El hotelito (4)
Pobre sumiso, cada vez lo tiene peor.
EL HOTELITO 4
Aquella noche, una semana después, volví a su habitación, a las doce en punto, como me había indicado; me sorprendió mucho verla totalmente desnuda, tumbada en la cama, esperándome. Con su habitual frialdad me saludo con la mano, sin mirarme, y me indicó que como siempre dejase mis cosas sobre la mesa, pero que no me desnudase; me quedé perplejo, pero asentí. Como me había pedido, le entregué unas fotos de mi novia desnuda, cosa que le agradó.
-" Una buena puta, llegará a ser mía, como tú, cabrón ", me dijo guardándolas en su bolso.
Me dijo que había sacado algo de dinero de mi cuenta, no me dijo cuanto, yo no lo había comprobado, pero que a pesar de todo le debía entregar lo que llevase en la cartera, pues tenía que hacer un pago esa noche. Asentí mientras me esposaba las manos a la espalda, como siempre.
Me hizo poner en la cama, tumbado boca arriba y con la cabeza en el borde del colchón, y se sentó sobre mi cara, con mi móvil en la mano; cruzó las piernas, cosa que hacía que su peso se multiplicara sobre mi cara, y realizó una llamada. Había contratado los servicios de dos hombres, dos prostitutos para que la follaran esa noche; pensé que ya no tenía interés para ella, así se lo hice saber, pero me dijo que sí, y mucho, pues mi humillación alcanzaría cotas inimaginables.
Se recostó en la almohada y me ordenó que la lamiese, que quería estar preparada para aquellas dos vergas que en breve la poseerían, haciéndola gozar de verdad; así que puse a trabajar mi lengua dentro de su coño, mojándolo y excitándolo. Estuve dándole placer cerca de quince minutos, hasta el momento que sonó el teléfono; era de la recepción, avisándole que tenía una visita, y les hizo subir. Se levantó y me llevó hasta el armario empotrado, abrió la puerta y me indicó que me estuviese callado, que no quería oír ni un suspiro. Antes de encerrarme allí me volvió a dar dos pastillas de viagra y metió sus bragas usadas de todo el día en mi boca, colocaba una bolsa de plástico en mi cabeza y la rodeaba hasta hacerla desaparecer con un rollo de cinta adhesiva; justo cuando cerraba la puerta sonaron unos nudillos en la puerta de entrada.
Ella les abrió desnuda y le oí decir que no tenía mucho tiempo, así que se desnudaran deprisa y le hicieran un buen trabajo, recordándoles que quería que le llenasen en coño con su leche; no podía verles, pero si oír cómo ellos abandonaban sus ropas en el suelo y se lanzaban contra aquel lujurioso cuerpo que les esperaba entregado. Durante un buen rato la estuvieron follando por todos los agujeros, hasta que al final los dos se derramaron dentro de su sexo, mientras mi polla reventaba por los sonidos y el efecto de las pastillas.
Cuando ambos hombres acabaron su faena ella les despachó rápidamente, casi sin tiempo de vestirse, les entregó el dinero que estaba sobre la mesa, el mío, y abrió el armario; antes de sacarme de él me abrió la cremallera del pantalón y sacó mi polla, que estaba erecta y muy dura, la cogió con una mano y me arrastró hasta la cama.
-" Te voy a dejar follarme, eso sí, has de chapotear en el semen de esos dos machos, seguro que el contacto con él te gustará "" me dijo.
Se puso sobre la cama con las piernas abiertas y me guió hasta su coño.
-" El anillo de la puta de tu novia está dentro de mi coño, empapado, donde debe estar ", me dijo provocando mi humillación. " Tu también podrás formar parte de ello, jajaja ".
El contacto de la delicada y maltrecha piel de mi polla con aquel semen me resultó asqueroso, pero su palpitante y mojado coño me recibía con ardor; noté el anillo flotando en la leche y bombeé. Me faltaba el aire debido a sus bragas y a la bolsa, pero era algo a lo que ya estaba acostumbrado; la humedad de su sexo y el esperma que salía viscoso mancharon mi pantalón mientras ella atrapaba mi cintura con sus piernas, hasta que al fin, rendido, eyaculé en su interior. Entonces me apartó de un empujón, quedando sobre la cama boca arriba.
Ella se apresuró a sentarse sobre mi pecho, atrapando mi cabeza entre sus muslos; mi camisa quedó impregnada con el semen que salía de su sexo. Con unas tijeras fue abriendo una pequeña abertura sobre mi boca, me sacó las bragas de la boca y sacando mi lengua con sus dedos, se adelantó hasta tener su coño sobre mis labios. Comencé a lamerla, a sacar todo lo que su sexo tenía dentro; me encontré con la oportunidad de recuperar el anillo, así que cuando ya estaba casi limpia, así el aro con la punta de mi lengua y me lo metí en la boca.
Ella se dio cuenta de aquella acción y me pidió que lo devolviese a su lugar; antes de que pudiese reaccionar se retiró hasta quedarse sentada de nuevo sobre mi pecho y comenzó a golpearme la cabeza, bofetadas y puñetazos que no veía venir, cegado como estaba. Se quedó quieta, recobrando la respiración y mi lengua salió con el anillo en la punta. Lo cogió y volvió a metérselo en el coño.
Se levantó de la cama y me arrastró hasta el suelo, boca abajo, se sentó sobre mi espalda, me cogió la cabeza y la estuvo estrellando contra el suelo un buen rato; luego cogió uno de sus zapatos y estuvo martilleando mi cráneo con el tacón. Aquella tortura me estaba demoliendo la cabeza hasta casi perder el sentido; quedé en un estado comatoso e inerte. Me dio la vuelta y me sacó la lengua a la fuerza con dos dedos, estirándola con fuerza y cogiendo un broche de su chaqueta, clavó el alfiler en mi lengua, traspasándola.
La sangre corrió por mis labios, no podía meter la lengua en la boca; ella se levantó, se puso los tacones y se pasó otro buen rato dándome patadas por todo el cuerpo, insultándome y recordándome que era totalmente suyo y que no debía contradecirla en ningún momento.
Cansada pero excitada, terminó quitándome la aguja y sentándose en mi cara para que le regalase otro orgasmo; cuando se sació, me hizo marchar, aquella noche no dormiría en su habitación.