El hundimiento del instituto 1: la llegada
(No Consentido y Dominación) Esta es la historia de Marcos Hereida, un joven que tras una serie de incidentes tiene que cambiar de instituto. Ahora se tendrá que enfrentar a diferentes mujeres que le miraran por encima del hombro, siendo la directora su mayor adversaria ¿Conseguirá sobre ponerse?
Buenos días, tardes, noches. Antes de iniciar el relato quisiera darle las gracias a todas las personas que me han ayudado y siguen ayudándome para mejorar mis escritos. La carga que supone realizar un texto se hace mucho más amena al tener a gente que te corrige si cometes fallos. Sobre el relato y antes de iniciarlo: ADVERTENCIA. Esta saga de relatos estará en Grandes Relatos pero hay que destacar que tendrá gran cantidad de otros géneros como No Consentido, Dominación, Amor Filial, Interracial; por lo que si no le gustan estos relatos le recomiendo no leerlos. Por lo demás, espero que disfruten de mi relato tanto o más de lo que yo disfruto al escribirlo.
‘‘Así que este es mi nuevo instituto’’ Marcos pensó es al entrar por las puertas del edificio. ‘‘Me gusta. Grande, lujoso... sí, no parece mal sitio.’’ Una picara sonrisa se dibujo en su infantil rostro al ver los pulidos pasillos y las perfectamente equipadas aulas.
Marcos había tenido que abandonar su ultimo instituto por patas después de los sucesos que allí tuvieron lugar; y sinceramente, no esperaba tener tanta suerte. Aquel lugar era un palacio. Casi mejor. Tenían polideportivo, piscinas, aulas de ordenadores con lo más avanzado en sistemas y la lista podía seguir… lugares perfectos para una mente como la suya. Durante todo el viaje de ida había temido encontrarse en un mal lugar, más aún teniendo que sus padres habían costeado aquel centro privado con relativa facilidad. Pero no. La suerte le sonreía nuevamente.
Y como no decir que la suerte le sonreía. Marcos había reunido todas la cualidades necesarias para que nadie sospechara nunca de él: era de una adinerada familia pero no prestigiosa, por lo que podía tener todo lo que quería al alcance de su mano sin temer el que dirán la gente de su alrededor; buen estudiante, no brillante pero sobresalía en informática la cual se había convertido en su segunda afición; y su aspecto joven, de rostro aniñado con el pelo en una melena rubia y ojos azules le daban un aire casi angelical, sumado a su pequeña estatura y físico delgado era imposible sospechar de él. Su voz era melodiosa, casi dulce; la cual había utilizado para engatusar a muchas personas a lo largo del tiempo. Y la inexplicable capacidad de estar donde tiene que estar. Casi parecía un superpoder.
Siguió caminando hasta que llegó hasta el final del pasillo donde una puerta de madera barnizada le bloqueaba el paso. Justo encima se podía leer un letrero en letras muy angostas la palabra ‘‘DIRECCIÓN’’. El destino que le habían impuesto nada más llegar. La recepción no había sido todo lo excelente que se podía esperar: Una mujer le había dado indicaciones vagamente de donde tenía que ir y poco más. La verdad es que fue un milagro que encontrar aquel lugar. Se acercó y golpeó la puerta con los nudillos.
-¿Directora Vittori?- Llamó a la puerta con el nombre que le habían dicho que debía referirse a la persona de dentro. Cuando se enteró que su instituto iba a tener una directora pensó en la típica MILF de los videos porno, pero por lo que se estuvo enterando, su fama no parecía indicar que fuera una madurita cachonda.- ¿Me permite pasar?-
Durante unos segundos no hubo contestación, por lo que opto por entrar, entendiendo ese silencio como que no se había enterado. Al abrir la puerta encontró el despacho desierto. Bueno, desierto no. Podía no haber nadie, pero desierto no era la palabra que definiría aquel lugar. Era un lugar bien amueblado, con todos los detalles necesarios para no solo trabajar, sino también para disfrutar de momentos de ocio. Frente a la puerta, al otro lado de la habitación, había un escritorio enorme, de unos tres metros de ancho y un metro de largo. Tenía una silla de ejecutivo de un color oscuro. Tras este había un ventanal cubierto por cortinas blancas que daba directamente al centro del patio. Sobre la mesa se podían ver varios tacos de hojas y un ordenador de ultima generación. Delante había dos sillas normales de plástico negro. A la derecha de la puerta, había un sofá de color blanco enfrentado con un televisor que se situaba en la pared con un equipo de música debajo. Entre los dos había una mesita con un par de revistas encima. En el otro lado había una encimera con un microondas y una cafeteara. En la pared había varias estanterías repletas de libros, clasificados según la temática: historia, física, economía…
Marcos comenzó a andar alrededor del lugar, fijándose en cada detalle que podía ver. Era increíble que aquello fuera el lugar de trabajo de una persona. Con razón había gente que le gustaba venir a trabajar.
No supo cuanto tiempo estuvo dando vueltas ya que se quedó pensativo imaginando muchas cosas que podían suceder en un lugar como aquel, pero su mente volvió a la realidad al oír como la puerta se abría. Al girarse se quedo medio petrificado al observar a la persona que estaba frente a él.
En la habitación había entrado una mujer alta. Vestía un conjunto de chaqueta y falda de tubo que le cubría hasta las rodillas. El resto de sus piernas estaban cubiertas por unas medias y zapatos de tacón. La blusa blanca que llevaba se le marcaba a su cuerpo, el cual era voluminoso pero de cintura estrecha. Su cabello negro como el azabache caía ondulado por detrás de su espalda hasta la mitad de esta. Sus ojos verdes eran dos gemas en el medio de aquella piel dorada por el sol y los genes que solo alteraban su forma por las pequeñas orejas con dos pendientes de perlas que se ocultaban tras algunos mechones. Tenía los labios gruesos, ligeramente maquillados y de su cuello colgaba un colgante con una placa de metal en forma de lagrima. Era muy hermosa, de piernas largas y cuerpo curvilíneo. Pero eso no era lo que impacto a Marcos. Lo que le dejó sin aliento era el hecho de que aquella mujer le resultaba demasiado familiar. Era como si la conociera de toda la vida.
Ella también quedo impactada, pero tardo menos tiempo en volver a la realidad.
-Ah, debes ser Marcos Hereida.- Su rostro paso de la sorpresa a un aspecto estoico. Sin decir nada se dirigió a su escritorio como si Marcos no estuviera presente. Este aprovecho para darle una ojeada a su cuerpo, el cual se marcaba a su ropa. Tuvo casi que rezar por que su polla no reventara sus pantalones.- Bien, toma asiento.- Ella se sentó en su silla mientras señalaba con el dedo una de las sillas que tenía enfrente. Marcos obedeció dubitativo, pero al sentarse volvió a su compostura habitual le mostró una sonrisa cautivadora.
Por un momento, pensó que le iba a entrevistar o algo así, pero durante diez minutos no se dijeron nada. Ella simplemente encendió su ordenador y comenzó a teclear. Parecía estar muy concentrada y durante todo ese tiempo no dirigió una sola mirada a Marcos. Era como si no estuviera presente. Al principio esperó pacientemente, pero con el paso del tiempo comenzó a pensar en ella ¿De qué la conocía? No, no la conocía. Era imposible que hubiera olvidado a una mujer como aquella. Aquellas tetas que casi parecían ubres o ese culo que estaba hecho para ser azotado no era algo que podía ser olvidado con facilidad. Aquella mujer podría haber ganado una fortuna si hubiera sido puta o stripper. Era una diosa.
-¿Por qué entraste sin permiso a mi despacho?- La pregunta salio con tanta naturalidad que casi parecía que habían estado hablando todo ese rato. Marcos despertó de sus pensamientos sin entender la pregunta. -Te he preguntado por qué has entrado sin permiso a mi despacho.-
-Y… yo... Ah, si. Llame a la puerta y como nadie contestaba entré para ver si había alguien.-
-¿Y si nadie contestaba no podía ser que no hubiera nadie?- Marcos fue a decir algo en su defensa pero le corto antes de que dijera nada.-Lo que has hecho esta considerado una falta grave en este instituto. Nadie puede entrar a este despacho sin mi permiso. Como es tu primer día haré la vista gorda, pero apréndete las normas del centro para mañana.- Abrió un cajón y dejo caer un enorme tomo delante de Marcos.
-Pe… pe… pero si esto debe tener cuatrocientas hojas.- La voz se le hizo un nudo en la garganta.
-¿Vas a replicar también? Ya has cometido una falta y no voy a pasarte otra ¿Entendido?- La voz suave y madura de la mujer hacían más tétricas sus palabras. Sus ojos eran como esmeraldas malditas que parecían grabarse en la mente del muchacho.
-Si, señora.- Dijo cabizbajo a la vez que miles de frases le pasaban por la mente.
-Eso esta mejor.- Volvió a mirar a la pantalla del ordenador y continuó con su trabajo. -Te he mandado a tu correo electrónico los horarios, planos del centro y otra copia de las normas. Mañana te incorporas con normalidad.-
-Si, señora.-
-Bien, ahora marchate y empieza a preparar lo de mañana.-
Se levantó deseando salir de allí antes de decir o hacer algo que no debía… pero justo cuando se puso de pie volvió a quedar bloqueado. Al levantarse se había percatado de la erección que tenía. Todo el tallo se le notaba marcado en su pantalón y la vergüenza le puso rojo como un tomate. La directora, por su parte, no se dio cuenta hasta que giró la cabeza para comprobar porque se había quedado quieto. Su cara de sorpresa le daba un aspecto aún más sexual y aquello no hizo más alimentar al miembro de Marcos. No dijeron nada. Marcos estaba luchado por dentro… la poca razón que le quedaba le decía que saliera de allí, pero su testosterona ganaba terreno a cada segundo, ordenandole que se desfogara con ella. Su mente era la directora, pero para su polla era solo un coño que rellenar, una señora demasiado altiva que necesitaba una buena polla que la rellenara y le hiciera gemir como la puta barata que era. El tiempo comenzó a ralentizarse y justo cuando la tensión no pudo más, se giró y corrió por la puerta.
Marcos estaba asombrado ¿Que le acababa de pasar? El no era un virgen que se empalmara todo el día. No. No. Aquí había algo más. Esto no podía ser así. Se quedó pensativo durante unos minutos hasta que comenzó a andar de nuevo, pero esto no le hizo perder salir de sus pensamientos. Esa mujer era una golosina, una estatua de mármol tallado; era normal que la quisiera usar como un juguete… pero esta no era la primera vez que le pasaba algo así y su polla había sabido comportarse ¿Por qué esta vez no? Algo se le escapaba.
Al pasar por la recepción preguntó por la directora para saber de que la conocía, pero no sacó mucha información. Se llamaba Carmen Vittori y tenía casi cuarenta años. Entró como una profesora sustituta pero consiguió ascender con rapidez hasta que hace tres años fue nombrada directora del instituto. Por lo demás no pudo sacar mucho más sin que le hicieran preguntas, cosa que quería evitar a toda costa. Nadie podía saber porque le habían cambiado de instituto… por lo menos hasta que encontrara una buena coartada que ocultara sus verdaderos motivos.
Su hogar estaba relativamente cerca, a apenas unas minutos andando; pero Marcos se los hizo corriendo. Necesitaba bajarse esa hinchazón. Casi le descubren en la recepción y tampoco es que le atrajera la idea de que todo el vecindario le conociera como un pervertido. Era extraño la posición del centro: estaba justo en el limite entre una zona adinerada y una zona más pobre. Lo bueno de todo esto es que Marcos pudo encontrar piso con facilidad. Lo malo es que no fue donde el quería. Empezar una vida solo era difícil, más a su edad, pero había tenido el fin de semana para empezar a acomodarse y por el momento no había tenido problemas.
En pocos pasos llegó ha su bloque de apartamentos el cual parecía un poco un tugurio. Era lo único que había podido tener por los alrededores, pero al menos era algo que estaba cerca. Vivía en un apartamento en la planta del suelo, pero era el más espacioso de todo el edificio. Tenía dos habitaciones y un baño conectadas por un pasillo y un sótano que funcionaba de trastero. Una de las habitaciones era utilizada a modo de salón, por lo que al llegar ya se encontró con un sofá y una televisión. Poco tiempo tardo en colocar todo a su gusto… y menos aún en ensuciarlo. El salón tenía ahora también una video consola y una mesita de cristal con varias cajas de comida china y varios pañuelos usados; además de una pila de ropa sucia que se amontonaba al lado del sofá. El dormitorio no estaba mucho mejor: ropa tirada por todos lados y una cama desecha. Se podría decir que el lugar más limpio era el sótano porque era lo único que no había visitado todavía. Pero que importaba. No había padres ni normas. Era el rey en su piso.
Al entrar se dejo caer en el sofá y cerró los ojos.
Eran las tres de la tarde. El aula estaba vacía… o así aparentaba. No había luces ni nada que desde fuera pudiera delatar a los ocupantes… salvó por el ruido. Una progresión de gemidos se podían escuchar si se escuchaba bien.
-P...ah… por favor… ah ah ah… no...-
-Callate puta… no me dejas concetrarme.-
Encima de la mesa del profesora, una mujer estaba apoyada de cintura para arriba. Su cara era empujada contra la mesa por una mano, mientras las lagrimas corrían por su rostro. De su garganta provenían gemidos que no era capaz de controlar. Su cabello corto caía despeinado, apretado por una mano que se cernía sobre él. Sus pecho, de un tamaño considerable, rozaban con sus pezones la tabla al estar liberados de su sujetador y la blusa. Su falda estaba levantada y sus piernas caían sin poder sujetarla al suelo, teniendo sus bragas a la altura de las rodillas. Detras de ella había un joven de rostro infantil y sonrisa sádica. Una de sus manos era la que aprisionaba la cara de la mujer, la otra azotaba las nalgas de la mujer que sufrían tambien el castigo de las embestidas de la cintura del muchacho.
-P… ah ah, ah… para… me haces… ah ah… me haces daño.-
-Que te calles ya, puta.- Su mano azotó una de las nalgas con lo que provocó un ligero grito de dolor que aumento más su sonrisa.-Y no mientas… eres profesora, no debes mentir… con lo mojada que estas… estas gozando...-
-N… no es… verdad… ah ah ah…-
-¿Que… que no?- Liberó su pelo para pasar la mano por su coño y se la colocó delante de la boca.- Lamé.- Sin vacilación ella lo hizó.- Dime, que es lo que has lamido.-
-M… mis… ah ah ah… jugos… ah ah ah.-
-Exacto, puta.- Le agarro de las caderas y comenzó a aumentar el ritmo.- Eres una puta así que callate y disfruta.-
-Ah… ah… no… no lo soy.-
-Niégalo todo lo que quieras… pero yo te voy a dusfrutar igual...- Las lagrimas de la mujer se juntaron con la saliva que emanaba de su boca. -Además… ¿no dices siempre que si tengo un problema me ayudarías? Ja.-
-N… no… no me refería a esto… ah ah ah ¡Ah!¡AAAAAAAHHHHHHH!- Comenzó a temblar de forma irrefrenable.
-¿Te has corrido? Joder, que puta. Correrte delante de un alumno ¿No te da vergüenza?-
-Ah… ah… ah…- Ya no hablaba. Solo gemía sin poder hacer nada.
-Tranquila… la diversión aún no ha acabado.- Siguió golpeando y pronto devolvió a la vida a la profesora. Su aguante de años de entrenamiento con alumnas estaban dado sus frutos. Pronto tendría a esta profesora como una de sus putas personales.
-P… para… ah ah ah.-
-¿Sigues luchando? Tranquila, pronto pararas. Empezaras a amarlo. Y entonces comenzaras a trabajar para mí. Si. Te harás la calle por las noches y por las mañanas darás clases.-
-N… no no no...-
-Tienes razón. No… puedes llevar un ritmo de vida así. Por suerte,... la heroína es genial para mantenerte... despierta. Tal vez acabes perdiendo el trabajo,... pero tenderas una vida de puta madre a base de rabos.-
-P… por favor… ah ah ah… no quiero...-
-Te equivocas… crees que no quieres… pero en verdad lo amarás… te lo aseguro, puta.- El aire empezaba a faltarle.
-N… no… ah ah ah ah… me corro… me corro… ¡me corro! ¡AAAAAHHHHH!-
-Ja, puta… corriendote otra vez… eres un verdadera zorra, jajaja... pero tranquila… ahora te voy a rellenar como a un pavo… vas a degustar toda mi lefa, puta...-
-Q… ¿que?… no… ¿no te correras dentro?… ah...-
-Claro que si… eres mi propiedad puta… te tendré que marcar...-
-N… no… por favor… no quiero quedar embarazada… por favor...-
-Tranquila… si sale niño lo educare para que sea como su padre… y si es niña… hará un dúo con su madre… jajajaja… oh.. mierda… ¡Aahh!-
-N… no… no… ¡NO!… ¡AAAAHHHH!-
El muchacho comenzó a correrse dentro de ella. No paro de moverse hasta estar seguro de que cada una de las gotas acababan dentro de ella. La iba a marcar para siempre. Ahora iba a ser su esclava. Y la sacaría buen partido. Su cuarta esclava… y la primera mujer madura. Un trofeo en sus manos.
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Marcos abrió los ojos cuando se corrió. El recuerdo de su polla deslizándose por el coño de su profesora era grandioso… y hubiera sido mejor si no los hubieran pillado tras aquello. Cuando la puerta del aula se abrió, su destino estaba sellado… o eso pensó. La escuela no quería un escandolo como aquel; ni la profesora, ni su familia. Por lo que decidieron un trato. La familia pagaría una indemnización a la profesora y tuvieron que trasladarlo para evitar problemas. Pero al menos se pudo guardar la grabación que hizo. En un primer momento la iba a utilizar para chantajearla… pero ahora solo era el recuerdo de la mejor follada que había tenido en toda su vida. Si. Aquella mujer era la puta perfecta. Tenía un instinto natural para el sexo y una ética que hubiera adorado destruir.
Se levantó, desperezándose un poco. Tenía que trabajar, quisiera o no. No podía hacerse denotar demasiado. Un cazador tiene que ser una sombra en su coto de caza, y si empezaba a sobresalir, el ganado se le escaparía. Miró con ojos aún cargados de lujuria la bandolera que había llevado y sacó el libro que le habían dado… o eso intento. Al mirar dentro se dio cuenta de que no había cogido el libro. Su cara palideció al instante. Con las prisas había salido del despacho sin el libro que ahora reposaba sobre la mesa de la directora.
Su mente se bloqueó sin saber que hacer. No podía presentarse al día siguiente sin tener ni idea de las normas… pero, como conseguía estudiarlas… ¿Tal vez, si se da prisa, aún podía ir al centro y recoger el libro? Era por la tarde, pero no era la primera vez que iba al despacho del director a esas horas y que el estuviera trabajando. Sería otro centro, pero todos funcionaban igual ¿no? Se levantó, arreglo la ropa lo mejor que pudo y salió tan rápido como pudo hasta el instituto.
Al llegar, la noche ya había caído. Esa era una de los problemas del invierno. Podía ser las seis de la tarde y la noche ya podía haber caído. Aquel barrio que había tenido una apariencia tan normal por el día, ahora era completamente lúgubre. Era un lugar tenebroso hasta para lo que Marcos estaba acostumbrado. Los recuerdos se le agolparon en la cabeza: Cuando llevo a María, su primera esclava, a un servicio de prostituta, o cuando castigo a Lucía a ser violada por tres yonkis por intentar revelarse, incluso cuando ató a Julia a un váter publico y cobró a la gente por follársela ¡Ay! Grandes y buenos recuerdos. Sí, este sería un gran lugar para vejar a su nuevo harem.
Al enfrentar la puerta del edificio se percató de que estaba cerrado… era demasiado obvio. Nadie se atrevería a dejar la puerta abierta viendo el estado en el que se encontraba la zona. No, tenía que encontrar la forma de entrar. Mientras pensaba fue revisando cada centímetro del muro perimetral del centro. Justo en uno de los lados se podía ver como una enredadera subía hasta lo alto del muro. En esa zona se podía ver que el borde estaba desgastado, por lo que se entendía que más de un alumno lo había utilizado para escaparse. Sonrió y comenzó a subir por la enredadera.
La enredadera parecía que iba a ceder en cualquier momento, pero justo cuando el miedo a caer le empezó a dominar consiguió llegar al borde. Al atravesar el muro consiguió bajar sin hacer apenas ruido. Había luces en algunas ventanas, cosa que extraño a Marcos. Si la puerta estaba cerrada, ¿por qué había luces? Comenzó a avanzar hacía el edificio, sin darse cuenta de que alguien desde las sombras le observaba.
El cálido edificio lo era aún más si cabía al abrigo de la noche. El sonido de la gente se oía a lo lejos y una luz un poco oscura cubría todo el pasillo como si fuera un lugar de estilo señorial. Era maravilloso. Casi podía sentir que aquel lugar lo designaba como nuevo amo y señor, un puesto muy bajo para su ambición, pero no por ello carecía de sentido. Sonrió al avanzar lentamente por el pasillo, pero antes de que pudiera llegar hasta el despacho una mano salio de las sombras y lo empujo, tirándolo al suelo.
-¡Ajam! Te pille, ladrón.- Una voz juvenil y un poco chillona sonó a su espalda.
Marcos se golpeó en la cara con el suelo, lo que le hizo quedar aturdido durante unos instantes, hasta que pudo darse la vuelta para ver a su atacante. Ante el se encontraba una joven, tal vez de su edad. Se veía de su altura, tal vez un poco más baja. Tenía el cabello de un rubio oscuro, con dos coletas a ambos lados que le caían sueltas hasta la mitad de la cintura. Sus ojos eran verdes, que junto con el tono bronceado de su piel le resultaron muy familiar. Vestía el uniforme escolar de forma impecable: una camisa blanca perfectamente planchada que se metía por debajo de su falda de cuadros azules y blancos que le llegaba hasta medio muslo y ajustada en el cuello con una corbata de rallas azules; todo debajo de un chaleco azul con el escudo en el pecho del colegio. Vestía calcetines largos hasta justo debajo de las rodillas de un tono oscuro y unos zapatos del mismo color. El uniforme clásico del centro salvo por el brazalete de tela azul claro de su brazo. En el se podía leer las letras “DM” en un tono blanco.
-¿Qué? ¿Tienes algo que decir?- La joven siguió pinchando con sus palabras a Marcos, el cual miraba con cara de asombro el comportamiento de la joven ¿Por qué se comportaba como una loca?
-¿Pero que haces? Casi me mato.-
-¡¿Eh?! Es tu culpa por infringir las normas.-
-Pero, ¿qué normas?-
-¡Ajam! Todos los alumnos del instituto se saben las normas, incluida la de no pasearse por el centro por la tarde.- Quitó la mano de la cintura y señalo a Marcos con una expresión inquisidora.- Sabía que eras un ladrón.-
-Eh… soy alumno aquí… ¡No ves que llevó el mismo uniforme!-
-Si, claro ¿Y por qué no te sabes las normas? ¿Y por qué saltaste el muro cuando la otra puerta estaba abierta? A mi no me la das.-
“La otra puerta estaba abierta.” Marcos se quedó un poco alucinado ante esa afirmación “Que clasistas son en este instituto.”
-Ahora te vienes conmigo.- Y la joven le agarro del brazo y comenzó a tirar de él casi arrastrandolo.
Marcos se fijo en ella. Era delgada, casi sin un cuerpo curvo. Se notaba que sus pechos no se habían desarrollado , pero tampoco era plana. Su culo tampoco es que resaltara. Era adivinable que era redondo y terso, pero demasiado pequeño para llamar su atención en equiparación con otras. Incluso su rostro, que podría ser la parte más a resaltar de su cuerpo, era afeado por el ceño fruncido que parecía marcase siempre. Pero aún así, la mente de Marcos comenzó a trabajar.
Aquella joven tenía unas piernas largas, no muy fuertes, pero con un toque exótico; y esa forma de ser, tan arrogante y controlador… era cuanto menos curioso. Le recordaba mucho a Marta en su forma de ser… o en como era hasta que acabó con una polla en su coño. Tuvo que controlarse ante la idea de hacerle lo mismo antes para que su polla no volviera a hacer de las suyas.
La chica lo arrastró casi como si fuera un niño hasta una sala con las letras “DM” sobre la puerta. En el centro de la sala había una mesa ovalada con mucho ficheros y documentos. En un lateral se podía verse varios electrodomésticos como una cafetera o una sandwichera. En el otro lateral había un cartel enorme con el lema “Siempre proteger y servir” en un color negro. Al lado había un maniquí con el uniforme del instituto y un brazalete como el de la chica. Por lo demás no había mucho más que destacar salvó por la otra persona que estaba en la sala.
Dentro había también una joven, pero esta se veía un poco más mayor, tal vez un año o dos, a los dos jóvenes que acababan de entrar. Estaba sentada sobre una silla a la vez que se veía como trabajaba en su ordenador con una concentración que solo pudo ser perturbado por la aparición de Marcos, al cual miró casi con lastima.
-¿Ya has arrestado a otro pobre diablo, Míriam?- Su voz sonaba casi maternal y casi parecía regañar a la otra joven.
-Ni pobre diablo ni nada. Se ha intentado colar en el instituto, Susana. Eso es una falta grave.- Míriam arrastró a Marcos hasta una de las sillas y le hizo sentarse. Luego encaró a la joven que estaba sentada, preparándose para discutir si fuera necesario.
-Llevá el uniforme del centro, ¿no has podido pensar que se ha olvidado algo?-
-Eso no es excusa para entrar en el instituto a hurtadillas, y aún así ¿no estaría incumpliendo una normal igualmente? ¿Por qué debería soltar?-
-Porque la semana pasada batiste el récord de arrestos en una semana, récord que cómicamente pusiste tu.- La joven apartó el ordenador y apoyó el codo sobre la mesa a la vez que la barbilla contra su mano, como si pesara una tonelada.
-Ese no es mi problema. Si alguien incumple las normas hay que sancionarlo.- Míriam se acercó más aún a la joven hasta casi encima. Sus manos en la cadera y sus piernas ligeramente separadas eran una posición tan natural para ella como su ceño fruncido.
-Pero no podemos arrestar a cada joven que incumpla las ciento y pico normas que tiene el centro. Es imposible que alguien cumpla todas.-
-Ese no es nuestro problema. Nuestra misión es que se cumplan todas, no las que decidamos.-
-Vale, Míriam. No me dejas elección. Si vuelves a superar los diez arrestados te expulsare del Departamento.- Al decirlo se recostó sobre la silla
-¡¿Qué?! ¡¿Pero quién te has creído que eres?!- Su voz sonaba más aguda de lo normal cuando chillaba, pero no era molesta por algún motivo.
La joven que hasta ese momento se había mantenido tranquila, se levantó de golpe y golpeó la mesa con las palma de las manos a la vez que conectaba los ojos con los de su opositora.
-Soy la presidenta de este departamento. Puedo expulsarte cuando yo quiera, así que sea la última vez que me alzas la voz ¿Lo has entendido?- Marcos presencio la escena casi con asombro ante el cambió tan brutal que había tenido aquella conversación.
Míriam le aguantó la mirada unos segundos, pero al final desistió y salió por la puerta mientras farfullaba y maldecía.
-¿Que demonios haré con ella?- La joven miró en dirección a la puerta con cierta lastima y después miró a Marcos.- ¿Y tu quien eres?-
-¿Eh?… ¡Ah! Sí.-Marcos puso su sonrisa habitual para aquellas situaciones y puso un tono suave, casi calmado.- Me llamo Marcos, Marcos Hereida.-
-Ah, así que tu eres el nuevo.-Una sonrisa casi maternal cruzó el rostro de la joven.- Yo soy Susana Marqués, la presidenta del Departamento de Moral.-
-¿Departamento de Moral?-Marcos la miró como si le acabara de hablar en chino
-¿Eh? ¿No sabes lo que es? Uhm… entonces es verdad que esto no existe en otros institutos.-Se comenzó a acercar a Marcos, lo que le permitió tener por fin una buena vista de ella.
Era una joven un poco más alta que Marcos y mucho mejor definida que Míriam. Vestía el mismo uniforme, solo que no se notaba que fuera tan cuadricula aunque también lo llevara perfecto. Tenía el cabello oscuro, no lo suficiente para ser moreno, tal vez un castaño muy oscuro; que bajaba liso por su espalda hasta la mitad de la espada. Llevaba una cinta azul que separaba el resto de su cabello del flequillo, que caía hasta la altura de sus cejas. Tenía los labios finos y los ojos azules y penetrantes que resaltaban por su piel blanca y suave. Unos pendientes pequeños eran lo único a resaltar en su atuendo. Su busto era desarrollado, casi como el de una mujer ya había dejado la adolescencia, y sus largas piernas acababan en un trasero también definido pero no muy ancho, a diferencia de su cadera.
Marcos necesito solo unos segundos para imaginársela de rodillas, con los pezones de esas hermosas ubres pinzados y sus manos atadas tras su nuca. Una perversa sonrisa se le dibujó momentáneamente en su rostro, disimulándola casi al instante.
-El Departamento de Moral es una idea de la directora Vittori. La mejor forma de verlo es como un grupo policial dentro del centro. Se encarga de preservar las normas y la moral de los estudiantes y profesores.- Marcos se había quedado embelesado con la figura de aquella joven y tuvo que casi desperezarse para poder enterarse de lo que le estaba contando.
-¿C… como? ¿De los profesores también?-
-Ja, ja. Todos preguntáis por lo mismo.- Su sonrisa era hipnótica. Aquella joven era una diosa que le estaba volviendo loco.- En teoría, tenemos la máxima potestad… pero nadie la aplica. Menos en estos días.-
-¿ Y eso por qué? Es decir, ¿si tenéis esa potestad, porque no aplicarla? Casi parece que tenéis la posibilidad de gobernar el centro.-
-Ja,ja. ¿Te lo imaginas? Yo dando un golpe de estado… ja,ja,ja. Perdón, perdón. Se que no es un tema gracioso.- Durante un instante puso pose de conquistadora, hasta que rompió a reír.- La cosa no funciona así. Teníamos potestad porque antiguamente el centro estaba muy mal, pero hoy en día ya no hay problemas. Tal es el caso que solo quedamos tres miembros.- Su rostro se ensombreció como si hubiera dicho algo triste.
-L… Lo siento.-
-Ja, tranquilo. No pasa nada. Solo recuerdos del pasado.- Cambió de pose y puso un gesto forzado de seriedad.- Y ahora, ¿cuéntame que haces tu aquí?-
-¡Ah! Si, claro.- Cambió a una posición más cómoda como si fuera a contar una larga historia.- Esta mañana la directora me ha dado el libro de normas y se me ha olvidado en su despacho.-
-Ufff, pues eso es gordo. La directora Vittori no es lo que se dice muy permisiva. Y seguramente su despacho este cerrado.-
-Entonces, ¿que hago?- Puso el rostro más triste que pudo y vio como se le partía el alma a Susana.
-¡Ay! Me voy a jugar mucho. Y no se lo puedes decir a nadie. Pero tenemos todas las llaves del centro. Así que prometeme que no se lo dirás a nadie.-
-Prometido.-
Susana cogió algo de un cajón que había debajo de la mesa y le hizo un gesto a Marcos para que lo siguiera. Los dos avanzaron por los pasillos hasta el despacho de la directora, el cual se encontraba al fondo de el pasillo más oscuro del edificio, dándole un aspecto siniestro.
-¿No tendrás miedo?- Sonrió Susana al ver el pasillo con una sonrisilla.
-¿Qué dices? Ja, si yo te contara.- Y Marcos no mentía. Había estado en lugares donde aquella joven se mearía encima… y donde la gente del lugar desearían que ella se orinara encima. Y Marcos ganaría mucho dinero con ello. Una sonrisa se dibujo en su rostro sin poder disimularlo.
-Siiiiii. Queda muy sincero con esa sonrisa nerviosa, ja.- Continuaron avanzando y al llegar a la puerta ella introdujo una llave y la abrió. -Yo me quedó aquí para vigilar. Encuentra el libro rápido.- Marcos asintió y entro dentro.
Al entrar, Marcos vio el libro justo encima de la mesa, tirándose casi con voracidad encima de él, pero al cogerlo notó algo. El despacho no difería mucho de noche que de día, parecía como si no hubiera nada diferente… salvo por un detalle. Había un olor fuerte dentro. Algo que una persona normal no se daría cuenta de que es, pero Marcos reconoció al instante. En aquel lugar se podía oler el coño de una mujer.
Marcos comenzó a rastrear el lugar ¿De donde provenía ese olor? Sabía que era de cerca de la mesa de la directora, pero al mirar no veía nada inusual. La mesa estaba igual, las sillas también. No, no había nada inusual. Entonces una idea se paso por su cabeza. Se sentó en la silla de la directora y al mirar abajo lo vio. En el suelo había unas bragas.
Eran más un tanga que unas bragas, parecían de encaje y de un color oscuro, tal vez negro. Al cogerlas pudo comprobar que estaban empapadas, como si se hubieran corrido con ellas más de una vez. Tenían un olor fuerte y delicioso que enturbió la mente del muchacho.
-Marcos ¿Lo tienes ya?- Una voz salió de la puerta entreabierta, sacándolo del trance.
-¿Eh? Ah, sí, sí. Ahora voy.- Se guardó las bragas en el bolsillo y salió con el libro debajo el brazo.-Ya estoy.-
-Bien, vámonos de aquí.- Y se alejaron del despacho a paso apresurado. Al estar a una distancia ya relativamente segura se pararon. -Bueno, creo que me debes una, jaja.-
-Ja, ya. Ya se me ocurrirá alguna forma de pagarte. Bueno, hasta luego Susana.-
Se giró y al marcharse Susana le paró.
-¿No se te olvida darme las gracias?-
Marcos la miró extrañado ¿Darle las gracias a ella? Debería ser al revés por dejarla ayudarle… pero se tragó su orgullo.
-G… Gracias, Susana.-
-Nah, es un placer. Hasta mañana.- Y sin más palabras cada uno siguió su camino.
Cuando estuvo lo suficientemente lejos comenzó a pensar: - “¿Que te debo una, perra? ¿Que te parece que cuando te tenga comiendo pollas en un baño no te ate al vater, zorra” Las palabras le pasaron por la mente a Marcos pero no lo dijo, tenía que seguir aparentando ser un buen chico. No, ella no le ayudó de forma altruista. Ella disfruto ayudándolo. Seguro. Le vio como un animalillo desvalido. Como alguien inferior. Y no lo iba a consentir… absolutamente no.
Salió por la otra puerta dando vuelta en con cientos de pensamientos de venganza…
El pasillo era oscuro, casi negro como el carbón, pero Marcos se lo conocía como la palma de su mano. No era la primera emboscada que tendía en esa zona, y su siguiente victima corría inconscientemente a su trampa. Se agachó un poco, como un gato esperando el momento oportuno para saltar. Los pasos cada vez sonaban más fuertes y justo cuando el primer sonido se oyó delante de él saltó.
Un grito se oyó justo antes del impacto contra el suelo. Marcos rapidamente dirigió las manos hasta los brazos de su victima. Podía gritar todo lo que quisiera, nadie los escucharía. Ella comenzó a gritar y maldecir en el suelo, pero no podía mover sus manos, Marcos no le dejaba hacerlo.
-Suéltame. Suéltame, hijo de puta.- Chillaba la joven mientras luchaba hasta con la última fuerza que tenía.
Marcos encambió no decía nada. Sabía que estos eran los momentos críticos. No iba a perder fuerzas hablando cuando aún no la tenía. Deslizó una de las manos hasta la muñeca de ella y la torció, provocando un agudo grito de dolor.
-Gírate- Acompañó la orden con otro giro de muñeca, lo que hizó que la joven sumisamente se diera la vuelta. Una vez ya de espaldas le colocó los brazos juntos y los ató con dos bridas que había traído. No eran para ella… pero no hay mal que por bien no venga.
-Suéltame… Suéltame, por favor.- Marcos sonrió ante el cambio de actitud. María le había costado un poco más.
-Anda.- La levantó con violencia de su amarre y le dio un ligero empujón. Hizo el amago de salir corriendo, pero antes de que pudiera dar el primer paso, Marcos ya la había sujetado de los brazos.
-Por favor… por favor, Marcos. Suéltame. No se lo diré a nadie, te lo juro.- Podía adivinar como las lagrimas caían por su rostro al oír su voz medio llorosa.
-Sigue andando.- Marcos mantuvo su estado estoico. Era suya, pero aún no era un lugar seguro. Tenía que volver al aula de audiovisuales. Allí estaría en su lugar de confianza.
Durante todo el camino se pudo escuchar los gritos casi desesperados de la joven, lo que no hacía más que sacar el lado más perverso del joven. Solo con imaginarse como estaría María en aquel aula, oyendo como aquellos gritos agónicos se acercaban a ella le sacaban una sonrisa. Ella sabía lo que le deparaba a Lucía.
Al entrar en la sala, María seguía en la misma posición donde la dejó, sentada en una silla con las manos y las piernas atadas a las a las asas y las patas de la silla respectivamente. Estaba desnuda salvó por las medias y un collar de perro. En la boca llevaba una mordaza y tenía las piernas separadas, pudiendo verse un consolador metido en su coño aún vibrando. Su respiración era entrecortada y sus ojos estaban llenos de lagrimas. Una vídeo cámara estaba puesta delante de ella, grabando cada instante. Los miraba con expresión de derrota al ver como su única esperanza de librarse de Marcos se hacía añicos ante sus ojos.
Marcos arrastró a la joven que tenía atrapada hasta otra de las sillas y la colocó en la misma postura, solo que esta vez no la desvistió entera. Le abrió la camisa, le levantó la falda y bajó sus bragas hasta la altura de las rodillas. Marcos la miró durante un momento como si la estuviera evaluando. No tenía mucho pecho, pero tenía buenas caderas y unas bonitas piernas… sí, podría ser una buena pieza para su colección.
-Suéltame, por favor… ya la tienes a ella. A mi no me necesitas. Por f...- Aquella frase dejó tan sorprendido a Marcos y le cabreó tanto que se acercó para darle un guantazo, que le cortó las suplicas.
-Eres una puta, ¿lo sabías? Vender a otra persona por tu pellejo. Eres despreciable.- La agarró del pelo y la miró con cara de desaprobación. -Tendré que enseñarte modales.-
Se bajó el pantalón y le introdujo la polla sin precalentar. Estaba ya empalmado y deseaba follar. Un sonido secó acompaño la penetración. Lucía era virgen.
-¿Así que eras una puritana? Ja, enhorabuena. Ahora eres una mujer.- Comenzó lentamente, provocando los primeros estímulos.
-N… no… no… no… así no…- Gimoteaba la chica ser penetrada. Las lágrimas corrían por su rostro, y su voz se entrecortaba.
-Je, tranquila. Te acabará gustando ¿A qué sí, María?- El siguió moviéndose, aumentando lentamente la penetración.
-Ah… ah… para… duele… para… ah...-
-¿Dolor? Ja, no pequeña… eso es ahora… pronto notaras placer...-
-No… no… para… para por favor… ah...- Las lágrimas seguían discurriendo por sus mejillas y se movía con violencia, intentado librarse de aquello.
Continuaron durante unos segundos más, y Lucía sin darse cuenta comenzó a moverse, pero no para alejarse. Su cintura y cadera buscaban acompasar sus movimientos con los de Marcos.
-Je, al final te va a gustar ¿eh, putilla?-
-No… no… no… no me gusta… ¿p… por qué me muevo? No quiero… no quiero moverme.-
-Ja, te mueves porque eres una puta… disfruta y aceptalo, zorra.-
-No… no… no… p… pa.. ah ah ah ah¡Ah! ¡AAAAAHHHHH!-
-Ja, no puede ser ¿Te has corrido? ¿Te has corrido, puta?- Una perversa sonrisa apareció en el rostro de Marcos al ver deshecha a Lucía. Era increíble lo fácil que había sido hacerla correrse. Con María había tardado toda la tarde para ello.- Bueno, ahora me toca a mí.- Y al poco comenzó a correrse dentro de ella.
Tras la descarga se alejó de la joven. Su rostro parecía desencajado y veía como el semen discurría por sus labios. Sonrió y miró a su otra presa. Justo en ese momento su consolador estaba haciendo efecto y María comenzó a correrse. Había perdido la cuenta de cuantas veces habían sido. Tendría que mirarlo en el vídeo luego.
Se acercó a ella y le quitó la mordaza.
-P… por favor... haré lo que sea... pero haz que pare.- Su voz medio quebrada resultaba extraña en ella, casi haciendo que la situación fuera más excitante.
-Límpiame la polla.- Mantuvo una actitud arrogante, como si fuera algo cotidiano; pero por dentro solo podía imaginar su polla dentro de su boca.
-¿Qué?- Le miró aturdida, no porque le sorprendiera la pregunta, directamente no le había entendido. Estaba tan reventada que su cerebro estaba colapsando.
-Si quieres que pare, límpiame la polla.-
-… V… vale. Como quieras… pero quítame esto… por favor...- Marcos sonrió y le quitó el consolador.
Estaba completamente lubricado… y ello le dio una idea. Se acercó a Lucía y le lo colocó en su coño a la vez que le ponía la mordaza.
-Qué pases un buen rato, zorra.- Sonrió ante el rostro de desesperación de la joven y se acercó a María.- Procede.- Ella no se hizo esperar y como una autómata se metió su polla en la boca y comenzó a chupar.
Marcos le puso la mano sobre la cabeza para guiarla a la vez que contemplaba como la joven que estaba al lado lloraba y suplicaba. Aquella iba a ser una tarde muy larga… y divertida.
Marcos recordó sus cacerías mientras se relamía los labios con el pensamiento de poder degustarlas otra vez. Pero ahora no iba a ser tan fácil. Aquel lugar lo conocía como la palma de su mano. Sus aulas, horarios, personas… todo lo conocía. En cambio, aquí le resultaba complicado hasta las normas. No. Tenía que cambiar su “modus operandi”.
Continuó su camino hasta su casa sin que nada perturbara su pensamiento. Miles de variantes se le pasaban por la cabeza, pero había siempre demasiados cabos sueltos, lo cual no hacía más que detenerlo. Hace unos meses se hubiera lanzado de cabeza, pero ahora no. No podía arriesgarse tanto. Le habían cazado por ser engreído y descuidado. Tenía que preparar mejor sus planes.
Al llegar a su casa se puso cómodo y comenzó a prepararse para la caza. Sacó un enorme archivador casi repleto de hojas y separadores con un nombre en su esquina. “María Álvarez”, “Lucía García”, “Julia Fernández”… habían sido meses de planificación y decisiones rápidas bien tomadas; toda aquella información ahora era inútil por un solo error.
Ojeó por encima las paginas y sacó un nuevo archivador vació… pero antes de empezar a escribir nada tenía que discernir quienes serían sus presas. Si lo pensaba detenidamente no sabía demasiado. Estaba seguro de que la directora Carmen Vittori iba a ser una de ellas… pero este objetivo necesitaría mucho tiempo para encontrar una apertura. No necesitó mucho para clasificarla. Era una mujer dominante y controladora; inteligente y calculadora. Iba a ser como cazar la joya de su coto, pero tenía que empezar por criaturas más… accesibles.
Entonces, ¿quienes serían sus victimas? Hasta ahora solo conocía a Susana y a Miriam. No es que tuviera mucha información de ellas, pero podía identificar un patrón claro en ellas: Míriam era arrogante y cuadriculada, fácil de tender una trampa si se hacía con la planificación suficiente, pero ¿por qué interesarse en ella? Era guapa y tenía rasgos interesantes, pero su actitud no era de alguien popular, por lo que seguramente habría presas más golosas.
Susana era harina de otro costal. Su actitud abierta y alegre junto con ese pequeño sentimiento de superioridad que solo los más observadores podían percibir demostraba que ella si era uno de los mayores trofeos del instituto. Era segura e inteligente… pero algo confiada. Tal vez pudiera aprovechar ese defecto en algún plan.
Marcos anotó cada palabra que se le pasaba por la mente en una hoja para cada una de las féminas y lo releyó y corrigió hasta que estuvo satisfecho. A penas había hablado algo con cada una de ellas, por lo que tampoco podía confiar en esta información al pie de la letra. Cuando terminó se dio cuenta de algo: le faltaba demasiada información para elaborar una estrategia por mala que fuera.
Se dejó caer sobre su sofá y cerró los ojos. Tendría que continuar recolectando información, pero para ser un día que no pensaba obtener nada al final fue muy provechoso. Y en ese instante recordó lo que había cogido en el despacho de la directora. Se llevó la mano al bolsillo y las sacó.
En su mano veía unas bragas negras. No parecían las típicas que utilizaría alguien de la edad de la directora, pero el no era quien para juzgar. Se las acercó y respiró. El olor era fuerte, casi podía imaginar su coño delante de él. Cerró los ojos y se la imaginó en su despacho, despatarrada en su silla mientras se hacía un dedo. Llevó su otra mano hasta su miembro y comenzó a masturbarse imaginando estando en ese despacho. No necesitó mucho para tener sus manos sobre ella y su polla dirigido hacia su coño. Una de las manos le taparía la boca mientras buscaría con la boca sus pezones. La imagen fue demasiado y se corrió al poco de comenzar.
Marcos estaba exhausto con solo una paja, pero que paja. Había sido exquisita. Solo podía imaginar sus manos encima de aquella diosa bronceada sería como el objetivo que tanto había deseado tener alguna vez. Se limpió y se tiró en la cama. Mañana sería un gran día.