El hotelito (2)

Sigue la dominación...

EL HOTELITO 2

Sin poder resistirme, acudí a la segunda cita, después de que ella me hubiese llamado y me hubiese emplazado en le mismo hotel y a la misma hora, varios días después; cuando llamé a su puerta su voz me indicó que estaba abierta, así que podía pasar y me la encontré sentada en la butaca de la habitación, vestida con su traje de ejecutiva pero con las piernas abiertas y masturbándose. Sin que me dijese nada, comencé a desnudarme, ante su aprobación.

Como la anterior vez, tuve que dejar mis efectos personales sobre la mesa y meter mi ropa bajo la cama, pero ella me señaló el dedo; se me había olvidado quitarme el anillo, y eso que me había propuesto no llevarlo para no pasar un mal rato, pero se me había olvidado. Maldije en pensamientos mi mala cabeza, pero me lo quité y se lo entregue; me quedé arrodillado en el suelo mientras ella jugueteaba con el aro entre sus dedos y terminó poniéndoselo.

Me dijo que me quería atar, a lo que le repuse si era estrictamente necesario; su mirada me lo dijo todo, así que agaché la cabeza y espere que ella manipulara las cuerdas que sacó de un cajón. Ató mis manos a la espalda, me ató la base de mi pene con una cuerda que llevó luego a los tobillos, de manera que me obligaba a mantenerme arrodillado y finalmente me puso un collar de perro al cuello. Se puso delante de mí y se bajó las bragas; las hizo una bola y me las metió en la boca y me dijo que no se me ocurriera sacarlas.

Entonces se dio la vuelta y comenzó a preparar algo que me volvió a llenar de terror; colocó un trípode enfrente mío y preparó una cámara fotográfica apuntándome directamente, la puso en modo de disparo automático y se acercó a mí. Estuvo posando un buen rato, primero poniéndose al lado mío y agarrándome por el pelo, luego agarrándome el pene, que estaba a reventar, se subió la falda hasta la cintura y me puso el sexo en la boca, y así unas cuantas tomas en las que estaba seguro que se podría observar el sudor que me caía desde la frente, del pánico que tenía.

Una vez satisfecha con aquel trabajo, se desnudó por completo y se acercó a mí, poniendo un pie entre mis piernas y de lado, con mi hombre entre sus muslos, me agarró la cabeza, la giró y pegó mi boca a su coño que ya rezumaba su licor de placer, en el momento en que sacaba sus bragas de mi boca; lamí con devoción, jugando con mi lengua en sus labios, en su clítoris, entrando y saliendo sin cesar, mientras con un pie me acariciaba la polla y los testículos, aunque movida por el placer que le prodigaba, terminó pisoteándolos sin compasión. Le llegó el primer orgasmo y se relajó.

" A ver que me has traído hoy… ummm, un móvil nuevo ", dijo al tiempo que lo cogía y lo metía en un jarrón lleno de agua. Volvió a quedarse mi dinero y sacó una nueva foto de mi novia que había metido allí. " Ya veremos que hacemos con esta puta más tarde ", dijo, dejándola sobre la mesa.

Me soltó las cuerdas de los tobillos y de la polla y me hizo poner en pie, llevándome hasta una silla; puso sobre ella un plug anal pegado al asiento y me dijo que me sentase. La miré inquiriendo un perdón, pero una bofetada me hizo desistir de ello; me puse sobre la silla y fui bajando; noté el roce del látex en mi ano, fue dejando caer mi peso poco a poco, para que mi culo se fuese acostumbrando a la perforación, pero ella, presionando sobre mis hombros, me hizo sentar de golpe. Se me clavó en las entrañas con un dolor sordo que me recorrió la espina dorsal.

Ella se puso a horcajadas sobre mis piernas y se penetró con mi polla, que estaba erecta y babeante; dejó caer su cuerpo hasta que la parte trasera de sus muslos se aplastaron contra los míos y comenzó a cabalgar. A cada bajada de su cuerpo el plug se me clavaba más y más en mi cuerpo y mi cara, que había quedado atrapada entre sus grandes pechos, debido a un abrazo barroco que me habían regalado sus brazos, me hacía estar atrapado e inmóvil a sus antojos.

Me corrí profusamente en su coño, llenándolo de semen, pero ella siguió con su cabalgada impasible a mi estado de flacidez, hasta que consiguió que de nuevo me pusiera erecto; era una maquina de follar, no se cansaba nunca, era su habitat natural, y cuando intuyó que me iba a correr de nuevo, se bajó de mis piernas, se arrodilló entre ellas y me la estuvo mamando hasta que e descargué en su boca. Veía el Paraíso, aquella relación, aunque humillante y llena de peligro, me llenaba por completo; se alzó, se acercó a mi cara y me hizo abrir la boca para que todo el producto de mi placer fuese escupido en ella.

" Bueno, ahora quiero descansar un poco ", me dijo y me hizo tender en la cama, boca arriba; ella se subió y se sentó en mi cara, dejando todo su peso sobre ella y recostándose en el cabezal con un almohadón; así se pasó una buena hora, leyendo un libro, mientras yo soportaba su peso, con su sexo pegado a mi boca pero estándome prohibido lamerla ni moverme. Pero poco a poco ella misma fue rozándose contra mi boca, excitándose y terminó dejando el libro abandonado y entregándose a conseguir su placer a base de mi lengua.

Nos fuimos a la ducha, me tendió en el suelo, como la otra vez, y se sentó sobre mi cara; se estuvo lavando, ajena a mis problemas para respirar bajo su culo y por el efecto del agua, tarareando una canción como si todo fuese lo más normal del mundo. Cuando terminó se giró, atrapando mi cara entre sus muslos, cogió las pastilla de jabón y comenzó a pasarla por mis labios, presionando cada vez más hasta que consiguió meterla en mi boca; me hizo masticarla, cosa que me provocó nauseas, pero ella riendo, me dijo que me aliviaría. Colocó su coño sobre mi boca, me hizo abrirla y me orinó dentro, mezclando su orina con el jabón que tenía dentro y cuando acabó se volvió a sentar sobre mi boca para que lo tragara todo.

Mi nariz asomaba por debajo de su sexo y me miraba directamente a los ojos; " Quiero que tengas los ojos abiertos en todo momento, ¿entendido? ", me dijo, y sin previo aviso apretó sus labios y dejó caer un escupitajo sobre ellos. Yo, instintivamente cerré los ojos, por lo que la saliva bañó mis párpados, pero ella apartándose de mi cara, me soltó un sonoro bofetón. " que los tengas abiertos, cerdo ", me dijo y repitió la operación hasta que en mis pupilas flotaba su saliva, a pesar del escozor que me provocaba aquello.

Después del mal rato que pasé volvimos a la cama, ella se tumbó y me hizo arrodillar entre sus piernas, pegando mi boca de nuevo a su coño y recordándome que le excitaba que los labios con que besaba a mi novia fuesen los esclavos de su sexo; dormimos así aquella noche.

Por la mañana se levantó y como de costumbre me despachó; el anillo aún seguía en su dedo, y al pedírselo me dijo que se lo iba a quedar y que probablemente se lo regalaría a otro amante que tenía. Le rogué que me lo devolviese, que significaba mucho para mí, pero ella no dio opción al reparo; también se quedaría con la foto y ya vería lo que hacía con ella.

De aquel modo me vestí, no sin antes arrodillarme ante ella y besar de nuevo su sexo desnudo; me despidió.

fin