeja sobre la que había una copa con un liquido de color rojo y una docena de agujas de oro, largas, finas y terminadas en una pequeña perla.
El chino mandarín cogió una aguja, agitó con ella el líquido de la copa y colocándola sobre la punta del clítoris, se la estacó hasta el fondo.
Un grito, ya afónico, salió de la garganta de Klara, mientras su cuerpo se agitaba y convulsionaba de dolor.
Maya asustada miró a Kumiko pero ésta le susurró al oído:
- “No temas nada, querida… Es por su bien… El líquido rojo calmará en breve su dolor… Es un invento del mandarín… Ese liquido rojo, además de atenuar el dolor, hincha la carne y la endurece… Dentro de una semana, cuando se le retiren los anillos, los pezones y el clítoris estarán para siempre tan largo y tan duro como lo ves ahora.
Mientras Kumiko le explicaba esto a Maya, el chino mandarín le había clavado dos agujas más sobre la punta del clítoris y una cuarta aguja atravesando la base del clítoris, sin dejarse enternecer por los desesperados gritos de Klara, que seguía retorciéndose en la banqueta.
Después, el chino mandarín pasó a los dos pechos a los que aplicó el mismo tratamiento a razón de cuatro agujas por pezón, dos clavadas arriba hasta el fondo y dos atravesando el pezón… Cuando terminó, los dos pezones parecían dedos meñiques hinchados y endurecidos.
Tras volver a tomar una nueva taza de té, el chino mandarín procedió a retirar las agujas y embadurnar con el liquido rojo… Luego, mando desatar a Klara para que descansara, advirtiéndole que todavía no había terminado con ella… Debía continuar torturándola como pago por los dos paquetes de opio que le entregaba… Klara asintió con la cabeza, llorando y mirando a su marido que nada hacia por ella.
Al cabo de un cuarto de hora, el chino mandarín hizo una señal a las jovenes sirvientes y éstas cogieron a la resignada Klara, la acostaron sobre el suelo, le replegaron las piernas sobre el vientre hasta que sus rodillas tocaron los pechos.
Klara estalló de nuevo en suplicas:
“Nooo… Dejadme… No puedo más… Richart… Te lo suplico… Diles que me dejen… Estoy destrozada.”
“Hermosa mujer, debes tranquilizarte… Yo no he terminado todavía contigo… Tú debes pagar por el alto precio del opio que te entrego y dejar que yo disfrute torturando tu cuerpo… Esa era la condición y la aceptaste sin que yo te obligara a ello.”
Entonces, el chino mandarín se arrodilló sobre una almohadilla delante del gran culo de Klara, separando con sus manos las nalgas y dejando a la vista su orificio anal… Luego, mojo sus dedos en los jugos vaginales que escapaban del coño de la mujer y con un golpe seco hundió su dedo medio en el ano… Un gemido conmovedor rompió el silencio en el que se encontraba la sala.
Lentamente, el chino mandarín movió su dedo entrando y casi saliendo del ano de su víctima, hasta que de repente lo sacó fuera… Pero fue para meterle ahora en el abierto y dilatado ano, dos dedos, el índice y el medio.
Klara chillo y agitó su cuerpo pero las dos chinitas la mantenían bien sujeta y no pudo evitar lamenta y dura penetración… Los dos dedos se agitaron un tiempo, de nuevo, dentro y casi fuera y al final los sacó del ano.
Con un grito de sufrimiento, Klara sintió como ahora el chino mandarín acababa de meterle tres dedos: el índice, el medio y el anular formando una especie de cono dilatador.
Una sonrisa cruel y cínica se dibujó en el rostro del chino torturador mientras hundía a fondo los tres dedos en el estrecho orificio de Klara, que tensa soportaba el dolor que le causaba… Cuando retiró los tres dedos del orificio anal, dijo:
- “La pequeña boca redonda es demasiado estrecha, por el momento, para tener el honor de ser penetrada por el buda de oro”… Y sin mirar para nada a Klara, que estaba sujeta por las dos jovenes chinas, se fue a sentarse en su sitio.
El marido de Kumiko, las dos jovenes chinas desnudas desataron a Klara que, al incorporarse, contempló con horror los pezones monstruosamente deformados, así como también lo estaba el clítoris, que oscilaba exageradamente por fuera de sus labios vaginales.
Rápidamente, y sin darle tiempo a reaccionar, las dos jóvenes chinitas la tumbaron de nuevo de espaldas en el suelo, sobre un tapiz, al mismo tiempo que colocaban bajo sus riñones una almohada que hizo que su bajo vientre se adelantara ofreciéndose al nuevo sacrificio que se iba a producir.
Sus brazos fueron de nuevo atados en cruz a unas anillas que habían en el suelo y su bajo vientre lo sujetaron con un amplio cinturón que reimpedía todo tipo de movimiento de cintura para abajo.
Sus tobillos fueron sujetos a unas anillas de las cadenas que pendían del techo, lo cual permitió levantarle las piernas hasta alcanzar el ángulo recto al tiempo que las separaba mucho.
De esta forma, Klara se ofrecía con el coño y el agujero del culo, muy bien para cualquier manipulación que se deseara hacer… Al sentirse así imploró a su acompañante:
- “Richart, te lo suplico… No puedo más… Diles que me dejen tranquila.”
Richart insensible a sus suplicas miraba con ojos extraviados todo lo que a su esposa le estaban haciendo y la extraña escena que se preparaba.
Una de las jovenes trajo un pequeño vaso de porcelana terminado en un tubo alargado, lleno de leche tibia… La joven china introdujo el tubo alargado dentro del ano de Klara y la leche se introdujo poco a poco en sus intestinos… Y luego se retiró.
En ese momento se escucho una música y apareció un joven chino con el torso desnudo llevando enrollado a su cuerpo y brazo, una larga y enorme culebra.
Maya tembló de repulsión al ver el reptil y sus lentas ondulaciones… Kumiko se dio cuenta y abrazándola le dijo:
- “No tengas miedo, querida… Es totalmente inofensiva y en breve verás que está perfectamente domada para realizar lo que va hacer… Vas a ver algo que pocas personas han visto.”
Las luces de la estancia se apagaron y todo quedó en penumbra… Un pequeño reflector de luz iluminó el rostro cansado y horrorizado de Klara por todo lo que estaba sufriendo para que todos los presentes lo vieran… Luego bajo y se detuvo en iluminar sus partes íntimas.
Una de las jovenes chinitas hundió en el coño de Klara un falo de marfil de regular tamaño, terminado en un disco blanco que obturó el orificio vaginal.
El joven chino con el torno desnudo colocó el reptil en el suelo con la cabeza dirigida hacia el culo de Karol… La culebra atraída por la leche tibia avanzó distendiendo la cabeza situándose a la entrada del ano.
Klara al ver el reptil comenzó a gritar desesperadamente :
- “Richart… Richart… Nooo… Nooo… Esto nooo… Richart… Richart.”
El marido de Kumiko sonrió diabólicamente y miro al americano, que con las manos crispadas sobre los paquetes de opio, fijaba su vista sobre el coño de su compañera sin un gesto y sin decir una palabra.
Klara comprendió que nada podía esperar de su compañero y estalló en sollozos mientras su cuerpo se distendía y se abandonaba impotente a su suerte.
Mientras, la culebra continuaba buscando su golosina empezó a meter su cabeza a través del ano, mientras Klara se convulsionaba atrozmente al sentir la cabeza del animal entrar por su ano y al final, se entregó llorando amargamente.
Los asistentes pudieron ver como el reptil iba avanzando poco a poco hacia el interior del intestino de Klara… Cuando ya se había introducido un poco más de la mitad, el joven chino cogió una larga y afilada aguja que le entregó la joven criada y pinchó la cola del reptil, que contrajo su cuerpo y obligó a dilatarse al esfínter anal al máximo posible.
El joven chino levantó la cabeza y miró al marido de Kumiko, que afirmó con la cabeza… Entonces, el joven chino volvió a pinchar la cola del reptil… Y de nuevo el reptil se hinchó desmedidamente.
Los espectadores vieron abrirse exageradamente el orificio anal, al tiempo que el animal se introducía más y más en el intestino de Klara, que gritaba enloquecida, agitándose en sus ataduras mientras sentía como el reptil se posesionaba de sus entrañas sin que ella pudiera hacer nada por evitarlo.
El esfínter anal se había distendido de manera horrorosa e increíble alrededor del cuerpo del reptil, que continuaba hinchándose hasta alcanzar un circulo de unos 7 cm de diámetro, mientras la desgraciada víctima gritaba, con sus ojos desorbitados y su boca en una mueca por la que se escapaban sus alaridos de dolor.
Siete veces seguidas más, con el asentimiento cada vez del marido de Kumiko, el joven chino pinchó el cuerpo del animal y las mismas veces el reptil hinchó su cuerpo y dilató exageradamente el orificio anal, amen de penetrar en su cuerpo unos 30 cm.
Finalmente, el joven chino recibió la orden de terminar y cogiendo la cola del reptil con las dos manos, empujó hacia atrás el cuerpo de la serpiente que empezó aparecer sucio de mierda y leche… Tras varios intentos, el reptil salió totalmente del cuerpo de Klara y ella dejó de gritar, agotada y casi desvanecida.
Después de inclinarse delante de los asistentes, el joven chino se retiró llevándose la serpiente.
Continuará.....