El hombre y su casa

Un pequeño gran cuento sobre las cosas que creemos que nos faltan, y las que nos faltan de verdad...

EL HOMBRE Y SU CASA

Un hombre estaba sentado en el salón de su casa ocupado en su trabajo. Era un día normal y corriente en su vida, pero de repente algo turbó su mente, aparcó su trabajo un momento y echó un vistazo alrededor. Aunque la casa estaba en buenas condiciones, él se dijo "siento que algo falta en esta casa", y notó que efectivamente había algo que debía estar y no estaba. Sin perder un segundo la examinó de arriba abajo para ver que podría ser, y concluyendo que la casa necesitaba algunos arreglos, se puso a ellos casi al instante. Empezó por pequeños detalles aquí y allá, como una lámpara de mesita nueva o un cuadro más llamativo.

Aunque todos los detalles quedaban mejor y la casa lucía más bonita, él seguía notando que le faltaba algo, de manera que siguió haciendo reformas. Según pasó el tiempo fue añadiendo cada vez más detalles hasta reformar todo el salón, dejándolo más bonito y reluciente que nunca. Sin embargo, él seguía insatisfecho, seguía notando ese "algo" que le faltaba a la casa y que le provocaba una triste desazón, así qué siguió reformando el resto de habitaciones una a una, desde los dormitorios hasta el baño pasando por la cocina, hasta que todas y cada una de ellas estuvieron tan impecables como el salón, quedando realmente hermosa de arriba abajo. Pero incluso entonces, después de tanto tiempo dedicado a ello y tantas mejoras, él no estaba complacido, notaba que no había logrado darle a su casa lo que tanto necesitaba. Convencido de que debía seguir, y dado que ya había reformado todo el interior de la casa, se decidió por mejorar el exterior, repintando toda la fachada y cambiando las ventanas por otras nuevas, reformando todo el exterior hasta que finalmente la casa que tenía ante él se había convertido en un caserón digno de un marqués que nada tenía ver con la que había antes, pero a pesar de toda la belleza que había logrado, él seguía intranquilo y cada vez más descorazonado. Preguntándose que podía fallar, salió al jardín exterior de su casa hasta llegar al borde de la calle para verla desde fuera a fin de descubrir cual había sido el fallo. En ese momento, una chica iba haciendo footing por la calle pasó al lado de él, y al ver la casa se quedó mirándola como incrédula.

-Tiene una casa preciosa-comentó impresionada-.

-Gracias, me ha costado mucho arreglarla, pero lo cierto es que siento que le falta algo y no sé que es-se quejó él-.

-Pero si es perfecta-lo contradijo ella-, a mí me encantaría tener una casa así.

Aquel comentario hizo que él reflexionara, y viendo el entusiasmo de la chica, le propuso a ella que entrase y le ayudase a descifrar que era lo que faltaba allí. Ella accedió encantada, y comenzó a mirar en todas las habitaciones, comprobando que todo había sido mejorado y quedándose cada vez más maravillada por la belleza y el tiempo que él había empleado en mejorar su casa. Al llegar al salón él le dijo que allí había empezado todo, y mientras ella estaba en el centro de la habitación, le dijo a él:

-Pues es fantástico como ha quedado todo, es muy hermoso. Tiene una casa maravillosa, no veo que necesite nada más.

Él, apoyado en el umbral de la puerta y cruzado de brazos, se sintió halagado e iba a contestar con un sincero "gracias", pero justo antes de hacerlo, y como una revelación, algo cruzó su mente como un rayo, en ese instante encontró la respuesta que tan desesperadamente estaba buscando. Totalmente emocionado, el hombre cayó al suelo de rodillas, llorando sin parar con las manos en la cabeza. Ella, patidifusa, acudió a su lado para consolarlo.

-¿Por qué llora-preguntó asombrada-?, ¿es por lo bien que quedó la casa?.

-No-contestó él, con la voz temblorosa-. Lloro porqué ahora ya sé que es lo que falta: sentí que la casa necesitaba algo y por eso la reformé, porqué creí que era la casa a la que le faltaba algo, como si estuviera vacía, pero me equivoqué. ¡¡Era MI PROPIO VACÍO EL QUE ESTABA SENTIENDO, ERA yo el que necesitaba algo!!.

-¿Y que era lo que tanto necesitaba en esta casa-preguntó mirándolo fijamente, muerta de curiosidad-?.

Él, con los ojos empantanados, sonrió tristemente, y contestó:

-Alguien con quien compartirla

Ella, totalmente conmovida por aquella respuesta, lo tomó de la mano, lo levantó del suelo y le enjuagó sus lágrimas con una amplia sonrisa. Y al mirarlo a los ojos, le dijo:

-Pues ya me has encontrado

MORALEJA: CUÍDATE A TI MISMO COMO SI FUERAS TU CASA Y NUNCA DEJES DE HACER REFORMAS, PORQUE NUNCA SABES CUANDO ALGUIEN PUEDE PASAR POR TU LADO Y FIJARSE EN TI.