El hospital 5
Desenlace. Donde Alfredo descubre y acepta su nuevo papel como servidor sexual de sus amigos.
El hospital 5.0
Rendición
Alfredo corría en por los pasillos vacíos, sorteando camillas y otros muebles hospitalarios. De cuando en cuando se detenía y trataba de abrir alguna de las puertas que encontraba a su paso pero todas estaban cerradas. Sus pies descalzos apenas hacían ruido. De vez en cuando trastabillaba, mareado por el suero que le había puesto. En esa ocasión, sin embargo, lo había dejado sólo y sin esposar. Venciendo la debilidad, se había quitado la intravenosa, conteniendo el dolor para evitar ser escuchado. Sin el suero sedante, poco a poco había recuperado fuerzas, se había puesto de pie e intentado abrir la puerta. Para su sorpresa, está abierta. Sin perder tiempo mira a su alrededor. En un cajón había encontrado una bata, que se pone para cubrir su desnudez. Sale de su cuarto por primera vez en días. No hay nadie. Parece ser de noche, aunque no hay ventanas que le permitan comprobarlo. Así inició su periplo por los pasillos laberínticos. En algún momento llega a un elevador pero por más que pulsa el botón, la puerta no abre. Ahora, todavía mareado por el suero, corre ya que ha escuchado una voz que le llama: “Álex, ¿dónde estás?” es Sergei. O quizá Víctor. No lo alcanza a distinguir. Necesita dónde esconderse. Sigue corriendo, cada vez más nervioso. Llega a un corredor al final del cual hay una sola puerta. Se acerca despacio. Esta abierto. Entra y se apresura a cerrar la puerta una vez dentro, sin siquiera ver dónde está.
“¡¡Álex!! ¿Eres tú? ¿Qué haces aquí?” se escucha una voz sorprendida.
Alfredo voltea. Está en un consultorio. A la derecha una camilla, a la izquierda, al fondo, un escritorio con una lámpara. Ahí se encuentra sentado Raúl, el médico interno que es tan amable con él. “¿Te encuentras bien? ¿Porqué vienes así?”
“Ayúdeme, por favor, no deje que me encuentren. Me llevaran de regreso y… me pondrán inyecciones, y… me meterán cosas en la cabeza y en el cuerpo y.. y… por favor… ayúdeme” balbucea Alfredo mientras se dirige a un rincón de la habitación, donde se agazapa. Raúl se acerca amablemente y le habla mientras lo hace levantarse y sentarse en la cama.
“Ya, ya, está bien, yo te voy a ayudar. Cálmate” le dice “Todo va a estar bien”
“En serio, por favor, créame tiene que creerme. Suárez me está metiendo cosas, en la boca y hasta en el culo. Yo no sabía pero es así, créame, por favor…” insistía Álex.
“OK, te creo, ven, cálmate. Siéntate aquí y cuéntame qué crees que te ha pasado”. Raúl hace sentar a Álex en la camilla y él mismo acerca una silla y se sienta a un lado. “A ver, cuéntame”
A tropiezos y entrecortadamente, Álex le relata a Raúl lo que sabe. Qué su nombre es Alfredo, que llegó ahí por un desmayo mientras jugaba fútbol y no por estar demente pero que había sido capturado por el doctor Suárez y ahora experimentaban con él, Suárez y Sergei y también un paramédico asiático. Raúl le escuchaba paciente.
“Dígame que me cree, por favor, necesito escapar, necesito comprobarles que no estoy loco” terminó Alfredo, casi suplicando.
“OK, Álex… Alfredo. Te creo. Te creo. ¿Está bien? A decir verdad yo he tenido mis dudas acerca de los métodos de Suárez. Lo que tú me dices confirma mis sospechas. Yo te voy a ayudar, ¿de acuerdo?”
“Gracias”
“Ahora, lo primero es que me escuches. El suero que te pusieron es una sustancia peligrosa. No te lo puedes quitar así de golpe o te puede hacer daño. Lo que debes hacer es tomar estas píldoras o de lo contrario podrías tener un desmayo en cualquier momento, ¿de acuerdo?” dijo Raúl, tendiéndole un par de píldoras. Alfredo lo miró por un momento a los ojos. En verdad parecía honesto. Así que las tomó y se las tragó.
“Muy bien. Ahora escúchame. Esta noche te estarán buscando así que no hay forma de que salgas de aquí pero yo sé donde esconderte y cómo sacarte de aquí. No es fácil pero tienes que hacer todo lo que yo te diga, ¿OK?” Alfredo asintió moviendo la cabeza.
“Vas a quitarte la bata y a acostarte en esta camilla. Yo te voy a cubrir con esta sábana. Te vas a pasar por muerto. Yo te llevaré hasta la morgue. Ahí hay una salida para el estacionamiento desde donde podremos escapar.”
Alfredo obedeció. Se quitó la bata y se tendió en la camilla. Raúl le cubrió con una manta que sólo dejaba descubiertos sus pies. “Es importante que no digas nada ni te muevas, ¿OK?” dijo Raúl mientras empujaba la camilla por los pasillos. Alfredo, oculto tras la sábana, no podía ver a donde iban pero en cierto momento escuchó voces. Era Sergei.
“Raúl, que bien que te veo. ¿No has visto por aquí al paciente Álex Solano? Se nos escapó”
“Jaja, solo a ti te pasaría eso. No, no lo he visto pero ya que me avisaste, estaré atento” contestó Raúl, reanudando su marcha con la camilla. Ya no encontraron a nadie más hasta llegar a la morgue, que estaba vacía.
“Ven, levántate, Alfredo, ya llegamos” Alfredo se quitó la sábana. Efectivamente estaban en la morgue. “Por aquí salimos, apúrate, podrían venir en cualquier momento”
“Pero no puedo irme así, estoy desnudo.”
“No importa, apúrate” dijo Raúl. A lo cual se escucharon voces y pasos.
“… quizá en la morgue… ve tú a buscarlo ahí…”
Alfredo reconoció la voz de Víctor Suárez, lo que le bastó para echar a correr así en cueros hacia el pasillo por donde había partido Raúl. Al cabo de un rato llegaron al estacionamiento, donde Raúl tenía su automóvil. Subieron y en un instante ya estaban fuera del hospital. Alfredo pudo comprobar entonces que era de noche.
“¿Te encuentras bien? No tengo ropas para ti pero al menos ponte esto” dijo Raúl, dándole una frazada para cubrirse el regazo.
“Si, gracias. Y gracias por ayudarme. ¿Qué haremos ahora?”
“Iremos a mi casa, ya es tarde. Mañana veremos qué hacer para contactar a tu madre.”
El camino fue un tanto largo pero a Alfredo se le hizo rápido gracias a la charla más o menos casual que Raúl le hizo. Al final, llegaron a una zona residencial, solitaria. Raúl introdujo el coche en el garaje de un edificio de apartamentos. Bajaron del coche y corrieron al elevador. Subieron y salieron al piso 26.
“OK, no hay nadie, sal” le indicó Raúl tras inspeccionar el pasillo. “Es la habitación 2604”. Raúl abrió la puerta, entraron y cerró.
“Uhhh que bien, ya podemos estar a salvo. Aquí no hay nadie más que nosotros”
El departamento de Raúl era grande para una sola persona y estaba bien amueblado. Raúl llevó a Alfredo a su cuarto y le dio un pantalón de pijama.
“No acostumbro a dormir con camisa” se disculpó. “Quizá deberías darte un baño mientras yo te preparo algo de cenar.
Alfredo se dio un baño caliente, que le relajó. Al salir, se puso el pantalón y fue a la habitación principal, que hacía las veces de sala y comedor. Raúl había preparado de cena una pizza instantánea del congelador. De beber sólo había jugo de naranja y agua. “Ya ves, dieta de estudiante” se excusó sonriendo. Ambos comieron.
“Quizá debamos ir a dormir. Sólo hay una cama pero es bastante grande. Espero que no te importe compartir.
“Si, está bien” contestó Alfredo, somnoliento después de la cena. Fueron de vuelta a la habitación, donde Raúl se desvistió a los ojos de Alfredo, revelando su buen construido físico. Se quedó en calzoncillos, unos bikers rojos y ajustados que resaltaban su trasero firme por detrás un buen paquete por delante. Fuera de eso, exhibía el resto de su cuerpo, velludo y afibrado. Alfredo no pudo evitar sonreír para sus adentros al ver el extraño contraste entre su pecho cubierto por vello fino y negro y sus tetillas rosadas. Raúl no se puso pantalones. Ambos se metieron a la cama. Alfredo se sentía cada vez más somnoliento, con la cabeza algo pesada. Apenas se metió al lecho, empezó a dormirse.
“Raúl, gracias por todo…” dijo en susurros.
“Está bien, todo está bien, somos amigos, ¿no?” le dijo Raúl al oído. Se había le acercado y ahora prácticamente estaban pegados uno al otro. Alfredo sintió un brazo velludo encima, rodeándolo. En su espalda también podía sentir el vello del pecho de Raúl frotándose y, más abajo, algo más duro frotando en contra de sus nalgas. Pero por alguna razón no le molestaba. Se sentía bien con su amigo. Debía ser bueno con su amigo, pensó en su mente. No se dio cuenta del momento en que una melodía suave y queda empezó a sonar en la habitación. Sintió las manos de Raúl acariciando su abdomen, frotar su pecho, tomar sus pezones entre los dedos y presionarlos suavemente. Extrañamente, esto le provocó sensaciones placenteras y sintió que, debajo del pantalón, su verga se empezaba a levantar. Sintió la respiración del médico muy cerca de él, en su nuca, detrás del oído.
“Todo está bien, yo soy tu amigo” se escuchó un suave susurro.
“Si, mi amigo… yo… debo ser bueno con mis amigos…” replicó Alfredo medio en sueños. En su mente se encendió una luz de alarma. ¿Qué estaba pasando? Él no dejaría que un hombre lo tocara como lo hacía Raúl ahora, recorriendo sus manos por encima del pantalón, palpando sus firmes muslos de futbolista, apretándose contra su espalda, haciéndolo sentir la dureza de un miembro erecto tocando su trasero. Algo andaba mal… Pero por otro lado, otra voz en su interior le decía que fuera bueno, que fuera obediente. Esa voz interna se reforzaba por los ecos de la melodía que flotaba en el aire, una melodía que él no conocía pero que le resultaba extrañamente familiar, así como por la voz segura y afable de Raúl. Si… debía ser obediente, debía ser bueno. ¿O no? No estaba seguro. Las voces en su mente le decían que se dejara, que no detuviera las manos de Raúl mientras le quitaba el pantalón, que no impidiera a esos dedos estrujar sus glúteos mientras algo más en su mente le indicaba que estaba en peligro, que estaba siendo lentamente dominado por sus enemigos. Su cuerpo estaba caliente y su miembro erecto. La debacle en su mente le producía un ligero dolor de cabeza y tensaba sus músculos. Finalmente, cuando sintió la mano de Raúl entrar entre la raja de sus nalgas y tocar los pliegues de su ano, lanzó un grito.
“No… no, que estás haciendo… que quieres?” dijo, al tiempo que se levantaba de la cama, tropezándose mientras jalaba el pantalón a medio quitar. Raúl lo miró con calma. Se levantó y lentamente se le acercó.
“Tranquilo, no pasa nada, yo soy tu amigo… ¿Verdad? Que soy tu amigo... Vamos, no te haré daño. Yo soy tu amigo” dijo, acercándose. Alfredo se quedó quieto, dudando, confundido. Si, Raúl era su amigo y él debía ser bueno con sus amigos. Además… en ese momento se fijó en el cuerpo casi desnudo de Raúl. Varonil. A pesar del vello, se podían distinguir las formas de músculos vigorosos. Otra voz en su interior habló. A él… a él … le gustaban los hombres… a él le gustaba… Raúl… Dejó que Raúl llegara a su lado y le pusiera las manos en los hombros.
“Todo está bien…” le decía mientras le recorría las manos por los brazos, por los costados hasta llegar a la cintura, tomar el pantalón y bajárselo. La verga de Alfredo saltó, dura y bien parada. “Ya ves, tú también quieres esto. Te gusta. Ven dilo conmigo, te gusta”
“Si… si… me gusta” decía Alfredo lentamente, temblando mientras Raúl le sobaba suavemente la verga. “Ahhhh… vaya, que si me gusta” Las voces de rendición en su interior se hacían más fuertes conforme las sensaciones de placer aumentaban. Si… si, no importa que sea un hombre, se decía… me gusta.
Raúl llevó al chico de regreso a la cama, lo tendió y se le subió encima. Le recorrió el cuerpo con la lengua. Desde el oído, bajando por el cuello, su barba naciente le provocaba a Alfredo un escalofrío de cosquillas y de placer que le recorrió la espina, haciéndolo temblar. Luego, bajando por el terso pecho hasta el pezón derecho, la lengua jugó con él y luego siguió, por el firme abdomen hasta llegar a la ingle. Bajó por un lado, entre los testículos y el muslo. Nuevamente, el vello de la barba rozando el escroto del chico le hizo gemir de placer. A partir de este momento, Raúl tomó las piernas del muchacho, levantándolas. Su objetivo se veía ahora: Un rosado orificio, libre de vello, que se abría y cerraba ligeramente, como invitando a ser explorado. Cuando finalmente la lengua tocó los pliegues de su hoyito, Alfredo estaba ya en el clímax de la excitación. Gimió, gimió como poseso mientras Raúl le trabajaba el culo a lametones, pidiendo más.
“Ahhh… si, dame más, por favor… ahh… así, así…”
Al cabo de un rato, Raúl decidió que era momento de darle más. Dejó de lamerlo, se encaramó a la cama y se dispuso a ensartarle su miembro, que ya se exhibía duro y bien lubricado, ya que se había quitado la ropa interior mientras daba el beso negro. Alfredo apenas tuvo consciencia de lo que pasaba hasta que sintió un férreo intruso que se abría paso con pasmosa facilidad en su interior. Sintió una leve presión mientras su interior anal se amoldaba a la carne que lo invadía. Se permitió sorprenderse de ver lo fácil que resultaba. Era como si era verga ya lo conociera. Por supuesto, él no sabía que en los últimos días, Raúl ya lo había cogido varias veces. Para él, era su primera vez, y le estaba gustando. Una vez Raúl hubo embutido su miembro en Alfredo, empezó a bombearlo, metiendo y sacando con ritmo. Alfredo, lleno de verga, suspiraba y gemía al ritmo de las embestidas. Su verga, dura, se agitaba de aquí para allá, ora golpeando contra sus bolas o contra su abdomen. La penetración no duró más que algunos minutos. Raúl empezó a empujar con más fuerza y rapidez y a los pocos segundos, su verga liberó chorros generosos de semen en el interior del muchacho. Raúl no esperó mucho. Sacó la verga, babeante de semen y le ordenó a Alfredo.
“Ven aquí y chupa esto” con voz de mando. Alfredo, todavía presa de la excitación, tardó un instante en comprender la orden, con lo que Raúl se le montó y le metió la verga en la boca de golpe. Alfredo sintió el calor y la dureza del miembro, así como el sabor peculiar del semen. Presionó con sus labios y la verga lanzó una última descarga de líquido. “Vamos, límpiame bien, puto” Alfredo se sintió un poco ofendido por la forma en que Raúl le hablaba pero prefirió ignorarlo. Después de todo, era su amigo y él debía obedecer a sus amigos. Usó la lengua para lamer los restos de esperma de la verga del interno. Paladeaba por primera vez (conscientemente, claro) el sabor del semen. Era una experiencia diferente y morbosamente placentera, reconoció. Cerró los ojos mientras hacía su trabajo.
“Ya es suficiente, así está bien, puto. Ahora prepárate para el siguiente” escuchó una voz. Pero no era la voz de Raúl. Era una voz familiar… la voz del doctor Suárez. Alfredo abrió los ojos, súbitamente asustado. No estaba solo con Raúl. Ahí, en esa misma habitación, otros tres hombres, desnudos como ellos, los observaban. Víctor Suárez, Sergei Ivanov y Takeo Murano.
“Qué es esto… balbuceó Alfredo, sacándose la verga de Raúl de la boca. Volteó a verlo. Raúl sonreía. Alfredo dio un salto en la cama, tratando de incorporarse. Raúl lo detuvo empujándolo en los hombros, haciéndolo caer de nuevo en la cama cuan largo era.
“Tranquilo, Alfredo. Estos son tus amigos, Víctor, Sergei y Takeo. Son tus amigos, al igual que yo. Recuerda, debes ser bueno con tus amigos. Debes ser obediente” le espetó Raúl, mientras se colocaba a un lado suyo, tomándole un brazo y una pierna. Del otro lado, Takeo hacía lo mismo, volviendo a exponer el culo del chico. Frente a él, Sergei ya se acercaba, con su mástil enhiesto listo para perforar su culo, que todavía escurría semen de Raúl.
“No, no.. déjemenme… malditos… déjenme… no me penetres, no te atrevas, hijo de… no te atrevas… ahh… ahhh… ahhhhhhhh… no, por favor”
Sergei se introdujo en Alfredo con facilidad, ya que el semen de Raúl le ayudó como lubricante. Empezó a empujar y sacar con maestría.
“Vamos, Alfredo, no te quejes. Te gusta. Sabemos que te gusta. Mira tu verga, está bien dura. Te gusta. Vamos, dilo” le decía el enfermero. “Di que te gusta mi verga”
“ahhh… no… noo…. Ahhhhhh…ahhh…..”
“Yo soy tu amigo. Soy bueno contigo. Yo soy tu amigo. Vamos, dilo”.
“ahhh ahhh…” gemía Alfredo, nuevamente excitado por la verga que le llenaba, que lo invadía al igual que las palabras invadían su mente, al coro de sus voces internas. “Debo obedecer, debo ser bueno con mis amigos” resonaba el eco. “Si… ahhh… mi amigo… debo ser bueno con mis amigos…”
“Ahora di que te gusta mi verga en tu culo”
“Ahhh… si… oghhh… si, me gusta…me gusta tu verga en mi culo… me gusta mucho…” dijo Alfredo, totalmente arrobado de placer.
“Dilo más, no te detengas”
Alfredo siguió repitiendo lo mismo mientras Sergei consumaba la penetración. Al igual que Raúl, pronto inundó las entrañas del chico con una buena dosis de esperma fresco. Sacó la verga inmediatamente y se la ofreció al chico. Raúl y Takeo jalaron a Alfredo para que se irguiera y pudiera recibir adecuadamente el manjar que el ruso le daba.
“Vamos, putito, que quede brillante, como la mía escuchó la voz de Raúl. Alfredo lamió el mástil del enfermero con rapidez, algo temeroso pero también extasiado.
“Muy bien, ahora me toca a mí” anunció Takeo. Víctor tomó su sujetando a Alfredo. Esta vez, Alfredo ni siquiera se quejó. Había entrado en una especie de trance, de éxtasis sexual. Incluso hasta después de que Takeo hubiera eyaculado, seguía pidiendo verga. Finalmente Suárez cerró el trato, descargando su verga latina y mezclando sus secreciones con las de los otros 3 machos.
Para entonces, Raúl ya se había recuperado, de forma que procedió a una segunda ronda. Los otros le siguieron. Alfredo se sentía explorar, lleno de semen y de lujuria. Su verga había estado a punto de eyacular en varias ocasiones pero en todas ellas, el penetrador en turno le había presionado la base del pene, cerrando el flujo de esperma e impidiéndole venirse. Al termino de la tercera ronda, ya avanzada la noche, Alfredo pedía, suplicaba que le dejaran venirse.
“Vamos, dinos que serás bueno con nosotros”
“Sí, sí, seré bueno, soy bueno con ustedes, por favor, déjenme… déjenme venir” Los 4 hombres ya no lo penetraban, simplemente lo observaban, deleitándose con la tortura sexual. Uno de ellos le frotaba el glande lenta y exasperantemente.
“Serás nuestro puto”
“Si, soy su puto, todo para ustedes. Soy su puto, por favor…llénenme… llénenme que lo necesito”
La voz temblorosa y suplicante de Alfredo llenaba todavía la habitación mientras su verga dispara ráfagas de semen, salpicándolo y llenándolo de esperma, como una especie de bautizo, de iniciación a su nueva y aceptada realidad como buen puto de los 4 hombres que habían sabido subyugarlo y someterlo.
Críticas y comentarios a rauttha@hotmail.com
TODAS las situaciones y personajes descritos en este relato son ficticios.
Espero que lo hayan disfrutado!