El hotel de Beijing (V)
Los dos tíos que me había follado en Beijing, el negro y el cabrón de Fran, se encuentran... ¿qué ocurrirá?
Cuando Fran y yo salimos de la sauna, duchados, vestidos (él recuperó el uso de su tanga y me dejó a mí sin ropa interior) e impolutos con nuestros trajes, eran aún las doce de la noche.
Las doce de la noche, y yo seguía cachondo perdido. Sobre todo si pensaba en lo que acababa de suceder.
- Tío, ha sido una pasada – le dije a Fran, mientras caminábamos por la calle casi desierta de vuelta al hotel, que no estaba tan lejos.
Fran me miró, sacó un paquete de cigarrillos y me ofreció. Por entonces yo ya no fumaba, pero joder, después de una experiencia como aquélla, un cigarro era lo de menos. Asentí con la cabeza y él encendió dos. Cuando yo estaba dándole la primera calada al mío, me sorprendió dándome una bofetada un poco más fuerte que la anterior. Increíble, pero mi polla volvió a ponerse dura al instante.
- Joder, te he dicho que no me llames tío. Amo, señor, mi señor… todo eso está bien – sonrió una vez más con cara de pícaro -. Pero sí, ha sido la ostia. Estás aprendiendo deprisa, esclavo. ¿Qué es lo que más te ha gustado?
Qué difícil pregunta.
Creo que cuando me has meado encima delante de todos los chinos… amo.
¿Te gusta mi meada eh, zorra?
Sí, me encanta… mi señor.
¿Quieres otro poco?
Siempre.
Me cogió de la mano y me empujó contra una esquina oscura. Luego me agarró y me obligó a ponerme de rodillas. Él se abrió la bragueta, se bajó un poco el tanga y se sacó el rabo, que no estaba completamente duro (por cierto, me encanta su polla cuando está blanda, gorda como un buen puro y con el capullo recubierto de piel). Yo abrí la boca y… milagro… él me soltó un chorro de pis que yo me fui tragando como un chico bien obediente.
Dios, qué caliente me pone este tío…
Fue sólo un poco, unos segundos. Después cortó el chorro y se subió la bragueta.
- Ahora sube aquí y dame un buen morreo.
Yo obedecí. Le besé por primera vez, sintiéndome un privilegiado por poder probar aquellos labios carnosos, esa lengua, esa saliva… Sin darme cuenta, mis manos fueron a su culo. Él me apartó de un empujón y me dio otro tortazo, no demasiado fuerte, una vez más.
- No te he dado permiso para tocarme, esclavo.
Seguimos caminando en silencio hacia el hotel. Cada vez que cruzábamos una calle y encontrábamos un rincón oscuro, me arrastraba a empujones y volvía soltarme un chorrito de meada. Una de las veces apuntó mal, y en vez de acertarme en la boca, me dio en un ojo. Yo me lo restregué por la cara, sintiendo que mi polla iba a explotar una vez más.
Amo, por favor, fóllame.
Calla, viciosa.
Al cabo de unos diez minutos llegamos por fin al hotel, y el entrar nos chocamos con la persona más inesperada. El negro que me había tirado la primera noche, en el hotel. El tío se me quedó mirando.
Hey, sexy.
Hey yourself.
¿Quién es este tío? – me susurró Fran al oído.
Uno que me follé el primer día, en el gimnasio.
¿Se la metiste tú a él?
Él a mí, amo.
Ya me extrañaba, cacho puta. Hey, do you want to join us in his room?
The three of us? – preguntó el negro, con una gran sonrisa.
He’s just my slave. So we two, yes, and him.
Oír como hablaba de mí como su esclavo con otra persona me puso… a mil por hora. Al negro no hubo que insistirle, se nos unió al instante. De hecho, según entramos los tres en el ascensor, ellos dos empezaron a besarse.
Cuando entramos en mi dormitorio, el negro no perdió el tiempo.
- Lick my boots.
Yo le miré de arriba abajo. Llevaba puestos unos vaqueros ajustados, unas botas militares y una polo negro ajustado con el cuello hacia arriba. Sin penármelo dos veces, me tiré al suelo y empecé a chuparle las botas… nunca había pensado que eso me fuera a poner cachondo, pero…
- Desnúdate.
Sin dejar de chuparle las botas al negro, me fui quitando la ropa lo mejor que pude. Ellos dos continuaron besándose, sin quitarse nada de ropa.
- Vete a la bañera, esclavo. Ya sabes lo que te espera.
Yo me fui a la bañera, me despatarré dentro y observé cómo ambos se bajaban las cremalleras, sacaban sus cipotes y me meaban encima mientras yo abría la boca para saborearlo bien y me pajeaba muy despacio.
He’s hot, your slave.
He’s a bitch. Want to fuck him?
No hizo falta decir más. Los tres sabíamos lo que iba a suceder. Sin dejarme que me secara siquiera, me llevaron a la cama, me tumbaron boca abajo con las piernas apoyadas en el suelo y entre los dos empezaron a comerme el culo y a meterme varios dedos. Ni que decir tiene que mi culo, a aquellas alturas, ya estaba más que abierto, así que pronto noté una polla grande y dura que me taladraba.
Era el negro.
Fran maniobró para subirse a la cama y puso su polla delante de mi cara. Yo empecé a chupársela como un salvaje: mi gran fantasía es que me follen por delante y por detrás, o al menos, lo era hasta que descubrí las delicias de ser sumiso… No podía creérmelo, tenía dos pollas dentro, una grande y negra por el culo y otra gigante en la boca, perteneciente a mi amo, sí, a mi amo, que era un niñato de veinticinco años que ni siquiera se había quitado la puta ropa.
Miré hacia atrás. El negro también seguía vestido, con los pantalones bajados y su polo negro con el cuello hacia arriba.
Oh, yeah, fuck me – grité yo.
Zorra – dijo Fran.
Bitch – gritó el negro -. Take my dick. Make me cum.
Cambio – gritó Fran, de pronto.
Yo entendí al segundo. Me dí la vuelta, dejando que el pollón negro abandonase mi culo, y empecé a chuparlo con frenesí mientras Fran me la metía por el culo. Yo me movía como una auténtica zorra, hacia delante y hacia atrás, hacia delante y hacía atrás, hasta que sentí que el negro empezaba a correrse en mi boca.
- I’m cumming!!!! – gritó el negrazo.
Yo, sin poder contenerme, empecé a machacármela como un loco poseso. Hasta ese momento no me había tocado la polla.
- ¡Me corro! – gritó Fran.
Y nos corrimos los tres.
Fran me sacó la polla del culo, me dio un azote bien fuerte, se puso detrás de mí y… si… empezó a lamerme el culo recién follado.
Abre bien el culo, que quiero probar mi corrida – dijo el muy cerdo.
This is fucking hot – dijo el negro -. But I must leave now.
Fran se levantó, con restos de semen en los labios. El negro y él se subieron los pantalones, se colocaron la ropa y se marcharon juntos, dejándome solo en la habitación.
Lo último que había hecho Fran me había excitado antes que me levanté, cogí mu vibrador del cajón de los calzoncillos, le di un buen lametazo y me lo metí por el culo de un solo golpe. No volví a correrme, pero al final me dormí con aquella cosa todavía dentro.