El huesped
En Barleta, habia un hombre al que llamaban Juani, que se dedicaba a llevar mercancias de una lado para otro con una yegua, comprando y vendiendo por las ferias de la comarca.
Tenía una estrecha amistad con Pedro, que con un burro a ese mismo menester se dedicaba y siempre que Pedro venía a Barleta se hospedaba en casa de Juani.
Pedro vivía en una casita en Tresanti que apenas bastaba para él, su mujer y su asno. Cuando Juani iba a Tresanti, lo alojaba en su casa y lo atendía como mejor podía. Pero como la casa solo era un pequeño cuarto, Juani se tenía que acostar en la cuadra, sobre un montón de paja, junto a la yegua y el asno.
La mujer de Pedro, sabiendo lo bien que trataba Juani a su marido cuando éste iba a Barleta, siempre queria irse a casa de una vecina, para que el huésped pudiese dormir en su cama, pero Juani no lo consentía.
Y como cada vez que iba a su casa ella le repetia el mismo ofrecimiento, un dia Juani, de chanza, le dijo:
"No os atribuleis por mí, porque yo, cuando me place, convierto a mi yegua en una hermosa moza y despues, por la mañana, la vuelvo a tornar yegua, y por eso no me separaría de ella por nada del mundo".
Estas palabras de Juani, maravillaron a la inocente mujer y cuando estuvo a solas con su marido, le dijo:
"Como tu tienes tanta amistad con Juani, porque no le pides que te enseñe el encantamiento, para que puedas de mí hacer una yegua, y asi tendriamos una jaca y un asno y ganariamos el doble. Y cuando estuvieramos en casa, me vuelves hembra como soy".
Pedro, que tambien era de un entendimiento un poco grueso, comenzó a pedirle a Juani que le enseñase el truco.
Juani, al comienzo, le daba siempre excusas para apartarlo de aquella locura, pero como Pedro insistia, le dijo:
"Pues como tu asi lo quieres, mañana nos levantaremos antes de que despunte el dia, y yo te enseñaré como se hace el encantamiento".
Pedro y su mujer, apenas durmieron aquella noche, esperando con tanto deseo que llegará el momento. Con la aurora se levantaron y llamaron a Juani y todos juntos fueron al cuarto.
Juani, tomando una vela, la puso en la mano de Pedro diciéndole: "Fíjate bien lo que hago y lo que digo, y por lo que tu mas quieras, no digas ni una sola palabra, por cosa que oigas o veas, porque sino, se romperá el hechizo. Y ruega a Dios que la cola quede bien pegada y colgada, que es lo que tiene mayor dificultad".
Pedro prometió muy serio, que asi lo haría y Juani le dijo a la mujer que se pusiera desnuda, a cuatro patas, con las manos y los pies en el suelo, como hacen los caballos, preveniéndola, igualmente, que viese lo que viese o acaeciese, no dijera ni media palabra.
La mujer se desnudó completamente y se puso, cual yegua, con el culo dirigido hacia Juani que tambien se habia desnudado.
Era una mujer de unos cuarenta y cinco años, gordita, con un culo y unos muslos enormes, que aunque sin la prestancia de la juventud, a los ojos de Juani, falto de carne desde hacia meses, estaban muy apetecibles. Juani, se arrodilló detrás de la mujer y empezó a acariciar su cabeza y sus cabellos, mientras ceremoniosamente decia: "Esta será hermosa cabeza de yegua". Y así, con esta parafernalia, continuó con todas las partes de su cuerpo, acariciándolas suavemente, con especial atención y esmero, en los pechos, el coño y los muslos que por su tamaño, parecian de yegua antes del encantamiento.
Pasados unos quince minutos y no restando sino pegar la cola, cogiéndo el punzón con que plantan los hombres, de un empujón lo clavó en su sitio, sacándolo y metiéndolo repetidamente para que quedara bien puesto, mientras decía "sea esta bella cola de yegua".
La mujer empezó a jadear como una jaca y Pedro, que hasta entonces cautamente habia estado mirando, no gustándole lo de la cola, dijo a Juani:
"Bien está, la cola dejémosla estar, que la estais poniendo muy baja".
Juani, sacó su punzón chorreando de pegamento y enojado dijo a Pedro: "Ya has roto el encantamiento".
La mujer, al oir estas palabras, furiosa se puso de pie y muy enfadada, le dijo a su marido:
"¡Que necio eres!.¿Porque malograstes una cosa que tanto nos hubiese convenido?. ¿Cuando has visto tu una yegua sin cola?.
Y no habiendo ya otra oportunidad para hacer de aquella mujer una yegua, ella de mal talante se vistió, y Pedro, con solo su asno, siguió haciendo sus menesteres.