El hospital Epílogo

Donde se cuenta un poco acerca de la nueva vida de Alfredo como mascota sexual de los médicos que lo atendieron

Para aquellos que me lo pidieron, les traigo un episodio más de esta serie, a modo de cierre. Ojalá también la disfruten. Comentarios y críticas a rauttha@hotmail.com


Tras esa noche, Alfredo siguió viviendo en el departamento de Raúl otros días, antes de regresar a casa. Cada noche, los cuatro médicos acudían para perforarle el culo y gozar de su voraz lengua. El chico había aceptado completamente su situación y le sacaba buen provecho. Tenía un talento nato para suplicar y pedir verga, cosa que los médicos complacían gustosos. Alfredo aún tenía ciertos resentimientos por la forma en que lo habían secuestrado pero ellos le insistían en que era la única forma de mostrarle los placeres de su nueva condición. Alfredo no podía menos que estar de acuerdo con ellos. Cada uno de los hombres le brindaba satisfacción a su manera. Raúl, con sus caricias y su vello cosquilleante. Takeo, con su maestría en la cama, era el único que conseguía hacerle venirse sólo a base de clavarle la verga en la próstata, via anal, por supuesto. Sergei era vigoroso, un macho salvaje y rudo. Víctor era resistente, podía penetrarlo largo y tendido. A él nunca le dejaban tener satisfacción fálica sino hasta haber acabado de satisfacerlos a ellos. Era severo pero se acostumbraría.

Finalmente, cuando volvió a casa, recibió a su madre como cualquier otra ocasión. A partir de entonces, Alfredo retomaría su vida cotidiana. Regresó a la escuela, al fútbol, a las salidas con sus compañeros para emborracharse y armar desmadre. También regresó con su novia, a quien siguió viendo durante un par de semanas. Pero no era lo mismo. Él lo sabía y ella lo supo también. En una ocasión, en una fiesta donde ya varias parejas se habían ido a recámaras o a diversos rincones para intercambiar sus fluidos al son de las hormonas juveniles, Alfredo se había negado a la justa y legal petición de su novia de ser cogida en el cuarto del hermano menor del anfitrión de la fiesta, bajo pretexto de sentirse enfermo. Se habían peleado y al cabo de tres días, en un fast food de una plaza comercial, Alfredo recibió el dudosamente severo castigo de un refresco arrojado en su camiseta por una exnovia a quien él había llamado sin mucho tacto perra caliente. A partir de entonces, Alfredo volvió a la soltería, la que supo mantener bajo pretexto de estar ocupado con su escuela y con su fútbol. Además, ahora estaba muy, muy ocupado visitando a sus ‘amigos’ cada fin de semana, en el departamento de Raúl, cuando no en la casa de los otros médicos. Así pasaron varios meses, tiempo durante el cual Alfredo se convirtió en un fiel seguidor de la doctrina de sus amigos.

Alfredo miró la pantalla. Era Víctor. Miró a su alrededor y verificó que estaba solo. En el campus, viernes por la tarde a fines de ciclo escolar, lo raro hubiera sido que hubiera gente. Los exámenes ya habían acabado y todo mundo estaba o bien celebrando o bien lamentándose, posiblemente con alcohol en uno u otro caso. Alfredo estaba para celebrar pero esta vez se había escabullido de su usual banda de jóvenes machos, listos para engatusar a las chavitas con un poco de vodka o tequila, ya que había acordado verse con Raúl y compañía, quienes le habían prometido una buena celebración. Alfredo, anticipando lo que vendría, ya se había dado un buen baño y se había limpiado a fondo, listo para recibir lo que viniera. O mejor dicho, lo que entrara. Contestó la llamada. Víctor le hablaba para confirmarle que ya había llegado a donde pasaría a recogerlo. Alfredo aceleró el paso y fue a su encuentro. Subió al auto del médico, un último modelo, vigoroso y potente. Como la verga de su dueño, pensaba Alfredo.

Llegaron al hogar del médico, una casa en una zona tranquila, de familias decentes, madres devotas y padres que acudían sospechosamente a reuniones sólo para hombres. Al entrar a la sala, Alfredo fue recibido con una ovación. Habían decorado la sala como para fiesta, con algunos listones y globos y también con un gran letrero que ponía “Felicidades, campeón”. Víctor se unió a los otros tres en el aplauso y empezaron a servir cerveza para el brindis.

“A la salud de Alfredo, por ser un estudiante aplicado” brindó Sergei.

“Salud” dijeron todos, chocando los vasos y sorbiendo un poco. Sergei se acercó a Alfredo y le dio un apasionado beso en la boca, mientras que pellizcaba un pezón del muchacho por encima de la ropa.

“A la salud de Alfredo, por ser un gran deportista” brindo a continuación Takeo

“Salud” contestaron. Takeo repitió el beso como Sergei, pero abrazando por el talle al muchacho, apretando sus firmes nalgas.

“A la salud de Alfredo, por ser un amigo fiel” brindó Raúl

“Salud” Raúl besó al chico sobándole la entrepierna.

“A la salud de Álex, por tener tan buen culo” terminó Víctor, besando al muchacho sin más

“Salud” dijeron todos nuevamente, terminando de apurar sus bebidas.

“Muy bien, pues hay que empezar. A ver, Álex, ¿qué quieres hacer?”

“Yo, no sé, lo que ustedes quieran”

“No, no, hoy decides tú, es tu celebración, vamos, ¿qué quieres hacer?” le insistió Takeo

Como Álex no se decidiera, los médicos le empezaron a bromear y a molestar, dándole palmadas suaves en la cabeza o en la mejilla.

“Vamos, decídete, cabroncito, decide cuál verga quieres comerte primero”

“Anda, niño, ¿de qué mamila quieres tu lechita?”

Entonces, de improviso, Sergei lo sujeto por detrás mientras Víctor y Takeo agarraban sus piernas, lo levantan y le quitaban los zapatos y calcetines. Raúl le desabrochó el cinturón y con los otros dos le quitó el pantalón y la trusa.

“Mira, que ya estás duro, seguramente ya traes ganas de verga, condenado”

“No, hoy no quiero, por favor” fingía Álex. “Mejor hagamos algo más. Si quieres les chupo los pies pero por favor, hoy no me den verga”

“Jaja, si de eso pides tu limosna, putito.” Decía Sergei

“De seguro que al rato vas a pedirnos más, culo lindo” completaba Takeo.

Lo llevaron al sofá, lo colocaron al borde y dos de ellos se pusieron a su lado, sosteniendo sus piernas en alto y doblando su cuerpo para dejar su hoyito expuesto.

“No, vamos, chicos, por favor, no me la metan”

“OK, ok, nadie te va a meter nada, sólo vamos a probar a que te sabe el ano hoy” dijo Raúl, arrodillándose y empezando a lamer lentamente el culito del chico. “Umm… que sabroso culito tienes hoy, niño… ummm” decía a ratos.

Víctor entre tanto, se iba desnudando. Cuando acabó, reemplazó a Raúl, usando su lengua para lamer la piel entre el culo y los huevos del muchacho, bien depilados como les gustaba. Se metió en la boca uno de los huevos del muchacho, masajeándolo con la lengua. Luego el otro. El muchacho ya estaba jadeando, lanzando gemidos que delataban su excitación. Para desvestirse, Takeo y Sergei dejaron las piernas del muchacho, quien trató de mantenerlas en alto, pero se cansó y tuvo que bajarlas, lo que hizo que Víctor cambiara del ano a la verga. Recorrió con la lengua la dureza del miembro de Álex, hasta alcanzar su sensible glande, brillante y rosado, al que abrazó con sus labios, lenta y suavemente, arrancando gemidos a su dueño. Takeo y Sergei ya desnudos, se montaron a ambos lados del sofá, acercando sus respectivos falos al rostro del muchacho. Este abrió la boca golosamente, lamiendo alternadamente a izquierda el falo oriental y a derecha el falo ruso. A todo esto Raúl había ido por la cámara y tomaba fotos aquí y allá, como recuerdo de la ocasión.

La fiesta siguió un rato. Se cambiaron posiciones, parejas. Los médicos también se daban fajes, besos ocasionales, pero se centraban en Álex, ya que era su celebración. Además de lamerle, ya le habían metido algunos dedos y Álex ya sentía el preámbulo para una buena penetración con la(s) verga(s) de sus hombres. Pero por más que esperaba, no recibía. Su culito seguía vacío, anhelando fierro cada vez más hasta que dijo, medio ahogándose por la verga de Sergei.

“Ya, por favor, ya clávenme, ¿no? ando que me muero por una buena metida”

“Ehhh…. Ya ven, al final salió a la luz. Bien que sabíamos que tienes un culo carnívoro, Álex” dijo Víctor, riendo

“Si, si, me rindo, OK? Sí quiero verga. Ya denme, por favor, que traigo ganas”

“Que pena, chico, hoy no te meteremos nada” dijo Sergei, adoptando un tono serio.

Los hombres dejaron a Álex, quien se incorporó en el sillón, algo sorprendido.

“¿Y eso porque? Ya, no sean cabrones, no bromeen conmigo”

“No es broma, Álex. Hoy no te vamos a coger” dijo Takeo, sin sonreír.

“¿Acaso no se les antoja?” dijo Álex, abriendo las piernas y separando sus nalgas con las manos para enseñarles su hoyito. Todavía sonreía, creyendo que sus amigos bromeaban. “Ya sé que si quieres, cabrones, ¿o quieres que les suplique?”

Como ellos se quedaran en silencio, a Álex se le borró la sonrisa del rostro. Bajó las piernas de nuevo y los miró.

“No te vamos a coger hoy, Álex, porque…” empezó a decir Raúl, severamente. En ese momento, alguien entró al cuarto desde la cocina. La voz de Raúl cambió inmediatamente a un tono de anunciador. “¡¡¡Porque hoy quien te coge es él!!!!” terminó, adoptando una pose teatral

Álex volteó a ver donde Raúl señalaba. El hombre que había entrado tendría unos 20 o 21 años a lo sumo. Estaba desnudo. Era un apuesto muchacho de piel morena como la canela, cuerpo alto y fibrado, con una cintura muy fina y hombros cuadrados. El blanco de su radiante sonrisa sobresalía en su rostro relativamente oscuro. Llevaba el cabello negro muy corto y en el resto del cuerpo tampoco tenía vello. Álex, sin embargo, no se había fijado en nada de esto, sino en el monstruo que este chico tenía entre las piernas, un apéndice de unos 24 centímetros, no especialmente ancho pero coronado por un enorme champiñón de un tono café claro a modo de glande. Debajo de semejante garrote, un par de huevos de tamaño decente parecían mucho más grandes, aprisionados por un cockring plateado que los sujetaba.

“Wow… eso…” fue lo único que pudo decir Álex, asombrado por el tamaño monumental del africano.

“Jaja, venga, chico, no te quedas pasmado, ven a saludar a nuestro amigo Fabio” dijo Raúl. Álex se incorporó y caminó hacia Fabio, quien sólo sonreía. Álex intentó mirarlo a la cara pero por más que intentaba, sus ojos parecían magnetizados a ese cockring, ya que cada dos por tres volteaba a ver el generoso equipo del muchacho.

“Hola” dijo, casi tímidamente. “Soy Alfredo, pero llámame Álex, Álex Solano”

“Hola, Álex, yo soy Francisco, pero llámame Fabio, Fabio Solano”

El nombre hizo ruido a Álex.

“Fabio… ¿Solano?”

“Si, Solano, como tú”

Álex volteó a ver a sus amigos, con cara de duda.

“OK, creo que es tiempo de explicar”, dijo Víctor.

“Tú no eres el primero a quien hemos acercado a nuestro grupo de ‘amigos’, Álex, antes que tú, conocimos a Francisco, y lo convertimos en Fabio”

“No te sientas mal por eso, ambos son nuestros amigos y los queremos por igual” dijo Raúl

“Yo ni siquiera sabía de Fabio hasta hace unos días” confesó Takeo, quien volteó a ver los glúteos de canelo, duros como rocas “Debo decir sin embargo, que fue un gran gusto conocerlo” añadió, a lo que Fabio respondió

“El gusto fue mío” guiñando un ojo.

“Hoy decidimos presentarte a Fabio como una muestra más de nuestra confianza en ti, de que eres parte de nuestro grupo más que nunca. Para nosotros sería una gran alegría que de ahora en adelante ustedes dos se trataran como hermanos” declaró Víctor.

Álex sonrió volteando a ver a Fabio, este también lo miraba. Ambos estaban tan cerca. Álex aproximó su cuerpo al del otro. Las vergas de ambos, bien paradas se rozaron entre sí levemente y luego tocaron el vientre del otro, mientras sus bocas se unían en un beso. Álex sintió una lengua voraz entrar en su boca mientras unas manos cálidas agarraban sus hombros. Él respondió abrazando el cuerpo enjuto del chico, entrelazando sus manos por encima de las nalgas del chico. Ambos jóvenes permanecieron así, besándose, descubriéndose. Los adultos (Raúl incluido, si bien apenas era mayor que ellos) se habían sentado alrededor, y los veían con morbo. Álex había movido sus manos, sujetando el fierro de Fabio, y lo meneaba suavemente. Fabio por su parte empezaba a trabajar las tetillas del rubio. Cuando finalmente se separaron del beso, miraron a los hombres, quienes ya empezaban a masajearse sus respectivas vergas, excitados por el espectáculo. Los muchachos los miraron, un tanto cohibidos.

“Vamos, no se detengan. A ver, Álex, ¿no que tenías ganas de que te perforaran el culo? Fíjate en Fabio, está como burro en primavera” dijo Sergei

Álex bajó la mirada, asombrándose una vez más de las dimensiones de la verga del moreno.

“¿En serio? ¿Podemos?” preguntó

“Claro, para eso lo trajimos” contestó Víctor “Para que jueguen y se disfruten mutuamente, como hermanitos”

Álex no se hizo esperar, casi corriendo regresó al sofá, poniéndose a gatas y ofreciendo su culo en pompa, ansioso de recibir ese miembro, que ya babeaba precum, como sabiendo que estaba a punto de entrar (literalmente) en acción. Fabio sin embargo, tuvo algo de autocontrol, se acercó y se arrodilló. Puso su rostro cerca de las blancas y firmes nalgas de futbolista de Álex y empezó a comerle el culo. Álex gemía quedamente. A su alrededor, 4 machos se deleitaban. Finalmente, Fabio se puso de pie y acercó la cadera al cuerpo caliente y vibrante de Álex. Puso la punta de su gran glande y presionó un poco. El hoyo de Álex se dilató con la facilidad de siempre pero esta vez no cedió como de costumbre. Fabio presionó más y Álex se quejó.

“A ver, ven” dijo Álex. Fabio se acercó a su cara y Álex empezó a lamerle el miembro, escupiendo a intervalos para dejárselo bien lubricado. Fabio retomó su posición, acercó su pene ensalivado al culito de Álex y empujó. Esta vez entró con más facilidad, aunque Álex no pudo evitar dejar escapar un gemido. Fabio siguió empujando y el gemido se incrementó en tono y volumen. Cada milímetro de carne que ingresaba al culo de Álex le hacía sentir más y más. Primer fue dolor, luego incomodidad, luego… luego algo muy diferente. Una vez estuvo hasta el tope de la verga de Fabio, este empezó a sacar y meter, al principio con suavidad. Álex se relajó al sentir el roce de ese falo en su interior. “En verdad me hacía falta” pensó. Su culo se amoldaba rápidamente a las dimensiones del morenazo y fue entonces cuando decidió darle un poco más de emoción al asunto. Poniendo todas sus fuerzas, contrajo su culo, estrechando esa verga entre sus paredes anales. Quizá no debió hacerlo. Fabio, al sentir esa presión, dejó exhalar un gemido de placer. Los hombres se sonrieron.

“Parece que Fabio acaba de conocer el talento de Álex” comentó Takeo.

Fabio aceleró vertiginosamente las embestidas, tomando a Álex por la cadera y agitándolo con vehemencia, mientras literalmente bufaba como poseído, con los ojos entrecerrados, exaltado por ese culo apretado que parecía devorarle la verga. Álex también gemía. Al cabo y si previo aviso, Fabio se vació en el interior de Álex pero no por eso se detuvo. Todavía se mantuvo clavando a Álex por algunos minutos. Los médicos miraban con interés como esa verga se negaba a ablandarse. Podían apreciar el semen de Fabio que le mojaba la verga, salpicando ocasionalmente su vientre y las nalgas de Álex. Éste por su parte, también ofrecía un buen espectáculo, con su verga bien erecta vertiendo un hilillo delgado pero continuo de precum.

Finalmente Fabio se fue calmando y terminó por sacar su gran falo del ano de Álex, derramando su leche viscosa y densa alrededor. Álex se volteó y sin más, empezó a lamer la verga del moreno, engullendo ese semen blanco como la leche y dulce, dulce y caliente. Una vez acabados, Fabio se dejó caer juntó a Álex, quien todavía se relamía los labios, dejando unos cuantos restos. Fabio, al darse cuenta de ello, se acercó y usó su propia lengua para limpiar el rostro del rubio. Lejos de detenerse una vez acabó de limpiarlo, Fabio siguió lamiéndolo. Lo empujó suavemente, haciéndolo caer sobre el sofá nuevamente. Álex estaba sorprendido del vigor del muchacho, quien parecía haberse recuperado mágicamente del enorme orgasmo de hacía un momento. Pero se sorprendió aún más al sentir que Fabio se le montaba y, tomando su verga, la dirigía a la entrada de su propio culo moreno.

“No, no, espera…” intentó decir Álex, volteando a ver a los otros machos, casi sintiéndose culpable de lo que estaba pasando. Sin embargo, estos replicaron a su rostro de duda con un gesto de asentimiento. Álex no lo podía creer. ¡Lo dejarían penetrar a Fabio! Hasta la fecha él nunca había penetrado a nadie. Desde que estaba con sus buenos amigos había dejado de lado su papel activo. Cuando estaba con ellos, siempre eran estos quienes lo penetraban y ocasionalmente le dejaban venirse masturbándose. Además… hacía 3 días, Raúl le había dado la orden de no masturbarse hasta la reunión de hoy. Álex, sumiso como siempre, había obedecido, a resultas de lo cual sus huevos estaban más que rebosantes de leche, lista para descargarse. Así pues, dejo a Fabio sentarse en su verga. Con una conmoción, sintió como el culo del muchacho moreno se tragaba su verga, frotándola y presionándola con gula. Fabio empezó a moverse rítmicamente, con un vaivén que hizo estremecer a Álex. Este no pudo soportar mucho tiempo. Era la abstinencia de varios meses la que le hizo eyacular a los pocos minutos. No bien se hubo vaciado, sintió un cosquilleo en la punta de su verga, una sensación extraña entre placentera y dolorosa. Quiso salirse pero Fabio no lo dejó, por el contrario, empezó a moverse más rápido. El masaje anal sobre su verga se intensifico gracias al su propio semen, que lo lubricaba, generando sensaciones de dolor y de placer que le hicieron estremecerse de delirio. Gritó

“Ahhh….no, por favor… ahhh … ahh… detente… ahhh… por favor…”

Fabio continuó inmisericorde un rato más. Álex se devanaba entre el placer y la tortura. Finalmente, los médicos intervinieron.

“Ya, ya es suficiente, Fabio. Tampoco hagas sufrir tanto al pobre” ordenó Víctor. Fabio se detuvo y se incorporó, liberando la verga de Álex que ya estaba semi-flácida. Álex recuperó el aliento poco a poco.

“¿Te gustó tu regalo?” preguntó Raúl

“Si, muchas gracias, fue maravilloso” contestó Álex, todavía jadeante. “Fabio, eres maravilloso”

“Jaja, que dices, tú eres el que tiene un culo de milagro” dijo el otro chico poniéndole la mano en el muslo. Ambos se dieron un beso nuevamente.

“Muy bien, ya es suficiente de juegos, cachorros. Los adultos también queremos participar, ¿saben?” dijo Sergei, señalando su propia verga todavía dura. “¿Acaso no les ha dado algo de sed tanto ejercicio?”

Fabio y Álex se miraron mutuamente y rieron. A gatas, se acercaron a sus amigos, sus dueños. Álex se encargó de Sergei y Takeo mientras Fabio engullía las vergas de Víctor y Raúl. Al cabo de un rato, cuatro machos descargaban sus bolas sobre las bocas y rostros de los dos muchachos.

La fiesta siguió y siguió.