El hostal
Un informático que viaja mucho se encuentra con una chica de la pensión que después de mucho tiempo sin hombre, le regala algo más que una simple sonrisa.
UN VIAJE DE TRABAJO PLACENTERO
Un informático que viaja mucho se encuentra con una chica de la pensión que después de mucho tiempo sin hombre, le regala algo más que una simple sonrisa.
Soy Juan, tengo 34 años y trabajo en una empresa de informática que instala programas especializados, y debido a ello tengo que viajar y pasar bastante tiempo fuera de casa.
Esta vez me ha tocado ir a la zona de Valencia durante un par de meses y siempre que sucede esto miro de buscar un alojamiento pequeño y en plan familiar, donde se come bien y le tratan a uno mucho mejor.
He encontrado una pensión regentada por un matrimonio de unos 60 años, y en la cual trabaja la hija de ambos, Sara, de 35 años, que con toda seguridad tomará el relevo de los padres. La pensión dispone de 10 habitaciones dobles, 6 de individuales y servicio de bar y restaurante.
He tenido suerte y he reservado habitación individual para 1 mes, tiempo que he calculado que me llevará el trabajo a realizar.
Después de una semana dura de trabajo, he ido entablando amistad con los propietarios e hija, y estoy contento con la elección que he hecho.
Después de un martes agotador de la segunda semana, he llegado al hotel, y mucho más que otros días me apetecía tomarme una ducha relajadora. Al llegar a la pensión le pido a Sara, como hago siempre una toalla limpia, y me dirijo a mi habitación para relajarme.
Cada vez que le pido toallas a Sara, está muy amablemente me las proporciona y acto seguido siempre aprovechaba para realizar tareas en la habitaciones próximas a la mía, y en especial en la contigua. Primero no le di importancia, pero hoy me ha hecho darle vueltas a la cabeza, sobretodo porque sólo llegar me esperaba con las toallas en la mano y me ha regalado una sonrisa encantadora.
Sara es una chica normalita, tiene su encanto, morena, medirá un metro sesenta y cinco, y tendrá un peso proporcionado a su talla. De pecho, le he calculado una talla 85 o 90, no más, y está soltera y sin compromiso. Comenta que su trabajo no le da tiempo para hombres y que su último novio, al que dejó hará unos 7 años, la dejó desengañada de relaciones.
La cuestión, es que no le he dado más importancia y me he duchado, y al final, soñando que estaba con la recepcionista de la empresa en la cual he estado hoy, me he empezado a masturbar muy gustosamente. Sólo de pensar en esa rubia, con ese cuerpazo, ese par de tetas puntiagudas, ese culito tan respingón y imaginar que la tenía en mi cama desnuda y esperándome con los brazos abiertos, diciéndome:
Ven y hazme tuya.
Me he imaginado en situación, haciéndole el amor tranquilamente y disfrutando al máximo, me he pegado una soberana paja que me ha dejado en una nube.
Al bajar a cenar, Sara me sonrió durante toda la cena, mirándome de una manera picara y siendo mucho más amable de lo normal.
Ha ido pasando la semana y cada día Sara me ha gratificado con la toalla y su sonrisa, siguiendo con sus tareas en las habitaciones cercanas a la mía, cuando yo me metía en la habitación. Es viernes, y hoy esa rubia de la recepción me ha obsequiado con una mini falda y un generoso escote al que se le veía un encantador canalillo. Me ha puesto a mil. En la ducha no he tenido más remedio que relajar al instrumento mientras soñaba que mis manos acariciaban esos pechos, lamían esos pezones para ponerlos durísimos, luego mi lengua recorría todo su cuerpo y lamía ese coñito para dejarlo súper húmedo y preparado para recibir a mi pene, para así penetrarla y empezar unos movimientos conjuntos para así llegar al paraíso. La corrida ha sido monumental.
Durante la cena Sara me ha sonreído igual o incluso más, que el martes, día en el cual también me masturbe, siendo súper amable conmigo. La verdad es que empiezo a estar algo mosqueado.
Al llegar a la habitación para acostarme, mi inquietud ha ido creciendo y se me pasa por la cabeza si soy espiado por Sara. Así que decido inspeccionar mi habitáculo y la zona del baño. Cuando estoy por la ducha, descubro un agujerito, muy bien disimulado, que da al baño contiguo.
A la mañana siguiente, vuelvo a inspeccionar el baño, y ya con luz natural se ve una luz tenue, que debe venir de la ventana que da al tragaluz. Mis sospechas empiezan a estar fundadas. Sonrisas, escoger al mismo tiempo que yo me ducho para ir a hacer tareas en habitaciones cercana a la mía, y muy concretamente en la del lado, y esas atenciones.
Hoy voy a cerciorarme bien de todos sus movimientos y cerciorarme que mi hipótesis es o no real.
Para empezar no me ducharé antes de cenar, aunque haré como si lo fuera a hacer, le pediré al toalla igualmente. Al llegar a la noche así lo hago, pero no me ducho, ella entra en las habitaciones contiguas como siempre. Yo entro en el cuarto de baño a oscuras y miro por el agujerito, hay luz en la habitación, pero no en el cuarto de baño. Al bajar a cenar, ella me mira con un poco de extrañeza, que intenta disimular. No está tan amable como ayer. Me demoro en la cena, para salir el último del comedor y darle tiempo de que acabe de servir.
Antes de subir le comento:
Buenas noches Sara.
Buenas noches Juan.
Me parece que me ducharé para ir a la cama relajadito.
Seguro que te irá bien.
Subo a la habitación y dejo la puerta un poco entreabierta. Oigo pasos y como alguien se introduce en la habitación de al lado. Al cerrarse, voy hacia allá e intento abrirla, sin éxito. Se me ocurre una idea y llamó a la puerta con los nudillos. Nadie responde. Lo vuelvo a intentar y nada. Al final opto por llamarla:
Sara, Sara. Te he oído entrar. Sólo necesito una toalla limpia, la que me diste antes se me ha ensuciado.
Unos segundos de silencio y al final aparece ella y toda nerviosa me dice:
¡Ah! No te apures voy a por otra y se marcha a toda prisa.
Por descuido de ella, y supongo que por su nerviosismo, ha dejado la puerta mal cerrada. Entro a toda leche y me dirijo al baño. Lo que veo me deja un poco estupefacto, hay unas almohadas en la zona de la bañera para poder estar cómoda mientras espía por el agujerito y unas bragas, puede que se masturbe mientras me observa. Mis sospechas son cada vez más ciertas. Salgo a toda prisa y la espero delante de la puerta.
Aparece ella y me da la toalla, se ha calmado un poco, o eso aparenta, y me dice:
Ala a quedar limpito y relajadito.
Gracias Sara. Me gustaría ver la habitación, por curiosidad.
Es igual que la tuya y esta muy desordenada me contesta nerviosa y esquiva.
Insisto, es pura curiosidad, supongo que no pasa nada si la veo, o no.
Me mira con cara de pocos amigos, la situación para ella es cada vez más embarazosa, y me abre la puerta unos pocos segundos mientras me dice:
Lo ves, es igual que la tuya. A ducharse que es tarde. Adios.
En eso que me decido y empujo la puerta y entro en la habitación, sin que ella me lo pueda impedir. Ella me sigue inquieta y nerviosa, cerrando la puerta detrás de si y diciéndome sin gritar y toda seria:
Haz el favor de salir de aquí.
No le respondo, sin más. Ella insiste levantando el tono de voz y ya muy nerviosa.
¡Fuera de aquí!
No le vuelvo a responder con toda tranquilidad.
Te voy a ....
¿A qué?, a denunciarme por ser espiado mientras me ducho.
Se ha quedado boquiabierta, sin saber que decir, ha palidecido de golpe. Me dirijo al baño y le señalo el punto por el cual me espía y todos sus movimientos diarios a la hora de mi llegada.
¿Qué hago, te denuncio?
Empalidece todavía más, intenta articular alguna palabra y no puede, se queda de pie sin saber que hacer y como reaccionar. Yo me siento en la cama y le digo:
Empieza a hablar me merezco una explicación.
Sigue callada, no sabe que hacer hasta que intenta irse de la habitación y yo le corto el paso.
¡Déjame pasar!
No, quiero una explicación.
Se retira hacia atrás, no sabe que hacer ni que decir.
Vamos, empieza a explicarte.
Al final se decide, balbuceando al principio y:
Lo he hecho sin mala intención.
Pero esta mal hecho.
Si, pero es que hace tanto tiempo que no estoy con un hombre que esto me mantiene viva, es como mi pequeño mundo de fantasías.
Pero búscate un novio.
No, no quiero, quede escarmentada por el último que tuve.
Pero esto no es la solución y tu lo sabes.
Si, pero ...
Unos segundos de silencio.
Por favor no digas nada a nadie, no lo volveré a hacer.
No se que decirte.
Por favor.
En esos momentos mi mirada se va por casualidad hacia un botón abierto de la camisa que deja entrever un precioso pecho, ya que no lleva sujetador, y me empiezo a calentar después de la rubia recepcionista y de tantos días sin acostarme con una mujer. En darse cuenta que le estaba mirando el pecho, se cierra de golpe la camisa y me dice:
¿Qué mirás?
No tienes porque ponerte de esta manera, ha sido una pequeña debilidad, y acaso tu, ¿no te has hartado de verme en pelotas cada día?
Se queda callada y decido actuar, me he puesto caliente por momentos y yo tengo la sartén por el mango. Así que empiezo a desnudarme tranquilamente delante de su cara de asombro.
¿Qué haces?
Pues me desnudo, para que me puedas ver bien, sin necesidad de estar incomoda mirando por ese agujero.
Se ha quedado muda, me mira de arriba abajo, sin cesar, sus ojos no paran, no sabe como reaccionar. Mi poya está tiesa, en su máximo esplendor, y ella se ha quedado boquiabierta mirándola. Y cuando le digo:
¿Quieres tocarla?
Ahora esta alucinada del todo.
¿Estás bromeando?
No.
No me gustan las bromas de mal gusto.
Tócala, anda, adelante. Después de tanto tiempo sin hombre lo debes echar de menos.
Pero, ¿Lo dices en serio?
Si, vamos.
Se me queda mirando indecisa. Yo le cojo la mano y la acerco a mi poya y ella la abraza con su mano, luego acerca la segunda mano y entre las dos manos me manosea el aparato y los huevos. En eso que yo dirijo mis manos a sus pechos y ella se sobresalta echándose hacia atrás. Me mira a los ojos y luego se acerca a mi y nos fundimos en un cálido y profundo beso.
A continuación se desnuda entera y me coge las manos y me las dirige a sus tetas, las cuales yo acaricio y toco sin parar. La verdad es que tiene unos pechos preciosos, sus pezones se han puesto duritos y no paro de tocarlos para su deleite. La atraigo hacia mi para besarla otra vez apasionadamente, siendo ella la que toma la iniciativa y me mete la lengua hasta el fondo. Me coge de la mano y me lleva hacia la cama, y se echa encima de ella invitándome a mi a su lado.
Ven y hazme tuya, lo deseo, lo deseo desde el primer día que vi.
Si, tu también me apeteces, desde que he entrado en esta habitación no pensaba en otra cosa que en follar contigo.
Pues ven y fóllame.
Nos fundimos en un abrazo, besándonos sin parar y nuestras manos recorren el cuerpo de cada cual. Mis manos recorren su espalda, sus muslos, su culo, que culito tan suave, tan blando, que maravilla de culo, continuo por sus pechos, me encanta tocarlos, y sobretodo esos pezones tiesos como palitos, y al final bajo mi mano hacia su coñito el cual acaricio, sus labios están cada vez más húmedos, y cuando paso mi dedo por su clítoris, rezuma placer.
Ella tampoco se queda corta y me acaricia entero de arriba abajo, mi espalda, mi culo peludito, mi pecho y al final mi miembro erecto, al cual le acaricia el glande para placer mío.
Cojo la iniciativa y le lleno de besos la cara, bajando despacio hacia sus pechos, donde hago una parada en mi camino en su pezón izquierdo, sobre el cual mi lengua se entretiene lamiéndolo y chupándolo, hasta dejarlo super tieso. Paso al otro pecho haciendo lo mismo. Mi lengua trabaja a las mil maravillas y ella está gimiendo de placer.
Una vez los pezones están durísimos, sigo mi ruta hacia el ombligo, el monte de venus, y finalmente llego a la jungla en la cual está su tesoro. Le acaricio los labios con la lengua y le empiezo a dar placer lamiéndole el clítoris. Se retuerce de gusto, no deja de darme ánimos para que continúe mi trabajo lamedor. Mis manos se han apoderado de sus pechos, las cuales soban sin parar. Cuando está llegando al orgasmo, me detengo, subo a besar esas espléndidas tetas y para redondear mi ascenso me fundo en un profundo beso con ella. Repito mi vuelta a la jungla haciendo las mismas paradas que al subir, y me dedico apasionadamente a lamer y a comerme entero su coño. Gime de placer, se esta a punto de correr, imprimo ritmo en mis lamidas y al final alcanza un orgasmazo que la deja por unos segundos en el paraíso.
Me incorporo y la beso profundamente, al cabo de unos minutos se remueve de una manera rápida y sin dejarme reaccionar se coloca encima mío. Empieza a besarme poseída de pasión por toda la cara, el cuello, mi pecho, mis pezones, que sienten un cosquilleo agradable al paso de su lengua. Llega a mi instrumento, que está en pleno apogeo y lo acaricia con suavidad, para acabar besándolo y al final lamiéndolo con dulzura. Se lo introduce en la boca y empieza a trabajármelo con su boca de artista. Sus lamidas son brutales y estoy cada vez más excitado, hasta que no puedo contener la furia de mi leche, que sale sin tapujos hacia su boca. Se traga todo la leche y lame y relame cada gota de mi pene hasta dejarlo impecable.
Se incorpora y se lanza a mis brazos donde nos fundimos en unos super besos. Nos estamos acariciando durante largo rato, con besos de por medio.
Los dos llegamos a la misma conclusión:
Hacia mucho tiempo que no disfrutaba de esta manera.
Los ojos se miran fijamente, la pasión no ha terminado, un beso de tornillo enciende otra vez la mecha de la pasión, que explota de nuevo en un acaloramiento.
Ya hace más de 30 minutos que los cuerpos quedaron relajados, pero estos se han revelado de nuevo a sus propietarios y vuelven a pedir marcha.
Nuestras manos se vuelven revoltosas y empiezan a explorar los cuerpos. Ella se dedica a acabar de empalmar mi cipote y por el otro lado mi mano esta acariciando su concha, ya húmeda, para prepararla de nuevo a una nueva sesión de placer.
Nos estamos poniendo locos los dos, y ella me comenta.
Todavía no me has follado.
Pues ahora te voy a follar hasta que revientes de placer.
Me pongo encima de ella y con su ayuda mi pene se dirige a su gruta, la cual empieza a penetrar despacio, hasta que al cabo de unas embestidas entra hasta al fondo. Empezamos un mete saca compaginado, que nos esta subiendo la temperatura por momentos.
Me aprieta hacia ella y me dice:
No pares, sigue, no pares, fóllame sin parar.
Los movimientos de ambos nos están poniendo locos. Siento un gustazo que me recorre todo el cuerpo. Es un gustazo sentir como mi glande roza las paredes de su vagina y lo es todavía más verla a ella gemir de placer al sentir como mi pene le roza el interior de su vagina.
Cada vez los movimientos son más placenteros y al final acabamos con unos mete saca más rápidos que hacen que nos corramos los dos a la vez.
Nos fundimos en un beso placentero y nos quedamos abrazados y relajados los dos.
Ha sido maravilloso. No esperaba que mi viaje acabara con una noche como esta.
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